2. Las soluciones ilustradas al problema de los jornaleros 144

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la miseria y un 34,5% (25) alternaba su vida anual entre pobreza y subsistencia en función de una buena o mala cosecha.
Esta inseguridad vital en la que trans ^úrría su existencia
estaba íntimamente relacionada con el determinismo climatológico en el que estaban sumidas las economías campesinas
preindustriales. Así como una buena cosecha significaba, por
la abundancia de trabajo, un buen año para braceros, azadoneros y segadores, un año de esterilidad o sequía, como el de
1766, implicaba hambres y pestes para un alto porcentaje de
ellos. Pero no era sólo la climatología la base de sus problemas. La irracional organización y gestión de las tierras de cultivo, junto a un sistema de tasa de sus salarios estipulado por
los aristocráticos concejos, componían un marco de dificultades de difícil superación.
2. Las soluciones ilustradas al problema de los jornaleros
E1 gabinete ilustrado, fué desarrollando una acción progresiva dentro de la doctrina liberal para ir levantando entre los
escollos, insalvables durante tanto tiempo, una práctica común
en los medios rurales desde el reinado de Carlos III (26). En
esa idea se inscribe el decreto de 29 de noviembre de 1767 que
estableció «que en cuanto a los salarios de los trabajadores se
dejen en libertad para que cada uno se ajuste como pueda con
los labradores y dueños de las tierras». Como mantiene Artola, «se forzaba así una negociación colectiva con los empresarios agrícolas que hasta entonces habían impuesto sus condi-
( 25) Gascón Bueno: El Valle de Alcudia durante el siglo XVIII. Ciudad Real,
1978. Los jornaleros vivían en chozas cubiertas de retama, ripia y tejilla,
y muchos de ellos -que no tenían casa- se recogían numerosas veces en
los habitáculos de los ganados.
(26) Artola: Antiguo Régimen... Págs. 51 y 52. Explica cómo mucho antes
de las Cortes de Cádiz, la práctica liberal se estaba introduciendo en el ordenamiento jurídico y en las realizaciones prácticas de la segunda mitad del
sig. XVIII.
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ciones a. través de los organismos municipales que controlaban» (27).
Las reacciones en contra de propietarios y burguesía agraria no se hicieron esperar. Los concejos de Ciudad Rodrigo,
de Zamora, de Jerez, de Marchena y de otros municipios españoles argumentaban en contra de la libertad de fijación de
salarios, y«el empleo urgente de la tasa para los salarios de
braceros como ha sido práctica tradicional e inmemorial en esta
tierra» (28). Las abundantes contrargumentaciones de los labradores a la utilidad de la tasa, como norma reguladora de
las relaciones en el mercado de trabajo, hacían suponer -a
la contra- un relativo alivio en la valoración del trabajo a jornal; sobre todo cuando se piensa en la estructura municipal
del Antiguo Régimen, dominada por elementos que tenían a
la tierra como una de las mayores fuentes de renta y de su privilegiado status.
La protesta de los labradores de Belmonte de Campos (Palencia) mostraba, con precisión, los verdaderos términos de la
oposición a la ley: «en esta tierra de Campos los labradores nos
vemos obligados a pagar no lo justo sino lo que los trabajadores quieren» (29). Impedidos documentalmente de conocer el
alcance y consecuencias para los jornaleros de esta resolución
real -pues no existen memoriales de jornaleros- habrán de
tomarse las críticas opiniones de los labradores y de los concejos como muestra de que se estababari empezando a poner las
bases para mejorar el lamentable estado de los asalariados del
campo.
Otra de estas significativas muestras fueron las leyes sobre
el reparto de tierras de Propios y Baldíos y Concéjiles que -se
(27) Ibidem: pág. 51.
(28) Concejo de Ciudad Rodrigo, 1777. A.H.N. Consejos; leg.: 1.841.
El memorial mostró al malestar de los campesinos por las consecuencias «liberalizadoras» que significaba tal disposición.
(29) A.H.N. Consejos; leg.: 1.841. Memorial de Belmonte de Campos,
en 1.770.
'
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pensaba- habían de entregarse a censo en primer lugar a la
masa de braceros, azadoneros y senareros para remediar su
precaria situación. Si primero se legisló para Extremadura -2
de mayo de 1766-, posteriormente se fué aplicando esa filosofia al conjunto peninsular. EI 12 de junio de 1767 para Andalucía y, más tarde, el 29 de noviembre de 1767 para el resto
del país. Sin embargo, la dificultad y complejidad para llevar
a efecto esas disposiciones hizo proliferar una amplia actividad legislativa de marcado carácter local o comarcal. El expediente recoge 9 disposiciones más, otorgadas -a otros tantos
lugares o provincias- entre 1768 y 1771 (30).
Estas leyes nacidas de la presión y conflictividad de las crisis de 1766 (31) -que originó, entre otros, el inicio del expediente de Ley Agraria iban a tener dos etapas significativas.
Durante la primera -entre 1766 y 1770- las disposiciones
establecían la preferencia en los repartos a favor de los vecinos
más necesitados de los pueblos -senareros y braceros-; durante la segunda etapa, a partir de mayo de 1770 (32), los labradores de una o más yuntas serán los preferidos y los más
favorecidos en los repartos. La inviabilidad operativa de las
primeras provisiones -que hacían recaer únicamente en el aparato legislativo la vigencia del repartimento- y el oportuno
contraataque de los labradores fueron las bases que originaron ese cambio. Por tanto, sólo fué la primera etapa la que significó una notable esperanza pára el asalariado rural.
(30) Concretamente a la Mancha, Algeciras, Salamanca, Badajoz, OIvera, Osuna y Burgos para aclarar o matizar alguna duda generada por las
posibilidades de repartir las tierras de Propios y Baldíos. En A.H.N. Consejos; legs.: 1.842 y 1.844.
(31) Vilar: El Motín de Esquilachey la cn:sú de[Antiguo Régimen. En Economía y sociedad en los siglos XVIII y XIX. Madrid, 1973, y Anes: Clases y conflictos sociales en la Historia, Madrid, 1977.
(32) A.H.N. Consejos; leg.: 1.842. Reparto de las Tierras de Propios
y Baldíos. Sin embargo, también hay noticias diversas esparcidas por los
^
legs. 1.840-41-43-44 y 1.534.
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La creación de la Junta Local de Propios, en colaboración
con el intendente provincial y la Audiencia o Chancillería correspondiente, fué el marco institucional encargado de efectuar el repartimiento. La tierra de Propios se subdividía en tantas suertes de 8 fanegas como fuera posible, que se repartirían
primero entre los braceros más necesitados y luego los senareros y azadoneros, siempre a razón de un lote por persona, con
la prohibición tajante de conocer dos o más suertes de tierra.
Las obligaciones de los jornaleros no eran sino cultivar bien
las tierras, pagar el canon establecido como renta a la Junta
de Propios y no subarrendar ni comerciar con esa tierra. E1
incumplimiento dé estas obligaciones acarreaba la expulsión
de su suerte y el subsiguiente reparto a otro jornalero del lugar.
El canon a pagar por estas 8 fanegas era establecido de forma proporcional a la calidad y fertilidad de la tierra. La Junta
de Propios, con el Corregidor o alcalde del lugar, establecían
esos supuestos. Las suertes siempre se conformaban en una sola
haza, evitando toda parcelación innecesaria. Se establecía también que sólo se habían de roturar las tierras y dehesas de labor, prohibiendo roturar pastos sin el consentimiento del Consejo de Castilla y previo análisis de su viabilidad agrícola. Estaban radicalmente excluídos de los repartos toda persona eclesiástica y todos los labradores poseedores de tierra y de una
o más yuntas.
Como excepción a la ausencia documental de los jornaleros en las fuentes archivísticas del Antiguo Régimen, un memorial conjunto de los jornaleros de Gibraltar y de Barrios explicaba la urgencia del repartimiento de esas tierras andaluzas. Los 90 braceros de Gibraltar y los 43 de Los Barrios mostraban ante el Consejo de Castilla su impaciencia por la poca
celeridad en llevar a efecto el repartimiento en sus términos (33);
(33) A.H.N. Consejos; leg.: 1.840. Memorial de los jornaleros de Los
Barrios y Gibraltar al Consejo de Castilla en 1769.
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zera sólo un mero malestar o, más bien, una intuición del boicot que se quería hacer a estas leyes? Desde noviembre de 1767
a noviembre de 1769:
«no se habían estudiado todavía las suertes que han de repartirse conforme a la resolución.del Consejo y a una especial ordenanza de 16 de diciembr^ de 1768 en donde se ordenaba dividir, con urgencia, entre la miserable población de
Los Barrios y de Gibraltar las tierras de Propios y Concejiles
de esos términos».
Los peticionarios consignaban, junto a sus nombres y apellidos, el imperioso deseo de poder repartirse las tierras de la, bor de sus Propios esparcidas por 7 dehesas cercanas. Según
su cálculo; los 133 braceros de estas tierras del Campo de Gibraltar -Los Barrios era considerado un anexo del concejo
gibraltareño- podíañ convertirse, todos ellos, en pequeños usufructuarios de una heredad de 8 fanegas e, incluso, sobraría
todavía tierra para «46 pelentrines que viven miserablemente». ^
En este memorial extrañan, cuando menos, dos cuestiones.
La primera, que existiesen tan pocos jornaleros en zona de tanta
envergadura latifundista; y la segunda, que se hiciese mención
de los pelentrines -en teoría sus más directos rivales en estos
repartimientos-. zNo sería, quizás, una táctica formulada por
una parte de los jornaleros que buscaban, para fortalecerse,
la alianza de los pecheros pelentrines? Pues ni aquí parecía efectuarse el modelo estructural del poblamiento andal ^z formulado por los intendentes y síndicos de unos 300 braceros por
pueblo; ni se seguían estrictamente las observaciones de la ley
de 12 de junio de 1767. Todo hace pensar que sólo eran una
parte exigua de la población jornalera, que buscó la alianza
de un grupo del bajo campesinado, para hacer Ilegar con mayor insistencia o con mayor eficacia sus demandas. Su exclusión del aparato fiscal y su insignificancia social quizás les hacía temer por la ineficacia de su gestión.
En cualquier caso, las esperanzas de estos jornaleros gadi-
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tanos -como de otros muchos peninsulares- se vieron brúscamente aniquiladas por las nuevas disposiciones emanadas a
partir de 1770. Una real provisión de 26 de mayo de 1770 (34)
dió fin a la filosofía que había presidido estos repartimientos
desde 1766, y supuso un coto más de las apetencias expansionistas de los labradores. A partir de ahora se atendería, en primer lugar, a los labradores de una a tres yuntas sin tierras suficientes para emplearlas, los cuales recibirían una suerte de
8 fanegas por yunta, y sólo, en segundo lugar, a los braceros,
que obtendrían una suerte de 3 fanegas inmediatas a la población. Las oligarquías rurales se habían opuesto, como intuían
los jornaleros del campo de Gibraltar, a la aplicación del espíritu legislativo de 1766. Varias eran las razones que lo motivaban. No sólo pensaban que así desaparecería una mano de
obra barata para sus haciendas, sino que descendería el precio
de los cereales -que ellos manipulaban- al estar la tierra en
manos de personas necesitadas de venderlos al tiempo de la
cosecha; e, incluso, veían peligrar unos pastos que disfrutaban
sus ganados de forma gratuita si se repartía y rozaban las dehesas de pasto y labor (35).
La manipulación -que sabiamente utilizaron- consistió
en mostrar la incuria y el desconocimiento de la labranza de
unos jornaleros «a los que -según el concejo de Villamayor
de los Montes- nada debe repartirse pues se originaría un gran
perjuicio para la agricultura, que en nada beneficiaría a la real
Hacienda» (36). Y mucho más contundente se mostraba el Con(34) Nooísima Recopilación. Ley XVIII, Tit. 25. Libro 7°. Una nueva adición a ella se formuló en la ley de 29 de noviembre de 1.771 sobre la forma
en que habían de efectuarse las tasaciones de las tierras. También en A.H.N.
Consejos; leg.: 1.843, pieza 39, folios 26-28.
(35) Ver todas esas consideraciones en Sánchez Salazar: Los sepastos d^
Tieaas concejiles en Andalucía durante la segunda mitad del sig[o XVIII. Y Gareía
Sanz: El reparto de tienas concejiles en Segoaia entse 1.761 y 1.770. En Congseso
de Histo^ia Ru^al: siglos XV-XIX. Madrid, 1984.
(36) Memorial del concejo de Villamayor de los Montes al Consejo de
Castilla en Octubre de 1768. En A.H.N. Consejos; leg.: 1.842.
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cejo de Marchena: «Es un manifiesto fracaso pretender repartir tierra a braceros: no las labrarían por falta de aperos y por
su gran desidia», añadiendo
«es absurdo repartir tierra entre pobres, vagos e inútiles, pues
ya lo decía el licenciado Celorrio hace medio siglo: en todas
las acciones humanas se requiere poder y querer, juntamente, y no basta lo uno sin lo otro y el no disponer de norma
tan preclara es causa por donde le entra el daño a nuestra
España, pues los que quieren labrar más tierra no pueden
y a los que se les puede dar, no quieren» (37).
E1 concejo de Marchena, supeditado a la jurisdicción del
duque de Osuna, no sólo veía en peligro, si se repartían a los
jornaleros las tierras de Propios, la puesta en explotación de
su terrazgo dividido en 52 cortijos (38),sino que el reparto de
tierras iba a suponer -como en el resto de la Andalucía sometida a la jurisdicción señorial- el comienzo de una lucha
mucho más compleja, en donde se cuestionaba la licitud de la
gestión señorial (39). La dura protesta de los Concejos señoriales de Osuna, Los Malores, EI Coronil y de Marchena al
repartimiento de tierras de Propios entre los jornaleros, había
de ligarse al clima de supervisión de la organización de los estados señoriales realizada por los ilustrados, çon gran contento del campesinado. La frustración que los asalariados sintieron a partir de la nueva filosofía de la ^ leyes de 1770 agudizó
el malestar del jornalero peninsular. Bernal cifra para Anda-
(37) Memorial del Concejo de Marchena al Consejo de Castilla. En
A.H.N. Consejos; leg.: 1.844, pieza 7a.
(38) Bernal: La lucha por la tierra... Pág. 186. En toda esa amplia zona
de la campaña el latifundio predominaba de forma casi absoluta, dividido
para su explotación en cortijos. Lo mismo sucedía en Osuna, El Coronil,
los Morales y otros pueblos próximos ya realengos, como Ecija, Carmona,
Utrera... Los 52 Cortijos de Osuna repartían su propiedad entre el ducado
de Arcos y el de Osuna.
(39) Ibidem: pág. 127.
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lucía, en estos momentos, el inicio de una mentalización del
proletariado rural hacia acciones de lucha reivindicativa, tendentes a fomentar los repartimientos de la tierra. Y toda la acción posterior, enmarcada ya en el siglo XIX, estuvo centrada
en la desestabilización del latifundio (40).
(40) Martínez Alier: La rstabilidad dil lat^ndismo. París, 1968. Hace un
sugestivo análisis sobre la persistencia en el campesinado andaluz de las peticiones sobre el reparto de la tierra del sur de España.
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