El Sacerdote y la Pobreza Evangélica

Anuncio
El Sacerdote y la Pobreza
Evangélica
¿Cómo vivir la pobreza como
sacerdote diocesano?
SESIÓN DE FORMACIÓN
DE LA VII VICARÍA EPISCOPAL
Arquidiócesis de México
México, D.F; 26 de mayo de 2015.
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
El Sacerdote y la Pobreza
Evangélica
¿Cómo vivir la pobreza como
sacerdote diocesano?
SESIÓN DE FORMACIÓN
DE LA VII VICARÍA EPISCOPAL
Arquidiócesis de México
México, D.F; 26 de mayo de 2015.
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
EL SACERDOTE Y LA POBREZA EVANGÉLICA
¿Cómo vivir la Pobreza como Sacerdote Diocesano?
Querido padre y obispo, queridos hermanos sacerdotes:
Agradezco y aprecio la invitación para estar entre
ustedes y hacer eco de la Palabra de Dios. Estoy
especialmente contento por el tema que se me ha
asignado, es uno al que siempre he prestado mucha
atención, aun cuando continúa siendo para mí una
llamada urgente de mis respuestas insuficientes y
contradictorias; parafraseando a San Pablo diría: doy
gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha
fortalecido y me ha considerado digno de confianza,
llamándome a estar hoy aquí ante ustedes, a pesar de
mis blasfemias e insolencias (cf. 1, Tm 1,13).
El Papa Francisco, con sus palabras, gestos y testimonio
personal, ha retomado como una urgencia para todas las
iglesias el testimonio de la pobreza evangélica. Su: "¡Ah,
cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!"
al inicio de su ministerio apostólico está atravesando
la Iglesia y despertando preguntas, promoviendo un
cambio de corazón después de una temporada de
tentativas, de signos relevantes, de contradicciones y
también del olvido de este tema.
En cuanto a la pobreza y el ministerio, también existe
un referente muy significativo cuando Juan XXIII, un
mes antes de iniciarse el Concilio, el 11 de septiembre
de 1962, pronunció un discurso difundido por la Radio
Vaticano en el que dijo: "De cara a los países pobres, la
Iglesia se presenta como es y quiere ser: la Iglesia de
todos, pero especialmente la Iglesia de los pobres”.
En el aula conciliar fue el Cardenal Lercaro quien retomó
la palabra de Juan XXIII con su intervención memorable
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
3
sobre el servicio sacerdotal y la pobreza en la que pidió
enfáticamente a los padres conciliares "colocar en el
centro de este Concilio el misterio de Cristo en los pobres,
una verdad esencial y primordial en la Revelación";
y al mismo tiempo pedía una Iglesia evangelizadora
de los pobres: "Estamos en una época en la cual, en
comparación con otras, los pobres parecen menos
evangelizados y espiritualmente alejados y extraños al
misterio de Cristo y de la Iglesia. Es una época en la
que la pobreza de las mayorías (dos tercios del género
humano) es ultrajada por las inmensas riquezas de una
minoría". Para el Cardenal Lercaro, "La evangelización
de los pobres no debería ser uno de los tantos temas
del Concilio, sino la razón central incluso para la unidad
de los cristianos. El gran tema del Concilio ha de ser la
Iglesia en tanto que es, esencialmente, la Iglesia de los
pobres". Y añadió: "La práctica cristiana de la pobreza
no es exclusiva de la conducta moral de los cristianos,
sino que toca el misterio íntimo y personal de Cristo:
esto no es una apariencia, incluso sublime, de moral y
filantropía, sino un momento esencial de la revelación
misma de Cristo, una parte central de la Cristología".
A pesar de la indicación de esta vía, en el periodo postconciliar la espiritualidad sacerdotal buscó justamente
sus raíces en el ejercicio mismo de su ministerio, sin
recurrir a la espiritualidad del genitivo o las diversas
escuelas de espiritualidad. Este cambio en la dirección
de la vida espiritual para encontrar las bases de lo que el
sacerdote es está en la escucha y anuncio de la Palabra,
la celebración de los sacramentos, especialmente de la
Eucaristía y el cuidado pastoral de la Iglesia. Su eje es
la caridad pastoral que, sin embargo, no se cruza con el
tema de la pobreza si no es por una revisión de temas
clásicos residuales de los consejos evangélicos.
4 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
Pero en realidad la conexión entre el ministerio y la
pobreza es mucho más radical y encuentra su razón
en el vínculo entre la pobreza y el discipulado, entre la
pobreza y la fe, entre la configuración con Jesucristo y
Jesucristo pobre. El sacerdote como creyente vive su
ministerio en "forma de discípulo de Cristo".
Después de esta premisa, presento el itinerario de
mi reflexión:
1. El tema "pobres y pobreza"
2. Jesús y la pobreza
3. Pobreza del Sacerdote
1. POBRES Y POBREZA.
"Pobre" y "pobreza" son palabras muy comunes
en nuestro lenguaje, son términos que se
relacionan con situaciones y realidades bastante
diferentes. Especialmente en la tradición cristiana,
parece necesario hacer un discernimiento, hacer
distinciones y comprender las diferentes formas
de pobreza con las que nos encontramos cuando
nos referimos a hombres y mujeres, o cuando nos
consideramos a nosotros mismos.
Antes de leer la pobreza bajo la inspiración del
Evangelio, es bueno hacer algunas aclaraciones
sobre la misma. Podemos distinguir:
- una pobreza antropológica,
- una pobreza como condición material y
- una pobreza espiritual, interior.
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
5
1.1 Pobreza antropológica.
La pobreza más evidente es, sin duda, la
antropológica, la inseguridad, la fragilidad que
tiene su vértice en la mortalidad inherente a la
condición humana. Nacemos en desnudez, vivimos
en la inseguridad, morimos en la soledad. La
muerte, por encima de todo, nos asusta, "aliena"
nuestra condición (cf. Heb 2,15), y en esta fragilidad
sufrimos un vacío. El hombre es radicalmente pobre,
siempre necesitando al otro, y constantemente
intentando escapar de esta pobreza, no verla y
retirarla, desarrollando estrategias para evadirla.
¿Por qué vamos acumulando riqueza?, ¿por qué
somos presa del frenesí de consumo?, ¿por qué nos
tienta el vértigo del placer?, ¿por qué buscamos el
poder y el éxito? Debido a que nuestra pobreza
radical nos hace sufrir, porque la perspectiva de la
muerte parece injusta y tratamos de luchar contra
ella, de negarla, para que sea tan ineficaz como
sea posible.
Muchos textos bíblicos expresan efectivamente
esta pobreza. Éstos son sólo dos ejemplos:
“Toda carne es como hierba
y toda su gloria es como una flor del campo...
La hierba se seca, la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios permanece
para siempre” (Is 40,6.8).
“Hazme saber, Señor, mi final,
cuál es la medida de mis días,
y cuán frágiles son” (Sal 39,5).
6 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
1.2 Pobreza como condición material.
La pobreza real, material, es una que se puede
medir en el plano cultural, social, económico. Para
entenderlo, es mucho mejor hablar de los pobres,
o de las personas que están en un estado de
indigencia, a quienes les faltan los bienes necesarios
(vivienda, vestido, alimentación, salud) y también los
bienes esenciales, aunque no sean "cosas", como la
libertad, el reconocimiento, la justicia. Reconocemos
también a los pobres sólo cuando están en nuestra
proximidad, cuando hay posibilidad de estar cara a
cara, escuchando sus necesidades y nos sentimos
corresponsables de ellas.
Los pobres son siempre un signo de la injusticia, de
la opresión del hombre sobre el hombre, se crean
a partir de relaciones interpersonales: que miden
justicia e injusticia, y donde no hay reconocimiento
a la fraternidad. Siempre los pobres son víctimas
de la falta de reconocimiento por parte de otros.
Los pobres son el signo de la injusticia que reina
en la historia, un signo del pecado del mundo; y
son una presencia necesaria en la Iglesia como
una provocación. Si los pobres no están presentes
en la Iglesia, entonces esto significa que la iglesia
no está cerca de los pobres, que la iglesia no es
capaz de verlos y de discernir. Al respecto, las
palabras de Jesús dicen: "¡A los pobres siempre los
tendrán con ustedes" (Mt 26, 11), y las del Salmo:
"Bienaventurado el que discierne entre los pobres
y los necesitados" (Sal 41 [40],2). Las formas
materiales de la pobreza son muchas y variadas,
y el descubrimiento de los pobres no es una tarea
fácil en nuestra sociedad.
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
7
Estos pobres reales, en el lenguaje del Nuevo
Testamento y en la traducción griega del texto
hebreo de la Biblia, son especialmente designados
con el término ptochoí, personas sin medios que
deben recurrir a la ayuda de los demás, que están en
una situación de dependencia. Estos son los pobres
a quienes se dirige la primera bienaventuranza de
Jesús en el Evangelio de Lucas: "Bienaventurados
ustedes los pobres, porque suyo es el reino de
Dios" (Lc 6,20). Estos son los pobres que claman a
Dios en su condición de sufrimiento, de privación,
de injusticia, de opresión por otros hombres o por
los poderes de este mundo.
1.3 Pobreza espiritual, interior.
Pero hay otra pobreza, revelada principalmente en
las Escrituras: es la pobreza interior, espiritual, que
se nutre de un desapego de los bienes y riquezas,
del poder, del éxito, no debido a una filosofía
cínica o estoica, ni siquiera en paralelo al desapego
budista, sino a la gran fe-confianza en el Señor. En
esta pobreza interna, de hecho, no se busca una
"paz", una "ataraxia" para no sufrir, sino que se
desea ser llenado por la presencia del Señor, se
desea tener a Jesucristo como Señor para seguirlo,
para amarlo y para servir y amar a los otros. Es una
pobreza animada y sostenida por el Espíritu Santo,
que con su energía permite la confianza en Dios y
una desconfianza en las mercancías del poder y
del éxito.
En el Antiguo Testamento se evidencia esta
consistencia espiritual que alcanza el umbral del
Nuevo Testamento y que vivían los anawim, que
son los creyentes que viven una condición precaria,
insatisfecha, sin tierra, sin casa, sin templo, sin
8
El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
culto y sin institución de ayuda para vivir. He
aquí su confesión: "Nos hemos convertido en lo
más pequeño, somos humillados, no tenemos ni
reyes ni jefes… sólo tenemos un corazón contrito
y humillado... te seguimos con todo corazón,
perseguimos, oh, Dios, tu rostro" (cf. Dn 3,37-41).
Estos pobres son los anawim, señalados por los
profetas como el resto, la parte fiel al Señor y a
su expectativa; son "un pueblo humilde y pobre"
(Sof 3,12) que confía en el Señor, un pueblo que Dios
conduce en la justicia (cf. Sal 25,9), su pobreza se
convierte en fe ilimitada y humilde, esperando al
Señor y confiando sólo en él (cf. Sal 131). En el lenguaje
del Nuevo Testamento son los tapeinoí, los pobres,
los humildes. En su cántico, María glorifica al
Señor porque ha reconocido su propia tapeinosis,
"pobreza, humildad" (Lc 1,48), condición en la cual
el reino de Dios es absoluto, lo único buscado y
necesario (cf. Mt 6,33). El Reino relativiza todo:
posesión de bienes, familia y relaciones, la vida y
la muerte.
Después de estas breves aclaraciones, ahora
podemos tratar de entender el vínculo entre la
pobreza, así entendida, y el Evangelio.
2. JESÚS Y LA POBREZA
2.1 Pobreza experimentada por Jesús.
La Pobreza —como veremos más adelante— es un
tema cristológico, es decir, no se puede dar una
identidad a Jesús de Nazaret sin pobreza. No es
casualidad que el apóstol Pablo sintetice la venida
de Jesús el Hijo de Dios en la tierra como un
descenso de la riqueza a la pobreza: "Ya conocen
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
9
la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que,
siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de
enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).
Pero comencemos a preguntarnos acerca de
la pobreza en su vida, su condición social, su
posición económica. Jesús no pertenecía a las
clases más pobres de la sociedad palestina, no era
miserable, indigente. La familia en la que nació y
se crió con el apoyo de su padre José, un artesano
de la localidad, no era una de las últimas de la
sociedad. No sabemos nada con certeza acerca
de sus "años oscuros", desde su juventud hasta su
aparición pública como predicador itinerante, pero
podemos saber con bastante grado de certeza
que asistió a las escuelas de los rabinos (todas de
pago), y aunque no obtuvo títulos, sí consiguió
reconocimiento.
Este reconocimiento venía de hombres y mujeres,
se debió a su ser carismático, a su autoridad
(exousía: Mc 1,22.27) derivada de la coherencia; no
a los grados ni títulos ni afiliaciones conseguidas.
Vivía, como dicen los Evangelios, como discípulo
de Juan el Bautista en el desierto. A partir de esto
es posible adivinar la pobreza ascética de su vida,
como la de su maestro y profeta Juan. ¿Poseía
una casa? Difícil decir. Los Evangelios hablan de
una "ama de casa" de Jesús, y por devoción se ha
deducido que era la casa de Pedro en Cafarnaum,
pero tal vez fue el hogar de su compañía donde
vivía con sus discípulos. Su vida fue itinerante,
sencilla, sobria, y su nivel de vida se determinaba
por la pesca realizada por sus discípulos, por las
hospitalidades recibidas en casa de sus amigos y
simpatizantes, por un "fondo común" (Jn 12,6; 13,29)
de la comunidad en el que fluían incluso regalos
10 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
(Lucas nos dice que algunas mujeres le ayudaron
con sus productos: cf. Lc 8,2-3) y por invitaciones
que Jesús no desdeñaba a la mesa de ricos, jefes
o pecadores públicos.
En pocas palabras, Jesús no era acomodado,
mucho menos rico, pero en su vida no sufrió el
hambre o la pobreza extrema: su vida fue la de
las personas pobres, simple pero decorosa... Una
vida marcada por la precariedad, la inseguridad
material relativa, la incertidumbre en el futuro por
vivir el abandono confiando en Dios su Padre.
Esta pobreza de Jesús hace evidente su postura
de alguien que había "roto" con su familia, el clan
de origen, que en esa sociedad era crucial, sin
reconocer en ella el límite último e intransitable
del sistema de valores propio. El parentesco para
él significaba solamente un vínculo que no podía
ser la última referencia de intereses, ni tener
pertenencia más fuerte que las demás: la pobreza,
por lo tanto, ofrecía oportunidades para la ayuda
y solidaridad familiar. ¡Su pobreza se convierte en
la cuna de su libertad! Es significativo que se le
presentó en el templo cuarenta días después del
nacimiento, con la ofrenda de los pobres ("un par
de tórtolas o pichones": Lc 2,24; cf. Lv 12,8), y a
su muerte: en un juicio injusto en el que nadie lo
defendió, donde a cambio hubo falsos testigos
pagados por aquéllos que tenían dinero y poder,
nadie hizo manifestaciones o protestas públicas
en su favor. La pobreza de la soledad de los
abandonados, que tiene algo de esclavitud, y por
lo tanto es digna de la cruz.
Esta es la forma paupérrima de Jesús de Nazaret,
que fue crucificado y que asumió la pobreza
radical. Él como Hijo de Dios "tenía una condición
¿Cómo vivir la pobreza 11
como sacerdote diocesano?
divina" de poder, gloria y honor, y en lugar de
mantenerla celosamente como un privilegio,
la abandonó para asumir la condición humana
radical de pobreza y marginación, de esclavitud.
"Se despojó de sí mismo" (verbo kenóo), olvidó,
puso entre paréntesis esos privilegios, esas
prerrogativas divinas y se hizo hombre ordinario,
frágil y con carne mortal. No sólo se hizo hombre
en la pobreza existencial, asumió la pobreza
del esclavo, del alienado, reducido a oprimido y
condenado por los hombres, “hasta la muerte y
muerte por cruz" (cf. Flp 2,6-8). Es esta pobreza
la que define el ser de Jesucristo. Esta lógica de la
encarnación es reveladora y entenderla es gracia
según Pablo (cf. 2 Cor 8,9). Para dar un regalo,
Jesús no quería hacerlo desde lo alto sino desde
abajo, junto a los hombres, convirtiéndose en un
hombre entre hombres, que no se avergüenza de
llamarlos hermanos (cf. Hb 2,11). No es un "regaloconcesión" hecho por un rico, superior, sino un
regalo hecho por el hermano... se despoja, ahora
es pobre.
En esta existencia humana, Jesús aceptó la forma
paupérrima material, asumió la desnudez humana,
existencial, y vivió la pobreza interior del creyente
que confía sólo en el Señor, de los anaw, los
hombres empeñados en que reine sólo Dios.
¿Cuál es la pobreza de Jesús? Se definiría como:
• la de un hombre como nosotros,
• la de un pobre entre los pobres,
• la de un "Mesías al contrario", que se manifestó
como un "siervo del Señor", I”ebed Jhwh.
12 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
En Jesús contemplamos:
• la elección de su auto-despojo (la kénosis),
para convertirse en un hombre ordinario
según la carne (cf. Jn 1,14),
• su lealtad a la comunidad de los humildes que
se afianzan en Dios (anawim) y
• su opción por la pobreza de vida y de misión,
bien expresada en la historia de la tentación,
donde Jesús negó la posesión de bienes y el
éxito mesiánico (cf. Mt 4,1-13; Lc 1,13).
Debemos volver más a menudo al verbo
“despojarse” (kenóo) y al sustantivo derivado
auto- despojo (kénosis), para aprender de la
acción de Cristo Jesús; acción que te vacía, te
desnuda (heautón ekénosen: Flp 2,7), que pierde
lo que tienes.
También debemos reflexionar sobre el verbo
tapeinóo, "agacharse, humillarse" (etapeínosen
Heautón: Flp 2,8), hasta una sumisión obediente a
Dios (eulábeia: Hb 5,7) y la plena solidaridad con
los hombres, con nosotros (cf. Hb 2,17-18; 4,15).
El vacío y la humillación de Jesús significan que
él no se afirma a sí mismo —el Papa Francisco nos
ha hablado de no ser autorreferenciales—, incluso
si esto era lo que la gente esperaba de él como
Mesías, al precio de entrar en contradicción con
sus seguidores (los Doce y sobre todo Pedro: cf.
Mc 8,33). ¡Siervo en vez de jefe, profeta en lugar
de rey, humildad en vez de imposición!
Y en esta lógica de la encarnación, la pobreza es
una semilla que muere sin ver sus frutos. Todo
pasa por la ¡aparente inutilidad del regalo! Jesús
¿Cómo vivir la pobreza 13
como sacerdote diocesano?
ve el rechazo del regalo de sí mismo, el fracaso
aparente, ve que lo que tenía en el corazón, su
misión, fue negada.
Es con esta pobreza de Jesús que se juega nuestra
fe cristiana, con esta contemplación sabemos que
la pobreza no es sólo tema de ética o moral, sino
altamente cristológico. La pobreza es, de hecho,
la “forma incarnationis”, la “forma ostensionis
Christi”, la forma en la que Jesús, el Hijo de
Dios, nos ha salvado. Pablo declara esta pobreza
"palabra de la cruz" (ho lógos ho toû stauroû:
1Cor 1,18), la pobreza extrema a la cruz. Cuando
el Apóstol proclama: "En medio de ustedes yo
no quiero saber más que de Jesucristo, y éste
crucificado" (1 Cor 2,2), es como si dijera: "Yo sólo
quería conocer a Jesucristo, pobre en extremo".
2.2 Mensaje de Jesús a los pobres.
Todos los evangelios contienen testimonios sobre
la atención de Jesús a los pobres, su discernimiento
de los pobres como los primeros destinatarios de la
Buena Nueva del Evangelio, pero es especialmente
Lucas quien recuerda con frecuencia las palabras
y acciones de Jesús para con ellos.
En el horizonte de la predicación de Jesús está el
reino de Dios, es el anuncio de que el Señor viene a
reinar en el corazón del oyente, y en medio (entós:
Lc 17,21) de aquéllos que aceptan el yugo el reino
de Dios, donde los creyentes niegan cualquier
otro reino por encima de ellos y sólo permiten
reinar y determinar en sus vidas a Dios. Ésta es la
verdadera recepción en el reino de Dios, los pobres
(tapeinoí) son elevados, los poderosos (dynástai)
volcados, los ricos son enviados con las manos
14 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
vacías y los hambrientos son colmados de bienes
(cf. Lc 1,52-53). El citado Magnificat de María canta
esta venida del reino de Dios, que trae a los pobres
alegría mesiánica y la salvación esperada.
Ya el Bautista preparó el camino para la venida del
Señor, pidiendo un cambio de corazón y mente,
capaz de producir gestos concretos de repartición
y justicia. Cuando se le preguntó: “¿Qué debemos
de hacer?”, la respuesta fue concreta: "El que tiene
dos túnicas darle al que no tiene, y el que tiene qué
comer que haga lo mismo" (Lc 3,10-11). He aquí la
repartición necesaria, en vista de la equidad, de
la justicia que permite a los hombres sentirse
realmente solidarios y hermanados.
Jesús, el anunciador definitivo de la venida del
reino de Dios, fue consagrado por el Padre con la
unción del Espíritu que está siempre con él para
traer buenas nuevas a los pobres (euangelísasthai
ptochoís: Lc 4,18-19; cf. Is 61,1-2). Estos pobres,
pobres de pobreza material, son los que tienen
mejor oportunidad de acoger el Reino: no viven
bien, esperan otra situación, están a la espera de
ser liberados de su condición, sufren y no están
satisfechos, por lo que están más dispuestos
a aceptar la predicación de Jesús. Por ello son
los primeros beneficiarios y destinatarios del
Evangelio: como los enfermos, los que sufren,
y los pecadores conscientes de serlo. Como
consecuencia, estos pobres son bendecidos:
"Bienaventurados ustedes los pobres, porque
suyo es el reino de Dios" (Lc 6,20). Su situación
está a punto de terminar, de acuerdo a la voluntad
de Dios; esta injusticia no debe continuar, y es
que Dios interviene para elevarlos del estiércol
(cf. 1 S 2,8; Sal 113,7), para darles la liberación.
¿Cómo vivir la pobreza 15
como sacerdote diocesano?
Y si son pobres no sólo materialmente, sino
también en el "aliento", en el corazón (ptochoì tô
pneumáti: Mt 5,3), entonces son bendecidos aún
más, porque saben cómo leer su situación como
paso previo a la salvación. Jesús da a los pobres
un futuro, dice que su pobreza no está bien y no
es la última palabra para ellos, proclama que a
ellos va la atención de Dios y la predicación del
Mesías. Y si bien: Jesús no promete a los pobres
enriquecerse o una venganza contra los ricos, la
clase dominante, sí les asegura que su sufrimiento
tiene un plazo y que les será más fácil desear y
acoger al Señor que viene con su Reino de justicia
y de paz.
Como resultado, Jesús dirige a los ricos a un
"problema": "¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya
tienen su consuelo" (Lc 6,24). Con la llegada del
Reino, la situación de los ricos cambiará: serán
despojados, serán rebajados y, porque han vivido
aquí sin notar a los pobres, a los mudos inocentes,
a todos los Lázaro, que están a su puerta, serán
privados de la salvación, desprovistos del Reino,
donde en cambio están Abraham y los verdaderos
creyentes (cf. Lc 16,19-31). Jesús dice en voz alta a
sus discípulos: "¡Qué difícil es para los que tienen
riquezas entrar en el reino de Dios!" (Lc 18,24 y
par). Apegados a su riqueza y sus posesiones,
no necesitan de los demás o de la ayuda de Dios,
seguros de los bienes de su vida cotidiana, se
convierten en idólatras de Mammon, depositan su
confianza en el dinero (Mamon, de la raíz verbal
aman: cf. Mt 6,24; Lc 16,13), los ricos no conocerán
aquí en la tierra la alegría de compartir, no
conocerán la gloria de haber sido "salvados" por
el Señor.
16 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
Así, ptochoí y tapeinoí-‘anawim son los primeros
destinatarios de la predicación de Jesús y de su
Reino. Esta proclamación de Jesús implica, sin
embargo, que los que aceptan el Reino y su yugo
sobre sus hombros se enfrentan a un camino de
conversión, de volver a Dios, de asemejarse a lo
que Dios quiere, a su voluntad. Y Dios, en vista de
la equidad y la justicia que establece la fraternidad,
quiere el compartir. Si la vocación de los hombres
es la comunión, también deben compartir lo que
tienen, los productos y regalos que tienen. Por lo
tanto, algunos de los que siguen a Jesús abandonan
la propiedad, renuncian a ella (cf. Lc 5,1; 18,28); le
piden a los demás y a los ricos que vendan y den a
los pobres (cf. Lc 18,22). Para Zaqueo es una señal
de cambio en el comportamiento, por lo que da la
mitad de sus bienes a los pobres y restaura cuatro
veces a los que él había robado (cf. Lc 19,8). Jesús
pide que entre los discípulos que le siguen se
instaure una compartición dinámica, por el Reino
y el reino de justicia y paz, y fraternidad entre los
hijos de Dios y hermanos de Jesús.
Pablo lo dice así, interpretando esa enseñanza:
"Ya conocen la generosidad de nuestro Señor
Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por
nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza”
(2 Co 8,9). Para lograr esto necesitamos compartir:
"No es para avergonzar al prójimo, sino para que
haya equidad" (ex isótetos: 2 Co 8,13). La equidad
en la comunidad cristiana es signo de la intención
de fraternidad, de la búsqueda de comunión, y
para ello es absolutamente necesario esta opción
de compartir lo que se tiene, porque los bienes
son para todos, porque no debe haber pobres
en la comunidad del Señor (cf. Act 4,34; Dt 15,4),
porque "hay más felicidad en dar que en recibir"
¿Cómo vivir la pobreza 17
como sacerdote diocesano?
(Act 20,35). No hay demonización de los bienes,
pero sí desconfianza de su acumulación, porque
los bienes esclavizan, las riquezas enajenan y
esclavizan, la acumulación de riqueza entumece el
espíritu y hace duro el corazón.
Sello de la predicación de Jesús por los pobres y
necesitados es su profecía del juicio (cf. Mt 25,31-46).
El juicio al final de la historia, del mundo, pero la
realidad es que ese futuro se consume en nuestras
vidas todos los días, ¡hoy! Entonces sólo habrá
la epifanía de lo que hicimos o no en nuestra
vida cotidiana: sabremos que dar de comer al
hambriento, vestir al desnudo, visitar a un preso,
encargarse del enfermo y dar la bienvenida a un
extraño es hacer lo que el Señor quiere, porque él
nos ama a los hombres como a él mismo. Lo que
hemos o no hecho a un hombre se lo hicimos o
no a Cristo. Ese día vamos a ver las caras de los
pobres y necesitados en el rostro de Cristo que nos
llama al Reino o nos excluye del mismo: pero es,
aquí y ahora, en nuestra vida diaria, que decidimos
nuestro destino final, nuestro resultado eterno.
3. POBREZA DEL SACERDOTE
Si el ministerio sacerdotal es la participación en la
misión de Cristo, entonces la relación con Cristo
sólo puede estar en el centro de la persona del
sacerdote. Contra la deriva funcionalista a veces
de nuestra pastoral y vivencia del ministerio, Jesús
estableció como apóstoles a los que tenían una
relación estable con él: "Jesús designó a doce para
que estuvieran con él y para enviarlos a predicar
con el poder de expulsar a los demonios" (Mc 3,15).
La misión es primero y ante todo una relación con el
remitente, incluso antes que con los destinatarios
18 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
de la misión. Olvidar este elemento fundamental
del ministerio apostólico en el Nuevo Testamento
significa pérdida, porque entonces, en el ejercicio
del ministerio sacerdotal, el papel funcional tiene
prioridad sobre la relación, y el hacer cosas sobre
el dinamismo del Espíritu.
La pobreza del sacerdote no está, por tanto,
simplemente diseñada para hacer que el sacerdote
sea más asequible para los pobres y débiles,
sino que tiene que ver con su calidad humana,
con la estructuración de su humanidad, con la
construcción de su persona en relación con Cristo.
Y, por supuesto, en relación con la gente de su
comunidad y con todos los que encuentra.
En resumen, en el problema de la pobreza se juega
la calidad de la humanidad y la fe del sacerdote. La
pobreza pide entrar en las casas, ir a las periferias:
tenemos que ser pobres para ser recibidos sin
miedo, como necesitados. Los sacerdotes que van
a los periferias, a los entrecruces de los caminos,
se vuelven huéspedes, ofrecen hermandad,
ofrecen el misterio del Reino mediante sus manos:
"A ustedes se les ha dado el misterio del reino de
Dios" (Mc 4,11).
La pobreza que el sacerdote está llamado a vivir
es frágil. Frágil por el contexto en el que vivimos
socialmente y porque la Iglesia tiene medios de
vida que a no pocos les parecen ricos. Frágil
porque la pobreza sacerdotal no está conectada
a un voto como la vida religiosa, ésta depende
sustancialmente de la buena voluntad de la
persona. Incluso para un sacerdote no es fácil ser
pobre. Se debe optar por ser pobre.
¿Cómo vivir la pobreza 19
como sacerdote diocesano?
Así que la pobreza es sobre todo una pregunta
antes que una respuesta. Una pregunta para la
Iglesia, para cada sacerdote diocesano y para
cada sacerdote individual. Es una pregunta acerca
de la presencia de la Iglesia (y los sacerdotes)
en el mundo, entre los hombres. Frente a las
rigurosas exigencias de Jesús sobre la misión de
los apóstoles, San Jerónimo llegó a decir que eran
enviados "casi desnudos", y que sería más rápido
decir lo que pueden llevar con ellos en lugar de
lo que no pueden, entonces debemos hacernos
la pregunta: ¿cómo proclamar el Evangelio, es
decir, si es en primer lugar para los pobres que
evangelizamos, para qué utilizar medios de gran
alcance, con despliegue de posibilidades, con una
demostración de fuerza? ¿No estamos aquí hoy
ante una falta de fe de la Iglesia y tal vez uno de
los factores de la infertilidad y la ineficacia de los
esfuerzos de evangelización? Las indicaciones de
Jesús sobre la misión (Mt 9,35-10,42; Mc 6,7-13; Lc
9,1-6; 10,1-16) significan que el enviado evangeliza
mediante su misma presencia, con su propia
persona, con su forma de vida.
Aquí algunos otros aspectos de la pobreza
sacerdotal:
La pobreza no se debe confundir con la dejadez,
el descuido al vestir, la falta de higiene personal,
la falta de autocuidado, el decoro del alojamiento,
la calidad de los alimentos diarios. Tampoco debe
confundirse con la ignorancia y la indiferencia a
la vida interior e intelectual. La vida de Jesús ha
mostrado el camino hacia una sobriedad que deja
espacio para la belleza, las relaciones libres, la
capacidad de la contemplación.
20 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
La transparencia de las cuentas, la cuestión de la
administración con criterios profesionales de la
parroquia, el orden en materia fiscal (ahora que
estamos en una nueva legislación) y el destino
de una suma para los pobres o para las iglesias
más pobres son algunos de los elementos que
contribuyen a la necesaria sobriedad del sacerdote,
a mantener su conciencia recta, sabiendo que en
la relación con el dinero la Iglesia se juega gran
parte de su credibilidad con el pueblo.
El sacerdote debe medirse al menos en tres
frentes: el uso de su dinero personal, el dinero
de la comunidad parroquial, el dinero pagado
por ley o norma al Estado y a la misma Iglesia.
Pablo, en su testamento espiritual dirigido a los
ancianos de Éfeso, dice con orgullo: "En cuanto a
mí, no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de
nadie. Ustedes saben que con mis propias manos
he atendido a mis necesidades y a las de mis
compañeros. De todas las maneras posibles, les he
mostrado que así, trabajando duramente, se debe
ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las
palabras del Señor Jesús: «La felicidad está más
en dar que en recibir»" (Act 20, 33-35).
La pobreza está estrechamente ligada a la vida
de fraternidad y comunión. Jesús envió a sus
discípulos en condiciones extremadamente
precarias, prohibiéndoles tomar hoy lo que podría
servirles mañana, pero los envió de "dos en dos",
está claro que su propia hermandad, su caridad,
es el primer anuncio del Reino de Dios. En los
casos de las parroquias en las que hay dos o más
sacerdotes, o incluso en un decanato, sin duda, un
fondo común puede ser una forma de compartir
y de implementar el uso evangélico de los bienes.
¿Cómo vivir la pobreza 21
como sacerdote diocesano?
La capacidad de hospitalidad, de hacer espacio a
los pobres, de dar tiempo y escuchar a los que lo
piden, hacen posible ser pobre, como Jesús.
El decreto conciliar Presbyterorum ordinis núm.
17 (que se ocupa de la pobreza voluntaria y la
actitud hacia los bienes terrenales) exhorta a
los sacerdotes: "No tengan, por consiguiente,
el beneficio como una ganancia, ni empleen sus
emolumentos para engrosar su propio caudal. Por
ello los sacerdotes, teniendo el corazón despegado
de las riquezas, han de evitar siempre toda clase
de ambición y abstenerse cuidadosamente de
toda especie de comercio”.
La codicia, la avaricia, el deseo de poseer y
acumular bienes y dinero puede introducirse en la
vida de un sacerdote: con la edad puede emerger
cada vez más la tentación. El miedo al futuro
surge de la idea de la vejez, de la incertidumbre
de lo que puede deparar el futuro, de eventuales
enfermedades y hospitalizaciones, de la angustia
de tener que depender de otros. Todo esto puede
llevar a un deseo de acumulación que va más allá
de la buena providencia, y se convierte en una
forma de evitar el futuro y la muerte.
Es
necesario
separar
absolutamente
la
administración de los sacramentos y de las
celebraciones litúrgicas que anuncian la gratuidad
de Dios en Jesucristo, de toda apariencia de lucro
al solicitar pagos como condición. Se trata de
algo esencial por la verdad de lo que se celebra
y por la credibilidad del celebrante. Emerge
como la gratuidad del ministerio ("gratuitamente
recibiste, gratuitamente da" (Mt 10,8), no sólo
personal sino eclesialmente.
22 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
En la sesión del Concilio de Trento (trasladado
a Bolonia) de 1547 sobre la reforma de los
sacramentos, se discutió sobre la legalidad o no del
pedir y del recibir: ¿se puede pedir o simplemente
recibir algo con motivo de la administración de
los sacramentos? Si nadie reclamó la legalidad de
pedir, los hilos del recibir eran delgados, pero hay
que recordar la posición del Cardenal Jerónimo
Seripando que quería cortar de raíz el problema:
"ya no podemos decir al paralítico: ponte de pie,
porque estamos cargados de oro y plata". De
todo esto se mantuvo prácticamente nada al final
del Concilio.
Cada sacerdote sigue siendo hoy ejemplo de los
fundamentos de Cristo, de su desnudez para conocer
al hombre y revelar el rostro de Dios y seguir siendo
ejemplo para los Apóstoles (1 Co 4,6). Sigue siendo
una misión ineludible de la vocación evangélica del
sacerdote, pero también de las iglesias locales y de
los obispos. Y eso exige creatividad e inteligencia
de los individuos y las comunidades. Nos jugamos
con la credibilidad de la Iglesia.
CONCLUSIÓN
Todo lo que está escrito y es testimonio en los
evangelios sobre Jesús, sus palabras y su vida,
fue escrito para aquéllos que quieren seguir a
Jesús, para la comunidad de Jesús, la Iglesia. Los
discípulos y las comunidades cristianas están
llamados a ser cristianos, es decir, a conformar su
vida con la de Jesús, su estilo con el de Jesús.
Para Jesús, la pobreza ha sido una característica
esencial de su misión: por lo tanto, el de la pobreza
es un tema cristológico decisivo, y en primer
¿Cómo vivir la pobreza 23
como sacerdote diocesano?
lugar con su pobreza la Iglesia jura su fidelidad
al Señor. Para ello nos encontramos en los
evangelios palabras claras y abundantes de Jesús
en su estilo de discípulo-enviado-apóstol, estilo
de pobreza, estilo que debe mostrar la debilidad
del evangelizador, la gratuidad y el desinterés del
predicador, la simplicidad y la libertad del anuncio
de la venida del reino de Dios (cf. Lc 9,1-6 y par.;
10,1-20).
Las directivas sobre la misión son las que han sido
procesadas, traicionadas, incluso hipócritamente
pervertidas por los cristianos, sobre todo por
aquéllos que tenían la misión de evangelizar.
Sólo aquéllos que son libres y desinteresados del
dinero y de los bienes muestran que Dios reina
sobre ellos, no parecen tener intereses personales
en su ministerio, muestran la generosidad de la
Buenas Noticias a todos, pero dando preferencia
a los pobres.
El Papa Juan primero de nuestros días, durante
el Concilio, señaló proféticamente a la Iglesia
que ésta era la hora de los pobres, la Iglesia de
los pobres, y el Concilio ha intentado aquí y allá
traducir esta intención, retomando las palabras
del Evangelio y de los Padres de la Iglesia como
cruciales para nuestro presente. El Papa Francisco
ahora nos urge. Nos corresponde a nosotros no
olvidar este mensaje y recordar que la Iglesia
nacida de Pentecostés intentó primero (en la
iglesia se busca y se trata siempre, pero ¡nunca
se llega!) ser la asamblea del Señor donde reina
Dios y su Reino significa compartir, dinámica de
la comunión entre los cristianos. La Iglesia está
sujeta a la lógica de la “comunión” (koinonía),
y cada día decide ver a Cristo en los pobres,
24 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
decide establecer la justicia y la equidad, sentar
bases comunes de lo que se tiene, enseñando la
verdadera forma de la comunión (koinonía), de la
celebración eucarística.
La celebración de la eucaristía es realmente la
enseñanza primera y decisiva para la comunión
(koinonía) de la Iglesia: en la misma está también
el misterio de la pobreza y la presencia de los
pobres a quienes el Señor ama. No olvidar
tampoco el mensaje del libro de los Hechos de
los Apóstoles ni al apóstol Pablo: si los cristianos
no saben compartir (cf. Act 2,42-47; 4,32-35),
entonces "no reconocen el Cuerpo del Señor, por
lo que comen y beben su propia condena" (cf. 1 Co
11,29) y "desacreditan a la Iglesia de Dios, haciendo
avergonzar a los pobres" (cf. 1 Co 11,22).
A nadie, ni siquiera a la Iglesia, se le permite estar
en silencio ante el tema de la pobreza, ya que es
un tema cristológico antes de ser un tema de ética
cristiana. Precisamente por esta razón, me gustaría
concluir citando un pasaje de la Lumen Gentium
que, quizás, en las últimas décadas se ha olvidado:
"Así como Cristo realizó la obra de la redención en
pobreza y persecución, así la Iglesia está llamada
a seguir el mismo camino en la comunicación a los
hombres de los frutos de la salvación" (§ 8).
¿Cómo vivir la pobreza 25
como sacerdote diocesano?
28 El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
Manuel Rodrigo Zubillaga Vázquez.
Pbro.
El presente trabajo es una compilación de textos del
Monasterio de Bose, principalmente de la conferencia
que dictó el prior del Monasterio, Enzo Bianchi, a los
obispos y sacerdotes de la Región de Calabria, Italia,
en el año 2014.
Un Servicio de La Asociación de los Sacerdotes
del Prado Mexicano
www.elverdaderodiscipulo.org.mx
www.elverdaderodiscipulo.org.mx
[email protected]
¿Cómo vivir la pobreza 29
como sacerdote diocesano?
El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
¿Cómo vivir la pobreza
como sacerdote diocesano?
El Sacerdote y la Pobreza Evangélica
Descargar