Extractos del capítulo 2 del Informe de Desarrollo Humano

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Extractos del Capítulo 2. Expansión: la guerra en las regiones
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD
El conflicto, callejón con salida
Informe Nacional de Desarrollo Humano, Colombia - 2003*
A. Expansión del conflicto
Aunque parece obvio que el conficto ha tendido a expandirse con el paso del tiempo, no es fácil
precisar “dónde” se ubica o “cuándo” llegó a determinada zona: las mediciones de incidencia o
intensidad de la guerra son discutibles, los límites entre “regiones” son borrosos y la movilidad
geográfica es connatural a los actores armados. Por eso, si bien los mapas elaborados para este
Informe se basan en los mejores indicadores disponibles1., la intención del ejercicio es más
ilustrativa que estadística.
En efecto, se trata de mostrar a grandes rasgos la secuencia de regiones donde la acción armada
ha ido ganando o perdiendo intensidad. Más exactamente, dado que las “acciones armadas”
tienden a concentrarse en zonas en disputa, los mapas describirán el desplazamiento geográfico
del conflicto más que las zonas bajo firme control de alguno de los bandos. 2
1. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
Los 70. Desde su nicho inicial (Pato, Guayabero, Ariari...), las FARC se extendieron hacia el
oriente, por los frentes de colonización del Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo, y desplegaron
fuerzas a lo largo del río Magdalena, desde sus nacederos en el Huila y sur del Tolima, hasta el
Magdalena medio, especialmente Puerto Boyacá (Boyacá), Yondó (Antioquia) y la región del
Chucurí (Santander). También crearon muy temprano un frente en Urabá, aprovechando la
concentración de trabajadores del eje bananero y el conflicto causado por la distribución de la
nueva riqueza (Mapa .2.1 ).
Durante la primera mitad de la década, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc)
movilizó cerca de un millón de afliados para presionar la reforma agraria prometida por el Frente
Nacional. El movimiento actuó en todo el país, pero especialmente en la Costa Atlántica,
Magdalena medio, Valle, Tolima, Cauca, Meta, Caquetá y Arauca. De manera por demás
significativa, las FARC no encontraron acogida en aquellos municipios donde la organización
gremial tuvo más fuerza. Sin embargo, con la crisis de la Anuc en la segunda mitad de los 70, no
sólo las FARC, sino especialmente el EPL y el ELN sustituyeron el liderazgo rural, radicalizaron
*
Este documento es un extracto del capítulo 2 Expansión: la guerra en las regiones del Informe Nacional de
Desarrollo Humano – Colombia – 2003 que se encuentra en:
http://www.pnud.org.co/2003/Informe_2003_completo_optimizado.pdf
1
El registro más detallado es el número y tipo de acciones armadas por municipios y años que desde 1985
lleva el Observatorio de Derechos Humanos, hoy adscrito al programa presidencial de los Derechos
Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Vicepresidencia de la República. Este registro incluye
combates, emboscadas, ataques a poblaciones, ataque a instalaciones militares, atentados contra la
infraestructura y actos de piratería terrestre. Con esos datos el Informe elaboró un conjunto de mapas que
permite ilustrar la distribución geográfica y la frecuencia de las acciones armadas. En convenio con el
programa y el Dane, los mapas fueron actualizados hasta el año 2002.
2
El lector interesado encontrará una secuencia más completa de mapas en la dirección
http://indh.pnud.org.co
1
al campesinado y expandieron su influencia en las regiones donde aquel había sido politizado en
pos de la reforma agraria.
El salto de las guerrillas desde las regiones de colonización a las de latifundio tradicional fue pues
una consecuencia no intencional de haber frustrado la reforma agraria desde 1972 y haber
desorganizado y reprimido el movimiento campesino desde 1975, hechos que abrieron una
oportunidad a la insurgencia para capitalizar la frustración popular. El Mapa 2.2 ilustra la
frecuencia de los con.ictos por la tierra entre 1890 y 1995, que tuvieron lugar en las regiones
dominadas por el latifundio ganadero.
Los 80. Bajo la tregua pactada con el gobierno Betancur, las FARC siguieron profundizando su
in.uencia en las regiones de dominio tradicional y abrieron nuevos frentes en la región central del
país, para cumplir con la decisión de la VII Conferencia de Comandantes (1982) de acercarse a
las ciudades, especialmente a Bogotá, Medellín y Cali. El activismo político de las FARC fue más
abierto y muchos simpatizantes salieron de la clandestinidad para apoyar a la Unión Patriótica
creada para buscar representación electoral en las áreas de influencia guerrillera.
El Bloque Oriental (Meta, Guaviare, Guainía y Caquetá) se encargó de regular el mercado de
coca a cambio de un impuesto a los cultivadores y compradores. Durante la segunda mitad de la
década, el Bloque libró una guerra contra el grupo paramilitar con epicentro en San Martín, Meta;
este grupo eliminó a muchos integrantes de la UP en los municipios de la cuenca del río Ariari.
En el Magdalena medio, parte de las guerrillas liberales de los años 50 se habían inclinado hacia
las FARC; así, ya en 1964 éstas fundaron su IV Frente, con bases en Puerto Boyacá, Cimitarra,
Landázuri, San Vicente del Chucurí, Yondó y otros municipios. A partir de estos inicios, la
búsqueda de más recursos o “impuestos de guerra” sobre la ganadería y la minería aurífera llevó a
las FARC a expandirse hacia el bajo Cauca antioqueño, para crear un corredor de paso hacia el
sur de Córdoba y Urabá. Igualmente extendieron su influencia en un corredor hacia el norte, que
unió la ruta del sur del Cesar, pasando por Ocaña hacia la región del Catatumbo (Norte de
Santander) y el norte del Cesar, hasta terminar en Magdalena, entre la ciénaga grande y la Sierra
Nevada de Santa Marta.
El Bloque Sur operó en las cordilleras del Tolima, en la mayoría de municipios del Huila, en unos
pocos del Valle, en el Cauca y en el norte de Putumayo y Nariño. En años más recientes su
objetivo ha sido el de asegurar el corredor que va del Amazonas a la región pacífica, el cual es
una ruta crítica del narcotráfico.
Desde 1982, cuando se hallaron yacimientos petrolíferos en Cusiana y Caño Limón, las FARC
comienzan a fortalecer su presencia en Arauca y Casanare, junto con el ELN. Cundinamarca y
Boyacá, en la región andina central, tuvieron acción armada de las FARC en sus fronteras con el
Magdalena medio y con los llanos orientales. En el páramo de Sumapaz, parte del distrito capital
de Bogotá, las FARC han conservado una zona de refugio y corredor de paso desde los frentes del
sur hacia la ciudad (Mapa 2.3).
Los 90. En diciembre de 1990 el ejército ocupó el campamento central de las FARC en Casa
Verde, municipio de La Uribe (Meta), en la frontera sur del páramo de Sumapaz. Este ataque
dispersó al mando central de las guerrillas, las cuales respondieron con un aumento excepcional
de los ataques en todas las regiones: mientras en 1990 las FARC habían realizado 280 ataques en
120 municipios, en 1991 realizaron 668 ataques en 243 municipios (Cuadro 2.1). La escalada
ofensiva se concentró en tres regiones: el Magdalena medio, en la confluencia entre Santander,
Antioquia, sur de Bolívar y sur del Cesar; en la región de Córdoba, Urabá y noroccidente
2
antioqueño; y en la región donde confluyen Meta, Guaviare y Caquetá, al oriente de la Cordillera
Oriental.
A partir de 1991 año de mayor frecuencia de acciones armadas en el Magdalena medio, las FARC
comenzaron a disminuir su presencia en la región, sin desaparecer de ella. En Urabá y norte del
Chocó sus acciones se incrementaron lentamente entre 1991 y 1994, y se intensificaron desde
1995 hasta un grado máximo en 1997; a partir de entonces, aunque se mantienen, han tendido a
disminuir. En el norte del Cesar y Magdalena hubo acciones armadas de mediana intensidad hasta
1997, cuando se intensi.caron hasta su mayor frecuencia en 2001. La misma pauta siguió la
región del nororiente, en Norte de Santander y Arauca, pues la presencia armada de las FARC
aumentó notablemente a partir de 1997 hasta llegar al máximo en 2002.
Cuadro 2.1. Acciones de los grupos armados 1985 – 2002
FARC – Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1985
16
61
95
1986
21
100
152
1987
23
130
237
1988
23
129
209
1989
22
85
150
1990
22
120
280
1991
26
243
668
1992
23
216
423
1993
26
196
350
1999
29
299
684
2000
29
326
888
2001
28
336
1032
2002
30
444
1873
1990
19
161
385
1991
19
140
316
1992
18
135
426
1993
22
115
327
FARC – Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1994
26
216
389
1995
28
217
521
1996
28
233
609
1997
30
265
706
1998
27
259
597
ELN – Ejército de Liberación Nacional
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1985
10
34
56
1986
17
60
162
1987
19
75
197
1988
16
127
357
1989
20
137
314
ELN – Ejército de Liberación Nacional
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1994
18
113
310
1995
20
136
425
1996
22
145
462
1997
21
153
460
1998
21
135
347
1999
18
146
369
2000
21
190
579
2001
19
184
540
2002
18
156
420
1989
20
96
196
1990
18
89
151
1991
18
63
109
1992
nd
nd
nd
1993
nd
nd
nd
Autodefensas
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1985
18
74
153
1986
23
96
260
1987
20
72
141
1988
23
120
242
Autodefensas
Departamentos afectados
Municipios afectados
Total acciones realizadas
1994
nd
nd
nd
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
nd
nd
6
11
17
20
25
23
nd
nd
12
42
42
97
150
104
nd
nd
15
55
55
158
240
139
Fuente: Observatorio de Derechos Humanos – Vicepresidencia de la República
3
En la región amazónica, esta guerrilla disminuyó la frecuencia de acciones en 1992 y 1993, para
aumentar desde 1994 hasta su nivel máximo en 1997. Los cinco municipios de la zona de
distensión no tuvieron hechos de armas entre 1999 y 2001, aunque toda la periferia del Meta,
Caquetá, Guaviare y Putumayo vivió un aumento de las acciones hasta su nivel máximo en 2001.
La región central de Cundinamarca, Boyacá, norte del Tolima y el eje cafetero tuvo una
frecuencia irregular y de baja intensidad a lo largo de la década. La región suroccidental integrada
por el sur del Tolima, Huila, Valle, Cauca y Nariño presenció una frecuencia mediana hasta 1998,
cuando aumentó hasta su máximo en el 2000.
En 2002 la mayor frecuencia de acciones de las FARC se dio en Arauca, seguido por Caquetá,
Ariari (Meta), Guaviare, norte del Cesar, Magdalena, oriente del Cauca y sur de Nariño (Mapa
2.4).
En breve, la secuencia de mapas muestra cómo las FARC fueron llegando con sus acciones a casi
todo el territorio nacional y cómo, con altibajos, han pretendido afirmar su control de manera más
o menos sucesiva sobre: i) otras zonas de colonización, a partir de sus nichos de origen
(Amazonia, Orinoquia, Magdalena medio); ii) partes altas de las cordilleras (sobre todo la
Oriental) que forman corredores desde su retaguardia hacia los centros urbanos, agrícolas o
mineros que van cobrando importancia; iii) zonas de bonanza agrícola o minera (en especial
banano, coca, amapola y petróleo); iv) zonas de campesinado en crisis (Cauca, Boyacá, viejo
Caldas...); y v) centros urbanos, mediante milicianos y acciones de comandos.
2. El Ejército de Liberación Nacional (ELN)
Los70. El ELN nació en San Vicente del Chucurí (Santander) como un pequeño foco
insurreccional en 1964. A finales de los 70 esta guerrilla se extiende hacia el lado occidental del
río Magdalena, pasa por el sur de Bolívar y se sitúa en el nordeste y el bajo Cauca antioqueño. La
serranía de San Lucas va a convertirse en su epicentro; es la llamada “Sierra Maestra
colombiana”, que entre el Magdalena medio y el bajo Cauca es el eje del control sobre el
noroccidente colombiano.
Al eje horizontal formado entre Santander y Antioquia, que se apoya en la serranía de San Lucas,
se añade el eje vertical de la frontera con Venezuela, que une a Norte de Santander con el Cesar y
Arauca. Estas regiones coinciden con la geografía del petróleo y el carbón, de los cuales el ELN
ha obtenido sus principales rentas. Ambos ejes configuran el territorio histórico donde este grupo
tiene más arraigo entre la población campesina, formada en su mayoría por colonos y
trabajadores migrantes.
La acción armada en la Costa Atlántica se extiende por un corredor que une el sur de Bolívar con
los montes de María, y otro con dirección hacia Urabá desde el bajo Cauca antioqueño. Hacia el
sur del país, el ELN creó otro corredor que pasa por el Valle, Cauca y Nariño. Sus acciones
armadas en estas áreas de expansión han sido irregulares y en muchos municipios su presencia es
esporádica.
Los 80. El ELN no acordó la tregua con el gobierno Betancur y dedicó esos años a consolidar su
influencia entre el campesinado del nororiente y la Costa Atlántica. Con la consigna de la
construcción del poder popular en lo local, promovió la creación de cabildos que debían asumir
el control de las administraciones y los fiscos municipales. En 1986 y 1987 organizó dos paros
campesinos que bloquearon el transporte vial y obligaron al gobierno a negociar reivindicaciones
4
locales con sus representantes. Durante estos años el PNR, que coordinó la inversión rural con
participación de las comunidades y sin la mediación del clientelismo, sirvió para contrarrestar la
influencia del ELN entre los campesinos (Mapa 2.5).
Los 90. Desde comienzos de la última década, la actividad militar de esta guerrilla se ha sostenido
con regularidad en sólo seis departamentos: Norte de Santander, Cesar y Arauca, fronterizos con
Venezuela; Casanare, Santander (Magdalena medio) y Antioquia (Magdalena medio). En otros
departamentos su acción ha sido irregular, lo cual refleja poca inserción en la población y expresa
su debilidad frente a fuerzas adversarias.
En especial, el ELN fracasó en su proyecto de asentarse en medio del latifundio ganadero de la
Costa Atlántica. En Córdoba realizó acciones hasta 1991, luego actuó muy poco en 1993 y a
partir de ese año dejó de operar hasta 1998, para volver a la inactividad. En Guajira no actuó entre
1994 y 1999 y sólo esporádicamente atacó la infraestructura carbonífera de El Cerrejón. En Sucre
ha tenido una presencia inestable que fluctúa entre las tres subregiones del departamento: el golfo
de Morrosquillo, donde termina el oleoducto Caño Limón-Coveñas, los montes de María (Ovejas,
San Juan Nepomuceno) y La Mojana. Una pauta similar siguió en Bolívar, oscilando entre la
región de los montes de María (San Jacinto, El Carmen), la Depresión Momposina y el sur,
colindante de la serranía de San Lucas. Después de 1994, el ELN casi desapareció de la región
Caribe, pues la disidencia llamada “Corriente de Renovación Socialista”, que agrupaba a muchos
veteranos de las luchas agrarias, acordó su desmovilización.
La región del litoral pacífico refleja con mayor claridad la precaria inserción territorial del ELN.
En el Chocó ha tenido una acción moderada en el alto Atrato y alto San Juan. En el Valle actuó
con baja frecuencia en el sur y en ocasiones en Buenaventura, sobre la Costa Pacífica. En Cauca
su acción ha cambiado de municipios a lo largo del macizo colombiano, sin lograr articularse con
los movimientos indígenas. En Nariño ha tenido una mínima actividad que salta de un lugar a
otro y sólo en los últimos años ha afirmado una presencia regular a lo largo de los ríos Patía y
Mira (Mapa 2.6).
3. Los grupos de autodefensa
Podría decirse que el paramilitarismo nace principalmente de la codicia o de la desesperación. De
la codicia, cuando la guerrilla entra a disputar la riqueza de industrias protegidas por ejércitos
privados (narcotráfico, esmeraldas); de la desesperación, cuando los propietarios de la zona no
encuentran otro modo de enfrentar a la guerrilla o cuando el militar concluye que dentro de la ley
no es posible derrotar a la insurgencia.
En efecto, cuando las guerrillas quisieron extorsionar a los primeros grupos de tra.cantes
enriquecidos con las drogas, se encontraron con una respuesta igualmente organizada y virulenta.
En 1982 el cartel de Medellín creó Muerte a Secuestradores (MAS) que actuaba como un
escuadrón de la muerte contra los guerrilleros y sus familiares, y luego como guardián de las
tierras compradas por narcotraficantes, especialmente en el Magdalena medio antioqueño y
santandereano.
Durante los años 80 el movimiento paramilitar se desplegó primeramente hacia otras regiones
donde narcotraficantes habían comprado grandes haciendas y luego hacia regiones de bonanza
agrícola o minera para disputarles la riqueza a las guerrillas. Hacia fines del decenio se había
extendido a Córdoba y Urabá, donde formó las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (Accu);
al nororiente antioqueño, donde creó el movimiento Muerte a Revolucionarios del nordeste; al
Magdalena, alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta; y hacia el sur, en Meta, Caquetá,
5
Guaviare y Putumayo. Abarcaba pues el eje Urabá-Córdoba-bajo Cauca- Magdalena medio-Meta
y era perceptible el propósito de expansión adicional, con la fundación de escuelas de
entrenamiento en Puerto López (Meta), en Cimitarra y en Puerto Boyacá (Mapa 2.7). Aunque al
principio fue financiado básicamente por traficantes asociados con el cartel de Medellín, el
paramilitarismo recibió apoyo de distintos sectores: otros grupos de narcotraficantes; empresarios
mineros, en especial esmeralderos; grandes o medianos terratenientes y comerciantes de distintas
regiones; dirigentes políticos y algunos integrantes de la fuerza pública. Esta variedad de
orígenes, motivaciones y alianzas se refleja en la diversidad de dinámicas locales:
• En el Magdalena medio se dieron grupos, como el de Puerto Boyacá, inicialmente concebidos
como autodefensa de los ganaderos ante la extorsión de las FARC; otros surgieron con el
propósito de extirpar la guerrilla y sus presuntos colaboradores, a veces en coordinación con
mandos locales de la fuerza pública, y otros más defendían tierras compradas por los
narcotraficantes ante eventuales invasiones campesinas. Hacia mediados de los 80, los grupos
creados en Yacopí, Puerto Boyacá, Puerto Berrío y Cimitarra adquirieron un carácter realmente
ofensivo con el apoyo de narcotraficantes y esmeralderos que habían comprado enormes
extensiones de tierra. Entre la segunda mitad de los 80 y la primera de los 90, las autodefensas
golpearon en buena parte del centro y norte de la región, sobre todo en municipios de Antioquia y
Santander, y especialmente en San Vicente y El Carmen. Desde entonces se han concentrado en
el sur del Cesar, sur de Bolívar, Puerto Wilches, Sabana de Torres (Santander) y Yondó
(Antioquia).
• En Córdoba las autodefensas se articularon con terratenientes, narcotraficantes y algunos
elementos de la fuerza pública. Sus orígenes se remontan al decenio de los 80, como grupos de
reacción ante ataques del EPL o ante invasiones campesinas. La compra de tierras por parte de
narcotraficantes y la consolidación del latifundio ganadero condujeron a la expansión de estos
grupos, que pronto pasaron de la defensiva a la ofensiva.
• Otros grupos fueron creados por empresarios de las esmeraldas, usualmente propietarios de
grandes haciendas ganaderas, que operaron en el sur del Magdalena medio, Boyacá, Casanare,
Meta, Vichada y Cesar. Los paramilitares de origen esmeraldero fueron una fuerza de protección
de las haciendas e intereses mineros y de exterminio de las bases de apoyo de las guerrillas, y en
forma creciente sus dominios coincidieron con las rutas fluviales y terrestres del negocio de la
coca en los llanos orientales.
• En 1996 siete de los principales grupos de origen terrateniente se federaron bajo las AUC que
desplegaron gran iniciativa y expandieron su fuerza a importantes regiones con presencia
guerrillera. Las AUC lograron cortar los corredores que comunicaban el Magdalena medio con
Urabá y en 2001 expulsaron al ELN de Barrancabermeja, mermando su influencia en toda la
región (Mapa 2.8).
En 2002 existían 22 grupos paramilitares repartidos en 28 departamentos, que disputaban el
dominio territorial con las guerrillas (Mapa 2.9).
4. Balance actual
La compleja dinámica descrita en secciones anteriores se traduce en un cierto reparto del
territorio nacional entre zonas de influencia relativa de cada uno de los grupos armados. Aunque
dicho reparto suele cambiar con bastante rapidez, el Recuadro 2.1 presenta una excelente síntesis
de la actual geografía del conflicto, donde las zonas no mencionadas en esencia permanecen bajo
control de la fuerza pública.
6
5. La guerra en las ciudades
Como se verá en el Capítulo 4, los homicidios causados por el conflicto representan apenas un
pequeño porcentaje de las muertes violentas en Colombia. Esta observación es compatible con el
hecho de que la mortalidad sea preponderantemente urbana; por ejemplo, Bogotá, Cali y
Medellín, con menos del 30% de la población, usualmente registran más del 40% de los
homicidios. Distintas teorías subrayan diferentes factores como causantes de la elevada
criminalidad urbana: la rápida modernización, la desigualdad social, la cultura autoritaria, la
influencia de la droga, la impunidad, entre otros (Gómez, 1989).
Pero aunque tales factores también inciden sobre la dinámica del conflicto armado en las
ciudades, ésta obedece a mecanismos bastante más específicos. Así, en orden más o menos
sucesivo, se podrían distinguir seis fases o “estadios” en la urbanización del conflicto
colombiano:
• Primero, las necesarias “redes de apoyo” que proveen servicios de propaganda, reclutamiento,
información, asistencia médica, compras, manejo financiero y similares.
• Segundo, las operaciones puntuales de carácter táctico o logístico (asaltos, secuestros, extorsión,
robo de armas...).
• Tercero, la “guerra sucia” que se traslada del campo o que se ejerce sobre personalidades que
habitan en la ciudad.
• Cuarto (y más peculiar al caso colombiano), la fragmentación de algunas ciudades en zonas,
comunas, barrios o hasta cuadras bajo control de una fuerza guerrillera o paramilitar, donde
incluso practican la “limpieza social”, expulsan o absorben bandas locales y establecen un cierto
“orden”.
• Quinto, y asociado con lo anterior, combates abiertos aunque ocasionales entre guerrillas,
paramilitares y fuerza pública.
• Sexto, el terrorismo y otras “acciones sicológicas” del grupo armado, cuyo objetivo es ganar
visibilidad o forzar cambios de actitud entre la población o las autoridades.
Ya a partir de los 60 y los 70, las FARC y el ELN tenían redes de apoyo urbano integradas por
cuadros y simpatizantes de extracción universitaria, sindical o política, que prestaban los servicios
y ejecutaban las acciones propias de los dos primeros estadios. La fase de “guerra sucia” se fue
agravando con el auge del paramilitarismo desde los años .., y ha incluido batallas por el control
de capitales regionales como Apartadó, Montería, Buenaventura, Cúcuta o Barrancabermeja. Con
la irrupción del narcotrá.co en esa misma época, se añade un creciente nexo criminal al viejo nexo
“político” entre con.icto y ciudad: se agudizan la guerra por los barrios, la cooptación de pandillas
juveniles, los subcontratos para secuestrar o para ejecutar acciones terroristas. Este fenómeno es
más intenso en Medellín, donde se dan combates de todos contra todos (“milicias bolivarianas”
de las FARC, milicias del ELN, “Comandos Armados del Pueblo”, “Frente Revolucionario de
Acción Popular”, autodefensas del “Bloque Metro” y el “Frente Cacique Nutibara”, y unas
sesenta bandas criminales del tipo “La Terraza”). Por último, tras masivos secuestros urbanos
(Cali, Neiva) y ya bajo el actual gobierno, las FARC y el ELN han hecho graves atentados
terroristas en ciudades mayores (Bogotá, Cúcuta, Neiva). Pero vale advertir que, pese a lo
7
anterior, no es verdad que la guerra se haya “trasladado a las ciudades”; la insurgencia, como en
el Capítulo 1, sigue siendo esencialmente campesina.
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