BERNAT LLADÓ FRANCO FARINELLI DEL MAPA AL LABERINTO Icaria ESPACIOS CRÍTICOS ÍNDICE Introducción 7 I. La figura del mundo: cruces, caminos y traducciones en la geografía de Franco Farinelli 17 Bolonia: ciudad creativa, 1969 21 Viena, Múnich, Heidelberg: estudiando el origen de la geografía alemana, 1972-1991 31 Estocolmo, Institut for Urban and Regional Planning, 1990-1995 38 II. Imágenes retrospectivas de un periplo personal: conversando con Franco Farinelli 53 III. Antología de textos: 85 Salomé 85 A propósito de la imaginación geográfica: una historia breve y recursiva 101 Historia del concepto geográfico de paisaje 128 La globalización 150 Frederich Ratzel y la naturaleza (política) de la geografía 165 El mundo, el mapa, el laberinto 189 Por qué América se llama América 205 IV. Texto inédito 221 Miseria del urbanismo 221 V. Crítica a la razón cartográfica: de la razón de Estado a la razón instrumental 241 La crítica a la razón cartográfica como crítica a la razón de Estado 241 La crítica a la razón cartográfica como crítica a la razón instrumental 251 Selección de la bibliografía de Franco Farinelli 269 INTRODUCCIÓN La única geografía posible es la geografía de los puntos de vista, de los lugares. La diferencia real entre un mapa y un globo es esta: si tienes un mapa de frente, es el mapa quien te dice cómo debes mirarlo y desde qué punto. Te impone su propio punto de vista. Pero si tienes un globo, el sujeto se mueve, habita un lugar y luego se va. FRANCO FARINELLI La Repubblica, 11 de enero de 2011 1 No sé si es porque la geografía se ha entendido tradicionalmente como el estudio de las relaciones que los grupos y las personas mantienen con el espacio, que esta no ha sido muy proclive al cultivo de la amistad, como mínimo en el sentido humanístico. Como si el objeto de estudio de la geografía estuviera al margen de las relaciones personales que los mismos geógrafos establecen entre sí. La geografía se acercaría, de ese modo, al objeto en sí, independientemente de las modulaciones producidas por las afinidades que cada uno de nosotros escoge y mantiene con los demás geógrafos. Como si se pudiera acercar a la cruda realidad sin el tamiz de sus lecturas. Para la mayoría de geógrafos, el mundo es un libro sin autor que se puede leer directamente; por eso las lecturas que acompañan a este proceso son siempre auxiliares, instrumentales, sin que se produzca un lazo afectivo con el texto ni tampoco con su autor. Cuántos licenciados en geografía terminan sus estudios sin 7 poder decir con qué autor, geógrafo o geógrafa se identifican más, con cuál comparten más inquietudes o más cerca está de su sensibilidad. En cambio, todos sabríamos decir si nos interesa más el estudio de los glaciares o los distritos industriales. Nuestra orientación es siempre objetiva, temática. Cierto es que hay muchos geógrafos que desarrollan perfectamente su práctica sin necesidad de tener ningún autor como referente. Por mi parte, en cambio, creo que es importante. Puede que sea una cuestión de anclaje y de diálogo. Para crear conocimiento crítico siempre es más fácil partir de un punto fijo que de un movimiento constante; y el conocimiento parece también más fructífero si se da en medio de un diálogo, como sabemos desde Sócrates. Hay pocos profesores con los que todavía hoy, después de muchos años de no asistir a sus clases, incluso de no verlos, puedo dialogar con ellos mentalmente. A veces me sorprendo preguntándome qué diría tal profesor o tal otro sobre este libro o sobre aquel artículo, sobre un tema o sobre una idea. Lo mejor que le puede pasar a un profesor es hacerse presente mediante el diálogo mental a lo largo de una vida discípula. Y al igual que un profesor, un buen autor también debería cumplir esta función. Este panorama geográfico, descrito aquí de un modo general y sin contar con excepciones, es bien distinto al de la filosofía. Puede que no haga falta llegar al extremo de preguntarse por la vida sexual de Immanuel Kant para mostrar este vínculo íntimo y afectivo que se da entre filósofos, pero lo cierto es que la filosofía es, la mayoría de las veces, una relación entre personas o, mejor, entre amigos (Botul, 2004). De hecho, como ha reconocido un filósofo recientemente, la «intimidad entre amistad y filosofía es tan profunda que esta última incluye el philos, el amigo, en su propio nombre» (Agamben, 2008: 53). Una amistad que, sin embargo, está mediatizada casi siempre por los libros. Recogiendo una idea del poeta Jean Paul que 8 dice que «los libros son voluminosas cartas para los amigos», Peter Sloterdijk ha creado una de las imágenes más sugerentes del humanismo clásico: «humanismo es telecomunicación fundadora de amistades que se realiza mediante el lenguaje escrito». Se puede crear un vínculo amistoso a través de la lectura, a pesar de la distancia e incluso si escritor y lector no son contemporáneos. Es más, continúa Sloterdijk, la «hipotética amistad» que surge entre el emisario de la carta y su receptor, representa un caso de «amor a lo más lejano» en la medida que el primero «lanza una seducción a lo lejos» mientras que el segundo se deja seducir (Sloterdijk, 2000: 19, 23). No sabría decir de qué modo y por qué motivos inicié algo parecido a una «hipotética amistad» con el primer envío que Franco Farinelli me hizo llegar. Del mismo modo que una de las «reglas de la cultura literaria es que los emisores no pueden prever a sus receptores reales» y por lo tanto dirigen sus cartas-libros a «amigos no identificados», tampoco los lectores sabemos siempre cómo y cuándo se alcanza a tejer un «amor a lo más lejano» (Sloterdijk, 2000: 20). Puede que tuviera las primeras noticias del geógrafo de Bolonia en una de las pocas clases donde se daba un auténtico intercambio epistolar, en las clases de Enric Mendizàbal, profesor de geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona. O puede que el influjo de su letra me asaltara en secreto y por sorpresa, en el silencio de una hemeroteca o en las páginas bibliográficas de un libro. En cualquier caso, Farinelli me fascinó inmediatamente. No solo por su contenido, sino también por su forma de exponer. Con su discurso encontré un anclaje y recuperé el interés por el diálogo. Me hice amigo de su palabra. En la Ética a Nicómaco, Aristóteles se refiere al amigo como el heteros autos, que en su traducción latina se convirtió en el alter ego. A pesar de todas las distancias que me separan de Franco Farinelli, me gusta imaginármelo como mi alter ego 9 geográfico. Alguien con quien querría reflejarme a la hora de trabajar, con quien creo compartir ciertas inquietudes o sensibilidades. Me pasa un poco como a Horacio Capel cuando alude al proyecto del Pierre Menard de Borges, quien ambicionaba «producir unas páginas que coincidieran —palabra por palabra y línea por línea— con las de Miguel de Cervantes». Dice Capel que «a veces es tanta la admiración que uno llega a tener por un autor que lo lee y relee, lo interioriza hasta el punto que desearía reescribir su obra y, tal vez, mejorarla con alguna matización o añadido oportuno. Reescribir la obra de Sauer o la de Glacken por ejemplo, tal vez la de Harvey, la de tantos autores que nos resultan admirables» (Capel, 2001: 20). A mí me gustaría reescribir la obra de Farinelli, aunque solo leerla ya constituye un placer. Finalmente, si creo que la colección «Espacios críticos» es el lugar idóneo para acoger una monografía sobre Franco Farinelli es porque creo interpretar que la orientación general de esta colección pretende restablecer la amistad en el centro del mundo geográfico. Por eso la colección no es temática (geografía urbana, geografía de los mares, geografía del cuerpo, etc.), sino de autor. Entiende que la geografía que cada uno de nosotros hace no solo es el resultado de un interés particular hacia un fenómeno concreto de la realidad, sino también el producto de las afinidades intelectuales que establecemos con los otros; en definitiva, de la capacidad que cada uno tiene por dejarse seducir y de establecer relaciones amistosas con escritores desconocidos. 2 La estructura de este libro sigue la misma estructura que los otros volúmenes aparecidos en la colección «Espacios crí10 ticos». Tras esta introducción sigue un capítulo dedicado a trazar el recorrido, vital e intelectual a la vez, del autor. En él se ha intentado remarcar y vincular algunos aspectos de la vida de Farinelli con su producción intelectual. Ello no ha resultado nada fácil. Además de las dificultades que siempre entraña adentrarse en el entorno social y cultural de todo autor, hay que añadir el hecho de que existe muy poca información indirecta sobre él. Prácticamente no hay ningún estudio acerca de sus ideas; tampoco abundan las reseñas de sus libros (Scaramellini, 2005; Micelli, 2011; Frémont, 2011; Söderström, 2005). Además, pocas referencias sitúan a nuestro autor en un contexto más amplio. Hay algunas historias sobre la geografía italiana que ni siquiera lo citan (Ruocco, 2001). Incluso autores que pueden considerarse más afines a Farinelli, pese a citarlo, no le dedican el espacio que seguramente requeriría. Por ejemplo, Alessandra Bonazzi (2011), en su Manuale di geografia culturale, dedica algunas secciones enteras a geógrafos como Denis Cosgrove, Peter Jackson, James Duncan, Carl Sauer, Derek Gregory o Gunnar Olsson y, sin embargo, no dedica ningún capítulo a Franco Farinelli. Claudio Minca (2005), que sí resalta su figura, tampoco elabora ningún estudio más amplio de su obra. Enric Mendizàbal (1999), en su artículo sobre la nueva geografía cultural desde la periferia, a pesar de hacer un buen repaso del estado de la geografía en Italia, tampoco cita al geógrafo de Bolonia. Puede que esta ausencia de información y de referencias indirectas sea el resultado del particular entorno institucional de la geografía italiana. Pero eso que, en muchos sentidos, ha constituido una dificultad, por otra parte ha permitido afrontar los textos de Farinelli de un modo más libre y sin perjuicios. Me ha forzado a hacer un ejercicio de «imaginación geográfica». En este sentido, la reconstrucción que se hace de su biografía, vinculándola a sus escritos y a sus temas de 11 interés, es más el resultado de esta imaginación que del relato que el mismo Farinelli ha hecho de su vida, a pesar de que la entrevista transcrita en este volumen sea de una gran ayuda. Todo ello da como resultado que este primer capítulo descuide en parte aspectos tan importantes como su entorno académico e institucional, y se centre más en sus ideas que en su entorno material. De todas formas, creo que el capítulo focaliza aspectos importantes de su geografía aun cuando a primera vista puedan aparecer como marginales e insignificantes (como, por ejemplo, la metáfora del laberinto). La obra de Farinelli se despliega en muchos sentidos y direcciones. Toda relectura tiene sus riesgos pero confío en que tanto el mismo Farinelli como los lectores del libro sabrán valorarlos. Al final de este capítulo he elaborado un cuadro sintético que permite situar ciertos acontecimientos en el tiempo. He seguido parcialmente el ejemplo de los otros volúmenes de la colección que preceden a este (Edward Soja, Doreen Massey, Richard Peet y Francesco Indovina). Por lo tanto, en el cuadro destacan los hechos históricos, los debates que han tenido lugar y que pueden ser relevantes para comprender las preocupaciones del autor, los lugares en los que ha estado, los campos de estudio sobre los que ha trabajado, las influencias que ha recibido y las obras que ha escrito. Una de las dificultades de leer y estudiar al geógrafo de Bolonia es que los problemas que plantea no siempre son fácilmente localizables en un determinado «paradigma» geográfico. Además, en Farinelli muchas de las cuestiones que se plantean permanecen «ocultas» dentro de un marco más amplio. La cuestión de la postmodernidad sería un buen ejemplo de esto. Farinelli casi nunca plantea su «geografía de los puntos de vista» en términos de una geografía postmoderna. Sin embargo, algunos de sus motivos claramente lo son (la crisis del sujeto, de la representación, la relación entre realidad y simulacro, etc.). Lo que sucede es 12 que los traslada sobre un arco temporal más grande; Farinelli trabaja sobre la longue durée, que dirían los de la Escuela de los Annales. Es un reciclador de discursos. Otro ejemplo es el de la crítica a la Ilustración. Si uno no se percata de hasta qué punto Farinelli participa de esta crítica (aunque él mismo, a mi modo de entender, no lo explicite en ninguna parte), difícilmente podrá comprender cuál es la idea de razón que tiene en mente. Lo que sucede es que desde la geografía el debate no se ha planteado en estos términos. Una de las dificultades de leer a Farinelli es que uno debe situarse simultáneamente en distintos niveles de análisis, entre disciplinas alternativas y con una perspectiva temporal a menudo completamente abstracta. La cuestión de la temporalidad o la historicidad de su discurso no es un problema menor (este ir y venir de la Grecia clásica, del Renacimiento, de la modernidad, etc.). Finalmente, las influencias. Otra dificultad. Hay un desorden aparente en las citas y las referencias que utiliza Farinelli que solo encuentran su lógica y su sentido dentro de sus escritos. Aquello que parece heterogéneo y desordenado se ordena espontáneamente en el discurso de Farinelli. Después de este primer capítulo, se incluye una entrevista que es la transcripción literal de la conversación que el autor mantuvo con Franco Farinelli en el mes de enero de 2012. A continuación se incluye una antología de textos de Franco Farinelli, ninguno de ellos traducido antes al castellano. El criterio de selección puede no ser evidente pero tiene su explicación. Los dos primeros («Salomé» y «A propósito de la imaginación geográfica: una historia breve y recursiva») se han traducido e incluido en el libro a petición del propio Franco Farinelli. Son textos de una gran densidad conceptual y teórica. Los otros artículos sí que han sido escogidos exclusivamente por el autor del libro. En este caso, se ha buscado cierto orden cronológico y, al mismo tiempo, temático. Es decir, que 13 el conjunto sea representativo de una evolución intelectual de largo recorrido por una parte («Historia del concepto geográfico de paisaje» es de 1981, mientras que «Por qué América se llama América» apareció en inglés en 2010, aunque su versión original italiana es un poco anterior); y que de algún modo muestren los motivos recurrentes de Farinelli, por otra. He procurado que los textos seleccionados no repitieran ni argumentos ni ideas. Al igual que en los otros libros de la colección, también en este hemos incluido un texto inédito del geógrafo considerado, que ha escrito especialmente para esta publicación. Finalmente, el último capítulo es un análisis crítico de ciertos aspectos de la obra de Franco Farinelli. Se trata de una lectura intensiva de algunos de los conceptos que, a mi juicio, son los más relevantes de la obra de Franco Farinelli, especialmente en relación a su crítica a la razón cartográfica. No pretende tanto ser un estudio amplio y transversal de las principales aportaciones del geógrafo de Bolonia como un análisis detallado de algunos aspectos de particular interés. Asimismo, también se ponen de manifiesto ciertas similitudes conceptuales o semánticas entre la idea de razón instrumental, propia de la teoría crítica, y la razón cartográfica de Farinelli. Cierra el libro una bibliografía seleccionada de los principales textos de Franco Farinelli. 3 Este libro tiene su origen en la tesis titulada «Franco Farinelli: el llenguatge cartogràfic com a figura del pensament», defendida en el Departamento de Geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona el mes de diciembre de 2010. Agradezco a mi director, el profesor Abel Albet, 14 no solo la oportunidad de escribir entonces una tesis como esta, sino de creer oportuno que una parte del material de la misma se publique ahora en este volumen. Él y la también profesora de geografía Núria Benach, directores ambos de la colección «Espacios críticos», me han animado a escribir este libro. Por eso quisiera agradecerles especialmente no solo el hecho de confiar en mí para elaborar el libro, sino también por compartir el interés por Franco Farinelli. Además, debo agradecerles la iniciativa de esta colección: solo al término de este trabajo me doy cuenta de la dificultad y la complejidad de tal empresa. También quisiera agradecer la ayuda del músico y compositor Riccardo Massari; sin él la transcripción de la entrevista hubiera sido mucho más difícil o incluso imposible. Me indicó, además, algunas pistas para entender con mayor profundidad algunos aspectos de la vida cultural y social italiana. Los martes por la mañana que dedicamos conjuntamente a transcribir la entrevista fueron algunos de los momentos más felices de la elaboración del libro (¡también de los más duros!). Transcribir una entrevista hecha con un vieja grabadora de cassettes con un teórico experimental del sonido fue sin duda algo insólito. No hace falta decir que le doy sinceramente las gracias a Franco Farinelli. Si por una parte me ha dado carta blanca a la hora de escribir este libro, por otra me ha situado delante del globo: ya lo saben, la diferencia entre un mapa y un globo es que mientras el primero te dice cómo debes mirarlo, en el segundo eres tu quien lo decide. Farinelli me ha forzado a interpretar su discurso desde mi punto de vista, sin apenas intervenir sobre el modo en que debía leerlo. Hay ciertamente una gran generosidad en esto: aunque su discurso sea un discurso fuerte y original, nunca he tenido la sensación de que existiera por su parte una apropiación recelosa de este. 15 Referencias bibliográficas AGAMBEN, Giorgio (2008), «L’amic», en Què vol dir ser contemporani? Barcelona: Arcàdia; pp. 51-67. BONAZZI, Alessandra (2011), Manuale de geografia culturale. RomaBari: Laterza. BOTUL, Jean-Baptiste (2004), La vida sexual de Immanuel Kant. Madrid: Arena Libros. CAPEL, Horacio (2001), «Borges y la geografía del siglo XXI», en Dibujar el mundo. 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