NICARAOCOOP y los retos del movimiento cooperativo en Nicaragua

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Los retos del movimiento cooperativo agropecuario en Nicaragua
Moisés Lopez Vizuete
Presidente de Nicaraocoop RL
Bases históricas del movimiento cooperativo agrario en Nicaragua
En plena lucha contra la intervención norteamericana en Nicaragua, apenas un mes después de la toma de las
instalaciones de la compañía norteamericana Vaccaro, Augusto C. Sandino, el “General de Hombres Libres”,
el 27 de Agosto de 1932, anuncia su proyecto de crear cooperativas de obreros y campesinos en las zonas
liberadas por su “pequeño ejercito loco” de patriotas y revolucionarios.
Este momento puede ser considerado la primera vez en que el modelo cooperativo aparece como una
propuesta concreta en el marco de una política de estado en Nicaragua, en contraposición al modelo de
economía exportadora de enclave que compañías como la United Fruit Co., las madereras como Bragmans
Bluff Co. o las empresas mineras auríferas desarrollaban, entonces, a costa de la sobreexplotación de la
población local.
En 1933 el General Augusto César Sandino, después de haber firmado los acuerdos de paz, funda en las
riberas del Río Coco (municipio de Wiwilí), las primeras cooperativas agrícolas, formadas por campesinos
desmovilizados de su ejército libertador. La breve experiencia cooperativa termina cuando la Guardia
Nacional ataca las cooperativas agrícolas de Sandino en Wiwilí, asesinando a muchos cooperados, una vez
que el mismo Sandino es asesinado el 22 de febrero de 1934. El brazo ejecutor y jefe de la Guardia
Nacional, Anastasio Somoza, “hombre de confianza” de los Estados Unidos, inicia la “estirpe sangrienta”,
que impondrá un régimen de extrema represión hasta el triunfo de la Revolución Sandinista de 1979.
A excepción de algunas cooperativas de servicios ligadas a la explotación algodonera, creadas al calor de los
nuevos aires de la Alianza para el Progreso de los 60, es a partir de 1980 cuando el gobierno revolucionario
sandinista implementa una reforma agraria radical, basada en un modelo mixto de gran empresa estatal y
cooperativas agrarias, bajo la denominación de Área Propiedad del Pueblo, (que articulaba el conjunto de
medios de producción colectiva fruto de la nacionalización de tierras y propiedades de la familia Somoza y
de sus más importantes colaboradores) en convivencia con la grande y pequeña explotación agrícola que no
estuvo ligada a los intereses de los Somoza.
Las cifras de la reforma agraria de los ochenta indican la profundidad de los cambios en la estructura del
agro nicaragüense: 120,000 familias (más de 700 mil personas) fueron involucradas en el proceso. En las
Empresas Agropecuarias del Pueblo trabajaron como promedio 65,000 personas distribuidas en 1,200
unidades de producción. Se crearon 3,151 cooperativas que agrupaban a 76,715 socios, bajo varias formas
jurídicas (1,170 Cooperativas Agrícolas Sandinistas, 1,559 Cooperativas de Crédito y Servicio, 92
Cooperativas de Surco Muerto y 330 Colectivos de Producción). De la maquinaria agrícola que entró al país,
el 59% de le entregó al sector favorecido con la Reforma Agraria. Los campesinos que recibieron la tierra
(mas de 3 millones de hectáreas), captaron el 66% del crédito otorgado a nivel nacional para la producción
agrícola. Se entregó un 35% (promedio anual) del crédito global a las Cooperativas.
Las cooperativas nicaragüenses cumplieron una doble función: en la producción y en la defensa de la
revolución. Las cooperativas fueron el principal blanco de la “contra”, un ejercito irregular financiado y
asistido por Estados Unidos y nutrido, primero, por ex miembros de la Guardia Nacional somocista y luego
por sectores populares (campesinos e indígenas) que entraron en contradicción con las políticas del gobierno
sandinista. Los ocho años de guerra y el embargo norteamericano dejaron 50,000 muertos, una economía
destruida y la mayor hiperinflación de la historia.
Este inacabado proceso de construcción de un modelo productivo bajo el protagonismo de la propiedad
estatal y colectivista termina con la derrota electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1990.
La década convulsa de los 90 inicia con un proceso de ajuste económico impuesto por los organismos
multilaterales, caracterizado por la reducción de la hiperinflación (a partir de un retiro de circulante y un
cambio de moneda sobrevaluada artificialmente); la privatización y el cierre de empresas estatales (más de
trescientas pequeñas empresas estatales fueron privatizadas entre 1990 y 1995); la privatización de los
grandes servicios públicos estatales (la distribución de energía, las comunicaciones, el correo y el
transporte); el completo desmantelamiento de la Banca Estatal y la aparición oligopólica de la Banca
Privada; la apertura casi total de las fronteras a las importaciones (a excepción de algunos productos ligados
a grandes intereses privados nacionales, como el azúcar o el arroz); la disminución del presupuesto publico
de los sectores de salud y educación.
En la Nicaragua de principios del nuevo siglo, más de un 60% de la población (de 5.5 millones de habitantes)
vive con menos de 2 dólares al día. El costo de la canasta básica de productos para una familia de cuatro se
ha duplicado desde comienzos de los años 90, en un marco de congelación de salarios. Más de un 40% de la
población en edad escolar (800 mil niños y jóvenes) no asiste a clases y un 65% de los que lo hacen nunca
terminan sus estudios secundarios.
Impacto de las políticas neoliberales en el movimiento cooperativo
Desde 1990, la práctica desaparición del crédito publico y privado hacia el sector cooperativo, sustituido
muy parcialmente por un sistema de micro créditos que legaliza de facto la usura (es común encontrar
crédito a la producción agrícola a intereses del 30 al 50% anual, costos legales y comisiones aparte),
descapitalizó la pequeña producción individual y colectiva, generando una brutal “contra-reforma agraria”.
En las cooperativas agropecuarias se inició un proceso de parcelación de tierras de propiedad colectiva,
volviendo a un sistema de explotación familiar de pequeñas áreas agrícolas. Las familias con menos capital o
menos comprometidas con su nueva situación, procedieron a la venta de las propiedades, hacia otros socios o
hacia grandes propietarios. Este proceso ha acelerado la concentración de propiedad y una migración rural
masiva en tres direcciones: hacia los núcleos urbanos en los departamentos y especialmente en la capital,
Managua; hacia la frontera agrícola (regiones limítrofes a los núcleos forestales de las Regiones Autónomas
Atlánticas); y sobre todo, hacia las explotaciones agrícolas (como mano de obra jornalera) del país vecino,
Costa Rica.
Las cooperativas enfrentaron también la presión de la política gubernamental de devolución de tierras a favor
a los antiguos dueños de las empresas nacionalizadas por la revolución, la mayoría de los cuales tenían
grandes deudas con el sistema financiero al momento de su confiscación. Se perdieron muchas de estas
batallas por la debilidad de los sistemas de registro de los títulos de propiedad entregados apresuradamente
por el gobierno revolucionario antes de su salida del poder o por el difícil acceso a servicios legales para su
defensa.
Los nuevos oligopolios privados, algunos de ellos ligados a capitales multinacionales, han ocupado los
cuellos de botella de las cadenas de producción agropecuarias. El control oligopólico se da especialmente en
el acopio y la comercialización (como en el caso del monopolio de Parmalat en el sector lechero) o en el
suministro de insumos a la producción (especialmente en los fertilizantes). Esta situación convirtió a gran
parte del movimiento cooperativo en meros acopiadores de los capitalistas agro-exportadores, los cuales les
compran la producción primaria a precios muy bajos (sin incurrir en los riesgos de la producción) y les
venden insumos a precios mucho mayores a los del mercado internacional. A este proceso se suma la caída
constante, desde los ochenta, de los precios internacionales de rubros históricamente muy importantes para
las cooperativas nicaragüenses, como el algodón, el café o el tabaco.
La nueva situación de baja inflación, salarios miserables y relativa seguridad ciudadana (comparada con
otros países de la región) ha hecho muy atractiva la especulación sobre las tierras ubicadas en zonas de
altísimo potencial de explotación turística. Nicaragua cuenta con playas vírgenes y reservas biológicas y
naturales, gran parte de las cuales aún están bajo propiedad del movimiento cooperativo o las comunidades
indígenas. Son comunes los conflictos con cooperativas debidos a la falsificación de títulos de propiedad,
cuando no a la extorsión o la amenaza directa hacia estos colectivos rurales en aras de su desalojo y la
privatización de este “nuevo” valor agregado de la tierra.
La reacción del movimiento cooperativo: las nuevas organizaciones
Aún en este ambiente tan agresivo, la aprobación de las leyes 84, 86 y la Ley de Estabilidad de la Propiedad,
bajo presión de los gremios campesinos y urbanos y del FSLN a inicios de los 90, impidió el desalojo directo
de la propiedad entregada bajo la Reforma Agraria de los años 80. Estas leyes aseguraban el reconocimiento
de los títulos emitidos “a favor de beneficiarios de reforma agraria que viven de la tierra sean estos personas
naturales o cooperativas” (Ley 209, de 1995).
En 1994, según datos de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), la pequeña propiedad
agraria y las cooperativas articuladas eran aún responsables del 56% de la producción exportable total de
café, del 60% de la carne de vacuno y del 90% del ajonjolí (sésamo).
Si bien gran parte de las cooperativas decidieron parcelar las tierras colectivas a manos de sus socios, en
general se han mantenido las personerías jurídicas de las mismas y un alto grado de “cultura de lo colectivo”,
para enfrentar los nuevos problemas de la producción agraria. La generalizada producción familiar en las
parcelas divididas de las tierras colectivas entregadas en los ochenta coexiste con acciones colectivas de los
productores para la gestión de créditos, la comercialización de la producción y la negociación con los nuevos
actores del desarrollo rural desde 1990: las ONGs y la Cooperación internacional.
La relación entre ONGs, gremios y el movimiento cooperativo ha producido una nueva generación de
organizaciones campesinas, cuya base son las cooperativas (de producción colectiva o parceladas) herederas
de la reforma agraria de los ochenta. Esta nueva generación de organizaciones ha agrupado a cooperativas
agropecuarias en organizaciones de segundo y tercer piso o ha involucrado a la pequeña explotación agraria
familiar (la histórica y los desagregados de cooperativas sandinistas) en organizaciones especializadas en el
crédito agrícola, la comercialización y otros servicios.
Gran parte de esta heterogénea gama de organizaciones ha sido fortalecida con la inclusión de recursos
humanos profesionalizados en funciones gerenciales o como operadores de los sistemas de administración,
de crédito, acopio, comercialización o asistencia técnica a la producción.
Así nacen a finales de los 90 e inicios del presente siglo organizaciones que lideran en este momento la
producción y comercialización de rubros exportables como el ajonjolí (el caso de la unión de cooperativas
Del Campo, en Occidente), de café orgánico (el caso de CECOCAFEN, en Matagalpa) o de miel (APIBO en
Boaco) y en rubros muy sensibles para la seguridad alimentaria nacional (como la producción lechera de la
Alianza Amerrisque, en Chontales o los granos básicos de la Unión de Cooperativas de Servicios Múltiples
del Norte, UCOSEMUN).
El proceso de integración horizontal y vertical de unidades cooperativas de base no ha estado exento de
problemas, derivados tanto de las propias capacidades técnicas, de las debilidades en el establecimiento de
procesos transparentes de flujos de información (en especial de los precios y los excedentes hacia los
productores individuales) y de las expectativas insatisfechas (en especial el acceso a créditos y mercados).
Si bien estas iniciativas han nacido al amparo del apoyo financiero o técnico de las ONGs locales no
asistencialistas (dirigidas a menudo por ex cuadros de instituciones y movimientos de origen sandinista), el
papel de los gobiernos neoliberales y la Cooperación internacional ha sido ambiguo.
En general los gobiernos de derecha han tenido un papel neutro o poco agresivo (a excepción de algunos
funcionarios fundamentalistas) y han aceptado la convivencia con los nuevos actores colectivos, dándoles
participación en espacios de concertación de algunas políticas agrarias pero sin ninguna expresión practica
de apoyo.
La Cooperación Internacional ha mostrado interés en el modelo asociativo como una de las pocas
experiencias de éxito, sobre todo en la articulación del agro nicaragüense a los mercados externos. En otros
casos ha ejercido presión primando ciertas formas jurídicas o imponiendo modelos de organización interna a
través de programas de asistencia con una fuerte carga ideológica.
En general, las nuevas formas cooperativas de segundo y tercer piso comparten una visión común por cuanto
priorizan la solución de los problemas de acceso a créditos y mercados, tienden a dotarse de personal técnico
en funciones administrativas y operativas diferentes de su estructura directiva y, cada vez más, visualizan su
campo de acción en toda la cadena de producción, más allá de la producción primaria, hacia la agro
industrialización, la agregación de valor en base al incremento de la calidad (claro ejemplo en la producción
orgánica) y la comercialización.
Algunas cooperativas de Nicaragua han iniciado proyectos de diversificación hacia los servicios turísticos,
cómo la UCA Miraflores en Esteli o la UCA Tierra y Agua en Granada, abanderando la conciencia del
movimiento cooperativo sobre la explotación sostenible del entorno natural y social con el que conviven.
El caso de Nicaraocoop.
En el marco de las reuniones organizadas por la Oficina de Apoyo a la Comercialización del Instituto de
Cooperación Austriaco (IIZ), en el mes de Junio de 1999, la ONGD local, Asociación Tecuilcan (Lugar de
transparencia, en idioma Náhuatl) reunió a representantes de 25 organizaciones campesinas (cooperativas y
asociaciones) para discutir y elaborar una propuesta de estrategia común en el campo de desarrollo rural. De
esa propuesta, surgió el Programa De Desarrollo Rural Teosintal (Espiga Sagrada, en idioma Náhuatl).
Una de las conclusiones a las que llegó el grupo de discusión fue la importancia de la articulación
cooperativa en organizaciones de segundo y tercer piso, que permitieran ciertas economías de escala, para
enfrentar la era global. Los participantes propusieron tener instituciones operativas, es decir, con capital,
infraestructura y gerencia profesional, para que el apoyo a las organizaciones de pequeños productores fuera
efectivo. La mayoría de los grupos ahí reunidos firmaron un acuerdo para desarrollar el Programa Teosintal
y crear una Empresa Central de Servicios con el fin de afrentar el común problema de la comercialización de
productos agrícolas y el acceso a financiamiento. Las organizaciones que conformarían la empresa serian
aquellas que contaban con suficientes volúmenes de producción excedentarios para su comercialización en el
mercado nacional o internacional.
Con apoyo de la ONG española Ingeniería Sin Fronteras y la ONG austriaca Horizont 3000, se consiguió
formalizar y constituir legalmente la Empresa Central de servicios , bajo el nombre de Empresa Cooperativa
Nicarao RL (Nicaraocoop), la cual fue dotada de un equipamiento mínimo para su funcionamiento y una
pequeña infraestructura central en Managua. La empresa cooperativa Nicaraocoop se constituyó el 22 de
Septiembre del 2002 y la integran las siguientes tres uniones de cooperativas y dos asociaciones sin fin de
lucro:
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Cooperativa de Servicios Múltiples Carolina Osejo
Unión de Ganaderos y Agricultores de Quilalí
Unión de Cooperativas Agropecuarias “El Sauce”.
Asociación de Desarrollo Productivo Alternativo (ADEPAL)
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Unión de Cooperativas Agropecuarias A. Smith.
Asociación TECUILCAN
Las organizaciones participan democráticamente en las decisiones de la empresa cooperativa Nicaraocoop.
Un miembro de cada organización participa en la Junta Directiva, cuyos puestos no pueden ser ocupados por
mas de tres años por la misma persona. La asamblea de Nicaraocoop está conformada por tres miembros de
cada organización asociada.
Las organizaciones socias de Nicaraocoop producen cultivos anuales (ajonjolí, fríjol, maíz, arroz, plantas
medicinales), perennes (café, marañón o anacardo) y productos pecuarios (miel, lácteos). Los granos básicos
son dirigidos a mercados locales y los cultivos de exportación son producidos con técnicas agro-ecológicas y
certificados como productos orgánicos por la certificadora BIOLATINA, autorizada por la agencia alemana
DAR, lo que permite su comercialización en mercados europeos.
La empresa cooperativa Nicaraocoop tiene como función principal la búsqueda de mercados, la agregación
de valor de productos campesinos (envasado y etiquetado) y la gestión de financiamiento para acopio y
procesamiento. Los excedentes económicos que se consiguen, son retornados a los productores en forma de
primas post-comercialización. Con un porcentaje del precio de venta de los productos agrícolas
transformados o semi-transformados se pretende cubrir la capacidad operativa de la empresa central, de
forma que no dependa del apoyo de organismos externos en el mínimo plazo posible.
Entre las características que han hecho de Nicaraocoop un modelo atractivo para los asociados (6
organizaciones de primer y segundo piso) y las organizaciones aliadas (a la fecha más de 50 organizaciones
campesinas y empresas propiedad de trabajadores, que articulan un universo de más de 15,000 familias)
podemos señalar:
a) La no dependencia de la estructura central. Todas las organizaciones socias tienen sus propias
capacidades gerenciales, o se establece como objetivo la dotación paulatina de estas capacidades y su
fortalecimiento administrativo y operativo. Todas las organizaciones socias tienen capacidad legal
(licencias, registros y permisos) para establecer relaciones autónomas con los mercados, incluso los
de exportación. Es decir, la empresa central basa su existencia en la generación de eficiencia
(consecución de mejores precios y mercados) y no en el monopolio de capacidades o de
información.
b) La articulación vertical flexible y transparente. Nicaraocoop no obliga a las organizaciones
asociadas a vender su producción a través de la Empresa Central. La negociación con los
compradores de la producción agrícola integrada se hace con la participación de las organizaciones
locales, accediendo estas a la información sobre precios y mercados. La Empresa Cooperativa
suscribe contratos detallados con las organizaciones socias o aliadas donde especifican los
compromisos de las partes entre sí y con terceros.
c) Limitación de la dirección y el aparato técnico
El aparato técnico de la empresa es pequeño, en relación con el tamaño de la suma de sus asociados y
se auto-impone limitaciones a su crecimiento. Los activos (tierras, bodegas, equipos y capital de
producción) están mayoritariamente en manos de las organizaciones locales socias, lo que obliga al
consenso a la hora de su uso colectivo (por ejemplo, a la hora de utilizar garantías para la adquisición
de créditos).
d) La transferencia de riesgos y beneficios. Los riesgos derivados de la producción agrícola recaen en
las organizaciones locales. Los riesgos derivados de la comercialización recaen en la estructura
central. Generalmente, Nicaraocoop establece precios de garantía de compra superiores a los costos
de producción y a los del mercado local. Las operaciones de acopio se realizan pagando al productor
esos precios de garantía al momento de la entrega del producto. Si existen excedentes en la
comercialización, estos se regresan al productor en forma de prima post-comercialización,
descontando los costos del proceso y porcentajes fijos para el mantenimiento de los aparatos
administrativos y técnicos de las organizaciones (entre el 2 y el 5 % del Precio de Venta Final para
la empresa Central y la organización local).
En apenas un año de operación, Nicaraocoop ha demostrado ser una eficiente herramienta de inserción en los
mercados de la producción de origen campesino. En alianza con universidades nacionales ha desarrollado
líneas de productos agroindustriales terminados de alta calidad (cafés tostados y molidos, miel envasada,
frijoles deshidratados, aceites comestibles y cosméticos) que ha insertado en cadenas de supermercados
nacionales. Ha conseguido el reconocimiento de entes estatales de promoción del comercio exterior.
Nicaraocoop administra hoy una de las plantas más grandes y modernas de Centroamérica para el
procesamiento (descortezado) de semilla de ajonjolí, la Planta Posoltega, tras una negociación de este bien
público con el Estado. La Empresa Cooperativa ha establecido alianzas firmes con empresas agroindustriales
nacionales para la comercialización local y en el exterior de productos nicaragüenses de alto valor agregado.
Cooperativas socias de Nicaraocoop integran la Red de Turismo Sostenible y han iniciado la reconversión de
infraestructuras colectivas (casas comunales) en pequeñas instalaciones hoteleras rurales.
El movimiento cooperativo en Nicaragua: ¿Un modelo alternativo?
Una pregunta que el nuevo movimiento cooperativo en Nicaragua deberá hacerse en los próximos años es si
su aspiración es únicamente sumar al carro de la internacionalización de la economía a la pequeña
producción campesina que articula (y conseguir a cambio su supervivencia o su participación en el reparto de
excedentes) o es, por el contrario, sustituir el modelo dominante por una organización social mas justa, a
cuya causa sumará su capital organizativo.
La globalización, bajo el control de los operadores neoliberales, incrustados en las estructuras de decisión de
los estados del Grupo de los 8 y los organismos multilaterales, han producido un modelo de acumulación de
poder en manos del capital financiero y las empresas multinacionales sin precedentes.
Este modelo de acumulación global ha producido una gama de “ganadores” y “perdedores”. Entre estos
últimos se cuentan, la pequeña producción agrícola y el movimiento cooperativo. Cualquier modelo local o
nacional, que se reclame como alternativo en cuanto a la forma de organizar la producción y distribuir sus
excedentes deberá realizar un análisis exhaustivo del modelo dominante y adoptar las medidas que permitan
su supervivencia y su desarrollo.
Aquellos que creemos que el movimiento cooperativo y autogestionario en Nicaragua es parte de la
construcción de un modelo alternativo a la acumulación capitalista global, nos hemos planteado algunos
retos que debemos enfrentar a corto y mediano plazo. Algunos de ellos se exponen a continuación.
a) El control de las cadenas de producción: la industrialización y comercio.
El crecimiento del movimiento cooperativo no se puede limitar a la articulación horizontal de la base
productiva, sino al control de los diferentes eslabones en la cadena de agregación de valor. En el
nuevo paradigma productivo, es la cadena la que transfiere información y tecnología y, por ende,
poder de negociación.
En Nicaragua, a las ineficiencias que generan los monopolios de unas pocas familias oligárquicas
que controlan ciertos eslabones de las cadenas de producción, el movimiento cooperativo puede
oponer un manejo de toda la cadena productiva (desde los insumos al comercio) que disminuya los
costos de producción, los precios al consumidor e impacten positivamente en la balanza comercial
nacional.
b) La diversificación hacia los servicios.
El movimiento cooperativo agropecuario no puede obviar los otros usos de la tierra que se imponen a
los tradicionales. La conciencia sobre esta nueva valorización de la tierra permitirá frenar el desalojo
cooperativo. La explotación de los nuevos usos deberá fomentar la generación de empleo,
especialmente importante para las generaciones más jóvenes de hijos e hijas de las familias del
minifundio agrícola.
En el caso de Nicaragua, dado el amplio control de la tierra en manos de cooperativas y
comunidades indígenas, los servicios ambientales (captura de carbono) y aquellos ligados al turismo
(siempre que exista un claro marco ético de explotación ambientalmente sostenible, de respeto a la
dignidad de los trabajadores y de rescate de la identidad cultural local) pueden ser una fuente
agregada de capitalización y fortalecimiento del movimiento.
c) Alianzas con el movimiento cooperativo nacional e internacionales: de las redes a las
estructuras operativas.
Las redes internacionales creadas en base al intercambio de información y experiencias o a la
discusion de problemas comunes (como los Tratados de Libre Comercio o el desembarco de los
transgénicos) deben ser el origen de la construcción de empresas cooperativas internacionales (e
“internacionalistas”).
La construcción de estas cooperativas, que superan los ámbitos nacionales, pueden dar con
soluciones directas e inmediatas a algunos problemas que limitan el crecimiento cooperativo en los
paises del sur. Mencionamos tres problemas muy concretos:
¾ El acceso al crédito. Ante las políticas usureras de la banca privada y las intermediarias
financieras del Tercer Mundo, las Cooperativas de Ahorro y Crédito de países “del Norte”
pueden asociar a cooperativas “del Sur”, facilitándoles acceso a crédito en condiciones mas
justas. La Banca Ética puede apoyar este proceso entregando fondos en administración o
estableciendo alianzas con estas nuevas cooperativas supra-nacionales.
La conformación de empresas mixtas entre cooperativas del Norte y del Sur , permitirán el uso
de capital “barato” de los países enriquecidos para financiar indirectamente procesos productivos
en el Sur, a través de mecanismos como la compra a futuro.
¾ El acceso a los mercados. Las necesidades logísticas y de información hacen casi imposible la
operación eficiente del comercio internacional directo entre cooperativa del Sur y los canales de
distribución de los países enriquecidos. La alianza entre las cooperativas agroindustriales del Sur
y las cooperativas de servicios del Norte, en la distribución mayorista primero, y mas tarde en la
minorista, pueden sustituir la relación tradicional con los grandes importadores por canales más
cortos y mas eficientes.
¾ La transferencia tecnológica. De nuevo, las alianzas internacionales entre movimientos
cooperativos locales facilitará la transferencia tecnológica de forma directa y completa, tanto de
tecnología “dura” (como semillas o equipamiento industrial) como de tecnología “suave”
(formas de organización, métodos eficientes de formación cooperativa, etc.).
Desde Nicaragua pretendemos desarrollar estas alianzas iniciando con el movimiento cooperativo
Centro y Latinoamericano, con la esperanza de desarrollar cooperativas internacionales con el
movimiento cooperativo de Europa, por los lazos históricos de solidaridad que nos unen y por el
origen ideológico de los movimientos a ambos lados del Atlántico.
La sostenibilidad de las relaciones pasará por llegar a un “pacto ético” entre cooperativas a ambos
lados del “abismo” económico, haciendo énfasis en los principios de democracia en la toma de
decisiones y de equidad, bases universales del movimiento cooperativo. Deberán desterrarse
actitudes asistencialistas, caritativas y “pseudoimperialistas” en las relaciones entre nuestras
cooperativas.
d) Alianzas con otras clases sociales: articulación sindical por la vía del consumo. La identificación
de los aliados locales será clave en la conformación de las expresiones alternativas de organización
social. A menudo se ha contrapuesto el mundo sindical con el cooperativo, y la lumpenización del
trabajo en las urbes del Sur hace difícil el análisis de las clases en las sociedades destruidas por el
neoliberalismo. El movimiento cooperativo agropecuario y agroindustrial puede ser clave en sentar
las bases de la seguridad alimentaria (entendida como la producción barata, accesible y abundante
de alimentos para las clases populares) y la soberanía alimentaria (entendida como la capacidad
nacional de abastecimiento de alimentos). La organización de cooperativas o asociaciones de
consumidores, en colaboracion con los sindicatos, puede suponer una vía rápida de concreción de
alianzas entre clases.
En Nicaragua, se han dado los primeros pasos en este tipo de alianzas orgánicas, entre movimiento
sindical y cooperativas agropecuarias, involucrando incluso al pequeño comercio de los barrios
populares (las “pulperías”) como un tercer actor social que permita una red de distribución minorista
sin grandes inversiones en infraestructura.
e) Articulación política. Los movimientos sociales y las expresiones alternas de modelos productivos
deben encontrar los referentes políticos que asuman sus posiciones y eleven sus reivindicaciones en
el marco de la organización política de cada estado. La “aparticidad” de las organizaciones de
producción, entendida como su independencia orgánica de los partidos políticos, no debe
confundirse con la “apoliticidad” y mucho menos con el apoyo a aquellos programas políticos que
defiendan los intereses de las clases sociales organizadas en las empresas cooperativas.
Posiblemente, ningún modelo alterno sobrevivirá sin alianzas tácticas con los partidos reformistas
del modelo neoliberal o su alianza estratégica con aquellos afines a su sustitución.
En Nicaragua, el origen histórico del movimiento cooperativo (las cooperativas de Sandino y la
reforma agraria en el marco de la Revolución Sandinista), han facilitado, en general, la convivencia
entre la independencia orgánica con los partidos políticos y la participación activa de cuadros
cooperativos en la formulación de propuestas políticas, especial y mayoritariamente, en el marco del
FSLN.
f) La independencia de la Cooperación Internacional.
Básico para el desarrollo de un movimiento alternativo al neoliberalismo es la independencia de
nuestras organizaciones de las políticas de la Cooperación Internacional. Sin querer hacer un análisis
exhaustivo del papel de la Cooperación, debemos entender que en todo momento, las agencias de
cooperación internacional son brazos “armados” (con el poder casi mítico que les entrega el dólar o
el euro) de la política exterior de los estados del Norte, que la abastecen de recursos públicos. Esos
mismos estados que han apoyado la privatización de los servicios públicos en el mundo
“subdesarrollado”, han facilitado el aterrizaje de sus empresas transnacionales y han establecido las
anti-populares medidas de “ajuste”.
Hay que reconocer que los recursos públicos han jugado un papel clave en ayudar al desarrollo del
movimiento cooperativo (en el Norte y en el Sur), pero sin renunciar nunca a su control. El uso de
los recursos públicos deberá ser sometido a un escrupuloso escrutinio por parte del movimiento
cooperativo. Habrá que leer si la “letra pequeña” de los apoyos financieros del sector público
conlleva una renuncia implícita a los principios de transformación social que nos motivan. La lucha
por la independencia es una responsabilidad directa del mismo del movimiento: de su capacidad de
crecer, convencer y negociar. En definitiva, de su fuerza organizativa de las voluntades populares.
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Una última reflexión: los retos del crecimiento
El modelo neoliberal ha excluido a las mayorías populares del Sur del acceso a una vida digna. Allí donde la
globalización del capital practica la destrucción sistemática de la organización social equitativa, el
movimiento cooperativo siembra esperanza, crece y se fortalece. Cada lucha perdida, cada retroceso, ha sido
una lección bien aprendida y conforma un acervo colectivo de sabiduría imposible ya de destruir.
Mas allá de la convicción en que el movimiento cooperativo genera eficiencias económicas y sociales, que
estas son reconocidas cada vez por mas seres humanos y que el destino del mismo es su expansión hacia
áreas cada vez más amplias del tejido social y productivo, queda el mayor de los retos: que el crecimiento de
las organizaciones cooperativas de producción y servicios y sus futuras expresiones supra-nacionales sean
ejemplo de una ética diferente y alternativa.
Todos hemos conocido ejemplos de tecno-burocaracias que se apoderan de la dirección de grandes
empresas cooperativas cuyo comportamiento “hacia fuera” (en sus relaciones con otros agentes económicos
privados) y “hacia dentro” (en especial con los trabajadores no socios) no difiere en nada de las
tradicionales empresas capitalistas.
A los pesimistas que ven en el tamaño y la extensión un sinónimo de peligro de involución en la ética
cooperativa, les propongo la permanente educación en los valores y los principios del movimiento, la vigilia
constante.
La nueva cultura que queremos construir se debate contra los viejos paradigmas, nuestros viejos paradigmas,
de los cuales solo nos desprenderemos a través de la practica y del constante aprendizaje de nuestros errores
y nuestros aciertos. De nuestro valor a atrevernos a enfrentar estos retos dependerá nuestro éxito.
“Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra
causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán”.Augusto C. Sandino. General de
Hombres Libres.
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