fundamentos conceptuales y didácticos

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FUNDAMENTOS CONCEPTUALES Y DIDÁCTICOS
PUENTES INTERCONTINENTALES E ISOSTASIA:
ASPECTOS HISTÓRICOS Y DIDÁCTICOS.
Land Bridges and Isostasy: Historical and didactic aspects.
Cándido Manuel García Cruz (*)
RESUMEN
Se analizan los orígenes históricos tanto de la hipótesis de los puentes intercontinentales como del
principio de la isostasia. Aunque la aceptación de este último hacía imposible la existencia de aquéllos,
las conexiones terrestres estuvieron muy arraigadas hasta bien entrado el siglo XX. Se dan por otro lado
algunas consideraciones didácticas en relación especialmente con el desarrollo de la deriva continental.
ABSTRACT
The historical origins of both Hypothesis of the land-bridges and the Principle of Isostasy are analysed. The acceptance of the latter made impossible the existence of the land connections, these have been,
however, deep-rooted until well on into the twentieth century. On the other hand, some didactic considerations specially in relation to the development of continental drift are done.
Palabras clave: Puentes intercontinentales, isostasia, historia de la geología, didáctica.
Keywords: Land bridges, isostasy, history of geology, didactics.
INTRODUCCIÓN
También habría que considerar en este mismo
Como consecuencia de la nueva geografía que
se derivó del descubrimiento de América, comenzaron a organizarse numerosas expediciones
trans-oceánicas que surcaron todos los mares del
planeta. Muchas de ellas tenían un carácter políti-
co meramente expansionista, como fueron, por
ejemplo, las de Vasco de Gama (1497-1499), Ma-
gallanes y Elcano (1519-1521), o las correrías de
sentido a algunos naturalistas, exploradores y viaje-
ros, que a título particular o en viajes de menor
cuantía pero de gran transcendencia, contribuyeron
a un mejor conocimiento de la naturaleza del plane-
ta. Entre ellos, indiscutiblemente, habría que destacar a Carl von Linné, Alexander von Humboldt y
Aimé Bonpland.
El inventario de los organismos condujo al re-
Francis Drake (1577-1580). Sin embargo, otras
conocimiento de una patente similitud entre espe-
las que destacarían la del “Endeavour” (1768-71)
de la flora y la fauna de continentes muy alejados
también poseían un componente científico, entre
en la primera gran travesía del Capitán Cook al
Océano Pacífico; las de Alejandro Malaspina
cies contemporáneas, tanto fósiles como actuales,
en la actualidad. Éste era el caso de las relaciones
de semejanza de diferentes grupos biológicos, por
(1782-1789) a bordo de los buques “Asunción” y
ejemplo: la flora permo-carbonífera y los reptiles
la expedición de Jean-François de Galaup, Conde
tártida, por un lado, o los dinosaurios pérmicos y
“Astrea”, con esta última circunnavegó el globo;
de La Pérouse (1785), de trágico final; los viajes
de William Bligh y el “Bounty” (1788) a los Ma-
permo-triásicos de Sudáfrica-Sudamérica-India-An-
los gasterópodos de Eurasia y Norteamérica, por
otro. Sin embargo, tal semejanza hacía impensable
res del Sur; la del “Beagle” (1831-36) con Char-
el planteamiento de orígenes distintos en lugares di-
fica
la necesidad de una estrecha relación física entre las
les Darwin a bordo; o la gran empresa oceonográdel
“Challenger”
(1872-76)
en
sus
transcendentales viajes de cartografiado del fondo
oceánico. A lo largo de estas expediciones se rea-
lizaría la recogida de material que devendría en
las grandes colecciones tanto botánicas como zoo-
lógicas y paleontológicas de la principales institu-
ciones, museos y sociedades, del continente euro-
peo.
ferentes. Esto llevó a algunos naturalistas a expresar
masas continentales para poder explicar dicha similitud mediante migraciones terrestres en épocas pa-
sadas. Así, dentro de la indiscutible concepción fijista o de permanencia geológica, nació la idea de
los puentes intercontinentales. De esta forma, se
permitía el intercambio de organismos, incluyendo
aquí también las migraciones humanas, entre zonas
(*)Dpto. de Ciencias de la Naturaleza (Biología y Geología), I.E.S. Mencey Acaymo, c/ Poeta Arístides Hernández Mora, s/n,
38500 Güímar, Tenerife. E-mail: [email protected].
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3) 211-216
I.S.S.N.: 1132-9157
211
muy alejadas en la actualidad, a veces incluso separadas por profundos océanos.
Paralelamente, y también fruto de una de estas
expediciones científicas, se descubrió lo que poste-
riormente se denominaría Isostasia, y que habría de
tener un significado transcendental frente a la idea
de las conexiones terrestres.
En este trabajo vamos a analizar brevemente el
desarrollo histórico de ambos conceptos, y realiza-
remos algunas orientaciones didácticas al respecto.
táticos, bien con cataclismos, como una reminiscencia más de la filosofía catastrofista clásica. Por otro
lado, este fenómeno tenía que haber sido, además,
cíclico. Es decir, la gran mayoría de las conexiones
terrestres se habrían formado y hundido repetida-
mente, explicándose así las similitudes biológicas
de diferentes épocas en la historia de la tierra, y
permitiéndose al mismo tiempo el aislamiento geográfico durante largos períodos. Para el caso de Pa-
namá, en concreto, se aceptaban al menos dos edi-
ciones: una en el Cretácico Superior-Eoceno
Inferior, y otra en el Plioceno Superior-PleistocenoLOS CONCEPTOS A TRAVÉS DE LA
HISTORIA
LOS PUENTES INTERCONTINENTALES
Las primeras propuestas sobre las conexiones
continentales se empiezan a hacer en la segunda mi-
tad del siglo XVII. En ellas se intentaba explicar especialmente el poblamiento humano de Norteaméri-
ca, bien a través de mares helados (Hornius, 1669), o
mediante auténticos puentes terrestres (Hale, 1677).
De acuerdo con esta hipótesis, la gran mayoría
de los puentes no habrían sido permanentes sino
episódicos. Esto se hacía evidente puesto que ya no
existían como tales, a excepción de casos muy con-
cretos en forma de istmos geográficos, como el de
Panamá o Bering, por ejemplo. Con el tiempo se
llamarían también, precisamente con esta referen-
cia, eslabones ístmicos. Así, pues, debían de haber-
se hundido en las cuencas oceánicas grandes volú-
menes de materiales continentales, hundimientos
asociados generalmente bien con movimientos eus-
Holoceno. Por lo tanto, las dos Américas habrían
permanecido aisladas antes del segundo istmo du-
rante unos 50 Ma.
La primera conexión a través del Atlántico la
propuso Jules Marcou en la segunda mitad del siglo
pasado, uniendo África con Sudamérica y creando
un hipotético supercontinente que veinte años después Eduard Suess denominaría Gondwana.
Las ideas básicas de la hipótesis de los puentes
intercontinentales serían desarrolladas con posterioridad principalmente por Suess entre 1855 y 1909, en
todos sus aspectos paleogeográficos más fundamen-
tales. La incorporación de esta hipótesis a su obra
cumbre, La Faz de la Tierra, hizo que permaneciera
arraigada entre paleontólogos, biólogos y biogeógrafos en general, hasta bien entrado el siglo XX.
En 1917, Arldt (in Wegener, 1929) publicó un
gráfico de opinión sobre la existencia o inexistencia
de algunos de los puentes más importantes, derivándose de esta encuesta una creencia dominante en tales conexiones (Fig. 1).
Figura 1. Gráfico de opinión sobre la existencia/inexistencia de algunos puentes intercontinentales importantes. Línea gruesa superior: respuestas afirmativas; línea gruesa inferior: respuestas negativas. Área rayada:
diferencia afirmativa; área cuadriculada: diferencia negativa. (Según Arldt, in Wegener, 1929).
212
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3)
En las décadas siguientes, algunos autores, cu-
yas aportaciones a sus respectivos campos han teni-
do una cierta relevancia, siguieron manteniendo la
existencia de las conexiones terrestres (Fig. 2). Sir-
cos. Y en el Índice alfabético, usado como glosario,
tras definirlos como “uniones estrechas y tempora-
les entre continentes”, hacen constar que “una teoría que requiere de tales uniones hipotéticas ha si-
van, como ejemplo, Schuchert (1928, 1932), Willis
do anulada por las teorías movilistas”.
rrington (1956), o Furon (1958), entre otros mu-
LA ISOSTASIA
(1932), Le Danois (1938), Simpson (1943), Ca-
chos. En 1949 se celebró en Nueva York un simpo-
sio en el que se analizaron tanto las ideas a favor
como las contrarias sobre las conexiones terrestres
en el Atlántico Sur, especialmente durante el Meso-
zoico (Mayr, 1952). Una de las pocas cosas que
quedaron claras en dicho simposio fue la existencia
de las dos corrientes opuestas, incluyendo la oposi-
ción también frente a la alternativa geológica a los
puentes terrestres cual era la deriva continental
(Holmes, 1953).
Los biogeógrafos, en general, no tuvieron en
cuenta algunas de las consecuencias que se deriva-
Sin relación alguna, en principio, con la hipó-
tesis de los puentes intercontinentales, a partir del
siglo XVIII se hicieron una serie de descubrimien-
tos geofísicos que habrían de ser transcendentales.
Éstos tuvieron que ver más con investigaciones
geodésicas sobre la forma real que presentaba
nuestro planeta. Newton (1726) había determinado
que la tierra no era totalmente esférica, sino que,
como consecuencia de la rotación, debía estar
achatada por los polos. La física newtoniana, enmarcándola dentro de la controversia sobre la fi-
gura de la tierra (Fernie, 1991a, 1991b, 1992; La-
ban directamente de la hipótesis de las conexiones
fuente y Delgado, 1984; Lafuente y Mazuecos,
tos puentes intercontinentales que se hacían imposi-
bientes culturales franceses por Maupertuis
también había que explicar. El Mediterráneo, por
forma a un debate frente al que hasta ese momento
terrestres. Entre otras, llenaron los océanos de tanbles las migraciones marinas que, por otro lado,
ejemplo, no sólo permaneció aislado del Atlántico
durante una parte de su historia geológica, sino que
quedó reducido a poco más de dos lagunas interio-
res en los últimos períodos interglaciares.
Una anécdota para concluir este apartado: en
muchos de los capítulos de una obra importante co-
mo “Histoire de la Terre”, de Termier y Termier
(1979), utilizan todavía el término de puentes conti-
nentales para lo que realmente son eslabones ístmi-
1987; Smith, 1987), sería introducida en los am(1732), con lo que Francia se incorporaría de esta
había permanecido ajena.
En las primeras décadas del siglo XVIII se orga-
nizó, al igual que otra de similar naturaleza dirigida
en este caso hacia Laponia, la expedición geodésica
hispano-francesa al Perú (1735). Ésta tenía por obje-
to establecer con precisión la longitud del meridiano
terrestre y zanjar la controversia sobre la figura de la
tierra. Algunos de los resultados de dicha expedi-
ción fueron adelantados por su director, el hidrógra-
Figura 2. Paleogeografía del Océano Atlántico donde se muestran los puentes terrestres: A) finales de la Era
Primaria; B) finales de la Era Secundaria. Obsérvese que la “Atlántida” se consideraba uno de ellos (según
Le Danois, 1938).
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3)
213
Figura 3. Pierre Bouguer (1698-1758), y portada de su obra La Figure de la Terre (1749).
fo y geodesta francés Pierre Bouguer (1698-1758)
Para Airy (1855), las masas corticales presentaban to-
de su nacimiento), en una obra personal, La Figure
isostático sólo era posible mantenerlo siempre y cuan-
(del que se cumple actualmente el tercer centenario
de la Terre (Bouguer, 1749) (Fig. 3), lo que le llevó
a la enemistad con los demás expedicionarios. Entre
los datos aportados se encuentran las primeras ob-
servaciones realizadas sobre anomalías gravimétri-
das la misma densidad. De esta forma, el equilibrio
do estas masas se hundiesen en el manto a modo de ra-
íces hasta una profundidad máxima denominada nivel
de compensación isostática. Dicha profundidad alcan-
zada estaría en relación con la altura existente. En las
cas en las masas continentales. El fenómeno asocia-
cadenas montañosas, pues, existirían raíces corticales
(Dutton, 1889). La universalidad de su existencia se
malías gravimétricas negativas) que en las llanuras o a
do recibiría posteriormente el nombre de Isostasia
vería comprobada a lo largo y ancho del planeta en
sucesivas observaciones experimentales.
más profundas (lo que se verificaba en forma de anonivel del mar (donde dichas anomalías eran positivas).
Según el modelo de Pratt (1855), por el contra-
En un principio se entendió la isostasia como una
rio, todas las masas corticales presentaban el mismo
topografía. A tal efecto se propusieron dos modelos an-
equilibrio se mantendría debido a una densidad di-
ordenación de la masa provocada de algún modo por la
tagónicos para poder explicar dicho fenómeno (Fig. 4).
grado de profundización en el manto, por lo que el
ferencial en dichas masas.
Figura 4. Interpretación de los modelos del equilibrio isostático: A) según Pratt (1855); B) según Airy (1855).
214
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3)
Figura 5. Argumentos a favor de la inclusión de las Ciencias de la Tierra en un Curriculum Nacional de Ciencias
Independientemente del modelo, la aceptación
del principio de la isostasia hacía muy difícil seguir
sosteniendo la existencia de los puentes interconti-
nentales. El equilibrio isostático requerido hacía
imposible, no ya la presencia de los puentes terres-
tres, sino su desaparición mediante hundimiento.
isostáticas correspondientes, e importantes variacio-
nes eustáticas del nivel del mar. Esto evidentemente
condujo a la existencia de conexiones terrestres en
aquellas zonas marítimas donde la proximidad, por
un lado, y la escasa profundidad, por otro, las hacía
factibles. De esta forma, zonas sumergidas actual-
Además, no aparecían por ningún sitio los restos de
mente, en determinadas épocas del pasado geológico
en la dorsal mesoatlántica tras su descubrimiento
la migración o dispersión de las especies. Dentro de
tales cataclismos, aunque algunos los quisieron ver
por el Challenger durante la citada expedición oceanográfica a finales del siglo XIX.
A principios del siglo XX, Alfred Wegener se
enfrentó directamente a esta hipótesis de las cone-
xiones terrestre a través de su teoría de la deriva
continental (Wegener, 1929). La migraciones eran
fácilmente explicables si los continentes hubieran
estado unidos en el pasado formando la Pangea, y
por lo tanto ya no eran necesarias dichas conexio-
nes. Una de las bases sobre las que se apoyaba We-
gener era precisamente la isostasia. Ante los problemas geodésicos que debía resolver, Wegener, muy
hábilmente, propuso una solución ecléctica en este
sentido: aceptaba el modelo de Airy para las cade-
nas montañosas, y el modelo de Pratt para la transi-
ción hasta los fondos oceánicos. Como es bien co-
nocido, la dificultad de explicar la fuerza necesaria
para los desplazamientos continentales hizo que
buena parte de los científicos de los tierra se opu-
sieran a la deriva, y en consecuencia se siguieran
defendiendo los puentes terrestres.
Estudios oceanográficos iniciados durante la se-
gunda década de este siglo establecieron que la isosta-
sia podía aplicarse por igual tanto a los fondos oceáni-
cos como a los continentes (Vening Meinesz, 1926).
Esto era definitivo para desechar la hipótesis de los
puentes intercontinentales debido esencialmente a la
imposibilidad física de su existencia. Sin embargo, las
importantes observaciones del oceanógrafo holandés
formaron parte de áreas continentales, permitiendo
estas zonas destacan la tierra de la Sonda (que habría unido Asia-Australasia), Gibraltar, el istmo pelagoniano de Sicilia, y en épocas concretas toda la
cuenca mediterránea (Europa-África), el estrecho de
Bering (Asia-Norteamérica), el Canal de la Mancha
y el mar del Norte (Islas Británicas-continente euro-
peo), istmo de Panamá (Norte y Sudamérica), así
como la meseta de las Malvinas, islas Sandwich y el
Arco de Scotia (Antártida-Sudamérica). La desapa-
rición de tales uniones también habría que asociarla
a transgresiones marinas debidas a fenómenos eustá-
ticos como consecuencia de los deshielos, o a movi-
mientos epirogénicos relacionados en última instan-
cia con el equilibrio isostático. Para las grandes
conexiones transoceánicas la geología actual no re-
conoce ningún puente terrestre como los propuestos
en el pasado geológico, por lo que habría que recurrir ineludiblemente a la deriva continental.
Una parte importante de la historia climática del
planeta ha sido cíclica. Pero existen también algunos eventos singulares y por lo tanto únicos, con
importantes datos a favor de que estos últimos no
fueron tan uniformes y graduales como se ha veni-
do suponiendo. La respuesta a interrogantes sobre
estos aspectos habría que buscarla en el Neocatas-
trofismo y en sus relaciones con la Astronomía, in-
cluyendo también aquí la naturaleza episódica de
dichas conexiones. ¡Pero esto ya es otra histora!
Por otro lado, la isostasia hay que considerarla
fueron en muchos campos ignoradas en contra de to-
como una tendencia hacia el equilibrio de flotación
dios de tomografía sísmica, considerados aisladamen-
ordenación de la masa producida por la topografía.
das las evidencias geofísicas. Por otro lado, los estu-
te, en principio apoyaban el modelo de Airy.
Sólo la emergencia de la Tectónica de Placas a
finales de los años 60 consiguió modificar la visión
del planeta de una forma global, “destruyendo” todas las pruebas irrefutables sobre la existencia de
los puentes intercontinentales.
LA
PERCEPCIÓN
CONCEPTOS
ACTUAL
de la corteza sobre el manto menos denso, y no una
En realidad, este equilibrio sólo se alcanza teórica-
mente a nivel de la superficie del geoide. Existen
dos factores que esencialmente impiden que esto
ocurra en realidad: el enorme vigor geológico del
planeta, por un lado, y a la gran rigidez de la corte-
za, por otro, lo que influye negativamente en la redistribución de las masas. Asimismo, los grandes
DE
AMBOS
La geología actual concibe ambos conceptos de
una forma distinta a la que se planteó históricamen-
depósitos sedimentarios por ejemplo en los deltas, o
las masas de hielo en las zonas polares, influyen en
esta distribución y por lo tanto en el equilibrio isostático. Las observaciones gravimétricas y sísmicas
conjuntas de la última mitad de este siglo han per-
mitido comprender mejor el fenómeno de la com-
te, y como no podría ser de otra forma, asociándo-
pensación, y en cierta medida valorar de una forma
mo la Paleoclimatología, y con la Astronomía.
la estructura cortical la que explica la tendencia al
los con otras ramas de las Ciencias de la Tierra, co-
La característica más importante del clima te-
rrestre a lo largo de la historia del planeta ha sido su
naturaleza cambiante. Dentro de estos cambios, du-
rante los períodos glaciares se sustrajeron cantidades
inmensas de aguas oceánicas que se depositaron so-
bre los continentes, provocando las compensaciones
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998. (6.3)
“novedosa” la hipótesis de la isostasia. No sólo es
equilibrio; también hay que considerar la distribución de densidades lateralmente tanto en la corteza
como dentro del manto superior (debido a su heterogeneidad). Esto nos lleva a pensar que quizás
Pratt, y también Wegener, no estaban tan equivocados como se ha supuesto.
215
CONSIDERACIONES DIDÁCTICAS
Una vez más la Historia de las Ciencias nos abre
unas perspectivas didácticas interesantes para la en-
señanza de una geología con un enfoque dinámico,
Bouguer, P. (1749). La Figure de la Terre. Ch.-A. Jombert, París.
Carrington, R. (1956). A guide to earth history. Penguin,
Middlesex (ed. 1958).
Dutton, C.E. (1889). On some of the greater problems of
es decir, donde el eje central sea la noción de imper-
physical geology. Bull. Wash. Phil. Soc., Section B, 11, 51-64.
gicos, pero también en lo que se refiere a los concep-
79(2), 108-110.
verificará, de acuerdo con Giordan y Vecchi (1987),
79(5), 393-395.
nunca arbitrarias, a problemas planteados. Así, se po-
80(2), 125-127.
no menos importante, el espíritu crítico frente a las
Ed. Diada, Sevilla. (Trad. castellana 1988, 2ª ed. 1995).
manencia, preferentemente para los caracteres geoló-
tos a lo largo de los siglos. De esta forma se
que las teorías científicas son respuestas concretas,
drá valorar, por un lado, los conceptos, y por otro, y
nuevas ideas y al cambio conceptual.
En el caso que nos ocupa, la hipótesis de los
puentes intercontinentales no debería desligarse del
Fernie, J.D. (1991a). The shape of the earth. Am. Sci.,
Fernie, J.D. (1991b). The shape of the earth. Am. Sci.,
Fernie, J.D. (1992). The shape of the earth. Am. Sci.,
Giordan, A. y Vecchi, G. de (1987). Los orígenes del saber.
Hale, M. (1677). The primitive origination of mankind. W.
Shrowsbery, Londres.
Holmes, A. (1953). The South Atlantic: land bridges or
principio de la isostasia desde el punto de vista di-
continental drift? Nature, 171, 669-671.
ideas, como hemos visto, se dio una convergencia
Hemipoli.
dáctico, puesto que en el devenir histórico de ambas
epistemológica sumamente importante e interesante.
También estos conceptos nos ayudan a com-
prender mejor las dificultades de avance en la cons-
trucción del conocimiento. Esto se produce espe-
cialmente cuando se trata de ideas muy arraigadas
en determinados campos (en este caso, la Biología
y la Biogeografía), y frente a las cuales no hay alternativas demasiado convincentes. Recordemos
que la aceptación de la isostasia debería haber haber
provocado el “hundimiento” definitivo de las conexiones terrestres, aunque de hecho no ocurrió así
para zoólogos, botánicos o paleontólogos.
Es precisamente en el transformismo geológico
de los albores del siglo XX donde creemos deberían
enmarcarse estos conceptos, analizando su desarro-
llo histórico para comprender mejor la relación entre ambos.
Podemos utilizar, pues, la controversia sobre la
Hornius, G. (1669). De originibus Americanis. J. Müllerli,
Lafuente, A. y Delgado, A.J. (1984). La geometrización de
la tierra (1735-1744). Cuadernos Galileo de Historia de la
Ciencia Nº 3, C.S.I.C., Madrid.
Lafuente, A. y Mazuecos, A. (1987). Los caballeros del
punto fijo. El Serbal-C.S.I.C., Barcelona.
Le Danois, E. (1938). El Atlántico. Historia y vida de un
océano. Espasa Calpe, Madrid. (Trad. castellana 1940).
Maupertuis, P.L.M. de (1732). Discurso sobre las diferentes figuras de los astros, donde se intenta explicar los principales fenómenos del cielo. En: El orden verosímil del cosmos.
Alianza, Madrid, pp. 47-90. (Trad. castellana 1985; edición
descatalogada).
Mayr, E. (ed.) (1952). The problem of land connections
across the South Atlantic, with special reference to the Mesozoic. Proceedings of the Symposium: The role of South Atlantic basin in Biogeography and Evolution. Fourth Annual Meeting of the Society for the Study of Evolution. Nueva York,
28-29 Diciembre/1949.
Newton, I. (1726). Principios matemáticos de filosofía natural. Alianza, Madrid, tomo 2, libro III, proposiciones XVIII-
deriva continental para que el alumnado realice co-
XX. (Trad. castellana 1987).
ambos conceptos, que pueden seleccionarse de las
tains and of the elevated region beyond them, upon the plumb-li-
mentarios guiados a partir de textos originales sobre
Pratt, J.H. (1855). On the attraction of the Himalaya moun-
siguientes referencias: Wegener (1929, cap. 2), Fu-
ne in India. Philos. Trans. Roy. Soc. London, Ser. B, 45, 53-100.
Schuchert (1928, p. 140).
continental. En: W.A.J.M. van W. van der Gracht (ed.). La teo-
ron (1958, pp. 40-43), Wegener (1929, cap. 4), y
Schuchert, C. (1928). La hipótesis del desplazamiento
ría de la deriva continental. Simposio sobre el origen y movi-
También resulta útil el plantear un debate en el
miento de las masas terrestres intercontinentales e intraconti-
alumnos tomen partido frente a las distintas ideas, y
Publicaciones, Consejería de Educación, Gobierno de Cana-
aula, dentro de la citada controversia, en la que los
en concreto buscando argumentos en pro y en con-
tra de las pruebas biogeográficas de Wegener, lo
que les hará desembocar inevitablemente en el análisis de los dos conceptos que hemos tratado.
Los procedimientos heurísticos nos harán ver
que obviando estos enfoques históricos en el aula se
pierde una gran oportunidad de contribuir a una me-
jor formación de nuestros alumnos.
BIBLIOGRAFÍA
Airy, G.B. (1855). On the computation of the effect of the
attraction of mountain-masses, as disturbing the apparent astronomical
latitude of stations in geodetic surveys. Phil. Trans.
Roy. Soc. London, Ser. B, 145, 101-104.
216
nentales tal como propone Alfred Wegener. Servicio de
rias, S/C Tenerife (trad. cast. 1998), pp. 109-142.
Schuchert, C. (1932). Gondwana land bridges. Bull. Geol.
Soc. America, 44, 875-916.
Simpson, G.G. (1943). Mammals and the nature of the
continents. Am. J. Sci., 241, 1-31.
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Termier, H. y Termier, G. (1979). Histoire de la Terre.
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Wegener, A. (1929). El origen de los continentes y océanos.
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Willis, B. (1932). Isthmian links. Bull. Geol. Soc.
America, 43, 917-952.
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 1998(6.3)
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