El judío como enemigo Por Soledad Erazo Trabajo monográfico presentado en la materia Sociología del Holocausto a cargo del Prof. Fernando Susini – Facultad de Derecho - UBA “La mayoría de la gente quiere creer que los problemas son sencillos en vez de complejos, quiere que se confirmen sus prejuicios, quiere sentir que no está marginada, lo que implica que los otros sí lo estén, y necesitan señalar a un enemigo que cargue con sus frustraciones” BROWN, J.A.C. (1) INTRODUCCION. * La propaganda nazi aprovechó el descontento general producido por las decisiones del Tratado de Versalles, para convencer a muchos de que el carácter democrático de la República de Weimar estaba asociado con la humillación nacional y, en efecto durante la década del 20 se fue instaurando en la sociedad alemana un cierto sentimiento antidemocrático, originado principalmente por los dos extremos del espectro político. Todos los votantes que no consiguió el partido nazi durante el decenio 1920-1930 le llegaron de repente en forma de masa social fragmentada y escarmentada por la experiencia democrática capitalista. Las arengas antidemocráticas de Hitler cobraban ahora sentido y actualidad. (2) * El Estado nazi se configuró como un Estado autoritario desde el principio, y la propaganda fue el sistema para mantenerse en el poder. Los nazis centralizaron todo el poder de los medios de comunicación y los pusieron a su servicio, estableciendo un intenso control y censura sobre sus contenidos. * La propaganda no supuso tan sólo un uso masivo, una acción sistemática de métodos y técnicas, sino toda una estrategia política sobre la que se sustentó todo el régimen que se concretó en la conciencia colectiva de la sociedad alemana de que el accionar antisemita y suicida eran necesarios.(3) * El enemigo elegido por los nazis no sólo fue estigmatizado y criminalizada su existencia sino que además orientó las sospechas hacia fronteras que fueron más allá de los mitos religiosos a los que se solía recurrir y profundizó las diferencias generando un desapego con la sociedad y un asentimiento tácito de ésta del aniquilamiento sistemático de la minoría judía. * La propaganda y los medios de comunicación masiva han demostrado, a lo largo de la historia que su apego a los poderes e intereses de turno no es casualidad, sino que por el contrario son consecuencia directa de un sistema que busca legitimarse a través de todas las formas posibles, inclusive la manipulación generando en los receptores la participación en un espiral de silencio que puede desembocar fácilmente en la aceptación de las acciones más terribles. (4) El medio de manipulación: la propaganda. El término “propaganda” procede del latín propagare. Como recuerda Brown, “Aludía a la práctica del jardinero de introducir en la tierra los esquejes frescos de una planta para multiplicarla” (5). Por lo tanto, se acentuaba la idea de una transformación mediante el empleo de técnicas artificiales. Hoy son muchas las definiciones que existen sobre la propaganda. El diccionario de la Real Academia Española la describe como “la acción o efecto de dar a conocer una cosa con el fin de atraer adeptos o compradores”. Por su parte, Violet Edwards define la propaganda como “la expresión de una opinión o una acción por individuos o grupos deliberadamente orientada a influir opiniones o acciones de otros individuos o grupos para unos fines determinados”. (6) Sin embargo, resulta excesivamente pobre centrar la propaganda únicamente en una opinión o una acción, no sólo porque los mecanismos de acción son más complejos, sino porque el nazismo supuso la expresión de toda una forma de vida, de un intrincado sistema que abarcaba todos los ámbitos de movimiento de los alemanes. Hablamos, por lo tanto, de una doctrina: “El segundo deber de la propaganda es el de derribar la situación existente por medio de la nueva doctrina” (7). Ante lo expuesto es preciso que se defina, para comprender la hipótesis sobre la que se asienta esta monografía, el concepto de propaganda que se instauró en la época nazi y a través de la cual se creó un estado de ignorancia y desapego hacia la realidad imperante por parte de la sociedad que es necesario analizar. Se entiende por propaganda a los fines de este trabajo, la acción sistemática reiterada, que se puede llevar a cabo por medios orales, escritos, imágenes, íconos, sobre la opinión pública, con una finalidad persuasiva, principalmente mediante la sugestión y técnicas psicológicas similares, para establecer una ideología o doctrina o incitar a la acción mediante la canalización de actitudes y opiniones, al presentarse la realidad tergiversada, seleccionada e interpretada con un reduccionismo valorativo y una carga emocional ya elegida. (8) Del mismo modo la interpretan Pratkanis y Aronson: “Con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras pueden moldearse hasta disfrazar las ideas”. (9) Ante lo dicho puede entenderse que la propaganda se sustenta en la carga emocional, apela a los sentimientos provocando una auténtica presión emocional. Sin embargo, es más difícil que pueda crear afecciones inexistentes. La propaganda tan sólo las evoca, estimula, explicita y radicaliza. En esto hay que reconocer la astucia de Hitler, conocía a la perfección a la población alemana y el sentimiento de culpabilidad imperante tras la derrota en la I Guerra Mundial. Tan sólo tuvo que convencerlos de que la guerra no se había perdido por su actuación sino por “la puñalada en la espalda de judíos y comunistas”. Con ello, devolvió al pueblo alemán la confianza y seguridad que habían perdido. Lo dijo él mismo: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel intelectual a la capacidad receptiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desea vaya dirigida. De esta suerte es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande la muchedumbre que deba conquistar. La capacidad receptiva de las multitudes es limitada y su comprensión escasa; por otra parte, tienen ellas una gran facilidad para el olvido. Así las cosas, fuerza será que toda propaganda, para que sea eficaz, se limite a muy pocos puntos, presentándolos en forma de gritos de combate hasta que el último hombre haya interpretado el significado de cada uno”. (10) Si tan sólo en el fragmento anterior pueden encontrarse los elementos que hacen de una propaganda un componente propicio de manipulación no es muy difícil imaginar todo el contenido del único libro escrito por Hitler. Se puede entrever por ejemplo la necesidad de que se trate de una propaganda cuyo rasgo sea la simplicidad, de forma que el mensaje sea sencillo para que pueda ser entendido por todos sin exigirles demasiado esfuerzo. Debe además ser breve, conciso, claro y reiterativo hasta el hartazgo. Atacar los espíritus por la parte más débil e inesperada fue otra de las herramientas utilizadas. El mensaje con fuerte carga emocional se dirige al aspecto más vulnerable de la persona. Se exacerban las fobias comunes y tradicionales, de manera que las opiniones y los argumentos no se racionalizan ni se atacan con más opiniones y argumentos sino que se combaten con provocaciones dirigidas directamente a los sentimientos de los que escuchan o ven el mensaje. Todo lo dicho no tendría ninguna connotación negativa si tal forma de propaganda fuera utilizada para fines altruistas, por ejemplo. Sin embargo, éste no fue precisamente el fin que se le otorgó en el régimen nazi sino que, por el contrario, se procedió a crear un enemigo público sobre cuya cabeza caían todas las desgracias del pueblo alemán, el judío. Lo cierto es que la propaganda no sólo difunde un mensaje sino que a través de técnicas de persuasión genera estereotipos y etiquetamientos formando una determinada imagen de una persona que con el paso del tiempo se consolida y se presenta como real, aunque inicialmente surja de la imaginación o de unas primeras y ligeras impresiones. (11) De esta forma, la raza aria era considerada por Hitler, por sus cualidades de inteligencia y organización, como la raza fundadora de la cultura. El antípoda del ario es el judío, cuya capacidad intelectual es el fruto de la educación recibida por los extranjeros; los judíos se mueven únicamente, según Hitler, por el puro interés personal, son usureros por naturaleza y portadores de todo tipo de enfermedades. El enemigo. El diseño de un enemigo es una de las técnicas más frecuentes y esenciales de la propaganda. Con ella se consiguen dos efectos: el primero, desviar la atención sobre los posibles errores de los propagandistas y el partido y, en segundo lugar, y más importante, se fortalece la sensación de integración grupal. Esta idea de enemigo y de su carácter subhumano que se le da es para destacar, puesto que no sólo se lo caracteriza, menosprecia y se realiza un trato diferenciado, sino que además se lo despersonaliza.(12) El enemigo no merece el trato como persona puesto que sólo importa en la medida en la que es peligroso o dañino para la sociedad en la que vive. Este tratamiento diferencial se legitima a través de la invocación de emergencias justificantes propias de un estado de excepción, que de no existir en teoría no se generaría. La verdad es que ése estado de excepción y de alarma sólo es creado para y contra el enemigo elegido, quien es declarado como tal por el poder de turno. Es decir que no son ellos los que se declaran como enemigos sino que es el poder. (13) La técnica consistió en alimentar y reforzar los peores prejuicios para estimular públicamente la identificación del enemigo de turno, lo cual podía realizarse a través de la instauración de una guerra puesto que sin ella no hay enemigos. La historia demuestra que hace siglos que el judío fue caracterizado como parte de una comunidad egoísta, usurera que se aprovechaba de la sociedad holgazaneando y generando riqueza a costa de otros, lo cierto es que aunque existan mitos anteriores se reconoce que se señala al enemigo porque conviene hacerlo. Se trata, entonces de una identificación vacía de contenido que el poder rellena a su gusto. (14) Se produjo entonces una nueva forma de ver al judío creada y reproducida por el régimen que tenía nuevas características combinando los antiguos mitos religiosos y culturales cargados de odio y racismo, exacerbado por imágenes, discursos y cine, se trataba de un judío “eterno”. Esta visión actualizada del judío fue explotada al máximo por el régimen nazi y dentro de lo que sustentaba esta forma de ver a dicha comunidad fue el nefasto libro “Los protocolos de los sabios de Sión” que favoreció la idea de conspiración de la comunidad judía que, de acuerdo con este libro, pretendía dominar el mundo, empleando todos los métodos posibles como los políticos, económicos y hasta se instituyó la idea de la contaminación de la sangre alemana como forma de dominio. (15) La identificación de ése “agente infeccioso y desintegrador” generaba la necesidad en la sociedad alemana de limpiarlo, de purificarlo. La forma de identificación no fue otra que la propaganda, vista no sólo como carteles que se cuelgan en la entrada de un pueblo, la proyección de una película o los discursos de Hitler sino que también se sustentó a través de una serie de leyes antisemitas que tenían por fin alejar al judío lo más lejos posible porque su sólo contacto era contaminante. El alemán de forma constante se tropezaba con su enemigo más peligroso. “Cuando hojeaba el diario de la mañana, encontraba artículos destacados contra los judíos; ilustraciones denigrantes y caricaturas sadistas pornográficas, al estilo de “Stürmer”, subrayando “el peligro judío”. Cuando encendía la radio emergían del aparato maldiciones e infamias contra los judíos. Cuando caminaba por la calle tropezaba con anuncios y lemas contra los judíos en cada plaza, en cada pared y en cada avisador. Incluso en las casas residenciales se colocaron las leyendas: “Despierta, Alemania podredumbre a Judea” y “Al empujar a los judíos hacia atrás, lucho en bien de los actos del Creador…” (16) Las medidas legales corrieron paralelas a la propaganda antisemita. La pregunta que es necesario hacerse a ésta altura es: ¿qué hizo la sociedad alemana, cómo reaccionó? De acuerdo con Benz, ante tales hechos las personas que ocasionalmente presenciaban algún hecho de violencia contra un judío y no aprobaban tal accionar no lo manifestaban abiertamente sino que quedaba en el fuero interno o bien se generaba una solidaridad silenciosa y en contravención con las disposiciones del régimen. “Los letreros a la entrada de las ciudades y de las plazas públicas importantes con mensajes antisemitas burlones y amenazantes formaban parte de la vida cotidiana…” esto fue así hasta tal punto que la sociedad con su silencio, temor y conformismo nunca demostró interés por cambiar el destino de sus vecinos, sino que por el contrario prefería no enterarse del destino final de éstos e imaginarse que quizás, sólo habían emigrado… (17) El objetivo criminal. La criminalidad como tal es una cuestión difícil de definir, lo han intentado muchos a través de distintas posturas. Lo cierto es que no hay una visión estática de lo que la criminología es, aunque sí están claras las ideas que generaron su creación de la mano de las escuelas positivistas. El positivismo está interesado en la búsqueda de un método basado en lo empírico-experimental, de manera que todo lo no demostrable por vía de experimentación no puede lograr el carácter de científico. A raíz de ésta búsqueda importantes personajes, como Lombroso, Ferri y Garógalo han intentado explicar el objeto de la criminología tomando como punto de partida al autor del delito como un sujeto, con una problemática distinta que lo distingue del resto por su carácter desviado y marginal. Es con estas consideraciones positivistas y con lo establecido por Lombroso que se fundó el llamado paradigma etiológico, que implica la búsqueda de algún origen patológico del comportamiento criminal basándose en fundamentos propios de la medicina. A partir del método experimental inductivo que empleaba en hospitales, Lombroso estableció que los delincuentes que habían cometido delitos graves tenían defectos genéticos en común, como por ejemplo protuberancias en la frente, pómulos salientes, ojos achinados, protuberancias en el cráneo. De acuerdo con este médico forense, el criminal nace con diferencias del sujeto “normal” y esta diferencia tiene causas genético hereditarias. (18) Estos conceptos e ideas fueron tomados y exacerbados por el régimen nazi. El estereotipo central del judío era de hecho la personificación del mal, lo cual se manifestaba visualmente en forma de caricatura. Una de las principales fuerzas de la caricatura es concentrar una idea compleja y complicada en una sola imagen con un solo significado. Cuando a esa imagen se une un parecido mitológico que ya se encuentra en el pensamiento, aumenta su fuerza. La caricatura se convierte en un arma. Los judíos aparecían con largas narices y cuerpo deforme, siendo la finalidad presentarlo como una figura cómica y grotesca que luego se fue deformando y transformándose en perverso, peligroso, avaro y ambicioso. Este estereotipo del judío como una persona perversa era presentado a diario al público por las autoridades. Ejemplo de esto es el que se rescata en el libro de Gitlis Baruj cuando comenta que en un anuncio policial oficial que apareció en Hamburgo en 1921 se describían los “rasgos particulares” de un cierto criminal como “judío obeso”, de nariz judía, o como el “eslabón perdido” entre el ser humano y el mono. (19) Sin embargo, no sólo se podían encontrar estas expresiones antisemitas en las caricaturas sino también en cualquier ámbito y especialmente en el cine, pero esto no fue algo inmediato sino que correspondió a un proceso en el que primero se lo mostró al judío como un agente local y grotesco para pasar a mostrarlo como peligroso y digno de ser excluido. Títulos como “Robert y Bertram”, “Ropa de Irlanda”, “El judío eterno”, “Judío Süss”, “El Triunfo de la Voluntad”, “Los Rothschild”, etc son simples medidores de la forma en la que fue cambiando la visión que del judío se tenía hacia una más irracional, agresiva y totalmente racista. Con éstas películas, más la catarata de información negativa que acerca de los judíos se difundía, sumado a los prejuicios que ya se tenían, se formó una noción tan enraizada de su “condición”, de sus tradiciones, de su sangre misma que no fue tan difícil para las autoridades criminalizarlos y estigmatizar su existencia para que la sociedad no ignore su inferioridad, su desviación. De lo antedicho puede entenderse que en el régimen nazi se procedió a combinar los conceptos positivistas, (resaltando rasgos físicos, indicando su inferioridad por la condición objetiva misma de ser judíos, la subhumanidad de su sangre y de su persona, etc), con cuestiones atinentes a lo que se ha dado en llamar teoría del etiquetamiento o reacción social (labelling approach) puesto que la desviación y la criminalidad no son sólo entidades ontológicas preconstituidas, identificables por la acción de las distintas instancias de las autoridades, sino que son más bien una cualidad atribuida a determinados sujetos, por medio de mecanismos oficiales y no oficiales de definición y selección. Según la definición sociológica, la criminalidad, como en general la desviación, es un status social que caracteriza al individuo solo cuando le es adjudicada con éxito la etiqueta de desviado o de criminal por instancias que detentan el poder de definición, en este caso las autoridades nazis. (20) Sirve como ejemplo la idea central sobre la que se basa la película “El Judío Eterno” que comienza con una declaración que establece que “Los judíos civilizados que hemos conocido en Alemania nos dan una idea falsa de las características raciales de los judíos…esta película presenta material original filmado en los guetos polacos y nos muestra a los judíos como se ven en la realidad, antes de ocultarse detrás de la máscara de europeos civilizados…”(21) Es decir que, de acuerdo con ésta postura, no sólo están diferenciados por su cultura y tradiciones sino que además tienen algo interno que no pueden esconder ni siquiera con ropa distinta encubriendo sus rasgos judíos o realizando trabajos propios de cualquier ciudadano alemán no judío. Tanta necesidad de identificar al judío, de criminalizarlo, de que la sociedad lo odie, lo discrimine y lo estigmatice creó la correspondiente legislación de la mano de las autoridades, llegando a su punto cúlmine el 1 de julio de 1943 cuando el Título Decimotercero de la Ley de Ciudadanía del Reich colocaba a loa judíos en Alemania bajo ley policial criminal. (22) Conclusión. En el caso del régimen nazi, hablar de propaganda es hablar de la política en que se basó todo un sistema. La propaganda no supuso tan sólo un uso masivo, una acción sistemática de métodos y técnicas, sino toda una estrategia política sobre la que se sustentó todo el régimen. (23) Esta concepción pudo ser fruto de la actividad de Hitler como jefe de la propaganda del partido, momento en el cual toma conciencia del poder persuasivo y movilizador de un adecuado aparato de difusión. El conocimiento que Hitler tenía de la propaganda no era intuitivo, algunos pasajes del Mein Kampf demuestran que había estudiado las estrategias propagandísticas aliadas y alemanas durante la I Guerra Mundial. Desde aquel momento, Hitler adquiere plena conciencia de la importancia de la oratoria, de la fuerza de la palabra, de lo que, en definitiva, una propaganda bien planificada es capaz de conseguir, su obra es ejemplo de los contenidos necesarios que hacen de una propaganda un elemento de manipulación masiva. Partiendo entonces de este conocimiento previo, el mérito de Hitler consiste en su magistral aplicación, en haber sumido a la población alemana en un mundo casi imaginario en el que nada se escapaba al control del Führer. (Recordemos la obra maestra de Orwell, “1984”) De esta forma, la sabia aplicación de las técnicas propagandísticas llevadas a su extremo máximo supusieron la aceptación del régimen por la sociedad, avalando la comisión de las mayores atrocidades de la historia. La mitad del éxito de la propaganda estaba garantizado envolviendo por completo al pueblo alemán, aturdiendo los sentidos de la población, coartando cada una de las actividades de la vida cotidiana de los individuos, sumiéndolos, en definitiva, en un mundo irreal. Sin embargo, es necesario destacar el papel coercitivo que sobre la población alemana se tuvo, basada en el miedo y la represión. No todos los individuos siguieron a Hitler por convencimiento personal, más bien, la mayoría se vieron obligados a ello si querían conservar su vida. De esta forma, el pueblo alemán no sólo fue objeto de una continua violencia psíquica sino, además, física. Sumado a la aplicación estratégica de la propaganda nazi que supuso parte del éxito del régimen, el otro aspecto clave fueron las peculiaridades propias de la población alemana: no sólo su personalidad, su carácter de sumisión ante la autoridad, cierto antisemitismo, sino también las corrientes de pensamiento alemán (que subrayaban la necesidad de la guerra y el espíritu de lucha del pueblo o el odio a los judíos), las circunstancias políticas (una débil República de Weimar, una democracia que no supo solucionar los principales problemas de la sociedad), el Tratado de Versalles y el sentimiento de culpabilidad tras la guerra, las circunstancias socio-económicas, las reparaciones de la guerra o la crisis de 1929. Sin esta variedad de aspectos, la propaganda nazi es probable que no hubiera surtido su efecto. Es necesario que el prejuicio y el sentimiento existan para que la propaganda sea efectiva. Hitler ni siquiera tuvo que estudiar a fondo a la población alemana porque en su pensamiento, en su ideología, se encontraban ya todas esas características, aunque radicalizadas. No le fue necesario crear prejuicios nuevos, su maquinaría propagandística tan sólo tuvo que bombardear a la población con géneros nuevos de racismo exacerbando sus emociones. Por lo tanto, la efectividad de la propaganda nazi se produce por ambos aspectos: una compleja maquinaria propagandística que afectaba a todos los ámbitos de la vida de los alemanes, convenientemente planificada y con una aplicación exhaustiva y, por otro lado, las características de una sociedad sumida en la culpabilidad, desorientada y sin ilusión, que sucumbió ante un mensaje de esperanza que colmaba sus aspiraciones mediante la demagogia, identificando un enemigo común, devolviendo la unidad nacional y garantizando poder y seguridad para los amigos y terror y violencia para los enemigos. (24) Ante todo lo expuesto es preciso destacar la importancia que tienen los medios de comunicación como también la propaganda entendida en su sentido más amplio y la forma en la que ambas pueden combinarse para hacer de una ideología, postura o idea, una forma de vida. Tanto es así que es necesario mantenerse alerta, considerando la catarata de información y la manera en la que ésta es distribuida en los tiempos que corren, puesto que siempre su distribución, discurso e ideología son acordes al poder que tiene en sus manos la potestad de señalar al enemigo que considere conveniente; no estar alertas ni distinguir el trato diferenciado que suele darse a determinados sujetos por quienes tienen el poder de hacerlo, nos puede convertir en cierto momento en aquél enemigo tan temido. BIBLIOGRAFÍA. ANITUA, Gabriel Ignacio. Historia de los pensamientos criminológicos. Editorial Editores del Puerto SRL. Argentina, 2005. ARENDT, Hannah. Culpa Organizada. 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Editorial Alianza, Madrid, 1991. 2 LOWE, Norman. Guia ilustrada de la Historia Moderna. Editorial Fondo de cultura económica. México. 3 ARENDT, Hannah. Culpa Organizada. Artículo escrito en Estados Unidos en noviembre de 1944 publicado en 1945 en la revista Jewish Frontier. 4 NÖELLE-NEUMANN, Elisabeth La espiral del silencio. Una teoría de la opinión pública.. Ferry. J. M., 1992, p.207. 5 BROWN, J.A.C. op. cit., pag 10. 6 EDWARDS, Violet: Group Leader’s to Propaganda Analysis. Institute for Propaganda Analysis, Nueva York, 1938. 7 HITLER, Adolf: Mi lucha. Antalbe, Barcelona, 1984 (1o ed. 1925). 8 BERCHOLC, Jorge O. Temas de Teoría del Estado. Editorial La Ley. 2005. 9 PRATKANIS, Anthony y ARONSON, Elliot: La era de la propaganda. Uso y abuso de la persuasión. Paidós Comunicación, Barcelona, 1994 10 HITLER, Adolf. op. cit., pag 91. 11 BROWN, J.A.C. op. cit., pag 25-35 12 ZAFFARONI, Eugenio Raúl. El enemigo del derecho penal. Editorial Ediar. Buenos Aires, 2006 13 ZAFFARONI, Eugenio Raúl. op. cit., pag 24 14 ZAFFARONI, Eugenio Raúl. op. cit., pag. 57 15 FRIEDLANDER, Saul. Por qué el Holocausto? Historia de una psicosis colectiva. Ed. Gedisa. Barcelona, 2004. 16 GITLIS, Baruj. Las películas del odio. Editorial Alfa Communications. Israel. 2008. 17 BENZ, Wolfang. La Europa nazi y la Solución Final. Ed. Losada. Madrid, 2005. 18 ELBERT, Carlos Alberto. Manual Básico de Criminología. Editorial Eudeba (2004), p.165. 19 GITLIS, Baruj. op.cit., pag.98 20 BARATTA, Alessandro. Criminología crítica y crítica del derecho penal. Págs.165-179. Editorial Siglo XXI editores. Buenos Aires 2004. 21 GITLIS, Baruj. op.cit., pag. 132 22 BENZ, Wolfang. op.cit., pag.64. 23 ARENDT, Hannah. op. cit., pag 35 24 United States Holocaust Memorial Museum. ´Sinti and Roma` (en línea) http://www.ushmm.org