EL ARTE DE SER SENCILLO DRUVA Aquí en occidente, parece ser que la forma que tenemos de relacionarnos los seres humanos, en general, es una relación a nivel emocional, a nivel pasional; parece que nuestras únicas fuentes de goce son disfrutar de los placeres de la comida o del sexo y esas cosas. Es un mundo en el que parece que la vida externa, lo externo, se confunde con la vida interna. Por otra parte, en la sociedad en la que vivimos, desde hace más de cincuenta años ha habido un progreso científico y tecnológico inusitado. ¿Quién iba a imaginar siquiera que un satélite artificial fuera a posarse en la luna del planeta Saturno? En nuestros días se llega a estos avances tecnológicos. Es un mundo en el que se vive bastante bien, en el que hay un grado de comodidad y bienestar, en general, también casi espectacular, ¿no? Al lado de esto también sigue habiendo enfermedades, hasta pudiera parecer que cada vez más. El otro día leí un artículo a propósito de esto, sobre un libro enfermedades que inventadas” se Es llama “Las demasiado: ¿Ya sabéis que los laboratorios farmacéuticos inventan enfermedades con sus síntomas y luego lanzan la publicidad de sus productos para combatirlas? Entonces los seres humanos, que somos unos hipocondríacos, pensamos que lo tenemos todo. Así que de esa manera se incentiva el consumo de los fármacos que ellos fabrican. (Es 1/17 conocido por todos que la industria farmacéutica y la de las armas son las más florecientes del planeta éste en el que vivimos.) Ya veis, la vida (hablo de occidente) es cada vez más acelerada, más estresada; nos parece que vivimos en un mundo caótico y confuso. ¿No lo veis así? Esto es el mundo de hoy; es lo que en Yoga se conoce con el nombre de Kali-yuga. Kali-yuga es una edad, una era que comenzó hace catorce mil quinientos años, más o menos, cuya característica es ésa: la confusión. Se le llama también la edad de hierro y, en el lenguaje del ocultismo, la era oscura. (Sin embargo parece ser que es la edad en la que el ser humano puede evolucionar con mayor rapidez.) Bien, pues en este mundo que yo veo así, un poco caótico, acelerado y en algunos aspectos desenfrenado; en este mundo, yo suelo decir que hablar del Yoga es una obra de caridad. Pero no lo es, porque yo me crea una monjita de la caridad, ni los instructores de Yoga se lo crean, que no lo somos. Tampoco porque nos creamos mejores que los demás, porque en realidad todos somos lo mismo. (No iguales, sino lo mismo en esencia, aunque no en apariencia). Y ¿por qué digo que, como yo lo veo, hablar de Yoga es una obra de caridad? Porque en el Yoga se habla de nosotros mismos, de lo que da sentido profundo a la vida; se habla de la realidad esencial de cada uno de nosotros, se habla de la Verdad. Es verdad que llegar a comprobar si es o no es así esto que llamamos la Realidad, la Verdad de uno mismo -el camino del Yoga-, es un camino largo, 2/17 muy largo. Pero la verdad es que no tenemos prisa. Para hacer este camino no hay que tener ninguna prisa. Un poeta español, que a mí me gusta mucho, Juan Ramón Jiménez, lo expresaba así: No corras. Ve despacio. Que adonde tienes que ir es a ti mismo. Este camino largo que es el sendero del Yoga, del conocimiento de uno mismo, es un camino que se va haciendo paso a paso, poco a poco. Cuando uno comienza hacer Yoga los pasos que da son tan pequeñitos, que no aprecia la mejora hasta que pasa un tiempo determinado. Con esto ocurre igual que con los niños: cuando estás todo el tiempo con ellos parece que no crecen ¿verdad? Sólo ves sus cambios cuando te alejas un tiempo de ellos o cuando miras sus fotos de antes. En el Yoga, este paso a paso tiene que ver con lo que yo llamo “hacerse sencillo”. Pero, ¿qué es ser sencillo? ¿Sois sencillos? ¿Somos sencillos? ¿Ser sencillo tiene que ver con ser una persona elemental, una persona indiferenciada, ser un hombre masa? ¿Ser sencillo es tener una vida muy austera, comer sólo una vez al día o ayunar? ¿Ser sencillo es vestirse con un taparrabos y con poco más? ¿Es eso la sencillez? Desde mi punto de vista, no. Ser sencillo tiene que ver con no estar condicionado, con vivir sin condicionamientos. No estar condicionado ¿por qué? Pues bien, en nosotros existe algo, lo que yo llamo un Yo, que es un 3/17 Yo fundamental, esencial, central. Es fundamental porque es la base o el fundamento de todo lo demás. Es un Yo esencial porque, como todo lo esencial, no es evidente a simple vista. Y es un Yo central porque siempre se dice que está en el centro de todos nosotros. Los Maestros, los grandes Seres que ha habido a lo largo de la historia siempre han dicho que hay que buscar en uno mismo, en el corazón o en el centro de uno mismo. Este Yo central, esencial y fundamental podemos visualizarlo como un circulo en el centro de cada uno de nosotros. Ahí habita lo que se llama el Yo, es decir, en este círculo central, nosotros sencillamente somos. Ahí solamente somos. De ahí surge la conciencia que en nosotros dice: “Yo soy”, “Tú eres” la que dice: “Todos somos”. Lo que sucede a lo largo de la vida es que, alrededor de ese círculo central, de Eso que llamamos el Yo donde simplemente o sencillamente somos, van apareciendo otros circulitos más pequeños que van recubriendo ese Yo. Van apareciendo incluso antes de que nazcamos; cuando estamos en el seno de nuestra madre ya empezamos a tener apellidos ¿verdad? Los apellidos del padre, de la madre, empezamos a tener nombre -nos ponen el nombre incluso antes de nacer-. Son ese tipo de circulitos que van superponiéndose en la periferia del Yo central. Y así, con la educación y a lo largo de las experiencias de la vida, van añadiéndose más y más circulitos. “Yo soy de tal familia, yo soy católico, yo soy alto, yo soy bajo, yo soy rico si naces en una familia pudiente-, yo soy pobre, yo soy listo, yo soy torpe o 4/17 yo soy tonto, yo soy budista, yo soy ateo, yo soy del Athletic, yo soy de La Real, yo soy nacionalista, yo soy constitucionalista… De todos esos circulitos, hay algunos nos gustan ¿verdad? Fijaos que todos esos circulitos con diferentes contenidos que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida son un adjetivo calificativo. Ya recordáis que en Gramática las oraciones han de tener un sujeto un verbo y un predicado. Pues, curiosamente, nosotros damos más importancia al predicado que al sujeto. Cuando decimos “Yo soy listo” ¿cuál es el predicado o el adjetivo calificativo? Listo ¿el verbo? Soy ¿y el sujeto? Yo. ¿Os dais cuenta de que valoramos más la palabra que dice cómo somos que el Yo? Es decir, no apreciamos, no valoramos lo que vale el Yo, el sujeto, lo que somos; valoramos más el adjetivo calificativo, lo que nos etiqueta, lo que está en la periferia, en la superficie. Pues bien, como decía, algunos circulitos de esos que rodean a nuestro yo, son de nuestro gusto y nos aferramos a ellos, los cultivamos, los alimentamos, los protegemos, los mostramos y los defendemos ¿verdad? (¿A quién no le gusta ser listo, alto, guapo, rico…?) Otros circulitos que rodean a este Yo central no nos gustan; entonces no los aceptamos y los rechazamos. Hay, además, algunos que nos son indiferentes. Es decir, que nos valoramos a nosotros mismos de acuerdo con el contenido de los circulitos periféricos y, en consecuencia, valoramos a los demás de acuerdo también con estos circulitos periféricos que nosotros vemos en ellos. ¿Para vosotros es así o no? Bien ¿Qué es lo que sucede entonces? ¿Cómo se desarrolla la vida del Yo? 5/17 Esto puede generarnos confusión, porque vemos que todos estos circulitos de la periferia van cambiando en nosotros; a veces eres bueno y a veces no eres tan bueno, ¿verdad? A veces te ves a ti mismo como listo, como que expresas las cosas muy bien, sabiamente, y otras veces te ves muy torpe, muy torpe. (Me pregunto: ¿no tiene algo de bondad aquel que reconoce en sí mismo algo de maldad?) El vernos así nos genera confusión, porque uno piensa: "¿Cuál de estos “Yoes” soy? ¿Soy el bueno o el malo, el listo o el torpe, el guapo o el horrible? Esto nos genera, como hemos dicho, confusión, pero sobre todo lo que más genera en nosotros es descentramiento, en la medida en que nos identificamos con las características de la periferia, esas que hay que alimentar o negar. (Fijaos que esto nos consume un montón de energía. Atender a nuestros adjetivos calificativos, a nuestros atributos, puede llevarse en la vida de todo hombre el setenta, ochenta o a veces el cien por cien de toda su energía.) Pero lo más grave, el drama es sin duda que, al identificarnos con el mundo de la periferia, nos descentramos. Y nos equivocamos. ¿Qué significa identificarse? ¿Qué significa que ese Yo central se identifique con lo de la periferia? Pues lo que significa es que construye una falsa identidad de lo que ES. Es decir, vivimos enfocados hacia la periferia, nos identificamos con ella, nos identificamos con lo que tenemos… Si tengo mucho dinero soy rico, si tengo poco dinero soy pobre, si estoy sano, soy sano, si estoy enfermo, soy enfermo. 6/17 Nos identificamos también con lo que sentimos: si me siento bien soy feliz, si me siento mal soy un desgraciado. Nos identificamos con lo que pensamos, con lo que nos ocurre… Y el drama humano, el drama de todos los seres humanos no es más que ese descentramiento. En la medida que te identificas con el mundo de la superficie, te olvidas de ti, de ese Yo central. Esa identificación es lo que se llama ignorancia. Ignorancia no es más que la identificación de tu Yo central, esencial y fundamental con lo que tú no eres, que solamente es algo que te califica, que solamente es un atributo de ese Yo central. A eso se llama ignorancia. Por otro lado Sabiduría es darte cuenta y reconocer ese Yo central. Esa identificación crea lo que se llaman los apegos. Es decir, estamos apegados a todo ese mundo de nuestra superficie, a todo ese mundo de nuestra periferia, que no tiene nada que ver con nuestro Yo, aunque eso no quita que sea importante. ¿Es importante ser guapo? Pues, puede serlo. No es lo más importante pero tiene su importancia; a lo mejor ligas más. ¿Es importante ser torpe? Pues también, porque ya sabéis que el hombre aprende más de sus torpezas que de sus virtudes. ¿Es importante ser abogado? Muy importante, porque de esa manera puedes defender a los indefensos. ¿Es importante ser terapeuta? Sí, porque de esa manera puedes curar a los demás. ¿Es importante ser barrendero? ¿Es importante ser alcalde?... Todo eso es importante, pero no es lo más importante. Todo ese mundo de la periferia son matices, canales a través de los cuales nuestro Yo se 7/17 expresa; son vehículos de expresión de lo que tú ERES en esencia, pero no es lo más importante. ¿Y de qué manera podemos acceder a ese Yo? Para acceder a ese Yo que decimos que es fundamental están los procedimientos del Yoga, las técnicas del Yoga. Una manera de acercarnos a ese Yo central es reconocer lo que tú no eres; eso se llama en el Yoga la técnica de Neti-Neti, que consiste en ir reconociendo lo que tú no eres e ir diciendo: Esto no soy, esto otro tampoco soy. Es decir, lo que yo soy esencialmente no es Alfredo Iglesias, lo que yo soy esencialmente no es este cuerpo. Lo que yo soy esencialmente no tiene nada que ver con lo que yo siento ahora, lo que yo soy esencialmente no tiene nada que ver con lo que yo pienso o con lo que yo hago o a lo que yo me dedico en la vida. En ese ir quitando, descubriendo poco a poco y eliminando lo que voy reconociendo que no soy, me llevará a un momento en el que solamente me quedará lo que Yo soy. ¿Qué obstáculos nos encontramos en este camino, en ese viaje hacia el Yo central? Pues el primero de los obstáculos es el miedo. El miedo siempre es el principal obstáculo en la vida. Cada vez que en tu vida tienes que tomar una decisión, sobre todo si es una decisión importante o trascendente, siempre aparece la emoción del miedo ¿verdad? Cada vez que tú tienes que tomar una decisión siempre hay una lucha entre dos posibilidades: lo que tú quieres hacer, lo que tu voluntad ha decidido y el miedo a dar ese paso. ¿No 8/17 os habéis encontrado nunca en esta situación? Muchas veces, ¿verdad? Aparece el miedo como un obstáculo que hay que vencer si quieres seguir adelante. (Si no, te quedas como estás, que a veces no está mal del todo. Depende de cómo estés). El miedo ¿a qué? Pues es el miedo a abandonar o a pensar que uno abandona o desecha eso que hasta entonces creía ser. En realidad no es así porque tú sigues siendo tú y teniendo tus atributos, tus cualidades. Es decir, que a medida que tú vas caminando hacia ese Yo central que es profundo, que está en ti mismo, ¿qué haces con todo eso que hasta entonces creías ser? ¿Todo eso desaparece? Ni hablar, no desaparece, sigue igual. No lo dejas, mejor diría: está mejor que antes. La única diferencia es que lo ves desde otro punto de vista, desde otra perspectiva y desde ahí lo relativizas, dándole menos importancia. El miedo es el primero de los obstáculos que se plantea siempre en el Yoga a un nivel determinado. Y el segundo de los obstáculos que yo veo en el camino hacia este Yo central es nuestra mente, que no es nada sencilla. Y ¿por qué no es sencilla la mente? Nuestra mente es una especie de velo que se interpone entre lo que Yo soy y el mundo externo. Es una especie de velo que oscurece nuestra vista, impidiéndonos ver con claridad el mundo que nos rodea. ¿Escucha nuestra mente? No, no escucha. Si os dais cuenta, cada vez que creéis estar escuchando, en realidad no escucháis, (no escuchamos, yo no me excluyo). 9/17 No escuchamos lo que nos dice quien nos habla, mente sino que aceptando o a nuestra propia continuamente rechazando esta eso que escucha. Si lo que escuchas está de acuerdo con tus esquemas mentales, con toda la información, con la programación mental que tienes, lo aceptas. Si no, lo rechazas, ¿a que sí? Entonces, ¿a quién estás escuchando? ¿Estás escuchándome a mí o estás escuchando lo que tu mente dice de lo que estoy diciendo? Si os dais cuenta, veréis que la mayoría estáis escuchando a vuestra propia mente. Pero mientras uno escucha a su propia mente… no escucha. Esto es importante. Es decir, que para que la escucha sea realmente escucha, tenemos que vaciar la mente. ¿Vaciarla de qué? Pues de nuestros esquemas, de nuestras programaciones, de los conocimientos previos que tengamos… Para que entre algo, un conocimiento nuevo o lo que sea, debe haber un vacío. Es decir, pocas veces en la vida damos oportunidad de florecer, o de dar fruto a aquello que escuchamos. ¿Por qué? Porque no escuchamos de verdad. Uno escucha el conocimiento que ya tiene en sí mismo, y así no podrá florecer el nuevo. Para llenarse hay que vaciarse previamente. Lo mismo ocurre cuando vemos cosas; cuando tú ves algo, en realidad no ves lo que tienes delante, sino lo que tu mente te dice de eso que estás viendo. No vemos las cosas tal como son, y eso pasa porque nuestra mente tiene el hábito de comparar, de juzgar, de encasillar constantemente. Cuando alguien ve a una persona que no conoce enseguida le pregunta: 10/17 ¿Quien eres? ¿Cómo te llamas? Ahora ya no se dice tanto pero antes ¿De qué familia eres? Para encasillarlo o encasillarte. Empezamos a juzgar automáticamente: es alto, es bajo, qué agradable, qué desagradable, parece listo… etc. Es decir, que no vemos la realidad; estamos viendo a través de nuestra propia mente que es la que nos da la información de lo que tenemos delante. Esto significa que, de esta manera, estamos todo el tiempo escuchando a nuestra propia mente, y éste es el mayor de los obstáculos en el camino del Yoga. (Eso no supone que juzgar sea siempre malo. De hecho, sacar conclusiones mentales nos ayuda en la vida en cantidad de ocasiones. Lo que quiere decir es que no debemos fiar nuestra vida sólo al juicio de la mente). Y es que de esa manera, decía, vivimos la vida sin ninguna novedad; vivimos cada vez más del recuerdo, o sea, de lo que ya está grabado en tu mente. Deberíamos vivir la vida como algo siempre nuevo. Deberíamos vivir la vida ¿sabéis cómo? Con la boca abierta; no la boca abierta de idiota, sino la boca abierta del asombro, del no saber. No es lo mismo no saber que ser ignorante. Cuando uno no sabe busca, indaga, -¿verdad?- investiga y al final siempre encuentra. Es decir, el que no sabe, cada vez que dice “no sé”, se pone en disposición 11/17 de buscar, de aprender y, finalmente, de encontrar. No saber hace descubrir los misterios de la vida. La ignorancia, sin embargo oculta los misterios de vida. Y, ¿de qué forma nosotros podemos apartar, digamos así, ese velo de la mente que se interpone entre lo que Yo soy y el mundo externo? ¿Cómo podemos librarnos de ese velo? Pues sencillamente, silenciando la mente, haciendo el silencio en ella. Hacer el silencio de la mente significa concentrarla. Cuando la mente se concentra, (ya sabéis que concentrar la mente es enfocarla en un solo objeto, en un solo asunto) la mente se silencia, y de alguna manera “se descorre” el velo de la mente; entonces vemos y escuchamos las cosas verdaderamente. Lo que pasa es que la mente es algo muy apreciado en nuestra sociedad ¿verdad? y se resiste a apartarse. Por eso hay que desarrollar la observación de la mente, la atención, vivir con atención, vivir observando, sin pensar… Y es que observar no es lo mismo que pensar. Cada vez que piensas no observas, cada vez que juzgas no estás observando, estás pensando y, por lo tanto, la mente sigue ahí, interponiéndose entre lo que Tú eres y lo que te rodea. ¿Cómo se desarrollan la atención y la observación? Observando ¿no? Y ¿qué es observar? Se acerco una vez un discípulo a su maestro y le dijo: Maestro, ¿cómo puedo yo desarrollar mi capacidad de observación, mi capacidad de darme cuenta? Y el Maestro le respondió: Ve todos los días a la orilla del mar y observa cómo el sol se pone al atardecer; simplemente, haz este trabajo de observación. 12/17 El discípulo empezó a ir todos los días a la orilla del mar al atardecer. Iba viendo un día tras otro, un día tras otro, cómo el sol iba cayendo lentamente sobre el horizonte del mar. Todos los días, todos los días igual. Observaba cuando el mar estaba en calma y se daba cuenta de que el sol descendía y las aguas no lo mojaban. Cuando el mar estaba agitado, con grandes olas, cuando había tormenta, el sol descendía y las aguas no lo alcanzaban. Todos los días igual, todos los días igual, hasta que desarrolló una forma especial de percibir, hasta que desarrolló el poder de silenciar su mente, de hacerla “desaparecer” de la conciencia. Entonces, fue donde su Maestro agradecido y le dijo: Maestro, con la disciplina que me has dado he llegado a transformar mi mente y adquirir la capacidad de la observación. Y ¿por qué? le dice el Maestro. Porque me he dado cuenta de que el sol siempre es igual, cuando desciende en el horizonte, las aguas del mar no le mojan ni las olas le alcanzan. Es el mismo sol cuando el mar está en calma o cuando hay tormenta. Ese sol, Soy Yo. La forma de transformar la mente es observando, observando; pero claro cuando uno observa va dándose cuenta de todo lo que tiene, ¿verdad? Y muchas de esas cosas que encontramos no nos gustan, no somos capaces entonces de nos verlas ni de revelamos aceptarlas; ¿verdad? sufrimos. 13/17 Y Ya sabéis que el sufrimiento es algo bueno ¿verdad? Cada vez que rehúyes las cosas que debes vivir y no aprendes, te quedas estancado en esa situación que te hace sufrir. En cambio, cuando aceptas y afrontas lo que te ocurre a pecho descubierto, sufres, pero ese sufrimiento lleva en sí el poder de transformación. Es decir, que para acercarnos a ese Yo central hay que ir haciendo desaparecer o relativizar o no darle la importancia que habitualmente le damos a todo eso que rodea a nuestro Yo verdadero. Ese Yo verdadero es algo que no se perturba por nada, que siempre es igual a Sí mismo y por lo tanto no tiene nacimiento y tampoco tiene muerte. Cuando uno se acerca a ese Yo central y es capaz de percibirlo, siquiera por un instante, se da cuenta que en realidad la muerte no existe, que la muerte sólo es la desaparición de lo que rodea a ese Yo central. Quizás ya hayáis oído hablar de Krishnamurti, un yogui moderno, de quién se dice que, cuando alcanzó la percepción de ese Yo del que tanto hablamos, (lo que se llama el estado meditativo o el estado de Iluminación), se acercó a algunos de sus discípulos más cercanos y les comunicó la noticia diciéndoles: “He sido hecho sencillo”. Fijaos qué simplicidad a la hora de comunicar ese estado que se llama de Iluminación o estado de Yoga. Y fijaos también en que la vida espiritual realmente da comienzo en ese momento. Hasta entonces lo único que podemos hacer es como dice nuestro Maestro: “Allanar los caminos del Señor”, preparar el terreno. Allanar los caminos es hacer que nuestro cuerpo desaparezca de la conciencia, y lo conseguimos relajándolo, (también durmiendo ¿no? Cuando dormimos no tenemos conciencia del cuerpo). Es también hacer que desaparezcan las emociones de nuestra conciencia; es lo que se llama hacer 14/17 la paz emocional, y, por último, hacer que desaparezca de nuestra conciencia la mente, concentrándola. Cuando estos tres pasos se producen, se da un salto especial en la conciencia y en ese salto, la conciencia se queda percibiéndose sólo a sí misma, a ese Yo central. Como vamos viendo, sencillez significa no vivir condicionado por todo eso que nos rodea. Es decir, no depender psicológicamente de eso que nos rodea; porque tenerlo está bien, usarlo está bien; pero nuestro sufrimiento, la causa del sufrimiento deriva de depender psicológicamente de todo eso, depender del contenido de esos circulitos, de la periferia de nuestro propio Yo. Ése es el drama humano y, si siempre lo ha sido, lo es más en esta época de caos y de confusión en la que vivimos. La única tabla de salvación es ir acercándonos al Centro. Por eso hablar de Yoga es una obra de caridad, porque nos habla de Eso, de nuestro Yo verdadero, de la Verdad de nosotros mismos. ¿Qué os sugiere esto que he dicho? (si me habéis escuchado) ¿Somos sencillos o complicados? Fijaos que en realidad ya somos sencillos, Es lo que somos. Darte cuenta de Eso que eres es quitar toda la complicación que te rodea; la sencillez se alcanza quitando lo complicado. ¿Se puede ser sencillo y tener mucho dinero? Sí, si no vives condicionado por tu dinero. 15/17 ¿Se puede ser complicado y ser pobre? Si, hay gente que es pobre y no es nada sencilla porque vive condicionado por su pobreza. ¿Se puede ser sencillo y estar sano? Sí ¿Se puede ser sencillo y estar enfermo? También. La sencillez sólo depende de no vivir condicionado psicológicamente por todo lo que te ocurre, por todo lo que pasa, por todo lo que sientes o por todo lo que piensas. Sencillez es no-condicionamiento psicológico, noapego. Lo que pasa que a veces parece que tenemos que estar apegados ¿verdad? A veces decimos: ¿Cómo no voy a estar apegado a mis hijos, a mi dinero, a mi coche, a mi familia? Incluso, a veces, consideramos como un deber el estar apegado. ¿Puedes tratar bien a tú familia y no estar nada apegado a ella? ¿Qué creéis? ¿Se puede no estar apegado y cumplir con tu deber? No nos hacemos ni idea de lo que es eso, fijaos que el desapego es una de las cualidades más importantes que deben alcanzarse en el Yoga. Vivir cumpliendo tu deber lo mejor que puedas, tratando bien a todo el mundo y sin estar apegado a nada ni a nadie. ¿Nos hacemos idea de esto? No estar apegado significa que si está lo disfrutas; si no está, sigues disfrutando igual, a pesar de todo. “Pues a mí me cuesta ver lo del desapego, porque estar despegado del coche ¡aún! Si te rayan el coche, dices: ¡bah! es un coche ¿no? Si te arruinas, dices: yo sigo siendo yo ¿no? Tengo capacidad de trabajar, por lo tanto, de volver a ganar dinero. De la pareja… uno puede desapegarse con bastante facilidad de la pareja, pero estar desapegado de los hijos cuesta más”. Sí. Y estar desapegado de ti mismo, mucho más todavía. Estos son los apegos más duros que al final hay que vencer. 16/17 Entonces, uno va dándose cuenta de que, en la medida que esto va produciéndose, empieza a disfrutar realmente de la vida sin apegos, sin ataduras y sin dependencias. OM SHANTI 17/17