Jorge Jordana Butticaz de Pozas

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Jorge Jordana Butticaz de Pozas *
' Secretario General de la FIAB (Federación Española de Industrias de la Alimentación y
Bebidas).
Esta mañana he estado escuchando con atención las intervenciones que se han producido en esta Mesa y, aunque suele ser tópico,
no es raro que haya intervenido alguien con una exposición, en
parte, coincidente con la que tú habías pensado hacer. Sorprendentemente, he coincidido con varias ideas expresadas por José María
Sumpsi, y digo sorprendentemente porque hasta hace un momento
yo he estado en un divorcio intelectual absoluto de lo que ha sido la
doctrina agraria española. Me explico. Además de agrónomo, soy
economista y he participado en numerosos foros de economía agraria en los que he coincidido, en el tiempo, con la mayor parte de los
profesores que lideran esa doctrina. Y mi discrepancia con ella ha
ido creciendo con los años, hasta el punto de que sobre cualquier
tema parecía que estábamos hablando de asuntos totalmente diferentes. Normalmente, mis análisis se han centrado desde la óptica
de una industria, como la alimentaria, compradora de bienes y
materias primas de origen agrario y/o pesquero, que los transforma
para elaborar unos productos que tienen que venderlos necesariamente en un mercado que cambia a una gran velocidad. Frente a
esta óptica, el análisis conservador de una realidad agraria, basada
más en la teoría que en la práctica, más en el deber ser que en el
mercado real.
La política agraria en general, y especialmente la española, a mi
juicio, está teniendo, o ha tenido, hablando en pasado si hago caso
de la intervención del profesor Sumpsi, una importante miopía. Es
decir, que sólo ha prestado su atención a fenómenos cercanos, perdiendo tanto la visión temporal a largo, como la consideración de
qué están haciendo otras economías como respuesta a la globalización. Y lo cierto es que el mercado mundial está evolucionando de
forma rápida sin tener en cuenta esos pequeños fenómenos de mero
oportunismo político con los que entretenemos nuestras neuronas
en esta región llamada Europa: la cuota, la cantidad objetivo, la
modulación, qué debe entenderse como agricultor principal, de
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cómo mantener la explotación familiar agraria que está ubicada en
un lugar imposible,... Por eso, cuando el Ministro nos decía esta
mañana que quiere defender una política que identifique a medio
plazo los objetivos españoles como propios, he sentido una profunda satisfacción, porque ese camino es el único que nos puede llevar
a tener una política agraria no reactiva como hasta ahora. Cuando
desde Bruselas nos decían que se iba a modificar de una determinada forma una OCM, entonces, y sólo entonces, nos preguntaban si
ella nos convenía o no. La máxima autoridad administrativa de la
política agraria, nos ha indicado que quiere identificar objetivos
españoles. Yo lo único que pediría es que esos objetivos se fijen
entre todos los operadores económicos concernidos, y siempre con
una visión a largo plazo.
Me permitirán, por tanto, que mi intervención sea diferente de lo
que aquí han escuchado ya o van a escuchar. No voy a hablar de
explotaciones agrícolas, ni de cuotas, ni de multifuncionalidad, sino
de industrias y política industrial, pues sólo voy a exponer las preocupaciones de la industria alimentaria española, que no deja de ser
la que compra e175% de todo lo que producen los sectores ganadero, agrícola y pesquero.
Si la óptica de política agraria no contempla los intereses industriales, estará comprometiendo la propia viabilidad del sector primario, pues al final lo podremos tener muy ordenado y muy multifuncional, pero al servicio de nada, porque de no considerar
también que la industria existe, a lo mejor nos quedaremos sin tener
un potente sector industrial transformador en España y eso tan sólo
significará que la política agraria española estará al servicio del sector industrial transformador de otro país diferente del nuestro.
^Qué es lo que está pasando en el mundo? Si Vdes. son lectores
deformados de los periódicos económicos diarios habrán visto que,
en los últimos meses, casi a diario, no hacen más que salir noticias
de compras y ventas de empresas de la cadena alimentaria, fundamentalmente de los eslabones de distribución e industria. Raramente, los compradores son desconocidos aunque, frecuentemente, los
vendedores sí que son poco conocidos, sobre todo cuando se trata
de empresas no españolas. Los grandes grupos alimentarios Unilever, Nestlé, Danone, Kraft, Kellog's,... van comprando empresas
para fortalecer su presencia en un determinado mercado, para consolidar determinadas categorías de productos en los que ya están
presentes, o para diversificarse en otras categorías.
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La gran industria agroalimentaria mundial se está concentrando
a una gran velocidad y en esa concentración los intereses españoles
están ausentes. Les remito a la prensa de cada día. Raro es el mes
en el cual no hay dos o tres compras estelares en las que la ausencia de nuestra industria, como compradora, es habitual. No tengo
datos específicos de nuestro sector, pero su comportamiento es
similar al del resto de la economía, y hasta el 30 de junio de este
año, según la Consultora KPMG, en España se habían producido
596 operaciones de adquisición de empresas, de las que en 128 los
compradores eran del Reino Unido, en 92 holandeses y en 73 alemanes. Sólo en 16 de ellas el comprador fue otra empresa española. En esos seis primeros meses hubo 55 compras en nuestro sector.
Estas noticias deberían tener interés para el sector agrario, pesquero y ganadero, pues son estas empresas las que les compran después e175% de lo que ellas producen y, sin embargo, no suele haber
nunca ningún comentario al respecto, como si estos hechos no fueran importantes.
La concentración es una clara respuesta a la globalización. A lo
largo de esta mañana esta palabra ha salido ya en varias intervenciones y seguramente la escucharán Vdes. en muchas otras, pero en
este caso no es una palabra que se diga porque es políticamente
correcto, sino porque es una realidad omnipresente en el tiempo y
en el espacio, que influye cada minuto, en todos los lados: el mundo
se ha quedado pequeño para los grandes, pero para las pequeñas y
medianas empresas se hace un poco más grande, pues, además de
tomar conciencia de su magnitud, nos vamos encontrando los mismos productos bajo las mismas marcas en casi todos los mercados,
y es contra ellas con las que hay que competir. Aunque también hay
nuevos instrumentos para poder llegar a países en los que nunca
habíamos pensado estar, la rapidez en esa "conquista" es también un
factor clave y, lógicamente, cuando decidimos ir, ellos ya están allí.
En el mundo de la alimentación existen empresas que saben crecer en todos los mercados. La mayor empresa de nuestro sector en
el mundo tiene establecimientos industriales en 80 países y vende
en el mercado de 170. El volumen de ventas conjunto de las empresas primera y de la segunda del mundo es superior al de toda la
industria agroalimentaria española. Repito, todo lo que produce la
ganadería, la pesca, la agricultura y la industria alimentaria españolas es inferior a lo que producen las dos mayores empresas alimentarias mundiales. Habría que hacer la reflexión de si realmente esta65
mos hablando de algo que interesa cuando se analiza la viabilidad
de una pequeña explotación agraria en una zona marginal de montaña, pues la economía parece que va por otro lado. Sin embargo, el
99% de los análisis económicos que se hacen sobre el sector agrario
analizan ese tipo de cuestiones, y la industria alimentaria no es objeto de preocupación intelectual prácticamente de nadie.
La globalización está permitiendo que los productos elaborados
se transporten con facilidad de unas zonas a otras, dada la paulatina
desaparición de los aranceles y de las barreras técnicas. A modo de
ejemplo, el 10% de lo que comemos los españoles se elabora ya
fuera de nuestras fronteras. El consumidor se tiene que enfrentar en
el anaquel de su hipermercado, cada día, a una nueva oferta, con
nuevos productos y nuevas presentaciones. Es muy difícil que un
consumidor pueda almacenar en su memoria más de 100 marcas de
un producto en los casos límite. Porque somos, los de este Seminario, un público formado, prejuzgo que todos entendemos de vino,
pues yo les invitaría a ver si cada uno de nosotros seríamos capaces
de escribir 100 marcas de este producto, cuando en el mercado
español puede haber en este momento más de 5.000, más las que
están viniendo.
La importancia de las marcas va creciendo con la globalización.
Las grandes compañías se concentran para aumentar su ventaja
comparativa cuya primera manifestación es el poder de la marca. En
una retransmisión deportiva podemos ver la publicidad de algunos
productos que están en todos los países del mundo. La rentabilidad
de esa publicidad es así óptima, pero de esa eficiencia sólo se pueden beneficiar media docena escasa de empresas.
Hagamos una reflexión sobre las empresas industriales españolas, de las que el Ministerio de Agricultura tiene censadas 35.000.
Varias con tamaño suficiente para que sus marcas sean conocidas
en el mercado español, pero fuera de España ^quién las conoce?,
í,pueden competir con las marcas globales? Está claro, como verán
Vdes., que la situación de partida no nos favorece en esa competición.
Ahora, cualquier marca tiene que pagar también tributos y, en
ese caso, hay que pagar el coste del aseguramiento de la calidad. Si
la marca es un atajo informativo para el consumidor que la favorece
con la decisión de compra, adquiriendo unos productos determinados -sabiendo que esas marcas le proporcionarán, como le han
venido proporcionando, todos las complejas satisfacciones que pro66
ducen los bienes de consumo- este atajo no debe ser nunca interrumpido, pues, sencillamente, no se vuelve a tomar.
La fidelidad en las compras responde sólo a la confianza y ésta
no puede quebrarse por no responder los productos al estándar esperado o por haberse conocido que esa marca ha tenido un problema
de calidad.
El aseguramiento de la calidad requiere inversiones altas y una
organización del trabajo enfocado a su búsqueda permanente; organización difícil de establecer en las pymes.
La marca requiere también el estar permanentemente en el mercado con nuevas presentaciones, con nuevas elaboraciones, con
nuevos productos, y eso vuelve a requerir investigación y desarrollo, es decir, nuevas inversiones que siguen estando al alcance de los
grandes.
La investigación, para tener algún éxito, requiere una masa crítica inversora. El investigar sólo una cosa conlleva un riesgo excesivo, pues la estadística indica que de cada diez productos nuevos
puestos en el mercado, seis son un completo fracaso, tres logran
sobrevivir un par de años y sólo uno produce beneficios. Por eso la
continua puesta en mercado de nuevos productos está, una vez más,
al alcance, sobre todo, de los grandes. La mayor empresa de alimentación del mundo tiene un departamento de Investigación y Desarrollo donde trabajan más de mil personas (posiblemente, un número mayor del de todos los investigadores públicos existentes para
todo el sector) e invierten el 1,2% de su volumen de ventas, cuando
la media de la empresa española de nuestro sector no Ilega a un
0,3% y las empresas grandes a10,8%.
En el aseguramiento de calidad también hay ventajas por dimensión. Ante la preocupación creciente existente en los países desarrollados en esta materia y ante la sofisticación que se está llegando en
los métodos analíticos, tan sólo las grandes empresas pueden tener
acceso a los más modernos instrumentos de medición, en donde no
es raro que un equipo puede superar los 40 millones de pesetas. Es
obvio que esos laboratorios de control sólo los pueden tener las
empresas con tamaño suficiente para no comprometer, con sus controles, las cuentas de resultados.
Piensen, por ejemplo, en lo que nos está viniendo al sector por
una legislación demagógica elaborada por la Comisión Europea en
cuanto a la presencia de material transgénico. ^Qué pequeña o
mediana empresa española puede garantizar que sus aprovisiona67
mientos de materias primas no contienen un 1% de material transgénico? A partir de ahora ninguna marca perteneciente a empresas
medianas y pequeñas estará libre de que, mañana, algún grupo ecologista les haga un análisis, les detecte más de un 1% de ese material, y, por no indicarlo en el etiquetado, sean sometidos a una campaña de descrédito.
Cada día el conocimiento científico avanza, lo que también es
globalización, y ello complica todavía más la supervivencia de las
pymes.
El campo de la logística industrial y comercial es otra de las ventajas que conlleva el ser grande en el proceso de globalización.
Cuando una empresa tiene establecimientos industriales en 80 países puede racionalizar su producción, especializando las fábricas en
la elaboración de los productos en los que tenga ventaja comparativa su fabricación en ese país. A lo largo de estos años, con la profundización de la Unión Europea, casi todas las empresas multinacionales de dimensión europea han utilizado este proceso.
Posiblemente, en todos los mercados se sirven todos los productos,
pero éstos ya no se fabrican en todos los mercados. Detenninados
elaborados se producen en una sola fábrica para toda Europa, consiguiéndose una importante reducción en sus costes, por aprovechar
al máximo las economías de escala.
En la logística de distribución se está liberando una de las grandes batallas para reducir costes. Los nuevos sistemas de ahorros
logísticos como el ECR (Respuesta Eficiente del Consumidor)
intentan "casar" la producción industrial con la distribución comercial, de forma que la información va fluyendo desde el acto del consumo hasta el fabricante; inforrnación que permite reponer la mercancía en tiempo oportuno, evitando pérdidas de tiempo, excesos de
almacenamiento y ocupación indebida en los lineales; temas que
parecerán banales, pero que llegan a suponer un abaratamiento del
30% en el precio final.
Las empresas grandes pueden aplicar métodos telemáticos e
informáticos, tienen gente capaz de entender y con capacidad de
actuar, de forma que estos ahorros nuevamente estén más al alcance de los grandes que de los pequeños.
También en las relaciones comerciales existe una ventaja de las
grandes empresas: simplemente su capacidad de resistir a los grandes comercios. Si la industria alimentaria se va concentrando, la
concentración de la distribución es exactamente dos veces y media
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mayor (dato referido a España desde 1980). Es obvio que las condiciones imperativas de la gran distribución sobre sus proveedores
no pueden ser tan agobiantes para una gran empresa que para una
pequeña.
Sin ir más lejos, la mayor empresa comercial española, la multinacional francesa Grupo Carrefour vende el 25% de todo lo que
fabrica la industria alimentaria española de bienes de consumo. La
Comisión Europea entiende que empieza a haber "dependencia económica" cuando una empresa vende más del 20% a un solo comprador. El comprador a partir de esos porcentajes tiene poderes
exorbitantes sobre su proveedor. El jueves de la semana pasada
estuve hablando con un pequeño conservero del Valle del Ebro, con
marca conocida en algunos productos vegetales. Este empresario
me confesó que el 49% de su producción estaba en el nuevo grupo
comercial creado. Evidentemente, nunca quiso llegar a esa concentración en un único cliente, pero en este gran grupo comercial se
han sumado dos enseñas de hipermercados, un discount y dos cadenas de supermercados. Comprenderán Vdes. qué futuro le espera,
diferente de plegarse a la voluntad de su cliente gigante.
Ante estos hechos entenderán Vdes. que el seguir escuchando
"la problemática de la empresa familiar agraria" me parezca sencillamente hilarante. Porque la explotación familiar seguirá el mismo
camino que la empresa familiar que no crezca, que no se especialice y que no esté en el mercado, es decir, el de su desaparición.
El éxito de las empresas familiares es el de dejaz de ser empresas familiares.
El ejemplo lo tenemos recientemente en el sector cárnico de
nuestra propia industria. Las empresas familiares Campofrío y
Navidul -que a su vez había adquirido la empresa Revilla-, que en
su día fue también familiar, se fusionaron con la empresa Oscar
Mayer, creando un grupo donde ya no hay mayorías familiares, que
va a ser la mayor empresa cámica de la Unión Europea, y líderes en
jamones, embutidos crudos curados y en cocidos, ostentando un
20% del mercado.
El camino de las fusiones es un camino muy complejo. El período de transición es complicado, fundamentalmente porque suelen
existir culturas empresariales diferentes y plantillas sobredimensionadas para la empresa creada en la fusión, pero es un camino que en
algunos casos se ha demostrado de éxito.
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Si no logramos que nuestras empresas adquieran tamaño por
fusión, sólo nos queda el camino de la adquisición; camino que
plantea problemas, sobre todo financieros. Nos olvidamos frecuentemente de que el capitalismo haya que hacerlo con capital, y que
tradicionalmente, en España, no ha habido acumulación de capital
suficiente para poder crear conglomerados industriales; conglomerados que en la industria agroalimentaria, al igual que en otros
muchas industrias tradicionales, se han creado especialmente en
Cataluña, donde tienen sistemas de sucesión mortiscausa especiales
que evitan la partición del capital familiar.
Creo que también la globalización proporciona instrumentos
para poder superar este déficit financiero. Las bolsas están creciendo, y no es extraño que puedan acudir a financiar empresas españolas, fondos de inversión procedentes de otros países (inversiones
colectivas, fondos de pensiones). Pero para ello, una vez más, tienen
ventaja las grandes corporaciones, que puedan presentar a sus posibles accionistas planes de expansión coherentes. Además, la liquidez de las cotizaciones (días cotizados) es mayor en las mayores
empresas. En cualquier caso, la salida a Bolsa es una oportunidad de
crecimiento para que las empresas medianas puedan alcanzar un
tamaño competitivo más óptimo, si no les importa dejar de ser familiares.
Si no puedes fusionarte ni crecer por nuevas inversiones o por
adquisiciones, siempre te puedes vender y ése está siendo el fenómeno más habitual en nuestro sector. Una empresa pequeña que, no
obstante, tenga una marca en algún producto que sea líder o colíder,
puede tener su futuro complicado por su imposibilidad de ir a la conquista de otro mercado, pero puede ser muy rentable para una empresa grande que ya tenga otros productos en el mercado español.
Entenderán Vdes. que este problema financiero es el que causa
que el peculiar sistema que tiene la gran distribución comercial en
España, de detraer mediante aplazamientos de pago desmedidos,
financiación desde el sector productos al comercio, hasta el punto
de que manejan bastante más de un billón de pesetas que siendo de
sus proveedores, se encuentran sin embargo financiando la expansión comercial. El vampirismo financiero fortalece a los que ya son
fuertes y debilita a los que ya son débiles. Sorprende que ante este
fenómeno la sensibilidad de las Autoridades económicas sea nula y
tengamos en España los aplazamientos mayores entre todos los países de la Unión.
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De todas estas reflexiones apenas he encontrado referencias en
la economía agraria tradicional. Ni siquiera un estudioso se ha decidido a analizar, por ejemplo, las consecuencias de esa línea de pensamiento que conocemos como agrarismo, en el propio sector agrario.
^Conocen Vdes. algún estudio que explique por qué la Ley de
Responsabilidad Civil por Producto Defectuoso, vigente en España
desde hace 5 ó 6 años, reconoce el derecho de los consumidores a
ser indemnizados por los posibles daños causados por los productos
puestos en el mercado... excepto si éstos provienen del sector agrario y pesquero?
^Alguien ha reflexionado de por qué la Directiva de Higiene de
los Alimentos y su transposición mediante Real Decreto obliga a la
aplicación de autocontroles para asegurar las condiciones sanitarias
de los alimentos en toda la cadena alimentaria, excepto en el sector
agrario y pesquero?
Consecuencia de esta falta de análisis de la realidad es la crisis,
durísima, que ha parecido el sector vacuno como consecuencia de la
encefalopatía espongiforme bovina. Por este camino tendremos brillantes modelos teóricos para la agricultura sostenible, pero posiblemente ya no tengamos agricultura que sostener.
Nos queda poco tiempo para reaccionar, pues los fenómenos de
cambio van extraordinariamente rápidos. Un problema adicional es
que frente a la importancia de la problemática que he intentado
exponer, las soluciones más frecuentes requieren fórmulas asociativas; y cualquier fórmula asociativa me vale, cualquiera. Inventemos
nuevos sistemas de cooperación, nuevas fórmulas colectivas, consorcios por operaciones concretas, incentivemos la realización de
acciones comunes por más de una empresa; todo puede valer para
alcanzar tamaño, pues sin tamaño la mayor parte de nuestro tejido
productivo, sencillamente, no existirá.
Ya les he resaltado que en la industria alimentaria española hay
censados 35.000 establecimientos. Si nos quedamos sólo con los
que son mayores de 20 trabajadores, en España tenemos unas 3.000
empresas, un número mayor que el que existe en Alemania, cuya
producción es más del doble que la española. Esto enmarca nuestra
situación.
Pero para tener una visión completa de la cadena alimentaria
tampoco hay que quedarse en el eslabón industrial. Las debilidades
autóctonas hasta aquí expuestas se extienden a ese último peldaño,
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la comercialización, y nuevamente podemos destacar alguna ya
mencionada; tampoco las empresas españolas tienen tamaño suficiente para competir en la globalización. Analicemos sucintamente
el caso francés. Los franceses tienen un magnífico sistema de distribución a nivel mundial. La empresa Carrefour es la segunda del
mundo en distribución de productos de consumo, después de la norteamericana Wal-Mart. Está implantada ya en más de 90 países y,
sin duda, está sirviendo para que los productos agroalimentarios
franceses puedan salir de sus fronteras. Y aquí, en estos días, estamos sencillamente aplaudiendo la fusión emprendida por esa cadena, sin que nadie medite las consecuencias de la misma a largo
plazo, pues esa fusión favorece a los fusionados y debilita a los
demás y en ese pelotón de los demás es donde están las cadenas
españolas.
^Qué esto influye en los sistemas agroalimentarios nacionales?
Sin duda. Vayan dos ejemplos: En el discount perteneciente a ese
gran grupo francés, venden un producto, de marca blanca que se
llama "tiras de jamón serrano". No pone el lugar de fabricación porque no es obligatorio, pero me han informado que es... francés. Si
les preguntara cuál es el producto más emblemático de la agroalimentación española, seguramente no dudarían en indicar que el
jamón serrano. Pues resulta que ya esa cadena está vendiendo el
emblemático producto español, pero fabricado en Francia.
Otro ejemplo, lo puede constituir los pactos que, de cuando en
cuando, se cuelan en la información de prensa: el pacto de la fresa;
el pacto de la leche,... que vienen a significar que en esa cadena
cuando empieza la campaña de la fresa en Francia, la fresa española deja de venderse.
Y mientras aquí seguimos con la tradición española de si son
galgos o podencos, complicándonos el que podamos tomar el tren
del futuro.
Por todo ello, cuando esta mañana hemos escuchado que el profesor Sumpsi nos decía que "el modelo de política agraria practicado hasta ahora ha periclitado y es necesario buscar otro", me empezó a alentar una cierta esperanza de que a lo mejor dentro de 10 años
tendremos la política agraria que teníamos que haber tenido hoy.
Con eso ya me conformo.
Muchas gracias.
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