Nota de prensa - Real Liga Naval Española

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SEGURIDAD EN LAS
PROFUNDIDADES DE LA MAR,
SATISFACCIÓN EN LA
SUPERFICIE TERRESTRE.
Ania Granjo
Subdelegada
RLNE- Valencia
Bautismo de Mar y de Emociones Marinas
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Dicen que las primeras experiencias son como los primeros besos: que nunca se
olvidan. Éste, sin duda, es mi caso.
Durante el pasado fin de semana, de 27 al 29 de septiembre de 2013, y en
Barcelona, he tenido la oportunidad y el privilegio de vivir una de mis
experiencias más vitales, formativas, e instructivas: Mi bautizo de Mar y de
emociones marinas a bordo del cazaminas Tajo de nuestra Armada.
Este buque, junto con su compañero el Turia, se hallaban atracados en dicho
puerto con motivo de la celebración del Salón Náutico inaugurado esa semana
y que supone un gran y celebrado acontecimiento naval, social y deportivo de
la urbe barcelonesa. Festejos a los que no podía faltar sumarse la RLNE, a través
de nuestra delegación en dicha circunscripción.
Mi periplo comenzó con la asistencia al almuerzo (más bien a
los postres) ofrecido por el compañero delegado, Francisco
Sánchez Jurado, en el restaurante “El Círculo” - ubicado en el
interior del emblemático templo operístico por excelencia: El
Liceo - a las personalidades navales representativas y los
comandantes primeros y segundos de ambas embarcaciones.
A su conclusión, fuimos invitados, por el presidente de la Asociación Nacional de
Patrones Profesionales de Embarcaciones de Recreo (ANPPER), José Mª Bertrán
Basauli. a visitar las magníficas instalaciones del Real Club Náutico, y disfrutamos
de una puesta de sol aterciopelada mientras conversábamos animadamente.
Continuamos siendo recibidos en la terraza ambientada al efecto en las
instalaciones náuticas del Salón.
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Increíble mi visita a una lujosa embarcación de recreo italiana donde el glamour
y el lujo se respiraban por doquier coronadas por un espléndido jacuzzi situado
en popa con vistas al mar. Momento, en el que sin duda, lo exterior, lo interior y lo
mental se fundirían en un solo pensamiento.
A la mañana siguiente, tocó madrugar para acudir al barco. Desayuno
espléndido donde tuve el placer de conocer a la encantadora esposa del
capitán de corbeta, Jordi Bonet, llamada Belén, al hijo de ambos, Jordi, y al no
menos entrañable Pere Cánovas Aparicio, artista polifacético donde los haya y
Presidente de la Asociación de ex marinos del desaparecido “Eolo” y, sobre
todo, marino de pro, con profundo sentimiento arraigado de la mar desde sus
tiempos de milicias en el minador de nombre mitológico del dios griego.
Con Belén y Pere Cánovas Aparicio
Con Jordi Bonet – Capitán de Corbeta y segundo
Comandancia Naval Barcelona
Me embelesó su espíritu creativo, dulce y su bonhomía personal. Comprendí su
ilusión, su lamento y su deseo vitalista. También su magnífica técnica de dibujo
obsequiándome, en un par de minutos, con una maravillosa caricatura que
conservo con especial ilusión y cariño. Me hablaba de vidrieras pintadas por él.
De sus cuadros, de sus “bastaixos” de la Catedral de Santa Mª del Mar (que más
tarde recordaría al visitarla)
Acicalados y a punto, nos dirigimos a pie rumbo a la
ubicación de las embarcaciones. Me encantó ese
recorrido por las míticas ramblas de espaldas a la
estatua del Almirante Colón.
La observé con detenimiento: sus ropajes, su
sombrero, sus calzas..... y un sin fin de recuerdos me
vinieron a la mente recorriendo cinco siglos de
historia hasta remontarme a Palos de la Frontera,
noviembre 2012.
La foto que me hizo Jordi Bonet junior, me sacó de
mi ensimismamiento....
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Llegados a los cazaminas, nos fueron distribuyendo en ambos. Unos, los ubicaron
en el Turia. Yo, fui destinada al Tajo. Situación que constituyó para mí, un
verdadero privilegio pues en ella, no sólo se hallaba el Comandante Naval de
Barcelona (respondiendo a la antigua tradición de que éste viaja en el barco
mandado por el comandante más antiguo) y su segundo, el capitán de Corbeta
Jordi Bonet, sino también la asociación de los Eolos que iban a protagonizar uno
de los actos más emotivos que abordo de una embarcación haya presenciado.
El Tajo estaba bajo las órdenes del comandante y capitán de corbeta, Gabriel
Peche Ortín y su segundo, Miguel Fernández de León.
Primeramente, me llamó mucho la atención las estrictas medidas de seguridad
que nos dispensaban al personal civil subido embarcado al ordenar colocarnos,
necesariamente, los chalecos salvavidas. Seguidamente, y tras zarpar el Turia, lo
hicimos nosotros.
Comenzó así una partida de puerto con una suavidad extrema, en un día
grisáceo y algo tristón, que se parecía más a un deslizamiento sobre el agua que
a un avance sobre la misma. Me fijé en las precisas órdenes técnicas que el
comandante Peche, - desde fuera de la cabina del puente - le transmitía a su
suboficial (Jose) que hacía de “relé” transmitiéndolas éste, a su vez, al personal
situado en el interior del puente de mando. Reparé en el tono seguro de las
coordenadas. Me transmitió confianza. Aunque, obviamente, no entendía el
lenguaje, pero sí comprendí el resultado: una mecida y eficaz partida del buque.
Nos dirigíamos hacia la bocana, mar adentro.
Tuve ocasión de visitar, con gran curiosidad, el interior del puente de mando. Me
fijé en su sistema de seguridad por colores según se detectara una emergencia u
otra durante la travesía. También en las cartas náuticas que eran, a su vez,
visionados en modernas pantallas de ordenador. Fotografié mentalmente toda
la escena de colocación del personal, sus asientos determinados, sus
movimientos precisos, concentrados y aislados del resto de lo que allí sucedía
ajeno a su cometido. Pude comprobar la perfecta coordinación y trabajo en
equipo reflejado en sus miradas puestas en cada espacio, tecla, botón o mando
de su objetivo. Asimismo, su megafonía y sus pantallas multicolores, que poco
comprendía, pero que, estaba segura, nos llevaría sin problemas a destino
marcando el rumbo predeterminado.
Fuera de la cabina, reparé en un aparato - parecido a la rosa de los vientosdonde un joven marinero me explicaba amablemente su función y el concepto
de demora. Me encantó y sacié con ello parte de mi innata curiosidad.
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Con el Comandante Naval de Barcelona
Miembros de la tripulación que forman en cubierta
En este punto, llegó el momento de la ceremonia conmemorativa de los “Eolos”.
Formaron a ambas bandas: en una, los ex marinos. Enfrente, los marinos,
encabezados por los comandantes a bordo, uniformados de blanco diario,
seguidos por una parte de la dotación , vestidos con el uniforme azul marino de
faena.
Con la solemnidad del acto y los respectivos honores, un par de representantes
arrojaron flores y una corona de laurel al mar como homenaje a los compañeros
fallecidos. Finalizado, rezaron al unísono la ORACIÓN, seguido de la SALVE
MARINERA. Yo, desde arriba, observaba absorta tal escena mientras Jordi Bonet
Junior inmortalizaba con su móvil el instante.
Momentos del homenaje
Pude percibir la emoción que embargaba a esos ex-marinos, el latir, apretado
por la congoja de sus corazoncitos causado: por una parte, debido al
sentimiento del recuerdo nostálgico del ayer. Por la otra, a consecuencia del
corto camino del mañana. Constaté que nos encontrábamos allí cuatro
generaciones: niños, adolescentes,
hombres y abuelitos, todos con un
sentimiento común que nos unía a la vez que identificaba: la pasión por la mar.
Me emocioné. Entonces recordé las palabras del anterior AJEMA, Manuel
Rebollo, publicadas el 2 de julio de 2012, que, a propósito de ser marino, decía:
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“ ...entre el personal embarcado la camaradería, el hermanamiento y los fuertes y
estrechos lazos de compañerismo y amistad, se refuerzan y perduran con el
tiempo”.
¡Cuánta razón encierran estas palabras!
Concluida la ceremonia, parte del personal de la dotación del cazaminas, formó
grupos con los visitantes para enseñarnos la embarcación. A mí me tocó la suerte
de compartir honores con el Comandante Naval, Juan Carlos Fontanals (detalle
que le agradezco infinitamente) y ambos fuimos obsequiados con la visita que
nos dispensó el comandante del buque, Gabriel Peche, ofreciéndonos toda
clase de explicaciones técnicas y precisas acerca del buque, su contenido,
funciones, alta tecnología....
Destaco, de dicho recorrido tres elementos, para mí esenciales, que distingue e
identifica a este tipo de barco: el sónar, el Centro de Información y Combate
(CIC) y los submarinitos (Pluto y minisniper).
El sónar: por los centenares de remaches a presión que conlleva, sus extremadas
medidas de seguridad, sus cuidados de conservación para mantenerlo en
perfecto estado, sus subidas y sus recogidas protectoras del salitre marino.... Tuve
la impresión que todo el diseño del buque obedecía al alojamiento de esta
pieza clave.
El CIC: compartimento oscuro e iluminado con una luz roja para apreciar mejor
las imágenes informáticas. Reparé en la información recibida en cuanto a la
independencia de emitir y anular órdenes respecto del puente de mando a
través del joystick al efecto, según lo requiriera la precisión de las imágenes
ofrecidas por el sónar y la necesidad que ello precisara para lograr el objetivo
marcado. En aquél mini compartimento se podía percibir: concentración,
responsabilidad, respiraciones contenidas y latidos congelados en el ambiente.
Momentos de tensión infinitos. ¡Me estremecí!
Me quedé con las ganas de ver personalmente el
llamado Pluto.
Es un submarinito de múltiples utilizaciones que aloja
una carga
para que, dirigido oportunamente,
alcance el objetivo. Aunque, eso si, pude ver su
cuna. (Algo es algo. Más vale el 5% de algo que el
100% de nada)
Éste es su habitáculo natural dentro del barco.
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Cosa distinta fue contemplar el llamado el minisniper que, a diferencia, del
anterior, éste tiene un único uso ganando con ello en precisión y seguridad para
obtener los resultados pretendidos.
También su coste económico es superior. por lo que concluí, que la utilización de
uno u otro dependería de cada situación, cada objetivo y la gravedad de cada
caso a decidir, valorando ad casum todas las circunstancias concurrentes del
supuesto.
Con el comandante del Tajo, Gabriel Peche
Especial sorpresa me causó la cámara hiperbárica y las explicaciones al
respecto ofrecidas por el comandante Peche cuando nos detalló el sistema de
descompresión de los buzos que bajaban a distintas profundidades para explorar
los fondos marinos en la búsqueda, localización y comprobación de los objetivos.
Fui entonces consciente del valor y abnegación que impulsa a esos hombres y
mujeres a lanzarse a las profundidades en el desempeño de una labor tan difícil y
arriesgada.
Concluimos la visita con la parte estética visitando el camarote del comandante,
las cámaras de oficiales y suboficiales, comedor de marinería y demás
dependencias del barco.
Finalmente, atracamos con la misma suavidad, precisión y operatividad técnica
con la que salimos a la mar.
Llegados a este punto, debo mencionar y agradecer la magnífica disposición de
los Comandantes del Tajo y dotación de cazaminas, que nos dispensaron a
todos los presentes. Muy especialmente, el trato humano y afable para con los
abuelitos del Eolo. Atención permanente y detallista durante todo el recorrido y a
todas las personas que allí nos encontrábamos haciéndonos el trayecto
sumamente agradable y confiado.
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Noté y se notaba, la camaradería entre la tripulación, la coordinación, el trabajo
en equipo, la profesionalidad en todos sus integrantes – desde el último marinero
hasta los comandantes- el absoluto respeto y obediencia debida a los mandos y
la extrema autoridad militar imperante impartida de un modo muy humano, muy
cercano a la vez que distante. Difícil mezcla de conseguir y que aquí aprecié
con notoriedad. También constaté la tremenda austeridad que se respiraba en
el buque y la sensación de vocación convencida de sus miembros. ¡Mis sinceras
felicitaciones y agradecimiento (que siento generalizado) a los mandos y a toda
la dotación del Tajo!
Izda: Comandantes 1º y 2º del
cazaminas Turia: Pedro A. Pérez Núñez
y Jaime Muñoz-Delgado Pérez.
Drcha: Comandante Naval de
Barcelona,
Cmte.
del
Tajo
y
Comandante 2º de Barcelona
Finalizado el bautismo marítimo, fuimos obsequiados con el oportuno diplomita
acreditativo al efecto. Me gustó y, como niña con zapatos nuevos, me dirigí al
fabuloso almuerzo al que fui invitada por la asociación de desaparecido
minador. Allí compartí, mesa, mantel y excelente ágape acompañada de
buena conversación y mejor vista. A continuación, visité el “ Museo Eolo” que, al
efecto, se ubica en una sala de las dependencias de la Comandancia Naval. Un
bello lugar repleto de recuerdos, fotografías, metopas... donde se apreciaba
claramente ese toque nostálgico del ayer que ya nunca volverá pero que
permanecerá, siempre, en la mente de quienes lo vivieron y en la de los que,
como yo, visitamos esa entrañable amalgama de retazos de la historia del
desaparecido barco. ¡De recomendable visita!
Seguidamente, inicié mi paseo particular por la zona. Comencé subiendo al
conocido teleférico donde, contemplando la extraordinaria panorámica de la
ciudad que se mecía a mis pies, pude realizar la fotografía aérea de los
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cazaminas atracados en puerto con una disposición en paralelo perfecta y
casual, de increíble belleza estática. ¡Voilà!
Continué con un paseo y café en terraza contemplando el mar. ¡Nunca antes un
americano descafeinado me supo tan perfumado a salitre!
Finalicé el sábado con un especial recorrido guiado por las calles angostas y
empedradas de la Barcelona más emblemática, gótica y, tal vez, más literaria.
Acabé recalando en un banco de la Iglesia de Santa María del Mar. Mirando sus
muros y su techo gótico, aprecié las humedades de la piedra. Las páginas del
best seller de mi compañero Ildefonso Falcones, La Catedral del Mar, iban
pasando por mi memoria. Recordaba los pasajes y me parecía vivir las repetidas
escenas dels bastaixos cargados con sus grandiosas piedras para construir este
bellísimo templo. Me acordé de las vidrieras pintadas por Pere y que me relató en
nuestro desayuno matutino. Miré a mi derecha a un hombre sentado que
parecía un mar de dudas dentro de ese mar de piedras, como atrapado por un
silencio interior. Reparé en su rostro que parecía reflejar una contrariedad
incontrolable y quizá inconfesable. Volví al recuerdo de mi lectura que acabé un
29 de julio de 2010. Parecía ayer y habían pasado tres años. Sentí entonces que,
a veces, pasado y presente, se funden en un instante mudo. Somos, pues,
trocitos de tiempo.
Al salir, continué mi recorrido por el empedrado asfalto de esta ciudad silenciosa
e iluminada llena de placitas con encanto. Recalé en una tasca amaderada
con olor a cuero viejo y a bourbon de garrafón. Los jóvenes iban llegando hasta
que el ruido se hizo insoportable. Continué callejeando en un intento de parar el
tiempo acompañada de un sentimiento único, especial y vibrante por esas
estrechas callejuelas peatonales exentas de circulación vial e iluminadas por
viejas farolas que desprendían luces tenues, como apagadas, que contrastaban
con el espíritu vitalista, brillante y punzante que me invadía en ese momento. A lo
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lejos se oían las notas a capella de bellísimas arias musicales. Me envolví en el
momento...
Observé las balconadas ajardinadas en un intento fugaz de imbuirme de todo
ese encanto y misterio con que esta parte de la ciudad me obsequiaba. En
parte lo conseguí....
Al día siguiente, a las 7,00 de la mañana y en una ciudad aún dormida, recorrí los
tenderetes de Las Ramblas para adquirir algún recuerdo. Compré unos platos de
reminiscencia pretendidamente gaudiana que parecía asemejarse a la rosa de
los vientos. No sé si fue, la hora, el sueño que arrastraba, el recuerdo de Gaudí o
la asimilación - siquiera parecido abstracto de la famosa rosa - que acabé
comprando dos ejemplares, tal vez intuyendo que, alguno se fuera por la
borda...
A las 8,00 a.m. y con la conocida puntualidad militar, fui recogida por Jordi Bonet
para despedir a los cazaminas. Recibidos amablemente por los comandantes de
ambos barcos, nos obsequiaron con un café y pastas, en la cámara de oficiales
del Tajo, que, personalmente agradecí... Charlamos animadamente y nos
despedimos....
Conforme me alejaba de las embarcaciones comprendí que había sido testigo
presencial y vivencial de una experiencia única, reveladora y enriquecedora.
¡INOLVIDABLE y PERPETUA EN MI MEMORIA!
Y ello ha sido posible gracias a la invitación de mi compañero de profesión y
asociación, Francisco Sánchez Jurado, a la sazón, Delegado de la Real Liga
Naval Española en la ciudad condal, al Presidente del ANPPER, José Mª Bertrán
Basauli y, cómo no, a los Comandantes de dichos cazaminas, primeros y
segundos: Gabriel Peche Ortín y Miguel Fernández de León (Tajo) y Pedro A. Pérez
Núñez y Jaime Muñoz-Delgado Pérez (Turia). Finalmente, al titular de la
Comandancia Naval barcelonesa, el capitán de Navío, Juan Carlos Fontanals
Pérez de Villaamil.
No puedo concluir esta crónica, sin manifestar mi expresa gratitud por la cesión
gratuita de las fotografías que ilustran este texto a: Jordi Bonet Junior, José Mª
Bertrán y al Cabo Primero del cazaminas Tajo, Patxi Reche.
Con el Presidente del ANPPER, José Mª Bertrán Basauli
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Esta crónica va dedicada a TODOS los que se jugaron, se juegan y se
jugarán, su vida en las profundidades de la Mar para hacernos sentir
y vivir seguros a TODOS los que habitamos en la superficie terrestre,
permitiéndonos soñar y alcanzar nuestros más profundos anhelos.
Y
ESPECIALMENTE, al Capitán de Corbeta, Jordi Bonet Albalat, Segundo
de la Comandancia Naval de esta ciudad, por su extraordinaria
acogida y sin cuyo apoyo estas vivencias no hubieran sido posible.
¡Mi infinita gratitud por ello!
“Cruzas por el sueño y al despertar me conmueve el reflejo del vértigo de tu
ausencia “ (Emilio José)
¡HASTA LA PRÓXIMA!
ANIA GRANJO
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SUBDELEGACIÓN DE VALENCIA
SEPTIEMBRE 2013
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