qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty uiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasd fghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzx cvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq Revolución Francesa wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxc vbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmq wertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyui opasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfg hjklzxcvbnmrtyuiopasdfghjklzxcvbn mqwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwert yuiopasdfghjklzxcvbnmqwertyuiopas dfghjklzxcvbnmqwertyuiopasdfghjklz xcvbnmqwertyuiopasdfghjklzxcvbnm qwertyuiopasdfghjklzxcvbnmqwerty Curso 2009/2010 Las Causas 1. Ideológica. La Ilustración aportó las bases teóricas para derribar el absolutismo monárquico. Los filósofos ilustrados cuestionaron la concentración de poderes en las manos del rey y preconizaron su separación con Montesquieu. Anunciaron los beneficios de la libertad y la tolerancia con Voltaire, portavoz de una burguesía acomodada indiferente a la miseria del pueblo. Reivindicaron una igualdad social entendida como ley natural con Rousseau, muy hostil a toda sociedad opresiva. Formularon el principio de soberanía del pueblo con Mably. Sus ideas se simplificaron y difundieron por medio de libelos y almanaques populares entre 1775 y 1789 y se discutieron en las academias provinciales. La comedia se puso al servicio de la filosofía y amplió considerablemente su público. 2. Demográfica. Se produjo un fuerte crecimiento demográfico durante el siglo XVIII. El aumento de la población, parece que produjo en ocasiones escasez de alimentos, haciéndose muy frecuentes las crisis de subsistencias, y un crecimiento del número de pobres. 3. El descontento del campesinado. a. Las crisis de subsistencia debidas a las malas cosechas. En vísperas del estallido de la Revolución, la economía francesa no pasaba por buenos momentos. La circunstancia de fondo era la mala situación de la agricultura, sector responsable entonces de dos tercios de la riqueza de Francia. Los años 1787 y 1788 se caracterizaron por desfavorables condiciones meteorológicas que van a poner en marcha una durísima crisis de subsistencia. Muchos campesinos se ven obligados a recurrir a la mendicidad o a la caridad en las ciudades próximas. b. El campesinado estaba agobiado por impuestos. Los impuestos directos eran tres: la Taille, que se alzaba sobre todas las tierras plebeyas (El gobierno fijaba su suma cada año y lo repartía entre cada habitante tallable); la capitation, afectaba al conjunto de la población en veinte clases tasadas de una suma uniforme (2.000 libras para la primera clase, una sola para la última. El clero se redimió del mismo y muchos nobles escapaban a él); el vigésimo de los ingresos, limitado en la práctica a los ingresos por tierras (Esquivado por multitud de encabezamientos y tolerancias) Los impuestos indirectos eran: las aides, sobre la circulación y venta de las mercancías; los aranceles de las fronteras interiores; la gabela, la obligación de tomar del depósito de sal una cantidad destinada al consumo y no a las salazones (Con regimenes diferentes según las provincias). c. Además, hay que añadir el pago del diezmo a la Iglesia, el existencia de derechos feudales y señoriales (El cens en metálico, el champart en especies, la corvée en trabajo, los lods et ventes sobre los traslados, las banalités sobre el uso del molino o del lagar) y la detestada carga de la milicia. 4. El descontento de los grupos urbanos. Los agricultores, privados de ingresos suficientes, dejan de comprar productos industriales. La caída de la demanda de productos industriales significa paro y pobreza para los trabajadores de pequeños y grandes negocios manufactureros. Existe, por tanto, una masa importante de desocupados en la frontera del mundo de los mendigos y los bandidos, dispuestos a provocar motines o a abalanzarse sobre los campos. La escasez, por tanto, conducirá a la escalada de precios y con esta carestía llegará el descontento social de los grupos más desfavorecidos. 5. El descontento de la burguesía. a) La llamada sociedad estamental se encontraba en crisis ante el empuje de la burguesía, grupo social cuyo papel económico no para de crecer, y que, sin embargo, ve como su fuerza política es muy reducida, ante los deseos de la nobleza de ejercer un verdadero monopolio de los cargos del Estado. Por tanto, las pretensiones de la burguesía se han acrecentado con su fortuna: categoría dirigente de la sociedad desde el punto de vista económico, aspira ahora a serlo desde el punto de vista político y social "Una nueva distribución de la riqueza produce una nueva distribución del poder". Palabras de Barnave, abogado de la ciudad de Grenoble. b) Además, afectada directamente por los desórdenes financieros de una monarquía a la que ha prestado sumas considerables, la burguesía anhela una transformación política que le permita controlar la administración o participar en el gobierno del Estado. c) Conscientes también de valer muchísimo más que la nobleza por su cultura y su trabajo, los burgueses desean además una reforma social que se haga en su provecho. 6. El endeudamiento del Estado La monarquía, atrapada ante los problemas presupuestarios del Estado (la existencia de un enorme déficit en las cuentas del Estado) quería recaudar más impuestos, por lo que debería cobrárselos a los privilegiados. Esta medida significaría acabar con un sistema basado, precisamente, en el privilegio, y enfrentaría al monarca con la nobleza y la Iglesia. La hacienda francesa era incapaz de recaudar con sus impuestos las cantidades que se gastaban. PRESUPUESTO DE FRANCIA EN 1788. EN LIBRAS. GASTOS Gastos civiles INGRESOS 145802388 Impuestos directos 157583461 Gastos militares 165510050 Impuestos indirectos 207963427 Pago de la deuda 310426744 Resto ingresos 137999161 Total 621739182 Total 503546049 DÉFICIT PÚBLICO 118193133 Estas pérdidas públicas crónicas se vieron agravadas por las guerras en las que se vio envuelta Francia contra Inglaterra, incluyendo los préstamos a los rebeldes de las colonias de Norteamérica que fundaron los Estados Unidos de América al independizarse de los ingleses, y llevaron a un enorme crecimiento del endeudamiento del Estado. El pago de la deuda pública llegó a superar la mitad del presupuesto estatal. Así las cosas, cuando alguno de los ministros de Hacienda, como fue el caso de Turgot, inspector general de Finanzas de 1774 a 1776, proponía reformas –creación de una subvención territorial que gravara a todos- que parecían dirigidas a terminar con el privilegio de la Iglesia y la nobleza las presiones de la Corte condujeron a su cese por el Rey. "Sistema inadmisible de igualdad cuyo primer efecto es confundir a todos los estamentos del Estado". Palabras de un parlamentario contrario a la contribución universal. Necker, director de Finanzas de 1777 a 1781, más favorable a la utilización de empréstitos que a la reforma fiscal, embarcó a la monarquía en el camino del déficit incontrolable. La publicación de los “Ingresos y gastos del reino” (1781) acusaba a las pensiones y a los gastos de Corte de los enormes gastos existentes en el reino, mientras que hacía la vista gorda sobre los gastos militares. La opinión se alzó contra la aristocracia y, ésta, contra el ministro. Además, el intento de sustituir asambleas provinciales compuestas por representantes de los tres estamentos- buscaba la igualdad en el pago de impuestos y la participación de los representantes de la nación en el gobierno- fracasó. Incapaz de proseguir esta política, el rey destituyó a Necker. Si en los años setenta la situación era ya de auténtica bancarrota, continuó agravándose. Charles de Calonne, llamado a la inspección de Finanzas en 1783, se vio acorralado por la deuda y amenazado por la bancarrota del Estado. Propuso, como Turgot, un impuesto territorial y, como Necker, asambleas provinciales. La exención de impuestos: “¡Son abusos! Sí, señores, abusos que pesan sobre las clases productivas y laboriosas, abusos de privilegios pecuniarios, excepciones de la ley común, desigualdad en el reparto de los subsidios, enorme desproporción entre las contribuciones de las diferentes provincias de un mismo Estado y entre las cargas de los súbditos de un mismo soberano”. Palabras de Calonne. Para esquivar las dificultades hizo que el rey convocara en febrero de 1787 una Asamblea de Notables, ampliamente dominada por los privilegiados. Esta Asamblea aceptó todas las proposiciones realizadas salvo lo esencial: el impuesto territorial “Ni esta asamblea de Notables, ni otras asambleas parecidas. Ni aun el rey… pueden imponer el impuesto territorial. Únicamente tendrían derecho de hacerlo los Estados Generales, o Parlamento general de todo el reino, elegido por el pueblo”. Discurso del procurador general de Aix. En mayo de 1787 Luis XVI nombró responsable de Finanzas a Loménie de Brienne. Tras un mediocre año 1787, se desarrolla un muy mal año 1788, con lluvias en primavera y tormentas de verano, un granizo catastrófico que daña el grano y destruye las vides, y la pérdida de la cuarta parte de las cosechas en algunas regiones. En esta coyuntura, suben los precios. Además, se anuncia un invierno de 1788-1789 riguroso. Brienne lo intentó todo. Primero creó asambleas provinciales en las regiones electorales, con duplicación de los representantes del Tercer Estado, por un edicto de junio de 1787. Se trata de descentralizar el Estado y que reciban el reparto y recaudación de impuestos. El problema fiscal siguió sin regularse. El 2 de julio de 1787, el Parlamento de París se alzó contra la subvención territorial, afirmando como ley fundamental del reino el consentimiento del impuesto El día 24 de julio, un parlamentario, Duval d’Eprémesnil, pidió la convocatoria de los Estados Generales. Se llegó al acuerdo de convocarlos para 1792 y la concesión de un préstamo. Al final la reforma fiscal no tuvo lugar y los privilegios siguieron intactos. En mayo de 1788 renace la crisis: d´Eprémesnil y de Montsabert invocan de nuevo las leyes fundamentales del reino, el control de la monarquía por los Estados Generales y el mantenimiento de todos los privilegios. La opinión ilustrada ya no confiaba en la posibilidad de reformas gubernamentales; al contrario, toma partido por los parlamentos, seguida por las masas populares, castigadas por la escasez y los precios. El Parlamento de París es sostenido por un partido de patriotas (La Fayette y Barnave) y luego por la Asamblea del clero, que reafirma la distinción de los tres estamentos en la sociedad. La nobleza se agita en Bearn, Gascuña y Bretaña, regiones de nobleza pobre. En Pau, Toulouse, Rennes y París se producen agitaciones populares. En el Dauphiné la violencia alcanza su más alto nivel: el ejército dispara en Grenoble (7 de junio de 1788. Conocido como el "Día de las Tejas"). Ante esta hecho, los notables de la zona convocan una asamblea de delegados de los tres estamentos que piden Estados Generales, la duplicación del Tercer Estado, el fin de los privilegios fiscales y ponen por delante el interés nacional. Los Estados Generales: la revuelta de los privilegiados Ante las presiones, Brienne convoca el 8 de agosto los Estados Generales para el 1 de mayo de 1789 (Los Estados Generales habían caído en desuso desde 1614). Según consejo del Parlamento, consultado en septiembre de 1788, confirmado por la asamblea de Notables (Reunida del 6 de noviembre al 12 de diciembre de 1788), se debía conservar la fórmula antigua: igual representación de los tres estamentos y voto por estamento en los Estados. Al conocerse la noticia, la popularidad de los parlamentarios se hundió. Llamado a arbitrar el conflicto entre los privilegiados y el Tercer Estado, más exactamente, entre las dos corrientes que se organizan, los aristócratas- parlamentarios, alto clero, gran parte de la nobleza de espada- y los patriotas- nobles liberales, lo esencial de la burguesía, el bajo clero-, el rey adopta el 27 de diciembre una posición mediadora: duplicación del Tercer Estado pero silencio sobre el problema del voto. Nadie quedó satisfecho. A partir de ahora, el debate público ha cambiado. Sólo secundariamente se trata del rey, del despotismo, de la Constitución; es una guerra entre el tercer Estado y los otros dos estamentos. En esta guerra intervendrá el pueblo. El invierno se anuncia extraordinariamente duro; el ciclo del levantamiento popular se ha puesto en marcha. Necker es llamado para sustituir a Brienne. La misión exacta de Necker es la correcta celebración de los Estados Generales. Espera de ellos la abolición de los privilegios fiscales y se inclina a favorecer al Tercer Estado, pero sabe que resulta sospechoso a la aristocracia y a la Corte, por lo que avanza con prudencia y se atiene a la decisión del rey del 27 de diciembre. Luis XVI convoca los Estados Generales: “Nos necesitamos el concurso de nuestros fieles súbditos para que nos ayuden a superar las dificultades que Nos encontramos relativas al estado de nuestras finanzas, y para establecer, de acuerdo con nuestros deseos, un orden constante e invariable en todos los aspectos del gobierno que tienen que ver con la felicidad de nuestros súbditos y con la prosperidad de nuestro reino. Estas importantes razones nos han determinado a convocar la Asamblea de los Estados Generales de todas las provincias, tanto para que nos aconsejen y nos asistan en todos los asuntos que sean expuestos ante Nos, como para hacernos saber los deseos y quejas de nuestros súbditos, de forma que por una mutua confianza y amor recíproco, se aporte lo más prontamente posible un remedio eficaz a los males del estado, que los abusos de todo género sean reformados y prevenidos por buenas y firmes disposiciones que aseguren la felicidad pública y que nos aporten a Nos particularmente, la calma y tranquilidad de las que Nos hemos carecido desde hace largo tiempo.” Convocatoria de los Estados Generales, Luis XVI en Versalles el 14 de enero de 1789 A partir de febrero se desarrollan las votaciones para elegir los representantes que acudirán a los Estados Generales. Al mismo tiempo que por toda Francia cada comunidad designaba a sus representantes, se realizaban los llamados Cuadernos de quejas (“cahiers de doléances”) en los cuales cada comunidad expresaba las reivindicaciones que luego cada diputado trasladaría al Rey. La mayoría de ellos fueron redactados por miembros de la burguesía, aunque también algunas fueron redactadas por clases más bajas. 1. Suplicamos humildemente a Su Majestad que ordene la supresión de todos los privilegios atribuidos a las heredades consideradas como señoriales, cualquiera que sea la calidad de sus poseedores; y que las imposiciones de toda naturaleza, reales, provinciales, diocesanas y municipales sean soportadas por todas las heredades indistintamente según la tarifa del catastro. 2. Dado que este primer tipo de impuesto no afecta más que a las heredades, y que es justo que los capitalistas y gentes de negocios concurran a las necesidades del Estado de acuerdo con su fortuna. También suplicamos a Su Majestad que determine, según su buen juicio, el reglamento que juzgare necesario para autorizar a las municipalidades de su reino incluir en el registro de contribuyentes, especialmente las heredades y fortunas de todos los súbditos del rey. 3. Que conceda a la provincia de Languedoc una nueva constitución y una nueva administración, compuesta por diputados de los tres órdenes libremente elegidos, a fin de que la misma sea verdaderamente representativa de estos tres órdenes de la dicha provincia, y que el Tercer Estado tenga el mismo número de representantes que los otros dos órganos reunidos del Clero y la Nobleza; y que, se delibere no por orden sino por cabeza de deliberantes. 5. Que ordene la supresión de todos los derechos de salida impuestos a los vinos de Languedoc, dado que este producto constituye el principal recurso de esta parte de la provincia, pues los genoveses y otros extranjeros que compran los vinos aprovechan esta circunstancia para adquirirlos a un precio bajo... Cuaderno de Quejas y Súplicas de la comunidad D´uchau, 14 de marzo de 1789 Art. 1. Declaramos tener el honor de exponer a Su Majestad que los pueblos bretones, tanto de las ciudades como del campo, son tratados y llevados como esclavos por los nobles y miembros del alto clero. Fuerzan al Tercer Estado a moler y cocer en sus molinos y hornos banales, para ser robados por empleados infames que desperdician nuestro grano y nos roban impunemente. (...) Que nos sea permitido en adelante moler y cocer en los molinos y hornos de los señores (...) que nos gusten más (...), y que no haya ya esclavos en Bretaña sobre este asunto y que cada uno sea libre (...) Art. 13. Que en adelante se elegirá a los doce representantes de la comunidad de PontL´Abbée de la siguiente manera: cuatro de entre los burgueses, cuatro de entre los más notables artesanos y cuatro de entre los más nobles labradores (...) y que todos los cargos municipales (....) (sean) tanto para los labradores, artesanos como burgueses. Pues es algo indigno e injusto privar a honestos ciudadanos de los cargos municipales de su parroquia, como lo vienen haciendo los burgueses de Pont-L´Abbé desde hace pocos años (...) Cuaderno de quejas de los labradores de Pont-L´Abbé. Además de estos cuadernos, Francia se vio inundada por numerosos panfletos y periódicos de carácter político. El más conocido es el redactado por Sièyes y titulado "¿Qué es el Tercer Estado?" En esta obra Sièyes concluye que desde el punto de vista político el Tercer Estado, la inmensa mayoría de la nación francesa, formado por quienes trabajan y sostienen con sus impuestos el estado, debe tener en sus manos el control político de Francia. “¿Qué es el tercer Estado?- ¡Lo es todo!- ¿Qué ha sido hastaahora en el gobierno?¡Nada!- Si se eliminaran de la nación las clases privilegiadas, ¿el estado, en lugar de perder, ganaría?- Los nobles son un pueblo aparte dentro de una nación…”. Emmanuel Joseph Sieyes.: ¿Qué es el tercer estado?. La situación se discute en salones y clubes. No sólo existen la palabra y la escritura: hay también una atmósfera de motín: Fecha Lugar Dauphiné, Provenza Languedoc Suceso y Rebeliones campesinas Aups Los campesinos linchan al marqués de Montferrat Bretaña Los campesinos se niegan a abonar las rentas señoriales Maine Asalto de los mercados rurales Marzo Reims, Marsella y La Rochelle (Esta última en abril) Una masa de miserables asaltan los graneros eclesiásticos, las panaderías y los convoyes de trigo Abril París Saqueo de los establecimientos Réveillon Mayo Saint-Lô Las autoridades dejan a la población organizar expediciones armadas al campo para llenar la lonja de cereales Febrero Por fin, en mayo de 1789, se reúnen los Estados Generales. Casi 1.200 diputados: las negativas a ocupar escaño, las dimisiones y las invalidaciones tardías, impiden saber su número exacto. Los estamentos de la nobleza y del clero, sin homogeneidad, se dividen en partidarios y adversarios de las reformas. Los diputados llevan con ellos los cuadernos de quejas, casi 60.000. la mayoría de los cuadernos de las parroquias son indiferentes al problema de la reforma constitucional, critican las cargas que abruman a la población: la taille, la gabela y la milicia. También critican los derechos feudales y el diezmo. El pueblo campesino, además de las cuestiones locales, desea resolver la cuestión de la igualdad fiscal y la desgravación global de las cargas. Todo ello con una inmensa lealtad monárquica. Los cuadernos de la burguesía y de los privilegiados expresan también, antes que nada, su apego a la monarquía, pero, además, los deseos de reformas fiscales y judiciales y preservar la autonomía regional y municipal frente a la centralización y el despotismo ministerial. Por último, y sobre todo, la libertad es un anhelo del conjunto de los franceses. Atribuyendo todos los males a un poder arbitrario, los tres estamentos acuerdan la necesidad de establecer una Constitución que sustituya el poder absoluto por el reinado de la ley consentida por los representantes de la nación. No es ésa la intención del rey. Todo empieza mal. La procesión del Espíritu Santo del 4 de mayo subraya la dignidad desigual de cada uno. El sermón del obispo de Nancy recuerda la distinción natural entre los bien nacidos y la chusma y el deber de obediencia de ésta. El ceremonial inmutable de la monarquía abre la jornada del 5 de mayo. Los antiguos fastos del absolutismo parecen intactos. Luis XVI pronuncia entonces una alocución decepcionante y Necker explica la situación del Tesoro y el conjunto de mejoras fiscales esperadas. El Tercer Estado esperaba que la verificación de los poderes se hiciera en común, primera etapa hacia una reunión de los tres estamentos, pero la nobleza y el clero se reúnen por separado al día siguiente. El Tercer Estado esperó 35 días (reunido en la sala de los Pequeños Placeres) y se negó a constituirse por temor a que le fuera impuesto como un hecho consumado la separación y el voto por estamentos. Tras vanas tentativas de conciliación, tomó la iniciativa; el 10 de junio el Tercer Estado cursó una invitación a los miembros de la Iglesia y la Nobleza para unirse bajo un solo techo, se declara representante de toda la nación y decide proceder a la nominación de los diputados de los tres estamentos. Algunos miembros del bajo clero se unen a la reunión a título personal. El 17 de junio los representantes del Tercer Estado deciden constituirse en Asamblea Nacional y confirman provisionalmente los impuestos existentes. En respuesta a esta decisión el rey, que ya había demostrado estar en desacuerdo con esta pretensión de los diputados del Tercer Estado, decidió impedirles el acceso a la sala de reunión y de esta forma los diputados del Tercer Estado, más los que se les habían unido de los otros estamentos, decidieron reunirse en adelante en el edificio de un frontón dedicado al juego de pelota donde juraron no separarse hasta haber proporcionado una nueva Constitución a Francia. Aunque el Rey cedió en algunos aspectos, se negó a considerar la igualdad de todos los franceses ante los impuestos y también a que el voto en los Estados Generales se hiciese individualmente. La monarquía insta al tercer Estado a abandonar su posición, pero éste no está dispuesto: "La Nación convocada no puede recibir órdenes". Palabras de Bailly. "Estamos aquí por la voluntad despueblo, sólo saldremos por la fuerza de las bayonetas". Palabras de Mirabeau. El Tercer Estado está en rebelión abierta contra la autoridad real. Esta rebelión sale victoriosa. El rey no está seguro ni siquiera del apoyo de las tropas acuarteladas en Versalles. El 25 de junio el primo del rey, el duque de Orleáns, con otros 46 diputados de la nobleza, ocupa su escaño en la Asamblea Nacional. El 27 de junio el rey cede e invita a los recalcitrantes a seguir su ejemplo. La revolución moderada, pacífica y jurídica, realizada por hombres de leyes con procedimientos parlamentarios, ha acabado: la transferencia del poder legislativo está conseguida. El día 7 de julio se otorga el nombre de Asamblea Nacional Constituyente, nombrando un comité constitucional. Las revueltas populares urbanas y campesinas Sin embargo, desde finales de junio movimientos inhabituales de tropas hacen planear la duda sobre las verdaderas intenciones del rey. En la primera quincena de julio se acumulan las desconfianzas recíprocas. El rey no puede aceptar serenamente el fin del absolutismo político. La Asamblea teme una disolución. El pueblo parisino teme a esas tropas que anuncian una reacción tardía del rey. Necker es destituido. El precio del pan sube escandalosamente. Bésenval, al mando de las tropas, transforma el Campo de Marte en campo de maniobras y almacena pólvora en la fortaleza de la Bastilla. Todo el mundo tiene miedo. El pueblo, de forma espontánea, reacciona con una actitud defensiva y con una voluntad punitiva contra sus enemigos. Pronto se advierte un nuevo y numeroso despliegue de tropas en Versalles y París que será respondida con movimientos populares de miles de personas buscando armas. Los enfrentamientos se inician el 12 de julio. El 13 de julio sigue la violencia, mientras la asamblea presiona al rey para que retire las tropas. En este contexto se producirá un acontecimiento que simbolizará para siempre el comienzo de las acciones revolucionarias. El 14 de julio una enorme masa de parisinos se apodera de 32.000 fusiles en los Inválidos. Falta la pólvora: hay que ir a la Bastilla. En ese momento es una fortaleza mal defendida, poco más de 100 hombres, y mal mandada por su gobernador, de Launay, que fatiga a la muchedumbre con sus moratorias y deja que se cumpla lo irremediable: sus soldados disparan, decenas de atacantes caen, el asalto parece inevitable. El pueblo se lanza a la toma de La Bastilla. Los revolucionarios tomaron la fortaleza sin demasiada resistencia y sin que intervinieran las tropas reales que permanecieron impasibles ante el temor de sus oficiales de que los soldados se unieran a los revolucionarios. De Launay es degollado en el Ayuntamiento de París. Como resultado de este movimiento los revolucionarios crearán un nuevo ayuntamiento bajo su control y nacerá también la Guardia Nacional (Mandadas por La Fayette), tropas que aceptan la nueva realidad revolucionaria. El 15 de julio el rey ordena la retirada de tropas y acepta la constitución de esa milicia. El 17 de julio el rey se presenta en París, donde recibe la escarapela tricolor de manos de Baillo, proclamado alcalde de la ciudad. En los días siguientes el estallido se extenderá por toda Francia, pues en las demás ciudades surgirán ayuntamientos revolucionarios y guardias nacionales a imitación de lo sucedido en París. En todas partes la revolución municipal ha tenido el mismo efecto: el rey es destituido de toda autoridad efectiva, ya sólo se tiene en cuenta a la Asamblea. No obstante, la población sólo observa, generalmente, aquéllos de sus decretos que le convienen. También en el campo se producirá una enorme agitación, el "Gran Miedo", con masas de campesinos tomando castillos y monasterios al asalto con la intención de quemar los archivos donde se guardaban los documentos de propiedad señorial, y así terminar con la opresión que para ellos suponía el régimen feudal. Como respuesta a estas revueltas campesinas los diputados de la Asamblea Nacional redactarán un decreto de abolición de los derechos feudales que sin responder a todas las demandas campesinas sirvió para pacificar el campo. El gobierno revolucionario: nuevas leyes En el mes de agosto de 1789 avanza la redacción de la Constitución en cuyo comienzo figurará la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, publicada el 26 de agosto de 1789 y que constituye un auténtico resumen de las ideas de quienes impulsan la revolución. Esta Declaración, con su defensa de la igualdad ante la ley (artículo primero), la soberanía nacional, esto es, que el poder reside en el conjunto de los ciudadanos (artículo tercero) y de las libertades individuales (de expresión, religiosa...); se convertirá en uno de los documentos más influyentes de toda la historia contemporánea y es el embrión (junto con la legislación de los recién nacidos Estados Unidos de América) de los regímenes liberales que durante el siglo XIX se instalarán en muchos países europeos. Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (26 de agosto de 1789) Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos. En consecuencia, la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo y bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano: Artículo primero.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común. Artículo 2.- La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo, ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella. Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley. Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la sociedad. Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser constreñido a hacer algo que ésta no ordene. Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione. Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos. Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en los casos determinados por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito. Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deberán ser castigados; pero todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley debe obedecer de inmediato; es culpable si opone resistencia. Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al delito, y aplicada legalmente. Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado culpable, si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la ley. Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley. Artículo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley. Artículo 12.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza pública; por lo tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no para el provecho particular de aquellos a quienes ha sido encomendada. Artículo 13.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, resulta indispensable una contribución común; ésta debe repartirse equitativamente entre los ciudadanos, proporcionalmente a su capacidad. Artículo 14.- Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a través de sus representantes, la necesidad de la contribución pública, de aceptarla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su prorrata, su base, su recaudación y su duración. Artículo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente público. Artículo 16.- Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución. Artículo 17.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de modo evidente, y a condición de una justa y previa indemnización. Pero el rey se negó a sancionar la Declaración: la crisis se vuelva a abrir. Además, Luis XVI no está solo: comienza a constituirse un auténtico partido del rey. En septiembre, Luis XVI defiende ante la Asamblea el principio de legitimidad de poderes de la nobleza y el clero y llama a Versalles al regimiento de Flandes. A estas circunstancias políticas se añaden circunstancias sociales y económicas: los nobles y ricos despiden a sus domésticos, las industrias de lujo cierran, los mercados están vacíos y los molinos trabajan poco. Se habla de nuevo de penuria y de complot; crisis política y crisis económica conjugan sus efectos: sólo falta un incidente. Así las cosas, el 5 de octubre de 1789, tras ciertos rumores sobre una intervención militar contrarrevolucionaria, una masa de mujeres armadas, venidas de los suburbios para reclamar pan, se dirigen a Versalles. El 6 de octubre la multitud invade el palacio real y, tras asesinar a la guardia real, traslada a la familia real a París. Se instalan en las Tullerías, donde la Asamblea se unirá a ellos poco después. En conclusión, la nobleza ha roto con la Revolución y el imaginario complot aristocrático se hace realidad. La burguesía sólo gobierna la Asamblea a condición de satisfacer al pueblo, que la controla de cerca. Los campesinos ya no pagan ni un impuesto. La Asamblea Nacional Constituyente (1790-1791) Durante 1790 destaca la figura de La Fayette, comandante de la Guardia Nacional de París, que asegura un vínculo permanente entre el rey, la Asamblea y la ciudad. Parece poder asegurar un compromiso entre la aristocracia terrateniente y la burguesía industrial y negociante. No hay partidos, existen corrientes ideológicas: 1. Los Aristócratas o Negros. Defendían el Antiguo Régimen fundado sobre el derecho divino y la defensa de los privilegios. 2. Los Monárquicos. Son más moderados; aceptan la revolución de 1789, pero no desean ir más lejos. 3. Los Constitucionales. Son los más numerosos. Son fieles a los principios de 1789. La burguesía y nobleza moderada que realizaron la revolución liberal. 4. Los Patriotas (Desde otoño llamados Jacobinos). Revolucionarios más radicales. La obra de la Asamblea Nacional Constituyente 1. Reorganización administrativa. Francia fue dividida en 83 departamentos, dividido cada departamento en distritos, cantones y municipios. 2. El poder judicial se delega en jueces elegidos 3. Supresión de los impuestos indirectos y sustitución de los impuestos directos del Antiguo Régimen por tres contribuciones: una contribución por la tierra, una contribución mobiliaria y una patente sobre los ingresos comerciales e industriales. 4. Enfrentamiento con la Iglesia. Será progresivo y vendrá jalonado con medidas tomadas por la Asamblea como la nacionalización y venta (1789) de sus bienes (el estado los venderá para obtener recursos para disminuir la deuda pública), la supresión de órdenes religiosas, la Constitución Civil del clero (Sitúa a la Iglesia en el mismo marco administrativo que las demás instituciones) y la obligación de todos los miembros de la iglesia de realizar un juramento de fidelidad al nuevo estado. Casi la mitad de la iglesia se resistirá a este juramento y parte de las revueltas contrarrevolucionarias serán lideradas por los eclesiásticos en algunas regiones francesas. 5. Nuevo reparto de la riqueza rústica en beneficio de los labradores ya propietarios, de los grandes granjeros y de la burguesía. 6. Supresión de los diezmos y derechos señoriales. 7. Supresión de los gremios. 8. Creación de una gran Federación de todas las tropas y guardias nacionales, con lo que se afirma abiertamente la unidad de la nación. Los países extranjeros desconfiaban de la Revolución francesa, temían sobre todo las ideas revolucionarias. En marzo de 1791 España establece un cordón de tropas a lo largo de los Pirineos para detener la peste francesa. Pío VI, en la primavera de 1791, condenó la Revolución. Los exiliados presionan por su parte al rey de Cerdeña y al emperador Leopoldo II, hermano de María Antonieta, pero también al Papa y al rey de España. Los exiliados, también llamados "emigrés", esperan subsidios a falta de una intervención a favor de la monarquía francesa. Émigrés. Nombre dado a los fugitivos monárquicos que huyeron de Francia durante la Revolución de 1789, la mayoría de los cuales eran aristócratas o miembros del clero. Sus líderes fueron el conde de Provenza, quien se convertiría en Luis XVIII, el conde de Artois, que posteriormente llegaría a ser Carlos X (ambos eran hermanos del rey Luis XVI), y Louis Joseph de Borbón, príncipe de Condé. Los émigrés buscaron refugio primero en Alemania y Austria, y después en Inglaterra y Rusia. Este grupo participó en conjuras y conspiraciones destinadas a restaurar el poder absoluto de la monarquía antes de que tuviera lugar la ejecución de Luis XVI. Tras su muerte, ocurrida en 1793, abogaron por la implantación de la monarquía borbónica y juraron lealtad al hijo de Luis, al que proclamaron rey bajo el nombre de Luis XVII. Al fallecer éste en 1795, el conde de Provenza ocupó su lugar. Muchos émigrés lucharon en ejércitos enviados por las potencias europeas aliadas para aplastar la Revolución Francesa. Parte de las fuerzas de invasión encabezadas por el duque de Brunswick en 1792 estaban formadas por émigrés. Asimismo, otros tres mil participaron en un fracasado desembarco que tuvo lugar en 1795 en Bretaña. Todos los terrenos que poseían en Francia fueron confiscados y empleados como parte de la garantía de la emisión de un papel moneda conocido como asignado. Sus familiares se vieron privados de sus derechos civiles y muchos fueron guillotinados durante el Terror. Algunos émigrés regresaron a Francia durante el periodo napoleónico, mientras que otros no pusieron fin a su exilio hasta que en 1814 se restauró la monarquía borbónica. Luis XVI juega un doble papel: rey de derecho divino, no abraza sinceramente los principios de la Revolución o el régimen constitucional; pero no se arriesga a una nueva revuelta popular. En abril de 1791 el descontento de las ciudades se hace sentir de nuevo: los precios suben. Es también el momento en que la aplicación de la Constitución Civil del Clero coloca a los católicos en la oposición, con los enemigos de la Revolución. Ante esta situación, Luis XVI toma la decisión de huir de Francia. El 20 de junio de 1791, a las 11,30 de la noche, la familia real huye de París. La huida del rey inquieta. La Fayette y los moderados hacen prevalecer la tesis del secuestro, pero reconocido en la huida, el rey es denunciado, capturado y arrestado en Varennes. El 25 de junio la familia real llega a París rodeada de una multitud enorme y hostil. La tesis del secuestro no engaña a nadie. Huida de Varennes. Intento de fuga llevado a cabo por el rey Luis XVI y su familia el 20 y 21 de junio de 1791 para conseguir escapar de los revolucionarios franceses. Después de que una violenta muchedumbre impidiera a los monarcas viajar hacia el Este hasta Saint-Cloud, la familia real planeó dirigirse a la ciudad fronteriza de Montmédy, que estaba guarnecida por regimientos alemanes y suizos del ejército francés que aún eran leales al rey. La salida de París se desarrolló sin incidentes, pero el coche real sufrió un retraso debido a un accidente y el grupo perdió a la escolta armada que debía acompañarles hasta la última etapa del trayecto. Por este motivo, la familia real fue apresada fácilmente al ser reconocida en Varennes. Fueron conducidos a París, custodiados por la guardia armada, y retenidos bajo arresto. La fuga y la denuncia escrita del régimen revolucionario que el Rey había dejado tras de sí, destruyeron la credibilidad política del monarca. Conocida enseguida en el reino, la huida del rey provocó un inmenso desorden. Los ciudadanos se armaron; se teme a los austriacos al norte y al este, a los ingleses al oeste, a los españoles al sur. En París, el pueblo muestra su hostilidad a la monarquía. El 14 de julio de 1791, los jacobinos demandan la sustitución del rey. La retirada de esta petición, por problemas de ilegalidad, implica la ruptura entre jacobinos y feuillants, pero la idea prende. El 17 de julio se lleva de nuevo al campo de Marte una petición de los cordeliers para la deposición de Luis XVI. El alcalde de París proclama la ley marcial y la guardia nacional de La Fayette dispersa a los alborotadores (Se producen 50 muertos). El tiroteo del Campo de Marte consagra la ruptura entre la burguesía y el pueblo. La idea de república, absurda en 1789, ha entrado en las mentes. Meses después, el 14 de septiembre, Luis XVI presta juramento a la Constitución, pero en realidad las desconfianzas recíprocas dominan la situación. La nobleza ha roto con la burguesía moderada y emprende masivamente el camino del exilio; el ejército monárquico pierde sus mandos. La burguesía liberal teme a un pueblo de aspiraciones republicanas. El pueblo sigue viendo cómo suben los precios: acusa a la burguesía. En las aldeas cunde el pánico y el pueblo se arma. Por último, la Constitución Civil del Clero convierte la mayor parte del oeste de Francia en refractario. Y el rey, mientras los clubes parisinos piensan en destronarlo, sueña con una intervención extranjera, pues el emperador Leopoldo y el rey de Prusia, Federico Guillermo II, han hecho saber que estaban examinando "los medios más eficaces para intervenir en Francia". Declaración de Pilnitz, Sajonia, 25 de agosto. La Constitución de 1791 La huída del Rey demuestra el escaso entusiasmo de Luis XVI con su papel de monarca con poderes limitados. De hecho, el poder lo ejerce desde mediados de 1789 la Asamblea cuya obra legislativa es muy abundante e incluye la finalización de la Constitución en septiembre de 1791. Esta constitución, aunque reconocía un régimen monárquico, limitaba mucho los poderes del rey mediante la formulación de la Soberanía Nacional. De hecho, el monarca dentro del esquema de división de poderes que sigue la teoría de Montesquieu, conserva el poder ejecutivo y tiene derecho de veto sobre las leyes que salgan de la Asamblea, pero sus poderes están muy lejos de los de un monarca absoluto. El poder legislativo, residirá en una única cámara, la Asamblea Legislativa, cuyos miembros debían ser renovados mediante elección popular (aunque por medio de un sufragio censitario) cada dos años. Por último, el poder judicial, que reposaba en los jueces, tiene garantizada su independencia del resto de poderes del Estado. Esta constitución con su reconocimiento de la Soberanía Nacional, de la separación de poderes, de la supremacía de la constitución sobre las demás leyes e instituciones del estado y del reconocimiento de una gran cantidad de libertades y derechos individuales (libertad de expresión, de reunión, derecho a la inviolabilidad del domicilio, libertad religiosa...); se convertirá en modelo para las constituciones liberales del siglo XIX. Su proclamación de la libertad económica significará la prohibición de los gremios o el fin de los precios protegidos en artículos de primera necesidad. Los redactores de esta constitución se inspiraron de forma clara en las ideas de ilustrados como Rousseau y Montesquieu, y también en la Declaración de Independencia y en la Constitución de los Estados Unidos de América. Con la Constitución de 1791, quienes apoyaban lo realizado por la Asamblea, daban por terminado el proceso revolucionario. Pero las nuevas leyes no sólo habían provocado el descontento de los antiguos privilegiados (que están organizándose para entrar en combate), sino que también van a crear descontento entre las masas populares al dejarlos sin derecho al voto o sin las subvenciones estatales en los precios del trigo. Bandos y grupos políticos Los diputados de la Asamblea Legislativa, que se reúnen el 1 de octubre de 1791, son hombres nuevos: - Brissontinos. Conducidos por Brissot, son abogados y negociantes. La mayoría elegidos en la Gironda (En el futuro serán llamados Girondinos). Girondinos. Sector republicano moderado que intervino en la Revolución Francesa desde 1791 hasta 1793. Recibieron este nombre porque sus miembros más destacados representaban al departamento de la Gironda, aunque también se les conocía como "brissotinos" debido a que uno de sus dirigentes era Jacques Pierre Brissot. Este grupo participó en la Asamblea Legislativa por primera vez en octubre de 1791. Se les identificó con los jacobinos en un principio, pero los dos grupos se separaron a causa de sus diferencias sobre la guerra con Austria; los girondinos eran partidarios de ir a la lucha porque consideraban que uniría a Francia bajo la bandera de la revolución. Este grupo, encabezado por Brissot y Jean Marie Roland de La Platière, persuadió a la Asamblea para que votara a favor de la guerra en abril de 1792. Su influencia disminuyó después de este episodio. Los girondinos se oponían a los controles económicos y a la democracia radical que defendían los jacobinos, establecidos en París, y no consiguieron el apoyo militar de las provincias en octubre de 1793. Su poder terminó cuando Brissot y treinta de sus seguidores fueron guillotinados por los jacobinos el 31 de octubre. - Jacobinos. Irreligiosos y ardientes demócratas. Forman la segunda generación revolucionaria. Jacobinos. Nombre que recibían los miembros del club radical francés que dirigió la vida política del país durante la Revolución Francesa. El club estuvo a favor de la implantación de una monarquía constitucional en sus primeros momentos, pero cuando Luis XVI intentó huir del país en 1791, los jacobinos rechazaron cualquier sistema de gobierno monárquico. - Cordeliers. Un pequeño número de diputados más avanzados. - Feuillants. 264 diputados que se atienen a una aplicación estricta de la Constitución. - Marais. Una masa bastante indistinta de unos 350 diputados. Son constitucionales, pero el recuerdo de Varennes y Pilnitz despierta en ellos una gran desconfianza contra el rey. En octubre de 1791, los feuillants se creen dueños de Francia. Ya no se habla de República. Se trata de tranquilizar a la opinión pública, pero los sacerdotes refractarios se oponen a la propaganda jacobina: el menor incidente desataría la guerra civil en la Vendée. A falta de poder resolver las dificultades económicas persistentes, los aristócratas y los refractarios constituyen un blanco perfecto; los exiliados más aún. El 9 de noviembre de 1791 se conmina a todos los exiliados a volver en un plazo de dos meses so pena de confiscación de sus bienes, y el 29 de noviembre los refractarios son amenazados con la prisión y la pérdida de sus pensiones si no prestan juramento. A estos últimos decretos Luis XVI opone su veto el 14 de diciembre. El veto del monarca y una posible intervención austriaca desatan el odio contra los enemigos de la Revolución. Estalla la acción popular y el ímpetu democrático. Los sans-culotte toman las armas. La guerra: ¿una solución? La guerra tiene muchos partidarios. El rey y la reina ven en ella el mejor medio para restablecer la autoridad monárquica. La mayoría de los feuillants piensan que una guerra limitada, y por consiguiente victoriosa, daría al rey cierto prestigio constitucional y reforzaría el régimen. La Fayette, al que se destina el mando de un ejército, podría, si fuera preciso, reprimir las intrigas de los demócratas. Los girondinos están convencidos de que la guerra obligará al rey a desenmascararse; si pacta con el enemigo será un traidor, o bien, a la cabeza de sus ejércitos victoriosos, se convertirá en jefe glorioso de esta revolución. Sólo Robespierre se pronunció contra la guerra. había comprendido que la guerra favorecería todas las formas de radicalización de la Revolución o de restauración de un absolutismo vengador y que en ningún caso los cálculos de los moderados podían salir bien en ella. Los soberanos extranjeros, muy inquietos por las repercusiones internacionales de la Revolución, habían pensado primero en protegerse. Pero Luis XVI es uno de ellos, les pide ayuda directamente y, después de Varennes, están obligados actuar. Luis XVI, en marzo de1792, sustituye a sus ministros feuillants por patriotas, entre ellos varios girondinos, y el 20 de abril declara la guerra a Austria. La reina y Luis XVI suplican sin embargo a los aliados que hagan saber a la Asamblea que no tolerarán ninguna afrenta contra sus personas y su familia: “El rey había decidido hacer un último esfuerzo por recuperar su libertad. (...) El rey ha resuelto hacer conocer a Europa el estado en el que se encuentra, y confiando sus penas al Emperador, su buen amigo, no tiene duda de que este tomará las medidas que su generoso corazón le dictará para acudir en socorro del rey y del reino de Francia.” Julio de 1791. Carta de Luis XVI al emperador de Austria, Leopoldo II. El 29 de mayo Luis XVI opone su veto al decreto de deportación de los refractarios y, más tarde, destituye a sus ministros girondinos y los sustituye por feuillants. Por su parte, La Fayette denuncia en la Asamblea las intrigas de los jacobinos. Girondinos y jacobinos vuelven a verse unidos y resueltos a una acción común: el 20 de junio de 1792 organizan una marcha sobre las Tullerías. La miseria y el desempleo proveen al pueblo de tropas combativas. La carestía ha aumentado el número de pobres y los asaltos a los convoyes de cereales; el saqueo de tiendas, habitual desde principios de 1792, revela tanto el nerviosismo del pueblo como el nuevo peligro: la costumbre del recurso a la violencia. Así las cosas, agitadores piden ser recibidos en la Asamblea, que rehúsa; la Asamblea es invadida y debe escuchar la arenga violenta de su orador popular: "El pueblo está en pie, correrá la sangre o florecerá en paz el árbol de la Libertad" La multitud se dirige hacia el palacio del rey. Las puertas son forzadas. El rey es empujado, insultado, obligado a brindar con el pueblo, cubierto con la gorra roja, Luis XVI no cede; mantiene su veto y se niega a renombrar a los ministros girondinos. Pero cualquier movimiento de reacción monárquica queda abortado, la última oportunidad de Luis XVI acaba de perderse: "Ya no sois nada para esta Constitución que habéis violado tan indignamente, para ese pueblo que habéis traicionado tan cobardemente (Si el rey, ante las amenazas exteriores que pesan sobre Francia) no defiende sinceramente la libertad y la patria, debe considerarse que ha abdicado". Vergniaud, 3 de julio de 1792, en la Asamblea. El 15 de julio una petición de los cordeliers pide la suspensión del rey. Robespierre hace un llamamiento para la elección de una nueva asamblea, una Convención por sufragio universal. Entretanto se conocen en París el 1 de agosto los términos del manifiesto de Brunswick: “Sus majestades el emperador y el rey de Prusia, habiéndome confiado el mando de sus ejércitos combinados (...), quiero anunciar a los habitantes de este reino los motivos que han determinado las medidas de los dos soberanos y las intenciones que los guían. (...) Es poner fin a la anarquía en el interior de Francia, detener los ataques dirigidos contra el trono y el altar, restablecer el poder legal, devolver al rey la seguridad y libertad de la que ha sido privado y ponerlo en condiciones de ejercer la legítima autoridad que le corresponde. Es con estos objetivos que yo, el abajo firmante, comandante en jefe de los dos ejércitos, declaro: (...) 2º Que (los ejércitos) no pretenden inmiscuirse en absoluto en los asuntos internos de Francia, sino que quieren únicamente liberar al rey, la reina y la familia real de su cautividad, y procurar a su muy cristiana majestad la seguridad necesaria para que pueda realizar sin peligro y sin obstáculos, las convocatorias que desee y trabajar para asegurar la felicidad de sus súbditos... 8° La ciudad de Paris y todos sus habitantes sin distinción serán obligados a someterse sin tardanza al Rey (...) las ya citadas majestades declaran bajo su palabra de honor como emperador y rey, que si el palacio de las Tullerías es forzado o atacado, que si la mínima violencia se realiza contra el rey la reina y la familia real y que si su seguridad y libertad no son inmediatamente aseguradas; infligirán una venganza ejemplar que nunca se olvidará... Por estas rezones llamo y exhorto de forma apremiante a que todos los habitantes del reino no presenten oposición a las movimientos de las tropas bajo mi mando, sino que por el contrario les procuren un paso libre y les asistan y ayuden con buena voluntad en lo que las circunstancias requieran.” Dado en el cuartel general en Coblenza, 25 de Julio de 1792. Duque de Brunswick. El 9 de agosto la Asamblea se separa sabiendo que las milicias se están preparando. La gente se arma. Se constituye una Comuna Insurreccional en el Ayuntamiento. El rey se ha dirigido a la Asamblea. Se produce la lucha entre insurrectos y defensores del monarca. Estos últimos son derrotados. La Asamblea decreta la suspensión del rey; se nombra un Comité Ejecutivo en lugar del gobierno. Quedaba claro que el poder lo tenían las masas en la calle y que el proyecto de la revolución de 1789, la creación de un régimen político basado en la convivencia entre la monarquía y una constitución que reconoce la soberanía de la nación, y controlado por la burguesía mediante el mecanismo del sufragio censitario, había terminado. El 11 de agosto los electores son convocados para elegir por sufragio universal una Convención Nacional. En el Ayuntamiento la Comuna Insurreccional sustituye a la antigua municipalidad y representa un segundo poder. Pronto será dominada por Robespierre, Billaud-Varenne, Chaumette y gente del pueblo: han llegado los sansculottes (Masas de ciudadanos políticamente concienciados y agitados dispuestos a seguir avanzando en el camino de la igualdad social). Fernando Prieto, del libro La Revolución Francesa. Ed. Istmo. El atuendo creó un nombre para una categoría social. Son las masas populares urbanas, en particular las de París, que tuvieron un claro protagonismo en todo el proceso de la Revolución. Estas gentes modestas no llevaban culottes (calzas), sino que vestían pantalones que llegaban hasta los talones. No es fácil definir esta categoría social. N o se trata de una clase social, sino de un grupo heterogéneo urbano cuya parte más activa la forman los trabajadores independientes más modestos -artesanos y tenderos- a los que se suman los obreros. Éstos en su mayoría no son todavía proletarios, pues apenas existe la industria capitalista. Muchos de los asalariados de los maestros artesanos son oficiales (compagnons), que teóricamente aún están en período de formación profesional. Viven en la casa del patrón, comen a su mesa, participan de sus problemas y mentalidad, esperando poder establecerse un día como maestros independientes. Esto quiere decir que no tienen conciencia de clase propia. Existían, desde luego, los proletarios, pero nunca constituyeron un agente colectivo independiente en la historia de la Revolución. Una categoría intermedia la forma el artesano dependiente, que jurídicamente es un trabajador independiente, dueño de sus útiles, incluso un pequeño patrón independiente con algunos asalariados, pero económicamente es un asalariado del empresario comerciante que explota el trabajo doméstico. El rasgo que une a los sans-culottes es su oposición a los ricos, a los nobles y a la burguesía mercantil, oposición especialmente sentida en momentos de escasez de subsistencias. El hambre une a clases sociales diferentes contra el acaparador. Pero no tienen mentalidad socialista, sino burguesa. Quieren una sociedad igualitaria. Su reclamación primaria y básica es sencillamente el pan, puesto que el pan suponía entonces más de la mitad del presupuesto de una familia pobre. Le dan una base teórica reclamando el derecho a la existencia como primer derecho natural, anterior al derecho de propiedad. Este derecho lo concretan en el derecho a la igualdad básica en materia de subsistencias (todos tienen igual derecho a lo esencial para la vida), que formulan como «igualdad de disfrute» (égalité des jouissances). Para conseguirla nunca piensan en un comunismo, nunca piden la abolición del derecho de propiedad, sino la extensión de ese derecho a todos. Desean una sociedad de trabajadores independientes, propietarios de sus medios de trabajo (tierra, taller o tienda) y capaces de atender a las necesidades de su familia sin recurrir al trabajo asalariado. De hecho, estas aspiraciones iban en contra del progreso del capitalismo; los sans-culottes ven que la situación los está reduciendo a la categoría de asalariados, pero no saben analizar el proceso de concentración del capital. Hasta aquí coinciden con los jacobinos. Pero los sans-culottes van más allá y quieren limitar el derecho de propiedad: lo que el rico tiene de sobra pertenece a la República y a sus miembros más desafortunados. En definitiva, los sans-culottes no plantearon reivindicaciones como trabajadores, sino como consumidores. Lo que los movilizó fue la carencia (el alza de precios) de las subsistencias. De ahí que sus reivindicaciones más inmediatas fueran las medidas para asegurar la distribución: los reglamentos económicos que los jacobinos sólo admitieron bajo presión de las masas. La primera exigencia fue el control de los precios de los artículos más necesarios con la fijación de un precio máximo, la tasa. Cuando vieron que la tasa era insuficiente para asegurar la distribución, pidieron otras medidas, como fue la creación de almacenes públicos obligatorios, alegando que ni el agricultor ni el comerciante son dueños de las mercancías de primera necesidad y el racionamiento. Pero la reivindicación se radicalizó y reclamaron la limitación directa del derecho de propiedad (el maximum de fortuna que un ciudadano podía poseer) a fin de que aumentara el número de los pequeños propietarios. Las aspiraciones de los sans-culottes fueron recogidas por hombres que no pertenecían a ellos. En parte lo hicieron los jacobinos, según ya hemos visto, pero hay otros personajes que fueron más directamente portavoces de las masas populares. No formaron un grupo ni de opinión ni de actuación. Fueron activistas que trabajaron sin conexión entre ellos. En consecuencia, no se puede encontrar en su conjunto ni siquiera en cada uno de ellos una doctrina articulada. El mismo día el rey y su familia son encerrados en el Temple. La Comuna Insurreccional impone a la Asamblea la creación de un tribunal criminal extraordinario con el fin de que la justicia castigue a los criminales contrarrevolucionarios. La caída de la monarquía no fue bien recibida en todas partes, especialmente en la Vendée. El 30 de agosto la Comuna es declarada ilegal por la Asamblea: los girondinos la acusan de querer instaurar "un despotismo más duro y más odioso que el de la monarquía". Desde el punto de vista militar la situación cambia. Se produce una ofensiva austro-prusiana de gran envergadura. En París el miedo está en su apogeo. El furor popular se desata contra los enemigos que se pueden capturar: aristócratas y refractarios, que son encerrados desde el 10 de agosto. Los rumores circulan enseguida; los traidores encerrados en las prisiones conspiran desde sus mazmorras. Entonces comienza una terrible masacre. El balance es terrible: alrededor de 1.400 asesinados; sacerdotes, algunos nobles y presos comunes. Detrás de la masacre hay también un pueblo atormentado por el espectro de los precios y del hambre. En las provincias tuvieron lugar masacres comparables, por la misma mezcla de motivos políticos y sociales. Pero los aristócratas y refractarios son allí las primeras víctimas. Estas masacres han avivado la rivalidad entre la Comuna y la Asamblea y entre jacobinos y girondinos. Al final, sólo una inesperada victoria, en Valmy, permite una distensión imprevisible. La proclamación de la república y la ejecución del rey La Convención Nacional estaba compuesta por 749 diputados elegidos por sufragio universal. Son elegidos notables y hombres de leyes, abogados y literatos antes que hombres del pueblo o verdaderos sans-culottes. Entre los electos, hay 80 constituyentes y 200 legisladores. Los girondinos, conducidos todavía por Brissot y Pétion, y luego por Vergniaud, dominan la nueva Asamblea. Representan en ella a los departamentos más que a París. Son republicanos sinceros, ateos o deístas, partidarios del sufragio universal y de la guerra de propaganda, pero sobre todo son provincianos que desconfían de la Comuna y de Paría. Pasan por moderados, sobre todo porque son muy afectos a la legalidad y a la libertad económica y les repugnan las medida extraordinarias. La Montaña es, ante todo, París. Sus diputados representan mejor las aspiraciones populares y están dispuestos a tomar medidas de excepción. Robespierre es el jacobino por excelencia, un deísta y demócrata convencido. Junto a él, destacan Danton y Marat. La Montaña . Nombre que recibió durante la Revolución Francesa el partido de radicales extremistas dirigido por Maximilien de Robespierre y Georges Jacques Danton. El apelativo se debía a que los representantes de este grupo, conocidos como los montañeses (montagnards), se sentaban en la parte superior del salón donde se reunía la Convención Nacional. Desde finales de 1792 hasta la primavera de 1793 se opusieron a los girondinos, cuyos miembros controlaban entonces el gobierno revolucionario. Entre estas dos tendencias, la Llanura (Plaine) es siempre mayoritaria y se inclina ya hacia la Gironda ya hacia la montaña. El 21 de septiembre de 1792 es abolida la realeza y el 25 de septiembre es declarada la República. Los girondinos atacan enseguida la influencia excesiva de París y de la Comuna. Atacan a Marat y luego a Robespierre, acusado ya violentamente de dictadura, y Danton es acusado de malversación de fondos. Las victorias de otoño de 1792 y el proceso de Luis XVI ocupan la cabecera de los debates y dejan a la República tiempo para situar sus principales órganos: los ministros, que ejercen el ejecutivo, y los comités, que preparan el trabajo dde la Asamblea; el Comité constitucional y el de Seguridad general son los más importantes. A finales de septiembre los ejércitos franceses ganan por doquier y se anexionan Saboya y Niza. En noviembre conquistan Bélgica. El 5 de diciembre la Convención se atribuye el poder de juzgar al rey depuesto, tras el descubrimiento de la correspondencia secreta de Luis con los enemigos. La teoría de la inviolabilidad del rey es barrida por la traición. Marat exige el proceso para instrucción del pueblo, Saint-Just pide la ejecución del rey sin juicio y Robespierre opone la necesidad política: No hay que hacer ningún proceso, Luis no es un acusado, vosotros no sois jueces… No tenéis que dictar ninguna sentencia, sino tomar una medida de salvación pública. La Gironda admite que el proceso es inevitable, pero desea salvar al rey. El 11 de enero de 1793 la asamblea decreta que se votará sucesivamente la culpabilidad del rey, la ratificación por el pueblo de la sentencia y la misma sentencia. A la primera pregunta la Convención declaro unánimemente a Luis culpable de conspiración contra la seguridad general del Estado. en el segundo escrutinio, la ratificación popular fue rechazada por una fuerte mayoría, lo que constituye la primera derrota de los girondinos, convencidos de que Francia, al ser consultada, no ejecutaría al rey. La sesión del 16 y 17 de enero de 1793 decretó la pena de muerte para el rey (387 votos favorables a la ejecución, frente a 333 contrarios a la ejecución. Entre los regicidas estaban casi todos los montañeses: Robespierre, Danton, Marat, David, Desmoulins, SaintJust…). El 21 de enero de 1793 el rey es guillotinado. La ejecución de Luis XVI sumió a Francia en el desasosiego; pero Europa, unánimemente indignada, reacciona pronto, tanto más por cuanto la política de anexiones, desarrollada con brutalidad, en el invierno de 1793, inquieta muy concretamente. La Convención declara la guerra a Inglaterra el 1 de febrero. La ruptura entre Francia e Inglaterra condujo a la primera coalición: la Convención declara la guerra a España el 18 de marzo; el 22, los príncipes alemanes del Imperio se unen a Prusia y a Austria; lo mismo hacen los Estados italianos, salvo Génova y Venecia; Portugal secunda a Inglaterra, Rusia y Suecia amenazan… Para hacer frente a esta coalición la Convención vota el 24 de febrero una leva de 300.000 efectivos, los hombres válidos y sin hijos de 18 a 40 años. Es entonces cuando Francia explota: a la guerra extranjera se añaden una insurrección interior y una ruptura, ahora violenta, entre girondinos y montañeses. La presión popular, parisina sobre todo, era cada vez más dura; la penuria alimentaria se agrava por la detención de las importaciones de grano, que llegaban a los puertos franceses en barcos holandeses e ingleses. El 12 de febrero los sans-culottes de París llevan una petición a la Convención para poner fin al aumento de los precios y a los manejos de los acaparadores. Al mismo tiempo, reclaman el fin de las desigualdades sociales y atacan a girondinos y montañeses. Los motines y actos violentos se generalizan en París. La misma Comuna teme que la situación escape a su control. En provincias las disensiones más notables siguen siendo las que enfrentan a jacobinos y girondinos y se expresan más en un plano político que social. La leva fue mal recibida a causa de su carácter inhabitual e imperativo; hasta ahora la nación sólo reclutaba voluntarios. París y los departamentos de la frontera tienen una conciencia clara del peligro militar, pero no ocurre lo mismo en otros lugares y la resistencia se hace notar; ésta se gesta a menudo en torno a los curas buenos y a la desaparecida aristocracia. Los desórdenes hacen reventar Francia por todas partes, pero es en La Vendée donde se pasa del desorden y la resistencia a la insurrección y la guerra civil. El levantamiento vendeano tiene una base popular, los campesinos estaban consternados viendo las cargas feudales y reales sustituidas por una fiscalidad nacional al menos igual de dura; eran además incapaces de convertirse en adquisidores de bienes nacionales, y la leva fue unánimemente rechazada. A los campesinos se unieron, además, tenderos y artesanos arruinados. La ejecución del rey impresionó a una aristocracia aún sólidamente asentada, que se ponen inmediatamente a la cabeza del movimiento. La sublevación estalla en la primera semana de marzo. La Vendée, antiguo departamento de la costa oeste francesa en el que se produjeron insurrecciones (1793-1796) durante la Revolución Francesa. Las verdaderas causas que provocaron estas rebeliones contrarrevolucionarias fueron las fuertes creencias religiosas de su población campesina, los controles a los que las autoridades sometieron a la Iglesia católica y el decreto de leva forzosa de febrero de 1793. Las revueltas comenzaron en Cholet el 4 de marzo; la más importante, encabezada por los campesinos Jacques Cathelineau, Gaston Bourdic y Jean-Nicolas Stofflet, a los que se unieron algunos nobles monárquicos, continuó hasta el 13 de marzo. En junio, 30.000 rebeldes que se autodenominaban Ejército Real y Católico, tomaron las ciudades de Saumur y Angers. El gobierno jacobino se vio seriamente amenazado en los primeros momentos, ya que en aquellos momentos también se estaban produciendo alzamientos en Normandía, Lyon y Marsella, y las tropas revolucionarias acababan de ser derrotadas en la batalla de Neerwinden; no obstante, recibieron refuerzos y vencieron en Cholet a las tropas contrarrevolucionarias de La Vendée, que ya alcanzaban los 65.000 hombres. Los rebeldes sufrieron nuevas derrotas en la batalla de Le Mans el 12 de diciembre (se cree que el número de bajas entre muertos y prisioneros fue de 15.000) y en Savenay once días después, cuando el resto de sus tropas intentó volver a cruzar el río Loira. Durante el año siguiente, el gobierno continuó hostigando a la población de esta región, lo que provocó nuevas insurrecciones, aunque de menor intensidad. Finalmente, en diciembre de 1794 el régimen termidoriano anunció una amnistía a la que siguió la concesión de la libertad de culto y la exención del servicio militar para los habitantes de esta comarca. En junio de 1795, FrançoisAthanase Charette, uno de los nobles que dirigió el alzamiento de 1793, se unió a los británicos que arribaron a la bahía de Quiberon (Bretaña), pero su derrota y posterior ejecución pusieron fin a la resistencia organizada de La Vendée. En ese momento se produjo la primera gran derrota en el frente extranjero, en Neerwindden, el 18 de marzo, seguida de la deserción de Dumouriez. El asalto a Francia se anunciaba amenazador. La traición de Dumouriez produjo un clima de desconfianza. La Revolución pone en marcha los primeros órganos de un gobierno e excepción. Danton reclama una tasa sobre los ricos y la creación de un tribunal criminal revolucionario: "Seamos terribles para dispensar al pueblo de serlo" El 6 de abril se crea el Comité de Salvación Pública, encargado de vigilar la actividad de los ministros y de coordinar todas las medidas que afectan a la defensa interior y exterior. Este primer Comité de Salvación Pública está dominado por Danton. En provincias las administraciones, bajo la presión de los jacobinos, constituyen espontáneamente comités locales de Salvación Pública, que se atribuyen el poder de imponer medidas de seguridad. En esta coyuntura, la oposición entre la Montaña y la Gironda se hace cada vez más virulenta. En abril se consiguió la suspensión de la inviolabilidad de los miembros de la Convención, que la misma Asamblea pueda decretar la acusación cuando éstos sean sospechosos de "complicidad con los enemigos de la libertad, de la igualdad y del gobierno republicano". El 1 de mayo, en Rouen, un aumento de los precios del pan provoca un motín y un enfrentamiento entre guardias nacionales y voluntarios, sans-culottes parisinos, los enragés (rabiosos) se dirigen a la Convención para exigir un tope en los precios. A partir de aquí, los jacobinos desatan la ofensiva. Las tribunas de la Convención son sitiadas, ocupadas permanentemente por mujeres que no dudan en controlar el acceso e interrumpir a los diputados, lo que transforma los debates en tumultos constantes y prolongados. El 18 de mayo se forma con los suplentes de los diputados una nueva asamblea en Bourges y todas las autoridades de la capital son anuladas. Los girondinos, además, obtienen el nombramiento de un comité de los Doce, encargado de investigar los complots que amenazan a la libertad y a la ley, una maquina de guerra contra los sans-culottes y la Comuna. El 24 de mayo son arrestados dos jefes de los enragés, Hébert y Varlet. El 25 de mayo se lanza un ultimátum a la Comuna de París; si llegara a atentarse contra la representación nacional con una insurrección París sería aniquilado. Robespierre responde el 26: cuando el pueblo es oprimido y las leyes violadas, "cuando el despotismo está en su cenit, entonces el pueblo debe rebelarse. Ha llegado ese momento". El 31 de mayo tocan a rebato en Notre-Dame y pronto de barrio en barrio. Los guardias nacionales se alzan en armas y se unen a los sans-culottes, excitados por los discursos de Marat. Constituyen un comité secreto, preparado para la ofensiva, con el apoyo abierto del alcalde de París y la complicidad del Comité de Salvación Pública, de Danton y de los montañeses. En horas, el comité se constituye en Comité Insurreccional. Por su parte, la Convención se había reunido y un debate encrespado enfrentaba a girondinos y montañeses, cuando una delegación del Comité Insurreccional se presenta y exige la acusación formal de 22 girondinos, una depuración y la condena de todos los sospechosos, la fijación de precios del pan y la creación de un ejército revolucionario de sans-culottes en cada ciudad. La Convención no concede más que la supresión del Comité de los Doce, lo que basta para legitimar la insurrección. El 2 de junio, el Comité Insurreccional marcha sobre la Asamblea y la cercan; emplazan cañones. En medio del tumulto la Asamblea cede y decreta la detención de 29 de sus miembros, los principales jefes de la Gironda: Brissot, Guadet, Isnard, Pétion, Vergniaud… La república girondina se desmorona. Con los girondinos desaparece la primera revolución burguesa. Se anuncia una nueva revolución: después de la de los girondinos, la de los montañeses. Los montañeses están impulsados por la presión popular, su revolución debe ser social antes de ser liberal. A corto plazo Francia estalla. Se produce una agitación federal antimontañesa y violenta. La Constitución del año I. "El Terror" En el verano de 1793 Francia ha sido invadida por los españoles, sardos, prusianos y austriacos. Además, los insurgentes del interior; los vendeanos están a las puertas de Nantes. El 13 de julio Marat es asesinado. En esos momentos Danton se siente desgastado: el 10 de julio la Convención renueva el Comité de Salvación Pública y lo aparta del mismo. Por último, la Constitución de 1793, adoptada por la Convención el 24 de junio, muy democrática- sufragio universal y un ejecutivo de 24 miembros- se suspende el 10 de octubre. Se ha abierto el camino a las medidas de excepción. A propuesta de Saint-Just, la Convención declara que "el gobierno de Francia será revolucionario hasta la paz". La Convención sigue siendo el centro impulsor de la actividad gubernamental. Pero en realidad el poder pertenece ahora a sus comités y, sobre todo, al comité de Salvación Pública. El Comité de Salvación Pública, remodelado tras la caída de la Gironda, comprende una docena de miembros procedentes en su totalidad de la Montaña. Robespierre entra en él el 27 de julio de 1793. El gran rival del Comité de Salvación Pública es el Comité de Seguridad General, constituido definitivamente el 17 de octubre y encargado de velar por la seguridad del Estado. a él incumben la policía política y la búsqueda de sospechosos. Ser señalado por este comité equivale, con frecuencia y a corto plaza, a pasar ante el tribunal Criminal Revolucionario, cuyos juicios se hacen ejecutorios en 24 horas y sin posibilidad de recurso. Según el mismo modelo, se instituyen tribunales revolucionarios en los departamentos. Por último, los representantes en emisión en el ejército o en los departamentos son miembros de la Convención, provistos de los más amplios poderes. El Comité de Salvación Pública no extrae su legitimidad de un texto constitucional, sino de la excepción y de la urgencia. Tiene como finalidad fundar la República y defenderla contra todos sus enemigos, y subordina todo a esta doble necesidad, a riesgo de suspender las libertades proclamadas en 1789. Así, Billaud-Varenne anuncia que el gobierno sería "protector de los oprimidos, favorable a los patriotas, benefactor para el pueblo, pero terrible para sus enemigos". Desde el 5 de septiembre de 1793, bajo la presión de los sans-culottes, que han cercado de nuevo la Asamblea, la Convención puso el terror en el orden del día con este comentario: "Es hora de que la igualdad pase su guadaña sobre todas las cabezas". El primer Terror El terror ocupó todos los ámbitos de la vida del país. Es, al mismo tiempo, político, económico, social y religioso; está incluso en el ejército. El terror político está casi totalmente comprendido en la Ley de Sospechosos de 17 de septiembre de 1793, que atañe a quienes, sin haber cometido actos reprensibles contra la República, son considerados capaces de cometerlos: exiliados, funcionarios públicos destituidos, partidarios de la monarquía o de los girondinos. Encargados de aplicar la ley, los comités revolucionarios detentan un poder exorbitante y se entregan a menudo a una depuración sistemática. Así se ejecuta a la reina, el 16 de octubre. El 31 del mismo mes son guillotinados los girondinos que habían sido arrestados. En tres meses hay 177 ejecuciones en París y más de 4.500 detenidos en prisión. Escenas de horror tuvieron lugar en algunas ciudades de provincias. El terror económico fue primero un empréstito forzoso contra las riquezas; luego se decretó la pena de muerte contra los acaparadores; los precios serán en lo sucesivo fijados por las autoridades departamentales; por último, se establece un tope de salarios. Terror religioso: no sólo se hostiga a las refractarios, sino que los mismos constitucionales ya no son defendidos por las autoridades. El terror se vuelve antirreligioso. Las iglesias se cerraron; los sacerdotes son invitados a laicizarse; después de los sacerdotes, la religión en sí misma, se reniega del culto católico en provecho del de la Razón; en octubre un nuevo calendario sustituye al calendario religioso (cada día está dedicado a una planta, a un animal, a un utensilio, que sustituyen a los nombres de los santos, y los nombres de los meses hacen referencia a neologismos relacionados con la naturaleza); los santos son proscritos por doquier; los niños son llamados con nombres extraídos de la historia antigua, de la naturaleza o de la República; las ciudades son desbautizadas… Todo creyente es ahora un sospechoso. El terror, por último, alcanza también al ejército. Se renueva el Estado Mayor, los generales timoratos o vencidos son eliminados. En agosto la Convención decretó la leva en masa. Por primera vez el servicio militar se impone a todos los hombres jóvenes y la actividad militar a toda la nación. Así se establece un ejército de 600.000 hombres. Entre julio y septiembre de 1793 la invasión es rechazada por doquier, o al menos detenida. La reducción de las insurrecciones interiores es claramente más decisiva, pero exige esfuerzos gigantescos y es acompañada en todas partes por un terror extremo (Los muertos pasaron de 100.000 en La Vendée). La República se impone en el interior, el peligro exterior parece más o menos contenido; ¿convenía, pues, seguir tensando los muelles del gobierno revolucionario? Es la opinión de algunos montañeses y la de los enragés, que ven en ello una prueba de victoria. Pero ya no todos los sans-culottes están involucrados, y muchos de los diputados comienzan a cansarse del terror y desean atenuarlo; entre ellos Desmoulins y Danton, que recupera su posición en la escena política y propugna el moderantismo. Robespierre condena a las dos facciones y se convierte en defensor de una vía intermedia del terror, entre los indulgentes y los enragés. El 5 de febrero de 1794, en la Convención, Robespierre defiende que el gobierno revolucionario procede de dos principios indisolubles: la virtud, sin la cual el terror es funesto, y el terror, sin el cual la virtud es impotente, y esto es "consecuencia del principio general de la democracia aplicado a las más urgentes necesidades de la patria". En diciembre de 1793, la Convención ha decretado una enseñanza primaria gratuita, laica y obligatoria para todos los niños de seis a nueve años. En febrero dde 1794 deroga la esclavitud en las colonias francesas. No obstante, las facciones seguían enfrentándose. Hacia el final del invierno su conflicto encuentra el desenlace. El pan es raro y caro, ya que la cosecha de 1793 ha sido mala; la carne escasea. Los cordeliers incitan entonces a los sans-culottes a reclamar grandes medidas. La Convención vota las ayudas y decretos que relanzan la salvación pública: el 27 de febrero se produce la confiscación de los bienes de los sospechosos, y el 28 se lee el proyecto de una nueva ley contra los acaparadores. Los cordeliers creyeron entonces que vencerían si acentuaban su presión. El 2 de marzo Carrier, Hébert y Ronsin lanzan un llamamiento a la insurrección; el 4 de marzo Hébert ataca de palabra a Robespierre. El 13 de marzo Robespierre decide acabar con los hébertistas: Hébert, Vincent, Ronsin, Momoro son arrestados y acusados de urdir un complot extranjero. Sólo Danton, ahora abiertamente opuesto al Comité de Salvación Pública, indulgente incluso con los enragés, ha comprendido que su eliminación era el preludio a una purga más general, osa pronunciarse contra la ejecución de los hébertistas. Las acusaciones contra Hébert, la distribución de víveres y la desbandada del ejército revolucionario de París dan sus frutos: los sans-culottes no se mueven. El Comité de Salvación Pública sale reforzado y no desaprovecha la ocasión de acabar también con los indulgentes. En la noche del 29-30 de marzo Danton, Desmoulins y Lacroix son arrestados. Todos los procesados son acusados de ser los últimos partidarios de la monarquía, cómplices de Dumouriez y complot extranjero. Son guillotinados el 5 de abril de 1794. La Francia de Robespierre: el Gran Terror Robespierre queda como único arquitecto de la Revolución. Acaba de poner fin a la presión de la calle sobre la representación nacional. Robespierre organiza una dictadura sin precedentes. El gobierno es un gobierno de guerra, lo que legitima todas las medidas de excepción. El Comité de Salvación Pública es ahora el órgano esencial. El Comité de Seguridad General aplica la ley de sospechosos: es un ministerio de terror. La Comuna de París se reduce a la función de órgano de transmisión de las órdenes del Comité de Salvación Pública. las sociedades populares desaparecen en mayo y junio de 1794. las municipalidades y los distritos mantienen correspondencia directa con el Comité de Salvación Pública. Este refuerzo del poder central por el gobierno revolucionario tranquiliza a la burguesía descartando la amenaza de los sans-culottes, pero inquieta en la Convención a los diputados de la Llanura, que acaban formando, tras las dos purgas, una clara mayoría. Económicamente la burguesía respira: el tope de los salarios se impone en todo su rigor. Se produce el divorcio entre el Comité de Salvación Pública y el pueblo de los sans-culottes. Robespierre juzgaba indispensable dar un fundamento metafísico al régimen. Es el momento del Ser Supremo: "La lucha de las facciones proviene de la depravación moral y ésta del ateísmo… La idea del Ser Supremo y de la inmortalidad del alma es un llamamiento continuo a la justicia, es, por tanto, sociable y republicana". El Gran Terror, por la ley de 10 de junio de 1794, suprime absolutamente todas las garantías de justicia; ya no hay defensor, el veredicto del jurado se reduce a la elección entre la absolución y la muerte, la definición de los enemigos de la República se hace tan vaga que permite englobar en ella a cualquiera (17.000 ejecuciones durante el Gran Terror, la mitad de los once meses de Terror). “La democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, guiado por leyes que son de obra suya, actúa por sí mismo siempre que le es posible, y por sus delegados cuando no puede obrar por sí mismo. Es, pues, en los principios del gobierno democrático donde debéis buscar las reglas de vuestra conducta política. Pero para fundar y consolidar entre nosotros la democracia, para llegar al reinado apacible de las leyes constitucionales, es preciso terminar la guerra de la libertad contra la tiranía y atravesar con éxito las tormentas de la Revolución; tal es el fin del sistema revolucionario que habéis organizado. Debéis aún regir vuestra conducta según las tormentosas circunstancias en que se encuentra la República, y el plan de vuestra administración debe ser el resultado del espíritu del gobierno revolucionario combinado con los principios generales de la democracia. Pero ¿cuál es el principio fundamental del gobierno democrático o popular, es decir, el resorte esencial que lo sostiene y que le hace moverse? Es la virtud. Hablo de la virtud pública, que obró tantos prodigios en Grecia y Roma, y que producirá otros aún más asombrosos en la Francia republicana; de esa virtud que no es otra cosa que el amor a la Patria y a sus leyes. Pero como la esencia de la República o la democracia es la igualdad, el amor a la patria incluye necesariamente el amor a la igualdad. En verdad, ese sentimiento sublime supone la preferencia del interés público ante todos los intereses particulares, de lo que resulta que el amor a la patria supone también o produce todas las virtudes, pues ¿acaso son éstas otra cosa sino la fuerza del alma, que se vuelve capaz de tales sacrificios? ¿Y cómo podría el esclavo de la avaricia o de la ambición, por ejemplo, inmolar su ídolo a la Patria? No sólo es la virtud el alma de la democracia, sino que, además, solamente puede existir con este tipo de gobierno. En la monarquía, sólo conozco un individuo que pueda amar a la Patria, y que para ello no necesita siquiera virtud: el monarca. La causa de ello es que, de todos los habitantes de sus estados, el monarca es el único que tiene una patria. ¿Acaso no es el soberano, al menos de hecho. ¿No está en el lugar del Pueblo? ¿Y qué es la Patria sino el país del que se es ciudadano y partícipe de la soberanía? Por una consecuencia del mismo principio, en los Estados aristocráticos, la palabra «patria» sólo tiene algún significado para quienes han acaparado la soberanía. Sólo en la democracia es el Estado verdaderamente la Patria de todos los individuos que lo componen, y puede contar con tantos defensores interesados en su causa como ciudadanos tenga. Si Atenas y Esparta triunfaron de los tiranos de Asia y los suizos de los tiranos de Austria y España, no hay que buscar otra causa que ésta. Pero los franceses son el primer pueblo del mundo que ha establecido una verdadera democracia, llamando a todos los hombres a la igualdad y a la plenitud de los derechos de ciudadanía; ésta es, a mi juicio, la verdadera razón por la cual todos los tiranos coaligados contra la República serán vencidos. Es el momento de sacar grandes consecuencias de los principios que acabamos de exponer. Puesto que el alma de la República es la virtud, la igualdad, y vuestra finalidad es fundar y consolidar la República, la primera regla de vuestra conducta política debe ser encaminar todas vuestras medidas al mantenimiento de la igualdad y al desarrollo de la virtud, pues el primer cuidado del legislador debe ser el fortalecimiento del principio del gobierno. Así, todo aquello que sirva para excitar el amor a la patria, purificar las costumbres, elevar los espíritus, dirigir las pasiones del corazón humano hacia el interés público, debe ser adoptado o establecido por vosotros; todo lo que tiende a concentrarlas en la abyección del yo personal, a despertar el gusto por las pequeñas cosas y el desprecio de las grandes, debéis eliminarlo o reprimirlo. En el sistema de la Revolución francesa, lo que es inmoral es impolítico, lo que es corruptor es contrarrevolucionario. La debilidad, los vicios, los prejuicios, son el camino de la monarquía.” Discurso de Robespierre del 7 de febrero de 1794. El Gran Terror era intolerable. No tenía además ninguna utilidad. Durante meses todo se justifica con la guerra, pero la aplastante victoria en Fleurus- 26 de junio de 1794- hace que la patria ya no esté en peligro. En el momento en que la victoria permite la libertad, Robespierre se obstina en reunir los dos términos contradictorios, la victoria y el terror: Robespierre debe desaparecer. Los descontentos de superficie y las corrientes profundas se van a encontrar. Los descontentos son numerosos. Los representantes llamados a París para dar cuenta de sus propios excesos y exacciones; los miembros del Comité de Seguridad General, descristianizadores sinceros, indignados por el culto al Ser Supremo, enemigos de la dictadura; los diputados de la Llanura- dirigidos por Lindet, Prieur de la Côte d´Or y Carnot- alarmados por el rumor persistente de una nueva depuración. El mismo Comité de Salvación Pública se descompone. Robespierre tiene dos fieles, Saint-Just y Couthon, pero los demás se despegan poco a poco del régimen del Gran Terror. Carnot es el auténtico animador de la oposición y Barére es el segundo hombre necesario; garantiza, por sus lazos con la Asamblea, la legalidad del asunto. Sensible a esta hostilidad, cada más irritable, agotado por un trabajo abrumador, harto de sus altercados con Carnot, exasperado por Billaud-Varenne que ahora lo trata de dictador, Robespierre acaba retirándose del Comité de Salvación Pública. pero sigue dirigiéndose a los jacobinos y a la Convención. El 26 de julio, ante la Asamblea, pronuncia un discurso amenazador, anuncio de una nueva depuración. La Asamblea no lo sigue. Por la noche, en los jacobinos, Robespierre denuncia a los "facinerosos y bribones y la debilidad de la Convención". Collot-d´Herbois, presidente de la Convención, y Billaud-Varenne son expulsados del club. Los montañeses tienen miedo; con Barras consiguen aliarse con los diputados de la Llanura. Hay que actuar deprisa: los jacobinos, la Comuna de París, Hanriot y la guardia nacional siguen estando detrás de Robespierre. En la sesión del 27 de julio de 1794 (9 de termidor del Año II), los diputados de la Convención impiden hablar a Saint-Just y luego al mismo Robespierre; después relevan a Hanriot de su mando, decretan el arresto del presidente del tribunal revolucionario, Dumas. Billaud-Varenne lanza una diatriba contra Robespierre; ¡Abajo el tirano! ¡La sangre de Danton te ahoga!", le grita Garnier; otro dantonista, Luchet, pide por último la acusación de Robespierre, arrestado enseguida junto a Saint-Just, Couthon, Dumas y Hanriot. La Comuna de París se declara en rebelión e intenta una última maniobra para salvar a Robespierre, pero Barras, encabezando un contingente de guardias nacionales procedentes de los barrios acomodados, rodea el ayuntamiento y arresta a sus ocupantes. El 28 de julio Robespierre y veintiún robespierristas son guillotinados. Así desaparecen con Robespierre, su hermano, Saint-Just, Couthon, Dumas, Hanriot, el general La Valette, Payan 8agente general de la Comuna), Gobeau (oficial municipal), FleuriotLescot (alcalde de París), Coffinhal (vicepresidente del tribunal revolucionario), Vivier (presidente del club de los jacobinos). Durante esta fase dictatorial de la República, la utilización de la violencia política contra los considerados enemigos de la revolución fue algo constante. La violencia política se convirtió en práctica política pues los comités se mantuvieron en el poder eliminando de forma sistemática a sus rivales con la excusa de que la revolución peligraba ante las conspiraciones de nobles y eclesiásticos apoyados por las monarquías absolutas europeas. Los juicios irregulares por parte de tribunales revolucionarios terminaban frecuentemente con condenas a muerte (se habla de más de 40.000 ejecuciones en unos pocos meses). Se ha interpretado el complot contra Robespierre como el deseo de muchos revolucionarios de parar las tendencias más radicales y volver, no al Antiguo Régimen, sino a los momentos iniciales de la revolución. La gran burguesía francesa había mirado con disgusto los acontecimientos de la época del Terror, las medidas sociales tomadas por el gobierno, los precios máximos puestos a los productos de primera necesidad y la nacionalización de algunas grandes fábricas que pasaron a ser propiedad del Estado. La Convención Nacional estuvo controlada hasta finales de 1794 por el 'grupo termidoriano' que derrocó a Robespierre y puso fin al Reinado del Terror. Se clausuraron los clubes jacobinos de toda Francia, fueron abolidos los tribunales revolucionarios y revocados varios decretos de carácter extremista, incluido aquél por el cual el Estado fijaba los salarios y precios de los productos. Después de que la Convención volviera a estar dominada por los girondinos, el conservadurismo termidoriano se transformó en un fuerte movimiento reaccionario. Durante la primavera de 1795, se produjeron en París varios tumultos, en los que el pueblo reclamaba alimentos, y manifestaciones de protesta que se extendieron a otros lugares de Francia. Estas rebeliones fueron sofocadas y se adoptaron severas represalias contra los jacobinos y sans-culottes que los protagonizaron. El Directorio. En 1795 el gobierno decide impulsar la redacción de una nueva Constitución que en muchos aspectos supone una vuelta a la de 1791, pues contemplaba el sufragio censitario e incide en que la igualdad es sólo ante la ley, sin contemplar los aspectos sociales que sí se incluyeron en la Constitución de 1793. La Constitución de 1795 dejaba el poder ejecutivo en manos de un Directorio de cinco miembros, mientras el poder legislativo residía en dos cámaras. El periodo siguió dominado como en los años anteriores por la inestabilidad política, y así durante una revuelta de partidarios del Antiguo Régimen en octubre de 1795, el directorio se vio obligado a pedir el apoyo del ejército donde apareció como salvador un joven general, Napoleón Bonaparte, que en años posteriores desempeñará un papel político esencial. Al año siguiente, 1796, la revuelta política vino desde el otro extremo político con la conjura dirigida por Babeuf, y que se manifestaba contra la existencia de la propiedad privada. El ascenso de Napoleón Bonaparte La inestabilidad seguirá en 1797 con una nueva revuelta de los partidarios de la monarquía reprimida con el apoyo del ejército. Cuando al año siguiente una nueva insurrección de los monárquicos necesite el apoyo del ejército, quedará ya claro que el futuro de la revolución y de Francia estará en manos de los generales, y en especial de Napoleón Bonaparte, quién en 1799 dará un golpe de estado que pondrá todo el poder en sus manos. Este proceso de acumulación de poder en manos de Napoleón se hará de una forma clara, pero progresiva. Primero en la Constitución del año VIII, que deja el poder en manos de tres cónsules, de entre los cuales, el primer Cónsul, Napoleón Bonaparte, posee el poder efectivo, mientras los otros dos tienen sólo funciones consultivas. Con el Consulado acabó la revolución, ya que Bonaparte impuso el orden interno. Además, firmó un acuerdo con el papa y logró el reconocimiento de la República por parte del Vaticano. Napoleón implantó un sistema de impuestos en el que todos los ciudadanos contribuían y aseguró la igualdad legal a través de cinco códigos de leyes, entre los que el más conocido es el Código Civil. Las personas en el nuevo régimen, ascendían en función de su capacidad, por lo que la educación adquirió gran importancia. En 1802 la Constitución del año X dictada por él le nombrará cónsul único con carácter vitalicio, para en 1804 ser proclamado emperador. Consecuencias de la revolución. Con la llegada de Napoleón Bonaparte no finalizó la revolución, pues algunos de sus cambios perdurarán. Así la revolución supone el fin de la monarquía absoluta en Francia. La pérdida de los privilegios de la Iglesia y la Nobleza ya no tendrá marcha atrás. Ni tampoco lo tendrán los derechos feudales, ni el diezmo que se pagaba a la iglesia, ni la venta de las tierras del clero a particulares. El propio Napoleón impulsará la redacción de un nuevo código legal para toda Francia, que recogerá buena parte de las leyes revolucionarias. El llamado código napoleónico se caracteriza por contemplar la igualdad legal de todos los ciudadanos y define un sistema judicial en el que se presupone la inocencia del acusado que recibe asistencia legal del Estado. El ciudadano cuenta con el derecho de habeas corpus que le protege de cualquier detención que no se ajuste a las leyes. El código napoleónico no sólo se aplicará en Francia, sino que se difundirá por buena parte de los países europeos conquistados por las tropas francesas. Además, la revolución dejará como legado la existencia de la libertad de expresión y de la libertad religiosa, y abrirá el camino a la separación Iglesia-Estado, requisito imprescindible para el buen funcionamiento de un régimen liberal o democrático. Por tanto, la "herencia" de la revolución puede resumirse en el fin de los privilegios legales típicos del Antiguo Régimen, en la disminución del control de la sociedad por la Iglesia, en la existencia de unas leyes basadas en el principio de la igualdad de todos ante la ley y en el respeto de las llamadas libertades individuales. La expansión francesa y el bloqueo a Gran Bretaña Durante la revolución, los franceses se anexionaron Bélgica, algunos cantones suizos y el condado de Niza, y formaron repúblicas afines a la francesa en Holanda, Suiza y gran parte de la península Italiana. Napoleón amplió el territorio francés hacia el este anexionando a Francia las franjas costeras del mar del Norte hasta Dinamarca y del mediterráneo hasta el sur de Roma. Además creó estados independientes en los territorios conquistados: Gran Ducado de Varsovia, Confederación del Rin, reino de España, etc. El control napoleónico del continente fue posible gracias a la brillante estrategia militar de Bonaparte, a la potencia del ejército francés y a la desunión de las grandes potencias europeas (Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia), que, durante mucho tiempo, estuvieron más preocupadas por defender sus intereses que por combatir a Bonaparte. Los países europeos formaron varias coaliciones contra Napoleón, pero todas fracasaron, y Rusia, Austria y Prusia acabaron aliándose con Francia en contra de Gran Bretaña, la única potencia que resistióLos intentos de Napoleón de invadir Inglaterra se frustraron pronto con la destrucción de la flota francesa en trafalgar (1805) por la armada británica. Para acabar con Gran Bretaña, Bonaparte decidió aislarla económicamente: en 1806 prohibió la entrada de sus productos en los puertos europeos, con lo que esperaba hundir su economía. Otro objetivo encubierto de este bloqueo, llamado Sistema Continental, era generar un nuevo orden económico europeo en el que Francia sería el país director. El Gran Imperio napoleónico Napoleón llegó a controlar toda la Europa continental entre 1810 y 1811; su objetivo final era la unificación del continente bajo el dominio francés. Para ello buscó unas justificaciones ideológicas que fueran compartidas en toda Europa; entre ellas destacan las ideas ilustradas de igualdad y fraternidad, y la evocación del Imperio romano como época esplendor (que se reflejó en los muebles estilo imperio, la vestimenta, el arte neoclásico). Su máximo oponente era Gran Bretaña y, por ello, instigó entre loas Estados europeos la hostilidad hacia ese país, cuya riqueza basada en la revolución industrial y el imperio colonial generaba envidias entre los comerciantes europeos. El apoyo de todas las grandes potencias al sistema Continental evidenció el triunfo inicial de su política. Napoleón no logró unificar Europa, pero creó su gran Imperio, formado por el Imperio francés (Francia y los territorios anexionados a ella) y los estados dependientes, en los que colocó al frente a sus hermanos e introdujo importantes reformas (abolición del Antiguo Régimen, implantación de la igualdad legal, supresión de los gremios). Los Estados dependientes, cuyos territorios fueron conquistados y saqueados por las tropas francesas, debían contribuir al imperio con dinero y soldados. El fin del Imperio El Sistema Continental fracasó, ya que Gran Bretaña siguió exportando sus productos a otras partes del mundo. Además, los ingleses, que controlaban todo el tráfico marítimo, obligaron a los Estados europeos a realizar todo su comercio por tierra, lo que generó importantes problemas de desabastecimiento en el este del continente. En Europa comenzó a percibirse que el sistema Continental estaba organizado para beneficiar a la economía francesa. En los Estados dependientes, la contribución de dinero y soldados al Imperio, los abusos y el expolio de las tropas francesas, y la imposición de políticas dictadas desde París desataron el rechazo a Francia. En muchas partes, como en Alemania, la reacción antifrancesa favoreció el surgimiento de sentimientos de identidad nacional (valoración de las tradiciones particulares, la lengua, las costumbres). Incluso dentro de Francia, crecía el descontento contra Napoleón debido a las constantes guerras y ala falta de libertades. En 1810, Rusia se retiró del Sistema Continental. Bonaparte invadió el país en 1812 con su Gran Armada, pero ante la llegada del invierno tuvo que emprender una dramática retirada en la que perdió su ejército. Los prusianos y los austriacos se unieron entonces a los rusos en la guerra de liberación (1813). En el oeste europeo, las tropas inglesas contribuyeron decisivamente a vencer a los franceses en España, y en 1813 cruzaban los pirineos. En Italia también estallaban revueltas. Finalmente, Napoleón fue vencido en 1813 en Leipzig, en la batalla de las Naciones, y los aliados entraron en París en 1814. napoleón abdicó y fue deportado a la isla de Elba, en la costa italiana. La Restauración Ante el vacío de poder en Francia, se consideró que la mejor opción era restaurar la monarquía borbónica con Luis XVIII como rey. Este monarca firmó una Carta Constitucional en 1814 que, aunque no recogía el principio de soberanía popular, en la práctica respetaba los principales logros de la revolución: abolición de los derechos señoriales, igualdad ante la ley, gobierno parlamentario, reconocimiento de los códigos napoleónicos y respeto de la nueva repartición de la tierra realizada durante la revolución. Mientras todos los Estados europeos discutían el nuevo orden internacional de Europa en el Congreso de Viena y restauraban las antiguas dinastías caídas en la guerra en sus respectivos tronos, Napoleón volvió a Francia y proclamó de nuevo el Imperio. Vencido definitivamente por los aliados en la batalla de Waterloo (Bélgica) en 1815, fue deportado a la isla de Santa Elena, al sur del Atlántico. Cronología: Napoleón I Bonaparte AÑO ACONTECIMIENTO 1769 Nace el 15 de agosto en Ajaccio (Córcega). 1785 Finaliza sus estudios en la Escuela Militar de París. 1793 Asciende a general de brigada, por méritos de guerra. 1795 Salva a la Convención Nacional (el gobierno revolucionario republicano francés) de una insurrección parisina. 1796 Contrae matrimonio con Josefina de Beauharnais. Es nombrado comandante de los ejércitos franceses en Italia, donde obtiene numerosas conquistas. 1798 Conquista de Egipto. 1799 Fracasa en la conquista de Siria y regresa a Francia. Noviembre: los días 9 y 10 encabeza un golpe de Estado (el de brumario) que derroca al Directorio y establece el Consulado. Es nombrado primer cónsul, con lo que pasaba a ser el principal gobernante de Francia, con poderes dictatoriales. 1800 Derrota a los austriacos en la batalla de Marengo. Consolida sus conquistas territoriales en el norte de Italia. Ordena el comienzo de la redacción de la codificación de los derechos fomentados por la Revolución Francesa: el Código de Napoleón. 1802 Se convierte en cónsul vitalicio. 1804 Se proclama emperador. 1805 Derrota a los austriacos y a los rusos en la decisiva batalla de Austerlitz. 1806 Nombra a sus hermanos reyes de Holanda y de Nápoles, se proclama a sí mismo rey de Italia, establece la Confederación del Rin (que quedará bajo su protección) y pasa a controlar Polonia. Decreta el llamado Sistema Continental con el objeto de bloquear el comercio británico y llevar así a esa nación a la bancarrota. 1807 Invade Portugal. 1808 Convierte a su hermano en el rey de España como José I. Comienzan las guerras de la Independencia española y portuguesa, que se prolongarán seis años y enfrentarán en la península Ibérica a las fuerzas napoleónicas con los británicos y los ejércitos de los respectivos países en conflicto. 1809 Derrota a los austriacos en Wagram y crea las Provincias Ilirias. 1810 El Imperio napoleónico obtiene su máxima extensión. Tras repudiar a Josefina, se casa con la archiduquesa de Austria María Luisa, hija del emperador austriaco Francisco I. El hijo de ambos nace al año siguiente (Napoleón II) y es nombrado rey de Italia. 1812 Emprende la infructosa campaña de Rusia. Su retirada desastrosa a las puertas de Moscú coincide con la unión de toda Europa contra Napoleón. 1814 Abdica y se dirige a su exilio de la isla mediterránea de Elba. 1815 Escapa de Elba y, tras marchar sobre París, da comienzo a su periodo de gobierno conocido como de los Cien Días. Es definitivamente derrotado en la batalla de Waterloo, el 18 de junio. Se le recluye, poco después, en la isla atlántica de Santa Elena. 1821 Fallece en Santa Elena, el 5 de mayo. 19 años después, sus restos serán trasladados a París y enterrados con grandes honores.