EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE DOS AGUAS

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EL PALACIO DE LOS MARQUESES
DE DOS AGUAS
INTRODUCCIÓN
El antiguo Palacio de los Marqueses de Dos Aguas, situado en el centro histórico de
Valencia, es sin duda uno de los monumentos más característicos y emblemáticos de la
ciudad, tanto por su belleza arquitectónica como por ser la sede el Museo Nacional de
Cerámica que fundara Manuel González Martí.
El edificio y las ricas colecciones que conserva atraen continuamente la atención de un
gran número de visitantes de todos los países, muchos de los cuales ignoran
posiblemente su origen y el importante papel que jugó en la historia valenciana la
familia nobiliaria que lo hizo construir.
Con este trabajo, pretendemos conocer con mayor precisión la importancia de un hito
urbano tan singular y entrañable para todos los valencianos. Un patrimonio que es, al
mismo tiempo, uno de sus pilares más firmes y poderosos de cara al futuro.
I.
MEMORIA HISTÓRICA DE LA ARQUITECTURA Y DE LA
ORNAMENTACIÓN DEL PALACIO DE LOS MARQUESES DE DOS
AGUAS
El Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias ‘González Martí’ se halla albergado
desde 1954 en un edificio de gran singularidad, único en su género en Valencia, el
Palacio de los marqueses de Dos Aguas, donde los valores plásticos escultóricos y de
ornamento dominan sobre la arquitectura. Originariamente gótico, su actual
configuración es el resultado de las diferentes intervenciones que en la casona solariega
se han venido sucediendo a lo largo de los tres últimos siglos: la reforma barroca de
1745, la remodelación romántica de 1862 a 1867, la rehabilitación para museo de 1950
a 1954 y la ampliación el mismo de 1969 a 1971, con una posterior restauración integral
finalizando la vigésima centuria (1991-1998).
Por otra parte este palacio constituye la mansión de mayor prestancia entre las que
pudieron existir en los señoríos y baronías con que contaron los Rabaça de Perellos y
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los Dasí en el Reino de Valencia, debiéndose dejar constancia del Palacio de los
marqueses de Algorfa que existió hasta principios del siglo XX en Albatera (alicante),
población próxima a Orihuela y que, según Joaquín Berchez, poseía interesantes
portadas renacentistas ‘a la rustica’ con tenante con escudo de armas (una de ellas
integrada hoy en el palacio ducal de Gandía) y ricos artesonados del XVI, de compleja
geometría, que adquirió luego el conde de las Almenas, trasladándolos a Madrid, siendo
uno de ellos vendido a Estados Unidos. También contarán entres otras propiedades, con
diversas casas solariegas en las localidades de Picasent (cuya parroquia de San Cristóbal
estuvo bajo el patronato de los marqueses, señores del pueblo) y de Dos Aguas (antigua
baronía) así como la Masía d’En Conill y el Palacio-Castillo de Bétera, población donde
se encuentra el panteón familiar, y en Valencia, el Palacio de Vives Boil, señores de
Bétera, en la calle de Libreros, hoy edificio de La Bolsa.
Levantado sobre los que fue una necrópolis romana de los siglos I y III y sobre
elementos de época árabe, los orígenes de tan paradigmática edificación (propiedad que
fue de los Rabaça de Perellos) se remontan a los siglo XIBV y XV, según han
demostrado las excavaciones e intervenciones llevadas a cabo en 1996 y que han dado
como resultado el afloramiento de arcos de piedra (uno visible en la planta baja) de dos
patios góticos y de la cimentación de un cuerpo de torre y recalzos medievales en el ala
este así como el hallazgo de diversas escenas policromadas del XIV con decoración
plateresca que se hallaban ocultas por el cielo raso que cubre el techado de los forjados
de la crujía norte, sobre el denominado ‘salón rojo’ del XIX. En anteriores reformas
también habían sido localizados azulejos de la época.
Documentos cartográficos de primera mano, que aportan alguna luz sobre la primitiva
estructura arquitectónica del Palacio de Dos Aguas, son , por una parte, el ‘plano de la
ciudad de Valencia’, dibujado por Antonio Manceli en 1608, que presenta la trama
urbana en perspectiva axonométrica libre, muy convencional, y por otra parte, el ‘Plano
de la Valencia de los Edetanos’, dibujado por el Padre Fray Tomás Vicente Tosca en
1704, delineado en perspectiva axonométrica oblicua o caballera, que goza de un mayor
rigor y exactitud.
Mientras que en el plano de Manceli es parco en pormenores mostrando el palacio de
los Rabaça de Perellos a través de dos crujías largas acodadas con un torreón en la
intersección, el del Padre Tosca (que en 1738 reproducirá José Fortea, con las mismas
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características), apreciado en detalle, evidencia en planta una construcción de cuatro
crujías configurada sobre un cuadrado muy irregular, producto de la unión de varias
propiedades señoriales, situada en la plaza de Mosén Villarrasa, provista de un patio
central y otro posteriores ajardinado que delimitan unas tapias, mientras que
externamente, dos cuerpo de fábrica de tres plantas describen un ángulo recto, en cuyas
fachadas se distinguen huecos rectangulares tanto en el cuerpo bajo como en la planta
sur, montada por una galería de arquillos de medio punto, situado una torre en el flanco
nordeste provista de merlones, fiel y conforme al entramado de las mansiones solariegas
tardomediavales del gótico mediterráneo.
II.
LA REFORMA BARROCA
En torno de 1740 se inicia experimenta en palacio una profunda trasformación basada
en caprichos borrominescos, llevada a cabo por el pintor y grabador Hipólito Rovira y
Meri, sin duda, auxiliados por maestros alarifes. A instancias del III marqués de Dos
Aguas, Giner Rabaça de Perellos y Lanuza de Gilabert.
La vieja casona gótica será renovada, agrupando Rovira los distintos departamentos en
torno de los patrio con poca habilidad, reorganizando las distintas partes de la
edificación en cinco plantas, duplicando las torres y haciendo una nueva redistribución
de las ventanas que serán convertidas en balcones, persistiendo de época barroca una
caja de escalera (hoy cercada) que desde sus arranques en el piso bajo conducía la
segunda planta, que cubre con bóveda valida de forma cupular, hallándose decorada al
fresco, sobre mortero de cal y arena con retoque en seco, con una composición
alegórico-mitológica debida a su mano, evidenciando distintas deidades del Olimpo
inspiradas en obras del pintor Giulio romano, en un canto mitológico a la genealogía de
los Rabaça de Perellós, con relieves escultóricos en las pechinas, de composición
triangular, con atlantes elaborados en estuco, con figuras alusivas a los cuatro
continentes (elefante, cocodrilo, caballo y león), obra de Luis Domingo. En algunas
salas de la planta noble se conservan restos del pavimento setecentista.
El edificio es de obra de ladrillo revestido, con piedra de sillería en el zócalo. La
redecoración del mismo, simétrica respecto del eje central de la portada vendrá dada n
el alzado por la planta baja, que dispondrá de semisótano (donde se emplazaron las
caballerizas) y entresuelo; piso principal, donde se desplegará los salones; planta alta y
desván, añadiéndose una segunda torre en el flanco noroeste, punto en el que se
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retranquea el edificio hacia la hoy plaza de Federico García Sanchís. Grandes vanos
rectangulares capialzados, protegidos por balcones de hierro curvos con apeo en
tornapuntas, se abrirán en los distintos niveles jerarquizados de la fachada, mientras que
ojtan características en la arquitectura del Barroco, con cubierta superior a una vertiente,
de teja árabe.
El Rovira artífice sería también mentor de la fastuosa portada-retablo rococó, de planta
movida y quebrado perfil, de un gran efectismo, delirante de flora y fauna, cuya labra en
alabastro se debe al escultor Ignacio Vergara, de convulsas formas y abigarrada
composición, con alegorías de los vicio y las virtudes, donde se resalta las figuras de
dos atlantes reclinados cuyas posturas recuerdan, como han sugerido el Padre Alfonso
Rodríguez de Ceballo y Joaquín Bérchez – a los broncíneos desnudos de la Capilla
Sixtina de Miguel Ángel, a cuyos pies dos odres vierten agua, en clara alusión a los ríos
Turia y Júcar, que regaban las posesiones de los dueños de la casa en la Huerta de
Valencia, disponiendo el blasón marquesal sobre el dintel de la puerta entre dos hércules
tenantes con mazas, y una escultura de la Virgen del Rosario, en madera policromada,
también de Ignacio Vergara (luego sustituida), en la hornacina del segundo cuerpo,
mientras que sobre el portalón de acceso se colocó una puerta de hierro dieciochesca, de
doble hoja, en la que se labraron las iniciales ‘M’ y ‘’D’, alusivas al Marquesado de Dos
Aguas.
Sobre la portada vergariana, en la planta noble, se colocó un balcón corrido de hierro, de
forma alabeada sobre tres huecos de la fachada principal., apoyado sobre tornapunta
ferrados, que fue eliminado en la reforma romántica; detalle que conocemos por la
existencia de una recia fotografía de hacia 1860, tornada antes de la remodelación
neobarroca afrancesada llevada a cabo en la casona solariega en la segunda mitad del
siglo XIX. El mencionado balcón protegía de las aguas de la lluvia a la portada. Un
grabado de promedios de dicho siglo nos aproxima también a su configuración.
La fachada (por 1750) se decoraba con pinturas mitológicas pintadas de azul, debidas al
genio desbordante de Hipólito Rovira, de similar impronta a las desarrolladas en la
cúpula de la caja de la escalera, que en 1779 fueron repintadas por José Ferrer ‘el
Ferreret’ perduraron, realizadas por Luis Domingo.
Teodoro Llorente se hizo eco de que la Casa de Dos aguas ‘fue considerada en valencia
durante los últimos siglos dechado de nobleza y opulencia’. No es de extrañar, pues, que
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rivalizara en el siglo XVIII con edificaciones de análogo porte, como es el caso del
Palacio de los marqueses de Peñalba (desde 1975 acoge el Barco Urquijo), con su
movida portada de perfil rococó que activa la fachada, en la que fue plaza de las Barcas,
y con otras ya desaparecidas como la Casa del genovés Roque Escotto, Regidor duque
fue de la ciudad, que se hallaba en la calle de San Vicente, junto a la plaza de San
Agustín y arco de San Pablo, decorada en el exterior con pinturas mitológicas por Felipe
Fontana.
El historiador y crítico de arte Antonio Ponz, un ilustrado que abominó el barroco, en su
viaje por España dio noticia en 1774 (de esta fecha data la primera edición impresa) de
la renovación barroca del espacio, destacando que la obra fue muy aplaudida en su
tiempo y que también invento Rovira la portada, en que, siguiendo su raro humor,
representó riscos, arboles gigantescos y otras mil cosas, que no pertenecen a la
arquitectura’. Algún tiempo después, el viajero francés Alexandre de Laborde, en su
Voyage pittoresque et historique de l’Espagne (parís, 1811). Llamará la atención sobre
la magnificencia del interior del palacio, sin embargo, en lo que concierne a la portada,
hará la observación – al igual que Ponz – de que en ella ‘tiene una puerta adonada de un
grutesco de mármol blanco, en que a la verdad reina alguna confusión’.
III.
LA REMODELACIÓN NEORROCOCÓ DEL SIGLO XIX
El quinto marques de dos aguas Giner Rabaça de Perellós y Palafox fallecía en 1843 en
Roma, sin descendencia directa, designado heredero universal a su hijo natural Vicente
Dasí Lluesma (Bétera, 1825 – Valencia, 1893), con el que había convivido largos años
en la ciudad Eterna. Este primer marqués de Dos Aguas de la rama generacional Dasí,
nacido en el palacio-castillo de Bétera- poseedor de una inmensa fortuna, llevará a cao
de 1862 a 1867 la redecoración del palacio al gusto francés del momento que confiarán
en el arquitecto Ramón María Ximenez y Cros. Pese a que tanto el barón de San Petrillo
como Sartu Carreres estimaron también la presencia en las obras del arquitecto Juan
José Fornés Rubanals (hijo del también arquitecto Manuel Fornés y Gurrea), ninguna
referencia documental hemos hallado acerca del mismo. Es posible que, tras el
fallecimiento de Ramón Mº Ximenez continuará al frente de las obra del palacio puesto
que en1866 lo hallamos trabajando en la reedificación de varias casa en la plaza o calle
de la abadía de San Martín.
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Por otra parte, cabe advertir que las torres de la frontera norte del palacio (una época
gótica y otra del momento barroco), antes de acometerse la reforma decimonónica, ya se
hallaban construidas (hecho que sobre la segundase ha vendido dudando) y coronadas
por pináculos , según demuestra una ‘Vista de Valencia tomada desde le punto del Mar0
que dibujó y litografió Alfred Guesdon en 1858, y que aparece reproducida en la obra
‘Lespagne a vol d’oiseau (París, Imp- de François Delarue, 1860)
Unidad decorativa ante un estilo dado, ese es el reto que va a asumir el joven arquitecto
Ramón María Ximenez y Cros (Valencia, 1829-1865), autor e innovador del ambicioso
plan de ornamentación de la fachada neorrococó del Plació de los Marqueses de Dos
Aguas: proyecto conservado en el Archivo Histórico Municipal de Valencia (16), que
data de abril de 1863 y dio a conocer y trató por vez primera Daniel Benito, luego
estudiado por José Luis Ros y posteriormente analizado en profundidad por Javier Pérez
Rojas.
L nueva obra –como ya advirtiera Pérez Rojas- supuso un ejercicio historicista, en el
que primo el criterio de adecuación en el momento de realizar una restitución
arquitectónica o estilística, manifestado el arquitectónico una actitud ecléctica en cuanto
al valor artístico y documental de la pieza.
El proyecto de Ximenez Cros suscitó una aguda polémica antes de su aprobación,
llegando a aseverarse en el extenso informe crítico negativo emitido por Jorge Gisbert
Berenguer, arquitecto inspector del Distrito del Cuartel del Mar (al que pertenecía la
Casa de os dos Aguas), que significa aquella ornamentación, manifestando que ‘es
impropia del siglo XIX y que si no era porque Ramón María Ximenez es amigo y
compañero suyo, pensaría que semejante proyecto se halla concebido y ejecutado por
algún bastardo italiano descendiente de los Barrocos y Berninis’.
El citado Gisbert continuará argumentando que en dicha composición aparece una
confusión de adorno y que la elevada fachada solo puede albergar a las aves nocturnas,
para concluir indicando que el proyecto le sea devuelto a su autor para su
reconsideración. El arquitecto mayor de la ciudad Carlos Spain y Pérez evacuó informa
acerca de lo expuesto por Gisbert, razonando que la obra no debía juzgarse por sujeción
a los principios grecorromanos, sino con absoluta independencia de ellos. Spain
aconseja que la fachada se concluya bajo el mismo estilo que ya tenía, siéndole otorgada
la correspondiéndote licencia de obras al arquitecto Ximenez Cros en 20 de mayo de
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1863, subrayándose en el dictamen que ‘dicho proyecto hará mejor efecto en obra que
en dibujo’.
Ximenez (que no vería concluida la obra, debido a su pronto fallecimiento en 1865) va a
organizar la ornamentación de la fachada palaciega –alas norte y este- retomando el
tema de la rocalla para los jambajes y dinteles de los distintos huecos o ventanas,
abalaustrando el balconaje (de mármol en la planta noble) e impostando los diferentes
niveles, el ultimo (perteneciente a las buhardillas) con amorcillos y crestería de
complicado acroterio y transformando la imagen de las dos torres con grandes
cornucopias en las ventanas, estípites o bichas y frontón partido con personajes
femeninos o pretendiendo seguir en su afrancesada interpretación el orden de la portada
de Ignacio (Vergara.. El proyecto inicial será cambiado no en el estilo propuesto sino en
las variaciones por el decorador José Nícoli, verdadero realizador de toda la
ornamentación dejándolo tal como ha llegado hasta la actualidad, siendo excelentes las
afrancesadas ventanas y contraventanas de madera y muy coherentes los estucos
planchados en calientes, verdes, ocres y grises que realzan los diferentes cuerpos de la
fachada, de un alto grado de elaboración sobre la superficie pintada del muro, que como
ya subraya Georfe Kubler, ambicionado semejar mármol, parecen sedas, adornada con
festoneadas guirnaldas.
Idéntico tratamiento va a seguir el arquitecto en el patio de luces, que sirve de elemento
articulador a partir del cual se desarrollan estancias y salones, de planta trapezoidal,
decora una fuente con un cisne escultural sobre el que cabalga un niño y que media
entre el zaguán y la escalera, un lugar para vivir pero también para recibir. Es el lugar
centro de la vivienda, cuya iconografía no se retira en un otro patio valenciano, y en el
que el mundo de la burguesía –como apostilla Trinidad Simó- nace y se define, y donde
la influencia del clasicismo es patente. Los apuntados ventanales góticos del XV, en la
reforma ochocentista, se transmutan en balconcillos abalaustrados de férreo varillaje
interno. Quicios, boceles y marcos de molduras de sobrepuertas se exornan con
alegorías de barro cocido de porte helenísticos, estimablemente dispuestas y de
ejecución sabia, debidos a los ornamentistas italianos Francini y José Nícoli; alegorías
que, como ya estudiaron en su momento Socorro Moreno y Marta Valverde, desarrollan
todo un programa iconográfico sobre las actividades económicas y artísticas del
marquesado y que aluden a las Artes (la arquitectura y la Escyltura), el trabajo
(representado por una hilandera), la riqueza (con el cuerno de Amaltea o de la
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abundancia), la Sabiduría, la Música, el Comercio (simbolizado por Mercurio, a cuyo
lado aparece el gran adelanto del momento, el ferrocarril, recién traído a Valencia en
1859) pretendiendo con ello representar la realidad y la moral de esta nueva generación.
La puerta, que otorga el paso a la vivienda de la mansión señorial, y que aparece sur
montada por dos altorrelieves femeninos que hacen alusión a la Seda y a la Agricultura,
se halla flanqueada por sendas esculturas en mármol de Carrara, de Santa Inés
(portadora de un corderillo sobre los brazos) y de Ceres, ambas muy clasicista,
albergadas en hornacinas. En la reforma integral del palacio llevada a cabo de 1991 a
1998 el patio será cubierto con un claraboya de cristal para su protección.
Como hemos citado en otro lugar, el director artísticos de la remodelación del palacio
será el pintor José Bret y Giralt, que contará en la empresa con la ayuda de una serie de
escultores, pintores, decoradores y adornistas de los más floreciente del movimiento
romántico en Valencia, para la ornamentación el interior de la casona solariega, siendo
la planta noble la mas intervenida, donde se cubrirán con cielo raso anteriores estancias
y nuevas salas comunicadas entre sí , procediéndose a ocultar las jácenas preexistentes;
techos que serán profusamente decorado a cartabón, mientras que las salas, por lo
general, presentar un mismo esquema de composición ornamental; suelo de taracea de
mármoles. Zócalo del mismo material, paredes recubiertas con estuco marmoleado o
tela y puertas con magníficas labores de carpintería y adorno.
Las diferentes dependencias de la Casa de las Dos aguas (salones y gabinetes) se
decorado mediante la combinación de motivos escultóricos con relieves de yeso y
aguada, y revestimiento de estucos, marmóreos, siguiendo para ello manuales de
ornamentación, mientras que los relieves que compartimentaban espacioso realzaban
con diferentes tondos de oro y con diferente color. El techo se tejió con cielo raso de
cuerda que sirvió de soporte a los lienzos plafonados de José Bel, Plácido Francés,
Salustiano Asenjo y Rafael Montesinos, aplicados por el método del ‘marouflage’
(lienzos pegados y clavados al techo)
En el palacio se procedió a una distribución de las estancias en la que destacaba, en la
planta baja, la cochera, pavimentada con suelo de adoquines hasta poco tiempo atrás,
que confluía a un segundo patio de luces situado en el lado oeste, rodeando por
columnas toscanas sobre las que se posan argos rebajados. Próximos serán habilitados o
reorganizados un picadero 8la plaza, junto a la calle de Prócida, detrás de la iglesia de
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San Andrés, que lleva el nombre de Picadero de Dos Aguas) y un amplio invernadero
que dará acogida a especies vegetales. El edificio será dotado de calefacción, situando la
caldera de combustión en el semisótano.
La escalera de honor, neorrenacentista en la decoración y que sigue las trazas de la
escalares imperiales en la composición, y que da acceso a la planta noble que
confrontaba con la Armería ubicada en el entresuelo, parte de un vestíbulo que
comunica con el patio de luces y con el gran zaguán de entrada y se dispuesto sobre el
mismo lugar donde se hallaba situada la caja de escalera, del siglo XVIII, siendo cegada
y privándola de su armoniosa perspectiva, permaneciendo oculta la cúpula que hacia
1750 pintaba Hipólito Rovira (hoy en segunda planta) por un techo de casetones. De
gran fisonomía arquitec6onica, suelos, balaustradas y balconcillos se resuelven con
labra de mármol italiano. en el arranque de la misma, tres arcos de medio punto, el
central de mayor flecha o alguna, con apeo sobre columnas marmóreas de orden
compuesto, a modo de arco triunfal, rendían pleitesía a los allegados. Avanzando el
graderío y en el eje donde se bifurca en dos tramos la escalera, Almena y Vives
recuerda que grandes pedestales dieron acogida a esculturas de Ignacio Vergara, que
luego fueron a parar a una alquería de Alboraya, para ser posteriormente vendidas a un
coleccionista norteamericano.
La prensa de la época nada dice de tales esculturas, anotando que ‘en el punto en que se
bifurca (la escalera) en dos tramos se levantan marmóreos pedestales sosteniendo
brillantes dos, de clara impronta helenística, mientras que sobre los pañol de las paredes
se ubican pilastras clasicistas, recorridos por un friso de tallos de estuco.
Ya en el planta noble, sobre el dintel de la puerta de ingreso al recibidor, aparecen
sendos escudos de los Rabaça de Perellos y Dasí, flanqueados por tenantes, mientras
que sobre el testero de la estancia un gran nicho da acogida a una estatura de mármol de
Flora, y sobre los huecos colaterales se disponen canastillos de flores. Un friso con
decoración en estuco de cornucopias con motivos vegetales recorre el aposento.
La antesala de personajes ilustres, de disposición rectangular, con varios retratos
pintados por Brel enmarcados por medallones de talla relevada con dragones dorados
sobre los marcos de puertas y ventanas, da paso a la sala de la lumbrera y al salón de
baile, presentado una fina decoración de escayola, debido a los tallistas Blasco y
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González. En el friso, faja ornamental con niños interpretado instrumentos músicos y
racimos de uvas.
La sala de a lumbrera, cuadrada, con esquinas achaflanadas dispone de alacenas sobre
falas chimeneas fingidas de mármol al estilo francés. El techo de disposición octogonal,
aparecía presidido por una falsa cúpula elíptica con lucernario, hoy cegado. Hay noticia
de que en esta estancia se celebraron diversas exposiciones de pintura bajo el
mecenazgo de los marqueses de Dos Aguas y organizadas por las asociaciones
culturales dl momento.
El salón chino, de exótica ambientación, estuvo ambientado con pinturas debidas al
pinto escenógrafo José Flores Vela, adornado con riquísimas telas que recubría (luego
sustituidas) y envuelve los parámetros, en las que se representaban, sobre tejido,
paisajes y figuras chinescas. En los ángulos pequeños templetes de clara influencia
mongol (destinados a alojar jarrones) y en el zócalo de los mismos, escenas pintadas
con pasajes de leyendas de idéntica afinidad y fuerte colorido de origen persa.
El comedor, amplio y diáfano, es una gran sala rectangular decorada con motivos
cinegéticos con puertas de comunicación con el patio, el jardín, la sala de billar y el
‘fumoir’, en los planos de las paredes las pilastras sirven de soporte ornamental a una
arcada figurada que estuvo decorada en los medios puntos con bodegones de José Felipe
Parra, alternando con espejos d marcos dorados. Zócalo con paneles y repisas imitando
mármoles y falsas chimeneas. Una amplia marquesina recerca la estancia adornada con
relieves en estuco, combinados con acabados en oro fino, con escenas de cacería, pesca,
recolección de frutos y de granja, destacado las alegorías de las cuatro estaciones,
debidas al escultor José Nícoli, erigidas en bustos femeninos. Debajo de las mismas,
deliciosos grupitos escultóricos en estuco con escenas de las Geórgicas y las Bucólicas.
En los paños de las puertas se repiten las escenas de cacería. El techo en forma de
bóveda esquifada plana, queda centralizado pro un lienzo de disposición elíptica debido
al pincel de Rafael Montesinos y ramiro, fechado el ‘7 de mayo de 1862’, que
representa la luz fecundando la creación, acompañado de las cuatro partes del mundo.
El comedor revertía a una pintoresca galería porticada o ‘serre’ que daba paso a un
invernadero, organizado mediante una estructura de fundición y cristal (que fue
desmantelada con motivos de las obras de remodelación llevadas a cabo en el edificio
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de 1950 a 1954, para albergar el museo de cerámica). Que daba acogida a un vergel de
plantas tropicales.
El salón de fiestas, salón de baile por antonomasia (la sala estelar del palacio) de
impronta semejante en la época a la que tuvo el salón de baile del palacio de Berbedel o
del Marqués de Campo, decorado en estilo de Luis XVI y familia aristocrática con la
que estuvieron emparentados los Dasí.
Amplio y de disposición rectangular con profusión de adornos dorados ornamentales en
el techo y relieves de estuco blanco en la marquesina, planos de las paredes y zócalos,
debidos al escayolista Eleuterio Álamo, fechados en 1865, con escenas clásicas de
danza y de música. Particular mención merece la tribuna de la música dispuesta sobre
un altillo que permanece oculta por una celosa en la parte oeste, ricamente elaborada así
como los grandes arcos de medio punto que cobijan soberbios espejos, donde se
recreaba el ambiente y la mirada de los contertulios de tan regia estancia. En el techo,
gran alegoría de Jaime I pintada por Asenjo y cuatro plafones debido a Plácido Francés.
Elaborados en estuco e inscritos en medallones, sobre los planos de las paredes, a uno y
otro lado del salón, advertimos la presencia de los bustos, representado de perfil, de los
marqueses de dos aguas: Vicente Dasí Lluesma y Carmen Puigmoltó y Mayans. Y
ambientado la sala sorprende cuatro grandes candelabros de calamina broncíneos,
formados por artísticas bases o pedestales de mármol sobre los que levantar ninfas de
tamaño casi naturales que sostienen elevados haces de flores y luminarias.
La antecámara distribuía los aposentos destinados a la intimidad de los dueños de la
casa, los dormitorios. Sobre el cielo raso d este reciento aparece represada Eubea, diosa
de la moche, pintado por Brel, inscrito en un octógono. Decoración geométrica plateada
sobre dientes de puertas y techo.
El tocador de diario, de disposición rectangular, presenta las paredes revestidas de
estuco marmóreo decorada con pinturas, inscritas en óvalos, de paisajes y bodegones
ovales debidos a José Felipe Parra, entre pilastrillas clasicistas doradas. En el techo, una
alegoría pictórica de Odalisca danzante rodeada de flores, inscrita en un rombo.
El dormitorio marquesal presenta una decoración de relieves en el friso, de cabezas
femeninas que aluden al tránsito entre el día y la noche. Centrando el techo, la alegría de
‘El beso de la noche’ (la noche y sus hijos: el sueño, la muerte y el destino) pintada
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sobre lienzo ochavado por placido Francés, fechada en 1862, mientras que otros lienzos
abundan dedicados a ‘las tentaciones’ y ‘el sueño eterno’.
Y el oratotio (hoy a falta de las puertas) muy recoleto, de tradición bizantina (l
neomedieval estaba de moda en la época) compuesto de dos crujías, que se halla
organizado mediante haces de finísimas columnillas con composición de glorias
marinas en la bóveda techada pintadas por Brel, mientras que los planos de las paredes
muestran en el zócalo altorrelieves de escayola con escenas del Antiguo y Nuevo
Testamento, debidas a Francisco Molinelli. Sobre el retablo neorrománico presidia una
Virgen del Rosario, patrona de la casa, modelada por el escultor Jose Mª García
Martínez en 1866 y hoy desaparecida.
En lo que corresponde a la segunda planta, tanto el archivo como la biblioteca de los
Dos Aguas, muy ricos en fondo antiguo, ocuparon dos salas de la crujía norte que
conservan los pavimentos de baldosas blancas del siglo XVIII, con decoración de
cenefas y guirnaldas florales y coronas de barones entrelazadas de tonos azul y verde.
En el año 1867las obras de ornamentación del palacio habían concluido. Con dicho
motivo, los marqueses de Dos Aguas organizaron un suntuoso baile en el son de fiestas
en la noche del viernes 17 de mayo al que concurrió lo más florido de la aristocracia
valenciana del momento. De dicho evento dio debida cuenta la presencia local, siendo
de significa la crónica redactada por ‘un periodista de 1867’ (así afirmaba el articulista)que sin lugar a dudas fu Teodoro Llorente, titulado ‘Baile en el palacio de los
Marqueses de dos aguas’ (diario las provincias valencia, domingo 19 de mayo de 1867,
nº 471, pp. 1-2) artículo de importancia capital en el que el periodista refleja el acto
celebrado y relata con minuciosidad descriptiva los pormenores del edificio
reconstruido. El ambiente de las salas con su mueble y adorno y dando noticia de los
pintores y armamentistas que habían intervenido en su decoración crónica. Repetimos
de máxima fiabilidad, puesto que el referido y erudito Teodoro Llorente debió conocer a
los artistas que participaron en la sobras de palacio por la proximidad en el tiempo, sin
el autor, años después, de los dos tomos dedicado a Valencia publicados en 1889, dentro
de la celebrada serie, compuesta de más de veinte volúmenes, y obra España. Sus
monumentos y artes. Su naturaleza e historia) dedicada a las arquitectura, el arte y la
historia de las diferentes regiones españolas, una empresa de la editorial Cortezo y Cía.
de Barcelona.
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Por recientes investigaciones, llevadas a cabo por el Dr. Jaume Coll se sabe que hacia
1910 la fecha principal amenazaba con desplomarse, debido a los movimientos
estructurales el edificio, lo que obligo a costosas obas de atirantado, mediante largos
garfios de hierro, pues la desviación vertical de la fachada era de 80cm, procediéndose a
la vente de piezas artísticas y otros pertrechos del palacio por parte de sus moradores
para sufragarlas.
En la década de los años veinte el marqués de Gaitero, heredado de los bienes raíces
(posesiones, pero no del título marquesal) intentara la veta del edificio sin conseguir su
propósito y n cejando en el empeño el resto de su vida.
El ayuntamiento de valencia, por otra parte, en 1932 había acordado su adquisición, no
solo para su conservación como mansión típica de los señoríos de riqueza y abolengos
de pasadas épocas, sino para instalar en sus plantas libres el Archivo Histórico,
Biblioteca, Hemeroteca y Museos Arqueológico y de Bellas Artes munícipes. Y durante
la II república, el edificio será incautado, albergando el consejo de estado y el
Ministerio de Finanzas.
El palacio de los marqueses de dos aguas, durante la guerra civil, fue deposito
provisional de los fondos de pintura del museo del Prado, al igual que lo fue el Real
Colegio-Seminario del Patriarca, antes de su instalación en la Torres de serranos, para lo
que se desplazo desde Madrid el experto Julio García Condoy, comisionado por el
Gobierno de la república y que tras la guerra fue director del Museo Naval. En el
subsuelo de la casona nobiliaria, junto al zaguán se construirá de hormigón un regio
antiaéreo y la portada de Vergara será protegida con un murete de ladrillo, como
defensa entre posibles ataques o bombardeos.
Finalizada la guerra, ante el abandono el que se hallaba el edificio, en 1940 el insigne
historiador del arte Elías Tormo y Monzó elevaba dictamen favorable ante la Comisión
central de Monumentos y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para que
el Palacio de Dos Aguas fuese declarado Monumento histórico-Artísticos, con el fin de
que quedara bajo la tutela y protección del Estado. En el extenso informe (que iba
acompañado de abundante material gráfico y de varios escritos del Ayuntamiento de la
ciudad), Tormo subrayaría el valor de la portada y la genialidad de su loco autor
Hipólito Rovira, la unidad del conjunto de las fachadas, balcones, torres y ático y su
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estilo personal y singular. Un año después, el edificio sería declarado Monumento
Histórico-Artístico de carácter Nacional por Decreto Ley de 24 de Febrero de 1941.
En 1942 y con fecha de 24 de febrero, desde Madrid, la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando, remitió un comunicado al Ayuntamiento de Valencia, para que éste
adquiriese el Palacio de dos aguas, recelando dicho Real Instituto de que, con el cambio
de propietario del edificio, pudiese venir su destrucción o la pérdida parcial de su
conjunto, subrayando el hecho de que su destino podría ser un palacio visitable, cuyas
plantas principal y baja servirían para alojar huéspedes de honor de la ciudad, y la alta
se aprovecharía para instalación de recuerdo urbano: documentos, gráficos, autógrafos,
iconografía valenciana, muestras de la imprenta y del grabado locales, etc.;
comunicación de la que se hizo eco la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, de
Valencia, en la sesión de 11 de Marzo del referido año, recordándose en dicha junta que,
con fecha de 10 de noviembre de 1941m la Academia valenciana a se había dirigido al
Consistorio de la cuidad y al Arzobispado en igual sentido que lo había hecho la
Academia de San Fernando.
Mientras esto acontecía, el marqués de Gaitero (que fallecerá en 1941), ´último heredero
del edificio, desvinculado de Valencia, había legado el palacio con todo el patrimonio
que su anterior atesoraba a la Junta de Beneficencia de Barcelona, siendo despojado de
sus bienes muebles y alquilado a la academia de estudios de San Buenaventura en 1943,
que instaló un rótulo anunciador en la fachada que desfiguraba su fisionomía (y que
produjo una gran reacción en la opinión pública) a lo que se opondrá, de manera
enérgica, la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y la Comisión Provincial de
Monumentos Históricos y Artísticos de Valencia, tomando ambas instituciones, en
Junta General celebrada el día 16 de abril del referido año, el acuerdo de que se
suspendiera el acuerdo y pasara al Ayuntamiento la adquisición del edificio.
Ante tal situación el ayuntamiento de Valencia ordenó el cierre del edificio, iniciando
los trámites pertinentes para la expropiación forzosa del mismo, contra lo que interpuso
–como apunta Sarthou Carreres- interdicto judicial el arrendatario, con sentencia
favorable en 1994, recurriendo la Corporación Municipal ante la Audiencia Territorial,
con sentencia favorable confirmada luego por el Tribunal Supremo. Ello supuso cinco
largos años de litigio, mientras que el palacio, cerrado, amenazaba ruina, hasta que,
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finalmente, pasó a propiedad del Estado por Justiprecio de tres millones de pesetas (una
tercera parte pagada a sus antiguos propietarios)
IV.
EL HECHO MUSEOLÓGICO : LA REHABILITACIÓN ARQUITECTÓNICA
DEL EDIFICIO , SU POSTERIOR AMPLIACIÓN Y REFORMA INTEGRAL
DURANTE EL SIGLO XX
El 1947 el valenciano Manuel González Martí y su esposa Amelia Cuñat y
Monleon
hacían donación al Estado español de la importante colección de cerámica por ambos
reunida, creándose por Orden ministerial d 7 de febrero de dicho año el Museo Nacional
de Cerámica.
Con el fin de dar acogida al mismo y a las valiosas piezas de que componía, dos años
después el Ministerio de Educación adquiere el Palacio de los Marqueses de Dos Aguas,
llevándose a cabo en el edificio de 1950 a 1954 costosas obras de consolidación y
restauración por los arquitectos José Antonio Pastor y Mauro Lleó Serret, con un
presupuesto estimado en trece millones de pesetas, en las que hubo que recalzar los
cimientos, levantó los pavimentos para igualar los niveles del piso y desescombrar. Se
rehio la red de desafees, se procedió al picado y reconstrucción de los estucos de la
fachada y terracotas de la cresterías, siendo de singular mención el trabajo desarrollado
en los ornamentos de las torres-escudos, cimeras, petos y caratulas- cuya tarea era de
yeso, proyectándose desafortunadamente, entre el piso noble y la planta alta, la
colocación de una escalera del siglo XVIII, que procedía de un palacio barroco
valenciano derribado, rompiendo viejas estructuras del edificio, así como la unidad
primigenia que se había logrado en la reforma del XIX, introducción en la ‘Sala gótica’
un artesonado de madera renacentista, y arcos y ventanas ojivales precedentes de casas
solariegas derruidas de la ciudad. Tamicen se actuó sobre la fachada, dado que los
estucos se hallaban en mal estado, siendo rehechos muchos de los adornos, entre ellos
las cresterías de los torres. En fases sucesivas se acondicionará la planta alta, que será la
más intervenida en solados y techumbres.
Concluidas las obras en las que buscó la rapidez y la economía, el día 18 de junio de
1954 se inauraba el Museo Nacional de Cerámica, acogiendo las valiosas colección que
había donado González Martí; museo cuyos fondos se verán incrementado en años
sucesivos mediante legados de particulares, adquisiciones y depósitos de Instituciones,
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siendo el edificio y las colecciones declaradas monumento histórico artísticos por
Decreto de 1 de marzo de 1962, y disponiéndose que el museo exhibiera también
objetos de artes suntuarias (indumentaria, ajuares), lo que configuraría su actual
denominación, Museo Nacional de Cerámica y de Artes suntuarias ‘González Martí’
en 1976 la portada del palacio se halla seriamente deteriorada por el agua y la humedad,
presentando las figuras numerosas fisuras, griegas y deformación. A tal fin, y para
subsanar tales males, el arquitecto Alfonso Fungairiño redactaría una memoria (de la
que se enviaría una copia a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, precisando
que ‘en la larga vida que esta portada, el deterioro ha sido muy acentuado, sobre todo en
la zonas expuestas al desagüe de la cornisa, subrayando a continuación las acciones a
llevar a cabo, limpieza; curado de superficies, relieves y salientes protección del
alabastro y reintegración con poliéster de zonas perdidas; y correcciones en los desagües
algún tiempo después, en 1980, se acometería su limpieza y consolidación. Nuevamente
y ante la debilidad de algunos elementos de la portada, de febrero a mayo de 1984 se
procedería a su restauración dirigida por el arquitecto Miguel Colomina, saneando e
impermeabilizando la fachada.
Años más tarde, en 1988, diversas patologías, tales como la presencia de xilógrafos en
la vigas de madera, el agrietamiento de las bóvedas y techos del comedor, tocador de
lujo y cúpula de Rovira, el desprendimiento de los estucos, la calefacción y la humedad,
serán factores que determinarán el cierre temporal del museo en 1990, procediéndose a
la restauración del edificio entre 1991 y 1998 por la empresa COMSA (Constructora de
Obras Municipales, S. A.), con un presupuesto globalizado en torno a los mil millones
de pesetas.
Fijando unos criterios de actuación comunes y coherentes, las acciones emprendías por
el arquitecto Ginés Sánchez Hevia, autor del proyecto y director de las obras de
restauración del Palacio de Dos Aguas, consistieron en la rehabilitación de las
estructuras horizontal y vertical, y de la cubierta: la restauración de la carpintería,
fachadas y parámetros interiores; y la construcción ‘ex novo’ de las instalaciones de
electricidad, climatización, sistemas antincendios y escaleras. A ello, cabe añadir las
excavaciones arqueológicas y el proyecto museográfico.
La actuación en la primera etapa (1992-1996), con idea de totalidad, consistió en la
rehabilitación en la edificación original del palacio de las plantas baja y alta en las
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andanas, mientras que en la segunda se acometió la remodelación de la ampliación
llevada a cabo por Fungairió en la década de lo setenta, con el fin de aumentar la
superficie construida
adecuarla a las necesidades del museo (oficinas, talleres y
almacenes).
La primera labor fue recuperar espacios originales, eliminar añadidos y determinar el
primitivo carácter de la casa solariega.
En la estructura horizontal, se procedió al tratamiento químico de la madera en viga,
cimbras y cañizos mediante inyecciones y pulverizaciones, reconstruyendo las parte
dañadas, mientras que las pieza que se hallaban en mal estado se sustituyeron por otras
nuevas de igual sección. Para aumentar su resistencia se instaron encofrados metálicos
debajo de los suelos de mármol.
En lo que concierne a la estructura vertical, fueron descubiertos falsos muros, realizados
catas y análisis estratigráficos para determinar el acabado original, recuperándose los
dorados de pan de oro rescatando arcos de piedra y vigas de madera de la primera etapa
constructiva del edificio.
Y en cuanto a los techos, diversos especialistas intervinieron en la gestación de frescos,
pinturas sobre lienzo techadas, molduras y dorados dirigido por Carmen Rallo Gruss,
coordinadores técnica de la restauración de las ornamentaciones y bienes muebles del
palacio, y restauradora del Gabinete Técnico de museos Estatales.
Una segunda etapa (desde 1996 a 1998) acometerá el reforzamiento de la cimentación
de una parte del palacio, puesto que la estructura estaba ,uy dañada, descubriéndose a la
vez elemento (arcos de sillería) y dos patios góticos en el piso bajo y vigas de madera
pintadas en la planta noble; obra de rehabilitación que correrán a cargo también del
arquitecto Ginés Sánchez Hevia, quien reordenará la altura de los pisos, dotando al
edificio de aire acondicionad, con un diseño especial de rejilla para su total integración
en los techos y de nueva instalación eléctrica. También será intervenida la portada. Las
pinturas techadas de Montesino, Francés, Asenjo y Brek serán restauradas, los estucos y
dorados retocados, los pavimentos reubicados, cerrándose con una gran claraboya
acristalada el patio que media entre el zaguán y la escalera neorrenacentista siendo
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diversas las firmas comerciales valencianas que costearán las obras, como es el caso de
Porcelanas Lladró que sufragará la restauración del ‘salón de fiestas’.
Tras la última restauración llevada a cabo, el edificio que alberga el Museo Nacional de
Cerámica, Palacio que fue de los marqueses de Dos Aguas, ha vuelto a recuperar el
esplendor y la presencia de que gozara en el siglo CIX, presentando una lectura correcta
de la imagen del conjunto, con un respeto absoluto a la historia, a lo que se añade la
recuperación del mobiliario y la exhibición en las salas de la plata alta, de las
colecciones del Estado: cerámica, porcelana, loza, pinturas, artes gráficas y artes
suturarías, sin olvidar su riquísimas biblioteca. La planta inferior en su reestructuración
de espacios (incluido el entresuelo) ha habilitado diversas salas para exposiciones
temporales.
Conservada la adquisición de un palacete anejo (de 1862) para incorporarlo al Museo,
las obras de la segunda fase de ampliación del González Martí se prevé salgan a
concurso en el presente 2001 y se llevarán a cabo en el edificio ampliado, junto al
Palacio el marqués de Dos aguas, que fue construido en 1971. El proyecto contempla la
reforma total de la construcción en sus tres plantas (conservando la fachada) que
habilitarán una sala para exhibición de las carrozas; otras, para zona de exposición de
piezas cerámicas y exposiciones teatrales; un área de servicio en el sótano; y talleres ya
almacenes en la planta alta abuhardillada del inmueble.
Esta es pues, en síntesis, el camino que a lo largo del tiempo ha seguido esta
arquitectura, cambiando su vestidura ornamental, siendo considerado el edificio una de
las más bellas construcciones palaciegas asentadas sobre el territorio Valenciano, y uno
de los monumentos emblemáticos cumbres del arte barroco español y europeo.
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