LA IMPORTANCIA DE LA AUTORIDAD

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LA IMPORTANCIA DE LA AUTORIDAD
WATCHMAN NEE
Ro. 13:1-17; He. 1:3; Is. 14:12-14; Mt. 6:13; 26:62-64
EL TRONO DE DIOS ESTA ESTABLECIDO
SOBRE LA AUTORIDAD
La obra de Dios se origina en Su trono; el trono de Dios está establecido sobre la
autoridad. Todo fue creado por medio de la autoridad de Dios, y todas las leyes
naturales mantienen su cohesión por medio de Su autoridad. Por tanto, la Biblia dice
que Dios sustenta todas las cosas por Su palabra, la cual es Su autoridad (He. 1:3b). No
dice el versículo que Dios sustente todas las cosas por medio de Su poder, ya que la
autoridad de Dios lo representa a El mismo, mientras que Su poder representa Sus
acciones. Es fácil ser perdonados del pecado que está en contra del poder de Dios,
pero no es fácil ser perdonados del pecado que está en contra de la autoridad de Dios,
debido a que pecar contra la autoridad de Dios es pecar contra El mismo. Dios es la
única autoridad de todo el universo. Todas las demás autoridades son delegadas por
El. En todo el universo nada está por encima de Su autoridad; nada puede
sobrepasarla. Por esta razón, si queremos servir a Dios, debemos conocer Su
autoridad.
EL ORIGEN DE SATANAS
Satanás llegó a ser quien es debido a que fue más allá de la autoridad de Dios. El quería
competir con Dios y oponérsele. Así que, la causa de su caída fue la rebelión.
En Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:13-17 se habla de la transgresión y la caída de Satanás.
Isaías 14 dice que Satanás violó la autoridad de Dios, mientras que Ezequiel 28 afirma
que violó la santidad de Dios. Violar la autoridad de Dios es rebelión, y es un problema
más serio que violar Su santidad. El pecado que se comete tiene que ver con la
conducta y, por ende, puede ser perdonado con relativa facilidad. Pero la rebelión se
relaciona con la violación de principios y, por esa razón, no es fácil que se perdone.
Satanás trata de levantar su trono sobre el de Dios y violar Su autoridad. El principio
satánico consiste en exaltarse a sí mismo. La causa de la caída de Satanás no fue el
pecado, sino su rebelión contra la autoridad de Dios. Por eso, fue condenado por Dios
y, posteriormente, dio origen al pecado.
Por consiguiente, si queremos servir a Dios, no podemos violar la autoridad, pues si lo
hacemos estamos aplicando el principio de Satanás. Existe la posibilidad de trabajar en
la obra de Dios aplicando el principio de Satanás, aunque nos mantengamos en la
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doctrina de Cristo y pensemos que estamos haciendo la obra del Señor. Esto es
terriblemente maligno. Satanás no teme que prediquemos la Palabra de Cristo, pero sí
teme que nos sometamos a la autoridad de Cristo. El servicio que rendimos a Dios no
puede conformarse al principio de Satanás. Si laboramos dentro del principio de Cristo,
el principio de Satanás se desvanece. Hasta el presente Satanás es un usurpador en los
aires y no será arrojado de allí hasta el final de Apocalipsis. Sólo cuando seamos
completamente limpios y estemos libres del principio de Satanás podremos servir a
Dios.
En la oración que el Señor ofrece en Mateo 6:9-13 se halla la cláusula: “no nos metas
en tentación”. La tentación alude a la obra de Satanás. También hallamos la frase:
“líbranos del mal”, que se refiere al propio Satanás. Luego el Señor añade: “Porque
Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. Esta es la
declaración más importante. El reino pertenece a Dios, y también la autoridad y la
gloria son Suyas. Todo es de Dios. Comprender la realidad de que el reino es de Dios
nos hace completamente libres de Satanás. Puesto que Dios administra todo el
universo, tenemos que aprender a someternos a la autoridad de Dios. Nadie puede
robar la gloria de Dios.
Satanás le mostró al Señor todos los reinos de la tierra, pero el Señor dijo que todos los
reinos de los cielos son de Dios. Necesitamos saber a quién pertenece
indiscutiblemente la autoridad. Cuando predicamos el evangelio, conducimos las
personas a someterse a la autoridad de Dios. Si vamos a establecer la autoridad de
Dios sobre la tierra, tenemos que estar sometidos a esa autoridad. Si no lo hacemos,
¿cómo hemos de derrotar a Satanás?
TODOS LOS CONFLICTOS DEL UNIVERSO
GIRAN EN TORNO A LA AUTORIDAD
El centro de todas las disputas de todo el universo es la decisión de a quién pertenece
la autoridad. Tenemos que enfrentarnos con Satanás cuando afirmamos que la
autoridad le pertenece a Dios. También debemos someternos a la autoridad de Dios y
defenderla. Necesitamos encontrarnos cara a cara con la autoridad de Dios para
darnos cuenta de lo que significa dicha autoridad.
Antes de que Pablo se diera cuenta de lo que significaba esta autoridad, quiso
erradicar la iglesia de la tierra. Pero después de encontrarse con el Señor cuando iba
hacia Damasco, comprendió que es difícil dar coces (utilizar la energía del hombre)
contra el aguijón (la autoridad de Dios). Cayó en tierra, reconoció a Jesús como Señor y
se sometió a las instrucciones de Ananías. Pablo se encontró con la autoridad de Dios.
En su conversión, entendió no solamente el significado de la salvación sino también el
de la autoridad de Dios.
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Pablo era un hombre culto y versado, mientras que Ananías era un hermano
insignificante. La Biblia solamente lo menciona una vez. Si Pablo no se hubiera
encontrado con la autoridad de Dios, no habría podido hacerle caso a Ananías. Si uno
no se encuentra con la autoridad de Dios “en camino a Damasco”, no podrá someterse
a un hermano pequeño e insignificante en “Damasco”. Esto nos muestra que todo
aquel que se encuentra con la autoridad, se relacionará con ésta, y no con la persona
que la tiene. Solamente debemos prestar atención a la autoridad, no a la persona, ya
que nuestra sumisión no está dirigida a una persona sino a la autoridad de Dios en esa
persona. Si ésta no es nuestra actitud, no sabremos lo que es la autoridad. Si nos
sometemos primeramente a una persona, y no a la autoridad que inviste a esa
persona, estamos completamente equivocados. Si tocamos primero la autoridad y
luego nos sometemos a la persona independientemente de quién sea, vamos por el
camino correcto.
La única meta de Dios en la iglesia es manifestar Su autoridad en el universo. Podemos
ver la autoridad de Dios en la coordinación que se tiene en la iglesia.
Dios emplea una enorme fuerza para mantener Su autoridad, la cual es más fuerte que
todo lo demás. Todos nosotros, los que tenemos tanta confianza en nosotros mismos y
que en realidad estamos tan ciegos, necesitamos encontrarnos cara a cara con la
autoridad de Dios, por lo menos una vez en la vida. Sólo cuando somos quebrantados
podemos ser sumisos y comenzamos a descubrir lo que es la autoridad de Dios. Sólo
cuando uno se encuentra con la autoridad de Dios puede someterse a la autoridad que
El delega.
LA MAYOR EXIGENCIA DE LA BIBLIA:
LA SUJECION A LA VOLUNTAD DE DIOS
La mayor exigencia que Dios hace al hombre no es que lleve la cruz, ni que dé
ofrendas, ni que se consagre, ni que se niegue al yo, sino que se someta a El. Dios le
ordenó a Saúl atacar a los amalecitas y destruirlos completamente junto con todo lo
que ellos tenían (1 S. 15:1-3). Pero cuando Saúl derrotó a los amalecitas, le perdonó la
vida a Agag, el rey de ellos. También preservó las mejores ovejas, el ganado y todo lo
bueno, y no quiso destruirlos para ofrecerlos a Dios (vs. 7-9, 14-15). Pero Samuel le
dijo: “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de
los carneros” (v. 22). El sacrificio del cual se habla aquí, es el holocausto, el cual no
tiene relación alguna con el pecado, sino que se ofrece para ser aceptado por Dios y
para traerle satisfacción. Sin embargo, Samuel le dijo que prestar atención y obedecer
es mejor que ese sacrificio. Esto se debe a que aun al ofrecer el holocausto, existe la
posibilidad de que haya una mezcla con la voluntad del hombre. Solamente prestar
atención y obedecer honran de una manera absoluta a Dios y exaltan su voluntad.
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La obediencia es la otra parte de la autoridad. A fin de obedecer, es necesario
quitarnos de en medio. Una persona no puede obedecer en su propio yo. Solamente se
puede obedecer viviendo en el espíritu. La obediencia es la expresión más alta de
nuestra respuesta a la voluntad de Dios.
LA ORACION QUE EL SEÑOR HIZO
EN EL HUERTO DE GETSEMANI
Algunos piensan que la oración que el Señor ofreció en el huerto de Getsemaní, donde
sudó grandes gotas que caían como sangre a la tierra, es una señal de Su debilidad en
la carne y de Su temor de beber la copa (Lc. 22:44). Pero ése no es el caso. La oración
hecha en Getsemaní se rige por el mismo principio al que se alude en 1 Samuel 15:22.
La oración que el Señor elevó en Getsemaní es la mejor expresión de la sumisión a la
autoridad de Dios. La sumisión de nuestro Señor a la autoridad de Dios va mucho más
allá de Su sacrificio en la cruz. El sinceramente buscaba conocer la voluntad de Dios. El
no dijo: “Tomaré la cruz” ni “Debo beber la copa”. El solamente prestó atención y
obedeció. El dijo: “Si es posible, pase de Mí esta copa” (Mt. 26:39b). Aquí no se ve Su
preferencia, porque después añade: “Pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (v.
39c). La voluntad de Dios es absoluta, mientras que la copa (ir a la cruz) no lo es. Si no
hubiera sido la voluntad de Dios que El fuera crucificado, el Señor Jesús bien podría
pasar de largo y no ir a la cruz. Antes de que el Señor entendiera el significado de la
voluntad de Dios, la “copa” y “la voluntad de Dios” eran dos cosas diferentes. Pero al
entenderlo, la “copa” llegó a ser la “copa que el Padre le había dado”; así, la voluntad
de Dios y la copa llegaron a ser una sola cosa. La voluntad es la representación de una
autoridad. Por lo tanto, cuando la sumisión proviene de conocer la voluntad de Dios,
es una sumisión a la autoridad. Si no hay oración ni está uno dispuesto a conocer la
voluntad de Dios, no podrá sujetarse a la autoridad.
Una vez más el Señor dijo: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? (Jn.
18:11). Aquí el Señor reconoce la autoridad de Dios, y no exalta Su propia cruz. Al
mismo tiempo, cuando entendió que beber la copa (ser crucificado para redimirnos)
era la voluntad de Dios, dijo inmediatamente: “Levantaos, vamos” (Mt. 26:46). El
obedeció rápidamente. Puesto que la cruz significa el cumplimiento de la voluntad de
Dios, la muerte del Señor es la expresión más elevada de sumisión a la autoridad. Y
aunque la cruz es el centro del universo, no está por encima de la voluntad de Dios. El
Señor valora la autoridad de Dios (Su voluntad) más que ir a la cruz (el sacrificio).
Nuestro servicio a Dios no debe ser un sacrificio voluntario ni la negación de nuestro
yo, sino el cumplimiento de Su voluntad. Tampoco es un asunto de llevar la cruz, sino
de someternos a la voluntad de Dios. Este es el principio básico. Si el principio de la
rebelión está presente, hasta un sacrificio es un deleite y una gloria para Satanás. Saúl
pudo ofrecer ovejas y ganado, pero Dios no reconoció eso como un sacrificio porque
estaba mezclado con el principio de Satanás. Pasar por alto la autoridad de Dios es
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pasar por alto a Dios mismo. Por consiguiente, la Biblia dice que la rebelión es como el
pecado de adivinación, y la obstinación como ídolos e idolatría (1 S. 15:23).
Quienes participamos en la obra del Señor somos siervos de Dios. Por lo tanto, lo
primero con lo que nos encontramos es la autoridad. Tocar la autoridad es tan práctico
como tocar la salvación. Para nosotros ésta es una lección muy profunda. Debemos ser
afectados y golpeados por la autoridad, por lo menos una vez en la vida. Cuando
hayamos tocado la autoridad, la veremos dondequiera que nos encontremos, y sólo
entonces Dios podrá restringirnos y comenzar a usarnos.
EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL DE PABLO
En Mateo 26 y 27 el Señor pasó por dos clases de juicios: el de la religión, ante el sumo
sacerdote (26:57-66), y el del gobierno civil, ante Pilato (27:11-14). Cuando Pilato lo
interrogó, el Señor podía guardar silencio, porque El no estaba atado a las leyes
terrenales. Pero cuando el sumo sacerdote le conjuró por el Dios viviente, el Señor
tuvo que contestar, pues el asunto se relacionaba con la sumisión a la autoridad.
También en Hechos 23 cuando Pablo fue juzgado, al darse cuenta de que Ananías era
el sumo sacerdote de Dios, se le sujetó. Los obreros del Señor debemos encontrarnos
cara a cara con la autoridad. De lo contrario, nuestra obra no se regirá por el principio
de la voluntad de Dios, que es la sumisión a la autoridad, sino que nos encontraremos
en el principio de la rebelión de Satanás, que consiste en obrar fuera de la voluntad de
Dios. Este asunto requiere en verdad una revelación profunda.
En Mateo 7:21-23 el Señor reprendió a los que profetizaron, echaron fuera demonios e
hicieron milagros en Su nombre. ¿Que había de malo en las obras realizadas en
nombre del Señor? El problema radicaba en que el hombre era la fuente de todas esas
obras. Externamente se veía al hombre trabajar en nombre del Señor, pero en realidad
era la actividad de la carne. Por esta razón, el Señor los consideró hacedores de
maldad. Más adelante el Señor dice que sólo quienes hacen la voluntad de Dios
pueden entrar en el reino de los cielos. Esto nos muestra que todas las acciones deben
originarse en la sumisión a la voluntad de Dios. El tiene que ser la fuente y el que
designa todas las obras. No debemos buscar ninguna obra en el hombre. Sólo cuando
el hombre entiende la voluntad de Dios en la obra que se le ha asignado, puede
experimentar la realidad de la autoridad del reino de los cielos.
CONOCER LA AUTORIDAD
ES UNA GRAN REVELACION
En el universo existen dos grandes acciones: creer para ser salvo, y someterse a la
autoridad. En otras palabras, confiar y obedecer. La Biblia nos muestra que el pecado
es la infracción de la ley (1 Jn. 3:4). En Romanos 2:12 la expresión “sin ley” equivale a
“infringir la ley”. Vivir sin ley significa hacer a un lado la autoridad de Dios, lo cual es
pecado. La transgresión se relaciona con la conducta, mientras que vivir sin ley tiene
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que ver con la actitud y con los motivos del corazón. La edad presente es una edad
rebelde; el mundo está lleno de pecados de rebelión. Inclusive, el inicuo está a punto
de manifestarse. Al mismo tiempo, la autoridad va siendo cada vez más desplazada en
el mundo. Al final, toda la autoridad será desechada, y lo único que quedará será un
reino de rebeldía.
Por consiguiente, existen dos principios en el universo: la autoridad de Dios y la
rebelión de Satanás. No podemos servir a Dios y, al mismo tiempo, tomar el camino de
la rebelión, adoptando un espíritu de rebelión. Aunque una persona rebelde puede
predicar el evangelio, Satanás se ríe de ella, porque el principio de él está presente en
esa predicación. El servicio siempre debe ir a la par de la autoridad. ¿Queremos
someternos a la voluntad de Dios o no? Los que servimos a Dios debemos llegar a
comprender este hecho. Es como tocar la electricidad. Una vez que uno la toca, jamás
la vuelve a tratar descuidadamente; del mismo modo, cuando el hombre se encuentra
con la autoridad de Dios y es azotado por ella, sus ojos serán iluminados. Podrá
discernir no sólo lo que hay en sí mismo sino en otros también. El sabrá quien es
rebelde y quien no lo es.
Que Dios tenga misericordia de nosotros para que seamos liberados de la rebelión.
Entonces, al conocer Su autoridad y haber aprendido las lecciones necesarias acerca de
la sumisión, podremos guiar a los hijos de Dios por la debida senda.
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