Hábitos éticos para desarrollar la integridad profesional: Valores y

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Hábitos éticos para desarrollar la integridad
profesional: Valores y competencias
Profesores Dr. Enrique Campomanes y Luís Díaz
Colegio Universitario de Estudios Financieros CUNEF
Mayo 2015
Resumen de la comunicación
El objetivo de esta comunicación es indagar en los objetivos prioritarios que persigue la
ética profesional en las organizaciones y reconocer los valores, competencias y
habilidades que se deben desarrollar para alcanzarlos.
Partimos de la base de que el objetivo finalista de la ética profesional es buscar la
integridad de la persona, ser predecible, para ser fiable y generar la confianza en los
demás. Esta integridad se entiende como la unidad de criterio, de razonamiento y de
reflexión de los tres centros de acción que se relacionan con la realidad para generar el
comportamiento: pensamiento que genera las ideas, expresión que genera el lenguaje
verbal y no verbal y acción que genera el resultado.
Esta integridad permite alcanzar un grado alto de fiabilidad personal al sincronizar los
tres centros de acción y, en consecuencia, generar confianza en las obligaciones
contraídas.
La metodología de trabajo consiste, en primer lugar, en delimitar las teorías que
determinan el marco de referencia. En segundo lugar, en definir unívocamente el
concepto práctico de ética marcando la distinción con su cercana moral, analizando las
herramientas que utiliza para influir en el comportamiento personal. En tercer lugar se
desarrolla el concepto de integridad profesional como resultado de la aplicación de la
ética en las conductas laborales y las medidas que utilizan las organizaciones para
desarrollarla y fomentarla en el ámbito de su cultura organizativa. Finalmente se diseña
el mecanismo ético que sustenta los comportamientos íntegros.
ÍNDICE
1. El marco de referencia
2. El marco de convivencia
3. Las herramientas de la ética: conciencia y hábitos
4. Fiabilidad e integridad: la reputación personal
5. La empresa responsable y la integridad profesional
6. El mecanismo ético: valores y competencias
Bibliografía
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1. El marco de referencia
La psicología del siglo XX ha estado dominada por dos grandes teorías: la de la
evolución de Darwin y la del inconsciente de Freud. La primera señala que la evolución
de una especie progresa a través de la adición sucesiva de estructuras y funciones
nuevas y la segunda define la existencia de una parte de la vida psíquica que denominó
inconsciente.
Gracias a las nuevas técnicas y a la fusión de las disciplinas que estudian el cerebro
(neurología) y el comportamiento (psicología cognitiva) la ciencia ha dado un paso
esencial. A finales del siglo XX Antonio Damasio desarrolló una explicación
neurológica a la tensión constante entre el cerebro primitivo y el cerebro racionalemocional. De esta manera volvió a unir las dos partes que Descartes en el siglo XVII
había disociado: la mente y el cuerpo.
Gary Marcus explica que la naturaleza tiende a generar kluges (apaños) porque le trae
sin cuidado si sus creaciones son perfectas o elegantes. Si algo funciona se propaga y si
no funciona se extingue. La mente humana es un kluge porque nuestra evolución ha sido
relativamente reciente (200.000 años) y nuestro genoma evolucionó en el contexto de
criaturas que no tenían lenguaje ni cultura y no razonaban de manera consciente.
Probablemente lo que nos distingue de ellos, lenguaje, cultura y pensamiento explícito,
debió construirse muy posteriormente (hace unos 50.000 años) sobre una base genética
mucho más primitiva.
El cerebro racional, el neocortex, último en llegar, se ocupa, según señala Damasio, de
la atención, la concentración, la inhibición de los impulsos y de los instintos, el
ordenamiento de las relaciones sociales y el comportamiento moral.
Los kluges nos revelan al menos dos cosas: en primer lugar pueden ofrecernos una
percepción especial de nuestra historia evolutiva: “los vestigios del pasado que no
tienen sentido vistos desde el presente, lo inútil, lo anómalo, lo peculiar, lo inapropiado,
son las señales de la historia evolutiva”. En segundo lugar pueden darnos pistas sobre
como mejorarnos a nosotros mismos. Si nos miramos en el espejo con franqueza,
reconociendo tanto nuestras limitaciones como nuestros puntos fuertes, tenemos la
oportunidad de sacar el mayor provecho de la mente noble pero imperfecta que sin duda
hemos desarrollado.
Siguiendo el método acumulativo, la naturaleza va evolucionando incorporando mejoras
a sus órganos pero sin sustituir lo que funciona, por lo que el ser humano tiene impulso
provenientes de las tres fases cerebrales que lo conforman. Por eso, el mecanismo
humano está formado por tres cerebros que se han ido acumulando con el paso de la
evolución, a lo largo del tiempo.
El cerebro reptiliano. Rige la supervivencia del individuo y es común a todos los
animales con mayor o menor desarrollo. Está impreso en los genes y se va heredando
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por la especie. Controla los instintos y no aprende de la experiencia. Rige los órganos y
funciones automáticas del cuerpo como la respiración, la digestión o la reproducción.
Por su importancia vital tiene la más alta prioridad. Aporta el coraje y la disponibilidad
inmediata. Son las “agallas”. Se mueve por pasiones o instintos.
El cerebro emocional. Los mamíferos al procrear por parto aportaron la capa
emocional, ya que se desarrolló a partir de la íntima relación de las crías con sus madres
que las gestaban dentro de ellas. Rige las relaciones sociales. Aporta la benevolencia y
el sentir. Es el “corazón”. Se mueve por emociones.
El cerebro racional que es propio de los humanos sirve para razonar y resolver los
problemas y se incrementa con la inteligencia. Derivó del lenguaje verbal y se instaló
en la corteza cerebral. Se mueve por razones.
Esto explica, a nuestro entender, que las personas humanas generen tres tipos de actos
diferentes: las pasiones, las emociones y las razones, atendiendo a las distintas
evoluciones de nuestro cerebro. Cada una de ellas se genera en distinto lugar y por
distintos motivos, por lo que el objetivo debe ser poder coordinarlos todos desde el
centro de la razón.
La inteligencia racional se ha ido afinando y mejorando con el paso del tiempo a través
de la cultura y la ciencia de tal forma que nuestro poder de decisión racional es cada vez
más acertado. La inteligencia emocional, aunque relativamente reciente como
inteligencia ha permitido mejorar el control y la gestión de las emociones superando su
exclusión de nuestras actividades para ser apoyo y ayuda de nuestra conducta y
conseguir mejores resultados. Aún está en fase de despliegue pero experimentos
científicos han demostrado su importancia para generar empatía y relaciones más
eficientes.
La lucha ha sido siempre mucho más difícil con las pasiones ya que provienen del
cerebro reptiliano y es el centro más fuerte del cerebro ya que de él depende la
capacidad de supervivencia. Su base está en el subconsciente y por eso aplicarle
inteligencia es más difícil. Creemos que se puede gestionar a través de un mecanismo
ético que, de manera indirecta, permite acoplar las pasiones en los comportamientos de
una forma controlada.
De esta forma podemos hacer una primera aproximación a la definición de la ética
como la estructura mental que ayuda al cerebro racional a gestionar las partes oscuras
del comportamiento. Como una luz en la oscuridad del inconsciente que se incorpora de
una manera racional al comportamiento. Influye en el comportamiento oscuro que
acompaña a nuestras acciones racionales. Como decía Fernando Pessoa “La conciencia
de la inconsciencia de la vida es el más antiguo impuesto que recae sobre la
inteligencia.” Más explícito señalaba el filósofo Ortega y Gasset “Con la moral
corregimos los errores de nuestros instintos y con el amor los errores de nuestra moral”.
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La división cerebral en tres componentes diferenciados y sus formas de actuar ya están
señaladas por Aristóteles, hace más de 24 siglos, que distinguía tres partes en el alma:
vegetativa, sensitiva e intelectiva. El alma vegetativa es común a todos los seres
vivientes y no es específicamente humana. No ocurre lo mismo con el alma sensitiva, la
cual, siendo de por sí irracional, participa de algún modo de la razón, en cuanto puede
someterse a ella.
Según Aristóteles la virtud propiamente humana es sólo aquella en la que interviene la
razón. Las virtudes éticas son, pues, hábitos adquiridos voluntariamente, por la
repetición de actos y consisten en dominar las tendencias e impulsos irracionales, ya
que a diferencia de los animales, hay una parte del alma racional independiente del
cuerpo. Por lo tanto, para Aristóteles hay dos tipos de virtudes humanas, unas éticas que
contienen los actos del alma vegetativa y otras intelectuales que corresponden a la parte
sensitiva y racional.
La virtud ética se puede definir como la justa medida que impone la razón a los
sentimientos, acciones y pasiones, que sin el control de la razón tenderían hacia un
extremo u otro. A partir de aquí podemos afirmar que para alcanzar la virtud, es decir, la
excelencia, es necesario movilizar las tres inteligencias que se encargan de las razones,
de las emociones y de las pasiones.
Fuente: Cortina, A., y Martínez, E., (2008). Ética, Ediciones AKAL.
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2. El marco de convivencia
El ser humano es un animal social y por ello debe vivir en sociedad. Ahora bien eso
lleva innumerables problemas de convivencia personal y comunitario. La sociedad ha
ido evolucionando a golpe de guerras, atrocidades y revoluciones. Por eso es necesario
definir un marco de convivencia aceptado por todos que, por convicción o miedo, sea
cumplido adecuadamente. El marco de convivencia social se ocupa de decirnos como
debemos ser y comportarnos en la realidad para crecer como personas y convivir
pacíficamente en la sociedad.
Ese marco de convivencia lo llamamos “cultura”. La cultura es el conjunto de
conocimientos, creencias, ideas, costumbres, tradiciones, leyes, arte, etc. de una
sociedad que ha ido acumulando en el tiempo.
Este marco de convivencia está representado por:
- La legalidad: el conjunto de normas obligatorias, sancionadas por la fuerza de
la Ley, que todos nos damos y que forman el comportamiento exigible en sociedad.
Conforman los deberes sancionadores. Rigen los intereses y expectativas. Son las
normas de convivencia.
- La moral (costumbre): el conjunto de reglas que nos damos para vivir en
sociedad. Tradicionalmente, se ha entendido como la represión de los sentimientos, que
había que dominar, para evitar situaciones fuera de control que pusiera en peligro la
convivencia. Unas trascendentes como la religión. Otros emocionales como la familia o
la amistad. Otras sociales como las modas. Otras artísticas como la música, el teatro o la
literatura. Conforman las ideologías. Rigen la relación social o externa. Son los valores.
- La ética (modo de ser): un protocolo de actuación para conseguir, de una
forma racional, gestionar las partes más oscuras del comportamiento. Con ello se
persigue conseguir la coherencia racional, el bienestar emocional y el equilibrio
corporal. Son los principios de acción (valores éticos).
La moral discurre por la sociedad en forma de normas, obligaciones, consejos y
ejemplos de los referentes que se generan en nuestro entorno como la familia, los
amigos, los colegas, la cultura, los maestros, la moral, las modas y sobre todo la
experiencia personal y vital de cada persona. Se incorpora en forma de valores,
positivos, neutros o negativos. Esta moral nos presenta los valores construyendo nuestra
moral personal, la ética (interna) los personaliza y decide si los incorpora al
comportamiento o los adormece en el pensamiento. Tener moral es solo el primer paso
para ser éticos. Poseemos el valor, pero falta el paso más difícil, usarlo: convertirlo en
hábito. Pero esto ya exige esfuerzo, constancia y voluntad.
La moral es un saber teórico y se enriquece con el debate y la reflexión. La razón y la
emoción actúan como catalizadores para construir valores más elevados y enraizados.
Es una estructura de pensamiento, basada en convicciones y creencias que predisponen
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a las personas a movilizarse en base a patrones de conductas que conforman un modo de
vida. Va directo a la mentalidad (creencias). Todo ello influye en la forma de valorar y
por eso es tan importante un entorno favorable, unas circunstancias vitales óptimas o
una experiencia enriquecedora.
La moral es la fábrica de nuestros valores. Un valor es una costumbre cultural (social)
que valoramos positivamente. Como la moral externa es cambiante según el momento
vital, el entorno social y la experiencia personal, los valores también van cambiando a
lo largo del tiempo. Por eso es trascendental que la dimensión moral de las personas que
generan la opinión, que están en el entorno público y dictan las tendencias sean
personas honestas, responsables y coherentes, porque tienen la obligación moral de
servir de ejemplo a los demás.
Las personas actuamos con valores, fruto de nuestras selecciones de procesos que
entendemos nos benefician y adoptamos como modelo de acción. Sean cuales sean los
valores, en ellos se basan la mayoría de nuestras decisiones. Por este motivo, es
importante ser consciente de cuáles son realmente los valores personales, cuáles de ellos
son los más importantes, cuáles se desean mantener y cuáles han dejado de ser útiles o
son negativos y se desean cambiar.
Los valores los adquirimos generalmente de forma inconsciente, aunque algunos de
ellos, como mejorar la alimentación, hacer deporte o buscar compañías que nos
enriquezcan, son conscientes. Esta elección voluntaria nos permite ir modelando
nuestro carácter orientado hacia los resultados que buscamos e impedimos que la parte
más irracional diseñe nuestro carácter con hábitos perjudiciales.
Podemos definir un valor de acción como un hábito que nos hace crecer y un vicio
como un hábito que nos impide avanzar realmente. Al considerarlos valiosos solemos
utilizarlos más a menudo y se acaban convirtiendo en hábitos automáticos regidos por el
subconsciente. Se convierten en hábitos, es decir, se utilizan en las acciones, cuando nos
motivan para ello y para eso necesitamos metas y objetivos “motivadores” que
denominamos principios, y que van diseñando nuestro “plan de vida”. Son en sí, leyes
naturales enraizadas en la estructura de todas las sociedades civilizadas a lo largo de la
historia y de aquellas instituciones que han perdurado. Algunos de estos principios son
la rectitud, integridad, honestidad, la dignidad humana, el servicio o idea de contribuir,
el potencial, entre otros.
La ecuación ideal sería que lo que nos gusta corresponda con lo bueno y lo que nos
disgusta con lo malo. De esta forma seria fácil y placentera la búsqueda de la felicidad.
Esto no siempre es así
- Porque muchas veces no sabemos lo que es mejor para nosotros.
- Porque la felicidad individual no puede obtenerse al margen de la felicidad
colectiva.
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- Porque existen muchas trampas, tentaciones y obstáculos que nos hacen caer
en soluciones fáciles e inmediatas que apenas exigen esfuerzo y se instalan en
nuestro carácter.
La ética, por el contrario se ocupa de resolver problemas prácticos, no de establecer
principios universales. Es la procesadora de valores que a través de la moral están
alojados en la memoria. La fuerza de la imitación en las personas las dirige hacia los
comportamientos que sus referencias anteriores realizan y condicionan el rumbo que
pueden tomar.
La ética genera el músculo necesario para poder acometer objetivos más audaces y
difíciles para alcanzar nuestra meta. Por eso el objetivo que persigue la ética profesional
es buscar la limpieza de las relaciones, la buena fe de las actuaciones y el compromiso
sólido de aplicar el resultado “ganar-ganar”. La felicidad no se consigue con meras
intenciones, con sueños inalcanzables o fantasías del pensamiento, sino con
comportamientos reales que, a través de la ética, deben orientarnos a buscar la máxima
felicidad.
La ética es un mecanismo automático, que transforma los valores pensados en valores
de acción. De esta forma consigue movilizar los valores que se alojan en el pensamiento
y los pone en disposición para la acción. Para conseguirlo la ética busca una mayor
actividad de la conciencia, es decir, del mecanismo que nos permite ver y estar en la
realidad. De esta forma consigue tener más tiempo activo el raciocinio evitando que se
vayan infiltrando acciones inconscientes en forma de pasiones y emociones
descontroladas.
Para ello se debe disminuir el funcionamiento del pensamiento que nos aleja de la
realidad, que es donde ocurren realmente las cosas y donde se despliegan las variables
que nos afectan. Este objetivo es muy difícil porque, según los expertos, actuamos de
forma mecánica el 97% del tiempo y eso nos impide identificar y desmenuzar las
acciones.
¿Por qué nos cuesta tanto tener la conciencia activada, es decir, la capacidad de
raciocinio? Pensamos que es debido a la disfunción que nos ha generado nuestro
aprendizaje basado en complejas normas y obligaciones que dificultan la coordinación,
de una manera razonable, del pensamiento, la palabra y el comportamiento.
La conexión fluida de la moral y la ética consigue la coherencia racional, el bienestar
emocional y el equilibrio corporal. Podemos decir que la moral es lo que pensamos y la
ética lo que hacemos. O como decía Aranguren “la moral pensada y la moral vivida”.
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3. Las herramientas de la ética: conciencia y hábitos
La ética es un saber práctico y esto significa dos constataciones. La primera que como
todo saber no es innato y se debe aprender para adquirirlo. Para ello se necesita tener
activa la conciencia. La segunda que se aprende actuando, y por lo tanto es un tema
fundamentalmente de hábitos. Va directo al comportamiento (acciones). Por eso hablar
de ética es hablar de conciencia y de hábitos.
¿Qué es la conciencia?
“Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación; tu conciencia es lo que eres, tu reputación es
lo que otros piensan que eres.” Anónimo
Su etimología indica que incluye aquello que el sujeto conoce. La Academia de la
Lengua la define como:
1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y
en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.
Resulta difícil precisar qué es la conciencia, ya que no tiene un correlato físico. Se trata
del conocimiento reflexivo de las cosas y de la actividad mental que sólo es accesible
para el propio sujeto. Por eso, desde afuera, no pueden conocerse los detalles de lo
consciente. Por eso la conciencia sirve para razonar en tiempo real. Si una persona no
tiene conciencia, se encuentra desconectada de la realidad, no percibe lo que hace y
aumenta el riesgo de la influencia de acciones irracionales.
Conciencia”, en general, es “la capacidad de percatarse de algo”. Estar consciente
significa prestar atención total y estar enfocado en algo concreto. La “conciencia
moral”, de carácter más específico, es el nombre que damos a la capacidad de percatarse
de que unas formas de vida, valores o principios de conducta son preferibles a otros,
más dignos de la persona humana o más convenientes desde el punto de vista de su
legitimidad ética.
Para la psicología, la conciencia es un estado cognitivo no-abstracto que permite que
una persona interactúe e interprete con los estímulos externos que forman lo que
conocemos como la realidad. Si una persona no tiene conciencia, se encuentra
desconectada de la realidad y no percibe lo actuado. La psicología distingue entre los
niveles consciente (establece las prioridades), preconsciente (depende del objetivo a
cumplir) e inconsciente (no se racionaliza). La estructura de la conciencia está dada por
la relación que establecen estos tres niveles.
¿Qué son los hábitos?
“Somos lo que hacemos una y otra vez. La excelencia, por lo tanto, no es un acto, sino un hábito.”
Aristóteles
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Los hábitos se generan para facilitarnos la vida, para evitar realizar sobre-esfuerzos en
cada tarea repetitiva. La mente la registra y podemos ocupar la mente en otra cosa que
precise nuestra atención. Los hábitos, acciones repetitivas que se van automatizando,
son la columna vertebral de los comportamientos. Sin embargo hay que estar atento
porque la mente no diferencia un buen hábito de un mal hábito. Estos hábitos se suelen
almacenar en el cerebro reptiliano, ya que es el primero que percibe la realidad.
Los hábitos funcionan siguiendo la secuencia: factor —> hábito —> recompensa . Es
decir, siempre hay un factor o un motivo que despierta el hábito –> se produce el hábito
–> y siempre obtienes una recompensa (por eso lo haces aunque sea inconsciente). La
adquisición de un hábito implica un acto continuado de repetición en el tiempo hasta
que se instala en nuestro carácter y pasa al estado del inconsciente. Por eso es tan difícil
desaprender algo, ya que debemos eliminar un hábito que está incorporado a nuestra
personalidad de manera consistente.
Es importante hacer consciente este automatismo para eliminar los malos hábitos y
desarrollar buenos hábitos y poder implementarlos en nuestro comportamiento, ya que
solamente el 3% de nuestras acciones se realizan desde la consciencia y el resto son
automáticas (inconscientes).
Podemos, pues, resumir, que la manera que tiene la ética de influir y gestionar las
pasiones es a través de una mayor activación de la capacidad de razonar (conciencia) y
la construcción de hábitos personales que permitan desarrollar las pautas del
comportamiento de una manera más seguray ser de esta forma menos permeable a los
obstáculos, tentaciones o deseos que van apareciendo durante el recorrido hacia el
objetivo perseguido.
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4. Fiabilidad e integridad: la reputación personal
“La manera más fácil y segura de vivir de manera honorable es ser en realidad lo que
parecemos” Sócrates
Ser fiable es ser previsible, es decir, tener confianza en que los compromisos
verbalizados serán cumplidos. Para ser previsible hace falta dominar tus reacciones
para hacer realmente lo que quieres hacer. Lógicamente la fiabilidad se refiere a cumplir
los compromisos y las expectativas. Para ser fiable no es suficiente querer conseguir un
objetivo o tener la intención de alcanzarlo. Los buenos propósitos son necesarios pero
casi nunca son suficientes para hacerlos realidad.
La fiabilidad se demuestra en la práctica, en la realidad. Para ello es necesario saber
gestionar la conducta y conseguir sincronizar los deseos con las fuerzas de la acción
para evitar los obstáculos que irán apareciendo en el camino de la meta. Por eso la
fiabilidad es nuestra mejor marca para determinar la reputación personal. Y esa
reputación será la señal que defina nuestra imagen social.
El mandato que nace en la mente puede enturbiarse con emociones, deseos, tentaciones
y otras circunstancias que pueden distorsionar el objetivo y en consecuencia el resultado
esperado. El nivel de gestión y control de las razones, las emociones y las pasiones
marca el nivel de riesgo de discurrir o no por el camino marcado. Por eso algunas veces
la estupidez o la pifia surgen de mentes muy inteligentes en las razones pero menos en
las emociones y mucho menos en las pasiones.
La forma más eficaz de no desviarte demasiado del camino es sincronizar la fluidez de
los canales humanos con la realidad que nos rodea, para evitar que durante la
comunicación se genere ruido que distorsione el mensaje que se transforma en acción.
Para conseguirlo hace falta muscular algunos valores y desarrollar algunas
competencias que den fortaleza a esa finalidad y eso sirve, además, de filtro en la
adopción de buenos valores y en la identificación y eliminación de los malos valores o
vicios que nos estén ayudando o perjudicando.
El camino que deben seguir nuestros deseos para convertirse en acciones debe
desarrollarse con exquisito cuidado ya que cada paso marca una secuencia irreversible:
“Ten cuidado con tus pensamientos, porque se convertirán en palabras,
ten cuidado con tus palabras, porque se transformarán en acciones,
ten cuidado con tus acciones, porque se convertirán en tus pensamientos.”
Anónimo
¿Cómo se puede ser fiable? ¿Cómo podemos sincronizar nuestras fuerzas para
conseguir alcanzar los objetivos? La sincronía se consigue con la integridad, es decir,
siendo una persona “entera” que es el verdadero significado de íntegro. El concepto de
integridad se relaciona con la unidad interna que se establece entre el modo de ser, el
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modo de pensar y el modo de actuar. Una persona es íntegra cuando tiene sincronizadas
sus centros de acción con los demás, es decir, cuando existe sintonía entre lo que se
piensa, lo que se dice y lo que se hace. Si se consigue establecer un blindaje en ese
canal podemos garantizar con mayor probabilidad que el fluido que vaya por dentro no
se contamina con el exterior, es decir, las tentaciones, los obstáculos, la falta de
persistencia y tantos otros que están esperando a desvirtuar los objetivos.
Como señala Stephen M.R. Covey “Para muchos la “integridad” significa,
esencialmente, “honestidad”. Aunque la integridad implica honestidad, es algo mucho
más amplio. Es la integración: es hacer lo que dices; es ser congruente, por dentro y por
fuera, es poseer coraje para actuar con arreglo a los valores y las creencias”. Y por ello
la integridad se resume en tres formas de actuar: Comportamiento ético, transparencia
de actuación y uso responsable del poder.
En la antigüedad, los filósofos denominaban virtudes a los factores que fortalecían el
carácter y lo orientaban en el camino correcto para alcanzar las metas propuestas. Las
virtudes cardinales eran, como su propio nombre indican, las que encardinaban las
acciones para conseguir avanzar en la dirección correcta. Prudencia, justicia, fortaleza y
templanza son las virtudes que garantizan acciones valiosas y llenas de contenido. Es
necesario transformarlos en hábitos duraderos que nos permitan actuar de manera
automática y de esta forma ser confiables en nuestra conducta.
Según Dov Seidman confiamos “en los que son coherentes e íntegros, en aquellos que
dicen las cosas directamente, hablan en serio y siempre dan seguimiento a sus asuntos”.
Esta sincronía entre los tres centro de acción las denominamos “mecanismo étic
o” porque nos permite integrar de una manera “racional” aquellas actividades
procedentes del hipotálamo y que de manera ciega busca la supervivencia de la especie.
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5. La empresa responsable y la integridad profesional
Una empresa no es solamente una máquina que, más o menos engrasada, se dedica a
conseguir beneficios sin importarle otra cosa. Una empresa es un conjunto de personas
que utilizan recursos y tecnología para conseguir buenos resultados.
Para alcanzar estos resultados las empresas disponen de dos palancas principales: la
estrategia, que se rige por la cuenta de pérdidas y ganancias (beneficio económico) y
que básicamente podemos relacionar con su organización como la tecnología, la
estructura, la operativa, los sistemas y los procesos. Forma la parte estable (Hardware).
Y la cultura que se basa en la atención a las necesidades de la organización y de las
personas y que suele contener los valores corporativos, los códigos de conducta, las
habilidades y competencias de sus profesionales y el estilo de dirección y
funcionamiento del equipo .
Fuente: McKinsey & Co
Tradicionalmente las empresas occidentales se centran en un único foco: la obtención
de beneficios. Por eso en una empresa prevalecía la estrategia, ya que las personas eran
meros recursos (recursos humanos) y su labor estaba ensamblada dentro de los procesos
empresariales.
Sin embargo los elementos estratégicos ya no son suficientes para conseguir los
resultados esperados. El rol pasivo del empleado debe dejar paso al rol proactivo del
que sepa navegar en la incertidumbre y el cambio permanente. La inteligencia racional
debe acompañarse de emociones y actitudes para poder manejar los retos diarios de las
relaciones más complejos con los colegas, compañeros y clientes y en consecuencia
tratarlos dentro de cauces más personales, incorporando normas de conducta y valores
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corporativos y, en consecuencia empieza a tener mayor importancia la cultura
empresarial.
La mayor implicación en el entorno laboral de los profesionales genera nuevos riesgos y
desafíos que la empresa debe gestionar y que están relacionados con la incorporación de
nuevos valores y competencias emocionales a los perfiles laborales y que son más
difíciles de procesar. Esto implica que, además de los riesgos ya conocidos relacionados
con los procesos, se deben gestionar nuevos riesgos relacionados con los valores y las
competencias que deben desarrollar los empleados.
Con el acuerdo financiero de Basilea II se introdujo un nuevo riesgo empresarial que
hasta entonces había permanecido oculto y era muy difícil de reconocer: El riesgo
operacional.
El riesgo operacional ha sido siempre una realidad que las entidades han tenido que
gestionar. Sin embargo las nuevas variables del mercado han sido algunos de los
factores decisivos para que los reguladores establezcan la necesidad de una gestión
diferenciada, rigurosa y sistemática del riesgo operacional.
- La visibilidad amplia de Internet
- La globalización
- Los efectos de la crisis
- La creciente complejidad de los productos y servicios financieros
- El creciente outsourcing de procesos
- La prevalencia de la tecnología
Con la utilización masiva de Internet y la necesidad de competir en la economía digital,
se ha desarrollado un nuevo riesgo: el riesgo reputacional.
La reputación se define como el conjunto de percepciones y opiniones que tienen los
diferentes stakeholders (clientes, trabajadores, proveedores, inversionistas, la
comunidad cercana y la sociedad….) sobre la empresa. Es un riesgo que, por
naturaleza, es el resultado de la materialización de otros riesgos y de su gestión
deficiente (operacional, estratégica, de mercado, de liquidez, de crédito, legal, etc.); a
menudo se trata de riesgos latentes no gestionados correctamente que pueden
desencadenar una crisis reputacional. Por eso la mejor manera de gestionar este riesgo es
el tratamiento preventivo.
Ambos riesgos (operacional y reputacional) se generan en la forma de trabajar de los
profesionales y su manera de reaccionar ante las crecientes incertidumbres del mercado
y los clientes. Los conflictos éticos son los de mas alto nivel de riesgo y de
consecuencias más graves, ya que pueden degenerar en soluciones injustas, difíciles de
evaluar y sobre todo, afectar gravemente a las personas involucradas. Entre otros:
- Las malas prácticas éticas, que pueden generar conflictos de intereses, abusos
de autoridad o corrupción.
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- Los “sumideros” éticos, donde la ambigüedad o la falta de controles o normas
suelen ser los principales causantes de muchos de estos conflictos. Toda norma
debe tener su control y seguimiento.
- La falta de transparencia, que impide reconocer los malos comportamientos
que hayan podido cometerse al calor de buenos resultados.
La reputación corporativa, y la importancia que ha alcanzado en la empresa actual,
expresa esa nueva racionalidad porque la reputación armoniza la lógica de los
beneficios y del retorno de la inversión con la del resto de los factores de reputación
incluidos la ética y la sostenibilidad. En este sentido los beneficios son fruto de la
confianza que los profesionales pueden generar, una vez que el producto y la persuasión
han dejado paso a relaciones comerciales donde la desconfianza y el desafecto son las
causas que hay que superar para generar los beneficios.
Para poder gestionar y controlar de una manera activa esos riesgos las empresas se
deben convertir en agentes éticos de primer orden, ya que en esa voluntad de incorporar
los valores de la empresa en las conductas profesionales, activa los mecanismos éticos y
transforma los valores en hábitos de comportamiento, aumentando el nivel ético de sus
empleados. De esta forma se pone en funcionamiento pautas y métodos éticos que
aumentan la sensibilidad y la conciencia y sustituyen las acciones automáticas, basadas
en las creencias morales, en conductas conscientes éticas influidas por valores
transformadores.
Hay que tener en cuenta que cuando una persona entra en una empresa intenta
sincronizarse con los valores de la organización para, en lo posible, identificarse con su
cultura corporativa y adaptarse adecuadamente a su forma de funcionamiento. Así
aprende como se consiguen los resultados, qué formas se utilizan para conseguirlos y la
importancia de los medios permitidos. Según la fuerza de sus principios y la calidad de
sus valores, así como el entorno laboral, seguirá unas pautas u otras.
Por eso es necesario formar su conducta con las normas y los valores de la empresa.
Además se necesita desarrollar un entorno ético para que la práctica no esté en
contradicción con la teoría, ya que las fuentes más importantes para entender la forma
de trabajar en la empresa la facilitan su jefe y sus compañeros que forman su entorno
laboral más próximo.
Para conseguirlo las empresas utilizan los elementos de la cultura que pasan de ser
meramente un objeto decorativo a desarrollar un papel determinante en la formación del
comportamiento de los profesionales ya que cada vez tienen más importancia los
elementos culturales a los que deben acudir los profesionales para poder encontrar
puntos de orientación. Esto implica que las empresas se tienen que enfrentar a nuevas
formas de motivación, liderazgos mas emocionales y gestión de equipos más complejos,
donde además de cuestiones técnicas y de procedimientos se incorporan emociones,
actitudes y posiciones vitales.
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La cultura corporativa está tomando una gran importancia estratégica en las
organizaciones por distintos motivos:
- Porque los profesionales deben involucrarse más en su trabajo para
conseguir mejores resultados y eso implica incorporar emociones, valores y
sentimientos personales que generan una mayor sensibilidad profesional.
- Porque las empresas son más vulnerables a las miradas externas y en
consecuencia tienen una mayor fragilidad en su imagen y necesitan ordenar y
dirigir las conductas a través de los valores corporativos y los códigos de
conducta.
- Porque sus objetivos se han vuelto multifocales y además de la exigencia de
obtener altos beneficios deben cubrir parcelas sociales y medioambientales y
esto exige tener que explicar como se obtienen los resultados.
- Porque las nuevas exigencias legislativas, donde las empresas pueden ser
condenadas penalmente, determina la formalización de los “guardianes del
cumplimiento” que deben cuidar y prevenir las malas prácticas y la falta de
integridad de sus profesionales, para evitar males mayores y pérdida de la
imagen social.
- Porque todos los factores van construyendo una cultura corporativa rica,
compleja y variada, donde cada vez es mas necesario saber interpretarla y poder
orientarse, para elegir el camino mas directo que nos lleve a los resultados, y
saber donde se encuentran las soluciones y se evitan los problemas.
La cultura corporativa debe enfocarse a gestionar y minimizar los nuevos riesgos
señalados derivados de la forma de trabajo y conseguir un nivel de confianza elevado
entre los profesionales y con los clientes. La confianza es imprescindible para retomar
la nueva forma de establecer relaciones comerciales, basadas en resultados que
satisfagan a las dos partes y volver así a establecer el equilibrio win-win para optimizar
la reputación que no es más que una garantía de establecer acciones justas y duraderas.
La confianza se genera a partir de la fiabilidad que permite ser previsible y cubrir las
expectativas concretas y precisas que el cliente pueda tener. Según señala Stephen M.R.
Covey “La primera onda de la confianza, la confianza personal, tiene que ver con la
credibilidad: con desarrollar la integridad, la resolución, las capacidades y los resultados
que le hacen resultar creíble, tanto para usted como para los demás”.
Esta confianza se traduce en desarrollar un entorno de integridad y cumplimiento
que permita formar a personas íntegras que sepan cubrir las expectativas
generadas en los procesos de venta y cumplir los compromisos que llevan consigo.
Significa desarrollar un escenario ético donde solo tenga cabida los
comportamientos íntegros y las buenas prácticas que consoliden un nivel de
conducta profesional excelente. Estamos hablando de las empresas responsables.
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Actualmente las organizaciones están empezando a movilizar y desarrollar una cultura
de integridad a través de dos grandes enfoques:
Integrity approach (enfoque de integridad)
Buscar el compromiso voluntario con unos valores compartidos y la asunción personal
de responsabilidades para favorecer una conducta responsable. Cultura de valores
corporativos, dirección por valores, visibilidad de las buenas prácticas. Integrar
actuaciones éticas como mejora de resultados.
Compliance approach (enfoque de cumplimiento)
Establecer sistemas de incentivos y castigos para que las personas cumplan las normas y
se pueda prevenir las conductas ilegales. Códigos éticos de conducta, principios de
actuación o “credos de empresa”. Para conseguirlo se están instalando en las
organizaciones controles, normas y procedimientos que permitan evitar malas prácticas
y visibilizar las zonas ambiguas o difusas que permiten cierta opacidad y, en
consecuencia, aumentar los nuevos riesgos que las empresas deben minimizar sino
eliminar de raíz. Para ello se basan en tres columnas vertebrales que están llegando de
manera irreversible a través de las directivas europeas que buscan dotar de herramientas
de control a las organizaciones para tener controlados las nuevas formas de riesgo: El
sistema de Ethics & Compliance, el código de Buen Gobierno y las políticas de RSC.
De esta forma se está consolidando como elemento de medición de la integridad de las
organizaciones el “tono ético” . Se trata de un concepto que se relaciona con la cultura
de una empresa sobre la necesidad de observar ciertos estándares éticos en el desarrollo
de los negocios.
La integridad profesional es una parte muy importante en el establecimiento del tono
ético en las organizaciones. No solamente porque las personas son las que determinan el
nivel del tono ético, sino también porque al aumentar el nivel de compromiso de los
profesionales, éstos interaccionan con la cultura de la empresa y activan las políticas
que van sosteniendo un clima y un escenario cada vez más integrado.
Esto enlaza directamente con el cumplimiento de la legalidad (como una manifestación
más de ética). Sus objetivos no se circunscriben a la reducción de la probabilidad de
comisión de delitos sino a establecer una cultura de Ethics &Compliance en las
organizaciones.
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6. El mecanismo ético: valores y competencias
Para definir los valores, competencias y habilidades, que se necesitan para alcanzarlo,
diseñamos un mecanismo ético, basado en hábitos, que permite garantizar un resultado
que da valor en términos de acción.
El mecanismo ético se compone de tres partes que relacionan dos a dos los centros de
acción que generan los comportamientos:
“Decir lo que piensas”
“Hacer lo que dices”
“Pensar lo que has hecho”
Este mecanismo tiene un movimiento circular ya que se establece una función de feedback para garantizar el aprendizaje de los resultados obtenidos y, en consecuencia, se
retroalimenta de la realidad (acción) actualizando el pensamiento e iniciando
nuevamente el proceso ético.
La metodología de trabajo consiste, en primer lugar, en buscar una definición clara y
fácilmente comprobable de cada uno de los tres pasos del mecanismo ético. En segundo
lugar se van analizando los valores que lo determinan. Estos valores van a estar
sustentados en una serie de competencias profesionales que permiten garantizar las
metas esperadas y evitar los obstáculos tanto internos como externos que pueden poner
en peligro la consistencia de cada parte.
Fuente: elaboración propia
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1. Decir lo que piensas: honradez
CREDIBILIDAD
El primer hábito “decir lo que piensas” busca asegurar que el mensaje, que nos obligará
hasta el resultado, sea el más exacto y completo posible e incluya todas las intenciones
reales que se han pensado y los resultados que se quieren conseguir. El objetivo que se
busca es generar credibilidad. Persigue eliminar los miedos o las intenciones oscuras
que pueden adherirse a ellos y que constituyen muchos de los puntos ciegos que nos
acompañan en nuestras decisiones. Hablaremos del primer valor ético que hay que
desplegar para conseguirlo, que es la honradez.
Los obstáculos a superar están determinados por las relaciones sociales y la falta de
valentía para defender nuestros criterios. Estas limitaciones obligan a disimular nuestras
intenciones y buscar una aprobación de las mismas a través del engaño o la
ambigüedad. Los problemas habituales suelen estar relacionados con las mentiras, el
oportunismo o la superficialidad. La fortaleza que genera unos buenos principios y una
sana autoestima permite derribar esos obstáculos y actuar a cara descubierta.
Muchos de los malos entendidos, que suelen transformarse en conflictos agudos, nacen
en este paso. Al modificarse el mensaje y verbalizarlo ante terceros estamos informando,
dando expectativas, de una forma de actuar que luego será diferente, ya que la idea inicial
lo es. Esto nos suele convertir en personas poco consistentes, ya que tanto el lenguaje no
verbal como la imagen que se tiene de nosotros suelen delatar la incoherencia entre lo
pensado y lo hablado. Esta falta de sincronía se observa en algunos políticos o personas
públicas que se hacen poco creíbles al ser delatados por sus movimientos.
Entre las competencias necesarias para conseguirlo está la asertividad que es un buen
medio para superarlo, ya que permite defender tus argumentos sin dañar a los demás.
Para ello es necesario tener confianza en uno mismo y la seguridad de que nuestras
intenciones son legítimas. Saber comunicar y detallar de manera clara y empática
nuestros objetivos permite canalizar las expectativas en su justo término.
Podemos resumir indicando que este hábito se construye con inteligencia emocional
fundamentalmente, ya que la relación con los demás está en el centro de la acción: lo
más importante es que se entienda el mensaje para que sea homogéneo con nuestras
acciones.
2. Hacer lo que dices: coherencia
COMPROMISO
El segundo hábito “hacer lo que dices” busca fortalecer el camino hasta la acción para
dirigirnos sin desviaciones hacia el objetivo prometido. El objetivo que buscamos aquí
es cumplir con lo pactado. Para ello es necesario mantener un compromiso permanente
con la verdad y no engañarnos a nosotros mismos. Este recorrido es el que mas
obstáculos puede presentar porque contiene una promesa verbalizada que hay que
conseguir. Por eso el valor ético que hay que desarrollar en esta parte es la coherencia.
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El mayor enemigo es la propia inteligencia que ante la dificultad de alcanzar la meta va
tejiendo de manera sibilina y apenas consciente una red de argumentos razonados para
construir un cambio de rumbo que mejore la relación con razones subjetivas. Otras
veces se produce desactivando la conciencia y construyendo una realidad paralela que
oculta la verdadera meta, debido a los filtros mentales, los puntos ciegos o las
desconexiones morales.
Este hábito tiene como objetivo fortalecer el camino hasta la acción evitando la
tentación de distorsionar los motivos haciendo algo contrario o distinto a lo que estoy
diciendo. Verbalizo que voy a hacer una cosa y luego hago una cosa diferente. Es la
segunda parte del camino de la idea hasta la acción. En este caso la situación es mas
evidente ya que hemos señalado el resultado y por lo tanto los demás pueden ver lo que
has hecho y evaluarlo con lo que has dicho que ibas a hacer y comprobar si es
coincidente. Entre los problemas más habituales en este paso están el engaño, la falta de
información o el abuso de contrato.
Las competencias para optimizar este hábito están relacionadas con las fortalezas y las
debilidades de cada uno para prometer cosas que se puedan cumplir. Por eso en primer
lugar se deben desarrollar competencias relacionadas con un conocimiento de si mismo,
como el autoconocimiento, la autorregulación y la motivación. En segundo lugar es
necesario desarrollar competencias relacionadas con el propio proceso que nos
conduzca a la promesa cumplida. Saber diseñar un plan de actuación realista es
imprescindible para conducirse de manera ordenada y consumo razonables de recursos
hacia los distintos hitos. El enfoque correcto y la forma de resolver los problemas es
otra competencia necesaria porque sin duda irán apareciendo problemas que nos pueden
desviar o detener, Podemos resumir diciendo que este hábito se construye con
inteligencia racional fundamentalmente.
3. Pensar lo que has hecho: responsabilidad
CONSECUENTE
El tercer hábito “pensar lo que haces” busca analizar los resultados obtenidos para saber
donde se puede mejorar y como aprender de nuestros para cambiar la mentalidad y
detectar qué valores y competencias debemos mejorar, incorporar o eliminar. El
objetivo que se busca es ser consecuente con nuestros actos y hacerse cargo de las
consecuencias. Hacerse cargo de las consecuencias y analizarlas para mejorar las ideas
o rectificar algunos factores valorativos que pueden estar perjudicando las respuestas
obteniendo resultados no esperados. Para ello hace falta tener sinceridad en nuestras
relaciones, reconocer cuando cometemos un error de forma pasiva o activa o afrontar
con valentía los conflictos que puedan ocurrir. El valor ético que hay que desplegar para
conseguirlo es el de la responsabilidad.
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Este hábito es vital para reconocer y examinar nuestros actos dentro de la cadena causaefecto, ya que la complejidad del mundo financiero impide conocer el alcance de
nuestras acciones a terceros y en consecuencia elimina la reflexión ética de valorar las
consecuencias.
Las competencias que se deben desarrollar para optimizar este hábito están relacionadas
con la forma de interactuar con la realidad de los hechos. No consiste en hacerse cargo
de las consecuencias solamente, sino en aprender de ella para ser consciente de la
necesidad de cambiar nuestra caja de valores, evitando que sigan en ella algunos que ya
no se necesitan, otros que claramente nos están perjudicando y añadiendo otros que se
van necesitando. Para aprender es necesario evaluar, de una forma realista los
resultados. Y por ello es imprescindible generar feed-back para comprobar, a través de
los resultados, nuestra fiabilidad y los cambios que debemos realizar.
Estas competencias son difíciles de incorporar porque están relacionadas con la forma
de actuar y exigen un análisis riguroso de la conducta obviando los prejuicios, la
explicación tendenciosa de los resultados y los puntos ciegos que somos incapaces de
descubrir. La mayoría de nosotros apenas llevan a cabo este análisis interno y por eso
seguimos acumulando valores sin hacer limpieza de aquellos que ya no son necesarios o
que son perjudiciales. La activación de la conciencia es imprescindible en este hábito
así como la humildad de reconocer los errores cometidos o las mejoras que nos pueden
ayudar a mejorar los comportamientos.
Conocer la opinión de los demás en el análisis de nuestra actuación es muy importante
para saber de forma desapasionada cuales son los puntos a mejorar y las razones de la
aparición de obstáculos debidos a limitaciones mentales, creencias inciertas o prejuicios
arraigados. Esto implica saber gestionar nuestros prejuicios, conocer los mecanismos
del desaprendizaje y estar dispuesto a modificar nuestros hábitos más enraizados.
Aprender a desaprender toma en este paso un protagonismo importante, porque es el
momento de analizar nuestros comportamientos y actuaciones. Conocerse para cambiar,
a través de los resultados obtenidos y esperados. De esta forma podemos trabajar
nuestras creencias, prejuicios y errores.
La inmediatez en que vivimos y el cortoplacismos que nos acecha en cada esquina nos
dificulta comprobar, en el medio y largo plazo, qué acierto tuvimos con las decisiones
pasadas y, en consecuencia, nos impide saber rectificar. Por eso muchas de nuestras
acciones que podían ser mejoradas con pequeños cambios o afinaciones sustituyendo las
partes ineficaces, conviven con nosotros durante toda la vida sin darnos cuenta del daño
que nos hacen. Podemos resumir diciendo que este hábito se construye con inteligencia
ética fundamentalmente, ya que debe explorar, reconocer y actuar en los suburbios de la
mente y en los canales oscuros del comportamiento.
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Bibliografía
Campomanes Calleja, Enrique y Díaz Marcos, Luís (2013). Ética empresarial. Ideas,
reflexiones y casos. Editorial Universitaria Ramón Areces.
Covey, Stephen M.R. (2007). El factor confianza. Paidos.
Covey, Stephen R. (2012). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Paidos.
Damasio, Antonio (2014). En busca de Spinoza. Destino.
Marcus, Gary (2010). KLUGE: La azarosa construcción de la mente humana. Ariel
Seidman, Dov (2013) HOW. Aguilar.
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