PDF - Comunità di Sant`Egidio

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La oración de San Egidio
25/09/2005 - 09/10/2005
http://www.santegidio.org/cast/preghiera
25/09/2005
Liturgia del domingo
XXVI del tiempo ordinario
Primera Lectura
Ezequiel 18,25-28
Y vosotros decís: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿Que
no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el
justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido
muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la
justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes
que había cometido; vivirá sin duda, no morirá.
Salmo responsorial
Salmo 24 (25)
A ti, Yahveh, levanto mi alma,
oh Dios mío.
En ti confío, ¡no sea confundido,
no triunfen de mí mis enemigos!
No hay confusión para el que espera en ti,
confusión sólo para el que traiciona sin motivo.
Muéstrame tus caminos, Yahveh,
enséñame tus sendas.
Guíame en tu verdad, enséñame,
que tú eres el Dios de mi salvación.
(Vau) En ti estoy esperando todo el día,
Acuérdate, Yahveh, de tu ternura,
y de tu amor, que son de siempre.
De los pecados de mi juventud no te acuerdes,
pero según tu amor, acuérdate de mí.
por tu bondad, Yahveh.
Bueno y recto es Yahveh;
por eso muestra a los pecadores el camino;
conduce en la justicia a los humildes,
y a los pobres enseña su sendero.
Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad
para quien guarda su alianza y sus dictámenes.
Por tu nombre, oh Yahveh,
perdona mi culpa, porque es grande.
Si hay un hombre que tema a Yahveh,
él le indica el camino a seguir;
su alma mora en la felicidad,
y su estirpe poseerá la tierra.
El secreto de Yahveh es para quienes le temen,
su alianza, para darles cordura.
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Mis ojos están fijos en Yahveh,
que él sacará mis pies del cepo.
Vuélvete a mí, tenme piedad,
que estoy solo y desdichado.
Alivia los ahogos de mi corazón,
hazme salir de mis angustias.
Ve mi aflicción y mi penar,
quita todos mis pecados.
Mira cuántos son mis enemigos,
cuán violento el odio que me tienen.
Guarda mi alma, líbrame,
no quede confundido, cuando en ti me cobijo.
Inocencia y rectitud me amparen,
que en ti espero, Yahveh.
Redime, oh Dios, a Israel
de todas sus angustias.
Segunda Lectura
Filipenses 2,1-11
Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de
amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi
alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos
mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad,
considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual
no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos
sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó
y le otorgó el Nombre,
que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es SEÑOR
para gloria de Dios Padre.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 21,28-32
«Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo,
vete hoy a trabajar en la viña." Y él respondió: "No quiero", pero después se arrepintió y
fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "Voy, Señor", y no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús:
«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al
Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él,
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mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os
arrepentisteis después, para creer en él.
Homilía
“Los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de Dios”, dijo Jesús a
los fariseos que le escuchaban en el templo. Sin duda, estas palabras sonaron como
un latigazo abrasador para los fariseos. Ellos, que se consideraban (y así eran
considerados) “puros”, ¡serían precedidos por los pecadores públicos y por las
prostitutas! ¿Cuál es la recriminación que hace Jesús a los fariseos? En primer lugar
remarca la distancia entre el “decir” y el “hacer”. Y lo ilustra con la parábola de los dos
hijos. El primero se declara solícito en ir a trabajar a la viña pero no va, el segundo, en
cambio, desde el principio se excusa, pero luego se arrepiente y va al trabajo. Jesús
pone en cuestión la contraposición entre las palabras y la vida. Las palabras solas no
salvan, hay que ponerlas en práctica. En este sentido Jesús había dicho: “No todo el
que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la
voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21). El ejemplo del segundo hijo es
eficaz: él cumple la voluntad del padre no con palabras, que le son contrarias, sino con
los hechos.
La distancia entre el decir y el hacer explicita la religiosidad farisaica estigmatizada por
Jesús. Es una acusación dirigida a quién contemple más el aparentar que el ser, que
contemple más las palabras que el hacer, que contemple más la exterioridad que el
corazón. Y si nos examinamos un poco vemos enseguida lo que cada uno de nosotros
se parece al primer hijo, más preparado a decir que sí con los labios que a hacer
concretamente la voluntad de Dios. Hay, pues, también una obediencia que tiene el
tono y la forma de la deferencia, de la apariencia y del equilibrio, pero en lo profundo
esconde una sutil rebelión interior, al igual que puede haber una desobediencia interior
que presenta una superficie descompuesta y indisciplinada, pero que en realidad tiene
en lo profundo una sustancia válida y ejemplar de compromiso.
Jesús afirma que es más fácil para un pecador arrepentirse que para un bien pensante,
seguro y arrogante de su justicia, romper con el juego de su autocomplacencia y de sus
costumbres. Esto parte de la predicación del Bautista: los fariseos la han rechazado
mientras que los pecadores se han convertido. Estos últimos no se han contentado con
escuchar, sino que han preguntado: “¿Qué tenemos que hacer?” (Lc 3,10-14); y han
puesto en práctica lo que el predicador les decía. Esta es la fe: escuchar la invitación
de la predicación del Evangelio y percibirlo como si se dirigiera personalmente a cada
uno, no con palabras abstractas sobre las cuales debatir y discernir. Quien se deja
tocar el corazón por el Evangelio, se aleja de sí mismo (en el fondo la religiosidad
farisaica es la complacencia con uno mismo, con el propio comportamiento, con las
propias acciones) y se abandona a la voluntad de Dios.
El ejemplo de Francisco de Asís que recordaremos el 4 de octubre es el opuesto a la
religiosidad farisaica. El fue discípulo en el sentido pleno de la palabra: escuchó el
Evangelio y enseguida lo puso literalmente en práctica. No es un héroe. Es un hombre
que se ha dejado amar por el Señor hasta el fondo y por eso lo ha seguido sin
resistencias. Lo dejó todo porque encontró al que lo quería más que a él mismo.
Realmente es así también para nosotros: Jesús nos ha amado más que a nosotros
mismos. Francisco de Asís lo ha reconocido. A nosotros nos cuesta, porque nuestros
ojos todavía están llenos de nosotros mismos y de nuestros problemas. Dirijamos
nuestra mirada al Señor y dejémonos amar por él.
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26/09/2005
Memoria de los pobres
Recuerdo de los santos Cosme y Damián, mártires sirios. La tradición los recuerda como
médicos que curaban gratuitamente a los enfermos. Recuerdo especial de los que se
dedican al cuidado y curación de los enfermos.
Canto de los Salmos
Salmo 143 (144)
Bendito sea Yahveh, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la batalla;
él, mi amor y mi baluarte,
mi ciudadela y mi libertador,
mi escudo en el que me cobijo,
el que los pueblos somete a mi poder.
Yahveh, ¿qué es el hombre para que le conozcas,
el hijo de hombre para que en él pienses?
El hombre es semejante a un soplo,
sus días, como sombra que pasa.
¡Yahveh, inclina tus cielos y desciende,
toca los montes, que echen humo;
fulmina el rayo y desconciértalos,
lanza tus flechas y trastórnalos!
Extiende tu mano desde lo alto,
sálvame, líbrame de las muchas aguas,
de la mano de los hijos de extranjeros,
cuya boca profiere falsedad
y cuya diestra es diestra de mentira.
Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo,
salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas,
tú que das a los reyes la victoria,
que salvas a David tu servidor.
De espada de infortunio
sálvame.
líbrame de la mano de extranjeros,
cuya boca profiere falsedad
y cuya diestra es diestra de mentira.
Sean nuestros hijos como plantas
florecientes en su juventud,
nuestras hijas como columnas angulares,
esculpidas como las de un palacio;
nuestros graneros llenos, rebosantes
de frutos de toda especie,
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nuestras ovejas, a millares, a miríadas,
por nuestras praderías;
nuestras bestias bien cargadas;
no haya brecha ni salida,
ni grito en nuestras plazas.
¡Feliz el pueblo a quien así sucede
feliz el pueblo cuyo Dios es Yahveh!
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 1,17-31
Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con palabras
sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo. Pues la predicación de la cruz es una
necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es
fuerza de Dios. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los sabios, e
inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto?
¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo?
De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina
sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación.
Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros
predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios
y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los
hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres. ¡Mirad,
hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni
muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del
mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para
confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no
es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia
de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros
sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la
Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.
Pablo escribe a los Corintios que Jesús no le ha enviado a bautizar sino a predicar el
Evangelio de la cruz de Jesús. Este testimonio es una invitación a los cristianos de este
inicio de siglo a descubrir el primado de la comunicación del Evangelio, y por ello a
interrogarse sobre cómo viven la urgencia de su misión. Hay que descubrir ante todo la
primacía de la Palabra de Dios tanto en la vida personal como en el trabajo pastoral. La
salvación, subraya el apóstol, no viene de nuestra sabiduría, como pensaban los
griegos, ni de nuestras tradiciones, como creían los judíos, sino de acoger la necedad
del amor sin límites de la cruz de Jesús. El misterio de la cruz, entendido como la
culminación del amor, queda en el corazón del Evangelio y de su comunicación. Pablo
recuerda a los miembros de la comunidad que no hay entre ellos muchos sabios según
la carne, ni muchos poderosos o nobles. Pero Pablo no deja de exhortarles a
“considerar su llamada”. El Señor les ha elegido, precisamente por su debilidad, para
llevar a cabo cosas grandes en su nombre. Por eso los que creen en el Evangelio
deben vanagloriarse sólo del Señor y no de su propia sabiduría o fuerza.
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27/09/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Salmo 144 (145)
Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío,
y bendigo tu nombre para siempre jamás;
todos los días te bendeciré,
por siempre jamás alabaré tu nombre;
grande es Yahveh y muy digno de alabanza,
insondable su grandeza.
Una edad a otra encomiará tus obras,
pregonará tus proezas.
El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas, yo recitaré.
Del poder de tus portentos se hablará,
y yo tus grandezas contaré;
se hará memoria de tu inmensa bondad,
se aclamará tu justicia.
Clemente y compasivo es Yahveh,
tardo a la cólera y grande en amor;
bueno es Yahveh para con todos,
y sus ternuras sobre todas sus obras.
Te darán gracias, Yahveh, todas tus obras
y tus amigos te bendecirán;
dirán la gloria de tu reino,
de tus proezas hablarán,
para mostrar a los hijos de Adán tus proezas,
el esplendor y la gloria de tu reino.
Tu reino, un reino por los siglos todos,
tu dominio, por todas las edades.
(Nun.) Yahveh es fiel en todas sus palabras,
en todas sus obras amoroso;
Yahveh sostiene a todos los que caen,
a todos los encorvados endereza.
Los ojos de todos fijos en ti, esperan
que les des a su tiempo el alimento;
abres la mano tú
y sacias a todo viviente a su placer.
Yahveh es justo en todos sus caminos,
en todas sus obras amoroso;
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cerca está Yahveh de los que le invocan,
de todos los que le invocan con verdad.
El cumple el deseo de los que le temen,
escucha su clamor y los libera;
guarda Yahveh a cuantos le aman,
a todos los impíos extermina.
¡La alabanza de Yahveh diga mi boca,
y toda carne bendiga su nombre sacrosanto,
para siempre jamás!
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 2,1-16
Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la
sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre vosotros sino a
Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso.
Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la
sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra
fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo,
hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de
los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablamos de una sabiduría
de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para
gloria nuestra, desconocida de todos los príncipes de este mundo - pues de haberla
conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria -. Más bien, como dice la
Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre
llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios
por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En
efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está
en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y
nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios,
para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos,
no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu,
expresando realidades espirituales. El hombre naturalmente no capta las cosas del
Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo
espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y
a él nadie puede juzgarle. Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle?
Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.
Pablo, después del fracaso de Atenas, se presenta a los cristianos de Corinto sólo con
la predicación de Cristo crucificado. Este es el corazón del anuncio evangélico y de la
predicación cristiana. En la cruz se da cumplimiento al amor de Dios por los hombres.
Él ha enviado a su propio Hijo a la tierra para que llegase a la muerte en la cruz, y
salvase así a los hombres del mal y de la muerte. El discípulo está llamado a vivir y a
comunicar esta “buena noticia”, y debe testimoniarla no tanto con razonamientos
refinados sino con su misma vida, como ha hecho Jesús. El discípulo, guiado por el
espíritu, acaba siendo él mismo espiritual, es decir lleno de una sabiduría que no viene
de las tradiciones de los hombres sino del Evangelio que le ha sido dado. El Espíritu
revela a los discípulos el misterio escondido en los siglos, que hacer ver en el rostro de
Jesús aquello que ningún ojo había visto antes, y que nos hace comprender las
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palabras del Evangelio. Quien se deja guiar por el Espíritu en la escucha del Evangelio
acaba siendo un hombre espiritual: ya no razona según el mundo sino según el Espíritu
de Jesús. Y así Pablo puede decir “Nosotros tenemos el pensamiento de Cristo”.
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28/09/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Recuerdo de san Venceslao, venerado como mártir en Bohemia
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 3,1-9
Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a
niños en Cristo. Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais
soportar. Ni aun lo soportáis al presente; pues todavía sois carnales. Porque, mientras
haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo
humano? Cuando dice uno «Yo soy de Pablo», y otro «Yo soy de Apolo», ¿no
procedéis al modo humano? ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?... ¡Servidores, por
medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio. Yo planté,
Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es
algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer. Y el que planta y el que riega son una
misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, ya que somos
colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios.
Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que todavía están al principio de su
conversión. La carne (es decir, los celos, las disputas, el orgullo) todavía guía sus
pensamientos y sus comportamientos: de ahí vienen las fisuras de la comunión y las
roturas que aparecen en la vida de la comunidad. Pablo recuerda que no se puede
atentar contra la unidad de la comunidad, que es el cuerpo de Cristo. Por eso los
discípulos no deben dejarse guiar por los propios instintos que dividen, sino por el
Espíritu del Señor que hace crecer la comunidad según el Evangelio. Pablo recuerda
que uno solo es el único verdadero maestro y pastor de la comunidad, Jesús. Y uno
solo es el padre de todos, el Señor. Los creyentes son todos siervos, ninguno es amo
de la comunidad, nadie la posee, nadie debe imponer a los demás su ritmo y sus
tradiciones. Todos debemos ser “colaboradores de Dios” para la edificación de su
“edificio espiritual”. Y todos deben colaborar en su construcción con los carismas que
ha recibido del Señor. Pablo recuerda que es necesario estar atentos a cómo se
construye la familia de Dios sabiendo bien que el único verdadero y fuerte fundamento
de la Iglesia es el Evangelio.
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29/09/2005
Memoria de la Iglesia
Recuerdo de San Miguel Arcángel.
La Iglesia etíope, la más antigua de las Iglesias de África, lo venera come protector.
Canto de los Salmos
Salmo 145 (146)
¡Alaba a Yahveh, alma mía!
A Yahveh, mientras viva, he de alabar,
mientras exista salmodiaré para mi Dios.
No pongáis vuestra confianza en príncipes,
en un hijo de hombre, que no puede salvar;
su soplo exhala, a su barro retorna,
y en ese día sus proyectos fenecen.
Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo,
y su esperanza en Yahveh su Dios,
que hizo los cielos y la tierra,
el mar y cuanto en ellos hay;
que guarda por siempre lealtad,
hace justicia a los oprimidos,
da el pan a los hambrientos,
Yahveh suelta a los encadenados.
Yahveh abre los ojos a los ciegos,
Yahveh a los encorvados endereza,
Ama Yahveh a los justos,
Yahveh protege al forastero,
a la viuda y al huérfano sostiene.
mas el camino de los impíos tuerce;
Yahveh reina para siempre,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 3,10-23
Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el
cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede
poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento
con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al
descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la
obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento,
resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño.
El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego. ¿No sabéis
que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno
destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es
sagrado, y vosotros sois ese santuario. ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se
cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría
de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El que
prende a los sabios en su propia astucia. Y también: El Señor conoce cuán vanos son
los pensamientos de los sabios. Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo
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es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el
futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios.
Pablo recuerda a los Corintios la unicidad y el carácter irrepetible del fundamento
apostólico sobre el que la comunidad se ha edificado: el Evangelio. Sobre este
fundamento cada uno edifica su vida, la personal y la comunitaria. El material puede
diferir, pero solo aquél que construye en sí mismo el hombre interior podrá resistir al
fuego de la historia y no quemarse rápidamente como la paja. Cada uno debe saber
que no se trata de una construcción cualquiera, sino del “templo de Dios” que somos
nosotros. Esta edificación está guiada por la verdadera sabiduría, la del Evangelio. Es
necesario saber que el mundo no la conoce y que la considera necia. También los
discípulos se dejan atraer fácilmente por la mentalidad corriente del mundo, hecha de
seguridades y de autosuficiencia. Pablo advierte: “Que nadie se engañe”. La humildad
no es apartarnos y cultivar nuestra pereza. Al contrario, es no asegurarnos nuestra
parte, sino sentirnos responsables del entero cuerpo de Cristo, de toda la comunidad.
Todo, en efecto, pertenece al discípulo porque él es de Cristo.
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30/09/2005
Memoria de Jesús crucificado
Recuerdo de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, muerto en Belén en el año 420. Tradujo
la Escritura al latín.
Oración para que la voz de la Escritura se oiga en todas las lenguas.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 4,1-13
Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de
los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los
administradores es que sean fieles. Aunque a mí lo que menos me importa es ser
juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo!
Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez
es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El
iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los
corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda. En
esto, hermanos, me he puesto como ejemplo a mí y a Apolo, en orden a vosotros; para
que aprendáis de nosotros aquello de «No propasarse de lo que está escrito» y para
que nadie se engría en favor de uno contra otro. Pues ¿quién es el que te distingue?
¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo
hubieras recibido? ¡Ya estáis hartos! ¡Ya sois ricos! ¡Os habéis hecho reyes sin
nosotros! ¡Y ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros!
Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar,
como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los
ángeles y los hombres. Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo.
Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros,
despreciados. Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos
abofeteados, y andamos errantes. Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si
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nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. Si nos difaman,
respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del
mundo y el desecho de todos.
Pablo quiere arrancar de raíz la formación de divisiones en la comunidad de Corinto
Recuerda que todos los que predican son “administradores de los misterios de Dios” y
sólo el Señor es el fundamento de la Comunión. Cada miembro de la comunidad
cristiana recibe todo del Señor y todo debe seguir dependiendo de él. Nunca debemos
olvidar que se es un discípulo toda la vida. Es decir, que el creyente está llamado a
escuchar el Evangelio cada día y a convertir su corazón. Quien cree que está saciado,
quien piensa que ya no necesita la predicación del Evangelio, aquel que piensa que es
más sabio que el apóstol que ha dado su vida por la comunidad, se excluye de la
salvación. La necedad del apóstol, su debilidad, sus sufrimientos deberían hacer
reflexionar a los cristianos de Corinto que, por el contrario, con su orgullo se han
llenado de soberbia hasta llevar a la división de la comunidad.
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01/10/2005
Vigilia del domingo
Recuerdo de Santa Teresa de Lisieux, monja carmelita animada por un profundo sentido
de la misión de la Iglesia.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 4,14-21
No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a
hijos míos queridos. Pues aunque hayáis tenido 10.000 pedagogos en Cristo, no
habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en
Cristo Jesús. Os ruego, pues, que seáis mis imitadores. Por esto mismo os he enviado
a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor; él os recordará mis normas de conducta
en Cristo, conforme enseño por doquier en todas las Iglesias. Como si yo no hubiera de
ir donde vosotros, se han hinchado algunos. Mas iré pronto donde vosotros, si es la
voluntad del Señor; entonces conoceré no la palabrería de esos orgullosos, sino su
poder, que no está en la palabrería el Reino de Dios, sino en el poder. ¿Qué preferís,
que vaya a vosotros con palo o con amor y espíritu de mansedumbre?
Ante las divisiones nacidas en la comunidad, Pablo reivindica con pasión su paternidad
sobre todos. Les recuerda que su predicación ha sido la fuente de la que nació la
comunidad: “Por el Evangelio, yo os engendré en Cristo Jesús”. Y ésta es la garantía
de unidad. Por esto añade: “Os ruego, pues, que seáis mis imitadores”. La imitación
depende de la relación con Cristo. Los cristianos de Corinto deben unirse a Cristo como
él se ha unido. Desatender u olvidar esta relación significa quitar los cimientos de la
vida misma de la comunidad cristiana. Pablo manda a Timoteo para que continúe en la
comunidad su misma predicación. El discípulo, que tiene el deber de la predicación,
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debe “recordar” el Evangelio que ha sido anunciado, debe mantenerlo vivo en la
comunidad para que no se pierda o se vuelva insípido. Pero esto se lleva a cabo sólo
en la medida en que cada uno continúa reconociéndose hijo de Dios y de esta madre,
la Iglesia, que de generación en generación transmite la misma Palabra de vida. Nadie
debe dejarse tentar por el orgullo y por la autosuficiencia que nos alejan de ser
discípulos y, por tanto, de la vida con el Señor.
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02/10/2005
Liturgia del domingo
XXVII del tiempo ordinario
Primera Lectura
Isaías 5,1-7
Voy a cantar a mi amigo
la canción de su amor por su viña.
Una viña tenía mi amigo
en un fértil otero. La cavó y despedregó,
y la plantó de cepa exquisita.
Edificó una torre en medio de ella,
y además excavó en ella un lagar.
Y esperó que diese uvas,
pero dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén
y hombres de Judá,
venid a juzgar entre mi viña y yo: ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña,
que no se lo haya hecho yo?
Yo esperaba que diese uvas.
¿Por qué ha dado agraces? Ahora, pues, voy a haceros saber,
lo que hago yo a mi viña:
quitar su seto, y será quemada;
desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella un erial que ni se pode ni se
escarde.
crecerá la zarza y el espino,
y a las nubes prohibiré
llover sobre ella. Pues bien, viña de Yahveh Sebaot
es la Casa de Israel,
y los hombres de Judá
son su plantío exquisito.
Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad;
honradez, y hay alaridos.
Salmo responsorial
Psaume 79 (80)
Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como un rebaño;
tú que estás sentado entre querubes, resplandece
12
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
¡despierta tu poderío,
y ven en nuestro auxilio!
¡Oh Dios, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
¿Hasta cuándo, oh Yahveh Dios Sebaot,
estarás airado contra la plegaria de tu pueblo?
Les das a comer un pan de llanto
les haces beber lágrimas al triple;
habladuría nos haces de nuestros convecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
¡Oh Dios Sebaot, haznos volver,
y brille tu rostro, para que seamos salvos!
Una viña de Egipto arrancaste,
expulsaste naciones para plantarla a ella,
le preparaste el suelo,
y echó raíces y llenó la tierra.
Su sombra cubría las montañas,
sus pámpanos los cedros de Dios; "
extendía sus sarmientos hasta el mar,
hasta el Río sus renuevos.
¿Por qué has hecho brecha en sus tapias,
para que todo el que pasa por el camino la vendimie,
el jabalí salvaje la devaste,
y la pele el ganado de los campos?
¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya,
desde los cielos mira y ve,
visita a esta viña,
cuídala,
a ella, la que plantó tu diestra!
¡Los que fuego le prendieron, cual basura,
a la amenaza de tu faz perezcan!
Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra,
sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste.
Ya no volveremos a apartarnos de ti;
nos darás vida y tu nombre invocaremos."
¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
Segunda Lectura
Filipenses 4,6-9
No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios
vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de
gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo
13
cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo
cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Todo cuanto
habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz
estará con vosotros.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 21,33-43
«Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una
cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se
ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para
recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a
otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número
que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo,
diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí:
"Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y
agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño
de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Dícenle: «A esos miserables les dará
una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a
su tiempo.» Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que
los constructores desecharon,
en piedra angular se ha convertido;
fue el Señor quien hizo esto
y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para
dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.»
Homilía
Desde hace tres domingos las Escrituras nos hablan de la viña. Cuando Jesús
pronunciaba estos discursos los que le escuchaban sentían resonar los ecos de
numerosos textos del Antiguo Testamento relativos a la viña del Señor. Les evocaba la
sugerente oración: “¡Oh Dios Sebaot, vuélvete, desde los cielos mira y ve, visita a esta
viña, cuídala, la cepa que plantó tu diestra!” (Salmo 80). Y sabían que la viña era el
pueblo de Israel, como ya había dicho Isaías: “viña de Yahvé Sebaot es la Casa de
Israel”. Los textos subrayan siempre el cuidado primoroso de Dios, un cuidado lleno de
atención, de cariño, de preocupación, como el de un enamorado. En verdad se trata de
un amor sin límites por parte del Señor. A veces, los autores bíblicos, inspirándose en
los cánticos de amor, aplicaban la misma escena al Señor que canta un cántico de
amor por su viña “Voy a cantar a mi amigo la canción de su amor por su viña”, escribe
Isaías. Y continúa el profeta: “La cavó y despedregó, y la plantó de cepa exquisita.
Edificó una torre en medio de ella, y además excavó en ella un lagar”.
Podemos comparar también nuestras comunidades con esta viña de la que hablan las
Sagradas Escrituras. El Señor nunca ha dejado de enviar a sus siervos para cuidarlas,
pero debemos reconocer que no faltan uvas amargas. Es decir, no falta la aspereza de
nuestras acciones, la aridez de nuestro corazón, la avaricia de nuestros sentimientos,
la dureza al acoger a los que el Señor nos envía. Creo que se puede aplicar también a
nosotros el lamento del Señor sobre su viña que no produce frutos buenos: “¿Qué más
se puede hacer ya a mi viña, que no se lo haya hecho yo?”. El Señor se interroga como
para buscar una hipotética culpa suya por la falta de frutos de parte nuestra. Él, que
ciertamente ha trabajado más que nosotros, sigue preguntándose si debe hacer
todavía más. ¿Por qué el Señor se lo pregunta y nosotros no? Quizá estamos tan
sumamente replegados en cultivar nuestra pequeña mata que ni siquiera nos viene a la
mente alzar un poco más la mirada; o bien estamos tan atontados por nuestros
14
lamentos que no escuchamos nada más que a nosotros mismos, atentos para alejar de
nuestros oídos y de nuestro corazón las palabras que el Señor no deja de dirigirnos.
El corazón de esta página evangélica es la historia de un amor sin límites; la de Dios
por su tierra, por nuestra vida. Un amor grande, ilimitado, que ni siquiera teme la
ingratitud ni la falta de acogida de los hombres, de esos viñadores homicidas de los
que habla el Evangelio a los que él ha confiado la tierra. En el pasaje evangélico se
produce como el aumento de un contraste singular: a medida que crece el amor
aumenta la falta de acogida, y lo mismo a la inversa, cuanto más crece la falta de
acogida de los hombres, más aumenta el amor de Dios hacia ellos.
Cuando llega el tiempo de la vendimia, el dueño manda a sus siervos donde los
viñadores para retirar la cosecha. La reacción de estos últimos es violenta: golpean,
asesinan, apedrean a aquellos siervos. El dueño “de nuevo” envía a otros siervos, en
número mayor, pero encuentran la misma reacción. Parece releer, en una síntesis
eficaz y trágica, la antigua y siempre recurrente historia de la oposición violenta (incluso
fuera de la tradición judeo-cristiana) a los “siervos” de Dios, a los hombres de la
“Palabra” (los profetas), a los justos y honestos de todo tiempo y lugar, de toda
tradición y cultura; de parte de los que quieren servir, como aquellos campesinos
“miserables”, sólo a sí mismos y a su propio interés. Pero el Señor –y aquí está el
verdadero hilo de esperanza que sostiene la historia de los hombres y la salva- no
disminuye el amor por los hombres, es más, lo acrecienta. “Finalmente”, el dueño envía
a su propio hijo, creyendo que lo respetarían. Al contrario, la furia de los viñadores
explotó y decidieron matarlo para hacerse con la herencia. Lo agarraron, le llevaron
“fuera de la viña” y le mataron. Cuando fueron pronunciadas estas palabras, quizá sólo
resultaban claras para Jesús. Hoy las comprendemos bien también nosotros: describen
al pie de la letra lo que le sucedió a Jesús. Nació fuera de Belén; murió fuera de
Jerusalén. Jesús, muy lúcidamente y con valor, denuncia la infidelidad y la falta de
acogida de los siervos que llegan incluso a matar al mismo hijo del dueño.
Al final de la parábola Jesús pregunta a los que lo escuchan qué hará el dueño a
aquellos siervos suyos. La respuesta: los castigará, les expulsará de su viña y la
confiará a otros para que la hagan fructificar. Dios espera frutos. Este es el criterio en
base al cual se hace la transferencia de la viña. La advertencia supera a los que
escuchan a Jesús hasta llegar a nosotros. El Evangelio habla de no hacerse fáciles
ilusiones reivindicando un derecho de propiedad inalienable sobre la “viña”, que es y
permanece de Dios. Los nuevos viñadores son calificados sólo por sus frutos, no por la
simple pertenencia. Son los frutos de justicia, de piedad, de misericordia y de amor que
nos hacen partícipes del pueblo de Dios. Está escrito en el Evangelio de Juan (15, 2):
“Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta”. Y aún más: “Por sus frutos los
conoceréis” (Mt 7, 16).
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03/10/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Salmo 146 (147, 1-11)
¡Aleluya!
Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar,
a nuestro Dios, que es dulce la alabanza.
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Edifica Yahveh a Jerusalén,
congrega a los deportados de Israel;
él sana a los de roto corazón,
y venda sus heridas.
El cuenta el número de estrellas,
y llama a cada una por su nombre;
grande es nuestro Señor, y de gran fuerza,
no tiene medida su saber.
Yahveh sostiene a los humildes,
hasta la tierra abate a los impíos.
Cantad a Yahveh en acción de gracias,
salmodiad a la cítara para nuestro Dios:
El que cubre de nubes los cielos,
el que lluvia a la tierra prepara,
el que hace germinar en los montes la hierba,
y las plantas para usos del hombre,
el que dispensa al ganado su sustento,
a las crías del cuervo cuando chillan.
No le agrada el brío del caballo,
ni se complace en los músculos del hombre.
Se complace Yahveh en los que le temen,
en los que esperan en su amor.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 5,1-5
Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni
entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su
padre. Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que
fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi
parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me
hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y
mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a
Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del
Señor.
Tras los primeros cuatro capítulos que constituyen una gran introducción a la carta,
Pablo responde ahora a algunas preguntas sobre la vida de la comunidad. Emerge de
las palabras del apóstol lo paternalmente fuerte que es su lazo con aquella comunidad.
Afronta inmediatamente un caso de incesto. Sus primeras palabras son de reproche
porque esta hierba no haya sido extirpada con prontitud y rigor, limitándose sólo con
alguna palabra de desaprobación. La comunidad, sostiene el Apóstol, es
corresponsable de la santidad de todos sus miembros: por eso es su deber, tanto de la
comunidad como de cada miembro, corregir fraternalmente a los hermanos y a las
hermanas para que el mal se aleje y se edifique el único cuerpo del Señor según el
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espíritu evangélico. Es el sentido de la corrección fraterna que leemos en el Evangelio
y que manifiesta la solidaridad entre los miembros de esta única familia de Dios.
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04/10/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Recuerdo de San Francisco, testigo del Evangelio “sin añadiduras”; hombre de paz y de
diálogo. Recuerdo de la dedicación de la capilla de Primavalle, primer lugar de oración de
la Comunidad de Sant’Egidio en la periferia de Roma. En 1992, en Roma se firmaba el
acuerdo de paz que ponía fin a la guerra en Mozambique. Oración por todos los que
trabajan por la paz en cualquier parte del mundo. Para los judíos hoy es la fiesta del
“Rosh Hazaña” (fin de año).
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 5,6-13
¡No es como para gloriaros! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la
masa? Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque
nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con
vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y
verdad. Al escribiros en mi carta que no os relacionarais con los impuros, no me refería
a los impuros de este mundo en general o a los avaros, a ladrones o idólatras. De ser
así, tendríais que salir del mundo. ¡No!, os escribí que no os relacionarais con quien,
llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, ultrajador, borracho o ladrón. Con
ésos ¡ni comer! Pues ¿por que voy a juzgar yo a los de fuera? ¿No es a los de dentro a
quienes vosotros juzgáis? A los de fuera Dios los juzgará. ¡Arrojad de entre vosotros al
malvado!
El Apóstol exhorta a dejarse fermentar por la “levadura vieja” de las costumbres (la
maldad y la mala intención); sino más bien por la “levadura nueva” del la Palabra de
Dios que dona energía a la comunidad y esperanza al mundo. La fidelidad al Evangelio,
por tanto, quiere decir ponerlo en práctica a la letra, como hacía Francisco de Asís que
es un ejemplo para todos. La vida de la comunidad cristiana debe mostrar el Evangelio
vivido concretamente. Vuelven a la memoria las palabras evangélicas de ser “sal y luz”
para el mundo entero. Si la comunidad pierde el sabor de la fraternidad y si no tiene la
sabiduría de indicar nuevos caminos para una vida justa y llena de amor, ¿para qué
sirve? Verdaderamente puede ser catalogada entre los numerosos productos
“religiosos” que el gran supermercado global ofrece a los hombres de nuestro tiempo.
Pero no sería desde luego el lugar de la salvación. Sólo la “pureza” del Evangelio
justifica a la Iglesia y la hace atractiva para los pobres y para quien busca una vida
plena.
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05/10/2005
Memoria de la Madre del Señor
Para los musulmanes empieza el mes de ayuno del Ramadán
Canto de los Salmos
Salmo 147 (147, 12-20)
¡Celebra a Yahveh, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
ha bendecido en ti a tus hijos;
pone paz en tu término,
te sacia con la flor del trigo.
El envía a la tierra su mensaje,
a toda prisa corre su palabra;
como lana distribuye la nieve,
esparce la escarcha cual ceniza.
Arroja su hielo como migas de pan,
a su frío ¿quién puede resistir?
Envía su palabra y hace derretirse,
sopla su viento y corren las aguas.
El revela a Jacob su palabra,
sus preceptos y sus juicios a Israel:
no hizo tal con ninguna nación,
ni una sola sus juicios conoció.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 6,1-11
Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante
los injustos, y no ante los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?
Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no sois acaso dignos de juzgar esas naderías?
¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? Y ¡cómo no las cosas de esta vida! Y
cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la Iglesia tiene en
nada! Para vuestra vergüenza lo digo. ¿No hay entre vosotros algún sabio que pueda
juzgar entre los hermanos? Sino que vais a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso,
ante infieles! De todos modos, ya es un fallo en vosotros que haya pleitos entre
vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien
despojar? ¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los
demás! ¡Y esto, a hermanos! ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino
de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de
vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en
el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
18
Es tan alta la consideración que el apóstol tiene de la comunidad cristiana que
considera vergonzoso el recurso a los tribunales paganos para resolver eventuales
litigios internos. Ya es grave que haya litigios entre los creyentes. Pero si surgen,
deben ser abordados en el espíritu de la fraternidad de la familia de Dios, con la ayuda
del más sabio de la comunidad cristiana. De todos modos, no hay que olvidar lo que el
Apóstol dice en otra parte: “Que no se ponga el sol sobre vuestra ira”, recordando que
todos necesitamos renacer cada día. Pablo hace bien en recordar la tristeza en la que
vivían los cristianos de Corinto antes de entrar en la comunidad. Sin embargo “habéis
sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados”. Ya no podemos vivir
con los mismos criterios y las mismas costumbres del mundo del que hemos sido
salvados. Significaría renegar de la novedad de vida que nos ha sido donada tan
generosa y gratuitamente.
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06/10/2005
Memoria de la Iglesia
Canto de los Salmos
Salmo 148
¡Alabad a Yahveh desde los cielos,
alabadle en las alturas,
alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle!
¡Alabadle, sol y luna,
alabadle todas las estrellas de luz,
alabadle, cielos de los cielos,
y aguas que estáis encima de los cielos!
Alaben ellos el nombre de Yahveh:
pues él ordenó y fueron creados;
él los fijó por siempre, por los siglos,
ley les dio que no pasará.
¡Alabad a Yahveh desde la tierra,
monstruos del mar y todos los abismos,
fuego y granizo, nieve y bruma,
viento tempestuoso, ejecutor de su palabra,
montañas y todas la colinas,
árbol frutal y cedros todos,
fieras y todos los ganados,
reptil y pájaro que vuela,
reyes de la tierra y pueblos todos,
príncipes y todos los jueces de la tierra,
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jóvenes y doncellas también,
viejos junto con los niños!
Alaben el nombre de Yahveh:
porque sólo su nombre es sublime,
su majestad por encima de la tierra y el cielo.
El realza la frente de su pueblo,
de todos sus amigos alabanza,
de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 6,12-20
«Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré
dominar por nada! La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo
otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el
Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros
mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y
¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De
ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo
con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al
Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que
comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio
cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en
vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien
comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.
“Todo me es lícito” dice Pablo. El cristiano es liberado de la esclavitud del pecado, de la
prepotencia de sus instintos y de sus pasiones. Nuestro cuerpo, rescatado a un precio
muy alto (el texto dice: “habéis sido bien comprados”), se ha convertido en templo del
Espíritu Santo, es decir, forma parte del mismo cuerpo de Cristo. No podemos, por
tanto, hacer de él instrumento del mal. Si lo hacemos, a través del desorden de nuestro
cuerpo, involucramos al mismo Jesús. La libertad de nuestro cuerpo y de nuestra vida
consiste en hacer de ella instrumento del Espíritu del Señor del que somos “templo”.
Por eso, aunque todo le está permitido al creyente, Pablo añade que no todo le
conviene. La libertad no se nos da para satisfacer nuestros deseos, o para
abandonarnos a nuestras perezas, sino más bien para construir la familia del Señor y
apresurar la llegada de su reino. Haremos bien en abstenernos de todo lo que no
edifica.
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20
07/10/2005
Memoria de Jesús crucificado
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 7,1-16
En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer. No
obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su
marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido.
No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de
su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto
tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os
tiente por vuestra incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi
deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su
gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a
las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se
casen; mejor es casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo
sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que
no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a
su mujer. En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer
no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un
marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no
creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por
el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son
santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el
hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor. Pues ¿qué
sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu
mujer?
El Apóstol se ocupa de la comunidad cristiana de Corinto en todos los aspectos de su
vida. Es el signo más evidente de su paternidad y de su amor. Aunque se encuentra
lejos, el lazo con la comunidad está en él vivo y presente. En este tipo de relación se
cualifica la dimensión evangélica del amor que el Señor da a sus hijos. El apóstol
afronta algunos de los problemas concretos más evidentes que hacen referencia a la
vida cotidiana de la comunidad. El primero concierne al matrimonio y a la virginidad.
Pablo, respecto a estas dos dimensiones de la vida, no se entretiene en hacer un
tratado teórico sino que se limita a dar consejos llenos de sabiduría evangélica para el
buen comportamiento de los creyentes. Después de haber elogiado la virginidad, dice,
sin embargo, que no hay situaciones de vida privilegiadas: “cada cual tiene de Dios su
gracia especial: unos de una manera, otros de otra” (v. 7). También el matrimonio tiene
una gran dignidad, dice el apóstol, y dentro de él hay que crecer en el amor. Lo que
realmente cuenta ante Dios es que todo lo que se realice sea para la edificación
común.
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21
08/10/2005
Vigilia del domingo
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 7,17-24
Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor, cada cual como le
ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias. ¿Que fue uno llamado siendo
circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Que fue llamado siendo incircunciso? No se
circuncide. La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el
cumplimiento de los mandamientos de Dios. Que permanezca cada cual tal como le
halló la llamada de Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y
aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. Pues el que
recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que
era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo. ¡Habéis sido bien
comprados! No os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, permanezca cada cual
ante Dios en el estado en que fue llamado.
Pablo sabe bien que está escribiendo a una comunidad que todavía está al inicio de su
camino espiritual. Es una comunidad joven, se podría decir, y Pablo siente la necesidad
de conducirla al corazón mismo de la fe. El problema no es dar la vuelta a todo, no es
dejarse llevar por el desasosiego ante los cambios, quizá dejando inalterado el
corazón. Al contrario, el Apóstol exhorta a que cada uno “permanezca” en su condición.
La salvación, de hecho, no depende de la posición ni del papel que cada uno
desempeña (el apóstol se refiere al ser circunciso o incircunciso; esclavo o libre), sino
únicamente de la observancia de los mandamientos de Dios, de la obediencia a su
Palabra. No se trata, por tanto, de cambiar nuestro estado de vida, más bien de
convertir nuestro corazón al Señor, de convertirnos en sus discípulos confiando sólo a
El toda nuestra vida.
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09/10/2005
Liturgia del domingo
XXVIII del tiempo ordinario
Recuerdo del patriarca Abraham. En la fe partió hacia una tierra que no conocía, que Dios
le había prometido. Por esta fe es llamado padre de los creyentes, judíos, cristianos y
musulmanes.
Primera Lectura
Isaías 25,6-10
Hará Yahveh Sebaot
a todos los pueblos en este monte
un convite de manjares frescos, convite de buenos
vinos:
manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos
22
y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumirá a la Muerte definitivamente.
Enjugará el Señor Yahveh
las lágrimas de todos los rostros,
y quitará el oprobio de su pueblo
de sobre toda la tierra,
porque Yahveh ha hablado. Se dirá aquel día: "Ahí tenéis a nuestro Dios:
esperamos que nos salve;
éste es Yahveh en quien esperábamos;
nos regocijamos y nos alegramos
por su salvación." Porque la mano de Yahveh
reposará en este monte,
Moab será aplastado en su sitio
como se aplasta la paja en el muladar.
Salmo responsorial
Salmo 22 (23)
Yahveh es mi pastor,
nada me falta.
Por prados de fresca hierba me apacienta.
Hacia las aguas de reposo me conduce,
y conforta mi alma;
me guía por senderos de justicia,
en gracia de su nombre.
Aunque pase por valle tenebroso,
ningún mal temeré, porque tú vas conmigo;
tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
Tú preparas ante mí una mesa
frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza,
rebosante está mi copa.
Sí, dicha y gracia me acompañarán
todos los días de mi vida;
mi morada será la casa de Yahveh
a lo largo de los días.
Segunda Lectura
Filipenses 4,12-14.19-20
Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre;
a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. En todo
caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. Y mi Dios proveerá a todas vuestras
necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Y a Dios,
nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 22,1-14
Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los
Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus
siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros
siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado,
se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la
23
boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y
los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y,
enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran
dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la
boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron,
malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los
comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a
los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»
Homilía
“Hará Yahvé Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos,
... consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de
todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra”. Es el sueño
del gran profeta Isaías que hemos escuchado este domingo (Is 25, 6-10). En otro
pasaje escribe: “Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu
alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti” (Is 60, 3-4). Las
palabras del profeta van más allá de su tiempo y recogen un sueño inscrito en lo
profundo de los corazones de los hombres y de las mujeres de toda generación, de
todo lugar y de toda fe: muchos tienen necesidad de una vida pacificada, muchos
desean encaminarse hacia un nuevo futuro, todos deben salir de una situación
deshonrosa.
Dice el profeta que el convite ya está preparado, y lo ha preparado el Señor. Esto
quiere decir que la vida, la paz y la fraternidad ya están preparadas, y es el Señor
mismo quien nos las ofrece. Por tanto, no están tan lejos como para desesperar por
tenerlas o tan inalcanzables como para caer en el desánimo. Están a nuestra puerta. El
verdadero problema está en nuestro rechazo al acoger la invitación de encaminarnos
hacia ese monte para participar en el banquete de la vida y de la paz. Cada uno de
nosotros, a veces pueblos enteros, preocupados sólo por nuestros asuntos, no
consideramos la invitación que se nos dirige y despreciamos los dones que se nos
ofrecen. La defensa de nuestros intereses personales a cualquier precio y coste nos
aleja de la paz y de la fraternidad. En este sentido, es clara la parábola del banquete.
Esta tiene por protagonista a un rey que, después de haber preparado un banquete de
bodas para el hijo, envía a sus siervos para llamar a los invitados. Estos últimos,
después de haber escuchado a los siervos, rechazan la invitación. Cada uno tiene su
justo motivo, sus más que comprensibles cosas que hacer: hay quien tiene su campo,
otros, otros asuntos. Todos son concordes en el rechazo.
Sin embargo, el rey no ser rinde; insiste y manda de nuevo a sus siervos para renovar
la invitación. Parece escuchar al apóstol cuando dice que por el Evangelio hay que
insistir en toda ocasión, tanto oportuna como inoportuna. Pero esta vez los invitados no
sólo desatienden la propuesta del rey sino que llegan a maltratar y hasta a matar a los
siervos. Es lo que sucede cada vez que el Evangelio es colocado al margen o
expulsado de nuestra vida. Ante esta increíble reacción, el rey, indignado, manda
castigar a los asesinos. En verdad, son ellos mismos los que se castigan, es decir, los
que se excluyen del banquete de la vida, de la paz, del amor. Caen así en una vida de
infierno. Sin embargo, el rey no cesa en su ilimitado deseo de reunir a los hombres.
Manda a otros siervos con la orden de dirigirse a todos los que encontraran en las
calles y en las plazas, sin distinción alguna. Y bien, esta vez la invitación es acogida y
la sala se llena de comensales, “malos y buenos”. Parece como si a Dios no le interesa
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cómo somos, lo que quiere es que estemos. En esa sala no hay puros y santos. Están
todos. Es más, al escuchar otras páginas del Evangelio, se diría que hubiera masas de
pobres y de pecadores. Jesús afirma que todos son invitados y que quien llega es
acogido, no importa si uno tiene más o menos méritos, ni siquiera si se tiene o no la
conciencia tranquila. En aquella sala no se logra distinguir al santo del pecador, al puro
del impuro.
Lo que cuenta es tener el “traje de boda”. En oriente el huésped, fuera quien fuese, era
acogido con todos los honores: era lavado y vestido antes de ser introducido en la sala
para la comida. Quien se sustraía de esta costumbre demostraba no aceptar la
hospitalidad por sentirse con el derecho de entrar, como si fuera el amo. El traje de
boda es, por tanto, el amor de Dios que es derramado sobre nosotros hasta cubrir
todas nuestras culpas, todas nuestras debilidades. El traje de boda es la fe, es la
adhesión cariñosa al Señor y su Palabra. Con este propósito escribe el libro del
Apocalipsis: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría
contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del
Cordero, vestidos con vestiduras blancas” (Ap 7, 9).
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