lo que piensan y no dicen

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Cuatro hombres y un destino
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(LO QUE PIENSAN Y NO DICEN)
por Jaime Alguersuari
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Claves para imaginar…
una fantasía
Me han llevado fuertes
razones emocionales a
escribir, por primera vez
en mi vida profesional,
una obra de teatro
en tres actos en rima,
pretendidamente
asonante y consonante,
sobre los 4 jinetes del
Mundial 2013, que intuyo
apocalíptico en grandeza,
en tensión, en talento y
sobre todo en riesgos.
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C
onociendo perfectamente las características
y perfiles emocionales
de los cuatro hombres
que se van a jugar el título de la categoría reina del Mundial, caí en la
percepción de convivir, un día sí y
otro también, en una especie de angustia y emoción que me asaltaba en
permanencia y de forma obsesiva semana tras semana desde que acabó el
Mundial 2012.
Os juro, especialmente a los que me
leéis y me conocéis desde hace 40
años, que nunca sentí tanta zozobra,
tanto respeto y tanto temor por los
protagonistas de un Mundial como
este año.
Habéis leído bien, temor.
¿Sabéis por qué?
Porque nunca antes se dio un
ADN tan bélico, reivindicativo y
sobre todo temerario en la historia del Campeonato del Mundo
de Motociclismo como el ADN
que aportan los protagonistas del
Mundial 2013.
Eran tantas las angustias y las
verdades que presentía, que busqué la forma de explicaros a todos, porque percibo temor, y
tanta admiración a la vez, sobre
el desarrollo de la universal pelea
que va a enfrentar las dos Honda
oficiales contra las dos Yamaha
oficiales.
Me pregunté, en qué contexto
escribo yo lo que pienso que ellos
sienten, cada uno respecto a los
otros tres, que encaje, se sostenga,
y no admita discusión.
Sólo se me ocurrió un formato.
Una obra de teatro.
Me pareció el único modo de
poder utilizar a los cuatro personajes, Lorenzo, Valentino, Pedrosa y Márquez, protegido por la licencia de autor, que puede, en su
derecho intelectual, expresar una
opinión, incluso dramatizarla.
Literariamente y caricaturizándola con salero, con gracia y con
un guiño al entretenimiento.
Parte de esta obra se inspira en
el romancero gitano de Lorca y,
como veréis, aparecen expresiones como gitanos en celo, cuchillos, desafíos a muerte, etc., etc.,
que como comprenderéis son
simplemente citas literarias para
enfatizar la tensión del texto.
Creo que este trabajo es un experimento único en el mundo del
periodismo y con certeza en el periodismo de la motocicleta.
Los hechos ocurren en un teatro
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Como he anticipado al
principio de esta obra
que he escrito a ratos
durante el último mes, se
corresponde a un impulso
que jamás sentí antes y
que tiene que ver con mi
certeza de que Pedrosa,
que nadie lo dude, el
mejor Pedrosa desde
que se hizo piloto, va a
detonar el Mundial sin
importarle ni daños, ni
consecuencias.
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imaginario donde se reúnen 100.000
personas, en un escenario donde los
protagonistas son dos Honda y 2
Yamaha sobre sus caballetes, y sobre
ellas, sus jinetes.
Se trata de cuatro monólogos, micro en mano, que inicia Lorenzo y
finaliza Márquez.
El protocolo se sostiene en que
cada piloto dice lo que piensa, según el autor de esta obra, sobre los
otros tres pilotos antes de empezar
el Mundial.
El primer acto es corto, el autor describe el teatro y el ambiente previo a
la función, el segundo acto es largo
y transmite todo el dramatismo de
los actores, y el tercero y último es
corto y deja las claves de la razón de
esta obra.
Difícilmente, y me dirijo a los fans
de los cuatro extraordinarios pilotos, puede haber ofensas y ofen-
didos, porque Jorge, Valentino,
Dani y Marc se compensan unos
a los otros utilizando el texto de
la obra como dardos afilados que
corresponden a sentimientos que
yo estoy convencido de que en
algún modo sienten como suyos,
pero jamás, jamás, dirían en público.
Como toda obra tendrá, entre los
lectores, entusiastas y detractores.
Adelanto que no he pretendido
agradar, ni desagradar, ni mucho
menos crear escuela.
Como he anticipado al principio
de esta obra que he escrito a ratos
durante el último mes, se corresponde a un impulso que jamás
sentí antes y que tiene que ver con
mi certeza de que Pedrosa, que
nadie lo dude, el mejor Pedrosa
desde que se hizo piloto, va a detonar el Mundial sin importarle
ni daños, ni consecuencias.
Mi sentimiento añade que el
joven Márquez no sabe de ídolos, ni de respetos debidos, ni de
tiempos de aprendizaje, y frente
a esas dos actitudes, que no tienen límite, ni cerraduras, está un
Lorenzo que pilota por encima de
la perfección, y que no sabe aún
si su corazón estará dispuesto a
dejar la perfección… y pelear por
honor.
De Rossi, observador.
Por todo lo dicho, por el respecto e impacto que me causan los
personajes, sólo por eso, he escrito esta obra.
Que nadie dude que vamos a ser
testigos del mejor Campeonato
del Mundo de la historia, y a la
emoción de esa certeza se une en
mi interior un miedo que lo hace
a mis ojos más épico.
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Acto primero
El teatro
Atentos, niños y niñas, amigos y amigas, señores, señoras, ancianos, listos, ingenuos, artistas, obreros y gente de buena fe… vayan pasando,
tomen asiento.
“Pipas, globos, caramelos… camisetaaaaaas, las tengo de todos colores”.
“¡Una de Jorge para mi niño!”.
“¡Oiga, oiga! Tres de Pedrosa, dos para niño y una de adulto”.
“A mí déme diez de Marc Márquez, talla de niña, somos de su club de
fans.”
“Tengo de Rossi”, dice el que vende mientras recoge el cambio de una
bolsa de pipas y tres camisetas de Jorge Lorenzo.
“¡Tengo de Rossi!”, repite atendiendo a la marabunta de chicos y chicas
que rodean al que vende las pipas y los caramelos. ¡Cuánta alegría, válgame el cielo!”.
En el escenario, muy bien presentado un fondo de
paddock, un pit lane bien puesto y la larga recta
de un circuito soñado.
“¡Tengo de Rossi!”, sigue voceando.
Gritos confusos.
“Cinco de Lorenzo, a mí, tres de Pedrosa”.
Y un montón de niñas muy desesperadas: “Veinte del niño bonito, veinte de Marc por favor”.
Las luces se apagan, el público calla, cien mil almas ocupan su asiento,
sin más dilación.
Apenas se oye un último aviso… “¡Tengo de Rossi!”.
No dio tiempo a más.
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Se abrió el telón y se iluminó el escenario.
“¡Silencio, silencio!”... ya ni respirar se oía.
Cuatro personajes.
Jorge Lorenzo, erguido, muy tieso, de azul y de blanco.
Ciertamente impone el campeón del mundo del último año.
A su lado, Rossi, como distraído, sin fijarse en nada y atendiendo a todo,
levanta una mano y sin disimulo saluda a las niñas del patio de butacas
que está más cercano.
Ése es Valentino.
Al lado de Jorge, no tan erguido, se gira de golpe y sin disimulo sonríe
a una niña que le lanza unas flores.
Rossi, ni a los 33 dejará de ser como siempre fue… ¡divertido!
Se mueve la cámara.
El operador gira a la izquierda y enfoca a Pedrosa.
Serio, estático, distante.
Nadie diría que su personaje no es una figura del museo de cera. ¡Qué
bien parecida!
¿Está enfadado el chiquillo?
¡A mí se me antoja que sí!
Se le ven en los ojos un cierto resabio de ira y de rabia muy mal contenida.
Se le ve en los ojos, que apenas se mueven y no pestañea, un mensaje
claro que no tiene destino, ni destinatario.
Se le ve en los ojos que hay un grito ahogado que es para sí mismo, pero
si te fijas y pones oído podrás entender que Dani Pedrosa deja en su
mirada un signo inequívoco que dice, sin más: “¡Basta ya!”.
Todo el teatro le mira, cien mil pupilas se encienden y cien mil corazones se abren buscando entender tanto sufrimiento, tan mal contenido
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en el niño aquel que el destino quiso que por estatura siempre fue y
será… un chiquillo.
El operador, muy pausadamente, gira lentamente el plano de cámara y
llena el encuadre de una amplia sonrisa.
La de un niño grande.
“¡Oh!”, se escapa del patio de butacas.
El cuarto en discordia.
El nuevo en la plaza, es el niño Márquez, aquel del que dicen que vino
de Marte.
La cámara juega con sus movimientos, saluda, se para, sonríe y exclama.
“¡A todos os quiero!”, explota el teatro y le aclama la gente.
Allí en la platea un grupo de niñas, no lo sé seguro, pero me parecen 100
o quizás 200, se vuelven tarumbas y de repente: “¡Asistencia, asistencia!
Se desmayó Manolita, y la Pepi… y también la Juanita!”.
El teatro hierve se suceden los gritos, las desarmonías, los desmayos.
¡Cuántas letanías!
“¡Marc, Marc!”, gritan las mujeres, no sólo las niñas, y sus ojos saltan y
echan chiribitas.
Y el niño llegado Dios sabe de dónde se mea de risa al saberse el centro
de tanto entusiasmo, tanta algarabía.
De repente, se calla el teatro, se hace el silencio.
No se oye una mosca, las luces se funden a oscuro.
¡Se acabó el primer acto!
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Acto segundo
Lo que piensan y no dicen
los que van a pelear en el
próximo Mundial
(Baja el telón.
¡Terminó la introducción!
Aplausos, locura, entusiasmo.
¡Cuánto gustó el primer acto!
Shhhhhh… shhhhh…)
Susurra el teatro, apagando entusiasmos
mientras se alza el telón anunciando ya el
segundo acto.
Impone el escenario.
Majestuosas las motos.
Dos Yamaha, dos Honda, sostienen sobre ellas a los cuatro centauros
vestidos de gala, monos, botas, cascos, reluce la piel, brillan los colores
y 100.000 corazones laten fuertemente.
¡Están ya empezando las emociones!
Lentamente, de azul y de blanco, se pone de pie en las estriberas y dando
un ágil salto, se planta Lorenzo en el escenario.
Alguien le da un micro.
Lo coge, lo mira.
Mientras el teatro, mudo y muy atento, siquiera respira).
“Me han dicho que hable”, dice Lorenzo dirigiéndose con mucha intención al muy respetable.
“Me han dicho que hable, y lo voy a hacer, me lo pidió Jaime y a él no le
niego. ¡Es un placer!”.
“¿Del año que viene…qué espero?
En primer lugar, no mirar atrás.
Yo soy el número 1, el primero.
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Dos veces lo he sido con las motos grandes, después de estas motos no
hay otras mejores.
Por eso, estos tres tendrán sus razones, pero deberán mirar atrás y adelante buscándome a mí, porque yo no miro, ni pienso mirar, nunca para
atrás.
Si me quieren coger, que lo intenten, a mí me da igual.
Yo soy el campeón; si alguno se acerca y tiene una opción, yo no miraré
ni su nombre, ni su moto, ni su condición.
Es muy simple.
Que luche, que pelee y si me gana, ¡alirón!
Pero no debe olvidar, cualquiera que logre esa prestación, que el número
1 lo dan al final, que ganar una carrera sólo es ocasión pero que sólo al
terminar, cuando se cierre el Mundial, ¡sólo entonces se sabrá el campeón!
Y allí les espero; 18 ocasiones tendrán cada uno de los tres para probarse
a sí mismos, si son capaces de vencerme.
De hacer, lo que yo, no lo dudéis, tengo pensado lograr.
Ser campeón otra vez.
Jaime me pide que hable de Rossi, de Pedrosa y de Márquez, y lo voy a
hacer.
¡Maestro, va por usted!
De Rossi, qué digo que no sepáis ya.
¿Que es el más grande?
¿Que no habrá otro igual?
¿Que en 50 años de Campeonato del Mundo nadie hizo historia como
lo ha hecho él?
Eso ya lo sé.
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De él aprendí todo lo que soy, todo lo que he sido y todo lo que sé.
Pero…de verdad, de verdad, no sé por qué, maestro tan grande, intocable
y sin igual, quiere tentar su suerte metiéndose en lío…de pelear con los
tres.
Yo lo tengo claro.
Amigos del teatro, todos. ¡Yo sí os puedo asegurar que antes de que
cante un gallo, de este corral yo me voy!
¡Tengo por obvio y seguro que no quiero repetir cuando yo llegue a los
30 lo que a Rossi con certeza muy pronto le va a ocurrir!
¡Que son muchos 33!
Que hasta Cristo a esa edad decidió poner punto y final y salvar la humanidad.
¡Qué paradoja!
Para un ser universal, tan sublime y popular, prefirió Cristo subir al cielo
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a los 33 que intentar continuar.
¡Ay, Valentino, maestro! Ya eres leyenda eterna. ¿Qué falta te hace a ti
torear en esta arena?
¡En cualquier caso, te espero!
Si al final del campeonato y mi moto no se ha roto, y el marciano no
me tira (luego hablaré yo de él), y tú, Valentino, me ganas, por la mano,
con la misma moto, con el mismo equipo humano, disculpa lo que en
el teatro he dicho.
Si eso ocurre, cuando ocurra. ¡Lo que dije, lo retiro!
Ah, hay más.
Si me ganas mano a mano, al final de todo un año (porque una carrera
te dejo y hasta dos, querido amigo). ¡Que esté seguro el teatro que de
ésta me jubilo sin recato!.
¡Se oye un murmullo, pero nadie interrumpe, el foro se calla!
De Pedrosa…
Buen chaval, nada arrogante, un poco mudo, eso sí.
Distante.
Llevó una vida con él y no he sentido jamás un signo de humanidad, de
calor, de disimulado afecto, ni mucho menos fraternidad.
Que no nos dimos la mano. ¡Natural!
Dejando filosofías, quiero decir de Pedrosa que, sin discusión ninguna,
es hoy, de los tres, los que son hoy mis rivales, el que tiene la armonía,
la fuerza, para discutir el título ¡que yo quiero conseguir! ¡El tercero!
¡Aprovecho la ocasión en este teatro tan lleno, de tanta y buena afición,
que a Pedrosa felicito sincera y honestamente por haberme hecho sufrir
y dejar como el mejor su corazón en la pista,…cuánto me hiciste sufrir!
De Valentino ya hablé, y si me he de retractar, ya he dicho que lo haré.
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Pero del que aún no he hablado es de Márquez.
Un problema que no es mío. ¡Ya tengo yo a Valentino!
A pesar de toda la fuerza de Dani, en su mejor momento, su experiencia,
su ira, justa y santa, se me antoja que tendrá el enemigo en su casa.
¿Por qué no quise ir a Honda cuando yo lo pude hacer?
Por eso, querido Dani. ¡Por evitarme ese trago! ¡Por evitar encontrarme
a ese que llaman Marciano!
Dicen que Márquez no es de aquí.
Aseguran que es de Marte. ¡Alá, pues, para ti!
Como ya os he dicho antes, cuando empiece el campeonato, yo sólo miro
adelante.
De Rossi un póster guardo en mi casa, para no olvidar que él fue el más
grande cuando yo un niño, ya lo admiraba.
Pero cuando esto empiece… a mi espalda, de otra Yamaha,… ¡ni el aire!
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Pero me temo, Pedrosa, que tú estás en una trampa, en la que no has
caído, aún, y en la que los que se llaman amigos están pensando muy fijo
que des tu último paso… ¡y pum! ¡Y gracias por los servicios prestados!
Pero bueno, no es mi problema, me han pedido que yo hable, sincero, a
calzón quitado y lo he hecho.
Disculpen si he molestado.
¡Ah, me falta uno!
Ese al que llaman Márquez.
Sí, ese que viene de Marte.
Con un talento muy grande, pero también a codazos, el niño se ha hecho aquí un hueco, y los tres de este teatro ya lo estamos esperando.
Que digo de él que no sepa nadie que ame las motos, el desafío, el riesgo,
el engaño.…
Dicen de Márquez: “Hacer que te dejo pasar, y no pasas, porque ya te
he derribado”.
De Márquez puedo decir que no viene en son de paz.
Como vinimos todos los que aquí nos presentamos.
Que sepa todo el teatro que, como me han dicho que hable del niño, de
Márquez, no guardo ni un pensamiento, ni una opinión, ni siquiera un
comentario.
¡Que viene a por ti, Pedrosa!
¡Y de paso si a Rossi le pilla abajo, le arrebata el sin pecado, la gloria y
el doctorado!
¡Que la intención de este niño en su primer año es hacer la carambola!
Su intención es clara.
De Pedrosa no deja ni el recuerdo, y a Rossi le quita, eso sí, diciendo lo
siento, la capa, el trono y la corona.
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Pero eso no es todo.
Este niño quiere más, falta mi bola.
En el juego, aunque su maestro le diga mil veces mil: “Niño, ojo, atento, aprende”. Diles que son buena gente…e insista en que “éste no es tu
año, Marc, sólo debes de mirar desde atrás cómo lo hacen, deja pasar las
carreras, deja que la moto llegue a tu piel sin darte cuenta, no te caigas,
mi zagal, que cada caída que tengas, ellos se van por delante y tú te irás
para atrás”.
Pues aunque mil veces mil se lo diga don Emilio, a mí me parece que el
niño, aunque le diga que sí, por una oreja le entra,y por la otra va a salir.
Lo dicho, me llamo Jorge Lorenzo, y me barrunto que el nano tiene
muy claro y concreto que su objetivo no es otro que hacer de los tres
presentes una carambola a tres, sin dejar bicho viviente.
Pues muy bien, chaval, como me dijo mi abuela, el que no llora, no
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mama, y el que no arriesga, no gana.
Dicho esto, ya he cumplido.
Pero me falta un aviso… ojito, chaval, al cuento que ahora te explico.
¡Es para ti! ¡Sentencio!
De cierto, no sé si eres de esta tierra, o vienes de otra galaxia. ¡Quizás
Marte!
Pero quiero que no olvides que aquí no estamos en Marte.
¿Tuviste tiempo algún día de fijarte, atentamente, en el dibujo que llevo
grabado yo en permanente?
¡Es un círculo, chaval!
¡Y allí dentro mando yo!
Si lo quieres conquistar, aprende las normas, chaval. Como los caballeros de antes en el tiempo medieval”.
(Se hace el silencio, el teatro, mudo, no sale de su asombro, de lo que
está oyendo. Jorge, pausado, lento, mandando, caminando lentamente,
recorre sin prisas las tablas del escenario, se planta frente a la Honda de
Márquez, que le mira atentamente, asustado, ¡helado!
Jorge da un paso más y pone su nariz saludando la de Márquez, cara a
cara.
El silencio es total… se corta el aire).
“Así pues, escúchame bien, chaval, aquí nos basamos en el honor, en el
respeto al rival.
Los tres que aquí hemos venido, llevamos mucha metralla, mucho daño
corporal; hemos conocido sábanas, médicos, agujas y hospitales por el
mundo.
Hemos llorado muy solos, hemos sentido que el mundo se nos acaba,
que en este deporte no vales si estás metido en la cama.
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Rossi, Dani y yo, Stoner también cuando estaba, hemos jugado al límite,
hemos desafiado la muerte, y hemos tenido el sentido, la confianza, y
coraje, de darle a nuestro enemigo la llave de nuestra suerte.
Así pues, ojito.
Si te has ganado a pulso el venir a pelear con nosotros, mosqueteros del
campeonato real, apréndete las normas, amigo; si no te juro, aquí mismo, que lo vas a pasar mal.
Hablo por mí y por ellos.
No se te ocurra tocarnos, intenta pasar si puedes, pero aprende de una
vez que adelantar es un arte que termina siempre bien; si no, no es un
arte.
No amenazo… sólo aviso.
Ahora, si quieres ir a la tuya, si de mi aviso, ni caso, y piensas que en este
Mundial valen golpes y embestidas, aliñadas con sonrisas, y una ovación
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general de la platea formal, te voy a dar otro aviso.
Cuando salgas del teatro, pregúntate por si acaso por qué Espartano me
llaman.
A sufrir nadie me gana.
Y manejando la lanza, y lo mismo con la espada, no hay un hombre en
esta tierra capaz de ganarme en puja, ni tampoco en una chanza.
Bueno, basta ya, me parece suficiente todo lo que ya he dicho.
Si eres inteligente, buena nota habrás tomado.
Si sigues normas, conductas y peleas con honor y ganas,…sé bienvenido.
Si no, imagina lo peor.
Aquí y hoy te he prevenido”.
(La última frase sonó alta, fuerte, desafiante como un cañón.
De este modo terminó Lorenzo su actuación.
Profundo silencio, tensión en la sala, Jorge, sobre sus pasos, al teatro
dio la espalda y muy lentamente se fue acercando micro en la mano a
Valentino, que está esperando.
De repente, se oyó un aplauso, y luego dos, en una décima ya fueron
cuatro, y en un instante una ovación. ¡La más tronante! ¡Se inundó el
teatro!
Primero los unos, luego las otras, y fila a fila se puso en pie ovacionando.
¡Qué clamor! Se confundía palmas, gritos, ovaciones, formidable fue
el picar de los talones…
Todos entendieron el discurso de Jorge.
De sus tres rivales habló con ironía y respeto pero sincero.
No se guardó nada en el tintero, pero su final, hablando de Márquez, al
alma le llegó a todos los escuchantes.
¿Fue un desafío, un aviso muy locuaz, lo que Lorenzo le dijo?
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¡Cuánta tensión, cuánta carga emocional, Dio mío que gran Mundial!
Nunca los mejores cuatro tuvieron tanta presión.
Poco a poco el pulso se recupera y el silencio se hace enorme allí abajo
en la platea.
Lorenzo, muy decidido, a Valentino le alcanza el micro, y unas palabras muy quedas que nadie escucha en el quicio de su oído.
Valentino se ríe, a Jorge le da un abrazo, y a la carrera se planta al final
del escenario.
Se arrodilla, levanta los brazos, surca el aire.
¡Qué abrazo le dio a sus fans que revientan el teatro!)
“Silencio, silencio, habla el más grande” (Dice gritando una moza,
guapa, rubia, bien plantada.
Es la representante del club de fans del patrimonio de la humanidad).
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“Buona notte, amici” (Dice Valentino, alegre sin poder disimular que
está a gusto en el lugar).
“Voy a hablar en español…quizás no estuve muy fino este último Mundial, pero os puedo asegurar que por disculpa me valga, que dediqué
mucho tiempo a aprender el español…y me olvidé de ganar.
Ahora peleando con los tres no me hace falta traducir.
Les oigo venir, y aunque no adivino el porvenir, que tengan en cuenta
los tres que éste es un título a cuatro, aunque crean lo contrario.
Ha dicho Jorge hace un rato: “Que son muchos 33”.
Y tú qué sabrás, Lorenzo, si a mi edad no llegarás.
¿Que soy viejo? ¿Que perdí por el camino la gloria, el arte, el tino?
¿Qué sabrás tú, Lorenzo, de lo que soy capaz? Cuando yo tenga entre
las manos la moto que necesito.
Sí, sí, esa Yamaha que a ti te ha hecho campeón.
La que te ha hecho tan querido.
Pero mira, compañero, la moto con la que has ganado, la que de mí has
heredado, que nadie olvide jamás que fui yo quien te la ha dado.
Dicho esto cambio el tercio, y de ti voy a opinar porque de mí tú opinaste y te aseguro, Lorenzo, que para por lo menos empatar vas a quedar
muy mal.
Para empezar.
Fuiste mi mejor alumno.
No he conocido otro igual.
Me fui a Ducati buscando la manera de decirte, sí, sí, a ti, que con la
moto que fuera siempre sería el maestro, y tú simplemente un rival.
He de reconocer que no me salió bien la jugada con la Ducati; he perdido tiempo, años, y algo de edad, tal vez.
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¿Que tú te me has escapado?
Quizás, pero ahora, mano a mano, de nuevo con las mismas armas, no me
andes descuidando, porque por la derecha o por la izquierda no sabrás si
vengo o voy…
¡A Rossi ve vigilando!
¡Te creerás que no estoy, que me perdiste hace un rato y cuando den la
bandera, te enterarás, Lorenzo, de que yo ya había pasado, un ratito antes
que tú!
¡Ah! Y te tomo la palabra, si te gano en buena lid, vete pensando un adiós
para decirle al teatro dónde piensa estar Lorenzo cuando ya esté jubilado.
¡Lo has dicho tú, no yo!
Si al final de un año entero, mi Yamaha es la mejor, aunque no gane el
Mundial, ve pensando, amigo Jorge, cómo cumplir tu palabra para salir
por la puerta y no volver al Mundial.
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De Cristo hablaste dos veces, de su edad… de correr yo su misma suerte.
De morir en buena lid y no volver al Mundial, a quedarme yo en el cielo
y dejar que el mundo entero recuerde que un día fui el más grande, el
mejor, un querubín.
Pues bien, no te daré yo ese gusto.
Vengo de juez, y de parte…
Las dos cosas yo seré.
El juez y ¡punto y aparte!
¿Sabes por qué?
¡Porque ve en este desafío que os lleváis entre españoles, tanto odio entre
vosotros, tanta afición dividida, tanta prensa interesada en saber quién
de los tres el polvo le hará morder al que descuide un instante que no
vino aquí a correr, es muy posible, querido, que os hagáis daño los tres!
Yo, mientras tanto, sin prisas, sin ansiedad, me dedico a vigilaros, a observar adónde vais, a aprovechar vuestra furia, vuestra rabia, que quizás
no os deje ver si la curva es de derechas o hay que trazarla al revés.
Allí os espero, muchachos, esperando que tengáis más de un fallo, quizás 100.
Podéis tener por seguro que fijo, fijo, Valentino tendrá cargado el revólver para meteros un tiro, uno a uno, y en la sien.
No voy a hablar de Pedrosa, ni de Márquez, con todo lo que ya te he
dicho, porque hablo de los tres, que se den por aludidos.
Coincido contigo, eso sí, que cuide Pedrosa su espalda y que mire hacia
delante, porque de los cuatro presentes, quien tiene más enemigos entre
los que se dicen amigos, ése no es ni Jorge, ni Vale, ni Marc, el recién
venido.…
¡Ay, Dani!… hoy ya mi amigo, aprovecho este teatro para decirte sincero
26
que si puedo, yo te ayudo.
De mí tu aprendiste mucho y para nada eres viejo.
Aunque quererte… quererte… y los que te dicen te quiero, no te desean
la suerte.
Espera que empiece el año y verás a Valentino…cómo te echa una mano”.
(Cerró Valentino el discurso mientras se iluminaba el teatro.
Allí terminó el relato, mientras le aplauden los fans con un bullicio
infernal, palmas, pitos, ovaciones…y mil gritos que le dicen: “¡Viva, Valentino, tú sí que eres distinto! ¡El único e irrepetible! ¡El Cristo!”.
Regresa Vale a su moto, vuelven las luces a oscuro mientras se pierde en
el aire las ovaciones, las palmas y gritos, y los últimos suspiros.
Queda en silencio el teatro, los ojos se fijan, cómo Valentino alcanza,
con parsimonia y boato, a su amigo Pedrosa, y mientras le entrega el
micrófono, lo aprieta en un gran abrazo.
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Aunque no lo dijo alto (los de la primera fila y los de los palcos de arriba pudieron entender muy claro lo que Valentino dijo al que nunca fue
su amigo: “Venga, Dani, es tu hora, un buen momento para decirles a
todos lo que tu corazón ha callado en los últimos 6 años”).
Y Valentino siguió hablando, aun sabiendo que le escuchaba el teatro.
“Venga, Dani, ya que aquí todos te andan buscando, que parece que eres
víctima, relevo y un compromiso acabado, llega el momento de hablar,
de explicar al personal con lo que se van a encontrar éstos, nosotros,…los
que te queremos mal!”.
Qué de risas, qué de chanzas, surgieron sin previo aviso del público, que
escuchaba el improvisado aviso de Valentino, su amigo.
Pedrosa, le mira, fijo. Parece que el tiempo se para.
¡Voto a bríos! Que en las dos horas y pico que duraba el espectáculo no
reinó en aquel teatro un silencio tan intenso. ¡Tan frío!
Todas las luces se han ido, sólo una luz cenital, corta, hiere e ilumina un
silencio funeral.
Atentos… habla Pedrosa).
“De verdad -dijo muy firme-, que me lo pensé dos veces antes de aceptar
estar en este escenario presente.
No hace falta que yo os diga que no soy en el hablar un dechado de
emociones, ni tampoco un Castelar.
Pero por una vez ¡hablaré!”.
(Dani, sin más, acercándose a la gente, empezó a decirles a todos lo que
le vino a la mente).
“¡Por Dios! Nunca pensé que entre Jorge y Valentino estuviera yo protegido de forma tan evidente.
Dice Jorge que esté atento, que vigile,…que Márquez me quiere muerto,
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y la Repsol, despedido.
Y Valentino me dice que siempre será mi amigo…y que vigile.
Que muchos de mis amigos, aunque me abracen, me miren, serán en
verdad traidores porque andan esperando que, al término del campeonato, entre Márquez y Repsol, la prensa, los fans, el público y los amigos,
me den a mí el finiquito.
¡Cuánta amabilidad, por Dios!
Vale, Jorge, no supe yo hasta hoy que erais mis grandes amigos.
De haberlo sabido antes, quizás os habría dicho que me hicierais un
favor.
Vale, como eres tan campeón y a ti te sobran los títulos, y tú Jorge tienes
dos, dejadme a mí ganar uno.
Mira qué fácil. ¿En qué pensaría yo de no pedir algo así, fácil, oportuno a
estos dos grandes amigos?
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Nunca pude imaginar que Valentino y Lorenzo se preocuparan tanto de
lo que a mí me iba a pasar.
Pues…ahora, oírme.…
Ni tú, Vale, y mucho menos tú, Lorenzo, fuisteis nunca mis amigos, y
como he decidido hablar, voy a seros muy sincero.
¿Vosotros amigos míos…?
¡Jamás!”.
(Dani se gira, le da la espalda al teatro y se acerca lentamente hacia Valentino y Lorenzo.
¡Por Dios, da miedo! (piensa el teatro)
¡Hasta parece más alto!).
“Tú, Valentino, de mí poco pudiste ver a lo largo de este año, y si me
viste una vez, fue por la espalda, de lejos y por una vuelta. ¡Tal vez!
Coincido yo con Lorenzo, aunque sea sólo hoy, que te iría mejor si te
hubieras despedido al terminar el Mundial.
¡Adiós, doctor!
Se ha cerrado el hospital.
Guarda para ti avisos, consejos, que falta te van a hacer, cuando te encuentres de nuevo luchando por demostrar lo que hace tiempo no eres…y
ya difícilmente serás.
Ése es tu riesgo.… ¡Tú verás!
Respecto a Jorge, escucha, enemigo, me parece que equivocaste el sentido de tu aviso.
Preocúpate de mí y no de Márquez.
Del chaval hablamos luego.
Contigo, Jorge, tengo pendiente una cuenta.
De los dos títulos que tienes, uno es mío, y tú lo sabes.
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No hace falta que a este teatro le diga lo que Lorenzo sufrió para ganar
el Mundial de este año 2012.
Para ti no es novedad, ¿verdad, Jorge?
Yo recuerdo, aquí en voz alta, que el mejor Pedrosa, el más completo,
el más fuerte, y también el más valiente, mereció ser el campeón de este
año tan reciente.
Duerme bien, Jorge Lorenzo, si puedes, antes de que empiece el Mundial, ése, el de 2013.
¡Soñarás todas las noches que el Pedrosa pequeñito, el que viste talla
niño, el que cometió sus errores, el que tuvo cien caídas rodeado de
dolores, ése se esfumó!
¡No existe!
¡No lo esperes!
Este año te vas a enfrentar al peor demonio con el que nunca soñaste.
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Ni espada, ni lanza, ni escudo, ni todos los espartanos, si tú lo fuiste
algún día, van a poder evitar lo que a ti te va a pasar.
¿Recuerdas a Stoner?
No está.
Ocupo yo su lugar.
Recuerdas la Honda de las últimas carreras, sí, esas del último Mundial
que ganaste tú y que debí yo ganar.…
Pues atento, Jorge, que tengo por cierto y seguro que a partir del mes de
marzo, mi Honda será para ti inalcanzable misión. Una obsesión que
no podrás evitar.
Búscame en la salida,…si miras hacia la pole, allí me vas a encontrar, fijo,
seguro.
Poco me importa a mí desde qué lugar me ves.
Detrás, ¡seguro!
Según como tenga el día, te dejaré algunas veces que me acompañes un
rato.
¿Por qué?
Por nada.
Por ir abriendo camino, tuyo y mío, mío, tuyo. ¡Los dos!
Como dos hombres valientes con la faca en una mano y una defensa en
la otra.
Esos días, cuando yo te deje estar a mi lado algunas vueltas, será para
dejar bien claro que en esta pelea no entran ni un tercero ni el cuarto.
Viejos. ¡Al asilo!
Niños. ¡Al parvulario!
A todo el teatro le digo que el Mundial que se va a ver, en el año 2013,
por una vez no será como los que se vieron siempre.
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Circuitos, mucha gente, muchas motos, televisión,…el Mundial de 2013,
atento, Jorge, será una pelea a muerte de dos hombres muy valientes en
el centro del palenque.
Que te quede claro, Lorenzo, que los dos hombres que luchan, por su
honor, por las cuentas del pasado, por decidir su destino. ¡Uno eres tú
y el otro yo!
En este palenque pequeño, no cabe ninguno más.
Los demás, a mirar… y, si quieren, a aplaudir.
Termino.
¿Yo estoy dispuesto a morir y tú?
Allí te espero”.…
(El teatro, mudo, tenso.
Las palabras de Pedrosa no se expresan en deporte.
¡Es un desafío a muerte!
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Dios, cuánta rabia contenida, cuánta ansiedad desatada.
Lorenzo, en un ángulo del escenario, sentado en su Yamaha, apoyando
sus manos abiertas en el depósito, cierra los ojos y parece ensimismado.
Le han dolido las palabras, las que Pedrosa le ha dicho… eso es evidente.
Se rompe el silencio, habla Pedrosa…).
“¿Se me ha entendido?
Espero que Márquez me haya escuchado, más alto puedo hablar, pero
no más claro.
Si no entendió todo o parte del discurso…se lo explico luego.…¡Más tarde!
Así pues, atento niño.
No, no… atentos en plural, porque no le irá mal a Repsol atender a este
discurso, que podéis estar seguros de que marcará el próximo Mundial.
Si alguien se imaginó que a mí me hacían falta incentivos, una pequeña
presión para lograr en la pista un resultado mejor, yo les voy a demostrar
que no tenían razón.
Está muy bien…que aprovechando que Stoner por sorpresa se ha esfumado, traiga Repsol de imprevisto a Márquez, al que llaman ¡El prodigio!
A partir de aquí os cuento.
Mi pelea no es para asomo con Márquez.
¡Con quién, por qué y cómo, ya lo he dicho antes!
No soy amigo de hablar y todo el mundo lo sabe, hoy ha sido una excepción y afirmo que no atenderé otra ocasión,…pero os aseguro que si no
me gusta hablar, menos me gusta a mí dar consejos al mayor.
Pero, ya puestos, hoy haré una excepción.
Dicho esto, uno daré a Márquez, sin que siente precedente.
Que del muchacho el mundo se ha enamorado, que la gente de Repsol
ya van poniendo su nombre muy lleno de muchos ceros para tenerlo
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muy fijo en los próximos mil años.
Eso está bien, todos le dicen…
¡Eh! Márquez, primero te cargas a Dani, y después, a los demás, los metes en la tostada como si fueran foie gras...
Y en un año, más o menos, tú serás el rey aquí.
Pedrosa ya se habrá ido, y de una mano cogido, también se irá Valentino.
Así que... ¡tranquilo, nen!
¡Después, Lorenzo será pan comido!
Pues a ti te digo, y a tus amigos de paso.
¡Márquez, ándate con cuidado, que te equivocas de largo si crees que tu
pelea va a ser conmigo!
Hazle caso a don Emilio, él sí sabe de qué hablo, mientras tú te crees listo,
valiente, más que ninguno, Alzamora ya imagina lo duro que va a ser correr
contra Pedrosa y Lorenzo, y tener la habilidad para mantenerte en pie.
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¡No te engañes!
Con la Honda que tú llevas, que es la que yo llevaré, es fácil buscar la
pole y aparentar muchas cosas, que luego en una carrera, 40 minutos
después,…todo cambia, y lo que parecía que es, ¡no fue!
Ya te he dicho, niño, recién llegado, por el destino tocado, lleno de boato y pretensión, que la pelea para ganar el título de ser al final el campeón está entre dos hombres, dos gitanos (romancero gitano de Lorca)
mal heridos que tienen una deuda pendiente que sólo salda una muerte.
¿Sabes qué es una faca (cuchillo grande y con apertura automática. Suele mencionarlo Lorca en su romancero gitano), chaval?
Un cuchillo, una navaja, se abre y se cierra automática, y sólo la empuñan los hombres, cuando los años, las canas y las cuentas por saldar te
permiten manejar, con la intención de matar, a lo que le llaman faca.
Así pues, tú no te metas, y no hagas caso a Repsol, ni a los amigos, ni a
la prisa, ni a periodistas que digan que para ti, Lorenzo y yo son ya del
pasado… una cosa. ¡Dos héroes de poca monta!
Míranos de lejos, observa y aprende, cada carrera que acabes te irás convirtiendo en hombre.
Pero si te acercas mucho y piensas en pelear, ves con cuidado, mi niño,
pues si se escapa una faca de dos gitanos en celo te puede sentar muy
mal; según y donde te pongas, hasta te puede matar.
Así, Lorenzo, Vale, Márquez.…Queríais que hablará.…¡Hablé!
Por hoy, y aquí, no tengo más que decir.
Hablé. ¡Cumplí lo que prometí!”.
(Así terminó Pedrosa su encendida intervención.
Se quedó fijo, mudo, como del escenario clavado.
Mayestático.
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Qué extraño silencio, después de un discurso tan alto de tono, con tanta
emoción.
Aún resonaba, grave y muy sincera, la frase de Dani dirigida a Márquez:…“Sabes qué es una faca, chaval” y la frase aquella iba dando vueltas
por entre las filas de sillas, y miles de oídos, por entre los pisos, y los
grandes palcos del patio de butacas de aquel gran teatro.
No se oyó un aplauso.
De súbito, Pedrosa se dio la vuelta, y con firme caminar, dejó el teatro a
su espalda y se alejo del lugar.
Antes, a la carrera, sin detenerse, dejó el micro sobre su moto y, rompiendo el protocolo, no dijo adiós…ni hasta luego.
¡Por donde vino, se fue!
El silencio era total.
Todo el mundo en el teatro entendió la situación.
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Antes que él, Lorenzo, y Valentino después, al terminar su discurso con un
abrazo de afecto, y una sonrisa en los labios, el micrófono entregaron al que
hablaría después.
Pedrosa, dicho lo dicho, se dio la vuelta y se fue.
No regaló una mirada, ni a Valentino, ni a Jorge, ni tampoco al Marques.
¡Pero, atento! ¿Qué se oye?
Tal era el silencio que en el teatro reinaba, que se oía muy clarito la cadencia de un sonido de metal contra metal.
¿Qué era aquello?, se preguntaba el teatro. ¿Qué hace ruido y no se ve?
Sin que nadie le llamara, ni le dieran la palabra, bajó Márquez de su
moto a descubrir el origen de aquel ruido misterioso.
Pronto salimos de dudas.
¡Era el micro, que aún temblaba, moviéndose en el depósito desde que
allí le dejó, el último que lo utilizó!
Cogió Márquez el micrófono, y con natural maestría, dio tres pasos y
un abrazo, más otros tres y otro abrazo, dejó saludados a los que serán
sus rivales con las Yamaha oficiales, y con lenta parsimonia, y una sonrisa sincera, inicio una reverencia dirigida a la afición que abarrotaba el
teatro.
¡Qué ovación!
Después de tanto silencio del mensaje, de la angustia, de la amenaza en
el aire, de la muerte, de gitanos, en celo y enrabietados, llegó Márquez
sonriendo y dijo con voz firme y muy segura).
“¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? ¡Que nadie se ponga serio, que ahora
mismo voy a hablar y si se presta, a cantar!”.
(Mentiría si os dijera que, tras la intervención de Marc, allí se escuchó la más
larga ovación desde que se construyó el teatro, hace un siglo, quizás más.
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Yo no sé si antes hubo un aplauso más largo, tendido y amplio que aquel
que aquella tarde escuché.
Pero os aseguro, amigos míos, que pasados unos minutos, más de 10,
seguro que fueron 13, por no decir 17, atronando de alegría, de júbilo
y algarabía, las paredes del teatro casi se derribaron.
Por fin hablaba el de Marte. ¡Le tocaba el turno a Márquez!
Los otros, que habían ya hablado, se miraban de reojo, como cómplices
y amigos; Lorenzo y Valentino, esperando el contenido de lo que Márquez, ufano, iba a explicar al teatro).
“Lamento que Pedrosa se haya ido, no me dio tiempo a abrazarlo.…¿Se
habrá molestado conmigo?” (Dijo Márquez muy tranquilo).
A ver, veamos, soy el último en hablar, primero lo hicieron los tres que
antes me han precedido; Lorenzo, Rossi y Pedrosa han dicho hoy muchas cosas, algunas muy divertidas, otras difíciles de entender.
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¿Qué les pasa a estos tres, que para enviar sus mensajes parece que usan
el Morse, y el cifrado a la vez?
Eso sí, los tres con mucho cariño, unas veces, y las otras con avisos, hablaron mucho de mí”.
(Se ríe el teatro, y es que entiende el personal que la función se termina
tan pronto Márquez deje esta tarde de hablar.
Y prosiguió).…
“Yo, pobre de mí, que soy el último en llegar, el que tengo que aprender,
me siento tan vigilado y en todo momento avisado, que si os digo la verdad, de lo que he oído esta tarde,…no sé muy bien qué pensar.
¡Pero pensando bien, como yo tengo que hablar, y tengo el micro en la
mano, mejor os explico qué pienso sin atender opiniones de ninguno
de los tres!
Va por Lorenzo, por Rossi y también va por Pedrosa, os doy una explicación que sirva para los tres, así no pierdo yo el tiempo, ni uno a uno,
¡os lo hago yo perder!
Atenta la compañía.
¿Que adelantar es un arte?
Quizás no lo sepa un tonto, pero os aseguro a los tres que el concepto
me lo sé.
¿Que vaya con cuidado? ¿Que adelantando no toque a ninguno de los
tres…?
¡Pues mirad, compañeros, mis rivales, eso yo no lo sé!
Supongo que no se os habrá ocurrido que, con tanto aviso metiéndome
a mí presión, yo no intente adelantar a ninguno de los tres.
Mejor os lo digo hoy, para que vayáis poniendo en orden quien soy, de
dónde vengo y adónde voy.
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¿Que adelantar es un arte? ¿Que se acaba siempre bien, si no, no es un
arte? Me lo sé yo de memoria.
Pero aunque Pedrosa no esté, porque se ha querido ir, os recuerdo aquí
a los tres que no nacisteis campeones.
Que para ser figuras, en el arte de pasar, a muchos que aquí no están en
su día os llevasteis sin miramiento alguno ¡por delante!
¿Que soy joven? Pero cuando vosotros corríais, con un palmo menos
que ahora, yo tengo buena memoria y en una ocasión, y cien ocasiones
también, os perdonaron la vida los muchos que derribasteis.
¡Así pues, oído!
¡No tengáis duda ninguna de que yo voy a ser un artista en el arte de pasar, y si el destino ha querido que vosotros os pongáis just o en el mismo
lugar en el que lo voy a intentar… apartaos!”.
(Y Márquez añadió).…
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“Buena la historia que antes habéis explicado;…impresionante, facas,
cuchillos, desafíos, odios por saldar...…
Eso es asunto vuestro,…que tengáis suerte, ¡y en paz!
¡Pero si os vais a creer que con un aviso, con 10, o con un millón, a mí
me vais a asustar, tened muy presente, Lorenzo, Rossi y Pedrosa, que
estáis los tres confundidos, yo no me voy a parar!
Por cierto, Lorenzo, me preguntaste si tuve tiempo algún día de fijarme
en el dibujo que llevas tan bien grabado en el casco en permanente.
¡Por Dios, cómo no me iba a fijar!
¡Es tu círculo campeón!
Pero no olvides, Lorenzo, que un dibujo es un dibujo, la imagen de una
intención.
¿Que tú mandas allí dentro?
Que te vaya bonito, que te entretengas, así aprovecho mi tiempo para
decirte bien claro que con el respeto debido a ti, a Pedrosa y también a
Valentino, que tendré mis ocasiones a lo largo de este año para hacerme
un dibujo y, ése, el mío, no es un círculo. Sois los tres, de carne y hueso,
y en un tris yo lo dibujo, tan pronto empiece el Gran Premio, con todos
vosotros dentro.
¡Si Rossi se cansa porque la edad no perdona, que no tenga duda alguna
que de esta pelea es cuarto!
¡Y Sobre Pedrosa y Lorenzo… dejad de jugar con facas!, que al final os
haréis daño, y en mi Honda yo no llevo, porque eso es peso extra, un
botiquín pa curaros”.
(Flotaba aún en el aire la última frase de Márquez mientras nadie en el
teatro sonreía, ni se le ocurría aplaudir, y mucho menos reír.
¡Tan en serio hablaba el niño, tan directo y encendido, que dejó de ser un
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niño para decirles a todos que puestos en el Mundial, y si de carreras hablamos,…él iba a ser el peligro!
Y prosiguió).
“Como veis, cuando tengo que escuchar, escucho, pero yo también
aprendo pronto a avisar. De modo que cuando esta función termine,
cuando las puertas se abran y aquí no quede ni un alma, me gustaría
que todos los que ahora me escucháis, tengáis por cierto y seguro lo que
pienso yo de mí mismo en el próximo Mundial.
Resumo:
Nadie debería insistir porque lo tengo muy claro, que tengo yo que
aprender si quiero sobrevivir.
Sé que tengo que aprender, porque el destino me ha dado los tres mejores
maestros.
En cierto modo, me siento un afortunado.
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Y si repaso la historia, cuando los tres empezaron, no tuvieron tres
maestros tan buenos y competentes como yo los tengo a ellos.
Que se odien entre ellos, que anden empecinados en saldar sus viejas
cuentas, en evitar su mirada, dar la mano, una palmada… no es mi problema.
¡De ellos voy a aprender, y aunque no lo puedo asegurar, procuraré no
caer pero si puedo, les gano!
¡Me queda poco ya que decir, tampoco me quiero ir sin explicaros a
todos lo triste que me ha dejado que Pedrosa se haya ido sin darme un
abrazo.…¡La mano!
Con él, yo debo de compartir un espacio, una marca, una imagen, un
objetivo.
¡Pensé que debíamos ayudarnos, pero visto lo visto, constató que no
podrá ser!
A mí me gusta reír, compartir con un piloto, aunque sea mi rival, días,
semanas y meses que conforman un Mundial.
Pedrosa fue para mí un ejemplo a repetir.… ¡A imitarlo!
Me hubiera gustado ser alguien por él respetado.
Pero como me dijo mi padre, en la guerra y el amor… ¡todo vale!
Respecto a Emilio Alzamora, no sé si le haré sufrir, pero aprovecho para decir que le quiero como hermano porque él me enseñó a entender, lo mucho
que se sufre aquí.
En cosas que son muy ciertas le voy a hacer mucho caso… pero no le
haré ninguno ¡en las cosas muy inciertas!
El que pilota soy yo, las estrategias se hacen, con Emilio, e ingenieros,
en el box, siguiendo siempre un patrón, pero cuando no hay estrategia,
cuando las cosas ocurren en milésimas, de manera inesperada, el que
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decide soy yo, y en el box miran y callan”.
(Márquez ha terminado de hablar, y con métrica de actor, deja pasar
los segundos dirigiendo la vista del gallinero a platea, y de platea a los
palcos, en suma a todo el teatro.
Dijo para acabar). “¡Estad todos convencidos, los que hoy habéis venido
a este teatro tan grande, en el Mundial 2013, yo voy a dar lo mejor, a mí
me importa muy poco con quién tengo que bregar!”.
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Tercer y último acto
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Se puso el teatro en pie, explotaron 100.000 almas, una a una, y sin ninguna excepción, no eran gritos, ni aplausos, sino albedrío y una enorme
confusión.
Broche de oro, allí terminó la función.
Mientras atronaban los gritos de la muchedumbre, de los fans enloquecidos, Márquez se fue a buscar a Lorenzo y Valentino, que subidos en
sus motos le habían escuchado hablar.
Se coloco él en el medio, siendo el centro de los tres.
Puso sus brazos al hombro, de Lorenzo y Valentino, y los llevó frente al
público, al borde del escenario.
¡Qué locura! Rosas, claveles, peinetas y hasta prendas de mujeres que yo
no detallo aquí, por muy estricto pudor.
Poco a poco, el teatro desfila abandonando la sala; Marc, Valentino y
Lorenzo despiden al personal, mientras andan lentamente hacia el telón
de comedias que da a la salida de actores.
El autor de esta función ocupaba un rincón, en el teatro sentado, una
visión angular desde que se alzó el telón.
100.000 espectadores salieron, entusiastas, animados, sorprendidos de
todo lo que allí oyeron; mientras no quedaba nadie en el patio de butacas, el autor de esta función que vio cómo desaparecían los tres, Márquez, Valentino y Lorenzo, no pudo evitar pensar que no pudo dominar,
al escribir el guión, la salida de Pedrosa, que abandonó la función, sin
poderlo controlar.
Debieron ser cuatro, los que cerraron el acto y sellaron la función.
Fueron tres, el cuarto no quiso estar.
La sala quedó sin gente, las luces fueron a oscuro y el que escribió este
guión, sin abandonar su asiento, rodeado de silencio, cerrando profun-
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damente los ojos y abriendo muy grande su mente, pensó que al abandonar Pedrosa el teatro sin aviso, sin permiso del autor, algo muy especial
que no se atreve a valorar… va a ocurrir en el Mundial.
Aunque pueda parecerlo, nada de lo que aquí se ha dicho puede considerarse ficción.
Facas, gitanos en celo, avisos, cuentas por saldar… todas y cada una son
verdad, aunque ellos no lo digan en la vida real, el que ha escrito esta
historia, por viejo, por veterano, por piloto y periodista, sabe que, en su
foro interno, los cuatro que aquí he descrito piensan exactamente igual.
Alguersuari se levanta y, aunque no hay luz, no equivoca el camino de
salida.
Lentamente se dirige a la puerta principal, abandonando el local.
¡Dios,…qué pasará en el Mundial!
¡De estos cuatro no me fío, especialmente de dos, los que corren por
Repsol!
¡Algo extraño me angustia y no lo puedo evitar!).
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