C. CASAS-FERNÁNDEZ V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS que, según su grado, condiciona el fenotipo del proceso. Desarrollo. Se estudian las principales canalopatías relacionadas con síndromes epilépticos idiopáticas de herencia simple en las que hasta ahora se han codificado cuatro genes: las convulsiones neonatales familiares benignas, la epilepsia generalizada con convulsiones febriles plus y la epilepsia autosómica dominante nocturna del lóbulo frontal. Conclusiones. Los canales iónicos, tanto dependientes del voltaje como del receptor, están implicados en la génesis de síndromes epilépticos idiopáticos, y su importancia viene dada por su aporte al conocimiento de la epileptogénesis y su aplicación a la investigación de fármacos que modifiquen la causa inicial de las crisis. En la actualidad, puede afirmarse que las epilepsias idiopática, al menos una parte de ellas, parecen configurar una familia de canalopatías. [REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 42-6] [http://www.revneurol.com/30S1/iS10042.pdf] Palabras clave. Canalopatías. Convulsiones neonatales familiares benignas. Epilepsia. Epilepsia autosómica dominante nocturna del lóbulo frontal. Epilepsia generalizada con convulsiones febriles plus. Genética. grau, condiciona o fenotipo do processo. Desenvolvimento. São estudadas as principais patologias dos canais, relacionadas com síndromas epilépticos idiopáticos de transmissão simples, em que até à data se codificaram em quatro genes: as convulsões neonatais familiares benignas, a epilepsia generalizada com convulsões febris plus e a epilepsia autossómica dominante nocturna do lóbulo frontal. Conclusões. Os canais iónicos, quer dependentes da carga, quer do receptor, estão implicados na génese de síndromas epilépticos idiopáticos e a sua importância é dada pelo seu contributo no conhecimento da epileptogénese e à sua aplicação na investigação de fármacos que modifiquem a causa inicial das crises. Presentemente, pode afirmar-se que as epilepsias idiopáticas, ou pelo menos parte destas, parecem configurar uma família de patologias dos canais. [REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 42-6] [http://www.revneurol.com/30S1/iS10042.pdf] Palavras chave. Convulsões neonatais familiares benignas. Epilepsia autossómica dominante nocturna do lóbulo frontal. Epilepsia generalizada com convulsões febris plus. Genética. Patologia dos canais. Aspectos más recientes de la genética de las epilepsias C. Casas-Fernández RECENT ASPECTS OF THE GENETICS OF EPILEPSY Summary. Introduction. In recent years major advances have been made in localizing the genes responsible for different types of epilepsy. This progress has been determined, amongst other things, by the discovery of diverse genotypes which do not always correspond to the same phenotype, a fact which has opened interesting fields of investigation. However, all these advances make it necessary to restructure the current classification of the epilepsies and epileptic syndromes of the International League Against Epilepsy (ILAE), in which the new syndromes which have now been identified were not contemplated, in spite of having clearly defined characteristics. Development. The new approach to the genetics of epilepsy and the progress which, no doubt, will be made in the future will lead to a new attitude not only regarding diagnostic protocols, in which it will be necessary to know all the possible variations of the phenotypes of the different syndromes identified, but also the relevant considerations regarding genetic counselling, programmes of treatment and preventive measures which will have to be undertaken. We discuss the genetic aspects of different epileptic disorders, including those classically considered to be of idiopathic origin, to those of symptomatic origin whether due to structural changes in the nervous system or metabolic diseases with epileptic features at some stage of the condition. Five categories are established following these different criteria: 1. Idiopathic generalized epilepsies, 2. Partial epilepsies, 3. Progressive myoclonic epilepsies, 4. Dysgenetic syndromes and chromasome anomalies and 5. Metabolic diseases. [REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-59] [http://www.revneurol.com/30S1/iS10046.pdf] Key words. Dysgenetic syndromes. Genotype. Idiopathic generalized epilepsies. Metabolic diseases. Partial epilepsies. Phenotype. Progressive myoclonic epilepsies. INTRODUCCIÓN En los últimos años se ha llevado a cabo un cambio espectacular en la investigación y conocimiento de las bases genéticas de la epilepsia, pues cada vez con mayor precisión se determinan los mecanismos celulares, subcelulares y moleculares del fenómeno convulsivo, así como sus posibles alteraciones sobre la base de las mutaciones génicas que, mediante su interrelación con factores medioambientales, finalmente conducen a un fenotipo convulsivo. Todo ello aboca, sin duda, a la necesidad de conocer con detalle los nuevos síndromes epilépticos, para poder enfocar el diagnóstico genético Recibido: 13.03.00. Aceptado: 03.05.00. Presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica. Sección de Neuropediatría. Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca. Murcia, España. Correspondencia: Dr. Carlos Casas Fernández. Avda. Primo de Rivera, 10, 2.º 14. E-30008 Murcia. E-mail: [email protected] 2000, REVISTA DE NEUROLOGÍA S 46 adecuadamente, pero, además, progresivamente irá llevando al diseño de nuevos fármacos antiepilépticos (FAE) [1-4]. En la actualidad, se desconocen los mecanismos moleculares íntimos que vinculan los fenotipos con los genotipos epilépticos [5]; este aspecto quizás es el que proporciona un mayor reto a la epileptología de los próximos años y en donde se abre un campo de investigación de incalculable interés. La alteración puntual de uno o de varios genes (genotipo) provoca un trastorno funcional a diferentes niveles (canales iónicos, receptores, neurotransmisores, etc.) que condiciona una alteración crítica de la excitabilidad neuronal, responsable última de la manifestación clínica (crisis epiléptica). Esta posee unas características específicas (fenotipo epiléptico) condicionadas por una serie de factores, entre los que cabe destacar la edad de inicio y de resolución, la semiología convulsiva, las alteraciones electroencefalográficas ictales e interictales, la asociación o no con retraso mental, la existencia de sintomatología neurológica estática o progresiva y, finalmente, el pronóstico del proceso [1]. De la combinación de las diferentes posibilidades se generarán las diversas epilepsias y síndromes epilépticos (Figs. 1 y 2). REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS Para el análisis de todo ello debe recordarse que la epilepsia puede aparecer como consecuencia de una alteración cerebral, con base estructural y/o metabólica, o como expresión de una susceptibilidad heredada a la hiperexcitabilidad cortical, que –como es bien sabido– son los límites conceptuales entre la epilepsia sintomática e idiopática. Se acepta que entre el 40 y el 50% de las epilepsias pertenecen al grupo de las generalizadas idiopáticas (EGI), en las que se considera la existencia de una base genética, asimismo asumido en las epilepsias parciales (EP) hereditarias –como se comentará más adelante–; pero incluso se atribuye a factores genéticos la razón por la que algunos individuos desarrollan una epilepsia tras una injuria cerebral adquirida, como por ejemplo un traumatismo craneoencefálico, y otros no [1-3,5]. En definitiva, no puede entenderse la epileptología moderna sin un conocimiento clínico del significado etiológico de estas consideraciones genéticas. Figura 1. Posible afectación genética (genotipo) que produce anomalías en diferentes niveles funcionales, responsables de una alteración en la excitabilidad neuronal, origen de los diversas posibilidades de expresión epiléptica (fenotipo epiléptico). (Tomado de Prasad et al [1]). GENERALIDADES Las epilepsias pueden heredarse a través de cualquiera de las formas de herencia humana, desde la herencia tradicional, que se lleva a cabo a través de un solo gen (mendeliana) con diferente rasgo (autosómica dominante, recesiva o ligada a X), a la forma más compleja mediante herencia poligénica o multifactorial. Pero también pueden aparecer como consecuencia de una alteración de parte o de todo un cromosoma, o a través de una herencia no tradicional, como puede ser la mutación del genoma mitocondrial o la repetición anormal de una secuencia de ADN [1-4]. Figura 2. Características que deben considerarse al analizar los numerosos fenotipos epilépticos: a) Diferentes manifestaciones semiológicas; b) Distinta expresividad en epilepsias y síndromes epilépticos. (Tomado de Prasad et al [1]). Herencia por defecto de un gen Se han determinado en diferentes epilepsias y síndromes epilépticos, que posteriormente se mencionarán; no obstante, es preciso realizar algunas consideraciones sobre la disyuntiva entre el fenotipo y genotipo de las diversas epilepsias y síndromes epilépticos, que en muchas ocasiones carecen de una traducción clínica coincidente, hecho que puede inducir a errores conceptuales. – En algunas epilepsias en las que se ha identificado un gen responsable, como la epilepsia mioclónica juvenil (EMJ) y las convulsiones neonatales familiares benignas, la afectación del locus tiene una evidente heterogeneidad en su expresividad clínica [1-3,6], esto es, en el fenotipo convulsivo, entre los individuos afectados, incluso aunque correspondan a una misma familia [6]. – Asimismo, en los ejemplos anteriormente mencionados se ha comprobado que mutaciones en loci diferentes pueden producir un fenotipo epiléptico similar. Esta circunstancia también se aprecia en las epilepsias mioclónicas progresivas (EMP), donde, por vías fisiopatogénicas diversas que obedecen a mu- REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 taciones distintas, se llega a un mismo fenotipo epiléptico (epilepsia mioclónica) [1]. En otras ocasiones, variaciones alélicas dentro del mismo locus pueden condicionar a su vez diferentes fenotipos. – Algunos síndromes epilépticos idiopáticos son poligénicos, es decir, resultantes de la suma de numerosas mutaciones genéticas [1,7]. – En ocasiones existe una franca interacción entre factores genéticos y medioambientales, de forma que los primeros son responsables de la susceptibilidad a la epilepsia, y los segundos son precisos para que haya expresividad clínica, ejemplos de ello son las epilepsias fotosensibles [8] o las convulsiones febriles [9]. – Algunas epilepsias se producen al ‘desenmascararse’ un defecto genético como consecuencia de una injuria cerebral adquirida; el ejemplo se halla en las epilepsias de aparición postraumática que se desarrollan más fácilmente en los individuos con antecedentes familiares de epilepsia [1]. S 47 C. CASAS-FERNÁNDEZ Anomalías cromosómicas En este apartado se incluyen las trisomías, deleciones, duplicaciones, inversiones, translocaciones, etc., que usualmente condicionan alteraciones somáticas de diversa localización, pero que también pueden ser responsables de un determinado fenotipo epiléptico electroclínico, como ocurre, por ejemplo, en el síndrome de Angelman [10,11]. Mecanismos no mendelianos Dentro de este apartado es necesario remarcar el concepto conocido como imprinting genómico (impresión o impronta genómica), que define un patrón de herencia no mendeliana, el cual puede dar lugar a un fenotipo diferente, según la anomalía proceda del padre o de la madre, y cuyos ejemplos característicos son los síndromes de Angelman y de Prader Willi, que se comentarán más adelante [12]. En relación directa con el desarrollo de la enfermedad que nos ocupa, destacan dos mecanismos de gran significado y que actualmente deben analizarse como una posibilidad más en la herencia de determinadas epilepsias y síndromes epilépticos: la herencia mitocondrial y los procesos derivados de la repetición anormal de tripletes de nucleótidos. El ADN mitocondrial y sus mutaciones se transmiten por la madre, ya que el cigoto recibe toda la carga mitocondrial del óvulo materno, aunque, obviamente, pueden resultar afectados tanto los varones como las mujeres. La mutación puede tener mayor o menor expresión en los diferentes tejidos y órganos, y se asevera que la proporción entre mitocondrias normales y mutantes en un determinado tejido condicionará la gravedad de la sintomatología [1,13]. Los síndromes derivados de la repetición anormal de tripletes de una secuencia de ADN son expresión del fenómeno conocido con la denominación de anticipación genética o, lo que es igual, el empeoramiento del fenotipo después de generaciones sucesivas por incremento del número de repeticiones del triplete; un ejemplo característico es el síndrome del X frágil [1,2,14]. Finalmente, en ocasiones, la epilepsia se ha relacionado con la herencia de expansiones estables de ADN denominadas secuencias minisatélite (repeticiones tándem); se considera que esta posibilidad está implicada en la epilepsia mioclónica progresiva del tipo Unverricht-Lundborg [15]. CARTOGRAFÍA DE LOS GENES DE LAS EPILEPSIAS Debe tenerse presente que la búsqueda de las bases genéticas de la epilepsia choca frontalmente, en muchas ocasiones, con las clasificaciones existentes sobre las crisis epilépticas, las epilepsias y los síndromes epilépticos. Actualmente, manejamos criterios de clasificación que relacionan factores dependientes de la edad, hallazgos del electroencefalograma (EEG), e incluso la edad de posible desaparición de las crisis [16,17]. En varios trabajos de investigación sobre genética epiléptica se ha considerado que diversos síndromes podían clasificarse como hereditarios por razón de los datos de la historia familiar, presentación clínica semejante y características del EEG, pero –como anteriormente se ha comentado– la expresión del fenotipo no obliga, de forma inequívoca, a un mismo genotipo; al contrario, existe la posibilidad de un fenotipo variable para un mismo origen genético. Estas aseveraciones quizás nos lleven a comprobar, en un futuro próximo, sustanciales variaciones de las actuales clasificaciones de la International League Against Epilepsy (ILAE) [1-3]. Es muy probable que procesos fisiopatogénicos diferentes y, por lo tanto, genes distintos determinen el debut, desarrollo y fina- S 48 Figura 3. Sistemática seguida para el adecuado desarrollo de la cartografía de los genes responsables de las epilepsias y síndromes epilépticos. (Tomado de Prasad et al [1]). lización de las epilepsias. En este sentido desempeñan un papel determinante mecanismos como los canales iónicos de membrana [18], la transmisión sináptica excitadora o inhibidora en los circuitos corticales o subcorticales, y los factores neuromoduladores, que, aislada o conjuntamente, influyen sobre las bases de la hiperexcitabilidad neuronal [1]. El reto está en llegar a conocer todas las bases genéticas de estos mecanismos, lo que sería igual que conocer la base molecular de dicha hiperexcitabilidad neuronal, que, en definitiva, es el eje sobre el que pivota la fisiopatología epiléptica. Los pasos establecidos para llevar a cabo la cartografía de los genes responsables de las diferentes epilepsias y síndromes epilépticos requiere una rigurosa sistematización; así, resulta de especial importancia el conocimiento detallado, clínico y neurofisiológico, de las diferentes epilepsias y síndromes epilépticos, para identificar a los individuos afectados y a los hipotéticos portadores, con el fin de seleccionar un pedigrí suficientemente amplio y en el que pueda desarrollarse la investigación genética. Ambas tareas están supeditadas a una infraestructura clínica adecuada [1,3]. A partir de ese momento comienza la investigación genética especializada, con los análisis de ligamiento, en los que se examina la extensión con la que un gen es heredado, y en donde adquiere su mayor importancia el poder contar con familias amplias en las que haya muchos sujetos afectados durante varias generaciones. La utilidad de los estudios de ligamiento se circunscribe al aislamiento de genes de epilepsias con patrón hereditario mendeliano y que son genéticamente homogéneas, sin embargo, son las menos frecuentes, pues la mayoría presentan un patrón hereditario complejo [1-3]. La localización de un gen puede establecerse mediante el método de la clonación posicional, donde sólo se busca determinar el gen o genes responsables de la epilepsia, sin realizar valoraciones a priori de su función. Ejemplos de epilepsias cartografiadas siguiendo este método son la epilepsia mioclónica progresiva de REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS Unverricht-Lundborg o la epilepsia frontal nocturna autosómica dominante. Asimismo, puede recurrirse a la técnica del gen candidato, en donde se parte de información sobre la posible función de dicho gen en la génesis del proceso epiléptico. Une tercera vía sería la combinación de las dos anteriores, y el ejemplo de utilización de este último método son las crisis neonatales familiares benignas [1]. Posteriormente, se pasa a la identificación de la proteína que es codificada por el gen afectado y a establecer la función biológica que desarrolla. Desde este momento ya es posible realizar un diagnóstico prenatal adecuado, al tiempo que se abren las puertas para futuros programas terapéuticos con el diseño de nuevos fármacos dirigidos específicamente en cada caso. No obstante, aunque estas consideraciones generales son de necesario conocimiento para los clínicos, conllevan una complejidad que exige una formación específica en neurobiología y bioinformática que sobrepasan el enfoque de este trabajo [1] (Fig. 3). A continuación, se describirán aquellos procesos epilépticos en los que se ha identificado un gen o genes responsables de su origen, tanto en procesos clásicamente conocidos como de etiología idiopática, como en aquellos otros en los que la epilepsia forma parte de un cuadro más amplio, con una base estructural y/ o metabólica que les confiere el calificativo de epilepsias sintomáticas. Se considerarán por este orden: 1. Epilepsias generalizadas idiopáticas; 2. Epilepsias parciales; 3. Epilepsias mioclónicas progresivas; 4. Síndromes disgenéticos y anomalías cromosómicas, y 5. Enfermedades metabólicas. Epilepsias generalizadas idiopáticas Representan un porcentaje que varía entre el 30 y 40% de todas las epilepsias [1-3], y comparten unas características clínicas y electroencefalográficas que les proporcionan un rasgo diferencial con el resto. Usualmente tienen un inicio dependiente de la edad y una actividad bioeléctrica cerebral de fondo normal, asociados a una exploración neurológica y un nivel cognitivo normales. Toda ellas se han considerado, desde hace mucho tiempo, el ejemplo genuino de la etiología genéticamente condicionada; se sabe que tienen un 75% de concordancia en los gemelos monocigotos. Se ha logrado determinar en algunas de estas epilepsias el gen o genes responsables de su origen, mientras que en otras la investigación actual permite confiar en una próxima identificación. Se comentan aquellas en las que se ha alcanzado un mayor grado de conocimiento. Epilepsia mioclónica juvenil Es una de las primeras epilepsias en la que se detectó un gen responsable de su etiología. En 1988, Greenberg et al [19] fueron los primeros en relacionarla junto con el patrón electroencefalográfico de punta-onda a 3,5-6 Hz con la región HLA (Human Leukocyte Antigen) del cromosoma 6p en el locus denominado EJM1. Ello fue corroborado ocho años después por Serratosa et al [20], mientras que otros autores, casi simultáneamente, no lo consideraron así [21]. En definitiva, se trata de una confirmación evidente de la heterogeneidad genética de la enfermedad, que se comprueba con la descripción de otro locus responsable de la EMJ en el cromosoma 15q14 [22], exactamente en la subunidad α7 del receptor colinérgico nicotínico (nAChR), así como en el cromosoma 8 [23], específicamente en la región 8q24, que es la que contiene uno de los loci de las convulsiones neonatales familiares benignas y de la epilepsia ausencia (EA) infantil. Se ha mantenido un persistente debate sobre la posibilidad de que el locus EJM1 del cromosoma 6p sea común a todas las EGI. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 Este concepto se ha superado y actualmente no es admitido, aunque es una circunstancia coincidente en algunos casos muy específicos, como son las crisis tonicoclónicas generalizadas (CTCG) del despertar de inicio en la adolescencia, que efectivamente está ligada al locus EJM1 [24]; sin embargo, no ocurre así en los casos con este mismo tipo de crisis en la adolescencia, pero con presentación en vigilia [25]. Es, por lo tanto, un ejemplo más de cómo dos fenotipos prácticamente superponibles tienen un genotipo diferente y de que el grupo de EGI traducen una heterogeneidad genética evidente. Epilepsia ausencia Es conocida la aparición de este tipo de crisis, tanto de la epilepsia ausencia infantil (EAI) como de la juvenil (EAJ), en familiares de pacientes con EMJ. Este hecho llevó a considerar su posible localización genética en el locus EJM1 antes mencionado, si bien ha quedado suficientemente demostrado que no es así [6,26,27]. En 1997, Sander et al [28] determinan una asociación alélica de la EAJ con el locus GRIK1 del receptor kainato glutamato en el cromosoma 21q22.1, y se acepta que la alteración del gen del receptor glutamato sería la responsable de la hiperexcitabilidad cortical generalizada de esta EGI. Un año más tarde, se describe un ligamiento a otro locus del 8q24, en una familia de 78 miembros que presentan EAI y CTCG con patrón electroencefalográfico de punta-onda a 3-4 Hz [29]. Se han desarrollado diversas investigaciones en modelos animales con punta-onda generalizada y/o EA, de las cuales se han extraído conclusiones útiles para la enfermedad humana correspondiente. Así, en el ratón tottering se ha logrado obtener un modelo con descargas de punta-onda a 6-7 Hz coincidentes con crisis mioclónicas, y se ha detectado una mutación en un canal voltaje-sensitivo de Ca (α1 A) [30]. En el gen humano homólogo se ha comprobado la existencia de cuatro mutaciones similares en familias con un cuadro clínico consistente en ataxia episódica y migraña hemipléjica [31,32], pero aparentemente sin convulsiones. En la gran diversidad de mecanismos genéticos y fisiopatológicos que aparece en la EA de ratones mutantes subyace un claro significado de herencia compleja, que refleja de alguna forma las numerosas mutaciones existentes en las EGI humanas; sin embargo, algunos autores [33] insisten en la alta susceptibilidad génica localizada en la región 8q24 para este grupo. Convulsiones neonatales familiares benignas Es una EGI poco frecuente que se presenta en recién nacidos a término en los primeros días de vida; las crisis disminuyen y ceden después de algunas semanas, y sólo £15% de todos ellos desarrollan una epilepsia posterior. Hasta el momento se han localizado tres loci en diferentes cromosomas. El locus EBN1 en la región 20q13.3 [34] y el EBN en el 8q24 [35], el tercero no está plenamente identificado, pero su cartografía no se relaciona con los dos anteriores [36]. Estas mutaciones afectan al código genético de una familia de canales de potasio dependientes del voltaje [37,38], que desempeña un papel preponderante en la regulación del estado de reposo del potencial de membrana, así como de la duración del potencial de acción; por ello, su alteración condiciona un déficit en la recuperación del equilibrio iónico después de una descarga neuronal, con lo que se induce a que sea repetitiva [37,38]. El mayor interés de este hallazgo es que representa el primer defecto genético descubierto que se relaciona directamente con la patología de un canal iónico dependiente del voltaje [1,3]. S 49 C. CASAS-FERNÁNDEZ Quizás pueda establecerse la pregunta de cuál es la razón por la que esta anomalía no conlleva la persistencia de las convulsiones durante toda la vida y, por el contrario, ceden usualmente una vez superado el período neonatal [1]. Síndrome de la epilepsia del norte Se trata de un proceso de presentación en la infancia con herencia autosómica recesiva que conlleva la instauración de un retraso mental progresivo, descrito en el norte de Finlandia por Hirvasniemi et al [39] y que suele iniciarse entre los 5 y 10 años de edad con CTCG y crisis parciales complejas, con progresivo incremento hasta la pubertad, para decrecer después de la etapa madurativa. Se asocia invariablemente retraso mental, que se pone en evidencia a partir de los 2-5 años del inicio de la sintomatología convulsiva. Por análisis de ligamiento se ha localizado la mutación genética en el cromosoma 8, en la región de un locus que codifica una proteasa denominada captesina B [40]. Dicha proteasa se distribuye ampliamente por el sistema nervioso central (SNC) sin tener relación alguna con el proceso de excitabilidad neuronal, por ello se debate la razón que pueda explicar cómo este fenómeno patogénico condiciona la aparición de una epilepsia. En este sentido, se considera que el defecto de la captesina B es responsable del acúmulo de un producto tóxico en las neuronas, que provoca la degeneración celular y, en consecuencia, secundariamente, el cuadro epiléptico. Otro gen involucrado en la aparición de este síndrome, dentro de la misma región cromosómica, es el denominado gen 3 [41], que es responsable de la codificación de la proteína asociada a guanilato-cinasa (GKAP), una proteína sináptica involucrada en los canales iónicos de las sinapsis. Actualmente se considera como muy presumible la hipótesis de que el síndrome de la epilepsia del norte sea un tipo de ceroidolipofuscinosis neuronal (CLFN) [1]. Convulsiones febriles Se encuentran ubicadas en el grupo IV de la clasificación de la ILAE [17], como una ‘situación relacionada’ con la epilepsia, aunque con muy bajo riesgo de desarrollo de una auténtica epilepsia en etapas madurativas ulteriores, salvo las convulsiones febriles complejas que han sido vinculadas con la posible génesis de una posterior epilepsia del lóbulo temporal [42]. Es una enfermedad con alta incidencia, pues afecta del 2 al 5% de todos los niños con edades inferiores a 5 años [43]. Siempre se ha considerado la existencia de signos que apoyan la posible relación de un marcador genético con las convulsiones febriles, tanto por su mayor presencia en determinados grupos familiares, como por la mayor coincidencia en gemelos monocigóticos que en los dicigóticos. Finalmente, tras los pertinentes análisis de ligamiento, se ha relacionado con una mutación a nivel de 8q13.2 [43]. En 1997, Scheffer y Berkovic [44] realizaron una investigación detallada en un amplio grupo familiar de más de 2.000 componentes y definieron la existencia de un nuevo fenotipo epiléptico al que denominaron epilepsia generalizada con crisis febriles plus (CF+). Este fenotipo consiste en la presencia de convulsiones febriles en la infancia, que se continúan con CTCG no siempre asociadas a fiebre por encima de los 6 años de edad, y todo ello cede habitualmente al superar la adolescencia. El fenotipo completo de este síndrome conlleva la presencia conjunta de otro tipo crisis, definiendo finalmente varios subgrupos; así, son conocidas las asociaciones con crisis de ausencia (CF+ con ausencias), con S 50 crisis mioclónicas (CF+ con crisis mioclónicas) y con crisis atónicas (CF+ con crisis atónicas) y la epilepsia mioclónico-astática, posteriormente se ha añadido un grupo más con crisis parciales complejas (CF+ con crisis parciales complejas) [45]. El registro electroencefalográfico presenta un patrón de descarga de puntaonda generalizada, y completa el fenotipo un espectro evolutivo amplio, que iría desde el típico de las EGI (maduración intelectual normal, pronóstico favorable y trazado electroencefalográfico con actividad bioeléctrica cerebral de fondo normal) hasta el de las epilepsias generalizadas sintomáticas y criptogénicas, en las que se produce una repercusión cognitiva y un pronóstico diferentes. En este nuevo síndrome epiléptico se acepta la existencia de una heterogeneidad genética, y se sugiere una herencia autosómica dominante con alta penetrancia, que puede ser modificada por otros genes, lo que condicionaría la posibilidad de varios fenotipos. Se han identificado cuatro loci diferentes, en la región 8q (FEB1), en 19p (FEB2), 2q y, finalmente, 19q. Este último locus fue descrito por Wallace et al [46], exactamente en la región 19q13.1, donde localizan la mutación del gen que codifica la subunidad β1 del canal de sodio dependiente del voltaje. Epilepsias parciales Clásicamente no han tenido la misma consideración de obedecer a un origen hereditario, como las EGI anteriormente reseñadas, aunque es conocido el hecho de cómo familiares de pacientes portadores de una EP presentan anomalías del EEG, focales y con más frecuencia generalizadas, en porcentajes significativamente mayores que los grupos control [1]; ello ha sido corroborado en los últimos años al describir diversos grupos de investigación nuevos síndromes epilépticos y en algunos de ellos localizar mutaciones genéticas, que correspondían en un gran porcentaje a epilepsias parciales [3]. Por lo tanto, en la actualidad se acepta que la mutación de un gen puede provocar hiperexcitabilidad neuronal localizada o generalizada, aunque en este último caso sus efectos pueden ser modificados o potenciados por factores locales, con la consecuencia de una epilepsia parcial [47]. Se describirán los síndromes en los que se han determinado mutaciones genéticas, así como aquellos de más reciente descripción. Epilepsia benigna de la infancia con punta centrotemporal Es un ejemplo de epilepsia en la que los familiares de primer grado tienen un mayor número de anomalías electroencefalográficas, tanto focales como generalizadas, aunque curiosamente predominan estas últimas. Las primeras investigaciones genéticas en este síndrome sirvieron para desvincular su origen tanto con el locus EJM1 [48] como con el del X frágil [49]. Más recientemente, Neubauer et al [50] localizan genéticamente este síndrome con una mutación de localización en el cromosoma 15q14, en la vecindad de la subunidad α7 del receptor nicotínico-colinérgico. Algo después, se ha cartografiado en el cromosoma 16p12.11.2 Se trata de un proceso consistente en crisis convulsivas de origen rolándico, asociado a distonía inducida por el ejercicio [51], y que, de alguna manera, puede relacionarse con el síndrome publicado anteriormente de convulsiones infantiles con carácter autosómico dominante y coreoatetosis paroxística [52], cartografiado igualmente en el cromosoma 16. Por lo tanto, podemos aceptar la existencia de varios fenotipos relacionados con mutaciones en esta región, que serían responsables de provocar hiperexcitabilidad neuronal a través de diversos mecanismos y en dependencia del gen afectado, como alteraciones en canales iónicos, en receptores, etc. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS Epilepsia nocturna frontal autosómica dominante Este síndrome, descrito hace casi 20 años por Lugaresi y Cirignotta [53] con la denominación de distonía paroxística hipnogénica, afecta a pacientes jóvenes, dado que cerca del 90% de los casos tienen un inicio del proceso en las dos primeras décadas de la vida. En este síndrome, la exploración neurológica y mental son normales, así como los resultados en los registros electroencefalográficos interictales y en las exploraciones por imagen. Clínicamente, se caracteriza por crisis nocturnas de breve duración y morfología frontal. Tiene una herencia autosómica dominante con penetrancia del 75% aproximadamente, aunque se han descrito casos esporádicos que muestran una significativa variabilidad en el fenotipo, incluso dentro de una misma familia [1,3]. Phillips et al [54] localizan el gen de este síndrome en el cromosoma 20q13.2, y Steinlein et al [55] identifican una mutación en la subunidad α4del receptor colinérgico nicotínico (CHRNA4), en donde la serina reemplaza a la fenilalanina en el codón 248 de dicha subunidad; no obstante, hoy en día se acepta la existencia de una heterogeneidad alélica, ya que en otras familias los mismos autores detectan una mutación diferente en el gen CHRNA4 (una inserción de leucina en el dominio transmembránico M 2 del receptor) [56]. Recientemente, el mismo equipo de investigación que identificó esta epilepsia en el cromosoma 20q13.2 ha localizado en otra familia ligamiento al cromosoma 15q24 [57], cerca de una concentración de subunidades de receptores de acetilcolina (α3 , α5 , β4 ). Sin embargo, en otras familias con epilepsia nocturna frontal excluyen el ligamiento al 20q13.2 y al 15q24, lo que habla de la existencia, al menos, de un tercer locus pendiente de identificar [57]. En la actualidad, se considera que la alteración en la función del receptor CHRNA4 se traduciría en un incremento de la sensibilidad del mismo a la acetilcolina, pero es aún un enigma el mecanismo por el cual desde aquí se llega a generar una epilepsia [1,3]. Epilepsia parcial familiar con síntomas auditivos o epilepsia temporal lateral autosómica dominante Descrito en 1995 por Ottman et al [58], este síndrome está constituido por crisis parciales que se acompañan de sintomatología auditiva en forma de ruidos inespecíficos, comparados con el ruido de una maquinaria o de un timbre; es de presentación familiar y se le atribuye una herencia autosómica dominante con penetrancia del 70%. Estos autores hallaron un ligamiento al cromosoma 10q22.24, en el locus que codifica las subunidades β1 y α2 de los receptores adrenérgicos. Recientemente, se ha corroborado este hallazgo en una familia vasca [59]. Epilepsia rolándica autosómica dominante con dispraxia del habla En 1995, Scheffer et al [60] describieron esta entidad como un síndrome con muchas semejanzas a la epilepsia benigna de la infancia con punta centrotemporal (crisis nocturnas, parestesias periorales y/o de la mano, componente tonicoclónico hemifacial y/o de extremidades, y sin pérdida de conciencia) y que asocia a las crisis dispraxia del habla y alteración cognitiva en las últimas generaciones. Se hereda con carácter autosómico dominante. En la familia inicialmente descrita se mostraba una penetrancia del 100%, con incremento de la sintomatología en generaciones sucesivas; este hecho se utilizó para explicar el proceso mediante el concepto de la anticipación genética, con repeticiones anormales de un triplete de nucleótido. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 Epilepsia parcial autosómica dominante con focos variables Descrito por Scheffer et al en 1998 [61], se trata de un síndrome que se hereda con carácter autosómico dominante con baja penetrancia y se caracteriza por iniciarse habitualmente al principio de la segunda década (predomina el comienzo a los 13 años), con crisis parciales diurnas de diferente morfología clínica y localización electroencefalográfica (frontal, parietal, temporal y occipital) en individuos de una misma familia. Se asocia en más de la mitad de los casos con CTCG, y en el EEG intercrítico se detecta un foco de irritación paroxística focal muy activo, de diferente localización. La búsqueda de relación genética de este síndrome con la epilepsia nocturna frontal autosómica dominante se ha descartado, al excluirse la mutación en el cromosoma 20q13.2 [3]. Sin embargo, se ha indicado la posibilidad de ligamiento en el cromosoma 2q, aunque está pendiente de confirmación [61]. Se desconocen los mecanismos por los que una mutación genética puede producir focos de localización variable en una misma familia, aunque se ha postulado la posibilidad de focos displásicos microscópicos. Convulsiones infantiles benignas familiares Se conoce este síndrome desde 1992 al ser descrito por Vigevano et al [62]. De inicio entre los 4-8 meses de edad, con crisis parciales de origen parieto-occipital y frecuente generalización secundaria, la exploración clínica y electroencefalográfica interictal son normales, así como los patrones de maduración psicomotriz. Se transmite con herencia autosómica dominante. Se ha descartado una hipotética relación genética con las convulsiones neonatales familiares benignas, por lo tanto, queda excluida la mutación a nivel del cromosoma 20q13.3 [63]. No obstante, se ha localizado por análisis de ligamiento en cinco familias italianas en el cromosoma 19q11.13. [64] y en cuatro familias francesas, en las que el proceso se halla asociado a coreoatetosis paroxística en el 16q [65]; ello define claramente la existencia de una manifiesta heterogeneidad genética. Epilepsia del lóbulo temporal familiar El interés despertado por la cirugía de las epilepsias refractarias, especialmente de las ubicadas en el lóbulo temporal, ha incentivado la investigación de esta modalidad de síndrome epiléptico y la búsqueda de su posible origen genético [3]. En 1996, Berkovic et al [66] describen los casos de 38 pacientes de 13 familias, con crisis parciales simples y complejas de evolución benigna, de comienzo en la región mesial temporal, y sugieren una herencia autosómica dominante dependiente de la edad. Dos años más tarde, Cendes et al [67] publican 36 casos de un total de 11 familias, con características similares, aunque no en todos los pacientes la evolución fue favorable. Actualmente, se acepta que son síndromes con herencia autosómica dominante, con penetrancia del 60%, aunque sin descartar la posibilidad de transmisión por interacción de varios genes [3]. Hasta hoy se ha investigado la posible relación genética con la epilepsia parcial familiar con síntomas auditivos, pero por análisis de ligamiento se ha descartado que tenga una ubicación en 10q22.24 como aquella [58]. Epilepsias mioclónicas progresivas Este grupo está constituido por un conjunto de enfermedades que, habitualmente, en su inicio se presentan como una epilepsia generalizada sintomática; prevalece el fenotipo mioclónico, sin ser en S 51 C. CASAS-FERNÁNDEZ ningún caso exclusivo, al que se asocia ataxia y déficit cognitivo, además de otras combinaciones clínicas, pero siempre predominando su carácter progresivo [1,2]. En la mayoría subyace una alteración metabólica y en algunas de estas epilepsias se ha identificado el marcador genético. Enfermedad Unverricht-Lundborg Conocida con las siglas EPM1, es la enfermedad que podría considerarse prototipo de este tipo de epilepsias. Tiene su inicio alrededor de los 10 años, con mioclonías (facilitadas por el movimiento, estrés y estímulos sensoriales) y CTCG. La evolución es variable, incluso en pacientes de una misma familia, pues en algunos casos la afectación es muy discreta con supervivencias prolongadas, mientras que en otros el curso es fatal a los pocos años de su comienzo [1,2]. El defecto genético se ha localizado en el cromosoma 21q22.3 [68-70] en el gen CST6, que codifica una proteína llamada cistatina B [71], cuya función es la de inhibir una cisteína proteasa. No puede aceptarse una relación directa entre una proteasa y la hiperexcitabilidad neuronal, por este motivo se postula que actuaría provocando una degeneración neuronal y, posteriormente, aparecería la epilepsia como un fenómeno secundario. Este hallazgo se ha demostrado por igual en las dos formas clásicas de la enfermedad: el tipo báltico y el tipo mediterráneo [72]. Se ha investigado en modelos animales, con manipulación en ratones del gen de la cistatina B, y se ha comprobado que estos desarrollan ataxia progresiva, relacionada con la pérdida de células granulares del cerebelo, aunque sin que aparezcan crisis convulsivas ni mioclonías [73]. Epilepsia mioclónica progresiva tipo Lafora Referida con las siglas EPM2 se asemeja clínicamente a la EPM1, pero el ligamiento genético no es coincidente. Se inicia en la edad adolescente con un pronóstico fatal al cabo de una década, aproximadamente, de su inicio. La manifestación epiléptica comienza con CTCG, ausencias y drop attacks con sacudidas mioclónicas. Alrededor de la mitad de los pacientes asocian crisis parciales de origen occipital. La evolución del proceso aboca a una demencia progresiva, pérdida visual y, finalmente, vida vegetativa [1,2]. Serratosa et al [74,75] ha realizado la identificación genética del proceso, que localizan en el cromosoma 6q23.25 en el gen denominado EPM2A. Este gen codifica una proteína tirosinofosfatasa (PTP) llamada laforín [74-76] e involucrada en diversos aspectos de la función neuronal, como el metabolismo glicogénico, la regulación de los canales iónicos y la transmisión sináptica. Se considera que, quizás, la génesis de la epilepsia se desarrolle de forma secundaria a las alteraciones provocadas y no como consecuencia directa de la laforín. Ceroidolipofuscinosis neuronal Se trata de un grupo de enfermedades heredadas con carácter autosómico recesivo que presentan como dato común el acúmulo de un material de depósito en las neuronas, lo que lleva a la degeneración de las mismas y a la consiguiente sintomatología neurológica, donde destacan inicialmente las manifestaciones epilépticas. En función de la edad de presentación, se identifican diferentes subgrupos cada uno de los cuales posee una peculiar característica ultraestructural del lipopigmento neuronal acumulado [1,2]. Se conocen las siguientes CLFN: 1. Forma infantil precoz (enfermedad de Santavuori-Hagberg). 2. Forma infantil tardía (enfermedad de Jansky-Bielschowsky). 3. Forma juvenil (enfermedad de Spielmeyer-Vogt-Sjögren o enfermedad de S 52 Batten). 4. Forma adulta (enfermedad de Kuf), y 5. Formas atípicas o inclasificables. La forma infantil precoz se ha localizado en el cromosoma 1p32 [77] en el gen CLN1, que codifica la tiosterasa palmitoilproteína, enzima lisosomal involucrada en la modificación lipídica de proteínas. La forma infantil tardía clásica es provocada por la alteración del gen CLN2, que codifica una peptidasa lisosomal, y se encuentra ubicado en el 11p15 [78]. La forma juvenil, el subtipo más común de todas ellas, aparece como consecuencia de la mutación del gen CLN3, localizado en el cromosoma 16p12.1 [79], que codifica una proteína cuya función aún es desconocida. Posteriormente, se han identificado 23 mutaciones diferentes de este gen [80], lo que, en definitiva, informa de una importante heterogeneidad genética de la enfermedad. Se ha descrito una variante finlandesa de la forma infantil tardía, cartografiada en el cromosoma 13q21.23 [81], exactamente en un gen que codifica un polipéptido cuya función es aún desconocida. Sialidosis (síndrome de mioclonus con mancha rojo cereza) Se conocen dos tipos de sialidosis: el tipo I, que aparece en la infancia, y el tipo II de inicio algo más tardío, alrededor de los 10 años; este último es de curso más grave y con asociación de signos dismórficos. El tipo I aparece como consecuencia de la mutación de un gen localizado en el cromosoma 6p21.3 [82], que codifica una glicoproteína específica, la α-neurominidasa(sialidasa)queseconjuga con la β-galactosidasa y forma un protector proteico. El gen del tipo II se ha localizado en el cromosoma 20q13 [83]. Epilepsia mioclónica con fibras rojo rasgadas Se trata de una epilepsia de origen en la infancia, aunque también descrita en la edad adulta, caracterizada por crisis epilépticas, mioclónicas y tonicoclónicas, con fotosensibilidad positiva, asociada a miopatía, ataxia y, en ocasiones, demencia, hipoacusia neurosensorial, atrofia óptica y neuropatía periférica o espasticidad. Como en todas las citopatías mitocondriales existe una gran heterogeneidad clínica, con numerosos cuadros incompletos y procesos mixtos con características de epilepsia mioclónica con fibras rojo rasgadas (MERRF, del inglés Myoclonic Epilepsy and Ragged-Red Fibres) y de encefalopatía mitocondrial con acidosis láctica y episodios apopléjicos (MELAS, del inglés Mitochondrial myopathy, Encephalopathy, Lactic Acidosis and Stroke-like episodes) [84]. Se ha detectado una mutación en la transición adenina-guanina (A→G) en el par nucleótido 8344 del ADN mitocondrial (ADNmt), lo que provoca una alteración específica en el gen del ARN de transferencia (ARNt) (gen Lys), que finalmente genera defectos en las enzimas del complejo I y IV del sistema de fosforilación oxidativa [85,86]. Aunque la mutación 8344 es la más común, no se ha podido comprobar en ≤20% de los casos, lo cual sugiere una heterogeneidad genética que, de alguna forma, se correspondería con la heterogeneidad clínica anteriormente referida. Posteriormente, se ha determinado la existencia de otra mutación, involucrada en la transición timidinato-citosina (T→C) del nucleótido 8356 en el mismo gen Lys [87]. Por lo tanto, puede aceptarse que la mutación que afecta al ARNt (Lys) tiene un papel esencial en la patogénesis de MERRF. Se considera que un importante número de funciones celulares involucradas en la excitabilidad neuronal tienen una estrecha relación con la producción y utilización de energía, por lo que es fácil llegar a la génesis de una epilepsia por esta vía. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS Finalizado el análisis de las EMP, es preciso remarcar que este tipo de epilepsias representan un ejemplo ideal para comprender cómo es posible llegar a un fenotipo epiléptico similar (epilepsia mioclónica) a través de diferentes mutaciones genéticas, que unas veces condicionan anomalías en la producción de energía (MERRF), otras degeneración neuronal por depósito intracelular (sialidosis, ceroidolipofuscinosis) y otras mecanismos proteolíticos (enfermedad de Unverricht-Lundborg) [1]. Síndromes disgenéticos Dentro de los procesos considerados como integrantes del concepto de disgenesia cerebral van a considerarse dos apartados: el complejo esclerosis tuberosa, de elevada significación en la génesis de una epilepsia, y algunos de los trastornos de migración neuronal, especialmente aquellos que unen los dos objetivos de esta revisión, estos es, la manifestación clínica epiléptica y que se hayan identificado las mutaciones genéticas que las originan. Esclerosis tuberosa El complejo esclerosis tuberosa (TSC, del inglés Tuberous Sclerosis Complex) es una enfermedad con herencia autosómica dominante y heterogeneidad clínica, incluso entre miembros de una misma familia. En un elevado porcentaje de casos asocia retraso mental y epilepsia refractaria, habitualmente espasmos infantiles o crisis parciales con generalización secundaria. Desde el punto de vista conceptual, se considera que es una enfermedad que afecta a la piel y al SNC, o a ambos, y a ello se une la posibilidad de desarrollar hamartias, hamartomas y más raramente hamartoblastomas, en diversos órganos de la economía, entre ellos el cerebro; asimismo, se asevera que todo órgano o tejido puede verse afectado por esta enfermedad, con exclusión del sistema nervioso periférico, el músculo esquelético y la glándula pineal [88]. Se han identificado dos genes responsables, localizados en el cromosoma 9q34 y en el 16p13.3, sin que hasta ahora se hayan podido determinar rasgos fenotípicos que permitan disponer de datos clínicos que posibiliten la diferenciación entre los afectados por una u otra alteración génica; tampoco se conocen casos en los que haya un genotipo con los dos genes involucrados [1]. El gen detectado en el cromosoma 9q34 [89] se ha denominado TSC-1 y es el responsable de la génesis de una proteína denominada hamartina, a la que se le atribuye una función como gen de supresión tumoral. El gen localizado en el cromosoma 16p13.3 [90] se ha denominado TSC-2 y es el encargado de producir una proteína llamada tuberina, que tiene regiones similares a la proteína GAP, activadora de la guanosina trifosfatasa (GTPasa), una molécula con una importante función de supresión tumoral [91,92]. La alteración de uno u otro gen puede, en primer lugar, originar patología del desarrollo neuronal, que a su vez desempeña un papel esencial en la expresividad epiléptica. La tuberina se ha hallado en pequeños vasos de muchos órganos, entre ellos el cerebro, neuronas corticales y células de Purkinje del cerebelo; se ha sugerido que la mutación del gen TSC-2 desempeña un papel significativo en el desarrollo de tumores vasculares, tuberomas subcorticales y atrofia focal de la corteza cerebelosa; todos ellos hallazgos habituales de los portadores de una esclerosis tuberosa [1]. Trastornos de migración neuronal La migración neuronal es un proceso anatomofisiológico complejo cuya alteración ha adquirido un lugar preponderante en la etiología de las epilepsias. Se ha logrado un mayor conocimiento desde que las técnicas de neuroimagen (TC y RM) se comenzaron REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 a utilizar en la investigación diagnóstica de estos procesos, aunque la identificación anatomopatológica se desarrolla fundamentalmente gracias al incremento de la cirugía de la epilepsia, por el examen de las piezas procedentes de exéresis quirúrgicas de los casos más refractarios al tratamiento farmacológico. Todos estos procesos presentan un hecho en común: la corteza cerebral está alterada, de ahí que, siguiendo a Barcovich, se hable genéricamente de displasias corticales [93]. No todas estas alteraciones muestran la misma significación clínica; por este motivo, se comentarán sólo aquellas asociadas más a menudo con epilepsia e identificadas genéticamente. Lisencefalia Este término hay que interpretarlo conceptualmente dentro del contexto del complejo agiria-paquigiria, definiendo ambas la ausencia (agiria o lisencefalia) o la disminución (paquigiria) de las circunvoluciones cerebrales; asimismo, debe considerarse que la diferencia entre una y otra es meramente cuantitativa, y que entre ambas existe un amplio espectro de variedades e incluso, en un mismo paciente, combinaciones de las dos entidades en diferentes regiones cerebrales [93,94]. Al analizar la lisencefalia se acepta que tiene un origen genético, y se han localizado dos mutaciones: una en el cromosoma 17p.13.3 y otra en el cromosoma X. De entre los diferentes tipos de lisencefalia, los dos más frecuentes y mejor definidos son: – Lisencefalia tipo I. En ella la corteza está constituida por cuatro capas: 1. Capa molecular; 2. Capa con celularidad desorganizada y compuesta por neuronas con una morfología propia de las capas II, V y VI del cerebro normal; 3. Capa con muy escasa celularidad, resultante de una necrosis laminar que dificulta la migración neuronal, y 4. Capa interna de neuronas cuya migración se ha dificultado precozmente [93,95]. Se acepta la existencia de dos subtipos de lisencefalia tipo I: la secuencia lisencefálica aislada (ISL, del inglés Isolated Lissencephaly sequence) y el síndrome de Miller-Dieker. En ambas, el debut clínico suele producirse por medio de una epilepsia, muy frecuentemente con morfología de espasmos infantiles con o sin registro electroencefalográfico hipsarrítmico [93-95]. Ambos subtipos tienen un origen genético y se localiza una mutación en el cromosoma 17p13.3 [96,97] en el gen LIS1, que codifica una subunidad del factor acetilhidrolaxa encargado de activar el desarrollo de la corteza y de inactivar una molécula neurorreguladora llamada PAF (del inglés, Platelet-Activating Factor). El mecanismo de acción, entre otros, de la molécula PAF se refleja en el desarrollo de la morfología neuronal y de las conexiones sinápticas, por lo que tiene una evidente relación con la excitabilidad neuronal [98]. La diferencia genética entre una entidad y otra es que la lisencefalia aislada se considera como un síndrome de afectación de un gen único (ISL-1) y el síndrome de Miller-Dieker aparece como consecuencia de la afectación de genes contiguos; de esta forma, los genes distales al ISL-1 serían los responsables de la dismorfia facial que presentan estos niños, a diferencia de los afectados por el otro subtipo en donde la dismorfia facial es mucho menos significativa [1,97]. – Lisencefalia tipo II. Anatomopatológicamente, en ella se detecta una mezcla de agiria, paquigiria y micropoligiria, muy desorganizada y con acúmulos de neuronas orientadas de forma irregular, que están separadas por bandas de glía y sin la estructura en capas de la corteza cerebral [9,94]. Este tipo se observa fundamentalmente en dos entidades: el síndrome de S 53 C. CASAS-FERNÁNDEZ Walker-Warburg y la distrofia muscular congénita de Fukuyama. Ambos procesos cursan con crisis epilépticas en porcentajes de hasta el 50%, especialmente en los primeros cinco años de la vida, y con registros electroencefalográficos alterados en menor proporción [99]. En las investigaciones genéticas realizadas se ha localizado el locus de la distrofia muscular congénita de Fukuyama en el cromosoma 9q31.33 [100], aunque se considera que quizás ambos procesos sean expresiones clínicas diferentes de una misma entidad [101]. Heterotopías neuronales Conceptualmente representan agrupamientos de neuronas normales en localizaciones inadecuadas, como consecuencia de una ausencia o detención del proceso de migración. Las manifestaciones clínicas de este grupo de trastornos de migración neuronal son muy diversas, desde prácticamente ninguna y apareciendo como un hallazgo casual en la neuroimagen practicada por algún motivo, como un traumatismo craneoencefálico –circunstancia no inusual en las heterotopías focales subcorticales–, a síndromes neurológicos complejos en los que el componente epiléptico puede tener un gran significado [93]. Se considera la existencia de tres grupos: 1. Heterotopías neuronales periventriculares (subependimarias). 2. Heterotopías neuronales focales subcorticales, y 3. Heterotopías neuronales difusas (heterotopías neuronales en banda) [93]. En el primero y en el último grupo se han identificado mutaciones genéticas. Heterotopías neuronales periventriculares De localización preferente en regiones occipitales, representan el acúmulo de grupos de neuronas en las cuales no se llegó a iniciar el proceso de migración. Existe una forma ligada al cromosoma X y que sólo se presenta en mujeres, la cual se ha localizado en la región Xq28 [102]; asimismo, se acepta la existencia de varios genes candidatos, entre los cuales destaca el que codifica la subunidad α3 del receptor GABA (GABARA3), lo que justifica que se produzcan alteraciones en la excitabilidad neuronal y, en consecuencia, crisis epilépticas. Heterotopías neuronales difusas (heterotopías neuronales en banda) Es una heterotopía muy extensa de morfología lineal paralela a la corteza, bilateral, simétrica y separada de ella por una capa de sustancia blanca, por lo que también se conoce con la denominación de ‘doble corteza’. Está prácticamente limitada al sexo femenino, y se ha comprobado que los hijos varones de mujeres afectas nacen con lisencefalia [93]. La afectación genética se ha localizado en la región Xq21-q24 que, por análisis de alta resolución, queda circunscrita en Xq22.3-q23 [103], en el gen XLIS o DCX, denominado doblecortin y que codifica una proteína con una función íntimamente relacionada con el desarrollo de la corteza [104,105]. La mutación de este gen provoca en el varón un cuadro muy grave con retraso mental y desarrollo de síndromes epilépticos muy refractarios al tratamiento, entre los que predomina el síndrome de West, así como origina una lisencefalia y características fenotípicas semejantes a las que muestran los afectados de la secuencia lisencefálica aislada. Sin embargo, en las mujeres el resultado es más suave, con afectación mental y componente epiléptico menos intensos, que se traduce estructuralmente en una heterotopía neuronal en banda. Este hallazgo ha aclarado que la lisencefalia no está obligadamente relacionada con mutaciones en el cromosoma 17, S 54 de forma que existe una heterogeneidad genética evidente, con resultado de un fenotipo similar. Anomalías cromosómicas Dentro de este apartado se considerarán tres procesos con una significativa incidencia, que asocian sintomatología convulsiva, en mayor o menor porcentaje, dentro de un amplio cuadro clínico en el que predominan las manifestaciones dismórficas; dichas manifestaciones son las que, en una primera valoración del paciente, sirven para la orientación diagnóstica. Síndrome del cromosoma X frágil Es una enfermedad ligada al cromosoma X con patrón de herencia muy particular y en el que adquiere toda su significación el concepto de anticipación genética. Desde finales de la década de los 60, Lubs [106] describe la existencia de una anomalía citológica en un grupo de varones con retraso mental de una misma familia, con características dismórficas muy definidas y macroorquidismo, exactamente una constricción en la parte terminal de los brazos largos del cromosoma X, conocida desde entonces con el nombre de punto frágil. Posteriormente, se logra localizar en la región Xq27.3 y pasa a denominarse FRAXA, aunque también se describen otros puntos frágiles, conocidos como FRAXE y FRAF en la región Xq27-q28, pero sin que se les conozcan repercusiones fenotípicas [14]. El defecto molecular responsable de este proceso es una expansión de una región repetitiva o triplete de la secuencia CGG (citosina, guanina, guanina) localizado en el gen FMR1 (Fragile X Mental Retardation) [107]. La región repetitiva puede presentarse en los individuos de tres formas: 1. Normal (2 a 50 copias del triplete) que se transmite del padre a los hijos sin modificarse. 2. Premutación, en la cual el gen muestra ya una expansión del triplete (50 a 200 copias), sin que estos individuos presenten síntomas, pero existe ya la posibilidad de expansión en generaciones sucesivas, por lo que en los descendientes aparecerán sujetos afectados del síndrome, y 3. Mutación completa (más de 200 tripletes), en la que los individuos afectados manifiestan la enfermedad. En los sujetos afectados la zona del triplete sufre una metilación y por ello falta el producto génico, que es una proteína ligada al ARN y llamada FMRP (del inglés Fragile X Mental Retardation-protein), responsable en último grado de las manifestaciones clínicas. Los padres con una premutación la transmiten a las hijas, en las que no se desarrolla la expansión del triplete, pero sí en la descendencia de éstas. No obstante, el 30% de las mujeres portadoras tienen cierto grado de déficit mental [107]. El 25% de las personas con síndrome de cromosoma X frágil pueden padecer crisis convulsivas, aunque no se ha comprobado la relación entre el número de copias del triplete y la frecuencia o gravedad de las crisis; asimismo, se detecta en el registro electroencefalográfico puntas irritativas de localización centrotemporal, semejantes a las apreciadas en la epilepsia benigna de la infancia con puntas centrotemporales [1,108,109]. Síndrome de Angelman Descrito en 1965 [110], este síndrome se caracteriza por un retraso mental severo, ausencia de lenguaje, ataxia, prognatismo, micro y braquicefalia, risa inmotivada, hiperactividad. El EEG muestra alteraciones que, en un elevado porcentaje de casos, se asocian a crisis epilépticas, las cuales suelen decrecer al inicio de la pubertad, con morfología muy variada: desde crisis de ausencias a espasmos infantiles, aunque con predominio de los estados de mal mioclónico [11]. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 V CURSO DE ACTUALIZACIÓN DE LAS EPILEPSIAS Posee unos mecanismos genéticos de herencia que representan el ejemplo ideal para comprender el concepto de imprinting genómico. Se trata de uno de los modelos hereditarios que no se atienen al modelo mendeliano y que representa la diferencia de función existente entre determinados genes maternos y paternos, tras sufrir una inactivación por la metilación de la citosina en los dinucleótidos citosina-guanina durante la gametogénesis [12]. En el 70% de los casos, el síndrome de Angelman obedece a una deleción del cromosoma 15q11.13 materno (cuando es el paterno origina el síndrome de Prader Willi); el 5% se producen como consecuencia de una disomía uniparental (presencia de dos cromosomas homólogos procedentes de un mismo padre o madre) del cromosoma 15 paterno en este caso; el 3% se deben a mutaciones en las que afecta a la metilación del centro del imprinting del cromosoma 15 materno, y el 20-25% restante obedece a mutaciones de novo en un único gen aún no identificado [1,12]. La región 15q11.13 comprende un número de genes directamente implicados con la excitabilidad neuronal, especialmente los que procesan dos subunidades de receptores GABA [111]: la α5 (GABRA5) y la β3 (GABRB3), así como el gen UBE3A [112] (ubiquitin-proteína) responsable del fenotipo de estos pacientes. En los casos de metilación anormal del centro del imprinting se afecta casi exclusivamente el gen UBE3A, motivo por el cual se desarrolla el fenotipo característico, sin embargo, el componente epiléptico es notablemente más leve que en los casos secundarios a deleción [10]. En el modelo animal con ratones y tras la manipulación del gen GABRB3, se ha podido comprobar el desarrollo de una importante disfunción neurológica, que incluye convulsiones, y en la cual se aprecia simultáneamente cómo en las neuronas del hipocampo decrece notablemente la respuesta al GABA; ello ha hecho sospechar que quizás exista otro gen afectado en la región del cromosoma 15 que codifique esta función, en apariencia, íntimamente relacionada con la epilepsia [113]. Síndrome de Down Se asocia a crisis epilépticas en el 5-10% de los casos [114] y se justifica tanto por las anomalías estructurales del cerebro, como por factores médicos generales (cardiopatías, mayor facilidad para las infecciones, etc.). Hay dos picos de máxima incidencia, uno en el primer año de vida, habitualmente en forma de espasmos infantiles [115] y en el cual desempeña un papel muy significativo la patología perinatal sobreañadida, y otra en la cuarta o quinta década de la vida como consecuencia de cambios neuropatológicos cerebrales similares a los que aparecen en la enfermedad de Alzheimer [116]. Sin embargo, sólo en un 10% de portadores de enfermedad de Alzheimer se presentan crisis convulsivas, frente a un 70% de los sujetos con síndrome de Down en estos límites de edad señalados [116]. Por ello, se considera que debe existir un factor inherente a este último que justifique la diferencia y que puede reflejarse en numerosos cambios estructurales del cerebro, como una disgenesia cortical con descenso de interneuronas gabérgicas, espinas dendríticas de morfología anormal o alteraciones intrínsecas de la membrana neuronal. Junto a ello y en investigaciones realizadas en el SNC de fetos con síndrome de Down, se han apreciado alteraciones en los canales de sodio [117]. Por otra parte, no hay que olvidar que en la enfermedad de Unverricht-Lundborg la anomalía genética se ha cartografiado en el cromosoma 21 [118]; por ello, se considera que, quizás, la investigación génica defina en el futuro la existencia de mutaciones específicas que justifiquen las crisis en el síndrome de Down [1]. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 Enfermedades metabólicas Las enfermedades metabólicas son típicamente autosómicas recesivas y producen alteraciones cerebrales difusas y multisistémicas. Muchas de ellas se acompañan de convulsiones que pueden aparecer como consecuencia de diversos mecanismos, como una disfunción del metabolismo energético cerebral, o de la producción o cambio de la neurotransmisión, o de las organelas intracelulares [1]. De las numerosas enfermedades metabólicas existentes, se considerarán cuatro por su especial interés dentro de los diagnósticos diferenciales de los procesos convulsivos. Dependencia de la piridoxina Es una enfermedad poco frecuente que cursa con convulsiones intratables en la infancia. Las crisis comienzan en las primeras horas o días de vida y, en ocasiones, pueden ser reconocidas en la vida prenatal por la madre. Las anomalías electroencefalográficas se definen, habitualmente, como una alteración paroxística multifocal y tanto la clínica como las manifestaciones neurofisiológicas responden, en un breve período de tiempo, a la administración intravenosa de piridoxina. El control continuado de las crisis requiere la administración de piridoxina durante toda la vida [1]. El trastorno de base se circunscribe a un déficit enzimático, exactamente la decarboxilasa del ácido glutámico (GAD) [119], que se encarga de catalizar la conversión de ácido glutámico a ácido γ aminobutírico (GABA), para lo cual necesita como cofactor la forma aldehído de la B6 , la piridoxal–5’-fosfato (PLP). Ante este fallo se produce un descenso de la concentración de GABA [120], neurotransmisor inhibidor por excelencia, con lo que se facilita la aparición de convulsiones. El gen del GAD se ha localizado en el cromosoma 2q31 [121]. En consecuencia la dependencia de la piridoxina representa una mutación de la función íntimamente relacionada con la hiperexcitabilidad neuronal. Deficiencia de biotinidasa (BTD) La biotinidasa se recicla desde la biotina en su forma libre, y es esencial para el metabolismo de ácidos grasos, carbohidratos y aminoácidos. Ante una situación de déficit de biotina, las carboxilasas quedan inactivas y se produce una deficiencia múltiple. La BTD es una enfermedad poco frecuente que se manifiesta en la infancia temprana con convulsiones, hipotonía, hipoacusia neurosensorial, ataxia, diarrea, exantema y alopecia. Con una frecuencia de 1:110.000 se presenta en su forma clásica y de 1:130.000, en la forma de déficit parcial. Está suficientemente justificado realizar una prueba de detección de biotinidasa ante un niño con convulsiones refractarias a los diversos tratamientos empleados, especialmente si se trata de espasmos infantiles o crisis mioclónicas, ya que responderá únicamente al administrar biotina. El EEG traduce bien un patrón de paroxismo-supresión o bien una alteración paroxística multifocal [122]. La BTD se origina por una mutación cromosómica localizada en 3p25 [123]. La mitad de los niños sintomáticos presentan una deleción de siete pares de bases y otra tercera parte, la inserción de un par de bases en uno de los alelos del gen de la biotinidasa, produciendo un péptido anómalo. También se ha cartografiado un gen transportador de GABA en el cromosoma 3p25-p24 [124], el cual, asimismo, se ha considerado hasta ahora un gen candidato de este proceso. Hiperglicinemia no cetósica Es una alteración primaria del metabolismo de la glicina que S 55 C. CASAS-FERNÁNDEZ provoca un excesivo acúmulo de la misma en el líquido cefalorraquídeo (LCR). Se manifiesta en el período de recién nacido como una encefalopatía mioclónica, con letargia extrema, rechazo del alimento, hipotonía y apnea, todo ello asociado a convulsiones intratables y patrón de paroxismo-supresión en el EEG. Es de elevado valor diagnóstico la existencia de un cociente de glicina LCR/plasma superior a 0,08 (valores normales <0,02) [125]. El trasfondo metabólico del proceso radica en un déficit de glicina decarboxilasa, que es parte de un complejo multienzimático mitocondrial encargado de catabolizar la glicina y que está formado por cuatro elementos proteicos: 1. Proteína P, glicina decarboxilasa, dependiente del fosfato de piridoxal. 2. Proteína H, transportadora de electrones y que contiene ácido lipoico. 3. Proteína T, una enzima dependiente del tetrahidrofolato, y 4. Proteína L o lipoamida deshidrogenasa [125]. La mayoría de los pacientes con hiperglicinemia no cetósica carecen de proteína P; se ha cartografiado el gen en el cromosoma 9p 23-24 [126]. Existen formas de presentación tardía. Una de ellas a partir del segundo y tercer trimestre de la vida, con crisis convulsivas y retraso mental de mayor o menor grado. Otra aparece aun en épocas posteriores de la niñez, con diplejía espástica progresiva y atrofia óptica, pero sin afectación cognitiva. Estas formas de presentación tardía son consecuencia de anomalías en la proteína H o T, respectivamente [125]. La glicina actúa como neurotransmisor inhibidor en la médula, tronco cerebral y cerebelo, pero desempeña un papel excitador en la corteza cerebral, al provocar una activación de los receptores de N-metil-D-aspartato (NMDA). Asimismo, se conoce que el sistema multienzimático mitocondrial de la glicina se distribuye en el SNC de forma similar a la de los receptores NMDA, por lo que se sostiene la hipótesis de que un exceso de glicina induce la sobreexcitación de dichos receptores y, en consecuencia, la manifestación convulsiva. El efecto de neurotransmisión inhibidora mencionado en primer lugar explicaría los episodios de apnea y el hipo de los pacientes de hiperglicinemia no cetósica [127]. Encefalopatía mitocondrial, acidosis láctica y episodios apopléjicos Se trata de un proceso de herencia materna, como toda enfermedad mitocondrial, que se define por la existencia de tres hechos fundamentales: 1. Episodios de apoplejía focal (hemiparesia, hemianopsia, o ceguera cortical), que se traducen en anomalías en las exploraciones por imagen (TC o RM). 2. Acidosis láctica o fibras rojas rasgadas, o ambas, y 3. Al menos, dos de los siguientes síntomas: convulsiones focales o generalizadas, demencia, cefaleas recurrentes, vómitos episódicos y talla baja [128]. La heterogeneidad clínica es frecuente, como ocurre en otras citopatías mitocondriales, de forma que se han hallado casos de esta enfermedad sin acidosis láctica o de aparición muy tardía, e incluso casos con manifestación mixta de MELAS con MERRF. El origen de la enfermedad se localiza en una mutación del punto de ARN mitocondrial de transferencia (ARNt) que causa la transición de adenina a guanina, siendo el más común el nt3243 [128]. La proporción de mutación es más alta en aquellos pacientes que cursan con apoplejía y convulsiones [129]. Esta misma mutación se ha encontrado en otros procesos, como la oftalmoplejía externa progresiva con historia familiar de S 56 enfermedades neuromusculares y en familias con diabetes mellitus tipo II asociada a hipoacusia neurosensorial y herencia materna conocida con las siglas MIDD (Mitochondrial Inherited Diabetes Deafness) [130]. En el 10% de los casos de MELAS se ha encontrado otra mutación en el nt3271 del mismo gen codificante del ARNt, donde se detecta una transición adenina-citosina [131]. Inicialmente, las convulsiones aparecen como consecuencia de la acidosis láctica, pero el daño cerebral inducido por la recurrencia convulsiva puede crear un substrato epiléptico [1]. CONCLUSIONES En la actualidad, las novedades en el campo de la genética se evidencian día a día, circunstancia claramente reflejada en el área de la epilepsia. Sin embargo, las innovaciones que sin duda irán apareciendo a corto y mediano plazo permiten aseverar que actualmente conocemos sólo la superficie de este impresionante campo de investigación [1]. En definitiva, los avances más sorprendentes de la neurología de los últimos 25 años quedan reflejados en las exploraciones por imagen, aunque, sin duda, las revelaciones que nos ofrecerá la genética serán espectaculares en las primeras décadas del siglo XXI. Las mutaciones genéticas pueden provocar alteraciones a muy diferentes niveles dentro del proceso de excitabilidad neuronal, desde anomalías en la función de los canales iónicos a deficiencias en la producción y metabolización de neurotransmisores. En otras ocasiones, las consecuencias genéticas son más difusas, como lesiones de la estructura neuronal o de la conexión sináptica, e incluso disturbios del metabolismo celular con la consiguiente degeneración de dicha neurona. Todo ello trae como consecuencia la aparición de las diferentes manifestaciones clínicas de la epilepsia, con las características específicas de cada caso, que configuran un fenotipo determinado [1,3]. El reto actual de la neurobiología es encontrar los mecanismos íntimos que relacionan cada genotipo con un fenotipo exacto, pues se tiene constancia de cómo una misma expresividad clínica puede obedecer a diferentes genotipos, e incluso un mismo genotipo puede traducir manifestaciones no coincidentes. No obstante, el camino se ha iniciado y debemos asumir que es fundamental un trabajo meticuloso por parte de los clínicos para ir definiendo con precisión el espectro sintomatológico de la epilepsia, base imprescindible para que los genetistas puedan investigar con casos seleccionados y llegar al conocimiento de las repercusiones fisiopatogénicas que se traducen en alteraciones de las proteínas codificadas por cada gen mutante [1]. La ayuda de la genética es incalculable en la práctica clínica al alcanzar diagnósticos precisos y pronósticos más exactos, pero servirá asimismo para obtener fármacos más idóneos, pues se podrá actuar sobre la anomalía exacta originada [132,133]. Finalmente, se abre la puerta al consejo genético y al diagnóstico prenatal, de especial interés en algunos procesos de pronóstico invariablemente negativo como las EMP. Pero, en otras muchas epilepsias con pronósticos diferentes, habrá que reconsiderar la conveniencia de realizar diagnósticos prenatales y analizar cómo debe ofrecerse la información a los padres y/o familiares. Para ello, sería de gran interés contar con la participación de genetistas expertos e incluso, en último grado, con comités de ética médica a fin de evitar errores lamentables, que pueden conducir a originar situaciones de ansiedad y temor familiar ante procesos que habitualmente evolucionan de forma favorable [3]. 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Este avance ha determinado, por una parte, la aparición de diversos genotipos que no siempre se corresponden con un mismo fenotipo, hecho que ha abierto un interesante campo de investigación. Pero, por otra parte, todas estas novedades generan la necesidad de valorar la reestructuración de la actual clasificación de las epilepsias y síndromes epilépticos de la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE), en la que no se contemplan los nuevos síndromes que han ido identificándose, a pesar de tener una personalidad claramente definida. Desarrollo. El nuevo enfoque genético de la epilepsia y la progresión que, sin duda, adquirirá en los próximos años va a conducir a un nuevo planteamiento no sólo en el protocolo diagnóstico, en el que es preciso conocer todas las posibles variaciones del fenotipo de los diferentes síndromes identificados, sino también en el surgimiento de las pertinentes consideraciones sobre el consejo genético, programas terapéuticos y mecanismos preventivos que puedan llevarse a cabo. Se comentan las consideraciones genéticas de diferentes procesos epilépticos, que comprenden desde los clásicamente considerados como de etiología idiopática, hasta los que obedecen a un origen sintomático, ya sea por alteración estructural del sistema nervioso central o por enfermedades metabólicas con expresividad epiléptica en alguna fase de su evolución. Se establecerán cinco categorías de acuerdo con estos diferentes criterios: 1. Epilepsias generalizadas idiopáticas; 2. Epilepsias parciales; 3. Epilepsias mioclónicas progresivas; 4. Síndromes disgenéticos y anomalías cromosómicas, y 5. Enfermedades metabólicas. [REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 4659] [http://www.revneurol.com/30S1/iS10046.pdf] Palabras clave. Enfermedades metabólicas. Epilepsias generalizadas idiopáticas. Epilepsias mioclónicas progresivas. Epilepsias parciales. Fenotipo. Genotipo. Síndromes disgenéticos. ASPECTOS MAIS RECENTES NA GENÉTICA DAS EPILEPSIAS Resumo. Introdução. Nos últimos anos verificou-se um avanço importante no que diz respeito á localização dos genes responsáveis pelos diversos tipos de epilepsia. Este avanço determinou, por uma lado, o aparecimento de diversos genotipos, que nem sempre correspondem a um mesmo fenotipo, facto que abriu um campo interessante de investigação. Por outro lado, todas estas novidades obrigaram a uma restruturação da actual classificação das epilepsias e síndromas epilépticos da Liga Internacional contra a Epilepsia (ILAE), em que não são considerados os novos síndromas que se têm vindo a identificar, apesar de possuirem uma personalidade claramente definida. Desenvolvimento. A nova abordagem genética da epilepsia e a progressão que, sem dúvida, adquirirá nos próximos anos, conduzirá a uma nova exposição não só do protocolo diagnóstico, em que é necessário conhecer todas as possíveis variantes do fenotipo dos diferentes síndromas identificados, como também ao aparecimento do aconselhamento genético, programas terapêuticos e mecanismos preventivos que possam ser instituidos. Comentam-se os aspectos genéticas de diferentes processos epilépticos, que compreendem, desde os classicamente considerados como de etiologia idiopática, até os que obedecem a uma origem sintomática, quer seja por alteração estrutural do sistema nervoso central, quer por doenças metabólicas com expressão epiléptica em qualquer fase da sua evolução. Estabelecer-se-ão cinco categorias de acordo com estes critérios: 1. Epilepsias generalizadas idiopáticas; 2. Epilepsias parciais; 3. Epilepsias mioclónicas progressivas; 4. Síndromas disgénicos e anomalias cromossómicas, e 5. Doenças metabólicas. [REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-59] [http://www.revneurol.com/30S1/iS10046.pdf] Palavras chave. Doenças metabólicas. Epilepsias generalizadas idiopáticas. Epilepsias mioclónicas progressivas. Epilepsias parciais. Fenotipo. Genotipo. Síndromas disgénicos. REV NEUROL 2000; 30 (Supl 1): S 46-S 59 S 59