- IIIIPIS'TA D E L CENTRO DE 1.ECTVRA .- 5 . -Qué dicha ha d e sentir el q u e pueda esclamar : Esa mujer a quien aclama todo el m u n d o , es mia ! Al salir del teatro Mario estaba deslunibrado. Aquella noche n o pudo conciliar el sueño. L a imagen de Atigélica ocupó desde entonces el pensaniiento del joven ; allí estaba sola, dando pábulo á aquella faniasía soñadora, q u e tantas veces Iiabía vivido en l o ideal y qiie empezaba á i t i s ~ i r a r s een lo real. Mario buscó y encontró protito Lin nieiiio para eiirrar en relaciones con Arigélica. La visitó m u y á tuenudo, y la artista admitía con placer tales visitas. Pero iio Iiacía sonado auii eiitre los dos uiia palabra d e aiiior. Mario, conveiicido d e q u e amaba á Angélica, rcsoivió revelárselo. Y la ILIZf ~ i éiiecl~u. Es decir, u n torrente d e atiior se desbordó por los dos jóvenes q u e se abandonaban todos losdias á u11 nuevo poenia 'le placer. i Cuánta cotijugación del verbo a m a r ! i cuánta palabra sualre protiuticiad:~á$oi. di liiboi-o, como iiirian los italiaiios ! i cuánto beso ardiente, prolon,o:iiio por cuatro labios rrétiiulos! i cuánto juranietito antiguo, y q u e n o obstante, siempre parecía nuevo ! -Te alno: t e amaré sieiiipre. -Siempre seré tuya. -Hemos naci.io el u n o paro el otro. -Desde q u e nacimos íbamos biiscándonos por el miiodo. -Eres mi única vida ctc. etc. i Y q u é se y o cuantas cosas n i a s i g ~ ~ a l i i i e nbete llas y halagadoras ! Eil fin, fueroti verdaderos y escepcionales aiiiantes. Mario se creía en el cielo y Aiigélica ... estaba todavía e n la tierra porque, apesar d e ser mas joven tenía iiiuclia nias csperieticia qiie él. Y mietitras el amor sigue su curso, demos treguas al hilo del disciirso. 111 - Y llegó el verano. Y Maiio y Angélict deciiiieron ir á pasarlo eri el campo, e n una linda casita en donde pudiesen recrearse en la plenitud d e s u amor. Y h e a q u í q u e encontraron y alquilaron la linda casita en u n pueblo d e las Provincias Vascongadas. i Parecia u n nido! Ni constrtiida á propósito para q u e e n ella Iiabitaran dos amantes como Mario y Angélica. L a casa era en efecto hermosísima; blanca, coquetuela, escondida entre ramaje. rodeada d e caprichosas veredas, inundada por la luz ... n o dejaba, e n iin, nada q u e desear. Mario repetía muchas veces: -Siendo tan felices nosotros ( n o es cierto q u e parece imposible q u e esist;in tantosseres infelices? i C ~ i á t i t a sagonías q u e n o conocemos! E n este mismo instante niitere alguien y se olvida 6 alguien. Mario y Angéliia salieron á pasear por los alrededores. i\ u n kilónietro d e la casa q u e habitaban había iin atiriglio monasterio meiiio arruinado, entre los huecos d e cuyos niuros crecian giiirnaldas d e hiedra y nianojos d e rosas silvestres. i Ah, cómo co~itrastabala ciecrepituii d e las ruiaas con la lozanía de los campos circuiivecinos! -Vamos allá, dijo Angélica á Mario. Esos sitios oscurecidos para s u edad, solitarios en medio iie la juvetitud d e la naturaleza. m e gustan estraordinariamente. Angélica enlazó u n brazo suyo con otro d e Mario,y ambos se dirigieroii a1 monasterio. E r a , como he diclio, u n sitio sombrío, u n viejo panteon real. E l templol apzsar d e tener Lies~iiantelados y vacíos los altares, conservaba a ú n sus arcos y sus hoces d e columnas: d e la bóveda pentiian cortioajes iie telaraña, y por las ojivas entraban los pájaros á bandadas. E n t r e el coro y el altar mayor Iiabía dos grandes arios, sobre y debajo d e los cuales estaban enterrados en marmóreas sepiilturas los cuerpos de a n t i g u o m a g n a t e s . La imájen del esposo estaba esrendida al lado d e la esposa y los dos parecian yacer e n eterno lecho niipcial. Delante d e u n sepulcro sobre el ctiztl faltaban las estatuas, Angélica dijo á Mario: -Coloq~iénionos a q u í ; tendánionos sobre el sepulcro; nosotros siniularenios llis imágenes. Y jugiieroiia, lijera. se tendió sobre el mármol, I y ambos, cerraron los Mario se colocó á ~ L lado, ojos y se estreclraron las manos, y volvieron á jiirarse amor eterno. T o d a s sus escenas acababan coi1 ta!es jura~iientos. Despuéssonriendo; retozaiido, d6niiose el brazo se dirigieroii al c l a ~ ~ s t r o . Al estrenio d e una galería? deltinte d e un caballete, u n jórren copiaba iin trozo d e las rui12as. Angklica y Mario le saluLiaron y el descoirocido les contestó m u y atentamente, con acento italiano. Entraroii i n ~ ~ i v e r t i d a r n e i i teen animada conversacióii y pronto la franq~ieza reinó entre los tres. i Y como era posible q u e n o reinase intiniidad eiitre artistas q u e se encontraban en u n monumento solitario y bello! Estuvieron conversando d ~ i r a n t elargo rato, y al despedirse Mario y Angélica le ofrecieron ~ L Icasa. I _ REVIST.4 DEL CENTRO DE LEC'II-R.& . - -Tendré el gusto d e ir á visitaros, contestó el italiairo. -Mañaiia os esperaremos á almorzar: repuso Mario. Despois Angélica y yo osacornpaíiarenios aquí. Y e n efecto, a1 dia sigriieiite, poco antes d e la hora de almorzar el piiitor iioliano etttró e n la blanca casita habitada por Mario y Atigelica. Desde aquel dia el italiano fué amigo íntimo d e los dos amantes. Y coi11o podeis suponer, les visitaba á menudo. Y pasaron dias, bastsntes iiias. Y h e a q ~ i qí u e Mario tiivo necesidaii de ir 6 la vecina ciudad de B... para comprar al-o Volvió " :. tarde á su casa y al entrar en su habitacion, percibió ruido entrc las ramas de los arboles del jardín. Era d e noclie. Aiigélica al ver 5 Mario, dominaba al parecer una violenta agitación. -Yo no:creia q u e volrieses tan pronto. -No h e querido dejarte sola d e noclie. ¿ H a s estado e n el jardin? -No. -Me ha parecido, al entrar, oir u n ruido estrano, coiiio de algo que sc desprendiese. -Debe haber sido el viento. -Tal vez. Luego esparciendo una mirado por la habitación, aiiadió fijándose en la ventana: -¿Por q u é has abierto la ventana? el aire es demasiado frio y podria daiiarnos. Y la cerró inmediatamente. Entretanto la tempestad avanzaba. Pero ( q u é tempestad si la noche estaba tranquila? Ya lo vereis. (Se c ~ i i i i f ~ ~ i a ~ ~ ú , ) MARTINDEI.. T> . .' de la tierra á su profundo, vió el infierno, subió y entro e n el cielo. bajó, y e n lumbre celestial fecundo, esparció sus reflejos por el suelo. ESCFNDIO l l ' Astro puro, brillante, sin segundo, tú de l o eterno levantaste el velo, y en cambio ingrato como siempre el m u n d o te dió el destierro y te llenó de duelo. 1 1 l l Nunca f u i ru Comedia comprendida por la ruiti multitud q u e galardona siempre al malvado, y al virtuoso olvida Mas j yo fuese cual tú ! con tu profiindo _- . saber, por tu destierro y triste vida, yo diera iodo lo mejor del niundo. J . M. F. S O T X S 17 IMPRESIONES Vosotros los q u e esperais con Ansia la hora de uiia cita; los que coiitais irnpacieiites los golpes del reloj lejano, sin ver llegar d la mujer amada; vosotros que confiindis los rumores del viento con el leve crujido d e la falda de seda, y sentis palpitar npresurado el corazón, primero de gozo y luego de rabia; al esciichar el eco distante 'le los pasos del transeuiite nocturno, q u e se acerco poco á poco, ). al fin aparece iras la esquiiin, y cruza la calle, y sigiie indiferente su camino; vosotros q n e habeis calculado mil veces la distancia q u e media entre la casa y el sitio en qiie la aguardais, y el tiempo q u e tardará, si ya ha salido, ó si va á salir 6 si aun es16 prendiendo el último adoriio para pareceros nrás hernrosa; vosotrosque liabeissentido las aiigustias, las esperanzas y las decepciones d e esas crisis neririosas, cuyas horas no pueden contarse como parte de la vicia; vosotros solos comprendereis la febril excitacióti en q u e vivo yo, q u e h e pasado los dias más hermosos de m i existencia, agiiardando á una mujer q u e n o llega nunca.. . ( D ó n d e m e ho dado esa cita niisteriosa? N o lo se. Acaso en el cielo, eti otra vida anterior á lo q u e solo me liga ese confuso recuerdo. Pero yo la Iie esperado y la espero a u n , trémul o d e emocion y de iinpaciencia. Mil mujeres pasati a1 lado mio: pasan unas altas y pálidas, otras morenas y ardientes; aquellas con u n suspiro, éstas con una carcajada alegre; y todas con promesas de ternura y melancolia infiiiitas, d e placeres y d e pasion sin limites. Este es su talle, aquellos son sus ojos, y aquél el eco d e su voz, semejante i una mfisica. Pero mi alma, que es la que guarda d e ella una remota memoria. se acerca 6 su alma ... iy no la conoce! .. Así pasan los años, y nie encuentran y me dejan sentado al borde del camino d e la vida ... ;siempre esperando! ... T a l vez, viejo y á la orilla del sepulcro, veré, con turbios ojos. cruzar á aquella mujer tan deseada, para morir como Iie vivido ... jesperaiido y desesperado! ... .. < Q u é viento la trajo hasta alli? N o l o sé. Pero yo vi la flor d e la semilla, q u e germinó e n verde guirnalda de hojas, al pie del alto ciprés, q u e se levanta, como la última columna de u n templo arruinado en medio d e la llanura escueta y solitaria. l 7 REVISTA DiZI. C E N T R O DE LCCTtí11A - ~~ Y o ví aquella flor aziil, del color d e los celos y roja coino la sangre, y m e acordé d e nuestro imposible a m o r . U n breve estío diiraron los ligeros festones d e verdura e n derredor del viejo tronco; o n breve estío duraroii las campanillas azules, y las abejas d e oro, y las inariposns blancas, sus aiiiigas. Y llegó al iiivieriio lielado, y el ciprés volvió á quedar solo, inovieiido melancólicamente la cabeza, y sacoiiiendo los c o p m d e nieve, alto, delgado y oscuro e n niedio d e la blanca Ilaiiura ... (Cuántas horas d u r a r á n tus risas y tus palabras si11 sentido, tus iiielaiicolías siii causa y t ~ i salegrías sin objeto? ( C u a n t o tieiiipo. en lin, durará tu a m o r d e t i i ñ ~ i ?Una breve m a ñ a n a ; y volver6 á hacerse la noche en torno, y permaneceré solitario y triste, envuelto en las tinieblas d e la vida. *, \'o iio eiiviiiio á los q u e rieii: es posible vivir sin reirse ... i pero sin llorar alguna vez! ... . ~ Xsóiiiete á mi alma, y creerás q u e te asomas á oii lago cristalino, a1 ver temblar tu iniagen en e1 fondo. ", E n t r c las oscuras ruinas, $11 pié d e las torres ciibiertas d e musgo, á In sombra d e los arcos y las soiuninas rotas, crece o c ~ i l t ala flor del recuerdo. Plegadas las Iioj;is, permanece muda u n dia y otro á las caricias d e u n f~11-tivorayo d e sol q u e le anuncia la niaiiana d e 13s otras flores. .Mi sol; dice; iio es el sol d e l a alondra; el alba q u e espero para roiiipir m i broche ha d e clarear e n el cielo d e unos ojo s.^ F l o r misteriosa y escondida, guarda tu pureza y tu perfume al abrigo iie los r~iinososmontiinentos. Larga es la iioclic; peso !.a las lágrimas, semejantes 6 gotas d e rocío, aii~inciobaiila llegado del dia entre las tinieblas del espíritu. -. Hay u n Iiigir en el Infierno d e Danre para los grandes genios: en él coloca á los honibrcs célebres, q u e coniluistaroii eii el rnuiido mayorgloria. L a jtisticia litiii~anano. puede hacer otra cosa; y jiizga tan sólo por l o qtie realmente conoce. Pero la divina lleva, sin duda! á ese ri?ismo lugar á las inteligencias, q u e s i n dejar rastro d e sí sobre la tierra, llegan e n silencio á l a misma altura q u e aquellos. La Justicia divina lleva también allí á los genios desconncidos. G C S T A VA. ~ BECQCER. ~~ MISCELANEA S e ha llegado á calcular el tiempo q u e los pueblos europeos han desperdiciado d u r a n t e los últimos cuarenta y ocho niios. Desde 1835, Europa ha perdido 13.3zz.í.no años, del modo siguiente: Hace 4 8 años q u e conocemos el LISO d e los fósforos. Cada cerilla esige para inflamarse una pérdida d e 1 2 segundos. E l consuino d e cerillas eri E u r o p a es d e 2.000 millones diarias, cuya fabricasión exige 4oo.000 metros cúbicos d e madera J 2 ro.ooc kilógramos d e fósforo al año. Así, pues, las naciones europeas pierden diariaineiite por este solo Iieciio 76 años. P o r l o q u e respecta á los últimos 18 años, el total d e momentos ~ e r d i d o sde este tiiocio se eleva á la enorme cifra de 11.222.j20 oílos E n Francia hay u n consumo iiiario d e 7 cerillas por individiio, iie S en inglaterra y d e g en Bélgica. Calc~ilaiiiioen 60 aiios la existencia Iiumaiia, e1 francés habrá gastado al fin d e su vida 2 1 dias y 6 Iioriis, el inglis 2 4 dias y horas y el Belga 2 ; dias y 1 2 horns. - * S H a llegado á Francia el seiior E d u a r d o Pliips, celebridad australitina q u e e n breve será tal vez una celebridad europea. E l señor Phiirs procede d e Siiiiie)., donde ha cantado con gran éxito e n el teatrolirico d e dicha ciudad. El mencionado señor es u n cantante coino se ven pocos. Nació en la provincia d e Victoria, d e padres salvajes, q u e ofrecen el tipo aiisrraliano eti toda su fealdad. E s d e mediana estatura y d e u n color rojo taii proiiuiiciailo q u e casi parece negro. Eduardo Philps, q u e en otro tiempo usaba s u nombre aiistraliano d e Aya, f u i adoptado por u n iuglés, q u e iiabia encontrado á sus padres e n tina expedición iie c:iza. E l tal iiiglés le hizo educar e n u n buen colegio y le di6 sti iiombre. A la edad iie dizz aiios, cl salvaje riernostraba grandes disposiciones parn la niúsica. Hízosele aprender esre arte, y al poco tieiiipo se averiguó q u e tenia una voz soberbia. P o r consiguiente, Philps, á pesar d e su color, resolvió abrazar la carrera lírica y fué coiitratado por I.e\vis Chap-' inaii, director del teatro d e Sidney. E l barítono rojo debutará e n dia d e estos e n Paris, donde se cree qiie alcanzará u n éxito Iisonler,~,dada 13 hermosa voz d e q u e se halla^ dotado. E l artista en cuestión posee perfectamente el inglés y el italiano. *. I