Adicción a la comida seguido H ay una alteración de la personalidad llamada trastorno obsesivocompulsivo; yo tengo rasgos de la segunda parte de este trastorno, sobre todo con la comida; muchas veces, a pesar de que sé que ya no necesito comer, sigo comiendo. La razón de esta conducta probablemente se encuentre en el cerebro. Las investigaciones sobre la obesidad han aumentado recientemente por una buena razón: porque el número de personas obesas ha crecido muchísimo; por ejemplo, en los Estados Unidos, de acuerdo al Centro para el Control de Desastres y Prevención, la obesidad estuvo asociada a 112 mil muertes en el año 2000; en otro estudio publicado en el 2002 en la revista Health Affairs, se estimó que el gasto médico relacionado con el sobrepeso fue de 92.6 mil millones de dólares, algo así como 9.1 por ciento de todo lo gastado en salud en ese país. Los médicos definen la obesidad como un índice de masa corporal mayor de 30; entre 25 y 30 se le considera sobrepeso; siguiendo esta definición, un tercio de los gringos son obesos y otro tercio tienen sobrepeso. La explicación más común para exponer la causa de la obesidad es la hormonal; en 1994 se encontró que los tejidos adiposos poseen un mecanismo de retroalimentación para suprimir la sensación de hambre y dejar de comer; este mecanismo funciona por medio de una hormona llamada leptina (su descubridor Jeffrey M. Friedman de la Universidad de Rockfeller se la puso por la palabra griega leptos, delgado). Su acción se demostró al crear ratas modificadas genéticamente, en las cuales no funcionaba la leptina y los animales cayeron rápidamente en la obesidad; esto llevó a especular que la obesidad era resultado de un problema en este mecanismo de retroalimentación. Pero si examinamos esta interpretación, podemos ver que no es toda la historia; la leptina juega también un papel importante en la conducta adictiva. Sin embargo, la idea de que la comida sea una adicción suena chocante en un primer momento ya que, después de todo, los que comen mucho no desarrollan tolerancia y los que inician una dieta no sufren de la abstinencia que sí tienen los que consumen drogas. A pesar de eso, los obesos despliegan conductas que sí son típicas de los adictos: ansían mucho comer y cuando lo hacen pierden el control y se ponen unas atragantadas; además, en términos neurobiológicos se parecen mucho la adicción a las drogas y la adicción a la comida. El centro de acción de las drogas es el sistema de recompensa, un sistema cerebral que gira alrededor del funcionamiento de una estructura llamada núcleo accumbens y su manejo que hace de la dopamina; cualquier actividad que nos sea placentera va a hacer que la dopamina aumente y llegue en grandes cantidades al núcleo accumbens. Se sabe que el núcleo accumbens controla el funcionamiento del hipotálamo, mismo que se encarga, entre otras cosas, de la sensación del hambre; ratas que han sido modificadas genéticamente para que no produzcan dopa- mina pierden todo deseo de comer y se mueren de hambre, pero si se les inyecta dopamina les vuelve el deseo de comer y la ingestión se vuelve normal. En el 2001 Gene-Jack Wang, del Laboratorio Nacional de Brookhaven, y Nora Volkow, del Instituto Nacional de Abuso de Drogas, usaron un aparato que realiza tomografías por emisión de positrones, midiendo con él la cantidad de receptores a la dopamina que había en el estriado de pacientes obesos y encontraron que a mayor índice de masa corporal menor era la cantidad de receptores a la dopamina. La explicación fue que, como los adictos a las drogas, los extremadamente gordos sufrían de falta de dopamina, lo que los hace buscar continuamente lo que los hace sentir bien: la comida; pero el cerebro compensa el exceso de dopamina al comer demasiado y reduce el número de receptores a la dopamina; este mismo mecanismo ocurre en los adictos a la cocaína. Otras áreas cerebrales que se han involucrado con la ingestión inmoderada de comida es la amígdala. En el 2001, Kevin LaBar de la Universidad de Duke investigó a personas normales usando la resonancia magnética funcional para escanear la amígdala, mientras veían fotografías de comida que iban a comer después de un ayuno de 8 horas; la activación de estas fotos las compararon con la activación que tenían cuando veían fotos de cosas como herramientas o carros; posteriormente repitieron la investigación pero cuando los sujetos ya habían comido y compararon todo. Sus resultados indican que en los sujetos con hambre se activa mucho su amígdala cuando veían comida, no se activaba cuando veían otra cosa que no era comida y tampoco se activaba cuando ya no tenían hambre. Este mecanismo funciona igual en los adictos, pero en vez de presentárseles comida se les presenta cocaína, por ejemplo. Una región más implicada en la adicción es la corteza orbitofrontal del cerebro, que se encuentra detrás de los ojos y que parece funcionar como un centro de control de nuestras acciones (los que se lo lesionan son impulsivos). En el 2001, Dana M. Small, ahora en la Universidad de Yale, y sus colegas demostraron que también está involucrada en los procesos que a hacen a la comida placentera o aversiva. Ella escaneó el cerebro usando la tomografía por emisión de positrones, mientras nueve sujetos saboreaban poquito chocolate y, después, cuando los dejaron comer hasta que se asquearon; en la primera condición la corteza orbitofrontal estaba activada en su región central, mientras que en la segunda condición se activaron las regiones laterales. Todos estos estudios servirán para desarrollar terapias para la adicción a las drogas y a la comida; por ejemplo, la naltrexona se está investigando con los usuarios a los narcóticos, los cuales se ha visto que pierden peso al usar el medicamento; otra droga llamada rimonabant bloquea los receptores a los canabinoides endógenos y ayuda a que las personas pierdan peso, aunque no mucho. Si desean saber su índice de masa corporal, en internet hay sitios para ello proporcionando su altura y peso. Por cierto, yo tengo 32 de masa corporal, lo que indica que estoy en el primer grado de obesidad. [ ciencia Juan Gerardo Martínez Borrayo Departamento de Neurociencias, UDeg lunes 25 de agosto de 2008 15