JESÚS GARCÍA HERRERO DOCTOR ARQUITECTO COLEGIADO 12.652 C/ Badalona, nº 102, 4º izq. 28034 MADRID [email protected] A LUCHO MIQUEL Siempre he vivido en el poblado dirigido de Fuencarral. Mi decisión de querer ser arquitecto probablemente tenga su origen en la admiración que sentía por mi vecino Lucho Miquel, uno de los arquitectos que colaboró con José Luis Romany en el proyecto del poblado y sus equipamientos. Recuerdo su casa, con el ventanal del salón hasta el suelo, estableciendo una continuidad con su frondoso jardín… Y la hermosa escalera suspendida de la planta superior… Y las estanterías atestadas de libros, algunos auténticos tesoros… Y la cocina, con ingeniosas lamas que abatían y deslizaban… Y las correderas exteriores de madera y las ventanas de una hoja, sistemáticamente eliminadas por el resto de los vecinos para que sus casas fueran “más normales”. Muy pocos estaban dispuestos a pagar el peaje de una construcción deficiente en aras de una forma de vida que a mí, como niño, me resultaba muy llamativa, quizá por diferente. Y le recuerdo a él, tan humilde, tan afable, con Antoñita bailando y David siempre sonriendo. Le recuerdo regañando a mi padre por talar el pino de nuestro patio, porque las raíces estaban levantándolo. Le recuerdo viendo Gilda y Guerra y Paz, las dos veces que vinieron a casa a ver una televisión que ellos no necesitaban… Recién terminada la carrera realicé un viaje a Dinamarca y Suecia. Allí encontré las raíces nórdicas de las propuestas de Cubillo y Romany para los Poblados Dirigidos de Canillas y Fuencarral, quizás ingenuamente trasplantadas a España…o quizás no tanto. Al fin y al cabo, la casa de Lucho Miquel materializó esa utopía en la periferia de Madrid, amalgamando estética y ética. Años después fui consciente de su talla como arquitecto: las viviendas Taray, el colegio San Juan Evangelista, el Isabel de España…y los maravillosos mercados donde pasé mi infancia. Años después descubrí que no todos los arquitectos eran como Lucho. Ahora que nos ha dejado, quizás convenga no olvidar que la función social de la arquitectura es una de sus razones de ser más hermosas. Descanse en paz