caminos hacia un acuerdo doctrinal: diez tesis

Anuncio
AVERY DULLES
CAMINOS HACIA UN ACUERDO DOCTRINAL:
DIEZ TESIS
Paths to Doctrinal Agreement: Ten Theses, Theological Studies, 47 (1986) 32-47
Sin duda uno de los mayores logros del Vaticano II fue la implicación oficial de la
Iglesia católica en el movimiento ecuménico. Después del concilio las relaciones entre
las iglesias separadas han mejorado notablemente pero las principales discrepancias
entre protestantes, católicos y ortodoxos no dan muestras de ir desapareciendo. Una
gran parte del esfuerzo ecuménico se ha dirigido hacia la reconciliación doctrinal ya que
generalmente se considera que es en este terreno en el que estriban las principales
divisiones. En los últimos años autores tan eminentes como Y. Congar, H. Fries, K.
Rahner, J. Ratzinger y G. Lindbeck han publicado importantes libros con la intención de
ayudar a superar los obstáculos doctrinales. Intentaré en este artículo, con diversas
referencias a dichas obras, establecer algunos principios fundamentales en forma de diez
tesis.
Necesidad de acuerdo doctrina l
1.ª tesis
Para empezar eliminemos totalmente la idea de que las iglesias pueden unirse sobre la
única base de la acción, sorteando así la problemática doctrinal. La iglesia no puede ser
concebida como una simple coalición para la acción: es ante todo una comunidad de fe
y de testimonio y, como tal, exige una visión común.
Empiezo, por tanto, con el aserto o tesis de que "un cierto acuerdo doctrinal es un
prerrequisito para la unidad de la Iglesia".
2.ª tesis
Un segundo principio, igualmente indiscutible, es que "un consenso global en todo lo
concerniente a la doctrina es inalcanzable y no se ha de considerar como necesario". En
cada una de las iglesias hay cuestiones debatidas. Por ejemplo, en la iglesia católica
diversos autores discuten sobre la relación entre gracia y libertad. Si no se permite un
margen para la investigación y la discusión, una iglesia no será una comunidad viva y
vibrante ni se mantendrá al corriente de lo que los tiempos piden.
Artículos fundamentales
Por tanto, y de acuerdo con una antigua fórmula que Juan XXIII citaba gustoso, la
unidad se requiere en lo esencial pero la libertad se ha de otorgar en todo lo demás. El
problema no fácil es trazar la línea de separación entre esencial y no esencial. Pierre
Jurieu (1633-1713), teólogo de la iglesia reformada, que hizo una importante labor en
AVERY DULLES
este campo, sostenía que había un número relativamente pequeño de artículos
fundamentales, es decir, de aquellos contenidos de la religión cristiana que uno debe
creer para ser salvo y para ser llamado cristiano; Jurieu fue impugnado por varios de sus
contemporáneos, entre otros por los apologistas católicos Bossuet y Nicole.
Al final del siglo XIX algunos protestantes americanos intentaron concretar los artículos
fundamentales y establecieron estos cinco: la inerrancia de la biblia, la divinidad de
Jesucristo, el nacimiento virginal, la reparación subsidiaria de Cristo y su resurrección y
futuro retorno corporal. "Fundamentalistas", se llamaron estos cristianos.
Desde entonces despuntó el concepto de artículo fundamental pero la lista que
acabamos de dar muestra la dificultad que encierra toda especificación de lo esencial.
Casi todas las grandes comunidades cristianas compondrían una lista bastante distinta.
En la encíclica Mortalium animos (1928) Pío XI rechazaba aun la misma distinción
entre artículos fundamenta- les o no. El asentimiento de la fe, declaraba, siendo
motivado por la autoridad de Dios revelador, se ha de extender a todo lo revelado y
contenido en el depósito de la fe. Pero la encíclica de Pío XI no era la última palabra del
lado católico.
El decreto sobre ecumenismo Unitatis redintegratio del Vaticano II, incorporando la
intervención del arzobispo Pangrazio (25 nov. 1963), llamó la atención sobre el hecho
de que existe un orden o jerarquía en las verdades de la iglesia "ya que es diverso el
enlace de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana" (UR, 11). El decreto
exhorta a todos los cristianos a profesar su fe en Dios, uno y trino, y en el Hijo de Dios
encarnado, nuestro redentor y salvador. Felizmente estas verdades primordiales son
aceptadas y defendidas con idéntico énfasis por los cristianos de muy diversas iglesias y
tradiciones.
3.a tesis
Como tercera tesis podemos, pues, afirmar que "hay una jerarquía de importancia entre
las verdades cristianas" y que las más importantes son las que se refieren a la trinidad y
a la cristología. Podemos, por tanto, presumir que entre los cristianos la conformidad es
más significativa que la disconformidad.
Imperfecta comunión
El reconocimiento por parte del Vaticano II de que hay una gradual jerarquía de
verdades, aunque no lleve a la conclusión de que ciertos dogmas podrían ser
considerados como opcionales, tuvo con todo importantes consecuencias ecuménicas.
El concilio admitía que la comunión cristiana se extiende más allá de las fronteras de
cualquier cuerpo eclesial, incluyendo la iglesia católica.
El ecumenismo del Vaticano Il, como advierte Congar, se basa en una eclesiología de
comunión imperfecta que exige un ulterior desarrollo. Según el decreto UR todos los
(debidamente) bautizados se incorporan de alguna manera a Cristo (22) y están en una
AVERY DULLES
cierta -aunque no perfecta- comunión (3). Pablo VI declararía más tarde (1971) que las
iglesias ortodoxas están en una "casi completa comunión" con la iglesia católica.
Esta doctrina de la comunión eclesial tiene implicaciones para la comunicación en
celebraciones sagradas. Pero ni el concilio ni el actual código de derecho canónico
(1983) especifican bajo qué circunstancias concretas esta communicatio in sacris es
permisible y se remiten a las conferencias episcopales. Las normas publicadas en
diversos países muestran cuán difícil es encontrar una sola fórmula que se revele válida
para todo tiempo y lugar.
4.ª tesis
Resumiendo, pues, podemos establecer un cuarto principio: "donde hay acuerdo sobre
lo esencial en la fe cristiana y la práctica del bautismo válido, existe un considerable
grado de comunión eclesial", aunque las iglesias permanezcan canónicamente
separadas.
5.a tesis
Para concretar algo más esta cuarta tesis, podemos añadir una quinta, esto es, que "en la
sda. escritura y en los antiguos credos (especialmente el apostólico y el nicenoconstantinopolitano) las iglesias más significativas (ortodoxa, católica, anglicana o
protestante) participan ya conjuntamente de un gran fondo doctrinal". Recuérdese, por
ejemplo, todo lo aprobado por los primeros cuatro concilios acerca de temas trinitarios y
cristológicos, así como también la encarnación, resurrección y los sacramentos centrales
del bautismo y la cena del Señor. Iglesias que comparten tan gran riqueza no pueden
tenerse como extrañas entre sí.
A pesar de todo, hay diferencias doctrinales importantes; entre orientales y occidentales,
entre protestantes y católicos. Los dogmas definidos por la iglesia católica desde el s.
XVI constituyen un obstáculo para la unidad. Dogmas como la inmaculada concepción
y la asunción de María y los pontificios del Vaticano I, ¿han de ser aceptados por
ortodoxos y protestantes que quieran unirse a Roma?
No condenación de doctrinas
Muchos teólogos han dado por sentado que un tal consentimiento es requerido. Pero
Rahner afirma que entre las iglesias que aceptan la Escritura y los antiguos credos
bastaría para la unidad que ninguna condene la doctrina obligatoria de las otras como
contraria al evangelio. Añade que se puede llegar ya a una tal avenencia y que Dios
llama hoy en día a las principales iglesias a esta unidad.
La propuesta de Rahner supone dos cuestiones: 1. ¿es verdad que las iglesias están
dispuestas a no condenarse mutuamente las doctrinas?; 2. si dan este paso, ¿sería
suficiente para conseguir la unidad?
AVERY DULLES
1. a) Desde el punto de vista católico parece que la respuesta puede ser afirmativa. Sin
duda por lo que se refiere a las iglesias ortodoxas. En cuanto a las protestantes, imponen
muy pocas doctrinas obligatorias a sus miembros; las consignas sola scriptura, sola
fide, sola gratia son prácticamente doctrinas obligatorias y hay que reconocer que
pueden interpretarse en sentido católico; pero también pueden interpretarse como
negación del sentir católico sobre la tradición o el valor de las buenas obras, cosa que
haría inadmisibles estos principios sin una ulterior precisión.
b) Dejando a un lado si los ortodoxos y protestantes tolerarían mutuamente sus
doctrinas obligatorias, cabe preguntar se si cada uno de estos grupos sabría abstenerse
de condenar los principios dogmáticos de la iglesia católica. Los ortodoxos han
mitigado su postura respecto al filioque y sólo se opondrían a su incorporación al credo;
pero tienen graves dificultades acerca de otros dogmas católicos (especialmente los
promulgados después de la separación definitiva en el s. XI). También los protestantes
han moderado su oposición a determinados dogmas católicos, en particular a los del
papado y al sacrificio de la misa y parecen mejor dispuestos hacia ciertas devociones a
María y a los santos. Recientes reacciones de un teólogo luterano aumentan las
esperanzas de una aceptación de la propuesta de Rahner.
2. H. Meyer, luterano, exigiría que cada iglesia concediera que las doctrinas de las otras
son legítimas interpretaciones del evangelio (y esto es algo más que decir que no se
oponen a él). D. Ols, O.P., en el oficioso Osservatore Romano, objetó que sólo
abstenerse de un juicio negativo es algo claramente insuficiente; su postura recuerda la
de Pío XI frente al fundamentalismo.
Añadiría otra objeción: Si ortodoxos y protestantes pudiesen llegar a la plena comunión
con Roma sin afirmar positivamente los modernos dogmas católicos, parece que a los
mismos católicos no se les podría negar la "comunión" en su propia iglesia si profesaran
las mismas dudas o negaciones. Entonces todos los dogmas en discusión serían de
hecho degradados a un estado opcional para los católicos con la confusión y el
debilitamiento consiguientes dentro de la iglesia católica.
6.ª tesis
A pesar de todo, algo de la propuesta de Rahner puede ser salvado. Sería muy
importante que las distintas iglesias llegasen a la situación que él describe. Si este paso
se diese, las iglesias ya no se mirarían como antagónicas sino como fundadas sobre la
misma fe aunque profesen que deducen diversas implicaciones de ella. Como sexta tesis
afirmamos: "las diversas iglesias pueden llegar a una comunión más profunda si
reconocen que las doctrinas obligatorias de las otras, aunque pudieran no ser verdaderas,
por lo menos no se oponen manifiestamente a la revelación que se nos ha dado en
Cristo".
Retirar anatemas
Hemos de tener en cuenta que muchos de los dogmas formulados en el pasado se han de
entender más como rechazo de unos errores de aquel tiempo que como positivas
declaraciones del contenido de la revelación. Cuando un peligro de herejía ha
AVERY DULLES
desaparecido, tal o cual dogma podría benignamente pasar a una situación de
relegación. Si el error volviera á levantar cabeza, ya el dogma correspondiente
resucitaría para combatirlo.
Algunas condenaciones de la iglesia católica a lo largo de los siglos nos parecen hoy
inofensivas; p.ej. contra discípulos de Orígenes o contra Pedro Abelardo, contra
luteranos, jansenistas o modernistas. Lo mismo podrían decir luteranos y calvinistas por
lo que se refiere a algunas listas de proposiciones que ellos condenaron en los siglos
XVI y XVII. Lo que se requiere hoy es una confesión integral de la fe cristiana que
verdaderamente se oponga a los errores que ahora nos acechan.
Sea lo que sea lo que se opine de cada caso histórico, por lo menos se puede aceptar el
principio de que ciertas concesiones doctrinales podrían permitirse por causa de la
unidad.
El decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II alude al principio establecido en el
concilio de Jerusalén (Hch 15,18) cuando dice "que para el restablecimiento y
mantenimiento de la comunión y de la unidad es preciso no imponer... ninguna otra
carga más que... la necesaria". (UR 18 ).
7.ª tesis
Como séptima tesis sugiero que en interés de la unidad "las iglesias deberían insistir
sólo en un mínimum doctrinal indispensable para una fe cristiana madura y auténtica, y
que las doctrinas formuladas como respuesta a determinadas crisis históricas deberían
ser revisadas para ver si han de ser impuestas hoy como prueba de ortodoxia.
Hacia una hermeneutica de unidad
Desde que las iglesias en época reciente aceptaron su propia conciencia histórica,
progresivamente se ha ido reconociendo que las formulaciones doctrinales están
condicionadas por la historia.
Los pronunciamientos dogmáticos, que tenían como objetivo muchas veces
determinados problemas, se han visto marcados por los conocimientos, lenguaje y modo
de pensar propios del tiempo; así lo observa la declaración de la S.C. para la doctrina de
la fe "Mysterium Ecclesiae" (24.06.73). Por tanto las formulaciones han de ser
reinterpretadas para hacerlas inteligibles y aceptables en épocas posteriores.
Un problema particular presentan las doctrinas definidas como consecuencia de
experiencias vividas en una comunidad eclesial y no en otras. Ratzinger, más tarde
prefecto de la S.C. para la doctrina de la fe, hizo en 1976 una atrevida propuesta que
llamó la atención de todo el mundo; fue en el contexto de las relaciones católicosortodoxos y de su posible unión y de lo que no podían exigirse mutuamente. Invocando
razones históricas parecía sugerir que se podía llegar a la unidad sin pedir a los
orientales que aceptaran los concilios Vaticanos I y II. Ahora, él mismo explica (1983)
que su intención era afirmar que los documentos transmitidos por la historia han de ser
interpretados según una cierta "hermenéutica de unidad", la cual "supondrá una
AVERY DULLES
lectura... en el contexto de toda la tradición y con un conocimiento más profundo de la
Escritura...".
Bertrand de Margerie desarrolló posteriormente este tema, proponiendo que los
concilios del primer milenio (que se celebraron en tierra oriental con poca participación
occidental) sean releídos por la iglesia occidental a la luz de su tradición; y a la inversa
los del segundo milenio.
Congar insinúa una solución semejante con la palabra "re-recepción" y la refiere a
diversos ejemplos concretos de católicos, luteranos y ortodoxos griegos. Doctrinas
formuladas dentro de un marco social e intelectual demasiado estrecho han de ser
adaptadas a un contexto más amplio y a una reflexión más profunda de los datos que
nos ofrecen Escritura y tradición.
El teólogo luterano americano George Lindbeck, distinguiendo diversas teorías sobre la
doctrina (The Nature of Doctrine, 1984), llama la atención sobre el papel jugado por la
doctrina en la formación de las comunidades y muestra que las controversias teológicas
han tenido poco en cuenta los factores culturales y lingüísticos del discurso religioso.
Casi todos los que intervienen en el diálogo ecuménico podrían atestiguar la dificultad
que experimentan cuando quieren explicar a los miembros de otra confesión cristiana
las formulaciones tradicionales de la propia (p.ej., los luteranos la justificación sola fide,
los católicos la transubstanciación). Por medio de un paciente diálogo se pueden
reinterpretar muchos términos y hacerlos inteligibles, tolerables y aún aceptables. En el
curso de este diálogo cada comunidad profundiza y purifica su experiencia, reflexión y
expresión. Este proceso ilustra lo que parece que Ratzinger llama "hermenéutica de
unidad" y Congar "re-recepción".
8ª tesis
Como octava tesis afirmamos que "por medio de una reinterpretación en un contexto
hermenéutico más amplio las limitaciones de formulaciones doctrinales controvertidas
pueden ser superadas de modo que consigan mayor grado de aceptación".
Pluralismo doctrinal
Un posible resultado de la "hermenéutica de la unidad" es una reformulación aceptable
por las dos partes dialogantes y que haga justicia a ambas. A veces no parece posible
hallar esta fórmula. Nos preguntamos si en este segundo caso ha de seguir
prevaleciendo el desacuerdo.
9.ª tesis
Propondría como novena tesis que "en algunos casos un acuerdo substancial puede ser
alcanzado entre las dos partes sin que se tengan que imponer mutuamente idénticas
formulaciones doctrinales".
AVERY DULLES
Si este principio se hubiese observado siempre que se habrían evitado algunas trágicas
rupturas como la de los llamados monofisitas. La doctrina del concilio de Calcedonia
sobre las dos naturalezas de Cristo (451) no ha de ser necesariamente entendida como
contradictoria de la profunda intención que encierra la fórmula alejandrina "la sola
naturaleza del Hijo de Dios encarnado".
Otro caso nos ofrece el concilio de Florencia (1439). Tratando de la procesión del
Espíritu Santo, por una parte declaraba que la fórmula griega ("del Padre por el Hijo")
equivale a la latina ("del Padre y del Hijo") y por otra parecía que interpretaba la
primera de estas fórmulas como contraria a la intención de los Padres griegos y así sus
conclusiones fueron recibidas en el oriente como una capitulación ante la postura de
Roma.
Congar, apelando a Hilario y Tomás de Aquino, sostiene que ninguna expresión es
apropiada para formular un misterio percibido en la fe. Aplica esta teoría (después de un
excursus sobre la de la complementariedad del físico Bohr) al filioque y concluye que
"hay dos construcciones del misterio, cada una de las cuales es coherente y completa aunque a la vez insatisfactoria en algún punto- y no puede ser impuesta sobre la otra".
El decreto del Vaticano II sobre el ecumenismo sugirió la posibilidad de un cierto
pluralismo dogmático al admitir que "con frecuencia las diversas fórmulas teólogicas,
más que opuestas, son complementarias entre sí" (UR 17). El acuerdo doctrinal no ha de
adquirir necesariamente la forma de sumisión; bastaría un mutuo reconocimiento de
complementariedad.
En el pasado muchas discusiones teológicas se exponían como si hubiese que tomar
partido entre dos proposiciones lógicamente contradictorias. Los diálogos ecuménicos
de las últimas décadas han puesto de manifiesto que las antítesis no eran tan
pronunciadas; las dos partes usaban las mismas palabras con diversos matices en su
significado y distintas palabras para significar lo mismo. El significado era más rico que
el contenido conceptual de las palabras.
Gradual aceptación
Esto no quiere decir que las dos partes antes en conflicto puedan siempre reconciliarse
sin ningún cambio en lo que enseñan. La historia muestra que protestantes, católicos y
ortodoxos han discrepado durante siglos y se han rechazado mutuamente las
formulaciones como falsas o al menos ambiguas. Aunque hoy pueda preverse la
posibilidad de una mutua interpretación favorable, no podemos aceptar sin más que la
interpretación mejor es la sostenida hasta ahora por la otra parte. Es preciso que el
diálogo siga para llegar a fórmulas hipotéticamente aceptables con las debidas
matizaciones.
10.ª tesis
Como décima y última tesis, yo diría que "para conseguir un acuerdo doctrinal, las
formulaciones obligatorias de cada tradición han de ser cuidadosamente examinadas y
AVERY DULLES
conjuntamente afirmadas con las modificaciones, explicaciones o reservas que sean
necesarias para mitigar los legítimos recelos de las iglesias hermanas".
No coincido con Rahner y Fries en una llamada hacia una unión inmediata entre las
iglesias principales. Creo que tiempo y esfuerzo considerables serán necesarios para
llegar a un acuerdo doctrinal suficiente para una comunión plena. El acuerdo se
conseguirá, creo, por etapas.
Ya ahora podría haber una declaración conjunta de fidelidad a la Escritura, a los credos
y a los concilios de los primeros siglos; ello supondría un grado notable de comunión.
Luego las iglesias podrían avanzar hacia una afirmación de que -algunas o todas- las
doctrinas de las otras no son contrarias al evangelio y, por tanto, no sujetas a ningún
tipo de condenación. En tercer lugar, podrían progresar hasta el punto de una mutua
aceptación de las fórmulas doctrinales obligatorias con las salvedades arriba indicadas.
Cuando estos tres pasos se hayan dado, la base doctrinal de la unidad se habrá puesto.
No podemos tener ninguna certeza de que alcanzaremos el último peldaño antes de que
termine la historia. Creemos, sin embargo, que el Espíritu Santo nos está conduciendo
hacia un mayor grado de unidad en la verdad. Cada paso dado hacia un acuerdo
doctrinal acrecienta la comunión entre los cristianos y dis minuye el escándalo que
produce su mutua oposición. El esfuerzo ecuménico se ve recompensado con creces
cuando se ha recorrido una parte del camino.
Tradujo y extractó: JOSEP MARIA TORELLO
Descargar