Bitácula (Diario de un desgraciado)

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Para Tim:
Te dejo en el buzón la libreta en la que durante más de un año he
estado tomando apuntes sobre mis vivencias. Puedes hacer con
ella lo que te salga de los cojones, tal vez te sirva para el guion de
una película, o para una obra de teatro, o para limpiarte el culo,
¡tú sabrás!
Sé que me echarás en cara que no haya subido a verte, pero no
me gustaría que me vieses en las circunstancias en las que me encuentro; de nosotros dos siempre he sido el más guapo y el más inteligente y me jodería irme al otro barrio permitiendo que pensases
lo contrario, no sería justo.
Me hubiera gustado tener tiempo y ganas de corregir muchas
cosas de las que hay escritas, sin embargo, creo que las pocas semanas que me quedan las voy a pasar completamente borracho,
así que te las dejo tal y como las escribí en su día; ya sabes, nunca
he sido una persona seria, ni constante, ni coherente (aunque a
estas alturas dudo mucho de que tales cosas sean una virtud…, verás
que a veces soy ordinario y otras algo poético). En fin, que leerás muchos comentarios machistas, homófobos, racistas…, qué quieres que
te diga, colega, que ya me suda todo los huevos, lo que no te guste
lo quitas y punto.
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Bueno, me las piro a otro garito, que éste empieza a aburrirme.
Como eres un poco mariconcete supongo que echarás alguna lagrimilla. No te culpo por ello, entiendo que soy un tío cojonudo y que
perderme será duro para ti, pero comprenderás que los chulos también nos morimos.
¡Un abrazo, colega, nos vemos en el infierno!
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(NOVIEMBRE)
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Éste es, sin lugar a dudas, un lugar extraño. Cuando esta mañana Antonio ha levantado el brazo para abrir la llave del
gas y he visto asomar la empuñadura de una pistola he creído
estar flipando. Él, que es un bastardo hijo de puta, se ha dado
cuenta de que yo me he dado cuenta del detallito de la pipa
y ha sonreído. Su sonrisa es desagradable y deprimente;
desagrada porque sus dientes son escasos, y los pocos que
tiene están ennegrecidos y descascarillados como huesos de
pollo; deprime porque intenta fingir una sonrisa que, creo
intuir, sólo logra cuando se toma un par de cubatas en el puticlub de al lado.
―Soy guardia civil retirado ―me ha dicho.
―Vale.
―¿Te importa dejarme el carné de identidad?
―¿Para qué lo quiere?
―En el cuartelillo tengo compañeros, le echarán un vistazo
a tu pasado.
―No es necesario ―le he dicho mientras miraba cómo una
cucaracha pequeñita y asquerosa se metía debajo de la nevera―. Hay cucarachas.
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―No hay cucarachas ―la pistola tenía la empuñadura
negra, la lleva en una pistolera de cuero, estilo John Wayne―.
Chaval, ¿tienes miedo a que hurgue en tu pasado?
―Pues yo acabo de ver una meterse por debajo del frigorífico.
―¿Cuántos años tienes?
―Treinta y uno. Tenía patas y antenas… ¡Joder! Si no era
una cucaracha la imitaba de puta madre.
―¿Tan sucio tienes el historial como para temer una ojeada
de tu carné en jefatura? ―sus ojos me han mirado fijamente,
eran ásperos, mordientes, asquerosos―. Es imposible que
haya cucarachas porque desinsectaron hace un par de semanas.
―Tal vez sea una hormiga disfrazada de cucaracha, las
hormigas son muy inteligentes.
―¿Para qué iba a disfrazarse una hormiga de cucaracha? ―Antonio ha hablado sin pensar siquiera en lo que
le he dicho, es algo que me ocurre con frecuencia cuando
hago comentarios de ese tipo, que la gente contesta por
contestar.
―Piénselo, si las hormigas se disfrazan de cucarachas lograrán engañarnos y nos harán creer que hay una infestación
de esas asquerosas criaturas. He ahí que usted utilizará productos para matar cucarachas y las hormigas sobrevivirán.
Es cuestión de supervivencia, nada más.
Antonio me ha mirado con ojos inexpresivos, creo que he
conseguido que piense que estoy completamente pirado.
―Es imposible ―ha dicho entrecerrando un poco los ojos,
de ese modo tan gracioso, como si fuese un garrulo que mira
hacia el horizonte―, desinsectaron la semana pasada, no puede
haber cucarachas.
―Antes ha dicho que hacía un par de semanas que habían
desinsectado.
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―¡Joder, no lo sé, chaval, no llevo la cuenta exacta!
―No tiene importancia, tal vez no sea más que una cucaracha viajera que haya venido del piso de al lado. Ya sabe,
una cucaracha con ganas de conocer mundo.
El reloj de la cocina hacía un ruido monótono, minimalista.
―Necesito que me des el carné.
―Para poder hacer eso debería de seguir siendo policía.
―Guardia civil.
―Entonces debería de seguir siendo guardia civil.
―No tienes obligación de darme el carné, pero piensa que
yo no tengo obligación de alquilarte el piso. Lo hago por costumbre, el que se niega a dármelo es que tiene algo que ocultar, ¡coño!, que no es trigo limpio ―Antonio tenía ojeras y la
voz algo tocada―. No quiero meter individuos peligrosos en
esta casa…, hay mucha gente deseando alquilar una habitación en este barrio.
―Las cosas están muy mal, sí…, pero creo que tendrá problemas en alquilar un piso con cucarachas.
―No hay cucarachas. ¿Me vas a dejar el carné o no? Pareces un buen chico, no estropees la primera impresión.
―Las apariencias engañan. A veces las hormigas pueden
parecer cucarachas…
Me he callado al ver su cara de idiota.
―¿Qué tienes que ocultar para no dármelo?
―Soy de la ETA ―he dicho, mirando despistado hacia una
esquina de la cocina en la que había una mancha oscura―.
¡Ah, y del Partido Comunista!
Antonio se ha reído. Su carcajada ha sido espeluznante.
Me he arrepentido profundamente de hacerle reír. Una profesora del instituto, creo que fue la cabrona de la Quílez, me
dijo que yo sería capaz de hacer bromas hasta en el entierro
de mi madre. «Mi madre está muerta», le dije. Se le quedó
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