Relación del pueblo de Comala con Pedro Páramo

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Relación del pueblo de Comala con Pedro Páramo en Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Martes, 05 de Junio de 2012 10:01
Relación del pueblo de Comala con Pedro Páramo en Pedro Páramo de Juan Rulfo.
“(…) Se trata de una novela en la que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que
algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es
un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos,
y aún quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los
muertos no tienen tiempo ni espacio (…)”. En “Los muertos no tienen tiempo ni espacio (un
diálogo con Juan Rulfo)”, Joseph Sommers. Introducción Para realizar un análisis profundo de
la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, es necesario adentrarse en el personaje principal, el
pueblo de Comala, y su relación con otro de los personajes más relevantes, Pedro Páramo. La
interrelación que existe entre estos dos personajes es vital para el desarrollo de la historia, ya
que se van desarrollando entre sí. De Pedro Páramo sólo conocemos lo que los habitantes de
Comala susurran, el pueblo ha quedado prendido al “rencor vivo” que es Pedro Páramo. Por su
parte Comala dependen de Pedro Páramo para existir, están alienados porque depende de él
en la vida y en la muerte. A continuación se desarrollará con detenimiento este aspecto que
atraviesa la novela y construye la historia. Pedro Páramo y los habitantes de Comala El
movimiento narrativo de la novela tiene una “estructura fragmentaria, de mosaico, de gran
mural episódico, ya que <<la mente del lector se llena de hipótesis de figuraciones múltiples, de
sospechas acertadas o erróneas que, inevitablemente, se traducen en un despliegue adicional
de la actividad psíquica hasta el logro final de la búsqueda, cabal comprensión del relato>>.
(…) Suponer otro orden al existente en la obra es deformarla más allá de todo reconocimiento
(…) ese extraño marasmo temporal de acciones entrecruzadas, es la única manera posible en
que pudieron haber ocurrido. Es decir, es la única manera en que están ocurriendo ahora
mismo, para siempre” (En torno a Pedro Páramo de Juan Rulfo, Dorffman). La historia se va
construyendo a través de susurros, rumores que nos llegan de la tumba y diálogos que parecen
más soliloquios. Se abre un panorama nebuloso llenos de espectros que desaparecen y de
voces agarradas a las paredes. De esta manera se configura Comala, un ambiente tenso por la
dualidad del paraíso perdido y añorado desde los recuerdos y el infierno, el lugar fantasma
desde el que nos llegan aquellas voces traídas desde el más allá por el rencor, el
remordimiento la culpa y el pecado. Es así como la novela se configura mediante un mosaico
de relatos, que parecen aislados, de recuerdos que van entramando la historia, a través de
fragmentos nos vamos encontrando con indicios, de esta manera el tiempo también se
suspende. “Frente a un mundo de fantasmas y rumores, el orden cronológico pierde toda razón
de ser (…) encontramos solo fragmentos de tiempos diversos, relacionados todos entre sí por
la unidad sin límites que es no-tiempo de la muerte y la confusión que son los rumores
mismos”. (Realidad y estilo de Juan Rulfo, Blanco Aguinaga). Para adentrarnos en la relación
en la que se entrecruzan los habitantes de Comala y Pedro Páramo, es necesario hacer una
descripción de cada uno de ellos. La primera impresión de Comala nos llega desde la
narración, en primera persona, de Juan Preciado, con la divergencia de lo que ven sus ojos y lo
que su madre ha recordado del pueblo. El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o
se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja." -¿Cómo dice usted que se llama el
pueblo que se ve allá abajo? -Comala, señor. -¿Está seguro de que ya es Comala? -Seguro,
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señor. -¿Y por qué se ve esto tan triste? -Son los tiempos, señor. Yo imaginaba ver aquello a
través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió
ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar.
Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: "Hay allí,
pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla
por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola
durante la noche." Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma... Mi
madre. A través de este pasaje se puede observar la tensión existente entre ese paraíso del
recuerdo de Dolores, Susana San Juan o Pedro Páramo. En este contraste se comienzan a
recortar las figuras de las ánimas que conforman el pueblo. Comala es el desierto desolado y
abandonado por los que se iban para nunca más volver, se alejaban con la intención de
regresar pero nunca volvían. Comala está llena de ánimas condenadas a vagar por la
eternidad. De esta manera lo describe Rulfo en la entrevista con Sommers: “(…) dentro de este
mundo confuso, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy
popular) son las ánimas, las ánimas de aquellos muertos que murieron en pecado. Y como era
un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban
nuevamente el pueblo pero eran ánimas, no seres vivos”. Es preciso notar que el pecado y la
culpa son una constante en los personajes, el caso más representativo es el de la hermana de
Donis, por ello se constituye en un mondo cerrado, sin salida, en el que los personajes están
condenados “vagar”, sin esperanzas, en plena desilusión, atados a un infierno interior. Pero
esta existencia está ligada a la existencia de Pedro Páramo y es aquí donde se entrelazan
ambos personajes. Pero en esto el cacique también se diferencia del resto, el no siente
ninguna culpa ni remordimiento, el Padre Rentería se sorprende de que nunca vaya a
confesarse, aunque los pecados de los demás estuvieran ligados a él, “El asunto comenzó
-pensó- cuando Pedro Páramo, de cosa baja que era, se alzó a mayor. Fue creciendo como
una mala yerba. Lo malo de esto es que todo lo obtuvo de mí: 'Me acuso, padre, que ayer
dormí con Pedro Páramo.' 'Me acuso, padre, que tuve un hijo de Pedro Páramo.' 'De que le
presté mi hija a Pedro Páramo.' Siempre esperé que él viniera a acusarse de algo; pero nunca
lo hizo. Y después estiró los brazos de su maldad con ese hijo que tuvo. Al que él reconoció,
sólo Dios sabe por qué.” Aquí también reside la culpa que siente el Padre Renteria. En este
aspecto se refleja la visión oscura de Juan Rulfo respecto de la religión. La noción negativa de
una religión que sólo perdona a aquellos que pueden pagar ese perdón y que al mimos tiempo
desvía la mirada para no ver las injusticia como le reclamara el Padre de Contla al no darle la
absolución al Padre Rentería. Conversación de la hermana de Donis con Juan Preciado ilustra
el vínculo entre las ánimas y el pecado: Si usted viera el gentío de ánimas que andan sueltas
por la calle. En cuanto oscurece comienzan a salir. Y a nadie le gusta verlas. Son tantas, y
nosotros tan poquitos, que ya ni la lucha le hacemos para rezar porque salgan de sus penas.
No ajustarían nuestras oraciones para todos. Si acaso les tocaría un pedazo de Padrenuestro.
Y eso no les puede servir de nada. Luego están nuestros pecados de por medio. Ninguno de
los que todavía vivimos está en gracia de Dios. Nadie podrá alzar sus ojos al cielo sin sentirlos
sucios de vergüenza. Y la vergüenza no cura. Al menos eso me dijo el obispo que pasó por
aquí hace algún tiempo dando confirmaciones. Comala es un pueblo muerto que vive en un
no-tiempo, suspendido, inerte, sus habitantes no tienen existencia externa, dependen de Pedro
Páramo para ser, están alienados mentalmente ya que todos sus recuerdos gira en torno al
cacique, ese “rencor vivo” del que dependieron en la vida (alienados social y económicamente).
Son sólo voces, susurros, rumores, ecos prendidos a las paredes, visiones fantasmagóricas de
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un pasado lejano. Los habitantes no tienen existencia hacia afuera, están ensimismados, no
ven al otro, hablan para sí mismos, no escuchan. Lo último que se les conoce es el nombre, es
decir, lo externo (Dorffman). Los diálogos, así como toda la novela son circulares, lo que
suspende el tiempo, y nos da una “imagen de un mundo circular reiterativo, donde el hombre
permanece estático frente a la movilidad de la naturaleza, cuya actividad constante se expresa
en los elementos caracterizados por el continuo movimiento, como el viento y el agua. Tal
imagen circular nos llevaría a la concepción de un eterno retorno no constructivo, a una visión
nihilistica de la existencia”. El diálogo de Damiana Cisneros con Juan Preciado es un claro
ejemplo de este hablar para sí mismo de los personajes con una forma circular: -Este pueblo
está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo
de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas.
Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo
eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen. Eso me venía diciendo
Damiana Cisneros mientras cruzábamos el pueblo. -Hubo un tiempo en el que estuve oyendo
durante muchas noches el rumor de una fiesta. Me llegaban los ruidos hasta la Media Luna. Me
acerqué para ver el mitote aquel y vi esto: lo que estamos viendo ahora. Nada. Nadie. Las
calles tan solas como ahora. Luego dejé de oírla. Y es que la alegría cansa. Por eso no me
extrañó que aquello terminara. ¨Sí -volvió a decir Damiana Cisneros-. Este pueblo está lleno de
ecos. Yo ya no me espanto. Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen. Y en días de aire se
ve al viento arrastrando hojas de árboles, cuando aquí, como tú ves no hay árboles. Los hubo
en algún tiempo, porque si no ¿De dónde saldrían esas hojas?" Comala sólo es en función de
Pedro Páramo, en vida el cacique es el que decide los destinos del pueblo, hace y deshace
según le place, están en sus manos. Los habitantes están enajenados en vida y en la muerte
porque todos los recuerdos remiten a Pedro Paramo. El pueblo es una gran marioneta, todas
las acciones en vida y los recuerdos en la muerte están ligados a Pedro Páramo. Peralta dice
que se trata de una narrativa de conciencia, los personajes actúan apenas, pero piensan,
recuerdan. El cacique sentencia: “Esa gente no existe”. Es en este sentido donde se puede ver
el enlace más directo entre Comala y Pedro Páramo. De Pedro Páramo la primera impresión
nos viene narrada desde la tumba de Juan Preciado, que comparte con Dorotea Dyada, este
aspecto va a marcar el relato porque el cacique nunca habla desde el más allá, lo conocemos
por los recuerdos de niño, por los sucesos objetivos que se narran en la “segunda parte”
(Blanco Aguinaga) lo que le imprime individualidad, pero sobre todo por las rememoraciones de
los muertos que no pueden desprenderse de él. Pedro Páramo “es el único personaje porque
para crearse a sí mismo en la historia ha aplastado a los demás, los ha reducido a rumores, a
ecos de su presencia” (Blanco Aguinaga), es una sola presencia vital, cargada de
individualidad y personalidad. Pos su carácter dual, de vida hacia afuera y de vida interior,
adquiere dimensiones que los demás personajes no tienen, éstos son difusos, nebulosos,
misteriosos, “por falta de vida histórica, se ven reducidos al papel de ambiente” (Blanco
Aguinaga). Entre este mundo de personas-eco, Pedro Páramo es el único que tiene bien
marcada la doble dimensión del personaje; vida propia hacia fuera, lo primero que conocemos
de él es su nombre (lo externo), vida histórica que se refleja en los actos que describe un
narrador omnisciente en tercera persona (aunque no se da descripción física), tiene
individualidad y vida de ensueño interior, personalidad, atada a su amor Susana San Juan. A
su vez Pedro Páramo, también, depende de los demás para existir, y aquí es donde se da esa
interdependencia con Comala, porque el relato de su persona, su presencia se da a través de
los fragmentos de rumores de los muertos. La figura se configura mediante lo que los demás
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dicen de él. En este sentido, se puede decir que también Pedro Páramo está ligado
intrínsecamente al pueblo que decide destruir y convertir en un infierno sin salida. “Pedro
Páramo de quien son creación en vida los demás personajes, es, en cuanto personaje de la
novela, creado por el eco de su vida en los demás, por alusiones indirectas e inconexas, en un
tiempo y espacio indefinidos, y el conocimiento que tenemos de él es una sospecha más que
definitivo” (Blanco Aguinaga). No obstante, esto no quiere decir que sea parte de la “masa
difusa sin contornos” de habitantes, por el contrario, es muy diferente tiene una presencia
externa, pero cumple mecánicamente con la vida con los gestos hacia fuera mientras su mundo
interior va muy lejos, suspendido del recuerdo de Susana San Juan, lo inconquistable, el
sueño, lo que hace de Pedro Páramo un personaje-eco de algo, y no creación de sí mismo
(Blanco Aguinaga). Con dimensiones trágicas por la muerte del padre, del hijo y el abandono
de Susana San Juan ya por su locura o por la partida, Pedro Páramo se humaniza porque no
puede controlar todo, eso lo vuelve violento y presa de la venganza. En este aspecto, deja de
ser, ante nuestros ojos, el frío personaje “villano” que solo se casa para pagar una deuda o que
mata a Alderete, que amenazaba sus tierras, entonces se transforma en un ser pasional que
sufre y se venga contra el mundo. El caballo de Miguel Páramo, los invitados a la boda en la
que su padre iba a ser padrino y los habitantes de Comala que ignoran la muerte de Susana
San Juan y celebran sufren en carne propia la ira de un hombre herido, que sufre un <<trauma
psíquico>>, según Rodríguez-Alcalá. -¡Pedro!- le gritaron -¡Pedro! Pero él ya no oyó. Iba muy
lejos. También es un personaje ensimismado, “lejano” gracias al recuerdo y el pensamiento de
un poeta enamorado de Susana San Juan, ésta es su dimensión de interioridad. El hombre que
controla la vida y la muerte de su pueblo no puede penetrar la coraza de Susana San Juan, la
única de las mujeres que no le perteneció nunca. En su locura se mantiene lejos conectada al
mar, mientras que todos los demás son prisioneros del desierto y del polvo, ella no susurra,
grita, es indomable. Se le escapa a Pedro Páramo como agua entre los dedos que solo puede
contemplarla desde lejos, mientras ella sueña con el mar y su verdadero amor, Florencio.
Nunca puede hacerla prisionera, por más que mata a su padre para que le pertenezca; pero
Susana se rebela, aún así Pedro Páramo la quiere. Dorotea Dyada, en su diálogo con Juan
Preciado, nos da una pista en cuanto a la correlación intrínseca entre el pueblo y su cacique:
-Se queja y nada más. Tal vez Pedro Páramo la hizo sufrir. -No creas. Él la quería. Estoy por
decir que nunca quiso a ninguna mujer como a ésa. Ya se la entregaron sufrida y quizá loca.
Tan la quiso, que se pasó el resto de sus años aplastado en un equipal, mirando el camino por
donde se la habían llevado al camposanto. Le perdió interés a todo. Desalojó sus tierras y
mandó quemar los enseres. Unos dicen que porque ya estaba cansado, otros que porque le
agarró la desilusión; lo cierto es que echó fuera a la gente y se sentó en su equipal, cara al
camino. "Desde entonces la tierra se quedó baldía y como en ruinas. Daba pena verla
llenándose de achaques con tanta plaga que la invadió en cuanto la dejaron sola. De allá para
acá se consumió la gente; se desbandaron los hombres en busca de otros bebederos.
Recuerdo días en que Comala se llenó de adioses y hasta nos parecía cosa alegre ir a
despedir a los que se iban. Y es que se iban con intenciones de volver. Nos dejaban
encargadas sus cosas y su familia. Luego algunos mandaban por la familia aunque no por sus
cosas, y después parecieron olvidarse del pueblo y de nosotros, y hasta de sus cosas. Yo me
quedé porque no tenía adonde ir. Otros se quedaron esperando que Pedro Páramo muriera,
pues según decían les había prometido heredarles sus bienes, y con esa esperanza vivieron
todavía algunos. Pero pasaron años y años y él seguía vivo, siempre allí, como un
espantapájaros frente a las tierras de la Media Luna." "Y ya cuando le faltaba poco para morir
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vinieron las guerras esas de los cristeros y la tropa echó rialada con los pocos hombres que
quedaban. Fue cuando yo comencé a morirme de hambre y desde entonces nunca me volví a
emparejar". "Y todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se
le murió su mujer, la tal Susanita. Ya te has de imaginar si la quería." Que se confirma en el
final, Pedro Páramo sabe que Comala depende de él para vivir, para subsistir, y ante este
conocimiento se venga esperando la muerte en su equipal, luego de que Susana San Juan
muera. Ante el jolgorio del pueblo que ignora la muerte de la última mujer del cacique, Pedro
Páramo la condena a la muerte y a la desolación como castigo: Comenzó a llegar gente de
otros rumbos, atraída por el constante repique. De Contla venían como en peregrinación. Y aun
de más lejos. Quién sabe de dónde, pero llegó un circo, con volantines y sillas voladoras.
Músicos. Se acercaban primero como si fueran mirones, y al rato ya se habían avecinado, de
manera que hasta hubo serenatas. Y así poco a poco la cosa se convirtió en fiesta. Comala
hormigueó de gente, de jolgorio y de ruidos, igual que en los días de la función, en que costaba
trabajo dar un paso por el pueblo. Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No
hubo modo de hacerles comprender que se trataba de un duelo, de días de duelo. No hubo
modo de hacer que se fueran antes, por el contrario, siguieron llegando más. La Media Luna
estaba sola, en silencio. Se caminaba con los pies descalzos; se hablaba en voz baja.
Enterraron a Susana San Juan y pocos en Comala se enteraron. Allá había feria. Se jugaba a
los gallos, se oía la música; los gritos de los borrachos y de loterías. Hasta acá llegaba la luz
del pueblo, que parecía una aureola sobre el cielo gris. Porque fueron días grises, tristes para
la Media Luna. Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala. -Me
cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre. Y así lo hizo. Aún en la muerte es diferente
a los demás, el silencio lo distancia aún en la eternidad, a esto se lo podría relacionar con el
hecho de que no se siente atado a nada o que no se siente culpable, o tal vez es un intento de
dominar la eternidad, como sugiere Dorffman. Se encuentra siempre por encima de las voces,
es el único que no habla. Abundio Martínez lo mata, en un acto edípico, desde un estado de
inocencia provocado por el alcohol. Por un instante, acosado por la muerte cercana “tenía
miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse en sus
fantasmas”. Otra vez se entrecruzan la interioridad y la exterioridad. El hombre Pedro Páramo
muere solo sentado en el equipal y se desmorona como un montón de piedras. Conclusión Con
trazos magistrales Rulfo crea un mundo caótico, difuso y nebuloso lleno de simbolismos que
dibujan una realidad arquetípica que trasciende las fronteras y se instalan como universales
americanos. Rulfo nos trae un hombre trágico, que está condenado a la eterna peregrinación
en un purgatorio desterrado de la ilusión y la esperanza, pero lejos de ser una visión fatalista es
un espejo que nos devuelve la imagen de un hombre en la eterna búsqueda, nos refleja una
realidad social americana parado desde la crítica. Nos devuelve una imagen a la vez
distorsionada y nítida que nos insta a planteos profundos y trascendentales.
Ligia E.. Capdevila
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