THE READER. EL LECTOR

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♦ THE READER. EL LECTOR. RENDENCIÓN, DEBER Y MORALIDAD.
Desde hace ya muchos años, siempre que me desplazo con agrado a una sala
cinematográfica a fin de disfrutar con el visionado de una película, siento la
necesidad de llevar conmigo una información previa acerca del contenido y
otras características de la cinta que se nos va a proyectar. En no pocas
ocasiones me he respondido con la siguiente frase a la salida del cine, ante
un argumento complejo o de narración poco clara: “sería necesario que el
director explicara a los espectadores el sentido de muchas de las escenas
recreadas en el rodaje, porque a no dudar él si las debe comprender en su
mejor y exacto significado”. La situación se agudizaba (eran otros tiempos)
cuando la película estaba incluida genéricamente dentro de las catalogadas
como de “arte y ensayo” sobre la que todos los compañeros de estudio que
habíamos asistido a la proyección opinábamos, con docta sabiduría, sin
haber entendido prácticamente nada acerca de muchos contenidos y fases de
la trama argumental. En la actualidad la situación es un tanto diferente. La
documentación que puedes hallar en las páginas web de la red digital es
amplísima en su variedad informativa. La prensa también añade
comentarios sobre las películas estrenadas los viernes de cada semana. Y,
por supuesto, las revistas especializadas. Sin citar título editorial alguno, hay
que denunciar que son prácticamente generales las críticas que, tras su
lectura, parece estar dirigidas a un sector de los espectadores
exageradamente cualificado en la materia. Frecuentemente tienes la
sensación de que el analista, de prestigiosa y consolidada firma, está
escribiendo no se sabe muy bien para qué sector de los lectores, porque no
se le entiende casi nada o tal vez aprecias un objetivo del auto-lucimiento,
arrogantemente personal, verdaderamente infantil o criticable por su flaco
favor al objetivo didáctico que todos los especialistas deberían atender. O tal
vez sea que los lectores medios no alcanzamos tan doctos niveles de
exposición emanados desde las cimas olímpicas del séptimo arte. En fin,
tras esta introducción, voy a lanzarme con cauta valentía en dar una opinión
sobre alguna de las películas que están actualmente en cartelera. Me he
decidido por El Lector.
¿Por qué ha sido ésta la cinta elegida? Tal vez porque es de lo mejorcito que
tenemos en la actualidad de las salas, vía Hollywood. Genéricamente
podemos caracterizarla como un drama romántico que subyace de forma
continua en la relación de los protagonistas. Señalemos que el trasfondo del
nazismo y el holocausto judío está presente en la explicación histórica del
personaje protagonista, Hanna Smitz (interpretado con maestría por Kate
Winslet, 33 años en la actualidad, actriz oscarizada por este papel, en los
premios recientemente concedidos en la ciudad de Ángeles, ya en su 81
edición). Distinguimos fácilmente, en la trama argumental, tres tiempos,
perfectamente definidos y relacionados entre si.
El primero, transcurre en los años inmediatamente posteriores a la
finalización de la 2ª Guerra Mundial en Alemania. Años cincuenta. El joven
estudiante Michael Berg (David Kross), de quince años de edad, es ayudado
un lluvioso día otoñal, al sentirse mal de salud cuando vuelve del instituto,
por una mujer adulta de treinta y seis años que trabaja en los tranvías de la
capital germana. Entre ambos se inicia (tras una larga recuperación del
adolescente) una relación afectiva intensa, al margen del conocimiento de la
familia de Michael. Hanna vive sola, sin amistades conocidas, en un
modesto piso de la ciudad. Sus frecuentes contactos sexuales ilícitos, por la
minoría de edad del joven, condicionaron incluso el rodaje, ya que para
grabar determinadas escenas íntimas el equipo de dirección (coproducción
de Estados Unidos y Alemania) tuvo que esperar a que éste cumpliera los 18
años, por los evidentes condicionantes legales. Pero un día Hanna (que
también disfrutaba mucho con las lecturas de autores clásicos que le hacía
su joven compañero) desaparece misteriosamente de su propio domicilio,
dejando en la desolación a su ferviente y ardoroso amante.
El segundo tiempo nos traslada a los inicios de la década de 1960. Han
pasado ocho años. Michael está finalizando los estudios universitarios en
Derecho. En una ocasión, a fin de realizar sus prácticas procesales, ha de
asistir con sus compañeros de estudio a un tribunal donde comparecen en
juicio colaboradores de la Alemania nazi, personas que habían trabajado en
los campos de exterminio de Auschwitz. Para su asombro, entre las
funcionarias acusadas se encuentra Hanna. Tal vez, esta fase de la película
sea la más interesante, polémica y compleja ante la respuesta psicológica de
sus protagonistas. Especialmente en el caso de esta mujer que, acusada de
intervenir en horribles crímenes genocidas, evita defenderse a fin de ocultar
su profundo analfabetismo. En todo caso, en sus inconexas afirmaciones
pospone con simpleza la moralidad al deber.
El tercer y último tiempo tiene lugar en el inicio ya de los 90. Han
transcurrido casi treinta años. Un adulto Michael (interpretado ahora por
Ralph Fiennes), que ejerce de acomodado abogado, se encuentra
atormentado con graves problemas de conciencia por el lastre del pasado.
Sigue leyendo textos y libros antiguos a su único y verdadero amor (hace
años que su matrimonio con una compañera de estudio, del que nació una
hija, se ha roto) pero ahora utilizando grabaciones en audio, que sirven a una
envejecida Hanna (dura caracterización la que ha de soportar un rostro y un
cuerpo como el de Kate Winslet) que sufre una muy severa condena en
prisión, para ir superando sus carencias gramaticales. El desenlace final
es…… propiedad del espectador.
Esta película (con un largo proceso de elaboración en guión y producción)
está basada en la novela titulada El lector, escrita por Bernhard Schlink en
1955. Obra un tanto controvertida y que ha sido utilizada como manual de
texto en las escuelas alemanas. Posteriormente fue traducida a 40 idiomas.
Ha sido dirigida por el inglés Stephen Daldry (1961) autor de la premiada
Las Horas (2002), siendo The Reader su tercera realización. Tiene una
duración de 123 minutos y una fotografía cuyo adusto cromatismo
acompaña y recrea perfectamente el ambiente transicional de dilemas
morales, éticos e históricos.
¿Temas para el debate y la controversia? Citemos algunos. Las ardientes
relaciones sexuales entre una persona adulta, de treinta y seis años, con un
menor de edad que apenas supera los quince. Las responsabilidades morales
e históricas de un criminal y genocida holocausto. El autismo justificativo
de muchos alemanes ante lo que ocurría en su país durante la década de los
treinta y primera mitad de los años cuarenta, referido al siglo precedente. La
contrastada dialéctica entre un estado carencial de analfabetismo real y, al
tiempo, un amor espiritual y conceptual por la literatura y la belleza
gramatical, transmitida con sencillez mediante la simple acústica de las
palabras.
En orden a la finalización de este comentario, debo afirmar que la mejor
crítica a un film es el que uno mismo realiza tras haber presenciado,
lógicamente, el contenido del mismo. Por eso es bueno y enriquecedor ir a
una sala cinematográfica, donde se socializa mejor el visionado y en donde
uno puede compartir otras experiencias, otros sugerentes espacios e
insospechadas y contrastadas vivencias. Es la magia del cine, con la que
podemos soñar, modelar y ampliar nuestra propia existencia.
José L Casado Toro (febrero 2009)
IES Ntra Sra. de la Victoria. Dpto. de Historia
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