El realismo mágico en la casa de los espíritus Si comparamos la casa de los espíritus con otras novelas que la crítica literaria ha considerado unánimemente propias del realismo mágico: Cien años de soledad, Pedro Páramo la distancia con ellas es muy grande, pero pese a que lo real es más convencional en La casa de los espíritus también encontramos rasgos del realismo mágico. Isabel Allende narra a lo largo de la novela, los aspectos mágicos y las duras realidades de la vida de tres generaciones de la familia Trueba a lo largo de los cambios históricos del Chile de principios del siglo XX hasta el Golpe de Estado. Las mujeres de estas tres generaciones tienen una fuerza inusual: Clara es capaz de interactuar con los espíritus y demuestra un dominio cada vez mayor en el desplazamiento de objetos por su fuerza psíquica a lo largo de su vida; Blanca hereda algo de la clarividencia de su madre aunque nunca llega a hablar con los espíritus; Alba también es capaz de llamarlos. Se aprecia en la obra, la mezcla del feminismo con el realismo mágico: cada una de estas mujeres logra escapar de la opresión machista -ejercida por Esteban Trueba- de una forma única y mágica. Clara, al no poder divorciarse, se escapa de su marido sumergiéndose en su mundo espiritual; Blanca estando con el hombre que ama sin importar que fuese enemigo de su padre; y Alba convirtiéndose en una idealista política totalmente contraria a su abuelo. Cada una simboliza una forma de ver la lucha por la igualdad. Lo real y lo sobrenatural aparecen frecuentemente mezclados en la historia desde su inicio, y en ocasiones se entrelazan con comportamientos exagerados y motivaciones psicológicas para crear un halo místico en las situaciones reales. Esto es lo que le sucede en el caso de Clara: la autopsia de su hermana (cuya muerte, además, había previsto) le provoca un mutismo en el que permanecerá durante nueve años. La técnica del realismo mágico, consistente en fundir la realidad narrativa con elementos fantásticos se convierte en la casa de los espíritus en un despliegue de apariciones fantasmales, supersticiones, clarividencias, videncias, y sueños premonitorios que conviven en perfecta armonía con la realidad cotidiana. Esto sucede desde el inicio, en el que se presentará a Rosa como un ser casi de otro mundo, con su piel transparente, sus cabellos verdes y sus ojos amarillos; y, con Barrabás, el perro que no dejaba de crecer. Aunque las capacidades extraordinarias se concentran en las mujeres, también Pedro García es capaz de llevar a cabo acciones que escapan a lógica o al orden natural, como recomponer los huesos de su patrón a pesar, de estar privado de la vista, o acabar con una plaga de hormigas que estaba devastando la hacienda convenciéndolas de que se fueran. Finalmente, es el espíritu de Clara quien interviene para salvar a su nieta del horror que estaba sufriendo al estar secuestrada, torturada y violada por los militares que dieron el Golpe. Alba la había invocado muchas veces para que la ayudara a morir, pero cuando se le aparece es para convencerla de que debe de seguir viviendo y le ofrece la idea de escribir con el pensamiento, lo que le posibilita soportar su situación. Hemos visto como en la novela observamos la mezcla de lo natural -incluyendo catástrofes telúricas habituales en Latinoamérica como el gran terremoto de Chile- con lo sobrenatural, pero no rompe con la perspectiva de la narración realista. Si queremos analizar más en profundidad las características esenciales del realismo mágico que se dieron en los grandes autores encontraremos: Frente al intelectualismo que se dio en los narradores del realismo mágico la casa de los espíritus apela a resortes más fáciles para el gran público, las emociones del lector y un discurso maniqueo en el que unos personajes son los buenos y otros los malos con lo que el lector tiene fácil solidarizarse con los buenos. Es verdad que en la novela hay un predominio del narrador en primera persona, de la subjetividad, de múltiples narradores, pero todo ello muy rebajado, muy asequible, no se da el uso sistemático del monólogo interior de los grandes maestros de la renovación literaria del XX: Joyce, Proust… que influyeron en el realismo mágico y que producen novelas difíciles de leer para el gran público, por su buceo en el mundo interior psíquico, muchas veces difícil de explicar racionalmente (ver teorías del psicoanálisis de Freud). También es cierto que el tiempo está alterado, el final de la novela enlaza con el principio. Que las anticipaciones y retrospecciones son frecuentes. Pero el tiempo de la historia es lineal, nos cuenta unos acontecimientos que son esencialmente históricos, por tanto aunque lo apunta, no encontramos una concepción mítica del universo latinoamericano. El espacio aunque no se sitúe de forma precisa en la geografía no presenta ninguna duda que se trata del desierto de Chile, en el norte, cuando habla de las minas, la gran ciudad seguramente Santiago y del campo chileno para la hacienda, es decir, escenarios realistas no se trata de escenarios imaginarios con un tratamiento poético, mítico o legendario. La violencia está presente en la novela, las hipérboles y exageraciones remiten a un mundo primitivo, bárbaro y de sensualidad desenfrenada, pero más que una forma de indagar en la condición humana, simplemente refleja desórdenes morales, la injusticia social en una circunstancia histórica. Por último el pesimismo característico de la novela del realismo mágico no se da aquí. En la voz de Alba al final de la novela, deja una puerta abierta a la esperanza “quiero pensar que mi misión no es prolongar el odio, sino sólo llenar estas páginas… mientras aguardo que lleguen tiempos mejores”. Para terminar hay que decir que los aspectos mágicos se circunscriben casi exclusivamente a determinados personajes femeninos y dentro del ámbito familiar, sin que resulten sorprendentes para los demás ni afecten al orden establecido.