FUNDAMENTOS CONCEPTUALES Y DIDÁCTICOS PUENTES INTERCONTINENTALES E ISOSTASIA: ASPECTOS HISTÓRICOS Y DIDÁCTICOS. Land Bridges and Isostasy: Historical and didactic aspects. Cándido Manuel García Cruz (*) RESUMEN Se analizan los orígenes históricos tanto de la hipótesis de los puentes intercontinentales como del principio de la isostasia. Aunque la aceptación de este último hacía imposible la existencia de aquéllos, las conexiones terrestres estuvieron muy arraigadas hasta bien entrado el siglo XX. Se dan por otro lado algunas consideraciones didácticas en relación especialmente con el desarrollo de la deriva continental. ABSTRACT The historical origins of both Hypothesis of the land-bridges and the Principle of Isostasy are analysed. The acceptance of the latter made impossible the existence of the land connections, these have been, however, deep-rooted until well on into the twentieth century. On the other hand, some didactic considerations specially in relation to the development of continental drift are done. Palabras clave: Puentes intercontinentales, isostasia, historia de la geología, didáctica. Keywords: Land bridges, isostasy, history of geology, didactics. INTRODUCCIÓN También habría que considerar en este mismo Como consecuencia de la nueva geografía que se derivó del descubrimiento de América, comenzaron a organizarse numerosas expediciones trans-oceánicas que surcaron todos los mares del planeta. Muchas de ellas tenían un carácter políti- co meramente expansionista, como fueron, por ejemplo, las de Vasco de Gama (1497-1499), Ma- gallanes y Elcano (1519-1521), o las correrías de sentido a algunos naturalistas, exploradores y viaje- ros, que a título particular o en viajes de menor cuantía pero de gran transcendencia, contribuyeron a un mejor conocimiento de la naturaleza del plane- ta. Entre ellos, indiscutiblemente, habría que destacar a Carl von Linné, Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland. El inventario de los organismos condujo al re- Francis Drake (1577-1580). Sin embargo, otras conocimiento de una patente similitud entre espe- las que destacarían la del “Endeavour” (1768-71) de la flora y la fauna de continentes muy alejados también poseían un componente científico, entre en la primera gran travesía del Capitán Cook al Océano Pacífico; las de Alejandro Malaspina cies contemporáneas, tanto fósiles como actuales, en la actualidad. Éste era el caso de las relaciones de semejanza de diferentes grupos biológicos, por (1782-1789) a bordo de los buques “Asunción” y ejemplo: la flora permo-carbonífera y los reptiles la expedición de Jean-François de Galaup, Conde tártida, por un lado, o los dinosaurios pérmicos y “Astrea”, con esta última circunnavegó el globo; de La Pérouse (1785), de trágico final; los viajes de William Bligh y el “Bounty” (1788) a los Ma- permo-triásicos de Sudáfrica-Sudamérica-India-An- los gasterópodos de Eurasia y Norteamérica, por otro. Sin embargo, tal semejanza hacía impensable res del Sur; la del “Beagle” (1831-36) con Char- el planteamiento de orígenes distintos en lugares di- fica la necesidad de una estrecha relación física entre las les Darwin a bordo; o la gran empresa oceonográdel “Challenger” (1872-76) en sus transcendentales viajes de cartografiado del fondo oceánico. A lo largo de estas expediciones se rea- lizaría la recogida de material que devendría en las grandes colecciones tanto botánicas como zoo- lógicas y paleontológicas de la principales institu- ciones, museos y sociedades, del continente euro- peo. ferentes. Esto llevó a algunos naturalistas a expresar masas continentales para poder explicar dicha similitud mediante migraciones terrestres en épocas pa- sadas. Así, dentro de la indiscutible concepción fijista o de permanencia geológica, nació la idea de los puentes intercontinentales. De esta forma, se permitía el intercambio de organismos, incluyendo aquí también las migraciones humanas, entre zonas (*)Dpto. de Ciencias de la Naturaleza (Biología y Geología), I.E.S. Mencey Acaymo, c/ Poeta Arístides Hernández Mora, s/n, 38500 Güímar, Tenerife. E-mail: [email protected]. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3) 211-216 I.S.S.N.: 1132-9157 211 muy alejadas en la actualidad, a veces incluso separadas por profundos océanos. Paralelamente, y también fruto de una de estas expediciones científicas, se descubrió lo que poste- riormente se denominaría Isostasia, y que habría de tener un significado transcendental frente a la idea de las conexiones terrestres. En este trabajo vamos a analizar brevemente el desarrollo histórico de ambos conceptos, y realiza- remos algunas orientaciones didácticas al respecto. táticos, bien con cataclismos, como una reminiscencia más de la filosofía catastrofista clásica. Por otro lado, este fenómeno tenía que haber sido, además, cíclico. Es decir, la gran mayoría de las conexiones terrestres se habrían formado y hundido repetida- mente, explicándose así las similitudes biológicas de diferentes épocas en la historia de la tierra, y permitiéndose al mismo tiempo el aislamiento geográfico durante largos períodos. Para el caso de Pa- namá, en concreto, se aceptaban al menos dos edi- ciones: una en el Cretácico Superior-Eoceno Inferior, y otra en el Plioceno Superior-PleistocenoLOS CONCEPTOS A TRAVÉS DE LA HISTORIA LOS PUENTES INTERCONTINENTALES Las primeras propuestas sobre las conexiones continentales se empiezan a hacer en la segunda mi- tad del siglo XVII. En ellas se intentaba explicar especialmente el poblamiento humano de Norteaméri- ca, bien a través de mares helados (Hornius, 1669), o mediante auténticos puentes terrestres (Hale, 1677). De acuerdo con esta hipótesis, la gran mayoría de los puentes no habrían sido permanentes sino episódicos. Esto se hacía evidente puesto que ya no existían como tales, a excepción de casos muy con- cretos en forma de istmos geográficos, como el de Panamá o Bering, por ejemplo. Con el tiempo se llamarían también, precisamente con esta referen- cia, eslabones ístmicos. Así, pues, debían de haber- se hundido en las cuencas oceánicas grandes volú- menes de materiales continentales, hundimientos asociados generalmente bien con movimientos eus- Holoceno. Por lo tanto, las dos Américas habrían permanecido aisladas antes del segundo istmo du- rante unos 50 Ma. La primera conexión a través del Atlántico la propuso Jules Marcou en la segunda mitad del siglo pasado, uniendo África con Sudamérica y creando un hipotético supercontinente que veinte años después Eduard Suess denominaría Gondwana. Las ideas básicas de la hipótesis de los puentes intercontinentales serían desarrolladas con posterioridad principalmente por Suess entre 1855 y 1909, en todos sus aspectos paleogeográficos más fundamen- tales. La incorporación de esta hipótesis a su obra cumbre, La Faz de la Tierra, hizo que permaneciera arraigada entre paleontólogos, biólogos y biogeógrafos en general, hasta bien entrado el siglo XX. En 1917, Arldt (in Wegener, 1929) publicó un gráfico de opinión sobre la existencia o inexistencia de algunos de los puentes más importantes, derivándose de esta encuesta una creencia dominante en tales conexiones (Fig. 1). Figura 1. Gráfico de opinión sobre la existencia/inexistencia de algunos puentes intercontinentales importantes. Línea gruesa superior: respuestas afirmativas; línea gruesa inferior: respuestas negativas. Área rayada: diferencia afirmativa; área cuadriculada: diferencia negativa. (Según Arldt, in Wegener, 1929). 212 Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3) En las décadas siguientes, algunos autores, cu- yas aportaciones a sus respectivos campos han teni- do una cierta relevancia, siguieron manteniendo la existencia de las conexiones terrestres (Fig. 2). Sir- cos. Y en el Índice alfabético, usado como glosario, tras definirlos como “uniones estrechas y tempora- les entre continentes”, hacen constar que “una teoría que requiere de tales uniones hipotéticas ha si- van, como ejemplo, Schuchert (1928, 1932), Willis do anulada por las teorías movilistas”. rrington (1956), o Furon (1958), entre otros mu- LA ISOSTASIA (1932), Le Danois (1938), Simpson (1943), Ca- chos. En 1949 se celebró en Nueva York un simpo- sio en el que se analizaron tanto las ideas a favor como las contrarias sobre las conexiones terrestres en el Atlántico Sur, especialmente durante el Meso- zoico (Mayr, 1952). Una de las pocas cosas que quedaron claras en dicho simposio fue la existencia de las dos corrientes opuestas, incluyendo la oposi- ción también frente a la alternativa geológica a los puentes terrestres cual era la deriva continental (Holmes, 1953). Los biogeógrafos, en general, no tuvieron en cuenta algunas de las consecuencias que se deriva- Sin relación alguna, en principio, con la hipó- tesis de los puentes intercontinentales, a partir del siglo XVIII se hicieron una serie de descubrimien- tos geofísicos que habrían de ser transcendentales. Éstos tuvieron que ver más con investigaciones geodésicas sobre la forma real que presentaba nuestro planeta. Newton (1726) había determinado que la tierra no era totalmente esférica, sino que, como consecuencia de la rotación, debía estar achatada por los polos. La física newtoniana, enmarcándola dentro de la controversia sobre la fi- gura de la tierra (Fernie, 1991a, 1991b, 1992; La- ban directamente de la hipótesis de las conexiones fuente y Delgado, 1984; Lafuente y Mazuecos, tos puentes intercontinentales que se hacían imposi- bientes culturales franceses por Maupertuis también había que explicar. El Mediterráneo, por forma a un debate frente al que hasta ese momento terrestres. Entre otras, llenaron los océanos de tanbles las migraciones marinas que, por otro lado, ejemplo, no sólo permaneció aislado del Atlántico durante una parte de su historia geológica, sino que quedó reducido a poco más de dos lagunas interio- res en los últimos períodos interglaciares. Una anécdota para concluir este apartado: en muchos de los capítulos de una obra importante co- mo “Histoire de la Terre”, de Termier y Termier (1979), utilizan todavía el término de puentes conti- nentales para lo que realmente son eslabones ístmi- 1987; Smith, 1987), sería introducida en los am(1732), con lo que Francia se incorporaría de esta había permanecido ajena. En las primeras décadas del siglo XVIII se orga- nizó, al igual que otra de similar naturaleza dirigida en este caso hacia Laponia, la expedición geodésica hispano-francesa al Perú (1735). Ésta tenía por obje- to establecer con precisión la longitud del meridiano terrestre y zanjar la controversia sobre la figura de la tierra. Algunos de los resultados de dicha expedi- ción fueron adelantados por su director, el hidrógra- Figura 2. Paleogeografía del Océano Atlántico donde se muestran los puentes terrestres: A) finales de la Era Primaria; B) finales de la Era Secundaria. Obsérvese que la “Atlántida” se consideraba uno de ellos (según Le Danois, 1938). Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3) 213 Figura 3. Pierre Bouguer (1698-1758), y portada de su obra La Figure de la Terre (1749). fo y geodesta francés Pierre Bouguer (1698-1758) Para Airy (1855), las masas corticales presentaban to- de su nacimiento), en una obra personal, La Figure isostático sólo era posible mantenerlo siempre y cuan- (del que se cumple actualmente el tercer centenario de la Terre (Bouguer, 1749) (Fig. 3), lo que le llevó a la enemistad con los demás expedicionarios. Entre los datos aportados se encuentran las primeras ob- servaciones realizadas sobre anomalías gravimétri- das la misma densidad. De esta forma, el equilibrio do estas masas se hundiesen en el manto a modo de ra- íces hasta una profundidad máxima denominada nivel de compensación isostática. Dicha profundidad alcan- zada estaría en relación con la altura existente. En las cas en las masas continentales. El fenómeno asocia- cadenas montañosas, pues, existirían raíces corticales (Dutton, 1889). La universalidad de su existencia se malías gravimétricas negativas) que en las llanuras o a do recibiría posteriormente el nombre de Isostasia vería comprobada a lo largo y ancho del planeta en sucesivas observaciones experimentales. más profundas (lo que se verificaba en forma de anonivel del mar (donde dichas anomalías eran positivas). Según el modelo de Pratt (1855), por el contra- En un principio se entendió la isostasia como una rio, todas las masas corticales presentaban el mismo topografía. A tal efecto se propusieron dos modelos an- equilibrio se mantendría debido a una densidad di- ordenación de la masa provocada de algún modo por la tagónicos para poder explicar dicho fenómeno (Fig. 4). grado de profundización en el manto, por lo que el ferencial en dichas masas. Figura 4. Interpretación de los modelos del equilibrio isostático: A) según Pratt (1855); B) según Airy (1855). 214 Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3) Figura 5. Argumentos a favor de la inclusión de las Ciencias de la Tierra en un Curriculum Nacional de Ciencias Independientemente del modelo, la aceptación del principio de la isostasia hacía muy difícil seguir sosteniendo la existencia de los puentes interconti- nentales. El equilibrio isostático requerido hacía imposible, no ya la presencia de los puentes terres- tres, sino su desaparición mediante hundimiento. isostáticas correspondientes, e importantes variacio- nes eustáticas del nivel del mar. Esto evidentemente condujo a la existencia de conexiones terrestres en aquellas zonas marítimas donde la proximidad, por un lado, y la escasa profundidad, por otro, las hacía factibles. De esta forma, zonas sumergidas actual- Además, no aparecían por ningún sitio los restos de mente, en determinadas épocas del pasado geológico en la dorsal mesoatlántica tras su descubrimiento la migración o dispersión de las especies. Dentro de tales cataclismos, aunque algunos los quisieron ver por el Challenger durante la citada expedición oceanográfica a finales del siglo XIX. A principios del siglo XX, Alfred Wegener se enfrentó directamente a esta hipótesis de las cone- xiones terrestre a través de su teoría de la deriva continental (Wegener, 1929). La migraciones eran fácilmente explicables si los continentes hubieran estado unidos en el pasado formando la Pangea, y por lo tanto ya no eran necesarias dichas conexio- nes. Una de las bases sobre las que se apoyaba We- gener era precisamente la isostasia. Ante los problemas geodésicos que debía resolver, Wegener, muy hábilmente, propuso una solución ecléctica en este sentido: aceptaba el modelo de Airy para las cade- nas montañosas, y el modelo de Pratt para la transi- ción hasta los fondos oceánicos. Como es bien co- nocido, la dificultad de explicar la fuerza necesaria para los desplazamientos continentales hizo que buena parte de los científicos de los tierra se opu- sieran a la deriva, y en consecuencia se siguieran defendiendo los puentes terrestres. Estudios oceanográficos iniciados durante la se- gunda década de este siglo establecieron que la isosta- sia podía aplicarse por igual tanto a los fondos oceáni- cos como a los continentes (Vening Meinesz, 1926). Esto era definitivo para desechar la hipótesis de los puentes intercontinentales debido esencialmente a la imposibilidad física de su existencia. Sin embargo, las importantes observaciones del oceanógrafo holandés formaron parte de áreas continentales, permitiendo estas zonas destacan la tierra de la Sonda (que habría unido Asia-Australasia), Gibraltar, el istmo pelagoniano de Sicilia, y en épocas concretas toda la cuenca mediterránea (Europa-África), el estrecho de Bering (Asia-Norteamérica), el Canal de la Mancha y el mar del Norte (Islas Británicas-continente euro- peo), istmo de Panamá (Norte y Sudamérica), así como la meseta de las Malvinas, islas Sandwich y el Arco de Scotia (Antártida-Sudamérica). La desapa- rición de tales uniones también habría que asociarla a transgresiones marinas debidas a fenómenos eustá- ticos como consecuencia de los deshielos, o a movi- mientos epirogénicos relacionados en última instan- cia con el equilibrio isostático. Para las grandes conexiones transoceánicas la geología actual no re- conoce ningún puente terrestre como los propuestos en el pasado geológico, por lo que habría que recurrir ineludiblemente a la deriva continental. Una parte importante de la historia climática del planeta ha sido cíclica. Pero existen también algunos eventos singulares y por lo tanto únicos, con importantes datos a favor de que estos últimos no fueron tan uniformes y graduales como se ha veni- do suponiendo. La respuesta a interrogantes sobre estos aspectos habría que buscarla en el Neocatas- trofismo y en sus relaciones con la Astronomía, in- cluyendo también aquí la naturaleza episódica de dichas conexiones. ¡Pero esto ya es otra histora! Por otro lado, la isostasia hay que considerarla fueron en muchos campos ignoradas en contra de to- como una tendencia hacia el equilibrio de flotación dios de tomografía sísmica, considerados aisladamen- ordenación de la masa producida por la topografía. das las evidencias geofísicas. Por otro lado, los estu- te, en principio apoyaban el modelo de Airy. Sólo la emergencia de la Tectónica de Placas a finales de los años 60 consiguió modificar la visión del planeta de una forma global, “destruyendo” todas las pruebas irrefutables sobre la existencia de los puentes intercontinentales. LA PERCEPCIÓN CONCEPTOS ACTUAL de la corteza sobre el manto menos denso, y no una En realidad, este equilibrio sólo se alcanza teórica- mente a nivel de la superficie del geoide. Existen dos factores que esencialmente impiden que esto ocurra en realidad: el enorme vigor geológico del planeta, por un lado, y a la gran rigidez de la corte- za, por otro, lo que influye negativamente en la redistribución de las masas. Asimismo, los grandes DE AMBOS La geología actual concibe ambos conceptos de una forma distinta a la que se planteó históricamen- depósitos sedimentarios por ejemplo en los deltas, o las masas de hielo en las zonas polares, influyen en esta distribución y por lo tanto en el equilibrio isostático. Las observaciones gravimétricas y sísmicas conjuntas de la última mitad de este siglo han per- mitido comprender mejor el fenómeno de la com- te, y como no podría ser de otra forma, asociándo- pensación, y en cierta medida valorar de una forma mo la Paleoclimatología, y con la Astronomía. la estructura cortical la que explica la tendencia al los con otras ramas de las Ciencias de la Tierra, co- La característica más importante del clima te- rrestre a lo largo de la historia del planeta ha sido su naturaleza cambiante. Dentro de estos cambios, du- rante los períodos glaciares se sustrajeron cantidades inmensas de aguas oceánicas que se depositaron so- bre los continentes, provocando las compensaciones Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3) “novedosa” la hipótesis de la isostasia. No sólo es equilibrio; también hay que considerar la distribución de densidades lateralmente tanto en la corteza como dentro del manto superior (debido a su heterogeneidad). Esto nos lleva a pensar que quizás Pratt, y también Wegener, no estaban tan equivocados como se ha supuesto. 215 CONSIDERACIONES DIDÁCTICAS Una vez más la Historia de las Ciencias nos abre unas perspectivas didácticas interesantes para la en- señanza de una geología con un enfoque dinámico, Bouguer, P. (1749). La Figure de la Terre. Ch.-A. Jombert, París. Carrington, R. (1956). A guide to earth history. Penguin, Middlesex (ed. 1958). Dutton, C.E. (1889). On some of the greater problems of es decir, donde el eje central sea la noción de imper- physical geology. Bull. Wash. Phil. Soc., Section B, 11, 51-64. gicos, pero también en lo que se refiere a los concep- 79(2), 108-110. verificará, de acuerdo con Giordan y Vecchi (1987), 79(5), 393-395. nunca arbitrarias, a problemas planteados. Así, se po- 80(2), 125-127. no menos importante, el espíritu crítico frente a las Ed. Diada, Sevilla. (Trad. castellana 1988, 2ª ed. 1995). manencia, preferentemente para los caracteres geoló- tos a lo largo de los siglos. De esta forma se que las teorías científicas son respuestas concretas, drá valorar, por un lado, los conceptos, y por otro, y nuevas ideas y al cambio conceptual. En el caso que nos ocupa, la hipótesis de los puentes intercontinentales no debería desligarse del Fernie, J.D. (1991a). The shape of the earth. Am. Sci., Fernie, J.D. (1991b). The shape of the earth. Am. Sci., Fernie, J.D. (1992). The shape of the earth. Am. Sci., Giordan, A. y Vecchi, G. de (1987). Los orígenes del saber. Hale, M. (1677). The primitive origination of mankind. W. Shrowsbery, Londres. Holmes, A. (1953). The South Atlantic: land bridges or principio de la isostasia desde el punto de vista di- continental drift? Nature, 171, 669-671. ideas, como hemos visto, se dio una convergencia Hemipoli. dáctico, puesto que en el devenir histórico de ambas epistemológica sumamente importante e interesante. También estos conceptos nos ayudan a com- prender mejor las dificultades de avance en la cons- trucción del conocimiento. Esto se produce espe- cialmente cuando se trata de ideas muy arraigadas en determinados campos (en este caso, la Biología y la Biogeografía), y frente a las cuales no hay alternativas demasiado convincentes. Recordemos que la aceptación de la isostasia debería haber haber provocado el “hundimiento” definitivo de las conexiones terrestres, aunque de hecho no ocurrió así para zoólogos, botánicos o paleontólogos. Es precisamente en el transformismo geológico de los albores del siglo XX donde creemos deberían enmarcarse estos conceptos, analizando su desarro- llo histórico para comprender mejor la relación entre ambos. Podemos utilizar, pues, la controversia sobre la Hornius, G. (1669). De originibus Americanis. J. Müllerli, Lafuente, A. y Delgado, A.J. (1984). La geometrización de la tierra (1735-1744). Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia Nº 3, C.S.I.C., Madrid. Lafuente, A. y Mazuecos, A. (1987). Los caballeros del punto fijo. El Serbal-C.S.I.C., Barcelona. Le Danois, E. (1938). El Atlántico. Historia y vida de un océano. Espasa Calpe, Madrid. (Trad. castellana 1940). Maupertuis, P.L.M. de (1732). Discurso sobre las diferentes figuras de los astros, donde se intenta explicar los principales fenómenos del cielo. En: El orden verosímil del cosmos. Alianza, Madrid, pp. 47-90. (Trad. castellana 1985; edición descatalogada). Mayr, E. (ed.) (1952). The problem of land connections across the South Atlantic, with special reference to the Mesozoic. Proceedings of the Symposium: The role of South Atlantic basin in Biogeography and Evolution. Fourth Annual Meeting of the Society for the Study of Evolution. Nueva York, 28-29 Diciembre/1949. Newton, I. (1726). Principios matemáticos de filosofía natural. Alianza, Madrid, tomo 2, libro III, proposiciones XVIII- deriva continental para que el alumnado realice co- XX. (Trad. castellana 1987). ambos conceptos, que pueden seleccionarse de las tains and of the elevated region beyond them, upon the plumb-li- mentarios guiados a partir de textos originales sobre Pratt, J.H. (1855). On the attraction of the Himalaya moun- siguientes referencias: Wegener (1929, cap. 2), Fu- ne in India. Philos. Trans. Roy. Soc. London, Ser. B, 45, 53-100. Schuchert (1928, p. 140). continental. En: W.A.J.M. van W. van der Gracht (ed.). La teo- ron (1958, pp. 40-43), Wegener (1929, cap. 4), y Schuchert, C. (1928). La hipótesis del desplazamiento ría de la deriva continental. Simposio sobre el origen y movi- También resulta útil el plantear un debate en el miento de las masas terrestres intercontinentales e intraconti- alumnos tomen partido frente a las distintas ideas, y Publicaciones, Consejería de Educación, Gobierno de Cana- aula, dentro de la citada controversia, en la que los en concreto buscando argumentos en pro y en con- tra de las pruebas biogeográficas de Wegener, lo que les hará desembocar inevitablemente en el análisis de los dos conceptos que hemos tratado. Los procedimientos heurísticos nos harán ver que obviando estos enfoques históricos en el aula se pierde una gran oportunidad de contribuir a una me- jor formación de nuestros alumnos. BIBLIOGRAFÍA Airy, G.B. (1855). On the computation of the effect of the attraction of mountain-masses, as disturbing the apparent astronomical latitude of stations in geodetic surveys. Phil. Trans. Roy. Soc. London, Ser. B, 145, 101-104. 216 nentales tal como propone Alfred Wegener. Servicio de rias, S/C Tenerife (trad. cast. 1998), pp. 109-142. Schuchert, C. (1932). Gondwana land bridges. Bull. Geol. Soc. America, 44, 875-916. Simpson, G.G. (1943). Mammals and the nature of the continents. Am. J. Sci., 241, 1-31. Smith, J.R.(1987). From plane to spheroid. Landmark Enterprises, Rancho Cordova (Ca.). Termier, H. y Termier, G. (1979). Histoire de la Terre. Presses Universitaire de France, París. Vening Meinesz, F.A. (1926). Gravity survey by submarine via Panama to Java. Geogr. J., 1(21), 144-159. Wegener, A. (1929). El origen de los continentes y océanos. Pirámide, Madrid. (Trad. castellana 1983, de la 4ª ed. alemana). Willis, B. (1932). Isthmian links. Bull. Geol. Soc. America, 43, 917-952. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3)