2. Dificultades y resistencias a aplicar las leyes sobre el reparto de

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rras allende del Tajo. El malestar municipal, percibido con claridad tras el dictamen de las leyes sobre reparto de Propios:
intentaría minimizar la significación de esas tierras que empezaban a estar fuera del control hacendístico municipal. Desde
ese punto de vista las reformas de la década de los sesenta, continuadas en la dé los ochenta, no sólo proporcionaron la información necesaria para la creación de las<Juntas municipales
de Propios, sino que avanzaron en la consecución de los planteamientos del Despotismo Ilustrado, que no eran otros que
vaciar de poder a las haciendas locales, relanzando y potenciando la hacienda gubernativa (24).
2. Dificultades y resistencias a aplicar las leyes sobre el
reparto de tierras de Propios y Baldíos a los
jornaleros
La filosofía del reparto de las tierras de Propios pasó
-como se ha dicho- por dos momentos claramente diferenciados. En el primero -eñtre 1.766 y 1.770- la finalidad no
era otra que asentar a los jornaleros en la tierra. Sin embargo,
labradores y concejos no vieron con agrado la implantación de
esas medidas que mermaban su privilegiado status, por lo que
desarrollaron una crítica sistemática y efectiva que condujo a
los resultados deseados. La Ley de 26 de mayo de 1.770 hacía
partícipes de los repartimientos exclusivamente a los labradores que, poseyendo de una a tres yuntas, no tuvieron tierra
suficiente para emplearlas satisfactoriamente. Se primaba así
las apetencias expansionistas de la élite rural de frenar las expectativas de los asalariados rurales. Pocos años había durado
el pulso que labradores y concejos habían desencadenado con
el ejecutivo, pero se mostró -clarividentemente- tanto la ha-
(24) Fernández Albadalejo: Monasquia ilustsada y haciendas locales en la segunda mitad del siglo XVIIL Comunicación presentada al curso sobre La Hacienda en el siglo XVIIL Universidad Menendez Pelayo. Santander, 1983.
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bilidad de sus tácticas como la inmadurez e improvisación de
las medidas gubernamentales. En esos 4 años, labradores y concejos inundaron de problemas y de peticiones al Consejo de
Castilla; hasta el punto de que los conflictos originados tras la
promulgación de las leyes sobre repartimientos de tierras de
Propios ocuparon un 20% de la conflictividad recogida en el
expediente, como pudo verse en los cuadros adjuntados. La
gran mayoría de estos memoriales aducían razones de inviabilidad e imposibilidad para llevar a efecto las leyes que introducían al jornalero como un miembro de pleno derecho de la sociedad rural. No obstante, hay también informaciones de campesinos, intendentes o síndi^os personeros mostrando los abusos y tergiversaciones que se estaban cometiendo en los lugares donde se habían iniciado los repartos.
La táctica desplegada por los labradores hácendados fué doble. No solamente criticaron y retrasaron la realización de esos
repartimientos a braceros sino que, a la par y en connivencia
con los concejos que muchos de ellos conformaban, monopolizaron en su propio beneficio parte de esas tierras. Ya se ha visto
la importancia de esas anexiones ilícitas en el incremento de
la gran propiedad extremeña. Y otro tanto puede decirse de
Andalucía y la Mancha. Campesinos de Vallecas, Vicálvaro,
Maqueda, Yebra y Casarrubios en Madrid, de Torrijos, Añover
de Tajo, Novés y Villanueva en Toledo, de Marmolejo, Baeza y Torres de don Jimeno en Jaén, de Trujillo y Mérida en
Extremadura, de Olvera y Jerez en Cádiz, y de Ecija, Marchena, Fuentes y Carmona en Sevilla, mostraban los abusos
que «los poderosos están efectuando un año más tarde de promulgarse para toda España la ley de 12 de junio de 1.767» (25).
(25) Todas las protestas en A.H.N. Consejos; leg.: 1843. Son todos memoriales del otoño de 1768, justo un año después de la promulgación de las
leyes con carácter nacional. Explicaban cómo la tierra se había repartido
entre grandes propietarios o labradores de yuntas abundantes, sin dejar apenas nada de tierra para los jornaleros.
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Quizás esos abusos que marginaban al verdadero protagonista de esa ley, el. jornalero, provocaron no pócas tensiones
y violentos conflictos dentro de la sociedad agraria. Sin embargo, no se recogió en el expediente más que uno de ellos ^quizás el más sobresaliente? A tenor de la geografia y de las características de su entorno, pudo haber sido uno de los más
destacados: fué el que protagonizaron los jornaleros de Jerez.
Toda una sangrienta revuelta que tuvo todos los visos de una
«jacquerie», no poco frecuente en cualquier sociedad preindustrial. Los campesinos jerezanos explicaban así los sucesos de
1767:
«la mayoría de los labradores poderosos han usurpado con
granjerías todas las tierras de sus Comunales, con gran celeridad a lo que han respondido los jornaleros y pegujaleros
pobres asaltando las tierras de varios propietarios de cortijos, quemando sus graneros y caúsando otros males, entre
ellos la existencia de varias muertes, pues exi^te en Jerez gran
miseria y necesidad entre jornaleros y pegujaleros>^ (26).
E1 móvil de esta revuelta no fué otro que conseguir un alivio inmediato a la impotencia y rabia sentida al comprobarse
los nuevos abusos de los terratenientes. Hechos como éste fueron corrientes en otras muchas zonas europeas, cuyos campesinos, cansados de la usurpación de sus comunales, se levantaron contra el «orden señorial» o municipal (27). Pero la violencia de los jornaleros andaluces no dio pie a ningún cambio
cualitativo en su status al no existir, todavía, una ideología y
(26) A.H.N. Consejo ^ ; leg.: 1844, pieza 7a. El memorial lo envían los
pelentrines de Jerez, pues los jornaleros -al no ser pecheros- no eran sujetos ordinarios en la sociedad peninsular del Antiguo Régimen. Es perceptible, no obstante, su sincronización con el movimiento jornalero andaluz.
(27) Le Roy Ladurie: Revolte et contestation ^usal en France: 1675-1787. Annales, enero, 1974. Lo específico del movimiento campesino francés fué su
carácter antiseñorial, debido a la repetición de abusos y violaciones de la
justicia.
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unos líderes que encauzasen la organización de ese movimiento. No se estaba,_aún, ante un movimiento revolucionario co^mo el que se desarrolló durante el siglo XIX; había todavía
mucha dosis de reformismo y conservadurismo, y no existía
tampoco un prisma de cambio social (28); era un intento de
responder a las injusticias con señales externas que no iban más
allá de la pura protesta. Y, sin embargo, esta lucha por la tierra fué el punto de partida de su concienciación posterior (29).
Las resistencias a la aplicación de la ley también provinieron de antiguos arrendatarios de las tierras de Propios, que
veían truncadas así la posibilidad de continuar especulando desde esas colectividades. El punto sexto de la ley, mostraba la
urgencia de esos repartimientos aunque existiese en vigor un
contrato de arrendamiento entre los concejos y sus arrendatarios. No se deseaba esperar ni siquiera los pocos años que duraba un contrato. Había urgencia en asentar al jornalero sobre la tierra. La reacción de los arrendatarios de Villanueva
de los Infantes y de Pedromuñoz, en la Mancha, como los de
Castrojeriz e Inestrosa en Burgos, fué contundente. Despojados uno o dos años antes de lo que se especificaba en su contrato «han pasado a rastrojar sus tierras ocasionando un grave
perjuicio a los vecinos jornaleros y pequeños labradores a quienes tocase por repartimiento esas suertes» (30). La ira acom=
(28) Landsberger: Rebelión campesina y cambio social. Distusbios campesinos,
temas y aa^iaciones. Madrid, 1978. Muestra la dificultad organizativa de la
sociedad campesina, su conservadurismo y su sumisión a la autoridad tradicional. Los éxitos se deben, más bien, a las alianzas externas y a la obtención de líderes carismáticos que organicen el movimiento.
„
(29) Bernal hace partir de estos momento finales del siglo XVIII el inicio del movimiento campesino andaluz, tan ligado a la lucha por obtener
tierra arable. En La lucha po^ la tierra en la crisis del Antiguo Régimen. Madrid,
1979.
(30) A.H.N. Consejos; leg.: 1842. Junio de 1768. Memorial de Villanueva al Consejo. La ley obligaba a repartir las suertes a los jornaleros nada
más levantar la cosecha del cereal, en agosto, quedando en ese momento
anulado el posible contrato de arrendamiento.
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pañaba no solamente a los jornaleros, burlados en sus expectativas de mejora, sino también a los grandes y medianos arrendatarios, esa burguesía rural que se sentía frenada en una importante parcela de la que obtenía saneados beneficios: el arrendamiento de las tierras de Propios.
El síndico personero del ayuntamiento de Sevilla resumió
así el balance de los repartimientos efectuados hasta 1768 en
la provincia: «se han repartido no muchas tierras, pero las efectuadas no han sido hechas conforme a la ley de 12 de junio
de 1767, pues toman los ricos las mejores tierras y dejan las
que no desean, las peores, para los jornaleros que se ven incapacitados para arrancar a la tierra sus frutos» (31).
Con tan peculiar reparto, utilizaron la escasa productividad de esas tierras como argumento en contra de la laboriosidad del jornalero al que culpaban, sin razón, de la precariedad de esas cosechas. El memorial de los labradores de Marchena -ya citado- resumía la manipulación y falsedad con
que se estaban poniendo en práctica las dispo ^iciones del ejecutivo. El gabinete pronto se vió desbordado e impotente para
responder a tan sofisticado y múltiple contraataque de las élites rurales.
Pero las reticencias a aplicar la ley de repartimientos de 1767
por parte de labradores y de concejos encontró otros cauces.
En unos casos la exigiiidad de las tierras de cultivo de los bienes comunales hacía poco viable su cumplimiento; aunque no
era elemento menos importante el miedo de los concejos a perder las riendas en las que descansaba la base fundamental de
su autonomía hacendística. Los concejos de la provincia de Burgos fueron sensibles a estos problemas. La táctica desplegada
ante el •onsejo consistió en minimizar la extensión de sus tierras de Propios, así como la presencia numérica de los jorna-
(31) Informe de Lynce de Verastegui al Consejo. En A.H.N. Consejos;
leg.: 1844, pieza 5a. Recuérdese que esa ley se dió sólo para Andalucía, meses antes de que se implantase en todo el territorio nacional.
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leros en sus pueblos, delimitada en un 12,6% de su población
activa, según Vilar.
Otro problema preocupaba, además, a los regidores y jurados burgaleses, y era cómo hacer frente a los censos y salarios que habitualmente salían de la explotación de esas tierras.
Si esos concejos se habían endeudado para consolidar y beneficiar a los pequeños propietarios o arrendatarios -que componían el fundamento de su estructura social- el fruto de ese
esfuerzo iba a recaer en unos pocos jornaleros, que, además,
no habían participado con su esfuerzo en la política hacendística. De los memoriales de los concejos de 25 pueblos burgaleses se deducía, junto a la escasez de sus tierras de Propios y
la importancia de la gran propiedad de monasterios y conventos, el temor a cómo hacer frente a los censos contraídos cón
esos mismos monasterios, y que habían servido, en no pocas
ocasiones, para ampliar o crear las tierras de Propios del lugar (32). En Anguix, las 50 fanegas de labranza habían sido
adquiridas a Las Huelgas de Burgos «del que se es deudor
de 47.000 reales que se pagan a censo, con lo que se obtiene
de esas fanegas y con la ayuda de un canon anual que pagan
todos los pecheros del lugar» (33).
Se presentaba un grave problema a estos ayuntamientos
si cumplían con lo dispuesto en la ley de 1767: perdían su autonomía, su dinero y su respetabilidad. El informe del intendente
de Burgos corroboró, sin embargo, lo^ fundamentos de su protesta. La escasez de jornaleros y la gran abtindancia de pequeños poseedores de una yunta «c^ue se empobrecerían aún más
(32) En Roa, las 40 fanegas de labranza del Común servían para pagar
los censos pendientes con varios conventos, mantener una casa de huérfanos y pagar los salarios del maestro y del cirujano. A.H.N. Consejos; leg.:
1842. Octubre de 1768.
(33) El concejo, además, había construido un mesón y había realizado
otras mejoras en la infraestructura del pueblo. Temían repartir sus tierras
de Propios pues de su explotación salía la formulación y el pago de toda su
política Financiera.
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si se reparte la tierra que ellos mismos han comprado para benefició del Común» (34) les hacía argumentar en contra del repartimiento de las tierras de Propios.
El Consejo de Castilla pronto vió la dificultad de formular
leyes con carácter nacional en territorios con tan variadas formas de explótación y tenencia de la tierra. Si habían sido concebidas estas leyes por la urgencia de la cr^isis de 1766 y pensando, quizás, en la amplitud de los Propios meridionales, resultaban de difícil aplicación en el norte peninsular, con mayoría de pequeños campesinos, que sostenían con su trabajo
la existencia de unas tierras que se pretendían transferir a los
jornaleros. Sin embargo, el Consejo no reconoció las argumentaciones de la provincia -temiendo, posiblemente, interpelaciones parecidas- e instigó a la conveniencia de llevar adelante la filosofía de la ley de 1767. No obstante, tres años más
tarde reconoció, no ya con carácter provincial sino con transcendencia nacional, la ineficacia e inviabilidad de esas leyes.
Los informes de los intendentes y de las audiencias habían mostrado el irrealizable utopismo que llevaban implícitas.esas medidas.
Las dificultades del repartimiento de los Propios en suertes de 8 fanegas a cada jornalero, pronto empezaron a ser conocidas por el Consejo de Castilla. No se trataba ya de ralentizar la viabilidad de esa ley, sino de considerar inadecuada
esa extensión de tierra, que solía estar alejada varias leguas de
los núcleos rurales.
Diversos concejos mostraron otras propuestas alternativas,
que consideraban más realistas para su correcta utilización. Para
el concejo de Novés (Toledo) repartiendo «de una a dos fanegas entre braceros y azadoneros S.M. hará su felicidad, pues
(34) Informe del intendente de Burgos en 1768. A.H.N. Consejos; leg.:
1842. Las deudas no se podían pagar y la ruina sería automática para muchos labradores que se beneficiaban de sus pastos, leña y tierras de labranza. Además, sólo se podía repartir tierra a tres o cuatro jornalero ^ en razón
a la exigiiidad de las tierras agrícolas de sus comunales.
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no tienen ni aperos ni material adecuado para arar las 8 fanegas indicadas». Y, para los concejos de Villasandino, Casa de
la Reina, Frandovínez, en Burgos, la extensión adecuada era
la de repartir una fanega a cada uno de los braceros del
lugar (35)..
Olavide como intendente de Sevilla, y Bruna, decano de
la audiencia de la misma ciudad, pusieron de manifiesto lo irrealizable de tal proposición. Olavide, con el reglamentarismo que
le caracterizaba, opinaba que «se ha de repartir entre los jornaleros las tierras más cercanas al pueblo; que nunca distasen
más de media legua, pues si están a tres o cuatro leguas quedan muy pronto yermas por su extrema lejanía y la inexistencia de una casa con sus aperos adecuados; por eso pienso que
la cantidad razonable a repartir a cada bracero ha de ser de
dos fanegas por suerte. Las tierras más distantes de media legua se dividan en parcelas de 50 fanegas y se den a los pelentrines que no tengan 20 fanegas propias, obligándoles a tener
dos pares de bueyes y a hacerse allí casa y corrales» (36).
Uno de los errores fundamentales de la ley de 1767 fue considerar que con sólo proporcionar 8 fanegas de tierra a braceros y senareros éstos iban a convertise en «flamantes» labradores; ^de dónde iban a obtener las yuntas, los aperos, la sementera y el pago anual del canón establecido para ponerlas en funcionamiento? zPor qué no se les concedió préstamos para hacer frente a su nueva condición? Gran parte del fracaso de esta primera etapa de la política de repartimientos fué debida
tanto a estos errores técnicos como a la oposición que desde
los concejos y los sexmos efectuaron los terratenientes y los labradores. Por ejemplo, en 34 de los 36 pueblos segovianos que
habían efectuado el repartimiento conforme a lo legislado por
el Consejo, no se cultivaban las tierras repartidas a los jorna-
(35) A.H.N. Consejos; leg.: 1.842. Memorial de Novés al Consejo en
abril de 1770. Los de los pueblos burgaleses eran de 1768.
(36) A.H.N. Consejos; leg.: 1.844, pieza 7a, folio 196-198. Informes
ambos de 1768.
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leros o, en el mejor de los casos, sólo se hacía de forma parcial
y deficiente (37). La consecuencia, más evidente, fué el descenso de los ingresos obtenidos de la explotación de los Propios, justo lo contrario que perseguía el ejecutivo. De difícil
cuantificación fué el malestar de los labradores y arrendatarios de tierras de Propios por el desalojo del que habían sido
objeto y del que, como celosos notarios, mostraban sus resultados nada halagiieños.
Todas estas cuestiones, junto con el alarmante descenso de
los ingresos concejiles en los pueblos en que se había efectuado el reparto, llevaron al Consejo de Castilla al convencimiento de plantear estos repartimientos con una nueva filosofía. La
ley de 26 de mayo de 1770 no sólo significaba el éxito de las
propuestas formuladas por los labradores, sino que marginaba definitivamente las aspiraciones de los jornaleros y campesinos modestos. El clima de inseguridad y de conflictividad iba
a ser desde ese momento más perceptible.
(37) García Sanz: E! repartimiento de tierras concejiles en Segoaia entre 1768
y 1770. En Congreso de Historial Rura1, Madrid, 1984.
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