s. agustín. conocimiento

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Historia de la Filosofía 2º Bachillerato
Profesora: Sara Guerra Escalona
CONOCIMIENTO EN SAN AGUSTÍN
San Agustín nace en el 354 en Tagaste, cerca de Cartago. El objetivo de su filosofía
es alcanzar la verdad y la felicidad. Es una de las figuras más relevantes de la
filosofía y del cristianismo.
En cuanto al cristianismo dos fueron sus influencias: su madre Santa Mónica que puso
los cimientos hasta su tardía conversión y San Ambrosio que le hizo inteligible la Biblia
y le bautizó.
Respecto a la filosofía, nos cuenta en la biografía más leída de la historia Confesiones
que fue un diálogo hoy desaparecido de Cicerón: El Hortensius quien le inculcó el amor
a la Verdad y desde ese momento suspiraba por la sabiduría inmortal. En algún
momento de esta búsqueda de la verdad se aproximó al maniqueísmo y al escepticismo
de la Academia pero ninguno le convenció; es en Platón , los neoplatónicos y en el
cristianismo donde encontramos la raíz de su pensamiento. Como él mismo dice en
Contra Académicos “confío encontrar en los platónicos tesis que no repudien a la
palabra sagrada” por eso decimos que San Agustín es platónico hasta donde le dejan
las Sagradas Escrituras.
Toda su filosofía se centra en el esfuerzo racional por comprender la verdad que
encuentra en la fe cristiana. “razona para creer, cree para entender” y en este
contexto hay que entender su teoría del conocimiento; así pues, para San Agustín el
conocimiento de la verdad ha de ser buscado no solo con fines académicos sino
porque aporta la verdadera felicidad, la verdadera beatitud, solo el sabio puede ser
feliz y la sabiduría requiere el conocimiento de la verdad.
Partimos entonces del hecho de que para San Agustín la verdad existe y puede ser
conocida.
Como afirmaba en Contra Académicos incluso los más escépticos están seguros de
algunas verdades, por ejemplo del principio de no contradicción, esto es, que de dos
proposiciones disyuntivas contradictorias una es verdadera y otra es falsa: “O el
mundo tiene principio o no tiene principio” una de las dos es verdadera y la otra falsa.
Por otra parte, aunque no pueda estar seguro de que la apariencia se corresponda con
la realidad, es decir, de que esto sea blanco, sea suave, si yo me limito a decir “esto
me parece blanco, me parece suave” ningún escéptico podría negar esta impresión
subjetiva.
Además si dudo de que los sentidos me estén dando información verdadera, es
verdad al menos que dudo y por lo tanto existo: “Si fallor, sum” (en este punto se
anticipa a Descartes) de aquí deriva la certeza de que existo, que vivo y que soy
consciente de esta existencia, por tanto admite la certeza de lo que somos
conscientes por experiencia interna.
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Profesora: Sara Guerra Escalona
Afirma como veremos la existencia de distintos tipos de verdad, verdades eternas,
modelos inmutables que el alma posee y la Verdad que identifica con Dios.
En el análisis sobre el conocimiento San Agustín distingue tres grados: el nivel
más bajo de conocimiento es la sensación, esta es común al hombre y a los animales; y
el nivel más alto del conocimiento, específico del hombre, es la contemplación de las
cosas eternas (sabiduría) llevada a cabo por la mente sin necesidad de los sentidos;
pero entre estos dos niveles hay una estación intermedia que es el conocimiento
racional en el que la mente emite juicios acerca de los objetos corpóreos utilizando
como criterios modelos eternos e incorpóreos, este uso inferior de la razón, no
compartido por los animales, utiliza la información de los sentidos y tiene un sentido
práctico pues va encaminado a la acción.
CONCIMIENTO SENSIBLE
El alma conoce los objetos del mundo exterior a ella a través de los sentidos,
pero tanto los objetos como los sentidos (ambos mudables) aportan deficiencias, por
eso si juzgo que las cosas existen objetivamente tal como se me aparecen puede
que me esté engañando por ejemplo, si digo este agua está fría puedo estar
engañado, sin embargo si me limito a decir esta agua me parece fría, digo la verdad.
Por tanto no puedo decir que los sentidos me engañan sino que es mi juicio acerca
de ellos el que me puede inducir a error. Sin embargo dice San Agustín que una cosa
es admitir la posibilidad de error en el conocimiento sensible y otra completamente
distinta negar todo crédito a los sentidos pues por ellos hemos aprendidos muchas
cosas muy necesarias para la vida práctica. Por otro lado no es el conocimiento de
los objetos sensibles lo que le interesa, pues del mismo modo que Platón, San Agustín
cree que el auténtico conocimiento es el de las verdades eternas e inmutables
por eso el conocimiento de los objetos sensibles no es verdadero conocimiento
aunque si el origen del conocimiento racional.
CONOCIMIENTO RACIONAL
Este conocimiento es exclusivo del hombre y es el que le permite obrar.
El hombre es capaz de formar juicios racionales a propósito de las cosas corpóreas
y compararlas con sus modelos eternos. Por ejemplo si un hombre juzga que un
objeto es más bello que otro significa que los está comparando con un modelo eterno
de belleza, lo mismo si se afirma que un círculo está bien trazado se está comparando
con el círculo geométrico perfecto, es decir los juicios comparativos suponen la
existencia de modelos o ideas incorpóreas, eternas, inmutables, necesarias y
universales. Cuando yo veo una obra de arte y juzgo que es más o menos bella
este juicio implica no solo la existencia de un modelo de belleza sino también mi
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Profesora: Sara Guerra Escalona
conocimiento de este modelo; Las cosas circulares son temporales y pasan pero la
idea de círculo, su esencia no cambia. Estos modelos son descubiertos por la mente
humana y además ésta se da cuenta de que son eternos e inmutables, que son
verdades comunes a todos.
Las preguntas que se plantea son: ¿Qué son estos modelos y dónde se encuentran?
¿Cómo es que con una mente finita y mutable somos capaces de conocer verdades
eternas, inmutables y necesarias y además darnos cuenta de que lo son?
CONOCIMIENTO CONTEMPLATIVO (SABIDURÍA)
Como respuesta a la primera pregunta San Agustín identifica estos modelos
como las ideas ejemplares en la mente de Dios, conforme a las que ha creado el
mundo.
Respecto a cómo podemos conocerlas Agustín de Hipona plantea la tesis de la
Iluminación.
Este es un proceso ascendente que pasa por la interiorización: Descubrir las verdades
que encontramos en nuestro interior; trascendencia: ser conscientes de que nosotros
no podemos ser la causa de dichas verdades eternas e inmutables puesto que nosotros
mismo no lo somos y estas por tanto nos trascienden e iluminación: Dice San Agustín
que no podemos percibir la verdad inmutable de las cosas a no ser que estén
iluminadas como por un sol, esa luz divina, que ilumina la mente procede de Dios,
es esta un iluminación espiritual. En otras palabras: así como la luz del sol hace
visibles al ojo las cosas corpóreas, así la iluminación divina hace visibles a la
mente las verdades eternas. Dios ilumina la mente finita para que sea capaz de
alcanzar lo inmutable que se encuentra más allá de su propia naturaleza mutable
y limitada.
También a la luz de Dios descubre el hombre verdades eterna teóricas y prácticas,
diseñadas por Dios para la naturaleza humana, impresas en su corazón que deben regir
su conducta . Consiste en descubrir gracias a la iluminación las verdades
esenciales que necesita el hombre para alcanzar la felicidad.
No se trata de conocer la esencia divina, ni de la contemplación de Dios mismo (premio
trascendente reservado solo a las almas virtuosos), ni de ver directamente la verdades en la
mente de Dios como afirma la interpretación ontologista, ni es el entendimiento agente quien
proyecta su luz, abstrayendo y universalizando como lo interpreta en clave tomista el
concordismo.
Parece que la interpretación más acorde con toda su filosofía es la historicista que resalta su
influencia platónica: así como el sol, en el mito de la caverna ilumina permitiendo ver la
auténtica realidad, Dios (la Verdad en sí misma) ilumina las demás verdades. Aunque resulta
evidente que la iluminación surge de su vivencia íntima de Dios.
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