Mateo 13:54-58. Jesús llega a Nazaret, su pueblo, y enseña en la

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Mateo 13:54-58.
Jesús llega a Nazaret, su pueblo, y enseña en la sinagoga. "Todos estaban maravillados.
'¿De dónde le vienen, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es
este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos
suyos Santiago, José, Simón y Judas?'... Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo.
Entonces les dijo: 'Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia'. Y
no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente". En este pasaje,
Cristo se presenta ante sus familiares, parientes y amigos cercanos, como más que un
carpintero. Las señales y milagros, y las palabras de vida que salen de su boca, son
evidencia de su origen divino y eterno. Pues él, nacido de la virgen María, fue
concebido por obra del Espíritu Santo, y enviado a este mundo a fin de salvar a este de
todos sus pecados. Pero la gente se sorprende, y a pesar de haberlo visto crecer desde
pequeño en Nazaret, no entiende esto: Que el tiempo se ha cumplido, y que Dios
cumple su promesa de enviar a un Salvador. Miran sus manos y sus pies, su rostro, la
vestimenta que lleva puesta, y ven a Jesús apenas como un carpintero. Por eso no
tenían fe en él, porque se dejaban guiar por las apariencias y por la razón, en lugar de
ver las cosas con el corazón. Los hermanos del Señor, tales como Santiago y Judas (los
cuales escribieron las dos cartas que están en el Nuevo Testamento y que llevan sus
respectivos nombres), sólo lo eran por parte de padre, pero no de madre, pues la
virginidad de María permaneció inviolada. Pero aun ella misma, María, la madre de
Dios, reconoció la necesidad que tenía de un Salvador, cuando alabó a Dios diciendo:
"Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador" (Lucas
1:46b-47a). Así también, hoy en día, cuando oigamos la voz de quienes nos dirigen en
el Señor (pastores, maestros), o bien la voz de nuestros padres, pensemos que a través
de ellos puede ser que Dios nos esté hablando la palabra necesaria de guía para
nuestra vida. Si eso sucede, no le cerremos a Dios nuestro corazón, sino creamos en
Aquel que es más que un carpintero, a fin de realizar ese milagro en nuestra propia
vida: ser nuestro Salvador Jesucristo. A.C.
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