Conferencia General Abril 1988 COMO A UNA HIJA DE DIOS por el élder Yoshihiko Kikuchi del Primer Quórum de los Setenta Esposos, ¿amáis a vuestra esposa como a una hija de Dios? Mis queridos hermanos, os traigo saludos de los santos y misioneros de las hermosas islas de Hawai. ¡ALOHA! Hoy quisiera hacer una pregunta: "Mis queridos hermanos, ¿estamos tratando a nuestra esposa como a una hija de Dios? ¿Estáis tratando a vuestra esposa como a una hija de Dios?" Una hija de Dios. Estas palabras encierran algo especial. Aun al pronunciarlas se siente reverencia. Quizás me contestéis: "¡Pero, hermano Kikuchi, por supuesto que sí!" Entonces les voy a hacer otra pregunta: "¿Hasta que punto la tratáis y la honráis como a una hija de Dios?" Detengámonos a pensar en vuestra encantadora compañera. El Padre Celestial la confió a vosotros como una hija especial de Dios. Creo que en esta vida la persona o vecina más cercana que podáis tener es vuestra querida esposa. ¡Ella es vuestra novia! ¡Es vuestro amor! ¡Es vuestra mejor amiga! ¡Es vuestra amante! ¡Y es una hija de Dios! Amarás a tu esposa La enseñanza que el Señor le dio al interprete de la ley fue muy clara: "Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. "Este es el primero y el grande mandamiento". Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:37-39). Ayer, nuestro amado profeta, el presidente Ezra Taft Benson, dijo que en nuestra vida debemos poner primero el primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios". El segundo es también como el primero. El Señor dijo: "Amarás a al prójimo como a ti mismo". Hermanos, entre todos los hijos de nuestro Padre Celestial, ¿no pensáis que vuestra esposa es el prójimo mas cercano que podéis tener? El Señor dijo: "Amaras a tu esposa con todo tu corazón" (D. y C 42:22). De verdad, "el matrimonio lo decreto Dios" (D. y C. 49:15). "Honroso sea en todos el matrimonio" (Hebreos 13:4). El cometido de Abraham Cuando el Señor le dijo a Abraham que ofreciera a su hijo Isaac en sacrificio, tomo a Isaac, a dos siervos y dos asnos y levanto un altar. En el camino, Isaac le pregunto: "¿dónde esta el cordero para el holocausto?" Aunque Abraham sabia que Isaac seria la ofrenda. Le contesto: "Dios se proveerá de cordero . . . hijo mío" (Génesis 22:28). Conferencia General Abril 1988 Cuando llego el momento, Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac, y este no huyó de su padre (véase Génesis 22:9-11). Mis queridos hermanos y hermanas, en el matrimonio necesitamos tanto el cometido de Abraham como el espíritu de Isaac. He aquí tu madre En el momento de su insoportable agonía, el Salvador miró a su madre, María, y refiriéndose a uno de sus discípulos dijo: "Mujer, he ahí tu hijo". Y a Juan le dijo: "He aquí tu madre". Las Escrituras nos dicen que el discípulo la recibió en su casa" (Juan 19:26-27). ¿Somos dignos de que el Señor confíe a nuestro cuidado una de las hijas de nuestro Padre Celestial? Es obvio que el Salvador tiene un sentimiento especial hacia las mujeres del mundo, porque la primera persona que vio al Señor resucitado fue una mujer, María Magdalena. Oh, ¡qué especial fue eso! Jonathon Napela Quisiera contarles la historia de una persona que vivía en Hawai y disfrutaba de un gran compañerismo amoroso y eterno con su esposa. En 1850, Brigham Young envió diez misioneros a las islas hawaianas. Sin entender el idioma ni las costumbres, las cosas fueron extremadamente difíciles para los misioneros. Al fin todos se desanimaron, incluso el presidente de la misión. Se sintieron tan desalentados que cinco de ellos se volvieron a sus casas. El mas joven de estos misioneros, el élder George Q. Cannon, decidió quedarse. Entonces oró al Señor y Él le inspiró a que fuera a Maui, Lahaina. Así lo hizo. Cuando se aproximaba a ese pueblo, vio a dos mujeres que salían corriendo y entraban en una casa vecina dando voces para salir en seguida con un señor del lugar. Ese hombre había soñado la noche anterior que un mensajero de Dios llegaba al pueblo y que debía darle de comer. El élder Cannon recibió la invitación de quedarse y predicar en casa de ese hombre, que era Jonathon H. Napela, una persona muy educada y la autoridad de ese distrito (Alma 10:4). Posteriormente, el élder Cannon y Jonathon Napela llegaron a ser íntimos amigos, como lo fueron Alma y Amulek en el Libro de Mormón (véase Alma 10:15). Gracias a la mano guiadora de Dios y a la gran ayuda del hermano Napela, junto con la hospitalidad y la bondad de los hawaianos, la obra misional comenzó a prosperar y se pusieron sus cimientos. Su grande y profundo amor Muchos años después, la esposa de ese gran hombre, el hermano Napela, se enfermó de lepra. Era una mujer noble y hermosa. El conocimiento medico de hoy en día ha avanzado tanto que esta enfermedad ya no es mortal, pero en aquellos días no había cura para ella. A fin de impedir que se extendiera esta enfermedad, la persona enferma era obligada a vivir en una playa donde había una colonia de leprosos en Molokai. Llevaban a los leprosos en una embarcación, y como los marineros tenían tanto miedo al contagio, empujaban a los enfermos al mar y les forzaban a nadar hasta la orilla. Conferencia General Abril 1988 Como su esposa tenia que ir a esa colonia de leprosos, Jonathon quiso ir con ella. La tomó de la mano y se fueron juntos. ¿Por que lo hizo? ¡Porque la amaba de verdad! El sabía que la vida es eterna y que el amor es eterno, ya sea "en vida o muerte, salud o dolor" (Himnos de Sión. No. 144). ¿Cuánto amo a mi esposa? ¿La amo como a una hija de Dios? ¿Querría ir a un lugar como ese para estar con ella'? ¿Querríais vosotros demostrar un amor puro como el de Jonathon? ¿Estamos honrando a nuestra compañera? ¿Nos preocupamos por su bienestar? Debemos hacerlo porque Dios nos ha unido a ella (Marcos 10:9). La historia registra que este valiente y gigante hombre de Dios trabajó en la colonia de leprosos y luchó para conseguir la ayuda del gobierno para que los enfermos tuvieran un lugar mejor para vivir. Él fue un gigante en el amor puro de Cristo que tuvo por su gente. Casi puedo oír las palabras de Pablo a los corintios cuando les dijo: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe" (I Corintios 13:1). Este buen hermano se contagió también de la misma enfermedad y murió aun antes que su esposa, que le siguió dos años después. Esposos, ¿amáis a vuestra esposa como a una hija de Dios? Oh, esposos, ¡amad a vuestra esposa como a una hija de Dios!, "así como Cristo amo a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Efesios 5:25). ¡Yo sé que Dios vive! Esta es Su Iglesia. ¡Yo se que el Salvador vive! Sé que José Smith fue un profeta de Dios que restauró esta iglesia. Yo sé que nuestro amado presidente Ezra Taft Benson es el profeta de Dios y un ejemplo para nosotros. El Libro de Mormón es verdadero. En el nombre de Jesucristo. Amen.