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El animismo
Sectas, apologética y conversos / Sectas: Historia y Actualidad
Por: Jesús Azcárate, Revista Palabra | Fuente: Catholic.net
Animismo: En el siglo XXI sobreviven aún las religiones tradicionales
Los grupos animistas son mayoritarios en gran parte de África
El animismo no es una religión estructurada como tal, sino un sentimiento religioso, común a varias formas de creencia (sobre todo,
africanas), según el cual están dotados de alma no sólo los hombres, sino también los animales, vegetales y hasta los objetos
inanimados. Esta presencia del alma corresponde a cada cosa o ser por sí al márgen de la reencarnación de las almas.
El animismo está ligado a las religiones tradicionales, que son las formas de creencia más extendidas en África. Puede afirmarse que un
africano es animista si él o sus antepasados no se han convertido a otra religión.
El animismo es compatible con la creencia en un deus otiosus, divinidad lejana, que no influye ni en la vida de los individuos, ni en la
historia de los pueblos. Esa lejanía e inactividad divina queda suplida por los espíritus, sobre todo de los antepasados, así como por el
trato frecuente con ellos para pedirles ayuda, consejo, favores, etc., y para protegerse de su poder maléfico.
En las religiones tradicionales africanas, a pesar de profundas divergencias existentes entre ellas, hay algunos elementos comunes.
Según Juan González Núñez, misionero comboniano, los elementos principales son: 1) El Ser Supremo; 2) el mundo de los espíritus; 3)
los antepasados; 4) los especialistas sagrados; 5) unidad entre religión y vida; 6) ética comunitaria.
Un ser supremo
En la casi totalidad de los pueblos africanos se encuentra la creencia en un Ser Supremo. Opinan que su existencia es de evidencia
inmediata y no necesita demostración.
González Núñez, en el capítulo dedicado a las religiones tradicionales africanas en el libro Pluralismo religioso (III), asegura que a este
Ser Supremo se le conceden una serie de atributos enunciados muchas veces no de forma abstracta, sino visualizados en acciones
concretas.
Dios es el que moldea los niños en el vientre de su madre, dicen los baganda; o el que sopla o el que cae, dicen los tonga, refiriéndose a
que Él hace soplar al viento y caer la lluvia.
También los nombres con que se le mencionan expresan atributos. Para los ngombe, es «el que dura por siempre en la selva» (la selva
simboliza la eternidad). Los ila y los baluba vinculan su naturaleza eterna con la aparentemente interminable duración del sol y lo
denominan «El de los muchos soles».
Los zulúes lo llaman «El que es más grande de todos» o también «El que vino a la existencia por sí mismo». Los lunda dicen que el
nombre verdadero de Dios no se puede saber porque es demasiado alto para nosotros y lo llaman por eso «El desconocido»; y los
ngombe, «El inexplicable».
La creencia en la existencia de Dios no implica necesariamente que ocupe un lugar central en la religiosidad y en el culto. Muchas tribus
creen que Dios es demasiado grande y lejano. Después de la creación se retiró al cielo, cediendo la relación con el mundo a los espíritus
intermedios o a los antepasados, que son los que verdaderamente intervienen en los asuntos humanos, y a quienes los hombres ofrecen
culto.
Sin embargo, también hay ejemplos de un culto regular tributado directamente a Dios; se le dirigen plegarias y sacrificios, y hay
personas consagradas a su servicio.
El mundo de los espíritus
Aparte de creer en el Ser Supremo, gran parte de los pueblos africanos tienen fe en la existencia de divinidades menores y espíritus de
diversas categorías, que pueblan el mundo y pululan por todos los rincones. Se distinguen dos categorías principales:
Divinidades asociadas a Dios: O bien son personificación de las actividades y manifestaciones de Dios, o bien son creadas por él para
que le sirvan de intermediarios. Los espíritus comunes: Ocupan un puesto intermedio entre las divinidades y el hombre y habitan en los
lugares más insospechados. Los árboles, las rocas, los ríos, los animales... Se pueden aparecer a los hombres, e incluso entrar dentro
de ellos y poseerlos, bien sea para hablar a través de ellos, bien para causarles enfermedades u otros daños.
Hay espíritus protectores de un clan, de un poblado o de una familia. Pero, en general, la gente les teme como impredecibles y por eso
les ofrecen sacrificios y actos de culto, para tenerles alejados de los asuntos humanos.
Su origen no es fácil de determinar. Para algunos pueblos, los espíritus vinieron a la existencia por sí mismos y han continuado
reproduciéndose y aumentando en número. Otros son seres humanos que murieron y no pudieron acceder a la categoría de
antepasados. Incluso pueden ser animales que se han convertido en espíritus.
Hay, finalmente, una ínfima categoría de espíritus, llamados fetiches. Éstos son los que dan poder a los hechiceros, en cuyos
instrumentos mágicos habitan.
Para algunas tribus, hay antepasados que se han convertido en divinidades o en espíritus, pero, en general, los antepasados son una
categoría distinta. Y de suma importancia, pues los muertos siguen viviendo de alguna manera en medio de los vivos.
Son los mejores intercesores ante Dios; se interesan por los asuntos de la familia y pueden avisar sobre los peligros inminentes. Son
también los guardianes de las tradiciones. Quebrantar una de ellas es una ofensa que puede ser castigada por los antepasados.
Frente a los muertos, hay en África un sentimiento ambivalente. Por una parte se quiere su cercanía; pero, por otra, se los teme, y sus
visitas no son particularmente agradables. Las comidas y libaciones que se les ofrecen son a la vez actos de acogida y formas de decir
que dejen en paz a los vivos.
La gente tiene particular cuidado en observar las normas referentes a los entierros; de lo contrario, los muertos vendrían a vengar el
agravio mediante una enfermedad o una desgracia.
Intervenciones benéficas o maléficas que unos pueblos atribuyen a los espíritus, otros las atribuyen a los antepasados. Con todo, hay
ciertos campos en los que se piensa que intervienen de una manera preferente.
Estando como están interesados en la perpetuación de su linaje, se supone que ellos no son los causantes del terrible baldón de la
esterilidad sino, por el contrario, los que dan la fertilidad. Las mujeres estériles acuden frecuentemente a ellos. También se piensa que
ayudan a su tribu en tiempos de guerra.
Todas las religiones tradicionales africanas tienen especialistas que desempeñan las funciones sagradas. Así, están el curandero,
principal figura religiosa, que defiende al poblado de los males y es médico tanto del cuerpo como del alma; el adivino; el herborista; el
médico de brujos, especialista en descubrir y contrarrestar los maleficios provocados por brujos y hechiceros; sacerdotes y médiums;
hechiceros, que conscientemente manipula las fuerzas sobrenaturales para causar daño a los demás (magia negra) y el brujo –que
suele ser mujer–, portador inconsciente de poderes maléficos y hace daño, aun sin saberlo, con su simple presencia o su mirada. Si se
les descubre, tanto al brujo como al hechicero, serán castigados, expulsados, o incluso eliminados.
Unidad entre religión y vida
Todos los miembros de la tribu participan de una única vida que viene de Dios a través de un antepasado común. El grado de
participación vital determina la jerarquía de los seres y el rango social. El más cercano a la fuente de la vida tiene más poder y es más
estimado. La preocupación principal de todos es no interrumpir el circuito vital y permanecer unidos a las fuentes.
Cuando alguien llega a ser jefe –sea por sucesión o por designación de los ancianos–, se da en él un crecimiento de la potencia vital que
lo eleva al rango de intermediario, o de canal entre las fuerzas de los antepasados y su descendencia. Sufre un cambio sustancial, pues
todas las energías que vienen de Dios a través de los antepasados se concentran en él reforzando su ser, a fin de que pueda transmitir
esa fuerza no solo a los hombres, sino a los animales y a los campos para que den sus frutos.
Ética comunitaria
La ética subsiguiente a esta filosofía es profundamente vitalista. Serán buenos los actos que favorezcan la vida del grupo, la protejan o
la aumenten. En cambio, los actos que perjudican la vida de los individuos o de la comunidad son malos. Pero los términos de la
proposición se pueden invertir para afirmar que todo lo que es bueno –entendiendo por tal lo que está refrendado por las normas
vigentes en la tribu– favorece la vida del grupo, mientras que la transgresión de esas normas acarrea desgracias y debilita la vida.
El olvido de los antepasados, la falta de respeto a los ancianos, el quebrantamiento de las tradiciones, la violación de un tabú sexual,
pueden desencadenar enfermedades o causar la esterilidad de las mujeres, los animales o los campos.
Todos los actos quedan así encuadrados dentro de una dimensión moral que es, al mismo tiempo, religiosa. En cada decisión que toma,
el hombre está siempre llamando en cuestión a Dios como fuente última de la vida y comprometiendo el equilibrio, tanto de la comunidad
humana como del mundo material que lo circunda.
AMÉRICA: RELIGIONES PRECOLOMBINAS Y AFROAMERICANAS
No sólo en África hay religiones tradicionales, también en América han existido, y perviven de algún modo. Hoy en día son minoritarias,
pero mantienen su influencia en el Caribe (Haití, Cuba) y en Brasil. En la obra Pluralismo religioso (III), Francisco Sanpedro las divide en
dos tipos: precolombinas y afroamericanas.
PRECOLOMBINAS. Se extinguieron prácticamente con la llegada de los españoles. Estas religiones -aztecas, incas, mayas…coincidían en elementos como el culto al dios supremo y la sacralización de los jefes. También era común la crueldad de sus ritos y
sacrificios; el amor a la tierra como don de Dios; el sentido festivo de toda conmemoración; el sentido de familia y respeto a la sabiduría
de los ancianos.
En algunos lugares (sobre todo, en Sudamérica), era frecuente que la divinidad fuese femenina, con una relación
tierra-mujer-fecundidad-divinidad. Asimismo, es de gran importancia la fe en una vida posterior a la terrena (incluyendo la reencarnación
en animales).
CULTOS AFROAMERICANOS. Traídos al Nuevo Mundo por los esclavos negros africanos, por lo general, en estos cultos predomina el
animismo sobre el teísmo, y va unido a rituales mágicos y funerarios. Hay ritos de iniciación y es importante el grupo (hermandad o
sectas), con una jerarquía clara. La superstición es frecuente.
Los esclavos que llevaron su religión a América no eran sacerdotes y, de ahí, que empezasen a adoptar otros elementos, como la moral
cristiana -con desorientaciones: a veces llegan al sacrificio humano-, filosofías orientales, ocultismo…
Este sincretismo es evidente en los principales cultos que, sobre todo, se extienden aún en Brasil: la umbanda (animismo africano más
catolicismo y espiritismo); quimbanda (donde predomina lo sangriento); candomblé; macumba; el vudú, extendido por el Caribe.
PERVIVENCIA DE LAS RELIGIONES TRADICIONALES
El número de seguidores de las religiones tradicionales africanas es todavía, en los comienzos del siglo XXI, considerable: unos
doscientos millones en todo el continente, lo que representa el 31% de la población (los católicos no pasan del 12%). En algunas
naciones como Zimbabwe (77%), Liberia (76%), Mozambique (74%), República Centroafricana (70%)... es la creencia mayoritaria.
Pero las cifras tienen siempre un valor relativo. Porque es predominantemente en el campo, entre la gente no expuesta a la influencia de
la educación moderna, donde se encuentra el mayor número de adeptos. Los habitantes de las ciudades, los intelectuales o la juventud
prefieren las iglesias cristianas, el Islam o simplemente la increencia.
Ni que decir tiene que resulta de todo punto excepcional encontrar en Europa un africano que se declare seguidor de las religiones
tradicionales, y más excepcional, encontrar alguna forma de culto organizado.
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