LA GACETA - MONTESSORI DE LA CONDESA, S.C. Vol. 17 No. 166 FEBRERO 2013 Página 2 ¿ES CONVENIENTE AUTOMEDICARNOS? Uno de los dones, si no es que el mayor después de la vida, que nos ha sido otorgado, es el de la salud. Esta es un bienestar inconsciente, una armonía trascendente que nos hace ser mejores en todos los sentidos y que nos permite esplender, es además un estado de existencia. El otro estado de existencia que hay en desequilibrio y desarmonía, es la enfermedad. La salud requiere de todos nosotros del cuidado y su mantenimiento, el conservarla llevando una vida adecuada, no cometiendo transgresiones que si se hacen frecuentes y repetitivas nos llevarán a desarrollar lo que en Homeopatía se conoce como enfermedad constitucional. La Naturaleza ha dispuesto que cuando somos niños tengamos enfermedades propias o comunes en la infancia, cuyo motivo es hacer de nuestro sistema inmunológico un experto en todo tipo de enfermedades infecciosas (virales, bacterianas, por hongos, parasitarias) y que este tipo de experiencias nos conformará siendo ya adultos como seres con experiencia inmunológica ante enfermedades agudas contra las cuales pongamos en función toda nuestra capacidad de respuesta. Enfermaremos, sí, pero no tendremos complicaciones, saldremos adelante y nuestra propia naturaleza (vis medicatrix natura) será el mejor médico de nuestras enfermedades. No somos inmortales, necesariamente debemos enfermar. Samuel Hahnemann, médico alemán descubridor de la Medicina Homeopática encontró a lo largo de su vida y lo documentó, que las verdaderas enfermedades son las crónicas, aquéllas que hemos heredado de nuestros padres y ancestros y que indefectiblemente se nos manifestarán. Las de tipo agudo sólo afectarán a los que tienen la predisposición, mientras que no ocurrirán en los que carecen de ésta. De ello deduciríamos que es mejor enfermar en la infancia de aquello que inmunológicamente nos hará más capaces, que no necesariamente es mortal de necesidad ni complicado, y que a cambio de algunos días de malestar prepararemos a nuestro sistema inmunológico para las eventualidades que se presentarán en la vida adulta y que nos llevarán a sortear mejor estas experiencias. Si tenemos ansiedad y queremos a toda costa estar sanos o no enfermar, podemos cometer algunos errores que después serán trascendentes y que nos cobrarán en salud lo cometido. Si la pareja decide embarazarse en las mejores circunstancias, si lleva a cabo un buen control de embarazo con un médico especialista, si desecha todo aquello que podría ser nocivo para el bebé en formación (stress, ansiedad, miedo, temores, angustia, tabaco, sustancias nocivas en esa etapa – tintes, pinturas cosméticas, etc.-, antibióticos, sustancias químicas, etc. en las primeras 12 semanas de embarazo), si lleva una buena alimentación, se practica algún deporte, se duerme bien, se lleva una vida armónica, lo más probable es que todo llegue a buen fin y que se tenga un hijo sano y sin problema alguno. ¿Hay mayor bendición? Si los niños tienen una adecuada alimentación no requerirán de vitaminas (que vienen naturalmente incluidas en la variedad de frutas y verduras que se deben consumir); no requerirán de hierro que la Naturaleza incluye en el frijol, el huevo, la carne, etc. Para un bebé no hay mejor alimento que la leche de su propia mamá que le proporcionará las proteínas más semejantes para su desarrollo, con factores de crecimiento neuronal, antígenos de superficie y sobretodo un vínculo emocional que lo fortalecerá física y emocionalmente al sentirse amado y protegido. Esto se menciona con la intención de hacernos ver que es la propia Naturaleza la que ha diseñado que en armonía todo fluya sin dificultades, como lo es el estado de salud. Ahora bien, si enfermamos el equilibrio se rompe, se afecta tanto el cuerpo como la psique y se hace necesario acudir con el médico, quien es el profesional capacitado para hacer la diferenciación diagnóstica, que del acto médico, es lo más importante pues es lo que decidirá el tratamiento y solamente un profesional sabe cómo hacerlo. Están en juego la salud y en ocasiones la vida misma. En el tratamiento alopático lo más importante es el diagnóstico de la enfermedad, ya que ello decidirá si se necesitan estudios de laboratorio o gabinete para asegurarse de la patología por tratar y decidir el tipo de tratamiento. El único capacitado para decidir el tipo de tratamiento es el propio médico, quien además de cursar LA GACETA - MONTESSORI DE LA CONDESA, S.C. Vol. 17 No. 166 FEBRERO 2013 Página 3 la carrera de medicina hizo una especialidad médica en un hospital universitario con un mínimo de 200 camas que así aseguran que aprenderá bien su especialidad. Si el tratamiento médico es farmacológico, es decir, con sustancias químicas para “atacar el mal”, es él quien debe conocer el tipo de sustancia, sus efectos benéficos, sus reacciones secundarias, sus contraindicaciones, su interactuar con otros medicamentos, el tiempo y la dosis apropiada para cada caso según el peso y la edad, sus efectos tóxicos y sus antídotos en caso de necesitarlos. En el caso de la Homeopatía el médico debe tener hecha la carrera de medicina, haber cursado un postgrado en Medicina Homeopática, qué mejor si tiene una especialidad dentro de la medicina porque manejará mejor los casos que se le presenten y conocerá integralmente por ejemplo, cómo se desarrolla un niño y cuáles circunstancias son normales o patológicas, según el caso. Para culminar su acto médico además del diagnóstico de la enfermedad, debe precisar quién es el enfermo con el diagnóstico individual, el miasmático, el integral y el terapéutico. Debe decidir qué es lo digno de curar en cada caso en particular y saber las cualidades terapéuticas de cada remedio, saber manejar la dosis y la potencia del mismo, administrar la dosis mínima que será la más pequeña que resuelva el caso, conocer la semejanza entre el padecer del enfermo y del medicamento por administrar. Sólo debe administrar un medicamento para llevar a cabo los lineamientos estipulados por la Homeopatía Clásica Hahnemanniana afirmados en el Organon del Arte de Curar, que es el libro en donde están plasmados los principios doctrinarios de la Medicina Homeopática. De tal forma que llegamos a la conclusión, si yo sin conocimiento administro cualquier sustancia que puede alterar mi estado de salud, estoy cometiendo a mi naturaleza una transgresión. Mientras más lo haga y lo repita haré una segunda naturaleza y lograré tener una enfermedad constitucional, es decir más profunda. Si abuso de sustancias químicas me puedo intoxicar, hacerme alérgico, desarrollar resistencia al fármaco, no cumplir con la dosis y el tiempo necesarios para curar, tener efectos secundarios adversos que pongan en peligro mi vida o alguno de mis órganos. Si abuso de medicamentos homeopáticos, porque son “inofensivos” estoy ignorando cómo actúan, que son más profundos y actúan en mi todo, que me pueden provocar síntomas que no tengo, porque no es el medicamento que necesito (los medicamentos homeopáticos producen síntomas en el individuo sano, mismos que curan en el enfermo) y requieren conocimiento amplio del médico para ser correctamente administrados. Tan peligroso es automedicarnos con medicamentos alopáticos que son mayores en dosis y tienen más materia, que con los homeopáticos que actúan con mayor profundidad y despiertan síntomas en donde no los hay provocando una enfermedad farmacológica y pueden llevarnos a la incurabilidad. Si nuestros hijos requieren tratamiento médico lo mejor es acudir a un profesional, quien debe tener la capacidad de actuar mejor que alguien que usando toda su ignorancia y decidiendo por azar curar “algo” de lo que es incapaz, puede perder tiempo, complicar una enfermedad o acudir a tratamiento demasiado tarde, para el enfermo. Actualmente se tiene disponibilidad de aplicar cualquier tipo de sustancia, ya sea en forma olfativa, oral, aplicada sobre la piel, inyectada o inhalada, y que va a causar una acción primaria de la propia sustancia en el cuerpo, y que será el cuerpo viviente el que haga una reacción secundaria como respuesta a este estímulo. Debemos tener mucho cuidado, ya que estamos abusando de lo que hay al alcance, estamos de alguna forma experimentado con nuestra salud en detrimento de nuestra vida a corto, mediano y tal vez, a largo plazo. ¿Por qué hay ahora más enfermedades tanto físicas como de la mente, de los afectos, de la voluntad y de la inteligencia? ¿No teníamos la seguridad de que el siglo XXI sería de esplendor de la Humanidad? ¿Alguien sabe por qué ahora estamos más y más enfermos, en el sentido semántico de la palabra? Finalmente el asumirnos como médicos sin serlo, ¿podría ser también un cierto tipo de enfermedad? Dr. Manuel Eduardo Jaime Calderón, papá de Mariel (TIIA), Médico Cirujano, especialista en Pediatría Médica, postgraduado y con maestría en Medicina Homeopática; email: [email protected]