Trascendencia de la valuación en la cuantificación de los daños a la persona Dr. Pascual Eduardo Alferillo DJ 2007-III, 298 - La Ley 2008-A, 159 I. El fallo comentado. El fallo dictado en fecha 16 de febrero de 2007 por la Sala E de la Cámara Nacional Civil en los autos "Gramajo, Héctor c/ Edenor" contiene una temática por demás interesante para constituir pie de meditaciones sobre las distintas problemáticas que va presentando cada día la evolución del derecho de daño en nuestra dogmática. En ese sentido sobresale la improcedencia de la reclamación formulada por el hijo menor de ser resarcido por la subsistencia hasta la mayoría de edad y la pesificación de la cuantía de la franquicia pactada entre asegurador y asegurada. Sin embargo, de su atenta lectura se advierte una temática propia de la labor judicial de valuar y cuantificar el daño padecido por la víctima sobre la cual resulta oportuno formular algunas reflexiones. En efecto, en el punto 5, el decisorio de referencia juzgó que “es doctrina de la sala que cuando se reclama una suma por daño moral y otra por este concepto puede producirse un doble resarcimiento por la misma causa. Es que, en realidad, la lesión estética provoca intrínsecamente daño a un bien extra patrimonial: la integridad corporal, lesión que siempre, por ende, provocará un agravio de tipo moral y que puede, o no, afectar el aspecto patrimonial del individuo damnificado. Si lo provoca, se estará en presencia de un daño patrimonial indirecto, habida cuenta que —además de la afección extrapatrimonial— indirectamente se traduce en perjuicios de aquel tipo que pueden revestir el carácter de daño emergente —como los gastos en la curación de las lesiones—, como de lucro cesante —pérdida de la fuente de trabajo o su disminución— ...”. Por su parte, en el apartado 6 del pronunciamiento se evaluó que "el daño psíquico debe integrar el concepto de incapacidad sobreviniente. Sin embargo, la circunstancia de que el señor juez lo haya independizado y lo trate como un rubro separado de aquél representa una cuestión meramente metodológica que no ocasiona agravio alguno. Por otra parte, es doctrina de la Sala que este daño debe ser diferenciado del moral, constituyendo dos partidas que merecen ser, según las circunstancias, indemnizadas por separado, puesto que el daño moral sucede prevalecientemente en la esfera del sentimiento, en tanto que el primero afecta preponderantemente la del razonamiento; y además, mientras el moral no requiere prueba acerca de su existencia y extensión, el otro exige demostración de ambos aspectos. Es por ello que se ha aceptado mayoritariamente la indemnización de las secuelas psíquicas que pueden derivarse de un hecho con independencia de que se conceda también una reparación en concepto de daño moral...". Como se infiere del contenido del fallo dos daños a la integridad corporal, el estético y el psíquico, han recibido un tratamiento diferencial cuando han sido comparados con el daño moral. En un caso subsumiéndolo dentro de su concepto (daño moral es igual a daño extrapatrimonial) y consecuentemente cuantificando dentro de ese rubro. Y en el otro, acordándole independencia conceptual y cuántica. Esta observación lleva a una aseveración apriorística, consecuencia de reflexiones anteriores, de que la cuantificación del daño por la jurisdicción no es simplemente una traducción a números dinerarios, sino que es un proceso complejo cuyo razonamiento principia con la definición conceptual del daño a resarcir para finiquitar con la individualización de la suma compensatoria o reparatoria. El proceso interno en la elaboración de una sentencia de daño, agrava su complejidad, por la conocida despreocupación legislativa por dar parámetros precisos para valorar y cuantificar los perjuicios, con lo cual toda la tarea hermenéutica de la decena de normas reguladora del tema queda en manos del arbitrio judicial. Este dato de la realidad jurisdiccional trae a colación la preocupación de Nino cuando se preguntaba "a qué clase de justificaciones recurren los jueces para fundar sus decisiones, si es que no se apoyan predominantemente en la justificación moral de cada una de las soluciones posibles, y cómo hacen para mantener en segundo plano la circunstancia de que, en muchas ocasiones, tienen ante sí diversas alternativas de interpretación de las normas legales. La respuesta es que el cuerpo judicial tiene a su alcance un admirable complejo de presupuesto y técnicas de argumentación suministrados por la "ciencia jurídica" que le permite cumplir la función de reelaborar las normas generales y, al mismo tiempo, hacerlo en forma no manifiesta... (1)". Ello es lo que acontece en el derecho de daños, donde la evolución de sus conceptos transita básicamente por la doctrina de los autores y en la práctica judicial, en un constante y recíproco aporte de conocimientos, razón por la cual nos proponemos reflexionar sobre el estado actual de la calificación y clasificación (valoración) de los daños a la persona y el modo en que ello influye en la cuantificación de los mismos. II. La evolución del concepto de "daño resarcible". Uno de los temas más sorprendentes del actualmente denominado Derecho de Daños es justamente la mutación del contenido del “daño resarcible” que ha tenido a lo largo de la existencia del Código Civil y, en particular, en las últimas décadas. La misma, cabe consignar, no es producto de la evolución legislativa, sino por el contrario, es el resultado de las transformaciones socio-económicas acaecidas en Argentina que motivaron profundas meditaciones de la doctrina autoral y jurisprudencial que, a partir de la observación del fenómeno, procuraron compatibilizar los nuevos reclamos de justicia con la estática letra de la normas civil. Sin procurar hacer una acabada narración histórica es oportuno recordar, como lo hace Orgaz, que en los primeros tiempos únicamente se entendía resarcible la lesión de un derecho o de un interés legítimo. En efecto, este autor enseñaba que "los artículos 1079 civil y 29 penal, sin perder su formal generalidad, tienen sustancialmente la debida limitación: la acción de resarcimiento pertenece a "toda persona" o al "tercero" que ha sufrido un perjuicio por causa del acto ilícito cometido contra otra persona; pero el perjuicio debe ser entendido en sentido jurídico, es decir, sólo ese perjuicio que resulta de la lesión de un derecho o de un interés protegido por la ley... (2)" (3). En una etapa posterior, se entendió —de igual modo— resarcible “el simple interés” no contrario a derecho que fuera magistralmente precisado por Zannoni cuando dijo que “el daño lesiona un interés y, por ende, priva al sujeto de esa facultad de actuar que, aunque no constituyere el sustento de un derecho subjetivo, era una facultad que ciertamente integraba la esfera de su actuar lícito —el agere licere—, es decir, de su actuar no reprobado por el derecho. La lesión a ese interés —cualquiera sea éste— produce, en concreto, un perjuicio... (4)". Esta breve introducción a la evolución, en general, del "daño resarcible" tiene la finalidad de mostrar que los conceptos utilizados por la doctrina y jurisprudencia tienen históricamente variaciones en el contenido que denotan conforme los cambios sociales y económicos que se han producido a lo largo de la vigencia de la codificación. La problemática se profundiza cuando se trata de precisar el “daño resarcible” que se le puede inferir a la persona, puesto que la particular esencia del hombre motiva planteos que en algunos casos traspasan los límites del ámbito jurídico y, en otros, impiden el ingreso de propuestas renovadoras so pretexto de su excelsa calidad. De las distintas posiciones conocidas vamos a transcribir el contenido de las que en la actualidad tienen mayor predicamento en la doctrina de los fallos. 1. Primer grupo: daño es la consecuencia patrimonial o moral de la lesión. Entre los mas destacados autores que adhieren a esta posición, PizarroVallespinos, cuando conceptualizan el daño resarcible argumentan que “en un sentido amplio se lo identifica con la ofensa o lesión a un derecho o a un interés no legítimo de orden patrimonial”, pero, sin embargo, aclaran que “el Código Civil atribuye otro significado a la expresión “daño”, al tiempo de considerarlo como elemento o presupuesto de la responsabilidad civil - daño resarcible” (art. 1068, 1069 y cons.). En tal caso, el daño ya no se identifica con la sola lesión a un derecho de índole patrimonial o extrapatrimonial o a un interés que es presupuesto de aquél, sino que es la consecuencia perjudicial o menoscabo que se desprende de la aludida lesión. Entre la lesión y el menoscabo existe una relación de causa a efecto. El daño resarcible es esto último... (5)". Por su parte, Zavala de González, sostiene que “el daño versa sobre el resultado de la violación: es daño patrimonial el que repercute negativamente en el patrimonio y moral el que afecta perjudicialmente la integridad espiritual de la víctima. En efecto, si lo que decidiese la existencia y extensión del daño fuese el bien o el interés violado, la indemnización debería ser más o menos uniforme para cada especie de lesión. Por ejemplo, la vida o integridad física de un hombre valen tanto como la de otro cualquiera. Sólo apreciando las repercusiones verificables en cada caso, y acorde con las circunstancias particulares del hecho y de la víctima, es factible conceder una reparación adecuada e individualizada. Es exacto que el daño moral proviene de la lesión a un interés inmaterial, y el patrimonial de la lesión a un interés pecuniario, pero ninguno de esos daños se circunscribe a la lesión misma, aunque ésta sea el antecedente o presupuesto. Por ejemplo, el menoscabo de derechos personalísimos produce en general un daño moral, pero éste no es igual en todos los casos, a pesar de ser análogas las lesiones... (6)". En esta perspectiva, de igual modo, debemos ubicar a Lorenzetti, quien introduce algunas precisiones cuando hace una reseña de las distintas posiciones asumidas por la doctrina autoral y judicial argentina, al expresar que "otros autores (Santos Briz, Jaime; Matilde Zavala de González) pasan a considerar el resultado o consecuencia del perjuicio. Se argumenta que el daño no consiste en la lesión misma sino en sus efectos y que no habría qué indemnizar si hubiera lesión sin resultado. Es un criterio funcional, realista y pragmático; hay daño patrimonial si el resultado es antieconómico y daño moral si el resultado es antiespiritual. En realidad, es cierto que el daño es una consecuencia puesto que no es la lesión misma la que se resarce. No es en cambio un mero efecto económico o espiritual sino jurídico lo que se tiene en cuenta... (7)". Este autor redondea su posición cuando marca que "lo que se resarce no es la incapacidad sino sus repercusiones económicas y morales. En nuestro caso se debe atender al modo en que la minusvalía afecta la capacidad de ganancia del sujeto, ya que el régimen jurídico contempla el resarcimiento de las ganancias perdidas por las lesiones (art. 1086, Cód. Civil), no las lesiones en sí mismas. En el caso de muerte, se resarce otorgando lo que fuere necesario para la subsistencia, no la muerte en sí misma (art. 1084, Cód. Civil)... (8)". Los postulados de esta posición podemos sintetizarlos del siguiente modo: a) El daño no consiste en la lesión misma sino en sus efectos. b) El daño versa sobre el resultado de la violación que repercute negativamente en el patrimonio y en lo moral. El daño no se identifica con la sola lesión a un derecho patrimonio o extrapatrimonial o a un interés que es presupuesto de aquel, sino es la consecuencia perjudicial o menoscabo que se desprende de la aludida lesión. c) No es la lesión misma la que se resarce. d) Lo que se resarce son sus repercusiones económicas y morales. e) Finalmente, este grupo de autores identifica daño moral con daño extrapatrimonial. El profesor Bueres, cuando observa críticamente este enfoque, marca su pensamiento señalando que "daño en puridad es la lesión a unos intereses jurídicos patrimoniales o extrapatrimoniales (espirituales). El interés es el núcleo de la tutela jurídica. Los derechos subjetivos, los bienes jurídicos en general se regulan o se tutelan en vista de la satisfacción de unos intereses. Cuando se afecta la esfera jurídica del sujeto, el goce de bienes sobre los cuales podrá ejercer una facultad, existirá daño. El bien es el objeto, la entidad capaz de satisfacer una necesidad del sujeto, mientras que el interés es la posibilidad que tiene el sujeto de satisfacer la necesidad por medio el bien (desde el punto de vista idiomático el bien es algo así como una situación de provecho... (9)". A partir de ello, sostiene que "las repercusiones o secuelas que la lesión al interés provoca en el daño resarcible más típico —indemnización o reposición— (alteraciones materiales en el daño patrimonial, o sufrimiento, dolor, aflicción, pérdida de la aptitud de comprender, afectación de la esfera volitiva, etc. en el daño moral) pueden ser consideradas como una consecuencia o efecto del daño o, con precisión, como un trasunto de él, pero no constituyen el daño en sí... (10)". Finalmente redondea esta parte de su exposición precisando que "si el interés minorado, es patrimonial la consecuencia ha de ser de igual índole; y si el interés que se conculca es espiritual, lo propio ocurrirá con la secuela. Por lo tanto, al caracterizar el daño moral como una lesión a los intereses del espíritu (únicos que consideramos extramatrimoniales) tenemos en mira la pléyade de intereses que poseen subjetividad (daño moral puro)..." (11). Esta opinión, si bien tiene diferencias sustanciales con la anterior coincide con ella en no incluir en el concepto de daño resarcible a la minoración física de la cosa o persona. 2. Segundo grupo: Tesis amplia. Clasificación en pares. En una de sus últimas investigaciones Mosset Iturraspe principia su crítica a la posición precedente señalando que "no debe confundirse la traducción económica de todo daño (sea a la persona o sea moral) con la repercusión patrimonial", rechazando la posibilidad de que puedan existir daños puros ajenos a una cuantificación económica, pues "los golpes en el patrimonio suelen alcanzar a la persona, sin un mal a ella causado; pero los que padece la persona pueden no repercutir sobre el patrimonio, salvo en la medida en que origine, para la víctima, un crédito dinerario -la indemnización que es parte del patrimonio..." (12). El autor en función de ese criterio básico reprocha a la tesis antes expuesta sosteniendo que "la expresión daño moral ha tenido la virtualidad de limitar la visión de la persona humana, de recortarla o detenerla desde una óptica poco feliz, la del dolor, a partir, precisamente, de la calificación del daño extrapatrimonial resarcible como daño "moral"... (13)". Es por ello que propone, como nueva calificación, la sustitución del "daño moral" por "daño a la persona", reduciendo el campo de comprensión del primero a ser una especie dentro de los males hechos a la persona (género) que únicamente se identifica con el dolor, sufrimiento, angustia o desolación. Por su parte, Fernández Sessarego, en su conocida postura humanista, recuerda que "la reparación de un daño a la persona exige, como es fácilmente comprensible en este nivel de la historia, criterios y técnicas adecuadas a un ser libre que sustenta una unidad psicosomática que le sirve de soporte y de instrumento para su realización personal. Criterios y técnicas diferentes, tradicionales y conocidas, son las que, como bien sabemos, se han venido aplicando para resarcir los daños a las cosas, siempre valorables en dinero. Lo grave, por desconocimiento de la naturaleza del ente dañado, es que se han utilizado erróneamente estos criterios y técnicas para reparar un daño a la persona... (14)". Este autor sobre esta base propone diferenciar primero entre el daño a las cosas del daño a las personas y luego, como segunda, una calificación que tenga en cuenta las consecuencias derivadas del daño, diferenciando, entonces, entre los daños patrimoniales o extrapersonales y extrapatrimoniales o daños personales. Así lo precisa cuando señala que "si se atiende a la calidad ontológica del ente afectado se observa que son dos las categorías de entes capaces de soportar las consecuencias de un daño. De una parte encontramos al ser humano, fin en sí mismo, y, del otro, a los entes del mundo de los cuales se vale el hombre, en tanto son instrumentos, para proyectar y realizar su vida. El daño al ser humano, que obviamente es el que tiene mayor significación, es el que se designa y conoce como daño subjetivo o daño a la persona. En cambio, el daño que incide en las cosas se denomina daño objetivo. La segunda calificación, que se sustenta en los efectos del daño. De un lado podemos referirnos a los daños extrapersonales o patrimoniales, que son los que tienen consecuencias apreciables en dinero y, del otro, cabe aludir a los daños personales o extramatrimoniales o no patrimoniales, los mismos cuyos efectos no pueden traducirse en dinero. Es de advertir que tanto los daños subjetivos o daños a la persona como los daños objetivos o sobre las cosas, pueden tener indistintamente consecuencias patrimoniales como extrapatrimoniales o presentar simultáneamente ambos tipos de consecuencia... (15)". Para redondear, sin agotar por cierto su pensamiento, el autor recuerda que algunos autores distinguen entre daño-evento y daño-consecuencia aun cuando ambos aspectos conforman una unidad. A partir de ello, “tratándose de un daño somático, el daño-evento es la lesión en sí misma mientras que el daño-consecuencia, como su designación lo denota, se refiere a los efectos o repercusiones de la lesión... (16)". Gamarra (17), cuyo pensamiento puede ser ubicado en este sector, propone coincidentemente una doble calificación: Por una parte, el daño a la persona y a las cosas, y, por otro lado, el daño material y el moral. De éste existe la posibilidad de que haya daño a la persona tanto material como moral. Los postulados comunes de este grupo de autores podemos sintetizarlos del siguiente modo: a) Reconoce a la persona como el eje del derecho, en general, y del derecho de daño, en particular. b) Acepta para el campo jurídico un concepto amplio de daño resarcible. c) Diferencia entre el daño a las personas y sobre las cosas. d) Distingue entre daño patrimonial y extrapatrimonial. c) Acepta la posibilidad de que cada uno de los tipos de daños del primer grupo genere daño patrimonial o extrapatrimonial. d) No identifican el daño moral con el daño extrapatrimonial. Por el contrario, ubican al daño moral como una especie dentro del daño extrapatrimonial, aceptando la autonomía conceptual y resarcitoria del daño psíquico, estético, etc. III. Los principales puntos de conflictos entre las calificaciones. Cuando se efectúa el análisis del contenido expuesto por estas corrientes de pensamiento, se verifica la existencia de puntos temáticos que separan sus postulados, los cuales resulta ineludible conocerlos a fin de adoptar un criterio, dado que de los mismos se derivan importantes consecuencias para la praxis jurisprudencial, especialmente para el proceso de valuación y cuantificación de los perjuicios. En esta investigación que tiene un propósito limitado, el de comentar un fallo, procuramos analizar —brevemente— las respuestas que dan a los dos interrogantes más importantes: a) ¿Es daño resarcible la lesión física? Y b) ¿Cuál es el alcance conceptual del daño moral? III.1. ¿Es daño resarcible la lesión física? Los mentores de la primera posición tienen una respuesta negativa a la pregunta de si es menoscabo jurídico la lesión psicofísica que padece la víctima, dado que sostienen que el concepto jurídico de daño no se identifica con el de perjuicio en sentido naturalístico, razón por la cual las lesiones a la estética, a la psique, a la vida de relación y a la persona en general no son sino menoscabos de índole material, los cuales pueden ser fuente de daños resarcibles si conculcan intereses económicos o morales, reconociendo sólo la existencia en el Código Civil de estas dos categorías. Ahora bien, a poco que se indague respecto de que entienden por "daño naturalístico" verificamos, entre los autores de esta tesitura, definiciones discordantes que marcan diferencias notables entre ellas. En este sentido Galdós sostiene que “los daños a la persona no constituyen una categoría de daños con autonomía resarcitoria —como tertium genus— que se acumulen al daño patrimonial y al daño moral... el daño en sentido vulgar o naturalístico es concebido como el menoscabo o deterioro de bienes esenciales, pero que sólo es daño jurídico resarcible cuando afecta a intereses económicos o espirituales (18)". Completa su pensamiento sobre el punto, cuando sostiene que “lo que se esconde bajo el concepto de daño biológico no es otra cosa que un perjuicio físico, en sentido naturalístico, el que bien puede tener repercusiones patrimoniales y extrapatrimoniales y, como tal, dar lugar a una indemnización por daño moral o patrimonial(19)". Por su parte, el profesor Pizarro no hace referencia concreta a “lo físico” cuando aclara que “la noción de daño, en sentido estrictamente jurídico, no se identifica con la de daño en sentido naturalístico, expresión esta última que debe ser entendida como la lesión de un bien o de un derecho. El concepto jurídico de daño ciertamente presupone tal minoración, pero no coincide con ella, pues centra su objeto y contenido no en el bien afectado, sino en los intereses (patrimoniales o espirituales) que el damnificado tenía ligado a ella y, sobre todo, en las consecuencias perjudiciales que en uno y otro ámbito genera dicha lesión (20)". Finalmente, para completar estas breves referencias, cabe citar el pensamiento de Lorenzetti, quién indica que “nuestro derecho reconoce un bien jurídico protegido que es la salud. Cuando la acción antijurídica lo afecta, puede haber daño en sentido amplio, pero no es suficiente para configurarlo en sentido técnico. Puede darse una incapacidad, pero todavía no sabemos si es un perjuicio patrimonial o moral... El bien se protege en cuanto satisface un interés que es la relación de disfrute entre el titular y el bien (21)". Párrafos más adelante, este autor precisa que “la salud (bien jurídico afectado) es un presupuesto del daño y puede dar lugar a un efecto jurídico, tanto patrimonial como moral. Siempre es necesario establecer la existencia del perjuicio y, para ello, fijar la medida del interés afectado. Así, hay que establecer la incapacidad, los ingresos, los gastos, la vida útil, en el caso concreto y en un contexto normativo particular. Luego de ello estamos en condiciones de establecer el resarcimiento (22). Como se infiere no es coincidente el concepto y alcance que los autores de mención le confieren al menoscabo "naturalístico" producido al bien, especialmente cuando se trata de perjuicios producidos a la persona. Ello es un detalle más que se debe tener en cuenta a la hora de analizar la clasificación. Ahora bien, como primera y básica observación a esta tesitura se advierte que sus mentores no le quitan la calidad de “daño” a las lesiones psicosomáticas o a las cosas, lo que sí le privan es de su calidad de jurídico como paso previo a ser considerado resarcible, porque entienden que es un daño naturalístico (23). Este criterio cuando es aplicado al menoscabo que se produce a una cosa (auto chocado, jarrón de porcelana roto, etc.) debemos entender, siguiendo los lineamientos expuestos por los autores de la primera postura, que no es jurídicamente daño el deterioro de la cosa sino su repercusión económica o moral. Ello se contradice con la propia definición que da el art. 1068 del Código Civil cuando entiende que "habrá daño siempre que se causare a otro algún perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria, o directamente en las cosas de su dominio o posesión...". Vélez Sarsfield no hizo referencia, cuando indica la existencia de daño, al patrimonio sino a la cosas. Y por otro lado, marca para caracterizar a todos los daños indemnizables que los perjuicios deben ser susceptibles de apreciación pecuniaria, es decir, que se puedan cuantificar, finalmente, en dinero su indemnización. Va de suyo que se puede tildar a esta observación de ser una mirada elemental del contenido del Código y llegar a sostener, como lo hace Bueres (24) que el concepto de daño no corresponde darlo a la norma sino a los juristas, pero no se puede discutir que ése es el criterio plasmado literalmente por la norma que se encuentra vigente y que, como veremos más adelante, no es un error conceptual de Vélez Sarsfield. En efecto, se podrá argumentar, siguiendo el concepto dado por Rivera, que las cosas (en sí misma) no forman parte inmediata del patrimonio sino que éstas constituyen su contenido sólo en forma mediata, dado que el patrimonio se halla integrado por los derechos no por las cosas (25). Pero no se puede negar que la cosa es un elemento esencial de los derechos reales (el otro es el sujeto) que compone los derechos patrimoniales (26) y está protegido por el ordenamiento jurídico. Por ello, la cosa se encuentra dentro del patrimonio y no fuera de él sin vinculación jurídica (27). La consecuencia lógica de ello es que cuando se deteriora una cosa perteneciente a una persona damnificada no se verifica un daño natural sino que hay un daño jurídico, por cuanto se ha deteriorado a un elemento esencial de un derecho real que integra el patrimonio del damnificado, conforme arts. 2311, 2312 y conc. del Código Civil. El cual se encuentra suficientemente protegido por el ordenamiento civil y constitucional. En cuanto el daño a la persona, que interesa en este caso, se argumenta que el menoscabo psicofísico que padece una persona es, también, un deterioro naturalístico, como contraposición a “jurídicamente resarcible”. En este sentido, autores que participan del primer criterio han llegado a sostener, para descalificar los lineamientos de la otra postura que “el daño que se proyecta sobre el cuerpo de la persona no es un daño material, pese a que el cuerpo constituye el sustrato material o tangible de la persona, porque éste, como integridad psicofísica, es un bien de índole extrapatrimonial, estrictamente personal. El cuerpo, jurídicamente hablando, no es una cosa y se encuentra fuera del comercio de los hombres. Por eso puede decirse, jugando con la multivocalidad de los conceptos y a modo de aparente paradoja, que el daño corporal es un daño incorporal... (28)". Para rebatir este criterio basta citar el pensamiento plasmado por Vélez Sarsfield en la siempre olvidada nota del art. 2312, donde explica con claridad cordillerana que “...hay derechos y los más importantes, que no son bienes, tales son ciertos derechos que tienen su origen en la existencia del individuo mismo a que pertenecen, como la libertad, el honor, el cuerpo de la persona, la patria potestad, etc. Sin duda, la violación de estos derechos personales puede dar lugar a una reparación que constituye un bien jurídicamente hablando, pero en la acción nada hay de personal: es un bien exterior que se resuelve en un crédito. Si, pues los derechos personales pueden venir a ser la causa o la ocasión de un bien, ellos no constituyen por sí mismos un bien in jure..." (29). Como infiere el codificador, en el siglo XIX ya se reconocía que el sujeto tenía derecho a la integridad de su cuerpo, diferenciando perfectamente entre la naturaleza jurídica de ese derecho (personalísimo: inalienable, intransferible, etc.) de la cuantía reparatoria (bien conforme art. 2312 C.C.), que corresponde acordar cuando el mismo es menoscabado (30). En este punto es importante resaltar que en la actualidad el derecho de daño reglado básicamente por la normativa civil ha sido sustancialmente influenciado y modificado por la normativa constitucional, especialmente por la reforma introducida en el año 1994 a la Ley Suprema Nacional. En efecto, el inc. 22 del art. 75 C.N. confirió rango constitucional a los Tratados Internacionales, en los cuales se consagran como Derecho Humano fundamental, el derecho a la vida y a la integridad corporal, entre otros (31) (32). Sin lugar a hesitación, en el estado actual de evolución de la humanidad, se puede asegurar la existencia del derecho a la vida y a la integridad corporal del ser humano. Ello es así, puesto que mas allá del reconocimiento constitucional, el ser humano tiene un interés directo a que se le respete su vida para desarrollarla conforme a la pautas de la naturaleza. Y para ello, el respeto de la integridad corporal del sujeto es indispensable para poder llevar a cabo su plan de vida o su destino. Es por ello que no compartimos el criterio que sostiene que la lesión a la integridad psicofísica del sujeto no constituye jurídicamente daño, dado que como bien dice el art. 1068 también hay daño cuando se hace un mal a los derechos o facultades de la persona. Es decir, el daño psicofísico que padece una persona es un daño jurídico y, por ende, resarcible. No es simplemente un mero daño físico o naturalístico como es del agrado de algunos autores denominarlo. Los juristas italianos incorporaron el concepto de daño biológico para referirse al menoscabo físico o lesión propiamente dicha. El profesor Fernández Sessarego precisa, con docencia, cuál es el real y actual concepto de daño biológico, por cuanto, como todo concepto, ha sufrido de vaivenes hermenéuticos en su elaboración (33). Este autor enseña que "un sector de la doctrina que se ha ocupado del daño a la persona identifica la lesión con la expresión de "daño biológico". Daño biológico es, por consiguiente, la lesión en cuanto tal. Es decir, un golpe, una herida, una fractura, un trauma, una mutilación, etc. (34)". En otras palabras, precisa que "el daño biológico, en cuanto lesión en sí misma, acarrea una serie de consecuencias que afectan la vida misma de la persona, que modifican sus hábitos, que le impiden dedicarse a ciertas actividades de su vida ordinaria, es decir, en una palabra, afectan su bienestar. A este daño se le conoce con la expresión de "daño a la salud" Por su parte, la Corte de Justicia de la Nación, en algunos fallos se acerca a este criterio al juzgar que "cuando la víctima resulta disminuida en sus aptitudes físicas o psíquicas en forma permanente, esta incapacidad debe ser objeto de reparación; al margen de lo que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva y por el daño moral, pues la integridad física tiene por sí misma un valor indemnizable y su lesión comprende, a más de aquella actividad económica, diversos aspectos de la personalidad que hacen al ámbito doméstico, cultural o social con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida... (35)". III. 2. El alcance del daño moral. La dimensión conceptual del daño moral constituye otro de los puntos importantes de divergencia sustancial entre las posiciones que con mayor predicamento en la doctrina judicial actualmente clasifican los daños. Por un lado, Zavala de González, Pizarro, Vallespinos, Galdós, Lorenzetti, entre los más relevantes autores nacionales, entienden la equivalencia conceptual entre daño moral y extrapatrimonial. Para ellos, todo daño extrapatrimonial debe ser resarcido como moral, puesto que nuestro ordenamiento normativo no ha previsto otras categorías. Ello trae como, lógica consecuencia, que se quite autonomía a los distintos daños que se puede causar a las personas y su resarcimiento (resultado) se encasille inexorablemente como uno de los tipos clásicos que sostienen fue receptado por el Código Civil en forma hermética. O es patrimonial o extrapatrimonial. Los pronunciamientos jurisprudenciales exponen una muy buena interpretación del alcance que le confieren, los autores de referencia, al daño moral. Así, por ejemplo, la Corte Federal sostiene que "el daño o lesión estética no es autónomo respecto al material o moral, sino que integra uno u otro o ambos, según el caso... (36)". De igual modo, otro tribunal reconocido señaló que "el daño psíquico consiste en la modificación o alteración de la personalidad que se expresa a través de síntomas, inhibiciones, depresiones, bloqueos, etc., y cuya forma más acabada de acreditación es el informe psicopatológico. No es autónomo dentro de la categoría de daños materiales y morales, pudiendo influir en una u otra área, o en ambas a la vez... (37)". Para completar la idea cuadra transcribir este pedagógico fallo, el cual enseña que "el daño a la persona ("daño a la persona misma") puede obrar sus consecuencias en dos planos de su interés jurídico, igualmente tutelables (indemnizables): el material y el moral. En tal sentido, la incapacidad psíquica, al igual que la incapacidad física, pueden influir en uno y en otro aspecto, o no. Esta repercusión es una cuestión concreta propia de cada caso. De ahí que distinguir el daño psíquico de daño físico a los fines de resarcir la incapacidad resultante obra solamente como una cuestión de buen orden y claridad en la pretensión contenida en la demanda (o en la reconvención), pero no se trata estrictamente de un daño autónomo: uno y otro convergen (o pueden convergir) para determinar la secuela de incapacidad, que es lo indemnizable (daño causado). Por ello mismo, todos los sufrimientos o privaciones que el damnificado haya padecido en sus más "sagrados afectos" pueden ser también valorados para la reparación del daño moral (si es que fue reclamado). Y no hay en esto doble indemnización por la misma causa, sino que se trata de resarcir a la persona por la totalidad de menoscabos que la hayan afectado en la integridad material y espiritual que constituye (art. 5-1, Convención Americana sobre Derechos Humanos)... (38)". En cambio, para otro sector de la doctrina y fundamentalmente, la judicial, encuentra autonomía conceptual entre el daño moral y los distintos tipos de perjuicios personales que puede padecer una víctima. Para ellos, el menoscabo moral es una especie dentro de genero daño subjetivo o a la persona. A modo de ejemplo de esta opinión, la Segunda Cámara Civil de San Martín en la Provincia de Buenos Aires ha dicho que "el daño psicológico no se confunde con el moral, en tanto el primero se traduce en una merma funcional del compuesto humano, siendo la incapacidad que genera incluso susceptible de ser medida en porcentuales según los distintos baremos en uso, mientras que el segundo se refiere a un menoscabo en las afecciones íntimas de una persona, insusceptible de tabulación alguna (doct. arts. 1067, 1068 y 1078 Cód. Civ.). En función de ello, el daño psicológico como así también el costo de su tratamiento, para recibir resarcimiento por vía judicial, deben ser materia de pedimento expreso (arts. 330 y 163, inc. 6°, Cód. Proc.). Ello no empece a que habiéndose reclamado por daño moral, no se evalúe la incidencia que el anterior -de existir en relación causal con el accidente (arts. 901, 903 y 904 Cód. Civ.)- tenga en la generación de este último...(39)". De igual modo, se asevera que "el daño estético tiene entidad propia distinguible y constituye rubro autónomo indemnizable de acreditarse el mismo... (40)". Y con mayor precisión que "la reparación del daño estético se distingue de los conceptos incapacidad sobreviniente y daño moral, comprendiendo todo menoscabo, disminución o pérdida de la belleza física de la persona, siendo una alteración que se traduce en una mengua o deterioro de esa armonía corporal, propiedad de los cuerpos que los hace agradables a los ojos de los demás. "No puede argumentarse que exista un enriquecimiento indebido si se otorga reparación por incapacidad sobreviniente, daño moral y daño estético, ya que tienden a cubrir distintos aspectos del perjuicio causado y forman parte de la reparación integral"... (41)". Sobre esta problemática, Fernández Sessarego explica que el daño a la persona puede incidir en la esfera psicosomática del sujeto o puede afectar el ejercicio de su libertad, es decir, la fenomenalización de su íntima decisión personal. El daño psicosomático se descompone en daño biológico, que es la lesión considerada en sí misma, y en daño a la salud o, mejor aun, daño al bienestar de la persona. El daño biológico es una lesión al soma o a la psique. En todo caso, dada la inescindible unidad de lo psicosomático, en un daño de este tipo se advierte que una lesión al soma repercute en la psique, y viceversa. Un daño somático incide en cualquier parte del cuerpo humano, en sentido estricto. Un daño a la psique afecta la inteligencia, la voluntad o los sentimientos, aunque esta calificación se diluye en la unidad del psiquismo. No obstante es dable distinguir cuándo el daño afecta preferentemente el nivel intelectivo o la voluntad de la víctima o radica en el ámbito emocional. Es en este último sector del psiquismo que encontramos la lesión que, común pero equivocadamente, se designa como "daño moral". Entendemos el daño moral, en su conocida expresión histórica y tradicional, como aquel que causa sufrimiento o dolor (pretium doloris)... (42)". Para completar la opinión sobre el tema enseña que "el utilizar el concepto de "daño a la persona" no significa excluir el caso actualmente designado como "daño moral". Este, como tal, es decir, como daño que se puede causar al ser humano, seguirá existiendo mientras no desaparezca el dolor o sufrimiento sobre la tierra. Lo que ha de suceder es simplemente que a este especifico y tradicional daño se lo nomine como lo que realmente es: un daño emocional o sentimental. Es decir, un daño que afecta preponderantemente el ámbito de los sentimientos personales... (43)". En la doctrina nacional, Ghersi entiende que "la distinción entre ambos daños debe atenderse al carácter patológico del daño psíquico...constituye una enfermedad y, por lo tanto, es diagnosticable por la ciencia médica. Ello no sucede con el daño moral... (44)". Este autor, avanza en sus estudios y ya distingue apoyado por la ciencia médica, entre el daño a la psiquis, que entraña una situación estático-neurológica del perjuicio psicológico que implica un menoscabo a un proceso dinámico produciendo un desajuste de los diferentes elementos que intervienen en el montaje de la inteligencia y el pensamiento sistemático (45). IV. Trascendencia de la calificación y clasificación de los daños a la persona. En el estado de esta investigación, el lector se preguntará sobre cuál es la importancia de valorar, calificando y clasificando, los daños a las personas que no sea un mero ejercicio académico. En directa respuesta a ello advertimos, como primer punto, que de acuerdo a la conceptualización del “daño resarcible” será mayor o menor la variedad de daños indemnizables e inclusive se modificará la cantidad de sujetos legitimados para reclamarlos. La posición restringida entiende que daño es el resultado no la lesión y excluye como resarcible al daño psicofísico propiamente dicho denominado por los italianos “daño biológico”. En cambio la otra visión del tema, que cabe resaltar no ha tenido un gran desarrollo en la doctrina autoral nacional a excepción de Mosset Iturraspe, Ghersi, Santos (46) cuyos pensamientos se pueden contabilizar en el sector, avanza rauda, pero asistemáticamente, en la doctrina judicial, donde pretorianamente se va reconociendo autonomías conceptual e indemnizatoria a los distintos daños que puede padecer una persona. Los lineamientos generales de esta posición permiten incluir como daño jurídico a la lesión psicofísica propiamente dicha. Pero es justo reconocer que únicamente Highton de Nolasco, cuando era juez de Primera Instancia sostuvo la procedencia del daño biológico (47). La Corte de Justicia de la Nación (48) queda a mitad de camino, dado que si bien el resarcimiento de las aptitudes físicas o psíquicas disminuidas la independiza de lo que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva y por el daño moral, no la separa de los diversos aspectos de la personalidad que hacen al ámbito doméstico, cultural o social con la consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida. Es decir, no le da una total autonomía. Por nuestra parte creemos que la posición amplia se adecua a los requerimientos del principio de "reparación integral" que la Corte Federal, en reiterados procedentes, le ha reconocido rango constitucional. Además de ello, la doble clasificación propuesta por Fernández Sessarego, Gamarra, Mosset Iturraspe, recepta la evolución científica de la medicina especialmente de la psiquiatría, de la antropológica, como del resto de las ciencias sociales que colocan al hombre en el centro de las preocupaciones y, a la par, permiten diferenciar de una manera científica los componentes psicofísicos o sociales que caracterizan a cada daño, lográndose —de este modo— una correcta tipificación de los mismos. Con ello lograremos avanzar en la construcción de reclamaciones judiciales y de sentencias con mayor rigor científico en la justificación de sus cuantías y, por ende, con menor grado ambigüedad en las demandas y de arbitrio de los magistrados. A modo de corolario observamos que el fallo "Gramajo, Héctor c/ Edenor" de la Sala E, mas allá de que se le puede endilgar una posible contradicción en sus fundamentos al reconocerle al daño psíquico autonomía y no al estético, detalle muy común de verificar en las sentencias nacionales (y también extranjeras), por cierto que nada reprochable ante la carencia de pautas normativas claras que ha generado, para suplir la deficiencia, una vastísima oferta de teorizaciones (incluyendo el presente) que están en permanente evolución dialéctica conforme los cambios que se operan en la sociedad. Sin perjuicio de ello, cabe ponderar que el fallo de nota tiene una notable preocupación para no incurrir en doble indemnización, pero esa preocupación debe hacerse extensiva para evitar que —de igual modo— en sentido contrario quede algún rubro sin indemnizar, por cuanto con ello se vulnera el principio constitucional de reparación integral. (1) NINO, Carlos Santiago, "Introducción al análisis del derecho", 2ª edición ampliada y revisada 9° reimpresión (Ed. Astrea - Colección Mayor Filosofía y Derecho" 5, Buenos Aires, 1998) ps. 304/305. (2) ORGAZ, Alfredo, "El daño resarcible", Correcciones e índice a cargo del abogado Miguel Domingo Martínez, (Marcos Lerner - Editora, Córdoba, 1992), ps. 98/99. Esta limitación traía, por ejemplo, la exclusión de la legitimación para reclamar de los concubinos, el pariente lejano alimentado por el fallecido, etc. (3) ZANNONI, Eduardo A., "El daño en la responsabilidad civil", 2da. Edición actualizada y ampliada", 1ra. reimpresión, (Astrea, Buenos Aires, 1993), pág. 29 sostiene que "es correcto distinguir entre derechos subjetivos e intereses legítimos, pero con esta salvedad: todo derecho subjetivo presupone un interés legítimo. El interés legítimo trasciende el derecho subjetivo cuando su objeto es un poder de actuación conferido por la ley en beneficio directo y exclusivo de su titular. Si, en cambio, se trata de preservar o mantener la legalidad de una situación jurídica de la que el sujeto participa, sin lesión actual de un bien jurídico directo y exclusivo —aun cuando la preservación de la legalidad de esa situación jurídica pueda, eventualmente, y en el futuro, llegar a provocar esa lesión— hay sólo un interés jurídico que no es derecho subjetivo. Pero en estos casos la tutela del interés legítimo no se funda en un daño personal sino en la presentación de la legalidad de una situación jurídica que puede llegar, en el futuro, a frustrar derecho subjetivo...". (4) ZANNONI, Eduardo A., ob. cit., ps. 36/37. Como se puede colegir, la lógica consecuencia de aceptar este criterio amplio es la inclusión entre los legitimados al concubino sobreviviente. (5) PIZARRO, Ramón Daniel - VALLESPINOS, Carlos Gustavo, "Instituciones de Derecho Privado Obligaciones" t. 2, (Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1999), ps. 639/640. (6) ZAVALA DE GONZALEZ, Matilde, comentario al art. 1067 en "Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial", Dirección Bueres - Coordinación Highton, t. 3 Arts. 1066/1116 - Obligaciones (Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1999) ps. 95/96. Esta autora, cita en esta concepción a: SANTOS BRIZ, "Derecho de daños", 1963, ps. 106 y 120; Orgaz, "El daño resarcible", 1967, p. 19 y ss.; MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Responsabilidad por daños", 1971, t. IV. p. 83 y siguientes. Advertimos que entendemos que este último autor, actualmente, ha variado su posicionamiento. (7) LORENZETTI, Ricardo Luis, "La lesión física a la persona. El cuerpo y la salud. El daño emergente y el lucro cesante", en Revista de Derecho Privado y Comunitario N° 1, "Daño a la persona", (Rubinzal - Culzoni Editores), p. 104. (8) LORENZETTI, Ricardo Luis, ob. cit., p. 110. (9) BUERES, Alberto J., "El daño moral y su conexión con las lesiones a la estética, a la sique, a la vida de relación y a la persona en general", en Revista de Derecho Privado y Comunitario N° 1, "Daño a la persona", (Rubinzal - Culzoni Editores), ps. 241/242. (10) Idem. (11) BUERES, Alberto J., ob. cit., p. 244. (12) MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Daño moral. Noción. Critica a la denominación. Daño extrapatrimonial. Daño a la persona." en Revista de Derecho de Daños N° 6 "Daño moral", (Rubinzal Culzoni Editores), p. 7. (13) MOSSET ITURRASPE, Jorge, ob. cit., p. 11. Este autor precisa que sus objeciones son de muy variado tipo, de las cuales anota tres: A) La expresión "daño moral" es inapropiada o inadecuada, y además equívoca; B) la tesis reducionista: daño moral = dolor, deja afuera una serie importante de perjuicio que la persona puede padecer, y C) el sufrimiento o dolor, así expresado, además de provocar reacciones negativas - contrarias a su resarcimiento-, no explicita adecuadamente, en múltiples casos, dónde se origina el porqué de su causación". (14) FERNANDEZ SESSAREGO, Carlos, "Daño moral y daño al proyecto de vida" en Revista de Derecho de Daños N° 6 "Daño moral", (Rubinzal - Culzoni Editores), p. 37. (15) FERNANDEZ SESSAREGO, Carlos, "Hacia una nueva sistematización del daño a la persona", Cuadernos de Derecho N° 3 del Centro de Investigación de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, Setiembre de 1993, en Ponencias I Congreso Nacional de Derecho Civil y Comercial, Univ. Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1994 y en "Gaceta Jurídica", Tomo 79-B, Lima, julio 2000. (16) FERNANDEZ SESSAREGO, Carlos, "Daño moral y daño al proyecto de vida", cit., p. 41. (17) GAMARRA, Jorge, "Tratado de Derecho Civil Uruguayo" Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1991, t. XXIII, vol. 5 parte VII, "La reparación del perjuicio. Daño a la persona", p. 17. (Citado por Lorenzetti, ob. cit.). (18) GALDOS, Jorge Mario, "Daño a la vida en relación", La Ley del 29 de junio de 2006. (19) GALDOS, Jorge Mario, ¿Hay daño biológico en el derecho argentino? por Jorge Mario Galdós Publicado en JA del 28/06/2006(2006-II-Fascículo 13) cita a Bueres Alberto en su prólogo "Daño Resarcible" de Carlos A. Calvo Costa, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 25. (20) PIZARRO, Ramón Daniel, "Daño moral. Prevención. Reparación. Punición - El daño moral en las diversas ramas del Derecho", Colección Responsabilidad Civil/17, 2da. Edición (Hammurabi, José Luis Depalma Editor, junio 2004), p. 34. (21) LORENZETTI, Ricardo Luis, ob. cit., p. 101 y sig. Sobre el punto entendemos que el bien liminar protegido por la Constitución Nacional es la integridad física y, de suyo, la vida, que, cuando son minorados, provocan daño a la salud o su pérdida. Es decir, estos son "daños consecuencias" que en algunos textos constitucionales han recibido expresa protección. (22) LORENZETTI, Ricardo Luis, ob. cit., p. 106. (23) Naturalismo. (De natural e -ismo). m. Sistema filosófico que considera la naturaleza como primer principio de la realidad. || 2. Corriente literaria del siglo XIX, que intensifica los caracteres del realismo reflejando en sus obras los hechos que trata de reproducir, y que sigue los métodos de la ciencia experimental en cuanto a su concepción determinista de las actitudes humanas. Biblioteca de Consulta Microsoft(r) Encarta(r) 2005. (c) 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. (24) BUERES, Alberto J., ob. cit., p. 248. (25) RIVERA, Julio César, "Instituciones de Derecho Civil - Parte General - II, (Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1997), p. 412. (26) RIVERA, Julio César, ob. cit., p. 423. (27) Va de suyo que esta aseveración de modo alguno pretende excluir a los créditos, facultades, etc. del contenido del patrimonio. (28) MEDINA CRESPO, "La valoración civil del daño corporal. Bases para un tratado", t. I "Los fundamentos", Dikinson, Madrid, 1999, p. 28 citado por Yoleida VIELMA MENDOZA, "Importancia jurídica de valorar el daño a la persona", Dikaiosyne N° 17 Revista semestral de filosofía práctica de la Universidad de los Andes Mérida - Valenzuela - Diciembre de 2006, p. 172. En nuestro país este criterio fue expuesto por LLAMBIAS, Jorge Joaquín, "La vida humana como valor económico. Carácter de la acción resarcitoria por causa de homicidio: Daño resarcible", J.A., Doctrina (Serie contemporánea - 1974), p. 624; BUSTOS BERRONDO, H. "Acción resarcitoria del daño causado por homicidio", Jus, 1962 - N° 3, p. 80, entre otros. (29) ALFERILLO, Pascual Eduardo, "Prospectiva de la legitimación para demandar la indemnización de los daños por fallecimiento" en RcyS, 2001-187 y sig. (30) CALVO COSTA, Carlos Alberto, "¿Puede transmitirse la acción resarcitoria del daño moral?", RCyS, 2003-183. Este autor sostiene que "una cosa son los derechos personalísimos a la vida, al honor o a la integridad personal, los bienes sobre los que asientan tales derechos, y otra muy distinta el derecho patrimonial que surge a raíz de la lesión de uno de aquellos derechos a bienes personalísimos...". (31) Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Art. 1. Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; Convención Americana sobre los Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica - 1969). Art. 4. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente. Art. 5. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral; Declaración Universal de los Derechos Humanos. Art. 3 Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y seguridad de su persona; Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Art. 12.1. Los Estados partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental; Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos. Art. 6-1 El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido por la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente; Convención sobre los derechos del niño. Art. 6°. 1. Los Estados partes reconocen que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida. (32) LORENZETTI, Ricardo Luis, ob. cit., p. 106 y sig., entiende que la normativa constitucional protege primeramente a la salud. Dado que "la salud (bien jurídico afectado) es un presupuesto del daño y puede dar lugar a un efecto jurídico, tanto patrimonial como moral...". Va de suyo que no compartimos este criterio por cuanto la salud se afecta porque anteriormente se produce daño a la integridad psicofísica de la víctima, con la cual el daño a la salud es consecuencia. En cambio, resulta acertado el criterio expuesto en CSJN, A. 186. XXXIV. "Asociación Benghalensis y otros c/ Ministerio de Salud y Acción Social - Estado Nacional s/ amparo ley 16.986", 01/06/2000, Fallos: 323:1339 (DJ, 2001-1-965), cuando indica que "la ley 23.798 reafirma que el derecho a la salud, si bien es autónomo, deriva del derecho a la vida y no se reduce a la abstención de daño sino que trae aparejado la exigencia de prestaciones de dar y hacer, las que fueron delimitadas a los diferentes niveles de gobierno en el texto legal, por ser la lucha contra el SIDA un tema -común de todos ellos-, que requiere un tratamiento adecuado y eficaz a fin de proyectar los principios de la seguridad social, a la que el art. 14 nuevo de la Constitución Nacional confiere un carácter integral así como también, asegurar el debido respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales - elementos imprescindibles de la democracia...". (33) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, "El daño a la persona. ¿Sirve al derecho argentino la creación pretoriana de la jurisprudencia italiana?, Revista de Derecho Privado y Comunitario - "daños a la persona" N° 1, (Rubinzal Culzoni Editores), p. 69 y sig. La profesora realiza una pormenorizada exposición de la evolución del concepto en el derecho italiano. (34) FERNANDEZ SESSAREGO, Carlos, "Apuntes sobre el daño a la persona" publicado en en libro "La persona humana" dirigida por Guillermo A. Borda, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2001 y en "Ius et Veritas", edición Especial, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, noviembre 2002. Este profesor aclara que adopta la designación de "daño biológico para referirse a la lesión en si misma y de "daño a la salud" para designar las consecuencias o perjuicios causados al bienestar general de la persona que pueden ser generados por una o más lesiones". (35) CSJN, M. 802. XXXV "Mosca, Hugo Arnaldo c/Buenos Aires, Provincia de (Policía Bonaerense) y otros s/daños y perjuicios", 06/03/2007 (DJ, 21-03-2007, p. 690); CSJN, B. 606. XXVI "Bianchi, Isabel del Carmen Pereyra de c/Buenos Aires, Provincia de y Camino del Atlántico S.A. y/o quien pueda resultar dueño y/o guardián de los animales causantes del accidente s/daños y perjuicios", 07/11/2006 (DJ, 2006-3950); CSJN, B. 853. XXXVI. ORI "Bustos, Ramón Roberto c/ La Pampa, Provincia de y otro s/ daños y perjuicios", 11/07/2006 (DJ, 2006-3-1076), T. 329, P.; CSJN, A. 2652. XXXVIII. "Aquino, Isacio c/ Cargo Servicios Industriales S.A. s/ accidentes ley 9688", 21/09/2004 (DJ, 2004-3-397), T. 327, P. 3753; CSJN, C. 742. XXXIII. "Coco, Fabián Alejandro c/ Buenos Aires, Provincia de y otros s/ daños y perjuicios", 29/06/2004, T. 327, P. 2722 (DJ, 2004-3-1021). (36) CSJN, C. 742. XXXIII. "Coco, Fabián Alejandro c/ Buenos Aires, Provincia de y otros s/ daños y perjuicios", 29/06/2004, T. 327, P. 2722; CSJN, S. 36. XXXI. "Sitjá y Balbastro, Juan Ramón c/ La Rioja, Provincia de y otro s/ daños y perjuicios", 27/05/2003, T. 326, P. 1673 (La Ley online); CSJN, M. 211. XXIII. "Martínez, Diego Daniel c/ Corrientes, Provincia de s/ daños y perjuicios", 28/04/1998, T. 321, p. 1117. (37) CC0002 AZ 41578 RSD-151-00 S 9-11-2000, "Lecuona, Hugo Angel c/ Oroná, Eriberto Gustavo y otros y Recci Iris Perla y otra c/ Oroná Eriberto Gustavo y otros s/ Daños y Perjuicios", Civil y comercial B3100525. Voto Dr. Galdós (LLBA, 2001-1223). (38) CC0201 LP, B 87389 RSD-64-98 S 31-3-1998, "Moreno, Juan Antonio c/ Rolando, Daniel E. s/ Daños y perjuicios". JUBA Civil y comercial B252982. (39) CC0002 SM 48523 RSD-435-00 S 19-10-2000, "Bartolomeo, Miguel Angel c/ Municipalidad de Gral. San Martín s/ Daños y perjuicios", JUBA Civil y comercial B2001716. En igual sentido, CC0002 SM 47209 RSD-31-00 S 22-2-2000, "Rages, Juan Marcelo c/ Herrera, Miguel y otro s/ Daños y perjuicios". JUBA Civil y comercial B2001564. En este fallo dijo que ""el daño psicológico o el psiquiátrico importan la lesión a una "función" del compuesto hombre, y nada tienen que ver con el daño moral que afecta un "estado" de ese compuesto, sino en la medida en que inciden causalmente en la alteración de ese "estado". Por su naturaleza se trata de bienes distintos, en tanto el primero afecta la capacidad activa, la capacidad de hacer del hombre y en esto se emparenta con el daño anátomo-funcional, en tanto que el segundo lesiona capacidades pasivas, como lo son la de gozo frente a la existencia, la de autoestima y la de paz interior, que constituyen, al decir de nuestra Suprema Corte provincial, los valores precipuos en la vida del ser humano...". (40) CC0102 LP 205467 RSD-42-90 S 29-3-1990, "Vacci, Rosana y ot. c/ Alessio, José s/ Daños y perjuicios. Beneficio", juba Civil y Comercial B150344 (41) Cuarta Cámara en lo Civil - Primera Circunscripción Judicial Mendoza, Expte. 69470 "Sabella, Rosa Justa; Lahoz, Miguel H. por su hija María Lahoz Francisco J. Calderón y Primo Meschini S.A.I.C. Daños y perjuicios", 22-04-1994, LS129 - Fs.309; Cuarta Cámara en lo Civil Primera Circunscripción Judicial Mendoza, expte. 19490 "Mejía, Oscar A. Roberto R. Núñez y T.A.C. Ltda.. - Daños y perjuicios Sumario", 07-10-1991, LS121 - Fs. 438. (42) SESSAREGO, Carlos Fernández, "Daño moral y daño al proyecto de vida", p. 38. (43) SESSAREGO, Carlos Fernández, "Daño moral y daño al proyecto de vida", cit., p. 47/48. (44) GHERSI, Carlos Alberto, "Cuantificación económica - Daño moral y psicológico", 2da. Edición ampliada y actualizada, (Ed. Astrea, Buenos Aires, 2002), p. 211. (45) GHERSI, Carlos Alberto, ob. cit, p. 251 y sig. (46) XANTHOS, "Autonomía científica, conceptual, y jurídica de los daños moral, estético y psicológico", La Ley 2000-D, 493. (47) Sentencia de 1° Instancia confirmada por la Cám. Nac. Civil Sala B, 11/2/1993, "García, Gustavo Alejandro y otro c/ Dos Santos Goncalves, María Alcina s/ Sumario", DJ, 1994-1-488 - ED 152-491, con nota crítica de Guillermo Borda "Acerca del llamado daño biológico". De igual modo, es criticado por GALDOS, Jorge Mario "Hay daño biológico en el derecho argentino", ob. cit. (48) CSJN, fallos citados en nota 35.