Hacer tareas no tiene beneficios. Así de tajante es la premisa en la que se funda el libro "El mito de las tareas de Álfie Kohn, un profesor que recorre universidades estadounidenses dictando charlas sobre educación. Enemigo de los deberes escolares, plantea que éstos producen más efectos negativos que positivos en los niños. Resalta especialmente una consecuencia: la posibilidad de que surja en los escolares una actitud negativa hacia el colegio y el aprendizaje en general. En Estados Unidos es uno de los críticos más elocuentes del sistema educacional actual. Profesor de enseñanza media de formación, suele ser invitado a dictar charlas en universidades y talleres para profesores. En sus 11 libros y sus artículos publicados en revistas como Harvard Business Review y Atlantic Monthy, se ha empeñado en luchar contra las ideas preconcebidas que existen acerca del aprendizaje. Hace siete años causó revuelo cuestionando el sistema de las pruebas estandarizadas que se usa en Estados Unidos y que se asemejan mucho a la PSU. Y en 2005 encendió un debate al hablar de los efectos negativos del uso de premios y castigos a la hora de educar. Hoy, con su último libro "The homework myth" ("El mito de las tareas") pone en duda la utilidad de los deberes escolares. "Hoy se habla más del ’desarrollo integral’ del niño, hay más discusiones sobre los efectos sicológicos negativos que tiene el presionarlos para que obtengan un alto rendimiento. Pero eso raramente se traduce en cambios en la práctica. Los colegios siguen dando una cantidad abrumadora de tareas que no sólo producen estrés, sino que además impiden que los niños se desarrollen en otras áreas. Por un lado tenemos gente hablando de la inteligencia emocional y la importancia de jugar, pero por el otro, nuestras prácticas contradicen estas preocupaciones", lamenta este padre de dos niños de 7 y 11 años. Hacer tareas no tiene beneficios. Esa es la premisa en la que se funda el libro de Alfie Kohn. En la primera parte revisa material que evidencia que ningún estudio ha descubierto algún beneficio académico en el asignar tareas antes de que los niños lleguen a la enseñanza media. E incluso en la enseñanza media, la relación no es concluyente. "El hecho de que los estudiantes que obtienen puntajes altos en las pruebas hagan muchas tareas no prueba que obtengan esos puntajes por ellas", asegura a Revista Ya el educador. También afirma que la investigación desacredita ideas como que los deberes escolares promueven la independencia, la responsabilidad, la autodisciplina y hábitos de estudio. "Los deberes son muy desagradables tanto para los niños como para las familias, entonces parecen ser puro esfuerzo y cero gratificación", concluye. -¿Cuáles son los efectos negativos de las tareas? Hay una nueva investigación que aún no ha sido publicada. Fue presentada hace dos semanas en la conferencia de la American Education Research Associatior y muestra nuevamente que mientras más tareas tienen los adolescentes, más probabilidades hay que aumenten de peso, pierdan el sueño, se sientan infelices y muestren señales de poca salud mental. A eso se suma la frustración y el agotamiento de los niños, los conflictos de familia que surgen debido a las tareas, las quejas. Además, los deberes escolares reducen la cantidad de tiempo disponible para que los niños hagan actividades que disfrutan. Sin embargo, creo que el efecto más perturbador es que la falta de interés de los niños por las tareas los lleve a adoptar una actitud negativa hacia el colegio y el aprendizaje en general. Diría que las tareas son el principal y mayor extinguidor de la curiosidad infantil. Queremos niños completos, que se desarrollen social, física y artísticamente, y que tengan también tiempo para relajarse y ser niños. -Entonces, ¿por qué los profesores siguen dando tantas? Hay media docena de explicaciones posibles. Creo que las más significativas son las siguientes: En primer lugar, en muchos países la educación se ha convertido en un negocio que fomenta la competitividad y los estándares más duros de rendimiento. En Estados Unidos eso ha tenido un efecto devastador sobre la calidad de la enseñanza en las salas de clases, y ha convertido muchos colegios en centros de preparación de pruebas estandarizadas. Algunas personas creen que uno tiene que hacer que los niños trabajen más duro y más tiempo para mejorar los resultados de las pruebas y ganarles así a los niños de otros colegios. Las tareas entran en esa manía, aunque irónicamente no exista evidencia de que permiten mejorar los puntajes en las pruebas. En el contexto de este movimiento, muchas veces los administradores de los colegios presionan a los profesores para que asignen deberes escolares. La segunda explicación que doy es que mucha gente, a veces incluso los profesores, no entienden realmente cómo funciona el aprendizaje y no se dan cuenta de que obligar a los estudiantes a hacer ejercicios de matemáticas o de vocabulario no los lleva a pensar más en profundidad o a entender. Lo único que hace es generar comportamientos automáticos. -¿Y cómo funciona el aprendizaje? Tiene que ver con organizar lecciones alrededor de problemas, preguntas y proyectos, más que en torno a hechos que se pueden olvidar, habilidades aisladas y disciplinas académicas separadas. Implica tener estudiantes en una comunidad democrática de aprendizaje que tengan la responsabilidad de diseñar proyectos para responder preguntas con sentido sobre el mundo. En ese proceso llegan a adquirir la capacidad de entender distinciones y conexiones. Adquieren un conocimiento que tiene sentido y que no consiste simplemente en la repetición de habilidades o en grabar en su cerebro fechas y definiciones. En ese momento es cuando uno entiende como los niños aprenden y llegan a disfrutarlo. El problema dice Kohn es que además de los profesores, muchos padres tampoco se convencen de eso. Y surge entonces un círculo vicioso, porque los docentes se sienten obligados a mandar a los niños de vuelta a la casa con deberes para que los padres no reclamen. "Algunos papás exigen que les den tareas a sus hijos, porque se sienten más seguros cuando ven a sus niños concentrados sobre sus cuadernos en la mesa de la cocina, sin siquiera preocuparse de lo que hay en el cuaderno. Asumen que si los niños están sudando y haciendo algo que no les gusta, entonces tienen que estar ayudándoles de alguna manera", afirma. -¿Cuál es la mejor manera de motivar a los niños a aprender? Uno no puede motivar a nadie más que a sí mismo. Lo único que se puede hacer es crear una malla curricular, un clima en la sala de clases y un ambiente familiar que permita florecer el deseo natural de los niños de entender las cosas. Si trato de "motivar" a mi niño, probablemente voy a actuar de una manera controladora. Sin embargo, he visto muchas salas de clases donde los niños se ponen tristes cuando termina el día, porque están muy entusiasmados tratando de diseñar un barco que navegue rápidamente o de escribir un poema que llame la atención del lector desde el primer verso. Hay salas de clases que no son tradicionales, que funcionan como una comunidad escolar en la que los niños tienen mucho que decir sobre lo que están haciendo y eso es motivación intrínseca pura. Uno no puede hacer que esto ocurra desde afuera, pero los buenos profesores sí pueden nutrir y sostener el deseo de los niños de descubrir el mundo. A pesar de todo, Kohn no considera que nunca haya que dar tareas, sino que sugiere que sólo se pidan deberes escolares que se alejen de los ejercicios que se asignan tradicionalmente y que los niños sienten como una imposición. "Incluso los deberes inteligentes son poco beneficiosos si el alumno siente que se lo impusieron. Los colegios que no asignan tareas tradicionales se dan cuenta que muchas veces los niños espontáneamente quieren extender el aprendizaje que está ocurriendo en la sala de clases. Ese es el tipo de aprendizaje emocionante que tiende a no ocurrir cuando los alumnos tienen pilas de cuadernos de ejercicios y de textos escolares que revisar", asegura. Para lograr eso, dice Kohn, las tareas asignadas tienen que cumplir con dos condiciones: en primer lugar, tienen que ayudarles a los niños a reflexionar con más profundidad sobre asuntos que importan y luego deben lograr el efecto de ayudarles a los pequeños a emocionarse más sobre algún tema específico o sobre el aprendizaje en general. De la misma manera, Kohn opina que se les puede pedir a los niños que lean algo de su elección, en vez de obligarlos a leer una cantidad establecida de páginas de determinados libros. "Esas cosas quitan todo el placer de la lectura". Otro ejemplo de deberes escolares que Kohn considera valioso son los que no pueden hacerse en la sala de clase, como el realizar un experimento de ciencia en la cocina o entrevistar a los padres sobre la historia familiar. "Estos son ejemplos poco comunes en los que se justifica que los alumnos sigan teniendo actividades académicas después de un día de clase. Pero, a menos que podamos mostrar que la tarea ayuda y no daña el interés de los niños por el aprendizaje, creo que basta con lo que hacen en el colegio", dice. -¿Cuál cree que podría ser el efecto del sistema educativo actual sobre las generaciones futuras? No necesitamos especular. El estilo corporativo centrado en las pruebas estandarizadas en la educación no sólo ha convertido los colegios en un ambiente menos emocionante intelectualmente. Estamos viendo además niños que piensan que aprender no es algo muy atractivo. Estamos hablando del atontamiento de una generación en el nombre de estándares académicos más altos. Esa es la ironía más horrible. Sin hablar de la menor calidad de vida que experimentarán si el colegio se convierte en una especie de fábrica. Las tareas son sólo una parte del cuadro general, pero es un cuadro bien desolador. EN INTERNET: Para más información sobre las publicaciones de Alfie Kohn vea su sitio web: www.alfiekohn.oeg Por DANIELA MOHOR W.