El verano en el que Andalucía quiso ser independiente

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74 ANDALUCÍA
DOMINGO, 26 DE JULIO DE 2015
abc.es/andalucia
En Julio de 1893 los andaluces destituyeron el Gobierno y
lucharon por la insurrección cantonalista
El verano en el que Andalucía
quiso ser independiente
CRISTÓBAL VILLALOBOS MÁLAGA
1.- El Avisador
Malagueño da
cuenta, el 22 de
julio de 1873, de la
proclamación de los
cantones de Sevilla,
Cádiz y Málaga.
2.- Las tropas de
Pavía tras arrasar la
resistencia
cantonalista en
Sevilla.
3.- Caricatura de la
revista satírica “La
Flaca” en la que Pi y
Margall es acosado
por el federalismo,
representado por
figuras ataviadas
con diversos trajes
regionales.
4.- La Guardia
Civil entra en el
Congreso por
orden del general
Pavía.
E
l 11 de febrero de 1873
Amadeo de
Saboya presentaba su renuncia
irrevocable al trono
de España, y regresaba a Italia, harto de ser
el centro de una diana
a la que disparaban
carlistas, republicanos
o monárquicos partidarios de la restauración borbónica en la figura del futuro Alfonso
XII.
Se iniciaba de esta
manera la Primera República, presidida por Estanislao Figueras, que en
cuestión de pocos meses
sería sustituido por Francisco Pi y Margall, que
acabaría por tener que dimitir, ante un país ingobernable que se fragmentaba en taifas durante un
verano, el de 1873, en el que
buena parte de Andalucía
quiso ser independiente.
El nombramiento del federalista Pi y Margall pretendía satisfacer y controlar las apetencias revolucionarias de los federalistas más
radicales. Sin embargo, constituyó la
puerta franca para que, de inmediato, en muchas ciudades de España se
destituyesen, de forma violenta en
multitud de casos, a
los representantes del
gobierno central y se
declarasen cantones
independientes: ciudades libres que, posteriormente, podrían
federarse entre sí.
La insurrección se
extendió entre junio y
julio de 1873 por Málaga, Sevilla, Cádiz,
San Fernando y Sanlúcar, para pasar posteriormente a muchas
poblaciones andaluzas, al levante peninsular y a diversas comarcas de Extremadura y Castilla. El
propósito de los sublevados lo resumió el Comité de Salud Pública de Cádiz: «El Comité se ocupará […] de salvar la República y contrarrestar el es-
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ABC
píritu
centralizador
de
las
organizaciones políticas pasadas y
salvar para siempre al pueblo español de todas las tiranías».
Para intentar frenar la oleada revolucionaria Pi y Margall desarrolló,
en un tiempo record, un proyecto de
nueva Constitución, que dividía España en una serie de estados (Andalucía Alta, Baja, Aragón, Cataluña,
Cuba…) que formarían, unidas, la República Federal. Tras tres días de debate, y tras perder la votación, Pi y
Margall dimite, acusado por moderados y monárquicos de ser el responsable del cantonalismo. Le sucedería
en la presidencia Nicolás Salmerón.
El nuevo presidente, apoyado por
los monárquicos, recurriría a la solución militar para acabar con el problema. Nombró a los generales Martínez Campos y Pavía como capitanes generales de Valencia y Andalucía,
zonas donde había triunfado el nuevo movimiento, mientras reorganizaba el ejército y destituía a aquellos políticos que habían apoyado, de alguna manera, estas insurrecciones.
Durante los meses de julio y agosto
el general Pavía, con un ejército de unos
3.000 hombres, fue reduciendo una por
una las diferentes ciudades y poblaciones andaluzas proclamadas como cantones independientes: Córdoba, Sevilla
y Cádiz fueron las principales plazas tomadas, en las que las desorganizadas y
mal armadas milicias nada pudieron
hacer ante los militares.
Málaga fue la última en caer en Andalucía, resistiría hasta el 18 de septiembre. En el resto de España, Cartagena aguantaría el asedio hasta el
11 de enero de 1874. La sublevación
encontró en el caso de la ciudad murciana su propio paradigma, quedando para la historia el grito de ¡Viva
Cartagena! como muestra de nuestro
atávico individualismo, contribuyendo sin duda a ello la narración que
hizo Benito Pérez Galdós de estos
acontecimientos en varios de sus Episodios Nacionales, lo que ha hecho
que los españoles circunscriban casi
en exclusiva este movimiento insurreccional a esta ciudad cuando, en
realidad, tuvo gran protagonismo en
Andalucía.
Ante tal inestabilidad y desgobierno, la insurrección cantonalista convivía con la Tercera Guerra Carlista y
con los anhelos independentistas cubanos, a Salmerón le sucedería Castelar en septiembre de ese mismo
año. El genial orador gobernaría hasta enero del
74, cuando el general Pavía entraría en el Congreso con sus tropas, disolvería las Cortes y entregaría el poder a un
grupo de generales, que
elevarían a la presidencia al general Serrano,
responsable de la toma
de Cartagena y que resultaría, a la postre, el
último presidente de la
I República.
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