Grandes Héroes de la fe. Jousé y Caleb, un espíritu

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SERIE: GRANDES HÉROES DE LA FE
“Josué y Caleb, un espíritu diferente”
Números 14: 1 “Entonces toda la congregación gritó, y dio
voces; y el pueblo lloró aquella noche. 2 Y se quejaron contra Moisés y
contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud:
¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá
muriéramos! 3 ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a
espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No
nos sería mejor volvernos a Egipto?
4 Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a
Egipto. 5 Entonces Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros
delante de toda la multitud de la congregación de los hijos de Israel. 6
Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían
reconocido la tierra, rompieron sus vestidos, 7 y hablaron a toda la
congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde
pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. 8 Si
Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la
entregará; tierra que fluye leche y miel. 9 Por tanto, no seáis rebeldes
contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los
comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con
nosotros está Jehová; no los temáis. 10 Entonces toda la multitud
habló de apedrearlos”
“El justo por su fe vivirá”. Por la gracia de nuestro Señor Jesucristo hemos sido
justificados a través de nuestra fe en Él. Todos nuestros pecados fueron quitados de
en medio y toda la ley fue cumplida en Jesús. Cada pecado fue castigado conforme a
la ley, ningún pecado quedó impune. Jesús llevó el castigo de todos nosotros para
que nosotros hoy fuéramos justos delante del Padre. La Comunión con Dios fue
restaurada por medio del sacrificio de Jesús. Hoy, tu y yo, por la fe en el sacrificio de
Jesús, hemos sido justificados, y si somos justos entonces hoy vivimos por la fe.
¿Qué significa ello? Que antes vivíamos de los que pudiéramos lograr a través
de la carne, del esfuerzo y la capacidad de nuestra carne. Pero ahora, siendo justos,
nuestra vida depende de la fe. Es por la fe que podemos alcanzar las cosas más
grandes e imposibles, o si acaso la fe es tan escaza pues quedaremos al margen de
todo lo que Dios tiene para nosotros.
Hemos visto hasta ahora a grandes personajes bíblicos quienes con su vida
nos han enseñado lo que se logra por la fe. Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob,
José, Sifra y Fúa, y el gran libertador Moisés. Todos ellos, por la fe consiguieron lo
que parecía imposible, enfrentando adversidades y logrando la victoria.
Así que si nuestra fe es el elemento clave de nuestra vida aquí en la tierra,
entonces más nos vale saber qué podemos lograr con ella. Es por ello que estamos
compartiendo esta serie de conferencias: “Grandes Héroes de la fe”
Por Rubén Álvarez- Alcance Izcalli
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DESARROLLO.
1. Un informe diferente
A través de la poderosa mano de Dios, Moisés sacó a Israel de la esclavitud
que estaban viviendo en Egipto. Diez plagas convencieron a Faraón de que debía
dejar salir al pueblo de Dios de allí, siendo la última de ellas la muerte de todos los
primogénitos, con excepción, claro está, de los hijos del pueblo de Dios, quienes
celebrando la pascua, y protegidos por la sangre del cordero pintada en sus puertas,
no vieron morir a ninguno de ellos.
Moisés les condujo hasta los límites con el mar Rojo, hasta donde el Faraón
egipcio les persiguió, buscando hacerlos regresar a sus duras tareas de esclavos.
Pero Dios les libró nuevamente con Su mano de Poder. Un gran viento empezó a
soplar cuando Moisés y los líderes empezaron a caminar hacia el mar, conforme a la
orden que habían recibido de Dios. Este viento hizo que el mar retrocediera delante
de ellos, conforme avanzaban. El pueblo detrás de ellos comenzó a avanzar también.
El mar retrocedía y ellos caminaban. Así, lograron atravesar el mar Rojo en seco,
caminando desde el fondo de éste.
Cuando los egipcios, comandados por el Faraón, vieron el fenómeno, quisieron
atravesar también por el camino que estaba abierto, pero este camino únicamente
había sido hecho para el pueblo de Dios, así que el viento cesó y el mar cerró el paso.
El Faraón y su ejército quedó atrapado, sepultado debajo de las aguas, en el fondo del
mar. El pueblo de Dios ¡nunca más, para siempre, volvieron a ver a sus enemigos!
Desde ese momento las manifestaciones sobrenaturales se hicieron presentes
cada día. Dios les mostraba a Su pueblo que no había nada que pudiera hacerles
frente, que Dios estaba con ellos y que podían descansar en Él.
Cuando tenían sed, Dios les cambiaba las aguas amargas por dulces, les
sacaba agua de la roca para que bebieran; les dio a comer diariamente el pan del
cielo, el maná, con los nutrientes perfectos que requerían, que según la tradición judía,
no producía ningún desecho. Les puso una nube durante el día de forma tal que fuera
una sombra para el pesado calor del desierto y durante la noche una columna de
fuego que les proveía de calor y luz. Su ropa nunca se envejeció, sus zapatos nunca
se rompieron, sino que crecían en los pies de los niños hasta que fueron grandes.
Nunca faltó la provisión de Dios con todos ellos durante su estancia en el desierto. La
poderosa mano de Dios siempre actuó a su favor, porque eran los herederos de la
promesa que Dios había hecho a Abraham.
Sin embargo el pueblo de Dios cada vez se quejaba con mayor fuerza de su
situación en el desierto. Muchos de ellos ya se manifestaban abiertamente en contra
del liderazgo de Moisés.
Y fue en este contexto que Dios instruyó a Moisés para que eligiera a doce
espías, uno de cada tribu que conformaba al pueblo de Dios, y fueran a la tierra
prometida y vieran como era la tierra y trajeran un informe.
Así, Moisés eligió a doce príncipes de cada tribu y los envió con la instrucción
de traer información de cómo era la tierra y las naciones que la habitaban.
Regresaron aquellos doce espías y diez de ellos dieron el siguiente informe:
Números 13: 25 “Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta
días. 26 Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la
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congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades,
y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les
mostraron el fruto de la tierra. 27 Y les contaron, diciendo: Nosotros
llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye
leche y miel; y éste es el fruto de ella. 28 Mas el pueblo que habita
aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y
también vimos allí a los hijos de Anac. 29 Amalec habita el Neguev, y
el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo
habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.
30 Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo:
Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos
nosotros que ellos. 31 Mas los varones que subieron con él, dijeron:
No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que
nosotros. 32 Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que
habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para
reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que
vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. 33 También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos
nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a
ellos”
Los doce espías regresaron estando de acuerdo en lo que habían visto: La
tierra era extremadamente buena, los frutos que ofrecía eran impresionantes.
Llevaron un racimo de uvas que tenía que ser cargado entre dos personas con un palo
de por medio.
También estaban de acuerdo en que las naciones que poblaban
aquella tierra eran altamente fortificadas y que tenían guerreros altamente entrenados,
además de que en ella había gigantes, los hijos de Anac.
Sin embargo las conclusiones eran diametralmente opuestas: Diez de ellos
declaraban al pueblo que sería imposible intentar siquiera entrar a la tierra y pelear
contra aquellas naciones. Les superaban en número, en armamento, en experiencia
militar, en entrenamiento y sin duda en capacidad. La ciudades estaban fuertemente
amuralladas y para acabarla, delante de los gigantes que habitaban la tierra, ellos
parecían como insectos. Intentar entrar en aquella tierra sería un suicidio colectivo.
Pero Caleb y Josué tenían una conclusión diferente: Caleb interrumpió el
informe y dijo como vehemencia: “¡Vamos y tomemos la tierra, porque nosotros
podremos más que ellos!”
Dos conclusiones totalmente diferentes. Diez de ellos regresaron derrotados
de aquella expedición debido al reto que significaba, dos de ellos llegaron
entusiasmados por la grandeza y fertilidad de aquella tierra.
El informe de los diez espías produjo en todo el pueblo gran desánimo, tristeza
y queja.
Levantaron palabras que a la postre les causarían gran daño: “Ojalá y
muriéramos aquí en el desierto”, dijeron. Mejor designemos a un capitán en lugar de
Moisés y que nos regrese a Egipto, sí, a la esclavitud. Lloraron amargamente y
estaban deprimidos.
Pero entonces Caleb y Josué se levantaron y rasgaron sus vestiduras delante
de toda la población que lloraba y se quejaba amargamente y les dijeron: La tierra
por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera
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buena. 8 Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta
tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. 9 Por tanto, no
seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra;
porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado
de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis
¿Cómo es que ante los mismos datos se tengan dos perspectivas tan
diferentes? ¿Cómo unos caen en depresión, angustia y queja mientras que otros
piensan en lograr un gran triunfo?
La respuesta es esta: Números 14: 24 “Pero a mi siervo Caleb, por
cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré
en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión”
Sí, la diferencia está en el espíritu. La fe levanta tu espíritu por encima de las
adversidades y las dificultades, puedes ver con unos ojos diferentes las cosas.
Mientras que para el resto del pueblo tenían un espíritu angustiado debido a su falta
de fe, Caleb y Josué veían la promesa de Dios y pensaban: “Si Dios lo prometió, Él lo
cumplirá, por lo tanto será como pan comido para nosotros”
La fe te da un espíritu diferente al del resto de la gente. La realidad puede
decir que es imposible lo que anhelas, la realidad puede mostrar que no tienes lo que
se necesita para alcanzar los objetivos que persigues, la realidad puede decirte que
las cosas están mal y se pondrán peor; pero Dios tiene un reporte muy diferente:
Isaías 43: 2 “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si
por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te
quemarás, ni la llama arderá en ti”
Josué 1: 5 “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu
vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te
desampararé.
Entonces tu podrás levantarte en medio de la adversidad, con el reporte
médico en contra, con el reporte económico desfavorable, con la daga de la amenaza
laboral en tu garganta y decir:
Salmos 18: 31 “Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová?
¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?
32 Dios es el que me ciñe de poder,
Y quien hace perfecto mi camino;
33 Quien hace mis pies como de ciervas,
Y me hace estar firme sobre mis alturas;
34 Quien adiestra mis manos para la batalla,
Para entesar con mis brazos el arco de bronce.
35 Me diste asimismo el escudo de tu salvación;
Tu diestra me sustentó,
Y tu benignidad me ha engrandecido.
36 Ensanchaste mis pasos debajo de mí,
Y mis pies no han resbalado.
37 Perseguí a mis enemigos, y los alcancé,
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Y no volví hasta acabarlos.
38 Los herí de modo que no se levantasen;
Cayeron debajo de mis pies.
39 Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea;
Has humillado a mis enemigos debajo de mí.
40 Has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruya a los que me aborrecen.
Tu fe en la Palabra de Dios, en Su Poder, en Su fidelidad te provee de un
espíritu diferente al de los demás. Mientras que a los demás les tiemblan las piernas
para avanzar hacia el destino grandioso que Dios tiene para ellos, tu te atreves,
confiado siempre en que es en Sus fuerzas y no en las tuyas, es por Su Espíritu.
Esta es la diferencia entre un hombre apocado y uno que levanta su rostro para
ver la gloria de Dios, entre un hombre que se espanta por lo que está sucediendo y
otro que dice yo estoy aquí para deshacer las obras del diablo.
2. Destinos diferentes.
Evidentemente el destino de estas personas fue diferente. Todos aquellos que
se quejaron, lloraron y hasta pensaron regresar al pasado; se quedaron allí en el
desierto y allí murieron conforme a lo que hablaron. Dijeron: “Ojalá y muriésemos en
este desierto” y así sucedió.
Josué 14: 26 “Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 27
¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí,
las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? 28 Diles:
Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré
yo con vosotros. 29 En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el
número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años
arriba, los cuales han murmurado contra mí.30 Vosotros a la verdad
no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría
habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de
Nun.31 Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por
presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros
despreciasteis. 32 En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en
este desierto. 33 Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto
cuarenta años, y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros
cuerpos sean consumidos en el desierto. 34Conforme al número de los
días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis
vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis
mi castigo. 35 Yo Jehová he hablado; así haré a toda esta multitud
perversa que se ha juntado contra mí; en este desierto serán
consumidos, y ahí morirán”
La promesa era para ellos pero no tuvieron el espíritu para tomarla. Ese
espíritu de conquista, de triunfo, de logro; solo se obtiene por la fe. El signo de la falta
de fe es un espíritu cobarde, angustiado y quejoso. Se quedaron sin promesa aunque
era de ellos.
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Terrible fue el destino de aquellos hombres y mujeres aunque eran parte del
pueblo de Dios, pero, a diferencia de ellos, Caleb y Josué gozaron de un destino
diametralmente diferente.
Josué se convertiría en el líder de la nación que introduciría al renovado pueblo
de Dios que había nacido en el desierto hacia la conquista de la tierra prometida. Guió
al pueblo de Dios de victoria en victoria, siempre disfrutando de la poderosa mano de
Dios a su favor. Todos sus enemigos podrían decir: “No es justo, ellos no ganan por
ser hábiles, por saber pelear, o por tener mejores armas; ellos ganan porque Dios
pelea por ellos, es injusto” Y sí, nadie lo niega. Puede que no sea justo para los
hombres pero es justo para Dios, y yo, como Josué, venceré sobrenaturalmente sobre
todo obstáculo y adversidad que el enemigo quiera ponerme enfrente.
El destino de Josué no sólo fue obtener grandes victorias sobre las altamente
fortificadas naciones que habitaban la tierra prometida, sino que su destino fue repartir
la tierra que Dios les había dado por heredad a todas las tribus. Un espíritu diferente
por la fe, te pone al frente de muchedumbres, los liderazgos se te ofrecen, eres puesto
arriba y no abajo, porque la luz de Dios tiene que estar arriba para alumbrar a muchos.
El destino de Caleb fue grandioso también. Josué 15: 13 “Mas a Caleb
hijo de Jefone dio su parte entre los hijos de Judá, conforme al
mandamiento de Jehová a Josué; la ciudad de Quiriat-arba padre de
Anac, que es Hebrón. 14 Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac, a
Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac. 15 De aquí subió contra los que
moraban en Debir; y el nombre de Debir era antes Quiriat-sefer. 16Y
dijo Caleb: Al que atacare a Quiriat-sefer, y la tomare, yo le daré a mi
hija Acsa por mujer. 17 Y la tomó Otoniel, hijo de Cenaz hermano de
Caleb; y él le dio a su hija Acsa por mujer.
La tierra prometida había sido tomada y finalmente repartida, pero había una
región que aún no había sido conquistada. Sí, justamente donde habitaban los
gigantes, los hijos de Anac.
Así que Caleb pidió a Josué que le diera esa tierra a él, era lo mejor de lo mejor
de la tierra prometida, pero ya los hombres de guerra se habían ido cada uno a la
tierra que les había sido entregada, así que si Caleb quería conquistar aquella
grandiosa tierra tendría que hacerlo solo, con su familia.
Pero Caleb confiaba en la promesa de Dios de que esa tierra, la de los
gigantes sería suya, así que la pidió y fue por ella. Enfrentó a los gigantes que
habitaban en ella, de los cuales los espías se habían espantado y decían que a su
parecer eran como langostas; y los derrotó. Echó fuera a los tres hijos de Anac y a
sus familias, nunca más hubo gigantes en aquella tierra.
Caleb tomó la tierra de donde habían tomado aquellas grandes uvas que sólo
podían ser transportadas en un palo y entre dos personas. Y allí buscó al hombre
correcto para su hija. Su hija no se casaría con cualquier hombre cobarde o sin el
mismo espíritu de conquista, así que puso a prueba a quien la pretendiera. Quien
quisiera casarse con ella debería tomar una de las ciudades habitada por gigantes.
Mira bien la visión de Caleb. Yo quiero para mis hijos las mejores mujeres,
llenas de fe, con un espíritu diferente, que no sean una ancla para sus vidas y
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ministerios, sino que sean una fortaleza y ánimo en tiempos difíciles. Creo que así ha
sido, y así será.
3. La fe te hace ver a los gigantes pequeñitos.
Así que mis amados, levanten por la fe si mirada y vean la gloria de Dios.
Escuchen el informe de Dios y compárenlo con el informe de la realidad. ¿Es
diferente? Claro que lo es.
Si tu quieres vivir por fe, entonces toma el informe de Dios y decláralo para tu
vida. Levántate porque los días son difíciles, lo que vivimos se pondrá mucho peor.
Pero en medio de todas las adversidades y los gigantes que el enemigos levante que
traten de alejarme de mis promesas, por mi fe yo los derribo y los echo fuera.
Echo fuera de sus vidas a aquellos que quieren robarles, que quieren verlos
derrotados, que quieren hacerles bajar sus cabezas delante de ellos. ¡Nunca!
4. Ministración.
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