07 SIN MALDAD_9 MALDAD.qxd 09/06/16 19:46 Página 7 SIN MALDAD Por José García Abad [email protected] Todos socialdemócratas S on muchas las cosas que están cambiando últimamente. El cambio, trepidante, nos ha proporcionado, entre otras novedades, la irrupción de dos grandes partidos, Podemos y Ciudadanos, que, desde la centralidad, desembocaron en una socialdemocracia de amplio espectro. Podemos por la izquierda y Ciudadanos por la derecha. Ya no se lleva el centro, sino la socialdemocracia que ahora le disputan al PSOE Podemos, procedente de la extrema izquierda, y de forma más discreta, Ciudadanos, que de alguna forma tiene que distinguirse del Partido Popular. Contra todo pronóstico el Partido Popular no ha sufrido pérdidas por su derecha extrema, más allá de la secta encarnada por José María Aznar, sino una competencia exterior por el centro que lidera Albert Rivera, que ha presentado una alternativa conservadora pero moderna sin esperar a que Mariano Rajoy culmine su proclamado camino hacia el centro que ya antes había anunciado José María Aznar. Creo que fue Alfonso Guerra quien se asombraba: “De dónde vendrá esta gente que tarda tanto en llegar al centro”. Menos ha necesitado Pablo Iglesias en llegar desde las proclamas de extrema izquierda de las que deja constancia YouTube hasta las playas de la vieja socialdemocracia. Ya no se nos puede acusar, como Giulio Andreotti, el mas correoso de los democristianos de Italia, de que la política española “manca finezza”. Ahora nadie se sorprende en exceso cuando Iglesias se descubre socialdemócrata al tiempo que se junta en las urnas con Alberto Garzón, que reitera su condición comunista. Habría que completar la frase de Fraga: “La política hace extraños Iglesias, como buen politólogo, ampara su singular andadura en Marx y Engels. Es verdad que durante muchos años socialistas y comunistas compartían como padres comunes a ambos personajes. Lo que separó a los socialistas demócratas, o sea, socialdemócratas, no eran Marx y Engels, sino Lenin y Stalin compañeros de cama” para adecuarla al idilio de Iglesias-Garzón en que la cama es compartida por viejos camaradas con nuevas caras. Pablo Iglesias atribuye sus consignas de antaño a apasionados desahogos verbales, a legítimas provocaciones en respuesta a provocaciones ilegítimas de tertulianos de extrema derecha. Como buen politólogo, ampara su singular andadura en los padres fundadores: Carlos Marx y Federico Engels, a quienes califica de socialdemócratas. Es verdad que durante muchos años socialistas y comunistas compartían como padres comunes a ambos personajes. Lo que separó a los socialistas demócratas, o sea, socialdemócratas en sentido estricto, no eran Marx y Engels, sino Lenin y Stalin. Lenin entró en política en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia hasta que la minoría bolchevique se hizo con el poder. Cuando los socialdemócratas europeos optaron por la vía pacífica, electoral, los compañeros de antaño se convirtieron en “socialtraidores” y tanto Lenin como Stalin tacharon las libertades que proclamaban aquéllos de “burguesas”. En España, durante la II República, el proceso fue más complejo. Indalecio Prieto se definía como “socialista a fuer de liberal”, mientras a Francisco Largo Caballero le encantaba que lo llamaran el Lenin español. Pero tanto Prieto como Largo fueron juntos en 1934 a la huelga general que desembocaría en la sangrienta Revolución de Asturias una vez que la conjunción republicana socialista perdiera las elecciones. Tampoco es ocioso recordar que Santiago Carrillo, secretario general de las Juventudes Socialistas y colaborador de EL SIGLO hasta su muerte, lleva- ría a las Juventudes del PSOE a los cuarteles del Partido Comunista para desesperación de su padre, el leal socialista Wenceslao Carrillo. Después vendría la Guerra Civil, en la que socialistas y comunistas tuvieron que actuar codo con codo ante la sublevación acaudillada por el general Franco. Pero, en el exilio, el PSOE defenestró a la gente de Juan Negrín, acusado de connivencia con los comunistas, iniciando una vía, inspirada por Indalecio Prieto, de marcado anticomunismo. De hecho, fue Felipe González quien, en el congreso extraordinario de septiembre de 1979, conocido como el 28 y medio, un congreso muy movido en el que llegó a dimitir y a donde regresó triunfalmente, bajó del santoral del PSOE, con todos los honores y agradeciéndoles los servicios prestados, a Marx y Engels. No los expulsó pero les quitó la exclusiva haciendo extensiva la orientación doctrinal a otras formas de entender el socialismo. Ya no se trataba de ganar la batalla final al capitalismo, como cantaba la Internacional, sino de participar en los frutos del mismo. A partir de entonces, tal como había pasado en los países del entorno, la batalla sería fiscal. Pablo Iglesias se ha consolidado, como demuestra la última encuesta del CIS. Parece que una parte de la afición socialista no ha seguido la recomendación de Susana Díaz: si quieren socialdemocracia que compren la nuestra, la verdadera, y no las imitaciones. Las encuestas parecen indicar que la Nueva Socialdemocracia se está imponiendo sobre la vieja poseedora de la marca. Veremos si finalmente Pedro Sánchez es capaz de movilizar a los socialistas leales que han decidido quedarse en casa. Si lo lograra, Sánchez podría mudarse a La Moncloa. ● nº 1159. 13–19 de junio de 2016 7