CÓMO ENFRENTAR LOS CONFLICTOS (Santiago 4:1-10) INTRODUCCIÓN.En todas las áreas de la vida se pueden dar conflictos. Desde los entornos más íntimos a los más públicos. En la familia son frecuentes, como todos sabemos. Hermanos entre sí desde pequeños discuten por lo que es suyo; o porque el otro me ha insultado con tal o cual palabra. ¡Madre mía cuantas riñas y discusiones he tenido con mis hermanos, sobre todo con los de edad más próxima a la mía! Y los hijos y padres no digamos. De esto no hay ni que hablar, porque todo el mundo aquí es hijo, o padre-madre y sabe las tensiones, y presiones que se producen en la relación padres-hijos. Y desde luego los conflictos en el matrimonio mismo no están ausentes. El número de personas que se divorcian es una prueba bastante clara de esto. Aunque en los que no se han divorciado, no quiere decir que no haya conflictos, sino que tal vez han encontrado alguna manera de equilibrar el barco. Y qué decir del ambiente de las empresas y del trabajo en general, desde luego que hay conflictos ahí. De hecho, proliferan los tribunales de conciliación y mediación, y si esto no lo soluciona está finalmente el juez laboral, que dictamina y punto. Y desde luego hay conflictos nacionales e internacionales. Tensiones geoestratégicas, guerras frías y calientes, a las que se llega por una escalada de tensión; dando la impresión que no deja más salida que las “guantás”, o sea, los tiros y la muerte. Pero también podemos hablar de la iglesia. Los cristianos sentimos vergüenza al reconocer que en la iglesia también puede haber conflictos. Quizá pensemos: bueno hoy en día sí los hay, porque la iglesia se ha deteriorado mucho, pero la iglesia primitiva estaba siempre en paz. La contestación a esto es que Santiago escribe a la iglesia primitiva, y además es una carta general, “al pueblo de Dios disperso por todo el mundo” –dice en el inicio–. Pero comienza este cap. 4 diciendo: ¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre vosotros? Y subrayo lo de entre vosotros. Así que también en esa valorada iglesia primitiva “cocían habas”. Quizá me diréis, hombre estás muy pesimista, te estás solo fijando en los conflictos. Y en todos los niveles de los que has hablado hay también felicidad y muchos momentos extraordinarios de paz y gozo. Y por supuesto lleváis razón: Aún en la relación con un 1 final más trágico, han existido momentos de paz y alegría. Pero, claro, el asunto es que estamos hablando hoy de los conflictos. La pregunta primera que queremos hacernos es: I.- ¿A QUÉ ATRIBUIMOS LOS CONFLICTOS, Y COMO SE TRATAN DE SOLUCIONAR COMUNMENTE EN EL MUNDO? Tratar de dar una respuesta muy resumida a esto no es fácil. Por lo que lo concretaremos en tres causas: 1. Las acciones o las faltas que los demás hacen son las que producen los conflictos. Y esto se concreta en frases como las siguientes. Me ha dicho o hecho cosas que produce que yo reaccione y le diga las cuatro verdades. Por no decir que lo que me ha hecho merece el sopapo que le di. Es que puso tal gesto de chulo, que tuve que reaccionar Es que miente y es un manipulador y no puedo ni debo dejar eso de esa manera. 2. Las circunstancias en las que ocurren los eventos son las causantes del conflicto. Es que no había dormido bien y me pilló en un mal momento. Es que estoy bajo mucha presión en el trabajo, o económica, y por eso se lió la que se lió. Es que son adolescentes y las hormonas los tienen revolucionados. 3. Desde hace años, la causa de los conflictos se le atribuye a una comunicación deficiente. Frases como: Es que no sabe escuchar. Con esta persona no puedo hablar tranquilamente. No me deja hablar. Siempre está gritando. No pone atención cuando hablo. En fin, estos suelen ser los orígenes a los que achacamos los conflictos comúnmente. Y como consecuencia es sobre estas causas, que el mundo en general trata de hallar soluciones. Se enseña educación cívica para saber cómo convivir con los demás. La sicología trata de orientarnos sobre aspectos de nosotros mismos y de nuestras reacciones. Y sobre todo hoy en día se le da una extraordinaria importancia a la comunicación. Si en una peluquería se habla de los conflictos de pareja, la solución es la comunicación. Pero si al más alto nivel internacional hay conflictos, la solución también es abrir canales de 2 comunicación, o sea, la diplomacia. Por lo tanto, la diplomacia ha venido a ser fundamental en la actualidad. Recuerdo que un amigo me recomendó leer dos o tres capítulos de un libro para que pudiera aprender a comunicarme más asertivamente, es decir, afirmando o preguntando en vez de dar respuestas tan directas. Seguramente algunos estáis pensando: bueno es que realmente estas cosas ayudan, y evitan muchos líos. Desde luego, no se trata de rechazar soluciones de este tipo, que desde la perspectiva de la creación, aunque caída se esfuerzan en buscar ayudas a los conflictos humanos. Tampoco quiero quitar importancia, al efecto o culpabilidad que puedan tener en los conflictos las causas que hemos resumido en esos tres puntos anteriormente. Que ciertamente producen situaciones de conflicto, es decir, un entorno o un ambiente de conflicto. Sin embargo, según Dios y sus palabras, el origen de fondo de los conflictos, está en las propias pasiones que luchan dentro de los seres humanos. Y los cristianos, sin despreciar esas causas comunes que fijan el entorno de un conflicto, debemos poner nuestra atención en este origen que enseña la Biblia aquí en Santiago. Porque eso será muy enriquecedor para nuestras vidas y producirá verdaderas transformaciones. Al acercarnos al texto descubrimos que existen pasiones dentro de nosotros que son el origen de los conflictos. Por lo que la primera pregunta al texto es: II.- ¿EN QUÉ CONSISTEN ESTAS PASIONES QUE BATALLAN DENTRO? No os abrumaré con muchos textos bíblicos, que los hay. Solo como ejemplo en 2ª Ped. 1:4 dice que “la corrupción que hay en el mundo es debida a los malos deseos” O sea, a los malos deseos internos se le atribuye la corrupción que vemos por doquier. Hay una palabra en griego, (EPITHUMIA) que traduce estos malos deseos y se repite bastantes veces en el N.T. En España, este término “malas pasiones o deseos, o pasiones desordenadas” puede que nos resuene como deseos referidos a lo sexual, pero su significado en la Biblia es muy amplio. Tiene que ver con lo que amamos de verdad en la vida, con lo que tememos de verdad y en lo que confiamos como capaz de cumplir nuestros anhelos realmente. Podríamos decir que tiene que ver con lo que verdaderamente adoramos. Las personas siempre adoramos algo. No es posible no adorar nada. Lo que adoramos es la cosa más importante para nosotros, la que le damos más valor. O adoramos a Dios o a ídolos. Un ídolo es cualquier cosa que es más fundamental que Dios para nuestra felicidad, para que nuestra vida esté completa, para que tenga significado y plenitud. 3 Esta es la propia esencia de la idolatría. El ídolo puede aceptar que creas en Dios también, siempre que de donde verdaderamente esperes felicidad y gloria sea de lo que te ofrece el ídolo. Así por ejemplo, deseos naturales como ser queridos, recibir cierta atención, tener cierta autoridad, etc., que son normales, pueden convertirse en verdaderos ídolos haciéndonos anhelar recibir afecto, o atención, o deseos de poder, o avaricia. Al haber sobrevalorado lo que estas cosas nos pueden dar nos hacemos dependientes de ellos. En los v. 4-5 (leerlo) Santiago llama adúlteros a los que tienen estos deseos en el corazón compitiendo con Dios mismo. Realmente la palabra es femenina, o sea, ´adultera´; refiriéndose seguramente a la iglesia como esposa de Cristo, porque busca satisfacción de esos deseos mundanos en ídolos. Ha sobrevalorado a los ídolos, porque piensa que Dios realmente no puede satisfacer su vida. La mecánica que se describe en los v. 1-3 (leerlos) es que estos deseos desordenados no nos permiten conseguir lo que anhelan, por tanto producen envidia, asesinamos a los demás con palabras hirientes, y en esa lucha por obtener los deseos se producen guerras y conflictos. La oración no se tiene en cuenta, lo que sería normal si los deseos fueran en armonía con Dios. Y aún puede que pidamos, oremos, pero no recibimos porque buscamos la satisfacción de esos anhelos que son ajenos a Dios. Esta situación que estamos describiendo se da, tanto en el que aún no se ha relacionado con Cristo, como en el que ya es cristiano. Desde luego hay una diferencia. En las personas que aún no han nacido de nuevo, su manera de vivir, pensar y decidir está totalmente dominada por estos motivos o pasiones, y ven con completa normalidad que sea así. Pero las personas que creen verdaderamente, pueden transigir y distraerse a menudo, actuando también movidos por esas pasiones. Llegados a este punto la pregunta crucial es: ¿Pueden ser cambiadas las pasiones de nuestro corazón? Y así entramos en nuestro último punto. III.- ¿CÓMO PUEDEN SER TRANSFORMADAS LAS PASIONES DE NUESTRO CORAZÓN? En los v. 6-10 (leerlos) aparecen unos términos y unos conceptos, que son el camino de la transformación de esos deseos desordenados de nuestro corazón. El v. 6 dice que “Él nos da mayor ayuda con su gracia” o “Él da mayor gracia”. También dice que esta gracia es “dada a los humildes”, no a los orgullosos. Es decir, aquellos que han tomado conciencia del problema que tienen, y de la imposibilidad de resolverlo. (Estos son los humildes). Y les llega la solución de su problema, no por ellos, sino por Otro. Estos ven que su corazón lleno de pasiones ha sido juzgado y castigado en Cristo. Reciben esa gracia y pueden ir libres y perdonados. 4 El arrepentimiento es a veces descrito como ´volver en sí ´, o ´entrar en razón´. Es decir, significa que hago frente al problema que tengo, tomo conciencia de él y no lo oculto; así mismo, tomo conciencia de que no puedo yo hacer nada por solucionarlo. El arrepentimiento nos dice claramente que, es una locura intentar solucionar, por nosotros mismos, estas tendencias de nuestro corazón. El arrepentimiento implica que me vuelvo a Dios, consciente de lo que soy, pero animado por su gracia, que es el fruto de su obra. Tendré conciencia de la suciedad de mis manos (por acciones concretas que acusan mi conciencia); o del doble deseo de mi corazón (amo a Dios y a otras cosas también). El arrepentimiento me hace reconocer mis miserias, incluso llorad y lamentad. Pero fundamentalmente, por la iluminación que emana de la obra de Cristo, y por el perdón inmerecido que hallo, seguro, en Él, el arrepentimiento me lleva al Señor, me acerca a Él. Humillado me pone delante del Señor, y en Él soy exaltado, porque recibo la abundancia de su gracia. Como dice C.S. Lewis “El arrepentimiento es simplemente una descripción de lo que es volver al Señor”. ¡Esto es lo que produce cambios reales en nuestro corazón! El esfuerzo, la lucha por vencer nuestras pasiones, no. Pero la gracia, con arrepentimiento y fe, sí. 5