KOBIE (Serie Anejos). Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.° 8, pp. 309 a 336, año 2004. ISSN 0214-7971 EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE The End of the Palaeolithic in Cantabrian Spain: the Azilian Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco (*) RESUMEN Se presenta una síntesis de la información disponible sobre las sociedades que poblaron la región cantábrica durante el Aziliense, período que corresponde a la parte final de la última glaciación y a los inicios del Holoceno. Tras muchas décadas de pesimismo respecto a la pujanza de aquellas sociedades, sin duda marcadas por la desaparición del gran arte paleolítico y de los brillantes ajuares magdalenienses, el panorama actual, fruto de la intensificación de los trabajos de campo desde los años 70, se nos revela radicalmente distinto. Esas transformaciones, tanto del arte como de las industrias, no se conciben ya como una "revolución" en negativo, en la línea de lo apuntado por Breuil en los albores de la investigación, sino como producto de la evolución cultural de las sociedades del. Paleolítico superior final, en un momento en el que quizá los esquemas tradicionales dejaron de resultar eficaces. A su vez, la supuesta uniformidad del registro aziliense va perdiendo enteros a medida que avanza la investigación, y cada vez resulta más evidente la existencia de una marcada variabilidad, tanto en el plano diacrónico como en el sincrónico. Palabras clave: Región Cantábrica, Aziliense, Tecnología, Poblamiento, Subsistencia, Simbolismo. ABSTRACT This paper presents a summary of the available information about the human groups who occupied Cantabrian Spain during the Azilian, the period corresponding to the final stages of the last Ice Age and the start of the Holocene. After many decades of pessimism regarding the vitality of these groups, without doubt marked by the disappearance of the great Palaeolithic art and the brilliant Magdalenian assemblages, the current situation is totally different, as a result of intense fieldwork carried out since the 1970s. The transformations, in both the art and the assemblages, is no longer seen as a «revolution» in reverse, as suggested by Breuil in the early days of research, but rather as the consequence of the cultural evolution of the groups at the end of the Upper Palaeolithic, when the traditional strategies may not have been efficient any more. At the same time, the supposed uniformity of the Azilian record is losing strength as research progresses, and it is becoming evident that clear variability existed, both diachronically and synchronically. Key words: Cantabrian Spain, Azilian, Technology, Population, Subsistence, Symbolism. (*) Universidad de Oviedo 31() JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESOUERRES VELASCO LABURPENA Azil aldian zehar Kantauri aldeko eskualdean bizi izan ziren gizarteetaz dagoen informazioaren laburpena aurkezten da; Azil aldian azkeneko izoztaroaren amaieraren eta Holozenoaren hasieraren garaia da. Gizarte haien goraldiari buruz ezkortasu.nez hamarkada luzetan behatu ondoren, arte paleolitiko handia eta Magdalen aldiko hornidura distiratsuak desagertzeak eraginda ziurrenik, oraingo panorama, 70. hamarkadatik hona landa lanak izugarri gehitu direnez, erabat desberdin ageri zaigu. Aldaketa horiek, bai artearenak bai industrienak, ez dira jada, Breuilek ikerlanaren hastapenetan iradoki zuenaren haritik, okerrerako "iraultza" modura ikusten, amaierako goi paleolitikoko gizarteen kultur bilakaeraren ondorio modura baizik, eskema tradizionalek eraginkor izateari utzi zioten unean. Aldi berean, erregistro azildarraren ustezko bateratasuna ere indarra galduz doa ikerkuntzak aurrera egin ahala, eta gero eta agerikoagoa da aldakortasun handia egon dela, bai diakronikok.i. bai sinkronikoki. Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Azil aldia, Teknologia, Populatzea, Biziraupena, Sinbolismoa. La concepción del Aziliense, cultura que marca la desaparición del Paleolítico superior y el inicio del Epipaleolítico, de modo implícito o explícito durante una buena parte del siglo XX, estuvo en sus orígenes dominada por la confusión en su interpretación en lo que se refiere a su papel en la evolución de las culturas del final del Pleistoceno e inicios del Holoceno, y por una definición pesimista presentada de modo resumido por H. Breuil en 1912 como una "revolu. ción" casi en negativo. Los niveles azilienses excavados durante ese período, desde el centro de la región cantábrica hasta su extremo oriental, son relativamente numerosos: La Paloma en Soto de las Regueras, Cueto de la Mina en :Bricia, La Riera en Posada de Llanes, las tres en Asturias; Cueva Morín en Villanueva de Villaescusa, El Pendo en Escobedo de Camargo, El Castillo en Puente Viesgo, El Valle en Rasines, todas ellas en Cantabria; Santimamiñe en Cortezubi, Vizcaya y Urtiaga en Deba, Guipúzcoa, etc. Fueron investigados por el conde de la Vega del Sella, J. Carballo, E. Hernández Pacheco y J. M. de Barandiarán. Aunque perfectamente representativos de ese momento, su definición descansaba sobre todo en la industria ósea y, de modo especial, en los arpones que destacaban el carácter de los niveles, por un lado descendientes del Magdaleniense, por otro destacando la ruptura con él y mostrando una marcada degradación con respecto al mismo. A partir de los datos obtenidos en esas capas no se percibía ningún elemento que pudiera hacer sospechar la existencia de una clara evolución dentro de ese conjunto cultural y las mismas relaciones con el período anterior, el Magdaleniense superior final, eran observadas a través de la continuidad de algunos elementos (laminillas de dorso, la persistencia transformada de los arpones). En general, lo que se apreciaba sobre todo era el marcado tono de decadencia de la industria aziliense. Este análisis de la realidad aziliense persiste aún en los años 60 del mismo siglo. Aproximadamente a partir de 1970, se inicia un conjunto de excavaciones que permitieron mostrar una imagen nueva de los momentos .finales del Paleolítico cantábrico. Se abrieron nuevos yacimientos descubiertos en esas fechas o se revisaron antiguos trabajos; destacan sitios de notable importancia como son la Cueva de La Paloma (Martínez Navarrete 1976; Hoyos et al. 1980), La Riera (Straus y Clark 1986) y Los Azules (Cangas de Onís) (Fernández-Tresguerres 1980) en Asturias; Cueva Morín (González Echegaray y Freeman 1973), El Rascaño (Mirones, Miera) (González Echegaray y Barandiarán 1981) en Cantabria; Urtiaga (Barandiarán, J,M., 1947, 1948), Arenaza I (San Pedro de Galdames, Vizcaya) (Apellániz 1977, 1978; Apellániz y Altuna 1975) y Santimamiñe (Aranzadi y Barandiarán 1935) en el País Vasco; Abauntz (Arraiz) (Utrilla 1979, 1982), Berroberría (en Al.kerdi de Urdax; excavada por el marqués de Loriana en 1939, posteriormente, entre 1959 y 1964, por J. Maluquer de Motes y, finalmente, por I. Barandiarán a partir de 1977) (Barandiarán 1990) y Zatoya (Abaurrea Alta) (Barandiarán y Cava 1989, 2001) en Navarra. En fechas posteriores, el descubrimiento y los trabajos en Anton Koba (Oñate, Guipúzcoa) (Armendáriz 1997), Laminak II (Berriatua, Vizcaya) (Berganza y Arribas 1994), Santa Catalina (Lekeitio, Vizcaya) (Ibáñez et al. 1992) en el País Vasco; el Abrigo de la Peña del Perro (Santoña) (González Morales y Díaz Casado 1991-92), el Mirón (Straus et al. 2002; Straus y González Morales 2003) y El Horno (ambas en Ramales de la Victoria) (Fano 2005), en Cantabria. Tendrán especial interés las investigaciones realizadas en Ekain (Cestona) (Altuna y Merino 1984), Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) (Gómez Tabanera et al. 1975; Pérez y Pérez 1977), La Lluera (Rodríguez Asensio 1990, 1992), La Cue- KOBIE (Serie Anejos n.' 8), año 2004_ Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE va de La Pila (Cuchía, Mogro) (Bernaldo de Quirós et al. 1992), la Cueva de Los Azules (FernándezTresguerres 1989), y Zatoya (Barandiarán y Cava 1989, 2001), ya que en ellas se han estudiado niveles que nos aproximan a los inicios del Aziliense o descubierto series de capas con industrias pertenecientes a esa cultura que abarcan, de un modo más o menos claro, el desarrollo del período desde un momento tardío a lo que podrían ser los instantes iniciales del mismo. Las investigaciones sobre la climatología, los cambios en la vegetación y la fauna y, especialmente, las dataciones de C14, permitieron un planteamiento nuevo y más amplio y coherente acerca de este episodio final del Paleolítico, que dejó de ser un conjunto más o menos uniforme, bastante estático en su desarrollo, y mostró una marcada variabilidad en el tiempo y en el espacio, provocada por sus antecedentes y, sin duda, por el conjunto de transformaciones en el sistema económico, la organización social y, de modo especial, la estructura mental. El notable aumento del número de yacimientos trajo corno primera consecuencia un importante cambio en la percepción del espacio aziliense (Fig. 1). Por los datos que ahora tenemos, la ampliación hacia el sur de ese espacio se produce durante el transcurso del Aziliense a través de la cordillera hacia la zona situada entre el nacimiento del Sella y del Nalón; eso parecen indicar los datos obtenidos en la Cueva de la Uña (La Uña, León); la cueva del Espertín, Burôn, León, cuya industria fue definida en 31 I principio corno perteneciente al Magdaleniense superior final posteriormente fue definida como un epipaleolítico próximo al de la Cueva de los Canes (Bernaldo de Quirós y Neira 1992, . 1993; NeiraCampos et al. 2004). Otra expansión epipaleolítica, con distinto origen, se produce hacia las zonas de la Meseta. El descubrimiento de un arte estilísticamente próximo al Aziliense de cuevas francesas (como por ejemplo Espelugues, Rochedane o el Mas d'Azil) en Estebanvela (Segovia), pero alejado de los modelos conocidos en el Cantábrico hasta el momento presente, y localizado por Ripoll López y Muñoz Ibáñez, en un aparente Magdaleniense superior-final, muestra la expansión de las culturas finales del Paleolítico hacia el interior de la Península Ibérica desde los Pirineos (Ripoll y Muñoz Ibáñez 2003). La mejora climática, que supone a nivel europeo un aumento del espacio habitable, pudo propiciar una mayor dispersión de la población, causando al mismo tiempo una diversificación de las industrias, junto con una intensificación en ciertos tipos de explotación (como los marinos) que, con el tiempo, irá ampliándose. 1. EL MARCO CRONOLÓGICO Y AMBIENTAL DEL AZILIENSE Éste es uno de los aspectos que más se han modificado en la percepción del Aziliense. Aunque ya algunos investigadores (como González Echegaray MAR CANTÁBRICO La Paloma Oscura de Ania La Lluera I Oscura de Perán Gijón Cava Rasa El Cierro Cueto de la Mina La Riera Balmori La Meaza La Pila Atxeta Sanlmamiñe Santa CatalinalLumentxa Piélago I, II Rascaño El Pendo El Perro La Fragua San Juan Santancer Arenaza Laminak II Ermittia Urtiaga Aitzbitarte IV San Sebastián • 1Antan.I Altitud en metros 0 400 o 1000 50 kilómetros Figura 1. Distribución de los yacimientos azilienses en la región cantábrica. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 100 Ptkaitdita: rIP Abaunlz 312 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO 1966, 1975) habían colocado el momento de la transición Magdaleniense final — Aziliense en el Allerod, ahora las dataciones absolutas obtenidas han peniútido situar a esta última industria en una banda cronológica más amplia que la admitida anteriormente, en la que se le limitaba a ser un episodio prácticamente surgido de los cambios climáticos del Dryas III y del Preboreal. Las fechas radiocarbónicas obtenidas para el Aziliense marcan un límite superior en una fecha algo posterior al 11.500 BP (Cuadro 1). Ciertamente algunas dataciones señalan un momento anterior a esa frontera (Anton Koba Nivel VIII: 11700 ± 180; Nivel VIII: 11800 ± 330; El Horno 0: 11630 ± 170; La Pila: Nivel III-3:.11700 ± 70 BP), que no deja, por lo que veremos, de manifestar una ligera arbitrariedad. El límite inferior se puede colocar, aproximadamente, hacia el 9500 BP. Si algunas de las dataciones superiores no dejaban de solaparse con algunas del Magdaleniense superior-final, en el límite inferior otras están muy próximas a las más antiguas del Asturiense -industria muy distinta en todos sus aspectos a la aziliense —, o incluso alguna se aproxima al Boreal. Las dataciones —así como los análisis sedimentológicos y polínicos— muestran que el Aziliense no es el producto de un cambio climático posterior a la desaparición de los glaciares europeos. Teniendo en cuenta que Allerod supone el momento de la transformación tecnológica y de los modos de representación artística, parece obligado ver en el cambio más el producto de una dinámica interna de la cultura del Paleolítico superior final que la presión ejercida por la desaparición de unas determinadas condiciones climáticas y ambientales, por lo demás cambiantes a lo largo de todo el proceso de Würm IV. No obstante, si algunas de las fechas más antiguas no son aceptables, tampoco en todas las ocasiones resulta posible la precisa definición de las industrias. De hecho conjuntos definidos como "azilienses" en un momento determinado de la investigación fueron después etiquetados como pertenecientes al Magdaleniense superior-final por estudios posteriores; ese es el caso de los niveles I y II de Silibranka (Fernández Eraso 1983). Por ello, si bien se pueden situar en una secuencia y un contexto estratigráfico precisos, no es fácil señalar los inicios reales del Aziliense, por lo que, en varios lugares, algunos niveles antiguos tienen que limitarse a ser definidos ambiguamente como "Magdaleniense superior-final/Aziliense", lo cual en un proceso de transformación no carece de lógica. Incluso, como señala J. L. Arribas (1990), y para dificultar más la cuestión, en ocasiones el Magdaleniense superiorfinal y el. Aziliense aparecen dentro del mismo conjunto sedimentológico haciendo más difícil la identificación. En los casos en que se ha podido definir el Aziliense antiguo, se aprecian los rasgos que, desde el punto de vista de la sedimentología, lo sitúan en la fase Allerod — Cantábrico VIII, separados del período de ocupación anterior por capas de arcilla, o con matriz arcillosa, en zonas vaciadas anteriormente por la erosión provocada por reactivaciones kársticas (Hoyos 1995). Lo vemos en Cueva Oscura de Ania (Horizonte Ob), en el nivel A de Cova Rosa, en el nivel 5 de Los Azules, situación que podría ser también la del nivel 3.2.b de la Cueva de la Pila, así como la del nivel 4.1 de la misma cueva (Magdaleniense superior-final), Esto supone que todo el proceso de transición del Magdaleniense final al Aziliense se produce durante este período climáticamente más favorable, pero que, en ocasiones, fue total o parcialmente borrado del registro estratigráfico. Zatoya II con un Magdaleniense final/Aziliense se desarrolla en este mismo marco del Allerod (Barandiarán y Cava 2001). Cronológicamente esta fase de atemperamiento climático, que se encuentra localizada, según Hoyos (1995) entre 12000-11800 (ó 11700) y el 10750 BP, se caracterizó por un acrecentamiento de la humedad, que provocó en algunas cuevas un aumento de la circulación del agua o encharcamientos (Hoyos 1995), causando importantes fenómenos de erosión que dificultan el estudio del proceso de desarrollo de esta industria. La mejoría climática de Allerod supuso el aumento de las especies arbóreas, dominando el pino, o robledal mixto y avellano -aunque con índices mucho más bajos en proporción que en épocas posteriores al Tardiglaciar—, según las zonas, y con una notable presencia de las filicales. Este aumento de bosque, observado en Berroberría y en Ekain, yacimiento éste donde, según Dupré (1984), se correspondería ya con el final de Alleród, y sufre un notable descenso de las especies más templadas, aunque no su desaparición total, en el episodio siguiente Dryas III, si bien este hecho depende de la localización más o menos abrigada de las zonas. La mayor concentración de fechas azilienses la encontramos en esta última fase del Pleistoceno, Dryas III — Cantábrico IX, durante la cual se desarrolló la mayor parte del Aziliense clásico. Sus inicios se situarían con probabilidad a finales del episodio climático anterior. El Dryas III se caracterizó, según los datos sedimentológicos aportados por M. Hoyos, por un frío menos intenso que en las fases anteriores, menos húmedo en sus comienzos, pero intensificándose hacia el final (Hoyos 1995). El final del Aziliense llega con los momentos iniciales del Preboreal, KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica Nivel Método Mat. Datado Laboratorio Fecha BR cal BC, 2 sigma Adsc. Cultural Ref. Bibliograf. Los Azules Oscura de Ania Ekain Los Azules Ekain La Fragua Arenaza I 3a lia IV base/V 3d 1.1 3 Il-D 14C cony. 14C cony. !4C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. hueso carbón hueso hueso hueso carbón carbón CSIC-216 CSIC-6362 I-9239 CS IC-260 1-11666 GrN-20966 CSIC-173 9430 ± 120 9440 + 90 9460 ± 185 9540 ± 120 9540 ± 2I0 9600 ± 140 9600 ± 180 9180-8425 (0,98) 9142-8536 (0,98) 9249-8323 (1) 9251-8607 (0,99) 9398-8295 (0,99) 9300-8607 (0,99) 9447-8440 (0,99) F.-Tresguerres 1976 Pérez y Pérez 1992 Altuna y Merino 1984 F.-Tresguerres 1976 Altuna et al. 1984 González Morales, 2000 Apellániz y Altuna 1975 EI Valle El Perro GI, superficial 2a/b 14C cony. 14C cony. carbón carbón GX-24639 GrN-18116 10120 ± 280 10160 ± 110 10809-9123 (0,99) 10229-9362 (0,98) Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense/ Mesolítico Aziliense Aziliense Arenaza I Berroberría El Mirón Urratxa La Lluera Piélago Arenaza I Laminak II Los Azules El Cierro Los Azules D D superior 305 III Il 1 I:II 12-3 3d base ¿conchero? 3e 1 14C cony. 14C cony. 14C AMS 14C cony. :14C cony. MC cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. hueso hueso hueso hueso asta hueso hueso hueso carbón hueso BM-2371 BM-2371 GX-24467 Ua-11433 Ly-2938 OxA-953 CSIC-174 Ua-2361 BM-1879 Gak-2548 BM-1875R 10160 ± 400 10160 + 410 10207 ± 50 10240 ± 100 10280 ± 230 10280 ± 120 103(0 ± 180 10380 t 140 10400 ± 90 10400 ± 500 10480±210 10916-8720 (1) 10146-9763 (1) 10/111-9648 (0,97) 10769-9328 (1) 10680-10491 (0,08); 10467-9652 (0,9) 10752-9 /1 (0,99) 10817-9803 (1) 10710-10041 (1) 11268-8761 (I) 10915-9744 (0,99) Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Rascaño 1.2 14C cony. hueso BM-1449 10486 ± 90 10797-10156 (1) Aziliense Rascaño 1.3 14C cony. hueso BM-1448 10558 ± 244 11007-9661 (0,99) Aziliense La Riera Piélago Los Azules Los Azules El Valle El Valle El Valle Cualventi 27 sup. 4 3e 2 3f GDSS, I GDSS, I 01C2, II.2 t a.4 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. 14C cony. hueso asta hueso hueso carbón carbón carbón 10630 ± I20 10710 ± 100 10880 ± 210 10910 ± 290 I 1040 ± 150 11050 ± 150 11130± 170 11270 + 150 10910-10390 (0,95) 10936-10614 (0,9); 10559-10449 (0,1) I 1 295-1 0402 (0,99) 11443-10096 (1) 11277-10859 (1) 11280-10865(.l) 11357-10878 (1) ? BM-1494 OxA-954 BM-1876R BM-1878R GX-23798 GX-23799 GX-24638 GrN-13774 Los Azules Laminak ii El Horno El Mirón Laminak TI La Pila 3e 3 1 0 306 II 4 111-3 14C cony. 14C cony. I4C cony. 14C AMS 14C cony. 14C cony. hueso hueso hueso hueso hueso hueso BM-1877R 1-15438 GX-26410 GX-24468 Ua-2362 Gif-8148 11320 ± 360 11460 ± 860 11630 ± 170 11650 ± 50 11700 t 140 11700± 70 12056-10638(0,99) 13801-9155 (1) 11869-11234 (1) 11705-11415 (1) • 11867-11328 (1) 11778-11441 (I) Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense MSF/ Azilense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Aziliense Anton Koba El Mirón V111 11.1 I4C cony. 14C cony. hueso hueso 1-17479 GX-23391 11700 ± 180 11720 ± 140 11966-11274 (1) 11886-11337 (1) Anton Koba Oscura de Ani.a VIII Ob 14C cony. 14C cony. hueso carbón 1-16236 GIF-5102 11800 ± 330 11880 ± 200 12727-11071 (1) 12216-11343 (1) Aziliense MSF/ Aziliense Aziliense Aziliense Garcia-Gelabert 2000 Glez.Morales y Díaz Casado 1991-92 Apellániz y Altuna 1975 Barandiarán 1990 Straus et al. 2002 Muñoz y Berganza 1997 Rodriguez Asensio 1990 González Sainz 1989 Apellániz y Altuna 1975 Berganza y Arribas 1994 Fdez.-Tresguerres 1989 Clark 1976 González Echegaray y Barandiarán 1981 González Echegaray y Barandiarán 1981 González Echegaray et al. 1981 Straus y Clark 1986 González Sainz 1989 Fdez.-Tresguerres 1989 Fdez.-Tresguenres 1989 García-Gelabert 2000 García-Gelabert 2000 García-Gelabert 2000 García Guinea 2000 Fdez.-Tresguerres 1989 Berganza y Arribas 1994 Fano 2(X)5 Straus et al. 2002 Berganza y Arribas 1994 Bernaldo de Quirós et al. 1992 Armendáriz 1997 Straus et al. 2002 Armendáriz 1997 Pérez y Pérez 1992 Cuadro I. Dataciones disponibles para el período considerado en el capítulo. La calibración de las fechas obtenidas corresponde a la curva IntCalO4 (Reimer et al. 2004), y para el cálculo de la calibración se ha utilizado el programa CALIB, versión 5.0.1 (Stuiver y Reimer 1993), indicándose en cada caso la fracción de la probabilidad. Los intervalos con una fracción de probabilidad inferior a 0,05 han sido desestimados. ELFINALDELPALEOLÍTICOEN LOSESPACIOSCANTÁBRICOS: ELAZILIENSE KOBIE(SerieAnejosn.° 8),año 2004. Lassociedadesdel Paleolíticoen laregióncan Yacimiento 314 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO episodio más templado y húmedo, en el cual las especies arbóreas caducifolias y las filicales pasan de nuevo a ser el rasgo dominante. A este momento parece corresponder, entre otros, el nivel "aziloide" de Abauntz (Utrilla 1979, 1982). La industria aziliense será pronto sustituida en el Cantábrico por el variado conjunto de culturas epipaleolíticas con microlitos geométricos en el oriente y por el Asturiense en las zonas costeras occidentales. El Aziliense es un puente entre el mundo del Paleolítico superior final y las culturas epipaleolíticas; sin embargo, no en todas las regiones se percibe con nitidez esa continuidad; es el caso de Asturias y del occidente de Cantabria y su peculiar cultura epipaleolítica. Este proceso supone que esta industria se desenvolvió en un período de aproximadamente 2.000 años, y en un marco ambiental cambiante. No obstante, los niveles azilienses representados en las cuevas rara vez presentan un desarrollo estratigráfico importante. En la mayoría de los casos ni siquiera se puede hablar de una secuencia aziliense, aunque los problemas de definición de las ambiguas industrias del Magdaleniense superior-final posiblemente ocultan una parte considerable de la realidad. núcleos de ocupación. Otro caso es el ya citado de Los Azules. La cueva se encuentra en la proximidad de la confluencia de dos ríos -Güeña y Sella—, y a los pies de la Cordillera que cierra por el sur el valle, y frente a los pasos que ascienden hacia la Meseta (La Uña se encuentra entre las zonas de nacimiento del Sella y del Nalón) (Fig. 2). Pero a través de los ríos o de las montañas de menor altitud que se alzan al norte, también parece extender sus relaciones a la costa, alcanzando la zona de Posada de Lianes (donde se localiza una serie de yacimientos, entre ellos el de La Riera) y la de Ribadesella. El descubrimiento de un arpón aziliense en El Covarón (Ribadesella), una cueva destruida próxima a la ría (comunicación personal de Jorge Camino Mayor), permite sospechar la ocupación de un sistema de relaciones en un territorio amplio y con explotación de biotopos muy diferenciados. No cabe duda de que esta expansión puede estar también relacionada con un aumento de la población que presionaría para buscar nuevos territorios en los que establecerse. No obstante, las dificultades para determinar el territorio, las relaciones entre los cazaderos y el centro de la ocupación de un grupo, son enormes (Fano 2005) y, por ahora, difícilmente soslayables. , 3. LA TECNOLOGIA 2. EL HÁBITAT Y EL POBLAMIENTO No se han encontrado restos azilienses fuera de las cuevas. Posiblemente este vacío en la información se debe más a las limitaciones de la investigación; la cueva es un hecho perfectamente delimitado que capta fácilmente la atención de los investigadores, mientras que el hallazgo de yacimientos al aire libre es el resultado de un azar que no se produce fácilmente. Sólo en algunos casos el espesor de los depósitos azilienses —como en la cueva de Los Azules—, la notable abundancia de restos de talla, utensilios y huesos, hace suponer una ocupación más o menos estable, quizás especialmente ligada a un nuevo sistema de explotación del territorio, pretendiendo abarcar el máximo posible de biotopos con el fin de ampliar el espectro económico. No obstante, la ausencia de documentación fuera de las cuevas limita de modo drástico la comprensión del fenómeno de la ocupación aziliense. Ya en el Magdaleniense superior-final y a lo largo del desarrollo del Aziliense, el espacio ocupado parece ampliarse, al ser más favorable el clima, hacia zonas del interior más montañoso; así podemos encontrar cazaderos que podrían controlar espacios amplios. Es el caso de Santa Catalina (Ibáñez et al. 1992), o Zatoya (Barandiarán y Cava 2001), ocupaciones que podrían estar relacionados con otros Ya señalamos las dificultades para definir como azilienses algunos de los niveles hallados en cuevas cantábricas; en general se utiliza como criterio, de modo implícito o explícito, la presencia del "fósil director" aziliense por excelencia: el arpón de sección aplanada. No es raro que el resto de la industria parezca un tanto confuso, de modo especial cuando no es muy abundante; los elementos microlíticos (puntas de dorso) o los raspadores de pequeño tamaño unguiformes aparecen tanto en los niveles del Figura 2. Vista del valle de Cangas de Onis. La localización de la cueva de Los Azules permitió a los grupos azilienses el control del valle, de los ríos y de los pasos hacia la Meseta. KOB1E (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE Magdaleniense superior-final corno en el Aziliense; la inversión de los índices de buril/raspador no necesariamente —aunque sí a menudo— son un criterio de diferenciación, como luego indicaremos. Frente a la marcada unidad tecnológica con la que, casi por definición, aparecía siempre el Aziliense, hoy se percibe una mayor diversidad tanto sincrónica como diacrónica, si bien en la región cantábrica aún falta mucho para poder definir con absoluta claridad las diferencias, que vienen marcadas por la ocupación de territorios distintos o producto de la herencia de tradiciones diferentes. Pese a todo, podemos hablar ya de un primer episodio "Aziliense antiguo" y un segundo que podemos denominar "clásico" (ya que, en líneas generales, se atiene al modelo tradicional presentado por Breuil) o "reciente". 3.1. La industria lítica 3.1.1. El Aziliense antiguo Si en la región pirenaica podemos observar en varios yacimientos la progresiva transformación del Magdaleniense, como es el caso de Urtiaga DI, en la cornisa cantábrica no encontramos aún demasiadas referencias para este período. Las más evidentes se encuentran en las cuevas asturianas de La Lluera I (San Juan de Priorio) nivel IIA (IIB parece corresponder al Magdaleniense superior final) (Rodríguez Asensio 1990, . 1.992), Cueva Oscura de Ania (Horizonte Ob) (Adán et al. 1999, . 2001), Los Azules 5 (Fernández-Tresguerres 1989, 1995) y el nivel 2 de la cueva de la Paloma, en el mismo contexto geográfico que Cueva Oscura de Ania o La Lluera I nivel IIA. Ekain presenta una secuencia importante del paso del Magdaleniense superior-final al Aziliense (niveles VIII), pero desgraciadamente la muestra del nivel V es escasa. Entre otras, las secuencias del Magdaleniense superior-final de La Riera (Straus y Clark 1.986), La Pila (Bernaldo de Quirós et al. 1992; Lagüera 1991) y Zatoya (Barandiarán y Cava 2001) son buenos ejemplos de la lenta azilianización de las culturas cantábricas. Es evidente que existen casos que presentan cierta resistencia a ser definidos con los criterios que se manejan habitualmente (especialmente el de la industria ósea), y esto se hace patente cuando encontramos interrupciones estratigráficas entre las capas magdalenienses y azilienses, o secuencias no bien diferenciadas sedimentológicamente; de ese modo se dificulta, en numerosos casos, la clara definición de los conjuntos. Es el caso del ya citado Ekain, de Urtiaga DI y de Ermittia (Ormazábal 1995). La larga evolución se diluye en períodos de cambio en una marcada ambigüedad. Así, el arpón encon- 315 trado en el nivel IV2 de La Pila se aproxima a tipos encontrados en el Magdaleniense superior-final de los Pirineos, con una tendencia marcada al aplanamiento y a no diferenciar de modo muy señalado los dientes del fuste de la pieza (p.e. nivel 7 de Troubat) (Barbaza 1995; Barbaza y Martzluff 1995). Y ya en el ámbito de la industria lítica, un síntoma de este largo proceso señalado por C. González Sainz (1989), es el descenso del número de láminas de tamaño medio y grande a partir de los momentos finales del Dryas II, hasta el momento en que lleguen a predominar los elementos microlíticos en el Aziliense. Es cierto que las diferencias corno elementos definidores entre el instrumental óseo y el lítico son acentuadas y significativas. En estos casos las materias primas influyen de distinta manera para marcar las diferencias. El asta o el hueso son iguales en todos los yacimientos, por lo que los distintos modos de realizar los utensilios tienen un significado distinto que las diferencias entre los utillajes líticos, las cuales pueden deberse a materias primas de calidades y cualidades distintas. Por tanto, en lo que se refiere a la industria trabajada en asta o hueso, la capacidad de elección de formas puede ser mayor que la que se le impone al productor de instrumental lítico que se enfrenta, como sucede en algunas partes de la región cantábrica, con un material de peor calidad —aunque es evidente que la elección del mismo puede ser también un hecho determinado por la falta de interés por unas formas elaboradas. La industria de Los Azules 5 marca los caracteres de este momento ya plenamente definido en la zona occidental de la región aziliense cantábrica, junto con los conjuntos de Cueva Oscura de Ania y La Lluera. En la primera de estas cuevas la localización estratigráfica señala un corte evidente entre los niveles del Magdaleniense final (Nivel 6, con arpones característicos de ese período) y los que corresponden al Aziliense clásico. Las capas magdalenienses habían sufrido una erosión importante en el centro y fondo del vestíbulo de la cueva (otras erosiones habían alterado profundamente en algunas otras zonas de la cueva los niveles pertenecientes a esa industria, hasta el punto de que de ellos apenas quedan testigos mínimos), dejando una cubeta que fue rellenada con los primeros vestigios azilienses. Sin embargo, las características de esta industria son lo suficientemente acentuadas como para destacar sus diferencias tanto con las capas magdalenienses subyacentes, como con los del Aziliense del espeso conjunto del nivel 3. Aparte del hecho de que este nivel 5 aparece separado del Aziliense clásico por un nivel de arcillas estériles (nivel 4). El conjunto del nivel 3 de Los Azules destaca por la enorme cantidad de restos que se acumulan en cada KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 316 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO una de sus capas; el nivel 5, por el contrario, es más parco en restos (y parecen representar un momento de ocupación más fugaz que los más densos posteriores). Dividido en tres subniveles, separados por finas capas de sedimentos y de cenizas, que manifiestan diferencias entre ellos en lo que se refiere a las industrias. En nivel 5c proporcionó puntas de dorso anchas y espesas, de tamaño muy pequeño, mientras que los niveles que lo cubren abundan en puntas más alargadas, estrechas, con un doble dorso (en uno de los laterales total, mientras que en el otro puede ser parcial). No es raro que presenten un retoque plano directo o inverso en la parte distal. Pese a todo es la industria de hueso, que luego veremos, la que señala con absoluta claridad la diferencia entre los tres momentos: el Magdaleniense final, el Aziliense antiguo y el Aziliense clásico. El resto de la industria se encuentra formado, junto con los denticulados y muescas, por raspadores cortos de tendencia más o menos circular, que se encuentran también representados en el nivel 6 (Magdaleniense final). No obstante, este nivel 5 que define los caracteres del Aziliense antiguo, no tiene una continuidad clara que permita seguir su evolución hacia el clásico. La ruptura entre ambos está perfectamente dibujada por el citado nivel 4 estéril. Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) fue excavada en un momento anterior al descubrimiento del nivel 5 de la Cueva de Los Azules, sin embargo la publicación detallada y la interpretación de los niveles que corresponden a este mismo período no se realizó hasta muchos años más tarde (Adán et al. 2001), aunque algunas indicaciones, realizadas por uno de los excavadores, destacan en la industria ósea rasgos que apuntan a un parentesco más próximo con el Magdaleniense (Pérez y Pérez 1977). El denominado Horizonte Ob fue definido como Aziliense antiguo basándose tanto en las características de su industria lítica como en las peculiaridades de los arpones de este nivel: arpones de pequeño tamaño, de sección aplanada, sin perforación pero con una protuberancia en su base. El conjunto lítico exhibe unas tendencias similares a las que vernos en Los Azules 5: laminillas con un dorso rectilíneo en un número apreciable, otras con doble dorso y puntas también con un doble dorso, no faltando algunas biapuntadas. El otro yacimiento citado con un nivel de estas características dentro de este marco central y oriental de la regiôn asturiana lo encontramos en la cuenca media del río Nalón, en La Lluera I. Aunque en él el conjunto de piezas es menos numeroso, sin embargo, son también lo suficientemente claras como para adscribirlo al mismo momento cultural. La industria líti- ca del Nivel IIA, aunque someramente reseñada, habla de la presencia de laminillas y puntas de doble dorso y de raspadores circulares de pequeño tamaño y algunos nucleiformes. Es cierto que esta escueta cita de los utensilios no permitiría adscribir el nivel al Aziliense antiguo si no fuera por la presencia de un arpón plano con una decoración que recuerda la de Los Azules y Cueva Oscura Horizonte Ob, que veremos luego (Fortea et al. 1990). Para acabar con los datos que indican la presencia de un momento más antiguo del Aziliense sólo nos cabe citar los niveles de la Cueva de la Riera. Son interesantes en la medida que señalan las limitaciones que existen para definir los inicios de esta industria. Los niveles 25 y 26 de esta cueva —con las reservas señaladas por M. Hoyos— es posible que se formaran en un momento más húmedo y templado, climáticamente similar al que el mismo investigador señalaba para el Nivel 5 de Los Azules: Alleród — Cantábrico VIII (mientras que el 27 ya correspondería con mayor certeza a la fase fría Dryas III — Cantábrico IX) (Hoyos 1995). El problema, bastante normal, es la adscripción cultural de la industria de estos niveles. El nivel 28 fue definido como aziliense por el hallazgo de un arpón plano. Por otra parte el nivel 24 fue considerado Magdaleniense superior por la presencia en él de un arpón magdaleniense de dos filas de dientes (con una cronología C14 bastante tardía: 10890 ± 430 BP, GaK-6982). Esto deja en el aire la clasificación de los niveles 25 y 26 que, dada la escasez de restos no ayuda a su definición. La industria de los niveles 24-26 es bastante similar, pero esto no permite afirmar ni la identificación ni la diferencia, teniendo en cuenta que en el nivel 25 apenas hay restos retocados (escasa superficie excavada) y el 26 proporcionó elementos de difícil adscripción, aunque están presentes los raspadores circulares y son abundantes las laminillas y las puntas de dorso (que siguen apareciendo en menores proporciones hasta el nivel 28); la industria en hueso encontrada en este nivel tampoco permite aclarar la cuestión (González Morales 1986). Por lo que se refiere a la región asturiana parece clara la existencia de un momento antiguo del Aziliense, en el que éste comienza a definirse a través de ciertas tendencias y caracteres; pero sobre todo por la más que destacada disminución del número de buriles y la mayor inclinación al buril de ángulo sobre rotura. En Cantabria la cueva de La Pila (Bernaldo de Quirós et al. 1992) puede ser un ejemplo de la transformación de las industrias del. Magdaleniense final KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 317 al Aziliense. El nivel IV subdividido en cuatro subniveles manifiesta cambios en la industria lítica que van desde un Magdaleniense terminal al claro Aziliense del nivel III. Los porcentajes parecen manifestar esa transformación, sin que esto haya que tomarlo más que como indicio de tendencias (Lagiiera 1991). Si observamos el comportamiento del más antiguo de los subniveles (IV-4), vemos que en él los raspadores son escasos (5,78 %), pero son mayoritarios los fabricados sobre lasca, sin embargo los buriles doblan ese porcentaje (11,56 %); y el utillaje microlaminar alcanza ya el 36,42 %. En IV-3 los raspadores siguen siendo escasos (8,54 %), pero los buriles se hacen más raros (6,10 %), y el utillaje microlaminar llega al 54,88 %. En IV — 2 los primeros ya alcanzan un porcentaje elevado (17 %) mientras que los buriles comienzan a ser casi irrelevantes (5,92 %); el utillaje microlaminar (49,19 %) va acompañado de un conjunto de puntas azilienses que supone el 3,01 % del conjunto, porcentaje que desciende al 1,83 %. Las tendencias del subnivel IV-1 siguen la misma tónica de IV-2. do que llamamos Aziliense antiguo (Los Azules y Cueva Oscura de Ania), sobre todo por su industria ósea, son asturianos. Fuera de ellos no encontramos una manifestación tan clara de este momento. Es posible que la interpretación de este fenómeno exija verlo como la primera muestra, en lo que se refiere al Aziliense, de una diversidad regional que, en ciertos aspectos técnicos, se acentuará con el tiempo, tanto en la industria lítica como en la ósea. En el caso del nivel V de la Cueva de Ekain, a pesar de su posición estratigráfica y de la datación de C14, no resulta muy útil para definir esta etapa antigua del Aziliense a causa del bajo número de utensilios encontrados. Con cantidades más bajas de laminillas de dorso y puntas cortas de dorso con respecto a los niveles posteriores IV y III, y el mayor porcentaje de buriles, a pesar de la escasa industria parece definirse, con su ambigüedad característica, como un momento del proceso de cambio entre el Magdaleniense superior-final y el Aziliense. Esos caracteres generales —destacando la mayor limitación de los tipos presentes en las colecciones de este momento— se han descrito ya en numerosas ocasiones: tendencia general al predominio de los microlitos, aumento de las laminillas de dorso (con numerosas subvariantes), relativo aumento de las puntas pequeñas con dorso (que también presentan abundantes variedades), disminución del tamaño de los raspadores con predominio absoluto de los trabajados sobre lascas (unguiformes, circulares, simples sobre lasca). De modo especial destacan los porcentajes muy bajos de buriles, lo que contrasta con las industrias del Magdaleniense superior-final, aunque algunos de los elementos señalados para el Aziliense también están presentes en él. La transición Magdaleniense — Aziliense no se manifiesta de modo totalmente claro más que en la industria ósea. En la industria lítica hay una transformación sin grandes rupturas, por lo que puede llegar a ser indiferente la definición que le demos, Magdaleniense final o Aziliense. En numerosas ocasiones, lo único que hacen esas etiquetas es destacar un momento de esa evolución, en la que no sería fácil establecer un corte, si no fuera porque en algunos casos lo que realmente se percibe son interrupciones de la secuencia debida a las erosiones y los abandonos del lugar de ocupación. Ciertamente en Los Azules 5 se puede percibir un cambio de comportamiento en lo que se refiere a la elección de materias primas para la fabricación de los utensilios líticos, pero sería necesario hacer una evaluación de este hecho comparándolo con el análisis de los modos de actuación en otros yacimientos. Otro hecho importante: los únicos yacimientos que han proporcionado una definición clara del perío- 3.1.2. El Aziliense clásico o reciente Aunque mejor definido en sus formas, hay que tener presentes las diferencias que se establecen entre la zona occidental cantábrica (aproximadamente desde el centro de la región asturiana hasta la zona central de Cantabria) y la oriental (hasta los Pirineos, en los que también se manifiestan tendencias regionales), estimuladas ya sea por la funcionalidad, por las distintas calidades de las materias primas, por tradiciones mantenidas dentro de los grupos o bien por las influencias de zonas próximas. Otro aspecto también destacable, y la investigación lo tuvo presente aunque no siempre de un modo consciente, es la factura descuidada de esta industria — tanto en lo que respecta a la industria lítica como a la ósea. En el análisis de H. Breuil es uno de los elementos que marca la diferencia con respecto a los conjuntos magdalenienses, que se unía, como ya señalamos, a la drástica desaparición del gran arte paleolítico, a la plena disolución de sus formas simbólicas. Hoy contamos con un número mayor de yacimientos en toda la región cantábrica (y comienzan a aparecer algunos en las zonas limítrofes), publicados con suficiente amplitud para permitir una mejor caracterización de este momento. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 318 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO En los conjuntos analizados se observa una tendencia común que, como ya indicamos, es incluso apreciable en aquellos niveles que la fuerza de la indefinición nos obliga a denominar como Magdaleniense superior-final/ Aziliense: un debilitamiento —aunque no total desaparición— del uso de hojas como soportes para imponerse sobre todo el de las lascas por lo general, de tamaño mediano o pequeño— y el de las laminillas. Esto da corno resultado una industria de talla menor a la que se suele encontrar en el. Magdaleniense y, también, generalmente más descuidada en su factura. Los raspadores son elementos muy destacados en el conjunto de las industrias azilienses. Lo vemos prácticamente en todos los niveles tanto de la Cornisa cantábrica como de los Pirineos. Todo el conjunto del nivel 3 de Los Azules manifiesta esa tendencia a la fabricación de -raspadores sobre lasca, con soportes anchos y cortos (que ya se manifiesta no sólo en las capas con Aziliense antiguo sino, incluso, en el nivel 6 correspondiente al Magdaleniense final) (Fig. 3: 123). En el Abrigo de la Peña del Perro 2b y 2a se observa igualmente el aumento del número de los raspadores dentro del conjunto de la industria, junto con la tendencia a una diversidad tipológica bastante reducida, predominando los tipos trabajados sobre soportes cortos con retoque en el extremo o en torno a todo el borde de la lasca (Fig. 4: 1-10 y 23-26) (González Morales y Díaz Casado 1991-92). Esa misma tendencia se percibe incluso en niveles definidos por necesidad de modo ambiguo, como sucede en Zatoya IIb (Barandiarán y Cava 2001), o incluso en la Cueva del Espertín que, posteriormente, se revelará como un epipaleolítico próximo al estadio tecnológico estudiado en la Cueva de Los Canes (Neira et al. 2004). Los buriles es el aspecto que más puede desconcertar la definición cuando nos encontramos con niveles sin industria ósea típica del Aziliense (Fig. 3: 26-27, 29-32 y 33-35; Fig. 4: 11-12; Fig. 5: 7-10). Es normal que la abundancia de ellos incline la balanza hacia el Magdaleniense superior-final. Pero no siempre se reproduce esa inversión — índice de raspador superior al de buril; tenemos los casos de los niveles III y IV de Ekain, Arenaza I nivel V y Urtiaga, donde los índices de buril son más elevados que los de raspador. Los microlitos forman de modo habitual el bloque más destacado y abundante en las colecciones del Aziliense clásico. En este sentido es preciso destacar 13 14 11 12 17 18 Nivel 2a Q 19 5cm 6 Figura 3. Cueva de Los Azules: industria lítica del nivel 3 (Aziliense clásico). Figura 4. Abrigo de la Peña del Perro: industria lítica del nivel 2 (González Morales y Díaz Casado1991-92). KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE que las excavaciones recientes, más exhaustivas en la recolección de restos, han hecho más patente este fenómeno. Están presentes las microgravettes (de hecho predominan en yacimientos como Morín), aunque el elevado número de las laminillas de dorso, con porcentajes que superan en ocasiones el 50 % (por ejemplo en La Pila, el 60,34 %), se convierte en dominante en casi todas las capas azilienses. Es cierto que en algunos lugares excavados recientemente pueden aparecer en proporciones menores pero siempre son significativas; es el caso del Abrigo de la Peña del Perro (Fig. 4), Abauntz, Piélago, La Riera. Su tipología es bastante diversificada: con bordes marginalmente retocados más o menos rectilíneos, parcialmente retocados, con dos bordes retocados o con retoques abruptos más profundos abarcando total o parcialmente uno de los laterales. En el nivel VIII de Anton Koba se encuentran también piezas de dorso rectilíneo en ocasiones con un "retoque complementario" en la extremidad distal (Fig. 5) (Armendáriz 1997), pero, quizás debido a la materia prima local, se encuentran más láminas retocadas de un tamaño notable de lo que es habitual en la zona occidental de la región cantábrica (Fig. 5: 11-12). 15 ' 13 14 319 11 16 ~ é 17 26 0 /t 3 emir=immi En este conjunto de los microlitos, y en proporciones menores, aparecen las puntas azilienses, con variantes que se alejan del tipo formalmente definido de puntas gruesas y cortas; esto se debe a que, al estar trabajadas fundamentalmente sobre laminillas, es posible un retoque menos profundo o, en ocasiones, rectilíneo aproximándose, sin llegar a serlo, a las microgravettes. Un hecho a tener en cuenta es la aparición, aunque en proporciones muy bajas, de elementos geométricos en la zona oriental de la región cantábrica. Este fenómeno marca una división entre lo que podríamos llamar el Aziliense occidental y el oriental. Estos geométricos (triángulos, segmentos de círculo y trapecios) aparecen en Valle, Piélago II, Santimamiñe nivel V, Ekain II — en éste en un Aziliense que se consideró ya con influencias sauveterrienses y con técnica de microburil (Altuna y Merino 1984) — y, más raramente, en otros yacimientos. En la parte oeste de esta región no aparecen ni siquiera en las grandes colecciones, como es el caso de Los Azules, y hay que esperar a períodos posteriores, a un epipaleolítico postaziliense, para ver la aparición de ese tipo de microlitismo (por ejemplo en la Cueva de Los Canes) (Arias Cabal y Pérez Suárez 1992). Aparte de estos aspectos que definen los conjuntos característicos del Aziliense clásico, todos los niveles proporcionaron un abundante número de esos tipos que se mantienen a lo largo de todo el Paleolíti- 27 Figura 5. Anton Koba: industria lítica del nivel VIII (Armendáriz 1997). co: raederas, piezas de escotadura, denticulados y piezas esquirladas, además de un número normalmente alto de piezas de retoque continuo. 3.1.3. Las materias primas líticas Algunos análisis publicados -y aunque no siempre los criterios de análisis son los mismos— muestran formas de comportamiento técnico aziliense que difiere del habitualmente seguido por las poblaciones magdalenienses. Es posible que este hecho esté ligado a la tendencia general de la industria aziliense a un trabajo más rápido y con fines exclusivamente utilitarios que los que intuimos en su antecesora. Pero también son la mayor o menor abundancia de sílex en una región (hecho que sucede en la región asturiana), la mayor o menor facilidad de acceder a las fuentes de materias primas y la calidad de las mismas, las que determinan el carácter de la industria y marcan diferencias regionales entre el oriente y el occidente de la región aziliense cantábrica. En lo que se refiere a la selección de los materiales el cambio de comportamiento entre los niveles del Magdaleniense final y los del Aziliense en la Cueva .KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 320 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO de Los Azules es muy claro. La enorme acumulación de restos de talla en la cueva es un claro indicio de la persistencia en la fabricación de utensilios en el sitio mismo, por lo que todos los pasos de la cadena operativa están representados. La variedad de calidades de materia prima usada manifiesta criterios de selección diferenciados según el tipo de trabajo que se desea realizar; los desplazamientos necesarios para aprovisionarse de esas materias con frecuencia se limitan a la simple recogida de cuarcitas en el río, pero también movimientos hacia zonas (no siempre identificadas) en las que se puedan encontrar distintos tipos de sílex de calidad: negro mate y brillante, color ocre, blanco o gris, de consistencia coherente y normalmente sin grietas que dificulten la perfección del producto de talla; más abundante es la radiolarita rojiza con una contextura interna irregular con fracturas, que no siempre permite obtener productos regulares ni, en la mayoría de las ocasiones, de gran tamaño. También en proporciones pequeñas se encuentra representado el cuarzo. La selección de materiales difiere en los distintos niveles: si el Magdaleniense y el Aziliense antiguo tienen una preferencia por los de buena calidad, no sucede lo mismo en el Aziliense clásico. Otro rasgo es el diferente aprovechamiento de la materia según su calidad: el sílex se aprovecha al máximo, mientras que la radiolarita y la cuarcita se desperdicia en cantidades notables. Todo radicaba en la dificultad de aprovisionamiento. Se observan los cambios en el comportamiento al calcular las distintas proporciones en que aparecen en los niveles azilienses. Si en el Aziliense antiguo las diversas clases de sílex (75,24 %) son preferidas a la cuarcita (24,24 %), los porcentajes se modifican en los niveles del Aziliense clásico (50,29 % para el sílex, 48,23 % la cuarcita). El cuarzo escasamente presente en el nivel 3 de Los Azules (1,47 %) está prácticamente ausente en el 5 (0,50 %), pero reaparece con fuerza en el 6 (Magdaleniense superior), pero casi exclusivamente en la forma de pequeñas lasquitas producto del retoque. El uso que se hace de esas diferentes materias no es aleatorio; normalmente se seleccionan teniendo en cuenta el útil que se desea fabricar, aunque, en este caso de Los Azules, las diferencias de comportamiento entre los niveles 3 y el 5 son notables. Así tenemos que en el 3 el uso de la cuarcita para la fabricación de piezas como denticulados, escotaduras y piezas esquirladas, es mucho más elevado (40,43 %), que en el nivel 5 (14,58 %) en el que normalmente predomina el sílex o la radiolarita. Sin embargo, para la fabricación de raspadores o de laminillas, tanto en un nivel como en el otro, se prefiere casi siempre el sílex -sea éste de buena o de mala calidad—, aunque se encuentren algunas de cuarcita en el Aziliense clásico. No obstante es fácil comprender por qué, en lo referente a la fabricación de laminillas de dorso y puntas, la cuarcita es prácticamente inexistente en los dos niveles. Es posible que estos cambios en la elección de los materiales estén relacionados con la transformación del concepto de útil y, también es probable, con una percepción y uso distintos del territorio, prefiriendo con el paso del tiempo materias más próximas aunque sean de peor calidad, y que son utilizadas de una manera menos cuidada a medida que avanzamos en el Aziliense. Fenómeno perceptible en la talla: los porcentajes de laminillas recuperadas entre los restos del nivel 3 (5,69 %) presentan valores bastante más bajos que los del Magdaleniense superior (11,51 %) y del Aziliense antiguo (11,25 %); y, desde los inicios del período hasta su desaparición, los núcleos para la obtención de laminillas se hacen más escasos, se utilizan hasta el agotamiento. Hay que señalar, sin embargo, que el masivo uso de la cuarcita en los niveles paleolíticos asturianos contrasta con el más restringido, o incluso con la ausencia, de esta materia en los depósitos azilienses del oriente de la región cantábrica, en la que predomina de modo absoluto el sílex de calidad, normalmente presente en las proximidades de los yacimientos (como se ha visto en el Abrigo de la Peña del Perro y en la Cueva de Zatoya) (Barandiarán y Cava 1989, 2001). En el caso del primero de estos dos yacimientos se encuentra también, aunque en escasa cantidad, la ofita procedente de lugares próximos al mismo abrigo. También en este mismo Abrigo de la Peña del Perro se cita el cuarzo para la fabricación, entre otras piezas, de algunas laminillas de dorso (González Morales y Díaz Casado 1991-1992). Es importante tener en cuenta el aspecto esencial de todo útil: su uso. No abundan los estudios de las huellas dejadas por el uso en los útiles líticos de este período, por ello presentan un notable interés los estudios realizados sobre piezas del yacimiento de Santa Catalina (Ibáñez et al. 1992). En algunos puntos el análisis de las huellas de los útiles azilienses presenta una desviaciôn con respecto a la pauta magdaleniense. Parece que en el Aziliense, por diversas posibles razones, se da una mayor limitación en el tipo de trabajos sobre asta, pero no sobre hueso, lo que, en definitiva, refleja las características de la industria ósea de este período. El trabajo sobre madera desciende, pero es más amplio el trabajo de carnicería y sobre pieles, especialmente frescas. Al tratarse de análisis sobre un único yacimiento las conclusiones son necesariamente muy limitadas (Fig. 6). KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE Magdaleniense VI comienzan a aparecer arpones con una tendencia al aplanamiento junto con elementos líticos que apuntan a los tipos azilienses (Mons 1979). La presencia de instrumentos fabricados con asta o hueso es mucho menor en los niveles azilienses, y en muchos de los yacimientos la presencia de este tipo de documentos es bastante irrelevante. Pero incluso en aquellos en los que este tipo de utillaje es relativamente abundante, se observa de modo inmediato la drástica reducción del número de tipos y el uso de elementos óseos casi sin transformación o con un trabajo muy sumario. Por no hablar de la rareza de elementos decorativos que dan un evidente atractivo a los restos magdalenienses. Caza Camiceria :::..ï:: ...: . .: .: :.: ::.:.: =::•::: .':....~}ÿ,'•:;:¡:.;~~•::::•,'•:::::}::...•:;::•:;??;;>::•.;•?: ::~?.;..?:•: •:•ir.,n;;¡?,r¿;:'•fiai{;G~.?%?~:?v::r,~:? ~' j: }}: ~:::: }'::5::{s•:.r~::(:;':::::;:;::L:ÿ$! Piel/Came ~••'•}J•f.. Piel Fres ..... .:, }li~ ~; •t~ .... ~ Piel 321 ~<,.,::?:?:•~:::~:::}::ï j, 70 -74773775 ......................:701 Piel Seca y Un yacimiento que proporciona suficiente abundancia de materiales y una secuencia relativamente amplia para comprender la historia de la industria ósea aziliense, es el de la Cueva de Los Azules. También encontramos, en menor volumen, restos de industria ósea significativos en Cueva Oscura de Ania. Por el contrario, el resto de los yacimientos proporcionan indicios más escasos, lo que dificulta el análisis de la evolución de esta industria al estar, con frecuencia, representado el Aziliense en el sitio por un único nivel. Vegetal Madera Asta , ~~;;;x: : :%;: ~=.`•s~:`~ :~:;;~;: ; ~ Asta/Hueso ......`:{ Hueso ;< :•}:= : ~:$...,:¡ ••:?•ŕ?:j;ï;:•Y¡i:;r;;:i .:.~.ï y::: :•i.r•}::::.:4 ï ~•:???~;¿::??•:v..::. iai•~r~t~ï::ií•~i. ..?ï.:•.:: i:•:•'i}:?:::•:•:•;•: ~: ~::•:•:::~ ::_. i`S'v ~ ' 3.2.1. El Aziliense antiguo Piedra Blanda Dura }L:;1f} ' ~•} .• ¡•: ~~•: /•Ï::Ÿ::ti::J j ~: ~ ::•:•! •:•:ti`:?:;:l:• • } ti ŕ:':::~ f: •f:: ::•~if~. f: :~:}~;:ti~f ¿J }~.;ff :•:f• . ........ .. ....... :.}.: . • •.:••:r:::::ï .:ï::.:;ï:::. ~:::•::: ?.:::..:???;:i??.::.: lndeterrn. .:: ~::.;:~:.:;~~:•~... .:.:. :~n:?~.::•>?;•....... 1 0 5 15 10 20 Porcentaje de aciones realizadas Magdaleniense :• ... Aziliense Figura 6. Materias trabajadas en la cueva de Santa Catalina según el análisis funcional del utillaje lítico (Ibáñez et al. 1992). 3.2. La industria sobre asta y hueso A lo largo del extenso proceso de evolución del Magdaleniense superior-final al Aziliense, la industria ósea sufre transformaciones que permiten seguir con una precisión algo mayor su evolución. Ya en el El mayor interés de estos niveles radica en el hecho de que expresan la relación con el mundo magdaleniense a través de la persistencia de los elementos que unen aún de modo tenue ambas concepciones. Son los arpones los que manifiestan de modo más claro ese distanciamiento, pero al mismo tiempo señalan la continuidad entre ambos períodos. Por desgracia no aparecen en todos los yacimientos con industrias que pueden ser definidas como de transición. Son tres los sitios que han proporcionado estos elementos típicos del período inicial: Cueva Oscura de Ania, La Lluera y Los Azules. Tipológicamente los arpones de estas capas antiguas del Aziliense se diferencian tanto del momento precedente como de los elementos producto de la evolución posterior del período. En el caso de Los Azules 5 todos tienen una tendencia al aplanamiento (observada ya en algún ejemplar del nivel 6); sin embargo, difieren unos de otros: mientras que en una de las piezas que se han conservado completas la sección tiende a ser rectangular, en la otra es planoconvexa (similar a la del arpón de doble fila de dientes de La Chora publicado por González Echegaray y otros (1963) (Fig. 7: 9). Los fragmentos de otros dos arpones parecen corresponder más al modelo clásico aziliense, especialmente por el tipo de aplanamiento de la sección; en un caso podemos afirmar que se trata de un arpón típica- KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 322 JUAN ANTONIO FERNANDEZ-TRESGUERRES VELASCO elemento de continuidad ya que aparece en el Magdaleniense, aunque sea de un modo bastante escaso (por ejemplo en Bricia, La Pila, El Castillo, El Pendo El Otero y Urtiaga). Sin embargo carecen de perforación los pequeños arpones de Cueva Oscura de Ania Ob y la gran pieza decorada de Los Azules 5 (Fig. 8). El rasgo más chocante es la presencia de decoración, observado sobre varios de estos arpones (uno en La Lluera II A, uno en Cueva Oscura de Ania Ob, y tres piezas en Los Azules 5). El motivo es en casi 2 0 5 cm Figura 7. Arpones azilienses. 1-5: Cueva de Los Azules, nivel 3e; 6: Cueva de Los Azules, nivel 3f; 7: Abrigo de la Peña del Perro, nivel 2a; 8: Abrigo de la Peña del Perro, nivel 2b (González Morales y Díaz Casado1991-92); 9: Cueva de Los Azules, nivel 5. mente aziliense no sólo por su sección, sino también por la forma de los dientes recortados en un ángulo agudo, mientras que en las otras piezas tienden a ser más en forma de gancho. Los que se conservan completos presentan una longitud mayor (media 171 mm.) que la de los arpones del nivel 3 (media 83,35 mm.). En este sentido contrastan con los pequeños arpones del Horizonte Ob de Cueva Oscura de Ania (unos 55 mm. de longitud), aunque el fragmento de un arpón decorado pertenecía a uno de tamaño mayor (Adán et al. 1999, 2001). Otra característica destacable que señala las diferencias con los arpones azilienses clásicos, es la marcada protuberancia localizada en la base. Este rasgo es muy claro en uno de los fragmentos de Cueva Oscura de Ania. Resulta interesante la posible relación entre esta peculiaridad de los arpones del Aziliense antiguo y la que aparece en el arpón magdaleniense del nivel IV-2 de la Cueva de La Pila. Por último, la perforación de la única pieza de Los Azules 5 en la que se puede observar este rasgo, es circular, lo que lo aproxima al arpón del nivel 2 de La Paloma. La perforación puede verse como un Figura 8. Cueva de Los Azules: arpón decorado del nivel 5. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE todos ellos similar (paralelas con trazos cortos perpendiculares inscritos en ellas, en forma de escala), aunque dispuesto de manera distinta en cada una de las piezas. En Los Azules 5 no cubre los dientes ganchudos del arpón, mientras que en las otras piezas cubre parte de ellos. Pero en el caso de Los Azules todos los dientes, menos el de la extremidad distal, están cubiertos por incisiones oblicuas. Esta misma pieza presenta otro rasgo interesante: la presencia de una decoración anterior en forma de rameado de pequeños trazos incisos que, en varios puntos, está casi borrada. Sin embargo, un fragmento de arpón de ese mismo nivel 5, fue decorado con un motivo distinto: pequeñas líneas oblicuas adosadas a otras oblicuas. De estos documentos parece deducirse un hecho. El Aziliense tiene una presencia amplia en el mundo pirenaico desde donde pudieron difundirse algunos rasgos hacia el Cantábrico —uno de ellos sería el nuevo tipo de arpón plano aziliense (González Sainz 1989). No obstante, al- menos en lo que se refiere a los arpones asturianos del Aziliense antiguo, podrían derivar localmente del prototipo magdaleniense. No podemos hacer la misma afirmación del arpón del Aziliense clásico. En la misma Cueva de Los Azules existe una amplia capa estéril (nivel 4) entre el Aziliense antiguo y el característico del nivel 3. 323 El arpón sigue siendo el útil característico de este período. Aparece a lo largo de toda la región, aunque es normal que en los niveles azilienses el número de piezas sea bastante bajo, en ocasiones un fragmento de un único ejemplar. Sólo algunos yacimientos proporcionaron un número mayor de estos útiles. Las diversas capas del nivel 3 de la Cueva de Los Azules suministraron una cantidad suficiente de piezas como para permitir un análisis más minucioso del tipo y sus transformaciones a lo largo del período. No obstante, debido a lo reducido de la muestra en otros yacimientos el valor de las conclusiones es limitado. Los arpones del Aziliense clásico se describen como planos en su sección, dientes angulosos recortados, base que continúa el perfil de la astilla trabajada —desapareciendo la protuberancia basal que procedía de piezas del Magdaleniense superior— y perforación oval. Hay un hecho que diferencia el sector occidental y el oriental de la región cantábrica: en la primera de ellas (centro y oriente de Asturias) los arpones presentan siempre una sola hilera de dientes. En la zona de Cantabria (La Meaza, La Pila, Morín, El Valle, El Piélago) y el País Vasco (Agarre, Pikandita, Anton Koba) (Fig. 9: 5), se encuentran tanto arpones El resto del utillaje óseo de los niveles con Aziliense antiguo es muy escaso y simple (punzones, alguna "alfiler"), pero no presenta ni la variedad ni el acabado de la industria de hueso del período anterior. Quizás sea éste uno de los rasgos más sobresalientes que manifiestan la ruptura con el Magdaleniense. Pero como por otra parte tampoco son muy amplios los niveles excavados que correspondan a este período, el hecho de la disminución de tipos o la ausencia de ellos tienen un valor relativo. Sin embargo, pese a esa reducción de formas con respecto al Magdaleniense, en el Aziliense clásico parece que se encuentra una mayor diversidad de ellos que en el período antiguo. o 11111111=711111 3.2.2. El Aziliense clásico o reciente Ese fenómeno posiblemente se deba a la mayor abundancia de yacimientos a lo largo de toda la Cornisa cantábrica con niveles correspondientes a este período. En algunos (corno Cueva Oscura de Ania, Los Azules, Santa Catalina) no sólo la muestra de utensilios es suficientemente abundante, sino que también se encuentra un amplio número de restos de huesos y astas en proceso de fabricación, lo que nos permite una mejor aproximación al conocimiento de la industria ósea. 13 15 Figura 9. Industria &sea. 1-8: Anton Koba, nivel VIII (Artnendáriz 1997); 9-15: Los Azules, nivel 3. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 324 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESCUERRES VELASCO con una hilera de dientes como de dos, aunque el mayor número de ejemplares corresponda a yacimientos de la región cántabra. Estas dos formas aparecen frecuentemente en los Pirineos, en Mas d' Azil, Troubat o La Vache, por citar tres ejemplos claros. Un hecho no desdeñable en la tipificación de esta pieza es la ausencia absoluta de decoración en las piezas del Aziliense clásico. Las variaciones en el tipo introducidas durante el transcurso del Aziliense son perceptibles en el análisis de las aproximadamente cien piezas y fragmentos hallados en Los Azules 3: los elementos diferenciadores más notables son la localización de la perforación (siempre en ojal) en la pieza, y el número de dientes (Fig. 7: 1-6). En lo que se refiere al primero de los hechos citados observamos que en el momento más antiguo (3h) la perforación tiende a ser colocada en el centro de la base de la pieza; en las capas inmediatamente posteriores (3g, f y e) se desplaza hacia el centro de la pieza, por encima del diente inferior. En los momentos finales del Aziliense vuelve de nuevo a estar localizada en la base. El número de dientes también suele ser mayor en los arpones de esas capas antiguas del nivel 3, alcanzando en dos ejemplares a seis y siete. En cuevas con un único nivel y, en consecuencia, con dificultades para situarlos en una secuencia evolutiva más amplia —entre otras cuestiones por la regionalización de las características del mismo Aziliense —, resulta mucho más complicado establecer las variantes del tipo. En el Abrigo de la Peña del Perro, aunque la muestra se reduce a dos piezas, observamos también el desplazamiento de la perforación según la antigüedad de la capa: en el arpón más reciente (nivel 2a) la perforación aparece desplazada hacia el fuste de la pieza, ligeramente por encima del diente inferior, mientras que en el más antiguo (2b) se encuentra en la parte superior de una base más desarrollada (González Morales y Díaz Casado 1991-92) (Fig. 7: 7-8). En Piélago II hay también variaciones en la localización de la perforación aunque no aparece en una secuencia clara como sucede en Los Azules, ya que se mezclan los dos tipos; el fragmento de arpón hallado en la zona de contacto entre el nivel 1 y el 2 presenta la perforación en la base, pero en el nivel 2 en tres piezas completas aparece tanto en la base como en el centro de la pieza, y en el nivel 3 dos de las piezas fueron perforadas en la base mientras que otra lo fue a la altura del primer diente (García Guinea 1985). El resto de la industria ósea del Aziliense ofrece tipos ya presentes en niveles magdalenienses — e incluso a lo largo de todo el Paleolítico superior —, por lo general muy simples y de modo habitual en proporciones mucho menores. Encontramos azagayas en un número reducido en La Paloma, Cueva Oscura de Ania, Los Azules, Abrigo de la Peña del Perro, Piélago, Ekain, etc., con secciones ovales aplanadas, circulares, subcuadragulares o subtriangulares. En Ekain se -encuentra una con bisel simple. En raros casos, como también en Ekain, aparecen con algún tipo de decoración, consistente en incisiones profundas o finas, longitudinales u oblicuas. Abundan más los punzones, que en algunos casos conservan la diáfisis del hueso, y dos de ellos con incisiones paralelas en todo el contorno de la pieza (Los Azules y Anton Koba); en el caso de Los Azules se aprecia la presencia de ocre en el fondo de esas incisiones (Fig. 9: 1-2 y 12). El segundo ejemplar hallado en las capas inferiores de Los Azules 3, presenta incisiones profundas paralelas perpendiculares al eje, y otras en zigzag dispuestas longitudinalmente (Fig. 9: 12). En Anton Koba, un largo punzón muestra también incisiones en zigzag, pero perpendiculares al eje de la pieza (Armendáriz 1.997). Los punzones estrechos y alargados no son abundantes ("alfileres" en Los Azules; un fragmento de punzón fino o aguja fue hallado en Ekain). Sin embargo, lo más habitual en una buena parte de los niveles azilienses cantábricos, es encontrar huesos simplemente aguzados y de una factura bastante tosca. Las espátulas aparecen raramente; están trabajadas sobre un fragmento largo de hueso, conservando la diáfisis, o también sobre costillas y con extremidad redondeada que aparece desgastada por el uso. Algunas exhiben incisiones más o menos paralelas, en la parte interior convexa de la costilla (Los Azules 3 y Anton Koba VIII) (Fig. 9: 3, 9-11 y 15). En ocasiones son piezas muy elaboradas. En una pieza un tanto excepcional de Los Azules 3 la decoración se extiende por toda una cara con largas alineaciones de puntos. Próximo a ella está el "puñal" del Horizonte o de Cueva Oscura de Ania, pero la extremidad distal es más apuntada que redondeada. Los anzuelos, esquirlas de hueso biapuntadas y bien pulidas, no se encuentran con demasiada abundancia en las capas azilienses. Aparecen en Los Azules 3 (Fig. 10) y en el Abrigo de la Peña del Perro. Queda otro elemento que aparece en raros yacimientos. La presencia del jabalí se intensifica a lo largo del Aziliense. Parece difícil que los largos colmillos de este animal fueran desperdiciados; sin embargo el número de restos de aprovechamiento de este material es escaso, salvo en niveles postpaleolíticos. En Los Azules su presencia es manifiesta a lo largo KOBIE (Serie Anejos n.° 8), ario 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE 32.5 lados. De modo general puede afirmarse que la expansión del bosque y el control de la montaña modifican la selección de las especies abatidas. En los yacimientos en los que antes había aparecido el reno (caso del nivel e de Abauntz), aunque nunca en número importante, éste desaparece totalmente; este hecho contrasta con la presencia del mismo en el sur de Francia en el Aziliense (Duruthy). Delpech destaca la presencia de manadas de renos en la Dordoña y en la Gironda en los comienzos del período (Arambourou 1978). Figura 10. Los Azules: anzuelos del nivel 3. de todo el nivel 3 en forma de piezas estrechas recortadas y raspadas en la parte interior del canino (Fig. 11). Aparecen también algunos restos trabajados con diversas técnicas (percusión, calentamiento, aserrado) en niveles postpaleolíticos de Marizulo y Santimamiñe (Mujika 1993). En Zatoya II (Barandiarán y Cava 2001) una especie de paleta fue fabricada con este material. Tampoco son tan abundantes, ni aparecen con algún tipo de decoración -como no era raro en el Magdaleniense— los colmillos perforados de animales, especialmente los de ciervo (Fig. 9: 6-8). Varios de los yacimientos excavados (Ekain, Zatoya, por ejempo) son considerados como cazaderos estacionales, ocupados brevemente en las etapas más frías y ampliando el tiempo de ocupación en las más templadas. La edad de los animales abatidos en Zatoya (en los niveles lIb y II) muestra que la ocupación del sitio se producía durante las etapas más cálidas del año (Barandiarán 1995). En la Riera se observa también un fenómeno similar. Desde Asturias hasta el País Vasco y Navarra, los porcentajes de restos de ciervo son dominantes en casi todas las capas azilienses, (salvo en Piélago II, donde domina la cabra y el sarrio). Con frecuencia esos porcentajes son muy elevados. Parece clara la preferencia de los grupos humanos azilienses por esa especie, aunque no exclusiva. En algunos yacimientos está acompañado de importantes porcentajes de Todo este repertorio, muy limitado, define claramente el carácter de la industria aziliense. Se ha abandonado paulatinamente el gusto por las piezas cuidadas y, sobre todo, por la decoración. Este último hecho puede estar en relación con transformaciones en las estructuras sociales y territoriales provocadas en el Aziliense. 4. LA ECONOMÍA La economía aziliense gira en torno a la caza y la recolección, los mismos elementos que la del Paleolítico superior, aunque parece percibirse una posible ampliación del sistema de explotación. La caza sigue siendo la base de la subsistencia, pero las especies capturadas y los porcentajes de las mismas se modifican según los sitios, dependiendo del medio en el que los grupos humanos estaban instalados. Siempre hay una presencia masiva de ungu- Figura I I. Los Azules: colmillos de jabalí, punzones y fragmento de espátula del nivel 3. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004, Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 326 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO corzo, sarrio y cabra. Y, en casos como La Riera, se perciben cambios en las especies capturadas, provocadas sin duda por las transformaciones del medio; la cabra va disminuyendo paulatinamente hasta alcanzar un porcentaje mínimo en el nivel 28, sustituida en este nivel por el corzo; pero siempre con el ciervo como presencia dominante (Altuna 1986). El jabalí es cada vez más abundante en los yacimientos azilienses y epipaleolíticos posteriores. Es la expansión del bosque la que favoreció la presencia cada vez más amplia de esta especie, por lo que no es raro que acabe convirtiéndose en una preferencia para los cazadores epipaleolíticos (Altuna 1972, 1992, 1995). Los escasos porcentajes de bóvidos (no siempre es factible distinguir eI bisonte del uro) y caballos (presentes sin embargo en Abauntz, Zatoya, Morín, Piélago II y La Riera), disminuyen su presencia. Pero no es raro tampoco que los restos de estas especies estén totalmente ausentes de los yacimientos. Fenómeno muy significativo si tenernos en cuenta el papel de estos animales tanto en la economía de los períodos anteriores al Aziliense, como su papel central en el sistema simbólico. Aunque no es frecuente encontrar restos de aves, sí aparecen en los niveles superiores de Ekain con especies que fueron producto de la caza, como son los ánades (Altuna y Merino 1984). Si bien carecemos de datos sobre la recolección de frutos o raíces, propiciada por la mejora climática y la expansión del bosque caducifolio, que aportaría abundancia de ellos -con posibilidad de hacer acopio y conservarlos durante un tiempo relativamente amplio—, tenemos, por el contrario algunos datos sobre la explotación de los medios costeros, fenómeno no ausente de niveles del Paleolítico superior. Pero la alteración de los niveles marinos puede proporcionar una visión distorsionada de la cuestión. La actividad recolectora en zonas costeras es manifiesta por la presencia de moluscos marinos en muchos de los niveles azilienses, si bien en algunos casos no supera el interés ornamental. Pero teniendo en cuenta que algunos de los hallazgos se hicieron en yacimientos del interior, como sucede con los escasos restos hallados en Anton Koba, el hecho adquiere interés ya sea por la relación directa con la costa, ya por la existencia de intercambios entre grupos costeros e interiores. En Los Azules 3 se observa una mayor atención al entorno costero. El volumen de moluscos marinos, nunca muy amplio si tenemos en cuenta que se trata de un yacimiento situado en un valle del interior, va aumentando a medida que nos aproximamos al final de la ocupación. Entre los moluscos marinos se encuentran Patella aspera, P vulgata, P depressa, un conjunto abundante de trivias perforadas y una agrupación de modiolas (Modiolus trZ0d1Cl/ts barbatr.ts L.) de un tamaño notable depositados en un enterramiento. En las capas inferiores del nivel 3 aparece Littorina littorea, Helcion pel1acie1t.1s, Nassa reticulata, Trivia europaea (lógicamente recogidas para servir de adorno) y Littorina obtnsata. En los niveles inferiores están prácticamente ausentes. Fenómenos similares de aumento del volumen de moluscos a medida que transcurre el Aziliense los encontramos en Ekain IV, III y H. Las especies más abundante son Monodonta lineata y diversas especies de Patella. Ekain III manifiesta, pese a ser un fenómeno esporádico, que de algún modo la alimentación comienza a incluir este tipo de fauna, aunque nunca en el volumen y con la importancia decisiva que observamos en los yacimientos costeros del momento posterior. En Cantabria, Piélago II puede ser también un ejemplo de este interés creciente por la explotación de los recursos de la costa (García Guinea 1985). La secuencia del Abrigo de la Peña del Perro proporcionó nuevos datos para ilustrar este comportamiento económico, con el aumento de la presencia de moluscos marinos desde un momento avanzado del Magdaleniense (nivel 2c) —aunque aún son escasos los restos— al nivel 1 postaziliense. En este sentido, estos niveles muestran también un cambio o ampliación de las zonas de explotación desde zonas de costa rocosa y poco batidas a otras de ría (González Morales y Díaz Casado 1991-92). No obstante, este interés no es nuevo si consideramos la abundante presencia de moluscos marinos formando incluso concheros, en cuevas de períodos anteriores (ya señalados por el conde de la Vega del Sella en 1916 en su publicación de Cueto de la Mina; Clark 1976); un ejemplo de ello, pero no el único, lo tenemos en el nivel 8a Magdaleniense III de El Juyo en Cantabria, no lejos de la costa actual. Pero si no es nueva la atención prestada hacia estos recursos costeros, en una secuencia como la de Los Azules parece intensificarse durante el transcurso del Aziliense. Incluso desde el punto de vista simbólico la presencia de un número importante de modiolas en la tumba parece insinuar que la costa era un centro de atención durante este período. Por el contrario, no siempre es fácil evaluar el significado de los concheros de Helix nemoralis, ya que pueden deberse a una formación ajena a la voluntad humana. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica EL FINAL DEL PALEOLÍTICO EN LOS ESPACIOS CANTÁBRICOS: EL AZILIENSE La pesca es otro de los aspectos que se desarrollan durante el Aziliense, aunque tampoco es ajena al momento anterior Magdaleniense final (Zatoya IIbam y Ilb) (Barandiarán y Cava 2001). Los arpones y anzuelos pueden ser una manifestación de este fenómeno. Por el momento parece que la actividad en este terreno se limita a la pesca fluvial. Los Azules 3, dominando dos ríos -Sella y Güeña — desarrolló de un modo amplio esta actividad. Los restos de salmón y trucha son extraordinariamente abundantes y su presencia se va intensificando a medida que transcurre el tiempo. Estas tendencias hacia una economía en la que se da una mayor intensificación de la explotación del máximo de recursos del territorio puede ser la causa de los cambios en la percepción del espacio, sobre todo teniendo en cuenta que en la región cantábrica desde algunos puntos se puede controlar una notable extensión de territorio con una diversidad acentuada de biotopos (Fernández-Tresguerres 1995; González Morales 1995). No es, sin embargo, una novedad. L.G. Straus destaca (1992) esa propensión a diversificar los medios de subsistencia como una constante desde el Solutrense. Pero parece acentuarse a medida que transcurre el tiempo y la implantación del bosque templado permite la ampliación de los sistemas de explotación. 5. ASPECTOS SIMBÓLICOS Desde su descubrimiento el Aziliense se percibió ya como el tiempo de la destrucción del universo simbólico creado y precisado a lo largo del Paleolítico superior. Los espectaculares logros en el terreno de la expresión simbólica ligada en parte a un arte naturalista habían sido, en apariencia y de modo definitivo, barridos de las preocupaciones humanas, quedando sólo algunos rescoldos confusos. En realidad las estructuras simbólicas estaban tan arraigadas que, en los inicios del período y en algunas escasas regiones, aún pervivieron los restos de un arte naturalista mobiliar o, más raramente, parietal, unidos a industrias señaladas con la característica acentuada ambigüedad del momento Magdaleniense final/Aziliense. Es el caso de abri Murat (Lot), abri Dufaure (Landas), abri Morin (Gironda), Pont d'Ambon (Dordoña) y La Borie del Rey (Lot-et-Garonne), y aún al sur de los Pirineos (San Gregori de Falset, Priorato, Tarragona) (Lorblanchet 1989; Fullola y Couraud 1988). Lo destacable de ese desvanecimiento del arte naturalista radica en que éste se había impuesto como el soporte de la transmisión de una particular percepción y apropiación del mundo. En el Aziliense dejaron de existir los grandes conjuntos y con ellos un lenguaje con 327 profundas relaciones sintácticas y semánticas. A partir de ahora hasta los signos, pintados o grabados, aislados sobre cantos, plaquetas y huesos, pierden sus formas y cambian su significado; la compleja sintaxis paleolítica queda reducida a un sistema, quizás de mayor simplicidad, pero más opaco e inaccesible. En el Cantábrico las muestras de representación de figuras animales (caso de Arenaza, Apellániz 1982) son tan escasas que pueden ser consideradas como inexistentes. Es ahí donde se manifiesta el núcleo de las crisis del mundo paleolítico, de la paulatina disolución de sus sistemas sociales y, en consecuencia, territoriales. Si el resultado de ello se hace más perceptible en el desarrollo de las culturas posteriores al mismo Aziliense, ya durante el transcurso de éste se observa una cierta tendencia en el sector occidental del cantábrico a cerrarse en sí mismo (lo que acabará dando lugar a su propia cultura), mientras la zona oriental permanecerá culturalmente más próxima al sudoeste francés y a los Pirineos. Esa transformación del arte, y su desarticulación estilística y temática -tan manifiestas en el escaso arte aziliense encontrado en las cuevas del Cantábrico—, parecen, al menos en hipótesis, mostrar una tendencia a la reducción del sistema de relaciones intergrupales amplias. Claro está que esto depende de la interpretación que le demos al conjunto de las representaciones parietales y a su papel estructurador de la cohesión social de las sociedades del Paleolítico superior. Son pocas las cuevas que hayan proporcionado, y casi siempre con escasos ejemplares, restos de arte aziliense. Importantes sin duda, ya que en algunos casos parecen que podrían definir lo que podemos denominar un territorio simbólico, no exclusivamente económico sino fundamentalmente social (Fernández-Tresguerres 2003). Es el caso de ese motivo decorativo formado por series de puntos adosados a un trazo longitudinal que aparece dentro de una comarca bien definida en Cantabria; hallado sobre soportes diferentes y, al parecer, en momentos distintos como Magdaleniense final y Aziliense (espátula de Rascaño, colgantes de Morín, La Chora y Piélago, Cueva de San Juan) (González Sainz 1982). Ya acostumbrados a esos saltos en el espacio de algunos elementos artísticos, a veces difíciles de explicar, ese mismo motivo lo encontramos también en otro espacio alejado (en Gouërris en Lespugue, Haute-Garonne). Algo similar se percibe en el motivo decorativo que se graba sobre los arpones del Aziliense antiguo asturiano, que parece ligado al corredor central de esta región que la recorre desde el oriente hasta el centro. KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica 328 JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ-TRESGUERRES VELASCO En consecuencia, si percibimos una cierta uniformidad en la expresión aziliense -en la tendencia a la abstracción—, analizada de cerca observarnos una diversificación regional. Destaca en el Cantábrico la escasa presencia que parecen tener en la vida de las comunidades azilienses los elementos simbólicos (al menos desarrollados sobre materias que hayan permitido su supervivencia) y la relativa marginación de técnicas y motivos que se distribuyen en Francia hasta los Pirineos y que, curiosamente, reaparecen en la interior de la Península (Estebanvela, Ayllón, Segovia) (Ripoll López y Muñóz Ibáñez 2003). Ya en el Aziliense antiguo los restos artísticos son tan escasos que no permiten demasiadas conjeturas. Pero tampoco lo son los del Aziliense clásico, reducido a algunos cantos pintados (el grabado es muy raro) con esquemas muy simples (sobre todo las puntuaciones en Los Azules y simples líneas paralelas pintadas, en Unatxa, Orozko, Vizcaya) (Fernández-Tresguerres 1994; Muñoz y Berganza 1997), y escasa tendencia a los motivos geométricos complejos y a las combinaciones de signos. Esta simplicidad contrasta de modo notable con la abundancia de elementos hallada en los Pirineos; la comparación con Mas d'Azil es esclarecedora. Esta tendencia a la marginación de los elementos artísticos (que se ahonda en el Epipaleolítico posterior) es, posiblemente, una manifestación de la regionalización progresiva de las culturas del norte de la Península. Figura 12. Los Azules: Localización de la sepultura en la entrada de la cueva. con una corta línea curva. El hecho de que el difunto presentase acentuadas patologías óseas que le impedían cualquier actividad (y eso desde la infancia), es una muestra de la posible existencia de una fuerte solidaridad que mantiene incluso a aquellos que carecen de una capacidad de participar en las actividades económicas del grupo que, ciertamente, no es la única forma de utilidad social. El único contexto claro que podernos atribuir a algunas de estas pobres manifestaciones artísticas es el funerario, ligado al enterramiento hallado en la cueva de Los Azules. Éste proporcionó algunos elementos para establecer esa conexión, pero no hay que olvidar que otros cantos pintados fueron encontrados fuera de ese contexto. La sepultura fue abierta junto a la pared oeste de la entrada de la cueva y delimitada con algunos bloques de piedra que rodeaban al difunto (Fig. 12-13); la fosa era poco profunda y su fondo teñido con ocre. El difunto estaba tendido sobre su espalda y rodeado de un ajuar bastante elocuente: útiles líticos (raspadores, laminillas de dorso, buriles), junto con algunas lascas, núcleos y percutores Qmateriales para fabricar otros útiles?), y arpones acompañados de fragmentos de asta de ciervo. A estos elementos técnicos hay que añadir un cráneo de tejón colocado junto a la pared y un amontonamiento de modiolas encajadas unas en otras (Fernández-Tresguerres 1976, 1980). El interés del hallazgo de cantos pintados dentro de la tumba radica precisamente en que, al menos en este caso, les proporciona un contexto funerario. Los temas son simples: puntos pintados con colorante negro, y en un caso un punto rodeado parcialmente Figura 13. Los Azules: detalle de los restos in situ del varón adulto inhumado en la cavidad. KOBIE (Serie Anejos n.° 3), año 2004. 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