60 SOCIEDAD DOMINGO, 8 DE MAYO DE 2016 abc.es/conocer ABC ETIQUETAS CONFUSAS El espárrago de Navarra ahora también crece en China y Perú ∑Agricultores y ganaderos reclaman a la Administración que ponga coto a unas estrategias comerciales que se aprovechan de la calidad de otros ALEJANDRO CARRA MADRID E n la lata pone: «Conservas tradicionales de Navarra», pero el condenado espárrago tiene más hebras que fama en la etiqueta. Algo parecido ocurre con el extraño lechazo de Burgos que echa espuma al cocinarlo, la miel de milflores que parece sirope aguado o los ajos morados de las Pedroñeras incapaces de darle sabor al conejo. Y todavía están por llegar las picotas del Jerte ácidas que se pasan a los pocos días, el melón de Villaconejos que no sabe ni a pepino o los melocotones de Calanda duros como un leño. ¿No se suponía que se trataba de exquisiteces? La respuesta es sí, pero solo cuando son los auténticos. El informe de Nielsen «Marcas globales versus marcas locales» asegura que siete de cada diez españoles prefieren comprar verdura, fruta o carne de origen español, incluso aunque sean más caros; algo de lo que tratan de aprovecharse algunos avispados cuando colocan sus productos a rebufo de una calidad que su mercancía no se ha ganado. Basta con ir a cualquier hipermercado para ver rutilantes espárragos peruanos con sede social en algún conocido pueblo de Navarra, corderos franceses o israelíes sacrificados en Palencia o melones que a Villaconejos solo han ido a que les pongan la etiqueta. No es fraude, sino habilidosas estrategias comerciales que juegan al despiste con la falta de conocimiento y las prisas del consumidor al comprar. Daño por partida doble «El etiquetado debe reflejar sin dudas el origen de los productos y ponerlo en valor. Los consumidores tienen derecho a conocer la verdadera calidad de los alimentos que adquieren», defienden desde la Unión de Pequeños Agricultores (UPA). Y es que el daño causado a los verdaderos alimentos locales de reconocida calidad es doble. «Lo peor no es que nos quiten cuota de mercado, sino que si el produc- to no cumple con las expectativas el consumidor no lo vuelve a comprar y al final acaba cayendo el consumo global», se queja a ABC Jorge Izquierdo, ganadero de Colmenar Viejo (Madrid). «Traen razas mucho más grandes, alimentadas con leche en polvo para que sean más productivas y, además, tardan entre ocho y diez días en llegar desde el matadero al carnicero. Nuestro cordero no se separa de la madre y se alimenta solo de su leche; y no tarda ni tres días en llegar el plato. Por eso no son comparables el sabor y la textura de unos y de otros. Pero tampoco el precio», lamenta Izquierdo. En este escenario, asociaciones de agricultores y ganaderos reclaman desde hace tiempo una normativa europea más clara y concisa con el etiquetado, con inspecciones y sanciones al incumplimiento, y que se les exija a las importaciones los mismos parámetros sanitarios que al producto local. Pero para eso, exigen desde la coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), «hacen falta más inspectores y mejor formados». El presidente del Consejo Regulador del Espárrago de Navarra, Luis Miguel Mateo Mateo, afirma que no es justo que ellos se dejen la piel en cumplir con unos exigentes estándares de máxima calidad y se sometan a inspecciones exhaustivas, mientras que otros se limitan a «colocar una etiqueta» con un nombre que el consumidor asocia automáticamente a un producto que no es el que realmente venden. «Eso sí, debajo del nombre comercial, ABC SOCIEDAD 61 DOMINGO, 8 DE MAYO DE 2016 abc.es/conocer con letra más pequeña, se cuidan mucho de especificar que es de China o Perú. Yo no digo que su producto sea malo, pero seguro que no tiene la misma calidad que el nuestro». Técnicamente legal Esas estrategias comerciales, reconocen los servicios técnicos de COAG, «no son un fraude de ley, sino que buscan asociar un producto que no cumple con determinados parámetros de calidad con otro que sí lo hace». Y recuerdan el caso de los melones de Villaconejos, un diminuto pueblo madrileño cuya producción de secano, además, solo se da entre agosto y octubre, pero que, milagrosamente, es capaz de abastecer a media España. «La legislación regional dice que para llevar la marca de calidad de Madrid basta con que sea producido, transformado o elaborado en la comunidad. Así que compran melones de regadío, los almacenan en Villaconejos, les colocan la etiqueta y los venden... con todas las de la ley», cuenta a este diario Jesús Anchuelo, secretario general de UPA Madrid. Algo similar ocurre con esa lustrosa patata roja francesa, lavada y conservada en cámara durante meses, pero envasada en Galicia y colocada en los estantes justo cuando comienza la temporada de la patata nueva. ¿quién tiene tiempo para leer esa pequeña inscripción que pone: «patata de conservación calibrada». También con las orondas variedades de cerezas del Jerte a las que se quita el rabo para parecerse así a la auténtica picota Ambrunés, mucho más sabrosa, jugosa y resistente en la nevera. O incluso con verdaderos melocotones de Calanda, pero que para ahorrar costes de producción no han sido embolsados en el árbol, lo que realmente hace que adquieran el punto óptimo de maduración. Nada de esto es un fraude, pero no deja el sabor de boca esperado. «Ternasco» irlandés El mismo problema lo tienen en Aragón. Fernando Luna, presidente de Asaja Huesca, también ha tenido sus más y sus menos con alguna gran superficie. «Hemos llegado a detectar vistosas etiquetas de “Ternasco de Aragón”, cuando en letra pequeña se leía en el envase: “criado” en Irlanda», asegura Luna. Aburrido de reclamar más control de los productos foráneos está también Antonio Prieto, responsable de apicultura de UPA. «Llevamos dos años de reuniones con el Ministerio, y nada. Solo pedimos que con la miel se obligue a poner en la etiqueta el tanto por ciento de las variedades que lleve. No es correcto decir que hay “mezcla de mieles” de la UE y de países de fuera cuando ese tarro puede llevar un 1% de la Alcarria y un 90% de China. Eso es engañoso para el consumidor». AJOS El de Las Pedroñeras tiene un sabor intenso, a diferencia del chino Un diario de Florida saca los colores en EE.UU. a restaurantes y mercadillos supuestamente sostenibles El fraude de la comida local JAVIER ANSORENA MADRID E l primer episodio de «Portlandia», la serie de televisión que se mofa de la escena «hipster» de Portland (Oregón), presentaba a la pareja protagonista en un restaurante exigiendo saber hasta el último detalle de la procedencia del pollo que se iban a comer. La camarera no solo explica los orígenes del ave –una granja a 50 kilómetros de Portland–, sus condiciones de vida –correteando en un cercado de una hectárea y media– y la obtención de todas las etiquetas de «orgánico» posibles, sino que acaba trayendo una ficha del pollo, con su nombre –«Colin»–, su foto y todos sus datos biográficos. Pero ni siquiera eso es suficiente para los «neo-hippies», que se marchan a comprobar cómo es la granja con sus propios ojos. Moda «locavore» Etiqueta de una conserva de La Rioja, con un producto peruano MATIAS NIETO ESPÁRRAGO El navarro auténtico es totalmente blanco y no se dobla MELÓN Las variedades de Villaconejos son de secano y mucho más dulces MIEL La nacional es una de las mejores. Densa y de cristalización y color uniformes Ese «sketch» era la parodia de la entonces creciente escena «locavore», el consumo consciente de alimentos producidos en la región en la que se vive. Es una tendencia que despertó con fuerza hace más de una década en California, y que se ha extendido a todo EE.UU. La etiqueta «Farm to table» («De la granja a la mesa»), que era un signo distintivo de un tipo de restaurante comprometido con el medio ambiente y el desarrollo sostenible, se ha convertido casi en una norma. Todo local de Nueva York, Los Ángeles o Chicago que se precie explica en qué aguas se pesca su lubina, da el apellido del granjero que cría los cerdos y subraya el condado en el que brotaron las lechugas. Los menús se han convertido en una letanía de apellidos, denominaciones de origen, nombres de granjas, microcervecerías y variedades locales de ganado. ¿Es «local» todo lo que reluce? Según una investigación periodística del «Tampa Bay Times», un medio local de Florida pero que acaba de llevarse dos premios Pulitzer por sus reportajes de investigación, hay mucho de engaño. Su reportaje «Farm to Fable» (un juego de palabras para calificar de «fábula» el origen local de los alimentos) ha mostrado las vergüenzas de la escena «locavore» de Tampa Bay. En él, la experta gastronómica del periódico, Laura Reiley, ha recorrido restaurantes de toda la región –la bahía de Tampa tiene una población de unos 4,5 millones de personas– levantando alfombras: The Mill, un restaurante que abrió el verano pasado en St. Petersburg y que tuvo un éxito inmediato, aseguraba que su cerdo es de una pequeña granja de Tallahassee, sus codornices de Magnolia Farms y sus lácteos de Myakka, todos en Florida. Ninguno de esos orígenes era correcto. En Mermaid Tavern, en Seminole Heights, las gambas de las aguas de Florida eran en realidad del Pacífico, y el bacalao salvaje, fresco y de Alaska era de piscifactoría, congelado y chino. Pelagia, un restaurante italiano de postín de Tampa, vendía «cangrejo azul de Florida» que en realidad era cangrejo enlatado vendido por US Foods, un mayorista que trabaja en todo el país. Para rematar sus hallazgos, Reiley dedica una segunda parte a los mercadillos de productos frescos, otro fenómeno muy extendido en la última década. Descubre que en muchas ocasiones los productos «locales» son de todas partes y que los supuestos «granjeros» que los venden son simples intermediarios que no han plantado una semilla. A escala nacional Una de las voces más autorizadas en gastronomía en EE.UU. es la James Beard Foundation, una institución cuyos premios anuales son considerados los «Oscar» de la comida de este país. Contactado por ABC para saber si había razones para preocuparse por los hallazgos de «Tampa Bay Times», un portavoz de la institución aseguró que «no debemos asumir que por los hallazgos sobre la verdad de los menús de una ciudad esto sea un problema nacional». Ante cualquier otra cuestión, el portavoz dijo «no tener nada que comentar en este momento». Sin embargo, Reiley no tiene dudas de que es solo una muestra de un fraude a escala nacional. De hecho, el año pasado, un medio californiano, «San Diego Magazine», publicó una investigación con resultados similares. Para Reiley, y cada vez para más personas en EE.UU., el término «de la granja a la mesa» está «al límite de la bancarrota».