Qué dicha ha de sentir el que pueda escla

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IIIIPIS'TA D E L CENTRO DE 1.ECTVRA
.-
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.
-Qué
dicha ha d e sentir el q u e pueda esclamar : Esa mujer a quien aclama todo el m u n d o ,
es mia !
Al salir del teatro Mario estaba deslunibrado.
Aquella noche n o pudo conciliar el sueño.
L a imagen de Atigélica ocupó desde entonces
el pensaniiento del joven ; allí estaba sola, dando
pábulo á aquella faniasía soñadora, q u e tantas
veces Iiabía vivido en l o ideal y qiie empezaba á
i t i s ~ i r a r s een lo real.
Mario buscó y encontró protito Lin nieiiio para
eiirrar en relaciones con Arigélica. La visitó m u y
á tuenudo, y la artista admitía con placer tales
visitas.
Pero iio Iiacía sonado auii eiitre los dos uiia
palabra d e aiiior.
Mario, conveiicido d e q u e amaba á Angélica,
rcsoivió revelárselo.
Y la ILIZf ~ i éiiecl~u.
Es decir, u n torrente d e atiior se desbordó por
los dos jóvenes q u e se abandonaban todos losdias
á u11 nuevo poenia 'le placer.
i Cuánta cotijugación del verbo a m a r ! i cuánta
palabra sualre protiuticiad:~á$oi. di liiboi-o, como
iiirian los italiaiios ! i cuánto beso ardiente, prolon,o:iiio por cuatro labios rrétiiulos! i cuánto juranietito antiguo, y q u e n o obstante, siempre parecía nuevo !
-Te alno: t e amaré sieiiipre.
-Siempre seré tuya.
-Hemos naci.io el u n o paro el otro.
-Desde q u e nacimos íbamos biiscándonos por
el miiodo.
-Eres mi única vida ctc. etc.
i Y q u é se y o cuantas cosas n i a s i g ~ ~ a l i i i e nbete
llas y halagadoras !
Eil fin, fueroti verdaderos y escepcionales
aiiiantes.
Mario se creía en el cielo y Aiigélica ... estaba
todavía e n la tierra porque, apesar d e ser mas joven tenía iiiuclia nias csperieticia qiie él.
Y mietitras el amor sigue su curso,
demos treguas al hilo del disciirso.
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Y llegó el verano.
Y Maiio y Angélict deciiiieron ir á pasarlo eri
el campo, e n una linda casita en donde pudiesen
recrearse en la plenitud d e s u amor.
Y h e a q u í q u e encontraron y alquilaron la
linda casita en u n pueblo d e las Provincias Vascongadas.
i Parecia u n nido! Ni constrtiida á propósito
para q u e e n ella Iiabitaran dos amantes como
Mario y Angélica.
L a casa era en efecto hermosísima; blanca,
coquetuela, escondida entre ramaje. rodeada d e
caprichosas veredas, inundada por la luz ... n o
dejaba, e n iin, nada q u e desear.
Mario repetía muchas veces:
-Siendo tan felices nosotros ( n o es cierto q u e
parece imposible q u e esist;in tantosseres infelices?
i C ~ i á t i t a sagonías q u e n o conocemos! E n este
mismo instante niitere alguien y se olvida 6 alguien.
Mario y Angéliia salieron á pasear por los
alrededores. i\ u n kilónietro d e la casa q u e habitaban había iin atiriglio monasterio meiiio arruinado, entre los huecos d e cuyos niuros crecian
giiirnaldas d e hiedra y nianojos d e rosas silvestres. i Ah, cómo co~itrastabala ciecrepituii d e las
ruiaas con la lozanía de los campos circuiivecinos!
-Vamos allá, dijo Angélica á Mario. Esos sitios oscurecidos para s u edad, solitarios en medio
iie la juvetitud d e la naturaleza. m e gustan estraordinariamente.
Angélica enlazó u n brazo suyo con otro d e
Mario,y ambos se dirigieroii a1 monasterio. E r a ,
como he diclio, u n sitio sombrío, u n viejo panteon real. E l templol apzsar d e tener Lies~iiantelados y vacíos los altares, conservaba a ú n sus arcos
y sus hoces d e columnas: d e la bóveda pentiian
cortioajes iie telaraña, y por las ojivas entraban
los pájaros á bandadas.
E n t r e el coro y el altar mayor Iiabía dos grandes
arios, sobre y debajo d e los cuales estaban enterrados en marmóreas sepiilturas los cuerpos de
a n t i g u o m a g n a t e s . La imájen del esposo estaba
esrendida al lado d e la esposa y los dos parecian
yacer e n eterno lecho niipcial.
Delante d e u n sepulcro sobre el ctiztl faltaban
las estatuas, Angélica dijo á Mario:
-Coloq~iénionos a q u í ; tendánionos sobre el
sepulcro; nosotros siniularenios llis imágenes.
Y jugiieroiia, lijera. se tendió sobre el mármol,
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y ambos, cerraron los
Mario se colocó á ~ L lado,
ojos y se estreclraron las manos, y volvieron á
jiirarse amor eterno.
T o d a s sus escenas acababan coi1 ta!es jura~iientos.
Despuéssonriendo; retozaiido, d6niiose el brazo
se dirigieroii al c l a ~ ~ s t r o .
Al estrenio d e una galería? deltinte d e un caballete, u n jórren copiaba iin trozo d e las rui12as.
Angklica y Mario le saluLiaron y el descoirocido
les contestó m u y atentamente, con acento italiano.
Entraroii i n ~ ~ i v e r t i d a r n e i i teen animada conversacióii y pronto la franq~ieza reinó entre los
tres. i Y como era posible q u e n o reinase intiniidad eiitre artistas q u e se encontraban en u n
monumento solitario y bello! Estuvieron conversando d ~ i r a n t elargo rato, y al despedirse
Mario y Angélica le ofrecieron ~ L Icasa.
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REVIST.4
DEL CENTRO DE LEC'II-R.&
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-Tendré el gusto d e ir á visitaros, contestó
el italiairo.
-Mañaiia os esperaremos á almorzar: repuso
Mario. Despois Angélica y yo osacornpaíiarenios
aquí.
Y e n efecto, a1 dia sigriieiite, poco antes d e la
hora de almorzar el piiitor iioliano etttró e n la
blanca casita habitada por Mario y Atigelica.
Desde aquel dia el italiano fué amigo íntimo
d e los dos amantes. Y coi11o podeis suponer, les
visitaba á menudo.
Y pasaron dias, bastsntes iiias.
Y h e a q ~ i qí u e Mario tiivo necesidaii de ir 6 la
vecina ciudad de B... para comprar al-o Volvió
" :.
tarde á su casa y al entrar en su habitacion, percibió ruido entrc las ramas de los arboles del jardín. Era d e noclie. Aiigélica al ver 5 Mario, dominaba al parecer una violenta agitación.
-Yo no:creia q u e volrieses tan pronto.
-No h e querido dejarte sola d e noclie. ¿ H a s
estado e n el jardin?
-No.
-Me ha parecido, al entrar, oir u n ruido estrano, coiiio de algo que sc desprendiese.
-Debe haber sido el viento.
-Tal vez.
Luego esparciendo una mirado por la habitación, aiiadió fijándose en la ventana:
-¿Por q u é has abierto la ventana? el aire es
demasiado frio y podria daiiarnos.
Y la cerró inmediatamente.
Entretanto la tempestad avanzaba. Pero ( q u é
tempestad si la noche estaba tranquila?
Ya lo vereis.
(Se c ~ i i i i f ~ ~ i a ~ ~ ú , )
MARTINDEI..
T>
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.' de la tierra á su profundo,
vió el infierno, subió y entro e n el cielo.
bajó, y e n lumbre celestial fecundo,
esparció sus reflejos por el suelo.
ESCFNDIO
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'
Astro puro, brillante, sin segundo,
tú de l o eterno levantaste el velo,
y en cambio ingrato como siempre el m u n d o
te dió el destierro y te llenó de duelo.
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1
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Nunca f u i ru Comedia comprendida
por la ruiti multitud q u e galardona
siempre al malvado, y al virtuoso olvida
Mas j yo fuese cual tú ! con tu profiindo
_-
.
saber, por tu destierro y triste vida,
yo diera iodo lo mejor del niundo.
J . M. F.
S O T X S 17 IMPRESIONES
Vosotros los q u e esperais con Ansia la hora de
uiia cita; los que coiitais irnpacieiites los golpes del
reloj lejano, sin ver llegar d la mujer amada; vosotros que confiindis los rumores del viento con
el leve crujido d e la falda de seda, y sentis palpitar npresurado el corazón, primero de gozo y
luego de rabia; al esciichar el eco distante 'le los
pasos del transeuiite nocturno, q u e se acerco poco
á poco, ). al fin aparece iras la esquiiin, y cruza la
calle, y sigiie indiferente su camino; vosotros q n e
habeis calculado mil veces la distancia q u e media
entre la casa y el sitio en qiie la aguardais, y el
tiempo q u e tardará, si ya ha salido, ó si va á salir
6 si aun es16 prendiendo el último adoriio para
pareceros nrás hernrosa; vosotrosque liabeissentido las aiigustias, las esperanzas y las decepciones
d e esas crisis neririosas, cuyas horas no pueden
contarse como parte de la vicia; vosotros solos
comprendereis la febril excitacióti en q u e vivo yo,
q u e h e pasado los dias más hermosos de m i existencia, agiiardando á una mujer q u e n o llega
nunca.. .
( D ó n d e m e ho dado esa cita niisteriosa? N o lo
se. Acaso en el cielo, eti otra vida anterior á lo
q u e solo me liga ese confuso recuerdo.
Pero yo la Iie esperado y la espero a u n , trémul o d e emocion y de iinpaciencia. Mil mujeres pasati a1 lado mio: pasan unas altas y pálidas, otras
morenas y ardientes; aquellas con u n suspiro, éstas con una carcajada alegre; y todas con promesas de ternura y melancolia infiiiitas, d e placeres
y d e pasion sin limites. Este es su talle, aquellos
son sus ojos, y aquél el eco d e su voz, semejante
i una mfisica. Pero mi alma, que es la que guarda d e ella una remota memoria. se acerca 6 su
alma ... iy no la conoce! ..
Así pasan los años, y nie encuentran y me dejan sentado al borde del camino d e la vida ...
;siempre esperando! ...
T a l vez, viejo y á la orilla del sepulcro, veré,
con turbios ojos. cruzar á aquella mujer tan deseada, para morir como Iie vivido ... jesperaiido y
desesperado! ...
..
< Q u é viento la trajo hasta alli? N o l o sé. Pero
yo vi la flor d e la semilla, q u e germinó e n verde
guirnalda de hojas, al pie del alto ciprés, q u e se
levanta, como la última columna de u n templo
arruinado en medio d e la llanura escueta y solitaria.
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REVISTA DiZI. C E N T R O DE LCCTtí11A
-
~~
Y o ví aquella flor aziil, del color d e los celos y
roja coino la sangre, y m e acordé d e nuestro
imposible a m o r .
U n breve estío diiraron los ligeros festones d e
verdura e n derredor del viejo tronco; o n breve
estío duraroii las campanillas azules, y las abejas
d e oro, y las inariposns blancas, sus aiiiigas.
Y llegó al iiivieriio lielado, y el ciprés volvió á
quedar solo, inovieiido melancólicamente la cabeza, y sacoiiiendo los c o p m d e nieve, alto, delgado y oscuro e n niedio d e la blanca Ilaiiura ...
(Cuántas horas d u r a r á n tus risas y tus palabras
si11 sentido, tus iiielaiicolías siii causa y t ~ i salegrías sin objeto? ( C u a n t o tieiiipo. en lin, durará
tu a m o r d e t i i ñ ~ i ?Una breve m a ñ a n a ; y volver6
á hacerse la noche en torno, y permaneceré solitario y triste, envuelto en las tinieblas d e la vida.
*,
\'o iio eiiviiiio á los q u e rieii: es posible vivir
sin reirse ... i pero sin llorar alguna vez! ...
.
~
Xsóiiiete á mi alma, y creerás q u e te asomas á
oii lago cristalino, a1 ver temblar tu iniagen en e1
fondo.
",
E n t r c las oscuras ruinas, $11 pié d e las torres
ciibiertas d e musgo, á In sombra d e los arcos y
las soiuninas rotas, crece o c ~ i l t ala flor del recuerdo.
Plegadas las Iioj;is, permanece muda u n dia y
otro á las caricias d e u n f~11-tivorayo d e sol q u e
le anuncia la niaiiana d e 13s otras flores.
.Mi sol; dice; iio es el sol d e l a alondra; el alba
q u e espero para roiiipir m i broche ha d e clarear
e n el cielo d e unos ojo s.^
F l o r misteriosa y escondida, guarda tu pureza
y tu perfume al abrigo iie los r~iinososmontiinentos. Larga es la iioclic; peso !.a las lágrimas,
semejantes 6 gotas d e rocío, aii~inciobaiila llegado
del dia entre las tinieblas del espíritu.
-.
Hay u n Iiigir en el Infierno d e Danre para los
grandes genios: en él coloca á los honibrcs célebres, q u e coniluistaroii eii el rnuiido mayorgloria.
L a jtisticia litiii~anano. puede hacer otra cosa;
y jiizga tan sólo por l o qtie realmente conoce.
Pero la divina lleva, sin duda! á ese ri?ismo
lugar á las inteligencias, q u e s i n dejar rastro d e
sí sobre la tierra, llegan e n silencio á l a misma
altura q u e aquellos.
La Justicia divina lleva también allí á los genios desconncidos.
G C S T A VA.
~ BECQCER.
~~
MISCELANEA
S e ha llegado á calcular el tiempo q u e los pueblos europeos han desperdiciado d u r a n t e los
últimos cuarenta y ocho niios.
Desde 1835, Europa ha perdido 13.3zz.í.no
años, del modo siguiente:
Hace 4 8 años q u e conocemos el LISO d e los
fósforos. Cada cerilla esige para inflamarse una
pérdida d e 1 2 segundos.
E l consuino d e cerillas eri E u r o p a es d e 2.000
millones diarias, cuya fabricasión exige 4oo.000
metros cúbicos d e madera J 2 ro.ooc kilógramos
d e fósforo al año.
Así, pues, las naciones europeas pierden diariaineiite por este solo Iieciio 76 años.
P o r l o q u e respecta á los últimos 18 años, el
total d e momentos ~ e r d i d o sde este tiiocio se eleva
á la enorme cifra de 11.222.j20 oílos
E n Francia hay u n consumo iiiario d e 7 cerillas
por individiio, iie S en inglaterra y d e g en Bélgica.
Calc~ilaiiiioen 60 aiios la existencia Iiumaiia,
e1 francés habrá gastado al fin d e su vida 2 1 dias
y 6 Iioriis, el inglis 2 4 dias y horas y el Belga
2 ; dias y 1 2 horns.
-
*
S
H a llegado á Francia el seiior E d u a r d o Pliips,
celebridad australitina q u e e n breve será tal vez
una celebridad europea.
E l señor Phiirs procede d e Siiiiie)., donde ha
cantado con gran éxito e n el teatrolirico d e dicha
ciudad.
El mencionado señor es u n cantante coino se
ven pocos. Nació en la provincia d e Victoria, d e
padres salvajes, q u e ofrecen el tipo aiisrraliano
eti toda su fealdad. E s d e mediana estatura y d e
u n color rojo taii proiiuiiciailo q u e casi parece
negro.
Eduardo Philps, q u e en otro tiempo usaba s u
nombre aiistraliano d e Aya, f u i adoptado por u n
iuglés, q u e iiabia encontrado á sus padres e n tina
expedición iie c:iza. E l tal iiiglés le hizo educar
e n u n buen colegio y le di6 sti iiombre.
A la edad iie dizz aiios, cl salvaje riernostraba
grandes disposiciones parn la niúsica. Hízosele
aprender esre arte, y al poco tieiiipo se averiguó
q u e tenia una voz soberbia. P o r consiguiente,
Philps, á pesar d e su color, resolvió abrazar la
carrera lírica y fué coiitratado por I.e\vis Chap-'
inaii, director del teatro d e Sidney.
E l barítono rojo debutará e n dia d e estos e n
Paris, donde se cree qiie alcanzará u n éxito
Iisonler,~,dada 13 hermosa voz d e q u e se halla^
dotado.
E l artista en cuestión posee perfectamente el
inglés y el italiano.
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