TOMAS NAVARRO TOMAS - Biblioteca Digital de Albacete

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TOMAS NAVARRO TOMAS
(1884-1979)
EDICION PATROCINADA POR
EXCMA. DIPUTACION DE ALBACETE
EXCMO, AYUNTAMIENTO DE LA RODA
TOMAS NAVARRO TOMAS
(1884-1979)
EDICION PATROCINADA POR
EXCMA DIPLJTACION DE ALBACETE
EXCMO. AYUNTAMIENTO DE LA RODA
0. L AB-1163-1988
1. S 8. N. 84-505-8256-3
IMPRESO EN ARTES GRAFICAS QUINTANILLA
Campoamor, 3
LA RODA (Albacete)
PRESENTACION
Tomás Navarro Tomás nació el catorce de abril de 1884 en La Roda (Albacete), y después de haber alcanzado, y dado ejemplo de los más altos niveles
científicos, cívicos y humanos yace, ahora, desde el dieciocho de septiembre de
1979, en el verde y plácido cementerio de Saint Marie en un pequeño lugar llamado Northampton, Massachusets.
A lo largo de la serie de artículos y escritos que seguirán a estas líneas, son
muchas las personalidades que van a centrar el hilo conductor de sus ideas,
acerca del científico y de investigador que fue, y también, en el hombre público,
que, en ocasiones, se vio obligado a ser. Los comentaristas son Académicos, escritores, lingüistas, poetas, discípulos ilustres, profesores, y personalidades bien
conocedoras del hombre en relación con su obra, pero, ¿cómo era Navarro Tomás fuera de ella?. Es muy difícil, prácticamente imposible, penetrar en las profundidades y arcanos del alma del ser humano y por ello, en estas notas, quien
las redacta no va a intentarlo siquiera, recurriremos a las propias palabras del
maestro, extraídas de sus cartas, pues su riqueza epistolar es sin igual, ya que
refleja un modo de sentir, una forma de ver la vida, un talante ante lo que llamamos vanidad, y así, decía: "...- no se puede uno sentir llamado ilustre tantas
veces en los mensajes del libro sin que reaccione el concepto de la propia limitación... Desde luego siento cierta emoción ante la multitud de firmas de personas
que no pueden yerme sino como un imaginario mito rodeño ausente que se ha
distinguido en extraños y poco comunes campos de trabajo.—".
Era así como se expresaba el Profesor Navarro Tomás en una carta en la
que comentaba sus impresiones al homenaje que se le había rendido, y que le
había sido llevado hasta el pequeño y lejano lugar en donde descansa definitivamente.
Fue uno de los hombres que ha producido la austera y enjuta llanura manchega, —mar de blancos y sienas—, pues ha sido tan parca en ofrecer pesonalidades cuya ciencia, arte o conocimiento salieran de su propio marco para exten-
derse a través de esa matriz cartesiana de paralelos y meridianos que, problablemente, cuando Cervantes imaginó al Caballero, lo hizo nacer en este descarnado lugar de la piel de España, que hasta el nombre del pueblo en donde echó al
mundo al ínclito y noble personaje, tuvo que ser olvidado.
Sin embargo, Navarro Tomás, a pesar de trabajar en esos, "extraños y poco
comunes campos de trabajo", siempre llevó consigo, siempre, el alma del pueblo
y de las gentes en donde nació, él preguntaba, si: _"aún se conservan los restos
del viejo molino de los Terreros, y si se guarda recuerdo de la trágica muerte del
pobre molinero que le administraba en los últimos años del siglo pasado"... sirviéndole ese hecho, para dejar constancia de la injusticia social, ejercida muchas
veces de forma inconsciente más, no por ello, menos censurable, utilizando una
bella parábola.
También preguntaba, "... si la casa de campo, llamada Los Guijarrales, por el
Camino del Carrasco, que tenía un jardín de flores, arbustos y árboles frutales
que nos parecía un verdadero paraíso..."; viniendo a decir, que si en aquella tierra reseca y enjuta, dependiente de las crudas heladas y de los ásperos soles se
podía cultivar un jardín, porqué no se hacía el esfuerzo en hacer lo mismo para
prodigar el bienestar y la riqueza alumbrando agua para ello tan necesaria.
Sus comentarios eran siempre una elipsis que se hacía necesario seguir para
entender su recuerdo y transfondo pero, a veces, su pensamiento se dulcificaba
al recordar, la viña,... "cerca de la casa, con varias clases de uva: moscatel, valdepeñera, pardilla, etc...." y también, entre tantas imágenes emocioiales, él que
sabía autodominar perfectamente sus sentimientos, recordaba que: "Era costumbre celebrar los Mayos el 20 de abril. La orquesta tocaba en el local de la Academia, después de la hora de la cena, con los balcones abiertos, y Perico el Grillo, desde la balaustrada, cantaba las coplas con su limpia voz de tenor. La plaza
se llenaba de gente y los muchachos encendían unas pequeñas bengalas de luz
azul que llamaban "mayos"... ", y con humilde orgullo, comenta que, habiendo
ido a Albacete a competir en un concurso de "manchegas", dice: "Las manchegas que el Grillo cantó fueron unas coplas que yo compuse"..., y lo dice con tanto amor y sencillez, que no parece si no que toda su enorme tarea científica, no
fuera sino, una labor de menor importancia, que aquella de componer unas letrillas para las manchegas que cantó Perico el Grillo.
Ese amor sencillo a la raíz misma de la vida, de sus gentes, de su pueblo, no
lo abandonó jamás. Ni las distinciones más importantes de las que fue objeto, ni
los múltiples cargos académicos y sus más de doscientas publicaciones, le hicieron olvidar su condición de rodeño y de manchego. Siempre quiso acordarse de
aquel pequeño pueblo que, tendido entre surcos y abrojales, produce cosas y
hombres necesarios y buenos.
Una de las emociones más intensas que ha sentido quien redacta estas notas, fue vivida en Ingleterra, en Cambridge, lugar en donde pasaba una temporada de estudio en el año 1953; aún el país se encontraba bajo el talante de la
última contienda mundial. Un buen día, mi excelente amigo el Profesor Redpath
me comunicó que estaba invitado a asistir al Club de Profesores de la Universidad. El lugar, es tan extrictamente elitista, que ni siquiera la reina puede entrar
en su recinto si no ha sido previamente invitada. No pude ocultar mi sorpresa
ante el honor que me concedían de forma tan excepcional, pero, Theodor Redpath no quiso desvelarme el misterio. Tomamos el almuerzo, y a la hora convenida, fuimos al lugar, para mí, punto menos que sagrado. Allí me esperaba el
Profesor Trend considerado como el más brillante hispanista británico contemporáneo, quien, al saber que me encontraba en Cambridge, hizo, en mi modestísima y entonces joven persona, lo que hubiera hecho con su maestro y amigo, el
Profesor Navarro Tomás.
Terminaré estas notas, con un recuerdo que él conservaba de su propia niñez: "En el amplio patio de la Bodega del Arco, dando la espalda al gran porche
de entrada. A la derecha se ven unos modestos huertos con guardas de cañas
donde mi madre cuidaba unos rosales, geráneos, mirabeles y otras plantas. Había que regarlas trayendo agua del pozo que estaba a bastante distancia y recuerdo, que muchas tardes iba a ayudar a mi madre a acarrear el agua en cubos
y regaderas"... "En esa casa en una gran sala con ventana al huerto a la derecha
del porche, hice yo mi primer pinito literario, recitando un romance o cosa así,
de mi invención..."
Hoy, bajo la pradera verde del Saint Marie, lleva de España, además de
cuantos recuerdos atesoró en su alma, el collar con la Medalla de Académico, y
un puñadito de tierra, que fue rociada con agua del Mediterráneo; lo envió
quien acaba estas notas, y lo depositó en el instante preciso, su hija Joaquina.
En su recuerdo, desde un lugar de la Mancha,
de cuyo nombre no queremos olvidarnos.
RELACION DE CARGOS Y TITULOS ACADEMICOS DE LOS QUE
ESTABA EN POSESION CUANDO MARCHO DE ESPAÑA EN EL
AÑO 1939
Doctor en Filosofía y Letras (Románicas), por la Universidad de Madrid.
Catedrático de Fonética en la Universidad de Madrid.
Académico de la Real Academia de la Lengua, sillón h.
Facultativo del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios.
Director de la Biblioteca Nacional.
Profesor de Fonética en el Centro de Estudios Históricos.
Director del Laboratorio de Fonética y del Archivo de la Palabra del Centro
de Estudios Históricos.
Secretario de la Junta para Ampliación de Estudios.
Director de los Cursos de Filología Románica, en la Magdalena-Santander.
Patrono de la Universidad de la Magdalena, Santander.
Director del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica.
Vocal de la Edición de "Los Clásicos Castellanos".
Miembro del Instituto del Libro Español.
Presidente Honorario de la Asociación Norteamericana
ÇL A II
Consejero del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de
Puerto Rico.
Consejero de Redacción de la Revista de Filología Española.
CARGOS A LOS QUE TUVO ACCESO Y DISTINCIONES
ACADEMICAS DESDE 1939-1979
Profesor de Filología Española en Columbia University. N. Y.
Director de "La guía de Pronunciación Española" por encargo de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
Fundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
Doctor Honoris Causa por el Middlebury College. Vermont. U. S.
Miembro de la Academy, Sciencie and Lettere. Boston. U. S.
Director de los Cursos de verano de Filología Española en Middlebury College, Vermont.
METODOLOGIA:
La compilación de las diversas comunicaciones y noticias referentes al
óbito de D. Tomás Navarro Tomás ha dado lugar a que a causa de su heterogeneidad sea necesaria una determinada ordenación para agrupar el conjunto de la información adecuadamente.
Por otra parle se ha procurado poner cuidado en no tratar de hacer destacar especialmente determinadas firmas sobre otras, tratando de mantener
el mayor eclecticismo posible, ya que todas las colaboraciones recogidas son
igualmente estimables. Será como consecuencia el propio lector quien diferencie unas de otras y establezca juicios de valor.
Para ello hemos seguido un procedimiento consistente en formar dos
grupos de documentos, que han sido constituidos como sigue:
COMUNICACIONES
Son aquellas publicaciones editadas por Academias, Instituciones o
Asociaciones.
Su conjunto ha sido dividido en dos grupos:
Nacionales: Clasificadas alfabéticamente por Instituciones.
Extranjeras: Clasificadas alfabéticamente por Instituciones.
En ambos casos, cuando de una misma Institución se ha hecho más de
una comunicación éstas han sido ordenadas alfabéticamente por el nombre
de su autor.
ARTICULOS FIRMADOS
Son aquellos textos publicados en la prensa diaria o periódica que han
aparecido firmados por sus respectivos autores.
Como en el caso anterior han sido divididos en dos grupos:
Nacionales: Clasificándolos alfabéticamente por el titulo de la publicación.
Extranjeros: Clasificados alfabéticamente por el título de la publicación.
En ambos casos, cuando de un mismo título de publicación han aparecido varios escritos, éstos se han clasificado alfabéticamente por sus autores.
Entendemos que podrían haber sido seguidos otros métodos para clasificar la presentación de los documentos aquí reunidos, pero hemos creído
que la elegida es manifiestamente sencilla y clara en su sistematización.
LA ULTIMA FELICITACION DE CUMPLEAÑOS
Nota breve:
Hemos incluido el artículo de José Manuel Blecua, Director del Departamento de Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona, por ser la
última felicitación que recibió D. Tomás Navarro Tomás en su último cumpleaños.
Conservamos artículos que corresponden a esa misma efemérides, pero
se ha escogido el que incluímos como el más representativo de cuantos fueron publicados en esa fecha, especialmente, porque el profesor Blecua fue
un discípulo del profesor Navarro Tomás, y porque la lectura de dicho artículo, produjo al maestro una viva alegría.
TITULO. UNA GLORIOSA ANCIANIDAD. NUESTRA DEUDA CON DON
TOMAS NAVARRO TOMAS.
AUTOR. JOSE MANUEL BLECUA.
PUBLICACION. LA VANGUARDIA.
FECHA. JUEVES. 12 DE ABRIL DE 1979.
CIUDAD. BARCELONA.
PAIS. ESPAÑA.
El Profesor J. M. Blecua, quien conoció muy bien a Navarro Tomás, le felicité en su último
cumpleaños con esta noticia breve, pero muy completa.
Algunas veces los sabios más rigurosos en sus investigaciones tienen la
extraña cualidad de saber escribir manuales perfectos, libros que se convier ten no sólo en imprescindibles para la enseñanza, sino en clásicos. Los franceses son siempre muy hábiles en estas tareas, pero no es tan frecuente entre
los españoles. Sin embargo, la escuela filológica iniciada por don Ramón
Menéndez Pidal ha dado abundantes muestras de esta aptitud, comenzando
por el propio don Ramón, con su rigurosa Gramática Histórica, y terminando por la Fonología, de Emilio Alarcos, pasando por el Manual de Pronunciación, de don Tomás Navarro Tomás, y la Historia de la Lengua, de Rafael Lapesa.
El decano de esta escuela, desaparecido don Vicente García de Diego,
es don Tomás Navarro Tomás, que cumplirá próximamente 95 años, fecha
que casi coincide con la aparición de la quinta edición de su Métrica Española, libro sencillamente extraordinario y único en los estudios sobre la versificación española, imprescindible para todos los estudiosos de poesía que
escriben los versos en sílabas «contadas».
Don Tomás, que lleva cuarenta años de exilio en los Estados Unidos,
con quien todos tenemos contraída una deuda inmensa, es el fundador de
los estudios de Fonética en España, creador del único laboratorio, el del
Centro de Estudios Históricos, aquel centro dirigido por Menéndez Pida¡ de
tan fecundos logros. Don Tomás puede decir, como Nebrija, que fue «el primero que abrió la tienda» de estos estudios en España y que «todo lo que en
ella se sabe» se ha de referir a él. Si se quiere saber la distinción de la i de titulo de i de fábrica hay que acudir a su manual. Pero si se quiere saber la
distinta entonación empleada en las oraciones simples o compuestas, interrogativas, exclamativas, etc., también hay que acudir a otro de sus libros
fundamentales: el Manual de Entonación.
Arrastrado lógicamente por estos trabajos, don Tomás dedicó muchos
años al estudio de la versificación española en general y a la de poetas particulares, como Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega o García Lorca, o a las
modalidades del octosílabo. Estos estudios fueron reunidos en un volumen,
publicado por la editorial Ariel y son sumamente interesantes, llenos de
agudeza y de observaciones muy curiosas, observaciones que todos tenemos
muy en cuenta al comentar determinados autores o poemas.
Esta dedicación cristaliza en su ya clásica Métrica Española, cuya quinta edición ha llegado hace poco a mis manos, y no quiero dejar de tributar
el homenaje que se merece su autor. Porque si había una laguna casi total
en los estudios literarios, era precisamente la que se refería a la versificación
española y sus vicisitudes a través de la historia de la poesía española.
Todo español medianamente culto sabe lo que es un verso, pero el propio don Tomás dice que «es el notar que aunque la percepción más o menos precisa del efecto del verso es experiencia de dominio común, no es de
ningún modo corriente que el que lee u oye los versos, ni aún los poetas que
los componen, tengan idea clara de los elementos que imprimen a cada metro su propio carácter ni de las combinaciones con que esos mismos elementos multiplican las modalidades específicas que la mayor parte de los metros
incluyen.» El fenómeno es sumamente interesante. Todos sabemos desde el
bachillerato distinguir entre un octosílabo y un endecasílabo, porque nos
enseñaron a contar las sílabas y a saber lo que es una sinalefa o una diéresis
y su valor en el cómputo de sílabas. Pero las investigaciones de Navarro Tomás demostraron que un octosílabo puede ser muy distinto de otro, lo mismo que un endecasílabo puede tener múltiples posibilidades rítmicas, porque «los períodos rítmicos, como los compases musicales, pueden constar
de dos, tres o cuatro tiempos, de donde resulta el peculiar aire o movimieno de cada composición».
18
Mlddlebury College- Mlddl.bury, Vermont. Summer School (of Bread bat), 1943.
(Fotografia obtenida por el Profesor J. M. Blecua).
Sentados: Joaquín Casalduero. Patee. (U.S.A.). Sra. de Jorge Guillén. Pedro Salinas. Señora de Centeno.
Tomás Navarro Tomás. Juan Centeno, Director. Samper Ortega, (Colombia). Sasha Casalduero. Picón Salas.
(Venezuela). Gerschnoff, (Argentina). Jorge Guillén.
De pie 1.4 fila: J. López Rey. Sta. Oliva, (Peru). Xavier Fernández. Concha Bretón. Sta. Cuerti. (Chile).
Joaquina Navarro. Dikman, (Argentina). Maria Oñate. Sofia Novoa. Salpa, (Cuba). Marina Romero. Dinamarca. (Chile).
Sra. de Salas. Salas. Sr. Holmes, (U.S.A.). Sra. Holmes, (U.S.A.).
De pie 2.' fila: Virginia Goodrich, (americana). Ada López, (Cuba). Isabel Garcia Lorca. Cotty Zulueta. Bast (americana).
Esther Sylvia. (U.S.A.). Pilar Madariaga. Ortiz, (Uruguay). Carmen de Zulueta. Elisa Calle, (Colombia). Isabel Prados
Elsa Guete, (Chile).
El libro tiene además la virtud de ser muy riguroso y muy didáctico al
mismo tiempo, cosa no tan fácil de conseguir. Pero también tiene otra virtud: se recorre y estudia toda la historia de la versificación española desde la
poesía juglaresca a la poesía postmodernista. Cada capítulo está ordenado
con un rigor impecable y puede verse nítidamente cada eslabón y el progreso experimentado por las formas poéticas españolas. Es un libro sencillamente perfecto, resultado de lecturas muy atentas de miles de versos.
Pero asimismo Don Tomás dedicó esfuerzos a la edición de textos. En
la famosa colección de Clásicos Castellanos publicó la obra poética de Garcilaso, según el texto de Herrera, edición que ha sido la más leída y manejada por todos. También publicó en la misma colección Las Moradas de
Santa Teresa, libro capital para el estudio de la mística, y no sólo de la mística española. Ambas ediciones llevan sendos prólogos y numerosas notas
aclaratorias de todo tipo.
19
Aparte de todo este quehacer tan admirable, cuya deuda, como he dicho, no hemos pagado dignamente los españoles, don Tomás ofrece esa calidad humana que distingue a tantos sabios y que se nota al estrechar una
mano. Yo he tenido la inmensa suerte de conocerlo y tratarlo durante dos
meses en Middlebury College, junto con otros españoles tan extraordinarios
como Pedro Salinas, Angel del Río, Jorge Guillén y Francisco García Lorca. He sido realmente un hombre afortunado.
20
INSTITUCIONES ESPAÑOLAS
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS (1884-1979).
AUTOR. ALONSO ZAMORA VICENTE.
PUBLICACLON. BOLETIN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (TOMO
LIX. CUADERNO CCXVIII).
FECHA. AÑO 1979.
CIUDAD. MADRID.
PAIS. ESPAÑA.
La prolongada ausencia de Tomás Navarro ha hecho que su realidad
humana sea desconocida para muchos de los actuales académicos. Para la
mayor parte de la Corporación, Tomás Navarro es tan sólo una figura de libro, un nombre colocado en la cabecera de muchas páginas impresas. Con
él, sin embargo, desaparece el último representante de una generación de
egregios actores en el campo de la ciencia española y, lo que es más de una
brillantísima época de nuestra Universidad. Me refiero al período
1910-1936, en que la tarea del Centro de Estudios Históricos, dependiente
de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas, transformó por completo, bajo la mano rectora de Ramón Menéndez Pidal, el
panorama de la lingüística española.
Nuestro director ha querido que sea yo quien haga esta penosa labor de
recordar al académico recién desaparecido (aunque otras voces podrían hacerlo con mucha mayor razón que yo: pienso, por ejemplo, en Rafael Lapesa o en Salvador Fernández Ramírez, tan estrechamente unidos a aquella labor). Sin duda, se ha basado, para encargarme estas palabras, en el hecho de
Centro de Estudios Históricos-1928
De pie: Amado Alonso, Honero Seris.
Sentados: Tomas Navarro Tomás, Ramón Menéndez Pida¡ y Américo Castro
que yo sea el último de los discípulos de Navarro en España. En efecto, en
el sucesivo aparecer de promociones de estudiantes que se dedican a algo
entre lo mucho que la Universidad presenta, soy de la última que llegó a
trabajar con Tomás Navarro. Esto lleva mi recuerdo a 1931, 32, 33..., en
aquella inolvidable Facultad de Filosofia y Letras, a medio construir entre
campos de trigo y escombreras y trenes de vagonetas que trasladaban la tierra de los desmontes, una casa roja a medio hacer, pequeño rincón entre los
ambiciosos planos de la Ciudad Universitaria madrileña. La Facultad regida
por el tacto exquisito de Manuel García Morente. Facultad estrechamente
unida al Centro de Estudios Históricos, instalado no hacía mucho en el viejo Palacio del Hielo, en Medinaceli, 4. En el segundo piso está el Laboratorio de Fonética. En aquel hueco del Centro, convertido casi en familiar refugio, entre los quimógrafos, el gramófono, los estantes con los discos del
Archivo de la Palabra y el material creciente del Atlas linguístico de la
Península, se estrenó mi trato con Tomás Navarro.
Tomás Navarro había nacido en La Roda, pueblo de La Mancha albaceteña, en 1884. Como ocurre siempre, allí comenzaron sus primeros contactos con los libros. Son los años del Instituto de Albacete, el viejo caserón
maloliente de la calle Zapateros, en el ensanche rústico de la ciudad (y, don24
de, por cierto, también cursó alguna cosilla don Ramón Menéndez Pida!,
llevado allí, niño, por exigencias familiares). Tomás Navarro comenzó sus
estudios universitarios en Valencia y los terminó en Madrid, donde se doctoró. Fue aquí el encuentro con el maestro común y su iniciación en la
práctica investigadora. En los momentos primerizos de la escuela pidaliana, Navarro Tomás se encargó del estudio de documentos altoaragoneses, de
la misma manera que Castro y Onís se encargaron de los Fueros leoneses.
Tomás Navarro se encontró en aquellos documentos con una lengua en su
mayor parte desconocida. Para completar el entendimiento y estudio de
ella, Navarro hizo su primer viaje de dialectólogo: una excursión por el Alto
Aragón, para ver qué relación había entre los viejos documentos y el habla
viva de aquellas comarcas donde se escribieron —aparte de perseguir nuevos
textos en los archivos de catedrales y monasterios—. Esta primera expedición
de Navarro quedó reflejada en las Memorias de la Junta, 1907.
La suerte estaba echada. El joven filólogo de 23 años nos presenta ya la
doble vertiente de su quehacer. Por un lado, los textos, con su aparato de
variantes; por el otro, la lengua viva, con sus matices. Y a ambas vertientes
se entregó, obediente al consejo de Menéndez Pidal: una escrupulosidad extraordinaria, una entrega sin vacilaciones. «En investigación —decía don Ramón—, como en cualquier aspecto de la vida, la disciplina ética es la base de
todo; la probidad es antes que la capacidad».
Las meditaciones sobre los viejos documentos llevaron a Navarro a ingresar en el cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Fue destinado a Avila, donde permaneció muy poco tiempo. De allí pasó al Archivo
Histórico Nacional. En el breve período abulense, hemos de colocar su edición de Las Moradas (1910). Con este volumen se inauguraba otra empresa
que iba a suponer mucho en nuestras actividades filológicas: la colección de
Clásicos Castellanos de La lectura primero, de Espasa-Calpe después.
Para los que llegamos a la vida del Centro a caballo entre él y la Universidad, y ya con unas técnicas de trabajo hechas, maduras, consagradas, y
con un claro repertorio de necesidades y proyectos nos llamaba poderosamente la atención el esfuerzo inaugural de los maestros y la cicatera limitación de medios materiales con los que se levantaba, día a día, el imponente
edificio de su labor, el cuidadoso tacto y tino con que se habían ido escogiendo e incorporando las sucesivas capas de maestros ya ilustres, y, sobre
todo, nos imponía el aire de rigidez con que se hacían las cosas. Nada de pedantería, pero también un casi absoluto destierro de las bromas o de la
ironía. Seriedad ante todo, seriedad por ella misma. Desde mi generación,
esto se veía, a veces, muy llamativamente. Mi generación era ya, aunque no
tanto como las que han venido detrás, muy propensa al tuteo. En el Centro,
el usted era inevitable. Colegas cercanos, muy cercanos, han seguido tratándose de usted siempre. Y siempre eran impecables en su vestir, en su porte
exterior. ¿Cómo sería, dentro de este culto a la corrección externa vagamente institucionalista, la excursión dialectal de 1911, de la que tanto he oído
hablar a alguno de sus componentes?. En el verano de 1911, sin comodidades de alojamiento, con unos transportes también acomodados a esa época,
25
con el respeto agobiante, y siempre en vilo por la figura del maestro director, con la servidumbre por ciertas formas de vestir, don Ramón Menéndez
Pidal se echó al campo acompañado de Tomás Navarro, Américo Castro,
Federico de Onís y Martínez Burgos. El viaje es por Asturias, León, Zamora, Salamanca. Don Ramón quiere oir, sí, romances, pero quiere también
comprobar algunos extremos que en su Dialecto leonés (1906) han quedado
en el aire. Hoy, al ver esos nombres unidos moviéndose por la tierra leonesa
a la caza de formas populares de vida, de la intrahistoria, se entiende un
poco más la profundidad de los afanes noventayochistas. Y también me
atrevo a pensar, empujado por la historia subsiguiente, que ya entonces se
plantearían las disensiones y diferencias posteriores, que, en algún caso,
llegaron a ser rotundas y definitivas. Un tira y afloja de opiniones dispares
sobre los sonidos dialectales, o sobre los objetos de la artesanía popular, los
romances o las adivinanzas, o sobre la actitud de los guardianes de archivos
e iglesias... Pero quizá, lo más destacable es que detrás de la expedición estaba la comezón despertada por el Atlas lingüístico de Francia, de J. Gillieron, cuyo último fascículo había ya llegado a España. Dicho de otro modo,
se estaban poniendo las bases para el futuro, trabajado y nunca llegado a
puerto, Atlas lingüístico de la Península Ibérica.
En esa excursión se vio claramente la necesidad de utilizar un instrumento, unas técnicas de análisis fonético que hiciesen válido para el estudio
todo el material recogido, además de un rigor exquisito en la dirección y
práctica de las encuestas, y un adiestramiento en común de los colaboradores. Tantas y tantas necesidades. Pero, muy especialmente, vieron la urgente
exigencia de una preparación fonética, un serio y exacto conocimiento de la
articulación, una base de la que partir. En ese viaje se fraguó la dedicación
de Tomás Navarro a la ciencia fonética, en la que, en poco tiempo, habría
de ser la autoridad indiscutible. Durante los años 1912 y 1913, Tomás Navarro recorrió los laboratorios de fonética más destacados en Europa. Navarro, un joven filólogo de 28 años, ya con algunas publicaciones a la espalda
(ediciones de Santa Teresa y de Garcilaso, el Catálogo de los documentos de
la sección de Clero, del Archivo Histórico Nacional, El perfecto de los vervos en ar en aragonés antiguo...), aprende fonética con Grammont y Millardet en Montpellier, con Vitor y Wrede en Marburgo. Aún alcanzó el laboratorio Rousselot en París, y pudo conocer la organización que Gauchat y
Jud tenían en Zurich para la marcha del Glossaire des patois de la Suisse
romande. Y no fue sólo la ciencia fonética lo que Tomás Navarro acomodó
a la investigación española en aquellos días. En su estancia en esos países se
familiarizó con las revistas más destacadas de la especialidad, la Revue de la
dialecto/o gie romane, la Zeitschrzft flir romanische Philologie, en su tiempo
ejemplares por la disposición de los materiales. Del estudio de estas revistas,
una vez vuelto a España Tomás Navarro, en 1914, muy poco antes de la
Primera Guerra Mundial, se benefició extraordinariamente la Revista de Filología Española. Le oí decir a Navarro muchas veces que, una vez puesta
en marcha la revista, la primera suscripción que llegó a la redacción fue la
de Miguel de Unamuno. En torno a esa revista se fueron aglutinando las su26
cesivas generaciones que se incorporaron al Centro y sirvió de ejemplo a las
demás secciones de la organización (arte, Historia del Derecho, más tarde
las lenguas clásicas). El primer núcleo de investigadores podía estar satisfecho de su labor. Para todos los que fueron llegando, Tomás Navarro fue
maestro y guía.
Fruto principal de la dedicación de Navarro a la fonética fue su Manual de pronunciación española, cuya primera aparición data de 1918. Desde entonces, ese libro se ha venido reeditando o reimprimiendo copiosamente, y así sigue, a partir de la cuarta edición, la de 1932. Desde 1950 viene acompañado de un suplemento en el que Navarro recogió lo que la sucesiva y más joven investigación iba poniendo en claro, especialmente lo dialectal. Ese libro se convirtió rápidamente en el libro de cabecera de toda
persona dedicada, por oficio o por devoción, al estudio de la lengua española. Fue traducido al alemán por Fritz Krüger (1923) y Aurelio Espinosa
hizo una adaptación al inglés (1926). Bajo el influjo de la doctrina contenida
en el Manual de pronunciación, la enseñanza de la lengua española cambió
de signo, elevó su nivel científico y se orientó de modo uniforme y claro en
todas partes, sin descuidar ni un momento las variedades regionales, locales
o de nivel social. Hoy, quizá, ya no están vigentes todos los supuestos históricos sobre los que descansa la teoría. La enorme diversidad de los polos de
atracción cultural o política, las diversas corrientes extrañas que han ido
operando sobre el habla viva, las migraciones en ocasiones importantísimas,
las conmociones sociales acaecidas, etc., pueden haber trasladado el fiel de
la balanza en que se mueven los supuestos de Navarro. Pero siempre habrá
que oir sus razones, habrá que contar con él en largo tiempo y, estoy seguro,
no le cabría mayor satisfacción que la de saberse corregido en este o en
aquel extremo, siempre que lo fuera con argumento suficiente.
Como era de esperar, la aparición del Manual y de otros trabajos relacionados con la descripción del habla viva, hicieron necesario recurrir a un
alfabeto fonético. Se trataba de poner en circulación, sobre el área hispanoparlante, un alfabeto fonético que sirviera por igual al Iingüísta teórico, al
profesor de lengua viva y al dialectólogo. Es decir, al estudioso de los fonemas en abstracto, al que procura enseñar la pronunciación correcta desde
un punto de vista puramente práctico y al que ha de llevar al papel, con la
máxima excrupulosidad, la imagen sonora de las variedades locales. De esta
forma nació el sistema de transcripción de la Revista de filología española, a
base de signos diacríticos, alfabeto que hoy sigue, en gran parte, vigente en
nuestros estudios a ambos lados del Atlántico, a pesar de la mantenida y soterrada labor dirigida a alterar, olvidar o sustituir los fundamentos doctrinales de Navarro. La capacidad de transcripción del alfabeto fonético de la
Revista de Filología Española ha quedado demostrada en los numerosos
trabajos que, en materia dialectal, han venido sucediéndose.
Sobre esa sólida base, universalmente reconocida, Tomás Navarro se
dedicó a la investigación de la geografia fonética. Persiguió en el terreno (en
gran parte como fruto o quehacer lateral a las encuestas del Atlas lingüístico
de la Península) los hechos fonéticos diferenciales, estableciendo así isoglo27
sas, fronteras, áreas de influencia cultural, histórica, social, etc., que eran las
auténticas causantes de la división dialectal de la Península. Sus numerosas
publicaciones fueron creando una visión del habla peninsular no tan compacta y homogénea como se creía, ni tan impresionistamente delimitada. El
Atlas, obra magna en su tiempo, que aprovechaba hasta donde podía las experiencias de los existentes, quedó detenido casi en ademán, por las razones
que nos son conocidas, razones de muy diverso origen. Con esta obra, a pesar de sus innegables limitaciones, España pretendía acercarse al panorama
de la brillante geografía lingüística europea. Si los avatares de toda índole
que han impedido al Atlas peninsular salir a ganarse la vida a su debido
tiempo y con uniformidad de método no son tenidos muy en cuenta, seremos injustos. Asombra que, en muchos extremos, las investigaciones posteriores, hechas con gran despliegue de medios, vengan todavía a coincidir
con muchas de las consecuencias ya expuestas por Navarro en los trabajos
emanados del Atlas. Pero, repito, no olvidemos que por debajo del enorme
hiato que existe entre la recolección de los materiales (no total, por añadidura) y su publicación, se remansa un lago de sangre y desencanto, mucho
más presente y digno de ser tenido en cuenta que las mudanzas de las teorías científicas o de las personales actitudes. El incompleto Atlas, superado
por los parciales, fue, o quiso ser, una instantánea del habla española de los
años treinta y fue, ante todo, una clara voluntad de existencia, un aliento
poderoso. Nuestro reconocimiento a Navarro y a sus colaboradores no debe
ser jamás regateado.
No quisiera dar aquí un frío catálogo de las publicaciones de Tomás
Navarro, páginas en las que tanto aprendimos y que tanto manejamos en
esos años del estreno de vocaciones: Siete vocales españolas (1916), Cantidad de las vocales acentuadas e inacentuadas (1917), La metafonía vocálica
(1923), Palabras sin acento (1925), Diferencias de duración entre las consonantes españolas (1918), La articulación de la ¡castellana (1917), Pronunciación guipuzcoana (1925)... y tantos más. Su mirada atenta al contorno
puso sobre la mesa problemas que aún, a pesar de los cambios, nos atañen.
Nos quejamos hoy de la lengua de la televisión y procuramos esgrimir argumentos que nos ayuden, argumentos que van desde la razón de una prosodia
tolerable hasta el esfuerzo por mantener la unidad del español en su dilatado ámbito. Las mismas preguntas se hizo Navarro ante las situaciones planteadas por las primeras películas habladas, y así las expuso en El idioma español en el cine par/ante (1932). ¡Qué decidido caminar, qué tensa maestría,
adquirida paso a paso, sin descanso, desde El perfecto de los verbos en ar en
aragonés antiguo hasta La frontera del andaluz o el Análisis fonético del valenciano literario (1934)!. Una larga teoría de trabajos que le dieron su bien
ganado renombre de investigador, prestigio que fue reconocido por la Real
Academia Española en 1935.
En su recepción, mayo adentro fue la vez primera que yo entré en el
edificio de la calle Felipe IV), Tomás Navarro leyó su Acento castellano, excelente acopio e interpretación de datos y opiniones sobre la entonación española. En sus observaciones se preludiaba ya otra faceta de su actividad, la
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que iba a encarrilarse, con frecuencia, a un andamiaje de validez artística.
De ella son buen ejemplo el Manual de entonación (1944), su Fonología
española (1945) o su Sentimiento literario de la voz (1965). Una cita aparte
merecen en esta enumeración los artículos dedicados a Pedro Ponce, Juan
Pablo Bonet y Ramírez de Carrión, en torno al arte de enseñar a hablar a los
mudos (1920, 1924). Navarro demostró que, aparte de su excepcional y
avanzada tarea en la enseñanza, estos españoles del XVI y del XVII hicieron realmente fonética. Muy especialmente Juan Pablo Bonet, el hombre a
quien Lope de Vega dedicó Jorge Toledano y al que escribió una hermosa
Epístola, incluída después en La Circe.
En el camino de nivelación con Europa que el Centro de Estudios Históricos había emprendido, nació el Archivo de la Palabra. Se pretendía hacer algo parecido a los que ya se venía haciendo en el Instituto de Psicología
de Berlín o en el Museo de la Palabra de París, entre otros. Sus planes consideraban la acogida de las diferentes variedades del habla, la música y cancionero tradicionales, las manifestaciones artísticas de la lengua literaria y,
finalmente, la voz de personalidades destacadas. Hoy, sin duda alguna, esto
nos parece elemental, espontáneo. De tal manera se ha hecho usual, que
hasta tenemos que defendernos de las grabaciones piratas de nuestra voz.
Pero en 1932 era muy distinto. El estudiante de entonces, que, callado y
casi pasmado, asistía a las grabaciones, tan imponentes y trascendentales,
llegaba a participar de los innumerables temores de la persona que hablaba
para el viento. Caso especialísimo fue el de Unamuno, que se negó en redondo a oírse. En su discurso, uno de aquellos discos frágiles, de muy corta
duración, se oían perfectamente las vacilaciones que la emoción le producía, se perciben demasiado cercanas las quejas del cuadernillo estrujado una
y otra vez, cuadernillo del que leyó. Unamuno no quiso oirse, no quiso percibir el, para él, congojoso sentimiento de escuchar su voz fuera de él, quizá
después de él... Tomás Navarro contaba que tampoco Azorín quiso escucharse. Los demás que se grabaron (Juan Ramón, Menéndez Pidal, Cossío,
Baroja, Valle Inclán, Caja¡ ... ), aseguraron, acordes, que su voz no era así,
pero reconocían la de los demás...
Cuando, años después de la dispersión comenzaron a llegar los frutos
del trabajo en el destierro, Navarro acude puntual a la cita. Los problemas
son los de siempre (los que estudia, quiero decir), pero la visión general se
ha ido redondeando, orillándose de nostalgia, de imprecisión, de lejanía.
Ahí están su revisión del habla criolla de Curaçao (1953) o su mirada al hablar dominicano (1956). Una cita especial hay que dedicar al Cuestionario
lingüístico hispanoamericano (1945), que, publicado en Buenos Aires, ha
sido la guía ¡reemplazable de toda la dialectología hispanoamericana posterior. En fin, Tomás Navarro no ha dejado un sólo día de dar testimonio de
actividad. En mi quehacer de dialectólogo, ¡cuántas veces he debido arrancar de la mano de Navarro!. Cuando al comenzar mis primeros pinitos en el
oficio estudié el habla de Mérida y me tropecé con el rehilamiento y con las
diversas realizaciones de las aspiradas y las implosivas, ¿es que no tenía que
acudir a Navarro una vez y otra?. Cuando años después, en colaboración
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con otro gran maestro, nuestro director, estudiamos el desdoblamiento vocálico en la Andalucía oriental, ¿no tuvimos que buscar y mirar cuidadosamente las notas que Navarro publicó en Praga, en 1939, en el Homenaje de
Trubetzkoy?. No insistiré sobre lo que ha supuesto para los estudiosos de
dialectología hispanoamericana El español de Puerto Rico. la base de este
libro estaba muchos años atrás (1927-28) con motivo de un curso en la isla.
Fue entonces el acarreo de los materiales. Diré sólamente que no existía en
el momento de su aparición (y así ha pasado hasta bastante tiempo después)
una parcela del habla hispanoamericano tan cariñosa y menudamente estudiada. A veces pienso que el impulso que llevó a Navarro a publicar un libro que corría el riesgo de nacer viejo (1948), no fue otra cosa que la nostalgia de la tierra peninsular, la pérdida, que él veía o creía ver renaciente en
cada variante fonética, en los ángulos del paisaje, en los dialectalismos o en
los arcaísmos, en las horas de silencio sobre los mapas. Ese trasfondo es el
mismo que ha llevado a tantos, cada cual según sus inalienables apreciaciones, a elaborar nuevas aportaciones al común tesoro, nuestra lengua. Es el
inaplazable hundirse de Pedro Salinas en Puerto Rico para poder seguir
oyendo español y poder así escribir, o las situaciones parecidas de Juan Ramón, o los plurales caminos que han llevado a Américo Castro a La realidad histórica de España. Es el fruto del destierro, donde la patria se hace celeste, como Dante sostenía, el destierro y los caminos ocultos de sus jugarretas.
El destierro de Tomás Navarro ha sido el más largo, el más cumplido
de toda la pequeña historia del último destierro masivo. Desde un punto de
vista puramente externo, su destierro empieza en los últimos días de enero
de 1939, cuando, conquistada Barcelona por el ejército nacionalista, las instituciones gubernativas republicanas inician su marcha hacia la frontera
francesa. En esos momentos, Tomás Navarro, me parece, desempeñaba un
puesto próximo al de Director general de Archivos y Bibliotecas. Pero, en
realidad, para Navarro el éxodo ha comenzado casi tres años antes. Ha comenzado el día en que, también por disposición dictada por la coyuntura
militar, el gobierno republicano ordenó la evacuación de los intelectuales
que quedaban en Madrid. El Centro de Estudios Históricos, como era de esperar, figuraba en la vanguardia de la expedición. Debió de ser, si mi memoria no me engaña (y sólamente ante la circunstancia concreta de estas páginas lo intento recordar) en los días iniciales de noviembre de 1936, ya los
primeros bombardeos de la artillería blanca cayendo sobre Madrid. Me despido de Navarro, quien, por el bailoteo circunstancial de los cargos, desempeña en ese instante la dirección de la Biblioteca Nacional. Estamos en la
puerta del Centro, en Medinaceli, 4. Le acompaña esta tarde don Ramón
Menéndez Pida¡. La calle, las seis de la tarde más o menos, está vacía, una
luz gris y estremecida rodeándola. La iglesia frontera, cerrada, convertida en
algo ocasional, almacén, depósito de algo, cuartel, qué sé yo qué. No hay
nada del bullicio ordinario de extranjeros y gentes variopintas en la esquina
del Hotel Palace, sustituido de sopetón por un angustioso alboroto de ambulancias: Se está convirtiendo el lujoso hotel en hospital de sangre. Nuestra
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despedida es cortés, rápida. No se sabe de qué hablar. Tampoco sale de los
labios un «Hasta mañana», un «Hasta cuando fuere». El tiempo no cuenta
en tales circunstancias. En ese minuto preciso de la tarde novembrina, todos
estamos absolutamente igualados por la locura envolvente: un pasmo infinito en la mirada, una inmensa pena en el corazón. Cómo decir entonces
«Hasta mañana», si el mañana es una atenazante duda, un penetrante escalofrío. Detrás de la puerta de Medinaceli, 4, no podíamos calcularlo bien al
decirnos adiós, se quedaba guillotinado un período excepcional y fecundo
de nuestra historia científica. Lo que hasta ese día había sido una arrogante
afirmación se trocaba en una interrogación difusa. La subsiguiente aventura
de los supervivientes no ha tenido otra meta que la de luchar contra la inseguridad y lograr salvar lo que en ciencia es fundamental: la continuidad.
Sí, para Tomás Navarro comenzó esa tarde el destierro. Allí se quedaba
todo cuanto había hecho y lanzado al ruedo del trabajo, por la ciencia fonética española: Se quedaba el Archivo de la Palabra, con sus instrumentos
entonces mágicos y hoy absolutamente risibles; se arrinconaban los quimógrafos, grandes o chicos, hoy habitantes de las trasteras o de cualquier cuchitril del Rastro; se quedaban apiladas las pruebas de los antiguos documentos, con tantas y tantas horas de vigilia a cuestas, meditación y vista
consumida; andaban caídas por los pasillos las horas rutinarias de las clases
y los adiestramientos del oído para las transcripciones fonéticas. Cuánto,
cuánto se había hecho allí dentro. Por delante, el camino que se abría sólo
prometía la zozobra de los tres años de contienda, la huída posterior, la enemiga disimulada de una nueva, quizá interesada, «actitud científica». Unos
años de los que no vale la pena hablar.
Volví a ver a Navarro muchas veces, en la Barcelona desorbitada de la
guerra. Estaba el Ministerio en la Plaza de Bonanova, una casa alta, que parecía aún más alta por ser muy estrecha la fachada y estar rodeada de casas
bajitas. Muchos nos preguntábamos qué demonios hacía aquel ministerio en
tan duros momentos, con la movilización general, el desbarajuste al máximo y la vida civil al mínimo. Pero algo hacía. Había sacado, por ejemplo,
de Madrid, los trabajos en marcha (Navarro se encargó personalmente del
Atlas en elaboración) y quizá hizo otras cosas que yo no sé y que quizá tampoco sabían muy bien qué eran los mismos que las estaban haciendo. Todo
era impulso repentino, instintivo, apresurado. Por esos impulsos se salvó el
Museo del Prado. He oído decir, con frecuencia, mucho después, que si se
hizo en malas condiciones el traslado de los cuadros, que si no había garantías, que si fue un milagro que llegaran a un destino... Qué fácil es dar soluciones perfectísimas desde fuera y a distancia. Para tecnicismos respetuosos
estaba el horno. ¿Se habría arreglado con retórica el diálogo interrumpido?.
De aquel arrebato ciego sobrenadó la realidad última de seguir viviendo las
telas protentosas, las páginas más significativas de nuestro pasado. Pues
bien, en torno a este asunto, los noticiarios y revistas cinematográficas, los
periódicos todos, los folletos de la propaganda divulgaron una fotografia en
la que unos eruditos ingleses, tan afligidos siempre por la barbarie latina,
venían a comprobar la protección que se dispensaba a los cuadros del Pra31
L
TOMAS NAVARRO TOMAS. BARCELONA 1938.
serio, grave. encorbatado ..... - muestra en su rostro una gran tristeza, y su mirada vivaz está apagada.
do. En esa imagen, aparecen Las Meninas, tensas, sacadas de su refugio en
las Torres de Serrano. Hay mucha gente en esa fotografia. A un lado, junto
al cuadro, está Tomás Navarro, serio, grave, encorbatado, clamoroso su traje frente a los monos de faena, los equipos seudomilitares, el visible calor
M mediodía valenciano. Quizá es la única persona que, en ese momento,
trata de usted a los soldados, obreros, carpinteros, funcionarios, curiosos...
La foto corrió por todas partes. El contraste de Tomás Navarro con los demás retratados marcaba muy bien el paso del tiempo, el violento hiato que
dividía nuestra sociedad.
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En la primavera de 1938, ya debe de ser Jefe del Gobierno Juan Negrín,
la administración republicana quiere ir cambiando la cara de la retaguardia.
Se recomienda, gubernativamente, discretas costumbres burguesas. Se aconseja a las señoras de los directores generales, de los altos mandos del ejército, de la policía, etc., que hasta lleven sombrero a los actos oficiales. «Llevar
sombrero, con las mudanzas de la moda en tres años de desdén y ausencia
por sus normas!. No les debió hacer mucha gracia aquella confesión de coquetería en la clandestinidad, con halos de naftalina). Para el gobierno, se
trataba, diríamos hoy y no lo decíamos aún entonces, de ir creando una
imagen. Una imagen que acerque algo la realidad revolucionaria y empobrecida a la realidad cómoda de algunos países que nos puedan mirar con
recelos. Los ojos de los soldados y de la espantada gente de a pie de la retaguardia volvieron a ver, con un asombro indecible, entierros con cruz alzada por las encrucijadas de Barcelona. Había que demostrar que la libertad
de cultos regía. Los periódicos, las películas, hasta cartelones por las calles
gritaban las fotos oportunas, todo el mundo muy colocadito, serio y peripuesto. Me temo que ni siquiera el muerto, si es que lo había, creyera en tan
forzada ortodoxia, pero... Pues bien, en esa orientación, en ese camino de
manipulación sociológica, el Ministerio organizó, y aún me sigo asombrando de que saliera adelante, una temporada de ópera en el Liceo, marzo-abril
de 1938. Se trajo una compañía francesa, ya que no hubo manera de rehacer
una española, dispersas las gentes por los frentes, separados por las luchas
políticas, el destierro, las depuraciones... Se cantó Sansón y Dalila, de Saint
Sans. En uno de los palcos del proscenio está Tomás Navarro. Le acompaña su colega en la Real Academia Española, Enrique Díez Canedo, quien
también morirá en el exilio, en Méjico, en 1944...
Hablamos en uno de los largos entreactos. Ya no puedo recordar, claro
es, la conversación. Además, para qué. La voz de Navarro suena ya.con una
sutil orla desengañada. Sigue afirmando su fe en la victoria final, pero se
percibe que sus palabras no se corresponden con su pensamiento, o que ese
final a que alude no está en geografia alguna localizable. Sabe que la realidad va por otro lado, sospecha dolorosamente que toda aquella cáscara seudoburguesa alertada por el gobierno es totalmente inútil. El Tomás Navarro
que escuché aquella noche en las salas del Liceo barcelonés no era el profesor, ni el maestro, ni el amigo. Era el símbolo de una generación maltratada
y de una situación en la que nos vimos envueltos todos sin comerlo ni beberlo; una espectacular duda, una inseguridad inabarcable, que pretendía
gritarse a sí misma una fe, una meta clara para ir tirando. La representación
se acabó como Dios quiso. Hacia la mitad, poco más o menos, el apagón,
las sirenas de alarma, el zumbido de los motores, las explosiones que bordan
el teatro, la multitud que canta en pie, con frenesí, Els segadors... Probablemente, no hubo, de todo aquello, más verdad que el tremendo, el desolador
miedo de los cantantes franceses, a los que ni les iba ni les venía gran cosa
en nuestras querellas, y que aguantaron en el escenario a pie firme (hubo algún desmayo), una o dos velas encendidas en las candilejas, todo el tiempo
de la alarma.
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Terminado el gran barullo, la vida vuelve. No hay quien pare. Se obstinan, por fortuna, en nacer cada mañana, pujante, violenta a veces, aunque
sufra vergüenzas y persecuciones. Está ahí. Las cosas van cambiando, en
consecuencia. Hemos llegado a 1959. Dos de los antiguos discípulos de Tomás Navarro son ahora el matrimonio Zamora-Canellada, y este matrimonio ha seguido recibiendo de lejos el estímulo y el afecto del maestro. En los
años americanos tuvimos frecuente y fuerte eco de su voz amistosa. En 1960
recalamos en Nueva Inglaterra, invitados por Darmouth College. Tomás
Navarro se había jubilado ya en Columbia University, en Nueva York, y vivía en un lugar pequeño, casi campesino, Northampton, Massachusetts,
donde su hija mayor Joaquina, es chairman del Departamento español de
Smith College. Su vida se ha ido reduciendo fisicamente con los años, las
enfermedades. Ha de hacer paseos reglamentados, trabajar de cuando en
cuando de acuerdo con una dura disciplina. En fin, la tiranía médica. Son
los días inaugurales de febrero cuando, desde el calor y las tolvaneras de
Méjico, salimos a los diez grados bajo cero del aeropuerto de Nueva York.
Desde luego, no creo que fuera en nuestro honor, pero el recibimiento fue a
base de una extraordinaria tempestad de nieve que, como siempre en estos
casos, sólo los más viejos del lugar recuerdan cosa parecida... En el país de
la lógica y la previsión, todo se desmoronó. Los trenes tuvieron que detenerse, los automóviles se escondieron bajo los mantos de nieve densa. Nuestro
tren se paró, hubo que esperar gran parte de la noche en un pueblecito.
Hasta nos quedó tiempo para ir al cine vecino de la estación: Una película
de filibusteros en el cálido Caribe, con sus inevitables tuertos de parche negro en el ojo inútil y múltiples tatuajes en los brazos y en el pecho, las patas
de palo sonoras, los gritos de muerte contra los españoles dominadores, la
noble dama castellana atiborrada de perlas, que se enamora de golpe y porrazo del capitán pirata... No le faltó ingrediente alguno... Pero ¡se estaba
tan calentito allí dentro!.
Puede parecer inoperante que yo recuerde estas ingenuas menudencias
de nuestra expedición por el hielo del este americano, pero lo hago para que
se entienda bien lo que ahora viene. Nos metimos de nuevo en el tren, un
tren que avanzaba cauteloso y despacito, por una inmensidad blanca, sin
perfiles... Llegamos a la estación de Northampton a las seis y media de la
mañana. Parece imposible que la nieve se decida a dejarnos bajar del tren.
Y allí, en el andén, a aquella hora y con aquella temperatura, está Tomás
Navarro esperándonos, acompañado de su hija. Don Tomás lleva boina,
una gruesa bufanda debajo del cuello del abrigo y se apoya en un bastón
que, nos dirá, alguien le ha traído de La Roda... No hace falta hablar. Hay,
en ese instante preciso, a nuestro lado, un puente de más de veinte años de
luz en su arco y una cercanía sin dimensiones. Mejor es no hablar de la intensidad del reencuentro...
• Cuántas, cuántas cosas en la conversación, en el paseo sin descanso, en
el añudamiento de tanto cabo suelto. Quería saberlo todo, enterarse de todo,
revivirlo todo. Fue una incursión en la auténtica ciencia, la ciencia de vivir,
con sus riesgos y sus triunfos. Y lo hizo sin perder la ecuanimidad, con su
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aire lejanamente ausente, bajo el que fluían calor y comprensión. Era la
misma impasibilidad atenta que tenía en sus clases tempranas, la que tiene
aún en la foto junto a Las Meninas, la que le rodeaba al salir a la Plaza de
la Bonanova, en Barcelona, o hablando por los pasillos del Liceo. Y sin perder el usted, el usted del Centro, que ya en 1960 no sé bien qué distancias
marcaba. Tardé mucho en darme cuenta de que está algo encorvado, que
habla despacio y necesita tomar aliento, que los pies vacilan muchas veces
antes de decidirse a dar un paso...
Volvimos otra vez a verle a Northampton, esta vez en verano. Enseñábamos en Middlebury College, en Vermont, en la frontera de Canadá. Un
largo fin de semana bajamos de nuevo a Massachusetts a ver a Tomás Navarro. Don Tomás, estamos ya en 1966, no sale apenas.
Hace algunos ejercicios metódicos. Manejar la segadora del jardín le
hace mucho bien. Le hemos llevado un torito de Pedro Mercedes, el alfarero conquense. Don Tomás lo acaricia, lo mira y remira, lo coloca encima de
un mueble, lo cambia de posición y vuelve a mirarlo. Ha recibido hace
poco un ejemplar del primer tomo del ALPI, lo que le sirve para recordar
anécdotas de los colaboradores, los rasgos peculiares de cada uno, no dice
nada sobre la tímida y casi compromisaria aparición de su nombre en los
preliminares del tomo. La comida es muy tradicional: mesa grande, presidida por él, la forma de servir, de susurrar. Estamos asistiendo en ese momento a una vida familiar española, la de una familia, perdón por lo manido de
la frase, «de antes de la guerra>). Desde aquel verano de 1966 no le hemos
vuelto a ver. Sus cartas han seguido llegando, cada vez más temblona la letra, casi ilegible en ocasiones, más escueto el contenido, cartas con el saludo
de la cruz, el abrazo de la fecha. A principios del último verano nos escribió
Joaquina, su hija, diciéndonos que ya le costaba coger una pluma, pero que
le gustaba tanto recibir nuestras noticias... Durante varios años, desde la Secretaría de la Academia (la Academia, que dio la gran lección de conservar
a los expatriados en su sitio), le he estado mandando comunicaciones, le he
enviado las convocatorias a varios actos sabiendo de antemano que no iba a
venir, le he recordado las votaciones inminentes, he tenido en ocasiones que
completar su información sobre algún candidato ya muy joven para su larga
ausencia... Por un azar, he explicado dialectología en el mismo local donde
Navarro daba sus lecciones de Fonética en la Ciudad Universitaria. Muchas
vueltas ha dado el mundo desde entonces, y el camino hacía la radical soledad, ¿qué otra cosa es vivir?, se ha ido aguzando. Pero todavía, a pesar de
los altibajos, la voz de Navarro sirve de nexo entre mis comienzos y lo que
pretendo comunicar a esas cabezas jóvenes que no le vieron nunca o que
nunca oyeron su nombre —quizá por intereses ajenos al auténtico trabajo
científico—. Y este nexo, entendámonos, ¿no se llama magisterio?.
Ahora, en el silencio definitivo, hecha súbitamente historia nuestra relación, todo puede reducirse a algo tan claro y sencillo como esto: fue una
gran suerte haber sidó discípulo y amigo de Tomás Navarro, hombre ejemplar, el académico que hoy recordamos. Terminemos, con Manrique, reconociendo que harto consuelo nos deja su memoria.
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TITULO. IN MEMORIAN TOMAS NAVARRO TOMAS.
AUTOR. FRANCISCO FUSTER RUIZ.
PUBLICACION. AL-BASIT (Revista de Estudios Albacetenses).
FECHA. ENERO DE 1980.
CIUDAD. ALBACETE.
El 16 de septiembre de 1979, en Northampton, Massachusetts, Estados
Unidos de América, fallecía don Tomás Navarro Tomás, figura científica de
primerísima magnitud nacional e internacional y al que se ha considerado,
con justicia, como el creador de la fonética española. El Instituto de Estudios Albacetenses se honró en su día con la aceptación por el viejo y venerable maestro de la propuesta que se le hacía de nombrarle MIEMBRO DE
HONOR de esta institución científica de su tierra natal. La carta que nos
envió, que publicamos como ilustración de este artículo contenía declaraciones entrañables: ((Veo ahora en el nombramiento de miembro de honor
del Instituto de Estudios Albacetenses el eslabón final en el círculo de mis
distinciones profesionales». La noticia de su fallecimiento nos llegaba en la
tarde del lunes 17 de septiembre, cuando el I. E. A. estaba reunido en sesión
ordinaria de su Junta Directiva. Inmediatamente se acordó remitir un comunicado a la Prensa e insertar en la revista ALBASIT un artículo necrológico extenso, aparte de otros actos en su honor, que serían acordados en la
próxima sesión de la Junta.
Angel Valbuena Prat, en su ya clásico tratado «Historia de la Literatura
Española», señala dos discípulos predilectos de Menéndez Pidal y continuadores de su gran escuela científica: «el brazo izquierdo, el lado ágil, apasio-
i. Tlavano somás
24 .JasLiiigs ..9?69I1s, ¶lo'&ence
fJlothanzpio, 9tass. 01060
30 de mayo de 1978
Sr. D. Alfonso Santamaría Conde, Director
Instituto de Estudios Albacetenses
Excma. Diputaci6n de Albacete
Albacete (Albacete), Espaa
Estimado amigo:
He recibido su carta del 15 de marzo con la grata
sorpresa de haber sido elegido miembro de honor del
Ijstituto que usted dirige. Su carta es del 15 de marzo
pero no ha llegado aquí hasta hace cuatro días. No se
advierte el motivo de este retraso.
A su carta acompaian los estatutos de la instituci6n,
los cuales dan idea de la amplia empresa que ustedes se proponen realizar. Siento mucho no poder ofrecerles mi colaboraciónTengo noventa y cuatro aflos y la salud muy deficiente.
1ie satisface nl carcter estrictamente objetivo que
revela mi elección y que haya sido mi obra de filólogo
la base de ella. Es probable que ningún miembro del Instituto me haya conocido personalmente.
Siempre he considerado Albacete como punto de partida
de mi carrera académinal`111 1897 era yo un muchacho tímido y retraido que fue a Albacete a examinarse del primer ano del grado bachiller, para el cual me había oreparado en el colegio de La Roda incorporado al Instituto.
La distinción de sobresaliente recibida en esos exámenes
me dio confianza para las muchas empresas semejantes cus
me esperaban en la carrera. Veo ahora en el nombramiento
de miembro de honor del Instituto de Estudios Albacetenses
el eslabón final en el círculo de mis distinciones profesionales.
Le ruego haga presente a la corporación mi agradecimiento por el honor que me ha conferido.
Le saluda atentamente,
-I
r
T. Navarro Tomás
Gí
nado, intrépido, lo representa Américo Castro», y «su diestro brazo, del lado
de ¡a ciencia, es el especialista creador de la fonética española, Tomás Navarro Tomás, autor del fundamental Manual de pronunciación española, El
acento castellano (discurso en la Real Academia, 1925), Estudios de Fonología, etc. Su actuación en América es definitiva para la Revista de Filología
Hispánica». Como podemos ver, no es mal trío de ases de la ciencia literaria e histórica española el que nos presenta hermanados el profesor Valbuena Prat, y la verdadera importancia de nuestro Tomás Navarro Tomás resulta así más significativa al estar englobado junto a figuras tan gigantescas
como Menéndez Pidal y Américo Castro. Pero la verdadera importancia de
T. N. T. (como solía firmar sus artículos nuestro autor) la conocen muy
bien todos los estudiantes de su especialidad en la carrera de Filosofía y Letras, que no han tenido más remedio que aprender en sus libros, los textos
más científicos que existen aún hoy día sobre filología española.
Tomás Víctor Navarro Tomás nació en La Roda (Albacete) el 12 de
abril de 1884. Sus padres, don Juan Navarro Zapater y doña Joaquina Tomás Ballester, eran naturales de Villena (Alicante). Sus primeros estudios
los realizó en La Roda, así como los dos primeros cursos del Bachillerato,
examinándose, como era preceptivo, en el Instituto de Albacete, a cuya jurisdicción docente pertenecían los colegios de enseñanza de La Roda. Más
tarde, quizás aprovechando vinculaciones familiares, se trasladaría a Villena, donde estudió los tres restantes cursos, acudiendo para sus exámenes al
Instituto de Alicante. Una vez conseguido el título de Bachiller en Artes, en
1902, inició en la Universidad de Valencia la carrera de Filosofía y Letras,
donde aprobó los dos primeros cursos. En 1904 continuó sus estudios en la
Universidad Central, en Madrid, hasta terminar la carrera en 1906, siendo
alumno predilecto de Ramón Menéndez Pida¡, con el que se inició en las
prácticas de investigación filológica sobre los documentos del Archivo Histórico Nacional.
El 15 de junio de 1906 hizo el examen del grado de Licenciado en Letras e inmediatamente inició la tesis doctoral, bajo la dirección de su insigne
maestro, Menéndez Pida¡, con un estudio filológico de la versión aragonesa
del «Libro de los Emperadores de Oriente», de fray Juan Fernández de Heredia, Gran Maestre de la Orden de San Juan en el siglo XIV. Esta tesis doctoral, al parecer, aún permanece inédita, olvidada entre todas aquellas que
sufren igual destino lamentable en la Biblioteca Universitaria de Madrid.
Paralelamente a este trabajo, en 1907 recibió una pensión de la Junta para
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para realizar una investigación dialectal por el Alto Aragón. De aquí saldría el material para su
primer ensayo linguístico, publicado en 1908 en las Memorias de la institución científica patrocinadora del trabajo.
El contacto directo con los Archivos madrileños y aragoneses decidió
su vocación profesional y el 31 de diciembre de 1909 ingresó por oposición
en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, siendo destinado
a prestar sus servicios en Avila. Es este un momento muy importante en la
vida íntima de Tomás Navarro Tomás. El momento en que deja de ser una
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carga económica para sus padres y cuando puede dar por finalizada su etapa
como estudiante. Hay un documento entrañable, que debo a la amabilidad
de sus familiares de La Roda que lo conservan muy celosamente, en el cual
don Tomás apuntó todos los gastos realizados en sus estudios, desde el inicio del Bachillerato hasta que aprobó las oposiciones; posíblemente con la
idea de que su padre pudiera resarcir a sus hermanos a la hora de la herencia. Lo publicamos con todos los honores, como ilustración de este artículo,
ya que su lectura puede resultar interesantísima para adentramos en la
enorme calidad humana de nuestro personaje.
Desde su destino profesional en Avila, donde estuvo hasta 1911, se le
encomendó la iniciación de una serie bibliográfica fundamental para la cultura española: la colección «Clásicos Castellanos». Tomás Navarro Tomás
escogió la edición crítica, con extensos prólogos, de «Las Moradas» de Santa
Teresa de Jesús y las "Obras" de Garcilaso de la Vega, que son los volúmenes 1.0 y 3. 0 de la mencionada colección.
Su retiro en Avila no podía ser muy duradero. Su maestro, Menéndez
Pidal, lo necesitaba a su lado, y bien pronto le consiguió el traslado como
funcionario al Archivo Histórico Nacional, en Madrid, donde podría tener
mayores posibilidades de investigación y mayor libertad de movimientos.
Continuando con sus viajes de investigación linguistica, en 1911 realizó una
interesante excursión de trabajo por la frontera entre Zamora y Portugal. De
estos viajes surgió la necesidad de adquirir preparación especial en fonética
y geografla linguistica. Menéndez Pida¡ acariciaba desde hacía tiempo la
idea de realizar el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, pero no se atrevía.a iniciar los trabajos sin encontrar antes la persona adecuada para realizarlos. La enorme vocación lingüística y el espíritu de trabajo que descubrió
en su discípulo predilecto, le indicaron que Tomás Navarro Tomás era la
persona indicada. Y en 1912 consiguió una beca de la Junta para Ampliación de Estudios, que permitiría a su discípulo adquirir la preparación científica necesaria en las Universidades de Francia y Alemania, donde estaban
los sabios más importantes de su tiempo en las materias que interesaban.
Tomás Navarro Tomás trabajó en París con Rouselot, en Macburgo con
Vitor, en Hamburgo con Panconcelli-Calzia, en Leipzig con Sievers y en
Montpellier con Grammont.
Cuando regresó a España, en 1914, puede decirse sin exageraciones que
empezó verdaderamente el estudio científico de la fonética española. Hasta
entonces todo se encerraba en unos cuantos nombres como los de Colton,
Araujo y Jesselyn y alguna que otra pequeña contribución más. Pero la verdadera cima de esta rama de la ciencia estaba en Alemania y en Francia, y
de estos países la trajo Tomás Navarro Tomás a nuestra Patria. Nuestro
científico empezó a revisar la labor de sus antecesores, no siempre exactos
en el detalle, y fijó las lindes y características de la pronunciación normal.
Con todo ello los estudios fonéticos sobre el idioma español adquirieron un
tono y una precisión de que carecían en los comienzos del siglo.
Como es natural, a su regreso a España, Ramón Menéndez Pidal lo colocó como profesor en el Centro de Estudios Históricos, donde trabajaba
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por las tardes, después de su jornada laboral en el Archivo Histórico Nacional. Su labor, desde el principio, fue muy notable en el Centro, fundando y
dirigiendo el Laboratorio de Fonética Experimental y los cursos para extranjeros. Al mismo tiempo se convirtió en redactor gerente de la Revista de
Filología Española, otra de las grandes ilusiones de su vida, desempeñando
este cargo desde su fundación en 1914 hasta 1925. En esta revista publicaría
multitud de ensayos filológicos y literarios de mucha trascendencia en España y en el extranjero.
Para adquirir mayor experiencia a la hora de empezar con la realización del Atlas Lingüístico en 1915 continuó con sus excursiones filológicas
por las distintas regiones españolas, visitando especialmente los archivos de
catedrales, iglesias y conventos de La Rioja. Este interés por la problemática
lingüística regional le llevaría a realizar en 1923 unos trabajos de investigación sobre la lengua vasca, en colaboración con la Sociedad de Estudios
Vascos, dande conferencias en Guernica y Bilbao y publicando algunos ensayos sobre el tema.
Su proyección americana se inició en 1925, al ser invitado por la Universidad de Puerto Rico como profesor visitante en un curso de verano. Este
viaje constituye un verdadero hito para la historia del hispanismo en Norteamérica, sobre todo por la creación del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, a iniciativa de Tomás Navarro Tomás. La citada Universidad había establecido cursos estivales para aquellos
profesores norteamericanos que, no pudiendo asistir en Madrid a las clases
del Centro de Estudios Históricos, deseaban continuar sus estudios en algún
país de habla española. Entre los profesores del Centro de Estudios Históricos fue elegido para dar las clases Tomás Navarro Tomás, por su reconocimiento como primera autoridad internacional en filología y fonética españolas.
Su fama, adquirida en aquellos cursos estivales, le llevaría en 1927 a ser
contratado como profesor visitante en Stanford University, de California, y
a pronunciar conferencias en más de doce Universidades norteamericanas.
En la de Illinois ingresó en Sigma, Delta, Pi, y por aquella época empezó su
colaboración asidua con el gran hispanista norteamericano Aurelio M. Espinosa, Jr.
En 1928 volvió como profesor visitante a la Universidad de Puerto
Rico, realizando, viajes por toda la isla para el estudio del habla popular, sobre todo del lenguaje de los aborígenes y su pronunciación. También realizó
este año visitas de tanteo dialectal en Santo Domingo y en Venezuela. En la
prensa especializada de la época, esta gran labor americana de nuestro científico no pasaba desapercibida. Nos la cuentan con el máximo detalle algunos artículos, como los titulados «El doctor Navarro Tomás y su viaje a
Puerto Rico» (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1925, XLVI, p.
360-365), «Navarro Tomás to Teach at Stanford University» (Hispania.
1926, IX), «Los raids literarios. Navarro Tomás en su periplo americano»
(La Gaceta Literaria. 1 de mayo 1927), «ABC en Puerto Rico. La cruzada
ideal» (ABC, 3 de mayo 1928), «Los raids lingüísticos. Navarro Tomás
45
vuelto de América» (La Gaceta Literaria, 1 de diciembre 1928)...
Esta expectación sobre la figura y la obra de Tomás Navarro Tomás estaba plenamente justificada, ya en aquel tiempo, sobre todo por la publicación de algunas de las obras de nuestro autor que son fundamentales para el
estudio científico de la lengua española: «Cantidad de las vocales acentuadas» (1916), «Cantidad de las vocales inacentuadas» (1917), «Diferencias de
duración entre las consonantes españolas» (1918), «Manual de pronunciación española» (1918, y multitud de ediciones en diferentes años con versiones al alemán y al inglés), «Lecciones de pronunciación española» (1921),
«Historia de algunas opiniones sobre la cantidad silábica española (1921),
«Metodología de la Fonética» (1921), «Palabras sin acento» (1925), «A primer of Spanish Pronunciation» (1926), «Compendio de ortología española»
(1927), «Impresiones sobre el estudio lingüístico de Puerto Rico» (1928) etc.
Por otro lado, sus ensayos y artículos eran solicitados por multitud de
revistas especializadas de todo el mundo: «Bulletin de Dialectologie Romane» (Bruxelles), «Revue de Dialectologie Romane» (Bruxelles), «Revista de
Filología Española» (Madrid), «Estudis Fonetics» (Barcelona), «La Paraula»
(Barcelona), «Hispania» (Stanford, California), «Instituto de Filología»
(Buenos Aires), «Revista de la Universidad» (Tegucigalpa), «EuskoIkanskunza» (San Sebastián), «Cursos de metodología y alta cultura» (Barcelona), «La Escuela Moderna» (Madrid), «III Congreso de Estudios Vascos» (Bilbao), «Revista Municipal de Estudios Vascos» (París-San Sebastián), «La Gaceta Literaria» (Madrid), «Revue Hispanique» (París), «Revista de Estudios Hispánicos» (Río Piedras, Puerto Rico-New York), «Revista
de Pedagogía» (Madrid), «Modem Philology» (Chicago), «Revista de las Españas» (Madrid) etc.
Para conseguir una mayor efectividad en su trabajo dentro de las dos
vertientes a que se dirigía, como funcionario de Archivos y Bibliotecas y
como investigador, en el año 1922 consiguió, quizás con la gran influencia
de don Ramón Menéndez Pida¡, que se le destinara profesionalmente como
director de la Biblioteca del Centro de Estudios Históricos, cargo que desempeñaría hasta 1936. Con ello su labor creativa dentro del Centro de Estudios Históricos pudo llegar a su máxima culminación. En 1930 inició el
Archivo de la Palabra, del que fue nombrado director, para recoger las voces de las personalidades españolas más sobresalientes de su tiempo; y, al
año siguiente, empezó la organización de los trabajos del ALPI, el Atlas
Lingüístico de la Península Ibérica, la obra más importante de su vida.
Decidido el Centro de Estudios Históricos a iniciar este trabajo, se encomendó la dirección del mismo a Tomás Navarro Tomás, quién formó tres
equipos, formado cada uno de ellos por dos especialistas nativos de la zona
lingüística respectiva:
ZONA CASTELLANA: Aurelio M. Espinosa, Jr., nativo de lengua española de familia de Nuevo Méjico, USA; y Lorenzo Rodríguez Castellano, de
Asturias.
ZONA CATALANO-VALENCIANA: Manuel Sanchís Guarner, valenciano, y Francisco de B. Moil, mallorquín.
46
ZONA GALLEGO-PORTUGUESA: Aníbal Otero, gallego y Rodrigo de
Sa Nogueira, portugués. Este último fue sustituido sucesivamente, por razones de salud, por Armando Nobre de Guzmao y por F. Lindley Cintra.
Después de un intenso período de preparación del equipo y de la redacción del cuestionario, las escuelas del ALPI se iniciaron en la provincia de
Madrid (Rascafría y Torrelaguna), con visitas de conjunto del grupo de investigadores, dirigidos por Tomás Navarro Tomás. Este tenía en su haber,
aparte de su gran preparación científica en el extranjero, la práctica que había adquirido en sus diferentes viajes de investigación lingüística por toda la
península y por América. Junto con los dos componentes del equipo castellano, Tomás Navarro Tomás realizó algunos viajes inmediatos por algunas
provincias españolas, que cristalizaron en el estudio «La frontera del andaluz», publicado en 1933, como primera muestra del método, orientación y
resultados del ALPI.
Una vez aprendido el modo de operar, en 1931 los tres equipos dieron
principio a la labor en sus zonas respectivas. La tarea de Tomás Navarro
Tomás, según sus propias declaraciones, «consistió en mantener la uniformidad de la investigación, suplir los recursos adicionales de la transcripción, revisar los cuestionarios contestados e informar de la marcha del trabajo, ante la supervisión de don Ramón Menéndez Pidal». Los cuestionarios contestados se recibían y conservaban en el Centro de Estudios Históricos.
Al mismo tiempo que dirigía la realización de estas dos obras fundamentales, el Archivo de la Palabra y el ALPI, Tomás Navarro Tomás, cuya
actividad era impresionante, tenía tiempo de llevar su trabajo profesional
como bibliotecario en el Centro de Estudios Históricos, y de dar sus clases
en la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid, donde había sido
nombrado profesor de fonética en 1930.
Por estas fechas la fama científica y literaria de Tomás Navarro Tomás
estaba bien consolidada en todos los niveles nacionales e internacionales.
Por ello, la Real Academia Española de la Lengua, no hizo sino un acto de
verdadera justicia en 1934, eligiéndolo académico de número. Fue la primera vez en los anales de la docta institución en que se prescindió de la costumbre tradicional que obliga al candidato a solicitar los votos de sus electores. Navarro Tomás no lo habría solicitado nunca, por su modestia, y la
propuesta la hizo su maestro don Ramón Menéndez Pidal, quién, como
siempre, estaba atento a colocar a su discípulo predilecto en el puesto honorífico y profesional que se merecía. Ocupó el sillón correspondiente a la le-*
tra «h minúscula», que antes había ocupado el Dr. Cortezo, y leyó su discurso de ingreso en 19 de mayo de 1935, bajo el tema atrayente de «El acento castellano».
En 1935 pronunció una serie de conferencias sobre temas lingüísticos
en el lnstitut d'Etudes Hispaniques, de París. Al estallido de la guerra civil
española, Tomás Navarro Tomás fue nombrado director accidental de la Biblioteca Nacional, vicepresidente de la Junta de Protección del Patrimonio
Artístico y secretario general de la Junta para Ampliación de Estudios. Su
47
labor en defensa de nuestro patrimonio artístico y cultural fue inmensa. Integrado en el equipo cultural dirigido por Rafael Alberti, fue trasladado enseguida a Valencia, con otros destacados intelectuales, para trabajar en la
denominada «Casa de la Cultura». Allí fue cofundador de la revista «Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura». (1937-1938) y fundador de
«Hora de España», en las que colaboró con sus habituales trabajos filológicos y literarios. Fue uno de los primeros en reconocer la inmensa valía poética de Miguel Hernández, prologando su «Viento del Pueblo».
Casa de la Cultura. Valencia, enero 1937.
Primera fila, sentados: Pio del Rio Ortega. León Felipe. Antonio Zozaya. Pedro Carrasco. Tomás Navarro Tomás.
De pie. Primera línea: J. Moreno Villa. Victorio Macho. José G. Solana. Cristóbal Ruiz. Federico Pascual.
De pie. Segunda línea: Hijo de Zozaya. Juan de la Encina. López Mezquita. Aurelio Adela.
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Viajó a Rusia en 1937, como presidente de una delegación cultural española, y en el mismo año realizó otros viajes a congresos de bibliotecas y de fonética que se celebraron en Bruselas, Gante y La Haya. Trasladado más tarde a Barcelona, donde siguió funcionando la «Casa de la Cultura», abandonó definitivamente España junto con un pequeño grupo de intelectuales españoles, entre los que se encontraban Antonio Machado y su
familia, Joaquín Xirau y Corpus Barga. Preocupado por la angustiosa situa48
ción de Antonio Machado en el exilio, consiguió para él, a través de Alvarez del Yayo, una pensión económica que, desgraciadamente, por su fallecimiento en circunstancias tan horribles, el insigne poeta no llegaría a disfrutar nunca.
Tomás Navarro Tomás partió en febrero de 1939 para América, donde
fue recibido con los brazos abiertos, pasando inmediatamente a ocupar la
plaza de profesor de filología española en Columbia University, de New
York, donde dio cursos sobre el español en América, Fonética, Métrica e
Historia de la Lengua Española. Organizó también un Seminario lingüístico
para tesis de licenciatura y doctorado sobre temas españoles.
Se convirtió así en la figura clave del hispanismo norteamericano. La
persona a la que acudían todos aquellos que querían tener un conocimiento
científico de nuestro idioma y de nuestra literatura. Su labor no se desarrolló tan sólo en la Universidad de Columbia (New York), sino que se proyectó también a otras universidades americanas, a través de cursos y conferencias, aparte de sus libros y sus ensayos publicados en revistas especializadas.
Principalmente dio clases y conferencias en la Universidad de Puerto Rico,
en Stanford University (California), en Middlebury college (Vermont), en
Duke University (Durham, Nort Carolina), en Florida State University (Tallaharsee, Florida), etc.
Como es natural, junto a esta labor vinieron también las distinciones
profesionales y académicas. Fue nombrado doctor honoris causa en Middlebury College (Vermont, 1940) miembro de la Hispanic Society (New York,
1944), presidente honorario de Sigma, Delta, Pi (Illinois, 1944), miembro de
la American Academy of Arts y Sciences (Boston, 1945), miembro de honor
de la American Association of Teachers of Spanish y miembro del Hispanic
Institute in the United States. En este último dirigió la «Revista Hispánica
Moderna», desde 1939 hasta su jubilación en 1957. Dos grandes satisfacciones de su vida en este período fueron: en 1950 la pronunciación radiada en
la BBC de una conferencia con motivo del Milenario de Castilla; y en 1956,
que la Comisión Permanente de la Asociación de las Academias de la Lengua Española le encargase la publicación de una «Guía de Pronunciación
Española)), para ser utilizada particularmente en todo el continente americano.
Los manuscritos del ALPI, del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica, al estallar la guerra civil, sufrieron también las mismas peripecias que su
director. En el verano de 1936 estaba totalmente terminada la encuesta de
las zonas castellana y gallega; en la catalano-valenciana faltaban tan sólo
unos lugares del Norte de Gerona y del Rosellón; y en Portugal, por los
cambios sufridos en el equipo, sólo se había empezado el estudio. Al tener
que abandonar Madrid, para proteger los manuscritos, Tomás Navarro Tomás consideró que lo mejor era tenerlos bajo su control, Así, en las sucesivas etapas de la evacuación, los trasladó consigo desde Madrid a Valencia,
de Valencia a Barcelona y de Barcelona a Nueva York. Luego llegaría incluso a acusársele de haber querido apropiárselos. Pero él los tenía tan sólo
como un depósito temporal, esperando que llegara un día feliz de regresar a
49
España y reanudar el trabajo. En 1951, al perder la esperanza de cambio en
la situación política española, decidió devolver el ALPI al Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, del cual dependía, transformado, el antiguo
Centro de Estudios Históricos. Los entregó personalmente a dos de sus antiguos colaboradores, Manuel Sanchís Guarner y Lorenzo Rodríguez Castellano, que fueron a recoger los materiales a Nueva York en nombre del C. S.
1. C.
Bajo la dirección de Rafael de Balbín se iniciaron los trabajos de investigación que faltaban en el Norte de Cataluña, en el Rosellón y en Portugal.
El primer volumen apareció en 1962, editado con dignidad, pero presentando la obra como anónima, a pesar de que todo el equipo deseaba que figurara en la misma el nombre de su creador y principal director, Tomás Navarro Tomás, sin el cual nada se hubiera hecho, y el hombre que salvó los manuscritos de la destrucción por causa de la guerra. Pero es igual que la obra
figure como anónima. Todos los redactores de las correspondientes fichas
bibliográficas, en cualquier biblioteca del mundo, no dudan nunca en poner
al frente de la obra el nombre de Tomás Navarro Tomás.
No obstante la brillantez de su situación en esta etapa norteamericana,
se le nota un decaimiento en su labor creadora, lejos de España y de su querido Centro de Estudios Históricos. Es el terrible drama del escritor desarraigado, del científico alejado de las fuentes de donde brotaba su inspiración creadora. Sobrecoge pensar en lo que habrían adelantado las ciencias
filológicas en España de haber podido seguir sin interrupciones en nuestro
país el gran equipo creado por Ramón Menéndez Pida¡ y del cual Tomás
Navarro Tomás era su cabeza más visible. Ha sido el terrible drama de la
guerra civil, que hizo retroceder sensiblemente el avance de la cultura y de
la ciencia en España.
Pero a pesar de este alejamiento de las fuentes de investigación, Tomás
Navarro Tomás siguió publicando incansablemente. Son multitud de libros,
de discos, de ensayos filológicos y literarios los publicados durante esta última etapa de su vida. Entre las publicaciones más famosas se cuentan: <(Desdoblamiento de fonemas vocálicos» (1939), «El grupo fónico como unidad
melódica» (1939), «Rasgos esenciales de las vocales castellanas» (1942),
(<Cuestionario lingüístico hispanoamericano» (1943), ((Ejercicios fonéticos»
(1943), <(Manual de entonación española» (1944 y varias ediciones más),
«Estudios de fonología española» (1956), <(Guía de pronunciación española» (1956), «Documentos lingüísticos del Alto Aragón» (1957), «Arte del
verso» (1959), «Atlas linguístico de la Península Ibérica» (1962), «Geografia
peninsular de la palagra "aguja"» (1963), <(El sentimiento literario de la
voz» (1965), «Metodología lexicográfica del español hablado» (1968), «Repertorio de estrofas españolas» (1968), «Studies of Spanish Phonology»
(1968), «Spaniche Aussprachlehre» (1970), «Capítulos de Geografia Lingüística de la Península Ibérica» (1975), etc.
Y solicitudes de publicación de sus ensayos le llegaron desde multitud
de revistas especializadas de todo el mundo: «Revista de Filología Hispánica» (Buenos Aires), «Travaux du Cercle Linguistique de Prague» (Prague),
50
«The Romanic Review» (New York), «Philological Quaterly» (Iowa City),
«Report of American Council of Learned Societies Bulletin (Washington),
«Mundo Libre» (Río Piedras, Puerto Rico), «American Speech» (Baltimore), «La Prensa>) (New York), «Revista Hispánica Moderna» (New York),
«Romance Philology» (Berkeley, California), «Archivo de Filología Aragonesa» (Zaragoza), ((Hispania» (Stanford, California), «Estudios Hispánicos»
(Wellesley, Massachusetts), ((Nueva Revista de Filología Española» (Méjico), «Jornal de Filología» (Sao Paulo, Brasil), «Revista del Instituto de Cultura Puertoriqueño» (San Juan de Puerto Rico), «Archivum» (Oviedo),
«Revista Iberoamericana» (México), «La Educación» (Washington), «La
Torre» (Universidad de Puerto Rico), «Thesaurus. Boletín del Instituto
Caro y Cuervo» (Bogotá), «Boletín de Filología» (Universidad de Chile),
«Anuario de Letras» (México), ((Feria y Fiestas» (La Roda), «Symposium»,
((Revista Interamericana de Bibliografia» (Washington), ((Noticias Culturales» (Instituto Caro y Cuervo, Bogotá), ((Cuadernos de Filología», ((Boletín
de la Real Academia Española» (Madrid), «Biblioteca del Instituto Caro .y
Cuervo» (Bogotá), etc.
Con toda esta inmensa labor en Norteamérica, proyectada a todo el
mundo interesado por los temas hispánicos, puede decirse, con justicia y sin
exageración, que Tomás Navarro Tomás, desde 1939 hasta este año de su
fallecimiento, ha hecho más por España, por el conocimiento de las cosas
de España, y ha logrado más hispanófilos, que muchas de las instituciones y
agregadurías culturales de embajadas que desde entonces han sido enviadas
a Estados Unidos. Margarita Ucelay, en un estudio sobre The Hispanic Institute in the United States y demás entidades hispánicas en Norteamérica,
dijo lo siguiente: «La presencia en los Estados Unidos, a raíz del trágico
conflicto, de los grandes intelectuales y profesores españoles enriqueció extraordinariamente los estudios hispánicos en el país. Concretamente, el Instituto —al igual que el Departamento de Español— alcanzó en estos años su
mayor altura con la invaluable incorporación a la Universidad de Columbia
del gran filólogo Tomás Navarro Tomás» (La Estafeta Literaria, Madrid, n. °
488, p. 31).
Su personalidad, no obstante, ha sido casi ignorada en España, excepto
en los círculos reducidos de su especialidad en las Universidades españolas.
Popularmente no se le conoce, y en nuestra provincia tan sólo en su pueblo
natal, donde últimamente se acordaron de él, solicitaron sus colaboraciones
en la revista de fiestas y le hicieron un homenaje en 1974, llevándole un libro de oro con multitud de firmas de sus paisanos. El que firma este artículo
inútilmente pedía en ((Crónica de Albacete» de 1 de diciembre de 1974 que
la provincia le rindiera un gran homenaje. Nadie hizo el menor caso a la sugerencia, excepto el Instituto de Estudios Albacetenses, que se honró con su
nombramiento como miembro de honor.
El 27 de julio de 1978, un sobrino de don Tomás Navarro Tomás, don
Tomás López Navarro, solicitaba desde Sabadell a don Iñigo Cavero, entonces Ministro de Educación y Ciencia, que se rindiera a su tío un homenaje
nacional semejante al que se había tributado a don Salvador de Madariaga,
51
imponiéndole la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. «Aunque estoy seguro
—decía con Tomás López Navarro al Ministro— que desde la franciscana humildad del Profesor Navarro, si se le ofreciese la oportunidad de escoger entre la distinción, o que se terminase de publicar el ALPI, optaría por lo segundo». Se le contestó oficialmente «que el Ministro ha acogido con mucho
interés su sugerencia en relación con el Dr. D. Tomás Navarro Tomás. En
este sentido se ha iniciado ya el estudio de propuesta corespondiente, que
espero que pueda tener feliz resultado>». Los preparativos de este homenaje
oficial por parte del Ministerio han sido tan lentos, si es que de verdad alguna vez han sido iniciados que la muerte ha sorprendido a don Tomás Navarro Tomás sin recibir el más mínimo aliento oficial por parte de las autoridades docentes españolas. Aunque la gloria científica y literaria de don Tomás Navarro Tomás no necesita en absoluto de ningún homenaje, oficial o
particular, en su vida o en su muerte, para manifestarse en todo su esplendor. Descanse en paz el querido maestro.
52
INSTITUCIONES EXTRANJERAS
TITULO. EVOCACION DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS.
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PUBLICACION. THESAURUS. BOLETIN DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO t.XXV.
FECHA. ENERO-ABRIL DE 1980. núm. 1.
CIUDAD. BOGOTA.
PAIS. COLOMBIA.
Conocí a don Tomás Navarro Tomás como Profesor de Filología Española en Columbia University, ciudad de Nueva York. Allá pude seguir sus
enseñanzas sobre fonética del español, historia del español y el español en
América, disciplinas sobre las cuales creo que no había entonces clases en
Colombia. Recuerdo vivamente que algunas tardes de primavera y de otoño
don Tomás me invitaba a su apartamento, luego de terminar sus labores en
la Universidad, y en el transcurso de larga, amistosa y grata conversación
me orientaba y me daba indicaciones prácticas muy útiles en el trabajo de
investigación. Poco después de regresar a Colombia ingresé en el Instituto
Caro y Cuervo, que no hacía mucho tiempo se había fundado en Bogotá. La
relación profesor-alumno no terminó al despedirme de don Tomás en los
Estados Unidos. Casi enseguida de volver a la capital colombiana inicié un
trabajo sobre la pronunciación del español en Bogotá, y al concluirlo se lo
envié a don Tomás con el ruego de que lo viera y si le parecía de algún valor se sirviera escribir un prólogo para presentar la obra a los lectores. Así lo
hizo, y poco tiempo después el Instituto Caro y Cuervo (ICC) —dirigido ya
por don José Manuel Rivas Sacconi— me honró publicando ese estudio, que
fue mi primer libro. Años más tarde le enviamos.a don Tomás una copia
—todavía en borrador— del cuestionario preliminar para el Atlas lingüísticoetnográfico de Colombia que habíamos elaborado en el ¡CC don Tomás
Buesa Oliver y yo. El profesor Navarro tuvo la bondad de revisarlo y hacer
algunas observaciones y el comentario de que con algunas adiciones podría
servir para toda Hispanoamérica. (Ya don Tomás había realizado muy importantes trabajos para la cartografía lingüística del español, de suerte que
era maestro de estudios de ese género). Así, poco a poco y a distancia, don
Tomás se convirtió en colaborador del ¡CC durante casi veinticinco años;
en diversas oportunidades comentó favorablemente trabajos de varios colaboradores del Departamento de Dialectología del ¡CC; por otra parte, este
Instituto publicó en Thesaurus varios artículos suyos y en forma de libro
otros trabajos. Además, en la década de 1960, con la mediación del suscrito,
el ¡CC lo invitó a Bogotá, pero no le fue posible viajar debido a quebrantos
de salud.
Las publicaciones de don Tomás Navarro abarcan cerca de ciento
treinta títulos, principalmente sobre temas de fonética, fonología, entonación, dialectología del español, geografía lingüística. En su bibliografía' hay
veinte libros y, además, folletos, artículos, prólogos, ediciones críticas, notas, reseñas, traducciones, etc. su primer libro fue el Manual de pronunciación Española (Madrid, 1918); el penúltimo, Capítulos de geografia lingüística de la Península Ibérica, lo publicó el ¡CC (Bogotá, 1975), y el último
La Voz y la Entonación en los Personajes Literarios, se editó en Méjico el
año de 1976. Alguien ha dicho que más que por el número los escritos de
don Tomás se distinguen por el método, la precisión y la claridad con que
trata los problemas.
Don Tomás consagró buena parte de su vida a investigar y enseñar la
lengua española. En este último aspecto desempeñó papel muy importante
su Manual de pronunciación, utilizado por muchísima gente en numerosos
países del mundo. El profesor Navarro ejerció la docencia mayormente en
instituciones de España y de los Estados Unidos, países en donde, fuera de
los cursos ordinarios, dedicó muchos veranos (Madrid, Santander, Middlebury) a ayudar a los maestros de escuela en la difusión de la lengua y la cultura españolas.
Para satisfacer un ruego personal, Joaquina Navarro nos envió por correo abundantes informaciones y comentarios sobre don Tomás. Con autorización de ella reproducimos y publicamos enseguida algunos datos (por
todo ello le decimos públicamente: muchas gracias).
Mi padre falleció el 16 de septiembre (de 1979) a las seis de la mañana en
el hospital Cooley Dickinson, de Northampton, a donde unas pocas horas antes
(1) Véanse: THEODORE S. BEARDSLEY, Jr., Tomás Navarro Tomás, A Tentative Bibliography 1908-1970; Luis de Arrigoitia, bibliografia de don Tomás Navarro Tomás, en Revista
de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, enero-junio 1971, 1, núms. 1-2. Estas bibliografias fueron actualizadas por Joaquina Navarro para mi conocimiento personal, en comunicación particular.
56
le llevamos temiendo que estuviera sufriendo un ataque cardíaco. Era una afecigualmente fatal para el corazón. Hasta ese momento había
ción pulmonar
hecho su rutina diaria, incluso su salida a sentarse por la mañana en la galería
desde la que veía el jardín, comentando como siempre con entusiasmo plantas y
pájaros. Conservaba toda su magnífica memoria y una permanente curiosidad
por todo. Por ello ( ... ) nos parecía que mantenía admirablemente las cualidades
esenciales de su personalidad ( ... ).
Como hombre muy observador y con una vida que le dio oportunidad de
conocer muchas gentes y lugares, mi padre tenía un verdadero caudal de impresiones y comentarios interesantes ( ... ) le ofrecía para una vida serena y apacible.
Pensaba mucho en todos los que como usted y Lapesa seguían trabajando y sacando adelante proyectos en la intranquilidad y difícil economía de estos tiempos. Era la correspondencia de ustedes y las «separatas» que le enviaban lo que
con más entusiasmo leía.
(...)
Vi por última vez a don Tomás en junio de 1956 cuando viniendo de
Europa mi mujer y yo, lo visitamos una noche en su apartamento neoyorkino. Manifestó mucho contento de volver a vernos. Conversamos de nuestros
trabajos y diversas cosas que a ambos nos interesaban. Después tuvimos correspondencia epistolar con alguna frecuencia; yo le hacía de vez en cuando
consultas sobre el Atlas lingüístico- etnográfico de Colombia, que estaba en
sus fases preliminares, y él me animaba y me estimulaba para seguir adelante con ese proyecto, pese a grandes dificultades. Desde que nos conocimos
personalmente, don Tomás tuvo para mí palabras afectuosas y voluntad
constante de orientarme y ayudarme, lo cual, desde luego, redundaba en beneficio del Instituto Caro y Cuervo, al cual yo prestaba mis servicios.
Aprendí mucho con él, y pude entrever y disfrutar —un poquito apenas, por
cuestiones de tiempo— sus notables cualidades humanas. En este punto es
muy grato transcribir unos valiosos juicios de don Rafael Lapesa acerca de
su maestro, nuestro maestro Navarro Tomás', a quien él conocía muy bien:
Infundía a la vez respeto y confianza. Hablaba reposadamente, con voz grave y sonora ( ... ). Su dicción perfecta no era artificial: no había tenido que ajustarse a norma, sino que espontáneamente había servido de modelo para trazarsus juicios ponderados. Sin emlas. Sus palabras eran dignas y comedidas
bargo, en el varón prudente había también un hombre resuelto: una vez tomada
una decisión, la llevaba hasta sus últimas consecuencias. Tuvo firmeza de roble:
se mantuvo fiel .a sus convicciones y a la línea de conducta que se había trazado, sin debilidades ni condescendencias. En 1939 salió de España en compañía
de Antonio Machado. No volvió, a pesar de su intensa nostalgia
Vida llena, cumplida, la de nuestro don Tomás. Si hubiera vivido en el siglo XV, Hernando del Pulgar lo habría llamado «hombre esencial», pues «no
curava de apariencias ni de cirimonias infladas», y «hombre verdadero y constante,).
(...),
(...).
El Instituto Caro y Cuervo lamenta muy sinceramente la desaparición,
(2) Insula, Madrid, enero de 1980, núm. 395, pág. 3.
57
En la emisora de TV. norteamericana NEC, New York City en octubre, 30, 1944. En el Aniversario de Cuervo.
De izquierda a derecha: A, Iduarte, (México). Specker, (Argentina). Federico de Onis. Tomás Navarro Tomás.
Tamayo (Cónsul de Colombia). Riberos, (Colombia).
irreparable para la filología, del profesor Tomás Navarro Tomás. El autor
de estas líneas, modesto amigo y discípulo suyo, confiesa que no ha logrado
expresar en palabras la honda pena que lleva en el corazón.
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TITULO. HOMENAJE A DON TOMAS NAVARRO TOMAS. (1884-1979).
AUTOR. Varios. (Se reseñan seguidamente).
PUBLICACION. BOLETIN DE LA ACADEMIA NORTEAMERICANA DE LA
LENGUA.
CIUDAD. NEW YORK N. Y. núms. 4-5 (1979-1980).
PAIS. ESTADOS UNIDOS.
COLABORADORES. ODON BETANZOS PALACIOS:
TESTIMONIO DEL DIRECTOR DE NUESTRA CORPORACION.
AMELIA AGOSTINI DEL RIO:
TESTIMONIO DE UNA DISCIPLINA Y COLEGA.
EUGENIO FLORIT:
TESTIMONIO DE UN POETA.
DANIEL N. CARDENAS:
TESTIMONIO DE UN DISCIPULO.
JOSE AGUSTIN BALSEIRO:
TESTIMONIO DE UN AMIGO DISTANTE.
El 16 de septiembre de 1979 falleció en su residencia de Northampton,
Massachusetts, a la edad de noventa y cinco años, el ilustre filólogo, Tomás
Navarro Tomás, miembro de Número de la Academia Norteamericana de
la Lengua Española y de la Real Academia Española. El vacío que dejó con
su muerte es enorme porque estaba considerado como uno.de los más grandes estudiosos de la Fonética. Su obra es respetada y admirada en todo el
mundo.
Nació Navarro Tomás en La Roda (Albacete), España, en 1884. Se licenció en Letras en la Universidad de Valencia y se doctoró en la de Madrid, especializándose en Filología Románica bajo la dirección de Asín Palacios y Menéndez Pidal. De la misma generación de Navarro Tomás son
Américo Castro y Amado Alonso. Las obras de este ilustre académico son
de suma importancia, sobre todo las siguientes: la edición crítica de Las
Moradas, de Santa Teresa, y sus libros Manual de Pronunciación Española,
Manual de Entonación, El Vascuence de Guernica, Estudios sobre Fonología Española, Métrica Española y Arte del verso.
Fue Navarro Tomás profesor de Fonética en el Centro de Estudios Históricos, catedrático de la misma materia en la Universidad Central de Madrid y Director de la Biblioteca Nacional de España. Colaboró con la República Española y durante la guerra civil fundó la revista «Hora de España».
Al perder la guerra los republicanos, don Tomás se exilió en Estados Unidos y acá ocupó la cátedra de Fonética en la Universidad de Columbia hasta
su jubilación.
HISPANIC INSTITUTE OF COLUMBIA UNIVERSITY. New-York, N.Y. 1942.
Sentados: Bernardete, del Brooklin College. Imbert, del Columbia College. Federico de Onis, Columbia University.
A de Del Rio, Columbia University. Tomás Navarro Tomás. de Columbia University.
De pie: Colcot, Columbia College. A. Iduarte, Columbia University. S. Rosaenbaum, Hunter College.
F. Garcia Lorca, Queens College. E. González López, Hunter College. Tudisco, Columbia University Extenaion.
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El discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1934 versó sobre «El Acento Castellano» y el de ingreso a la Academia Norteamericana
de la Lengua Española publicado en el Boletín n. 1 de nuestra Corporación,
lo tituló, «Miguel Agustín Príncipe, tratadista de métrica».
El profesor Navarro Tomás fue el propulsor más decidido de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y ocupaba el sillón primero entre sus académicos de número. Su muerte enlutó a todas las academias del
mundo hispánico.
Nuestra Corporación se reunió en la ciudad de Nueva York en sesión
pública para rendirle su homenaje el 24 de noviembre de 1979. En este acto
de recordación intervinieron Odón Betanzos, nuestro director, y los colegas
Amelia Agostini de Del Río, Eugenio Florit y Daniel N. Cárdenas, todos los
cuales leyeron los testimonios que a continuación publicamos antes del de
José Agustín Balseiro.
TESTIMONIO DEL DIRECTOR DE NUESTRA CORPORA ClON
Odón Betanzos Palacios
Bien sabe Dios que nunca deseé que llegara la hora de recordar a don
Tomás Navarro Tomás como a ser ausente de la vida. Pero unos son los deseos y otra es la realidad.
Nació el hombre; vivió sus días de honradez acrisolada; le dio curso a
su vocación; florecieron sus obras, alcanzó la voz más alta en los estudios filológicos; la fonética en su luminoso talento tuvo su mayor intérprete y su
nombre se hizo de respeto y trascendió las fronteras ante el asombro de todos: por sus honduras, por sus claras y taladradoras proyecciones.
Fue académico de la Real Española; el número uno en la lista por la
antigüedad de su ingreso. Fue el hombre que no buscó a los tres académicos
que se necesitan siempre para presentar al candidato. A él tuvieron que buscarlo. Fue, por otro lado, el alma de la Norteamericana de la Lengua Española. Fue su impulsor. Tras su sugerencia de la necesidad de una academia
de lengua española para servir a los veintidós millones de hispanohablantes
en Estados Unidos, anhelo de las mejores mentes por dos siglos, nació el
Comité Organizador de los cinco que pudo y supo redondear y dar vida a
las ideas iniciales de Don Tomás.
Su palabra clara; sus sugerencias de cimas; su punto final cuando el
punto se necesitaba; sus criterios basados en sabiduría y humanidad; su rectitud de hierro; su blandura por los ojos, apuntalaron esta Academia. Fue el
número uno también en la lista de la Norteamericana porque con él se iniciaba la vida de la Academia.
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Se le ofreció la dirección de nuestra Academia y la rehusó. Se le ofreció
la dirección honoraria y la rehusó también. Sus consejos, en todo momento,
fueron de pautas sugeridas, de detalles precisos, de palabras esenciales basadas en lo justo y en lo exacto. Ahora podrán darse cuenta, por uno de sus
ángulos claves, por qué y de qué forma la Norteamericana de la Lengua Española nació completa, entera y elevada, sin años de evolución y de ascenso. La altura la tuvo en su nacer porque Don Tomás fue uno de los que ayudó a marcarla, y los integrantes de la Academia, suma de talentos, supieron
concebir el exacto ideario, seguirlo y desarrollarlo.
Ha muerto Don Tomás Navarro Tomás con noventa y cinco años. Noventa y cinco años serios, hondos, de trabajos y disciplinas. Las horas para
algunos no se cuentan como medida del tiempo, se cuentan por obra y realizaciones. Las de Don Tomás fueron horas universales. Siglos se ha de tardar
para que otra mente se le iguale. Está de luto la Academia Norteamericana
de la Lengua Española que él vislumbró y alentó hasta redondear su sçria
misión y su amplio contenido; está de luto la Española a la que perteneció
también; están asimismo de duelo todas las academias del mundo hispánico,
y aunque no lo sepan, de luto están los habitantes de lengua española porque la lengua por donde se movió Don Tomás y a la que tocó sus más hondas y secretas resonancias, lo está.
Deja Don Tomás viuda e hija; es ésta la profesora doña Joaquina Navarro, fiel guardadora de la esencia y valía de su padre, deja académicos de
lengua española en tres continentes; deja obra seria y permanentemente por
donde el hombre continúa en vida y continuará por muchos siglos.
TESTIMONIO DE UNA DISCÍPULA Y COLEGA
Amelia Agostini de Del Río
Don Tomás se durmió una noche y no despertó. Así se realizó su deseo. Pasó silenciosamente del sueño de la vida al sueño de la eternidad. Y
ahora reposa en la Nueva Inglaterra, en el estado de Massachusetts, en uno
de tantos cementerios norteamericanos que tienen la placidez del jardín alegre y no recuerdan tanto 'a la muerte como nuestros camposantos. Lejos de
la Mancha, a cuya luz abrió los ojos por vez primera, pero en el corazón de
esta América acogedora.
Como don Quijote anduvo los caminos del Bien. Como don Quijote,
hidalgo de tesón. Y como don Quijote, tuvo su Dulcinea, la lengua española, a la que amó apasionada y constantemente, y a la que sirvió con lealtad
de enamorado y cultivó y explicó con esmero. Hace unas noches leí en la
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página 43 de Años inolvidables (ihe Besi Times, 1966) de John Dos Passos:
«Nada más llegar a Madrid empecé un curso magnífico sobre el idioma español con Tomás Navarro Tomás en el Centro de Estudios Históricos». Algunos años después que Dos Passos, asistí en aquel Centro de feliz memoria,
a cursos con don Tomás. Aún le veo de pie, bien plantado, a la cabecera de una larga mesa a la que nos sentábamos sus estudiantes durante el año
académico 1922-1923. Imponía por su gesto reposado de gran señor—lo que
era— y por la palabra grave, sabia, sencilla y de agradable timbre con que exponía materias a veces áridas. La amenidad —cosa rara en muchos catedráticos— hacía transcurrir el tiempo sin consultar el reloj. Impecables como su
traje, eran su voz y su cortesía.
El 19 de junio de 1971 publiqué en El Imparcial de San Juan de Puerto
Rico un articulo que titulé «Claro varón: don Tomás Navarro Tomás». De
este artículo cito un párrafo:
Creo que si tuviera que limitarme a dos palabras para describir su manera,
diría sobriedad y naturalidad; para describir su fisico diría prestancia y dignidad: para describir su carácter, llaneza y cordialidad humana. Se podría decir
de don Tomás lo que escribió Hernando del Pulgar sobre el Marqués de Santillana en sus Claros varones de Castilla: «Era hombre agudo y discreto y de tan
gran corazón, que ni las grandes cosas le alteraban ni en las pequeñas eplacia
entender (ni a las pequeñas daba importancia). En la continencia de su persona
en el razonar de su fabla mostraba ser hombre generoso e magnánime. Fablaba
muy bien y nunca le oían decir palabra que no fuese de notar, quier (ya fuera)
para doctrinar quier para placer. Era cortés e honrador de todos los que a él venían».
Mas no es sólo Hernando del Pulgar el que al retratar al Marqués de
Santillana parece describir a don Tomás. Es este mismo quien traza su retrato al hablar de su maestro don Ramón Menéndez Pida¡: «Sería dificil señalar en la España contemporánea otro hombre de obra tan fecunda ni de
vida tan lograda, ni tampoco de mayor urbanidad y pulcritud en sus costumbres y maneras».
Más que los valores intelectuales he admirado siempre los valores morales. Por ello exalto la integridad de mi noble maestro. Si la misión de la
Universidad debe ser —según creía León Felipe— «más que crear hombres
doctos en una disciplina crear hombres íntegros», en Don Tomás se cumplieron los dos propósitos. Por ello sacrificó su bienestar, honores y el vivir
en la patria, a tinos principios que le mantuvieron en el destierro hasta su
muerte. Notable era la relación que mantenía con los otros seres humanos a
quienes ayudaba con afecto, contestaba con prontitud sus cartas y aconsejaba con tino cuando se le pedía consejo. Ejemplar fue su conducta en la adversidad con los que, como él, padecieron en el exilio.
Hombre sereno fue don Tomás ante los aconteceres que le quitaron el
hogar en Madrid y le impidieron disfrutar de la patria.
Por fortuna conservó en la conversación (y en la correspondencia) una
gracia especial. No la gracia andaluza que es el gesto y la entonación; ni la
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gallega que es concepto. La suya era muy personal; ¿manchega?. No lo sé.
Recuerdo que cuando cumplió 90 años le mandé unas décimas jíbaras
que rezumaban ripios y cariño. Pero al año siguiente se me olvidó la fecha y
no hubo ni champagne ni versos. Se me quejó con donaire y soma en una
carta que conservo.
Tenía buen humor, como veremos en lo que le ocurrió cuando explicaba en la Universidad de Puerto Rico. Usaba don Tomás un paladar postizo
que empolvaba para que los alumnos viesen dónde se aplicaba la lengua al
pronunciar las consonantes palatales. Al quitarse el paladar un día para
mostrarlo a la clase una muchacha de la primera fila exclamó con ingenuidad: «Ay, qué mono!». Don Tomás continuó impertérrito, pero luego comentaba: «Fue la primera y única vez que me llamaron mono».
En otra ocasión fue una estudiante de Barnard College a preguntarle si
aceptaría una invitación para ir a recitar poesías al «dormitorio de señoritas», a lo que contestó muy serio: «Quién no iría a recitar poesías al dormitorio de señoritas?». La chica se sorprendió de que los maestros que estaban
con don Tomás se rieran. «.Por qué se rieron, señor?». Porque dormitorio
es bedroom y tú querías decir Residencia».
La última vez que vi a don Tomás fue un fin de semana, 1969, que pasé
con él y su familia en Northampton. Me parece ver aún aquella casa soleada y clara, de relucientes pisos encerados que parecían espejos y.con un jardín de muy cuidado césped. Don Tomás se enorgullecía de ser él el que manejaba la máquina de encerar y dar lustre y la de cortar la yerba. Eran buenos ejercicios para sus piernas, ya algo torpes. No podía estar sentado más
de una hora por lo cual los paseos en auto por las sombrías carreteras eran
breves. En cambio la cabeza le funcionaba a las mil maravillas y aún escribía y publicaba.
Al despedirme le prometí volver, pero la enfermedad y la muerte de mi
hijo me lo impidieron. Tenía noticias suyas: últimamente por medio de su
hija Joaquina. Me acordé de su último cumpleaños y le mandé una planta y
unas flores, por lo que dijo: «Sin salir de casa paseo por un jardín». No podían faltar mis décimas con más cariño que ripios y abundaban éstos.
Que mi marido no le expresara (aunque lo demostraba) su gran afecto,
no es de extrañar porque el hombre y sobre todo el castellano, es parco y
tiene cierto pudor en mostrar su ternura. Pero que yo, tropical, que hablo a
veces de más, no le dijera cuánto le quería es sorprendente. Le vi los ojos
humedecidos. Los míos estaban a punto de llorar. Y me salía del corazón
decirle cuánto tenía que agradecerle el regalo de su amistad y cuan profundo era mi cariño de tantos años pero callé, temerosa de que fuera a creer
que yo juzgaba esa ocasión nuestro último encuentro en esta tierra. El consuelo es que Angel y yo les acompañamos a menudo, a él y a Dolores, durante los años que suspiró por España.
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TESTIMONIO DE UN POETA
Eugenio Fiorit
La última vez que lo vi fue en su casa de Northampton, los días 11 y 12
de noviembre de 1970, pronto hará diez años. Hacía tiempo que teníamos
el proyecto de vernos, pues un amigo mío muy estimado, Antonio Serrano
de Haro, Consejero Cultural del Consulado General de España en Nueva
York, escritor, poeta, autor de un magnífico libro sobre Jorge Manrique, tenía mucho interés en conocer a don Tomás, y éste nos había invitado a su
casa. Pero una cita que hicimos en el mes de agosto de aquel año no pudo
realizarse porque mi amigo tuvo que hacer un viaje a España, y así quedó la
cosa. Sin embargo yo escribía a don Tomás a principios del propio mes de
noviembre, contestándome él con estas letras: «Querido Fiorit: De acuerdo
con la fecha del sábado 28. ¡Encantados! Desde luego le guardaremos el almuercito. Además, venga dispuesto a dormir aquí. Abrazos de los tres. Navarro».
Ese día llegué como a la una de la tarde, y en la Estación de los autobuses me esperaban Joaquina y él, muy derecho, vestido de gris, con su bastón
—ya tenía ciertas dificultades con las piernas— y su buen sombrero de fieltro,
también gris. (Más adelante les contaré una historieta relacionada con el
sombrero de don Tomás). Ahora continúo el relato de mi breve y agradable
estancia en aquella casa clara, bien arreglada por doña Dolores y por Joaquina, que en la sala de estar tenía una gran ventana por la que se veían árboles y algunas plantas; árboles que según me decía él, «aún conservan parte de sus hojas con los colores del otoño de New England». Hablamos mucho de los amigos comunes, él siempre con su ritmo mesurado y claro, con
aquel acento tan propio de su tierra manchega y que aún parece resonar en
la memoria de mis oídos.
El domingo regresé a Nueva York, proyectando nuevas visitas en aquella acogedora casa. Y pasaron los años, y un día de este último verano me
dio Odón Betanzos la triste noticia del fallecimiento de aquel gran hombre
sencillo, bueno y tan ilustre, que la Filología española tendrá que volver
siempre a sus libros esclarecedores de cualquier punto de lingüística o de
versificación, como es su excelente Métrica española. Paz a su alma.
Haciendo andar hacia atrás el reloj del tiempo, os diré que a poco de mi
llegada definitiva a Nueva York, en el verano de 1940 —hace ya, pues, casi
cuarenta años— y por mi anterior amistad con Onís y con Amelia y Angel
del Río, tuve ocasión de conocer a los Navarro, que entonces vivían en el
número 535 oeste, de la calle 110, entre Broadway y Amsterdam. Allí nos
invitaron varias veces a pasar la velada, hasta que en noviembre de 1957 me
comunicó don Tomás por escrito que como Joaquina estaba de profesora en
Smith College, habían decidido trasladarse a Northampton para vivir cerca
de ella, pues como decía «cada día echábamos más de menos su compañía a
medida que Nueva York se nos iba haciendo más dura y pesada». Ello no
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nos mantenía incomunicados por mucho tiempo; pues siempre que yo le
enviaba alguno de mis libros, don Tomás, con aquella letra segura y menudita como patitas de chipmunk, me acusaba recibo. Así me escribió el 19 de
marzo de 1957, muy afectuoso, diciéndome que había leído «con deleite»
mi ensayo sobre Alfonso Reyes.
Dos años más tarde me felicitaba por mi ascenso a «full profesor», añadiendo que «creo que no hay indiscreción en adelantar una noticia que ya le
debe ser «reservadamente conocida». Y, al leer el glosario que yo había
agregado a la Literatura hispanoamericana de nuestro compañero Anderson lmbert y mía, volvió a escribirme el 22 también de noviembre de 1960,
haciéndome observaciones sobre dicho «Glosario»; observaciones que, desde luego, fueron tomadas en cuenta al hacerse la segunda edición de ese libro de texto.
Además de esa comunicación por escrito, durante muchos veranos nos
veíamos diariamente en las seis semanas que duraba la Escuela de verano de
Middlebury College, en Vermont. Los Navarro asistían a nuestras reuniones
y funciones de teatro y yo, especialmente, me escurría en sus clases para disfrutar del saber serio y amable del maestro. Hablando del teatro, siempre recordaré una noche en que representábamos un graciosísimo trabajo a propósito escrito por Paco García Lorca y Jorge Mañach, y que sus autores llamaban «farsa», titulado «Consonancias peligrosas o el triunfo del Hispanismo». Eso fue el 4 de agosto de 1950. Algunos de los personajes e intérpretes
eran: Doña Métrica, Amelia del Río; don Hispánico, Emilio González López; Modernisto, Angel del Río, y Ultraísto, Francisco García Lorca. También hacía un papel Pilar de Madariaga, entre otros amigos más. La obra estaba basada en las pasadas contiendas entre el Modernismo y el Ultraísmo
(o vanguardismo) en nuestras literaturas, con algunas bromas muy oportunas sobre los libros de Fonética de Don Tomás, que a él mismo le hacían
mucha gracia. Pero donde yo he visto reir con más entusiasmo a Navarro
fue en una escena «ad libitum» que hicimos José Manuel Blecua y yo, en
nuestros desgraciadamente verdaderos papeles de sordos —Blecua mucho
más sordo que yo, desde luego. Entramos a escena a decirnos veinte tonterías, sin entendernos, y con aquello de «¿Vas a la biblioteca? —No, voy a la
biblioteca. —Ah, yo creía que ibas a la biblioteca», don Tomás se reía que
daba gusto verle.
Pero uno de los ratos más memorables de aquellas temporadas sucedió
a fines de junio de 1944. Entonces todavía se podía ir en tren a Middlebury,
cosa que ya no existe, gracias a Dios, porque aquellos trenes botijos de esos
años eran un verdadero martirio. Recuerdo que —por lo menos en aquella
vez— sólo tenían un coche con refrigeración, y en él, claro está, nos agrupábamos todos. Ese año nos reunimos en la Grand Central los Navarro y yo
—que hacía mi primer viaje a Vermont—. Don Tomás se había comprado un
sombrero de fieltro gris, nuevecito, como el que llevaba en 1970 para recibirme en Northampton. Y todos se lo celebramos mucho, pues le sentaba
muy bien. Subimos al vagón, nos acomodamos, y en eso entre José María
Chacón y Calvo, que iba como profesor invitado. Al verse don Tomás y
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MddI.bury, Summ.r School. Bread Loaf, 1944. Mlddlebury, Vermont. USA.
De izquierda a derecha: Jorge Guillén, Tomás Navarro Tomás y Joaquin Casalduero.
Chacón tuvieron una gran alegría, pues no se habían vuelto a ver desde Madrid, cuando la guerra. Chacón al lado de nuestro querido don Tomás y así
estuvieron charlando durante todo el largo viaje, contándose miles de cosas,
después de tantos años sin verse. Hay que advertir que Chacón era un hombre grande y muy grueso. Pues bien: llega el momento de apearse en la estación de Middlebury, y don Tomás empieza a buscar su sombrero, que no
aparece por ninguna parte. «Señor, ¿dónde lo habré puesto?». Y en eso se
levanta Chacón de su asiento y ¡horror!, había colocado toda su enorme humanidad encima del sombrero, que quedó hecho una tortilla de fieltro gris.
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Recuerdo que yo lo tomé y me puse a recorrer el vagón gritando: ¡miren
como está el sombrero de don Tomás! Y a todo esto, cuando nuestro amigo
recobró su prensa, lo acariciaba cuidadosamente para tratar de darle su primitiva forma, pero sin decir más que, bueno, no tiene importancia. Ya se
arreglará. Y el pobre Chacón, rojo como un inmenso tomate, daba excusas y
ayudaba a arreglar el sombrero.
Lo que no tiene arreglo, claro está, es la desaparición de don Tomás, no
ya en el círculo de nuestras amistades vivas, sino en el más amplio de la Fonética y la Lingüística españolas. Con su muerte ha dejado un inmenso vacío en ese ramo de nuestras letras, como quedan vacíos su sillón en la Real
Academia de la Lengua y en nuestra Corporación.
TESTIMONIO DE UN DISCIPULO
Daniel N. Cárdenas
Esta tarde nos reunimos a conmemorar a una de las lumbreras hispánicas. El profesor don Tomás Navarro Tomás fue un verdadero maestro en el
sentido más lato de la palabra. Hoy trataré de examinar las cualidades de
este maestro que a tantos infundió interés y entusiasmo por lo hispánico.
Recuerdo que después de varios cursos de literatura, conocía muchos
datos concretos, pero aislados, sin coherencia, sin unidad o continuidad.
Sólo la presentación de la historia de la lengua por nuestro ilustre maestro
pudo poner todo en propia perspectiva y darle la razón de ser a todo nuestro patrimonio literario. Este descubrimiento me ayudó a decidir qué especialidad escoger. Dos o tres entrevistas con el maestro concretaron la decisión.
Recuerdo claramente la conclusión de nuestra conversación de dos horas, al cabo de la cual dijo: «Bueno amigo Cárdenas, veo que está decidido y
lo acepto con los brazos abierto. De aquí en adelante, no se trata de profesor
y alumno sino de compañeros de labor».
No puedo explicar la sensación de intimidad entre el verdadero maestro
y el discípulo cuando se basa en compañerismo. Tal era el caso con don Tomás, amado y respetado pero compañero.
Hay muchas anécdotas que revelan su carácter, pero no me ocuparé de
ellas hoy. Baste ahora indicar que jamás le fastidiaron en la clase o. fuera de
ellas las preguntas o interrupciones de poca consecuencia.
Dentro y fuera del aula, fue considerado, mesurado y listo a conversar.
Su comportamiento siempre fue ejemplar y digno de emularse. Tuvo él una
personalidad apacible, tranquila y comprensiva, llena de armonía total con
el mundo.
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Fue maestro, director, líder, experto, instructor y sobre todo persona
responsable. Pero aún más; fue artesano: moldeó el carácter y dirección profesional de centenares de personas. No sé quiénes y cuántos somos los discípulos que tuvieron la dicha de disfrutar de la enseñanza de don Tomás,
pero sí sé que somos obra suya. El árbol da su fruto y se aprecia por su valor, pero el árbol retoña y espera que cada retoño se dé a conocer. Espero
que todos sus discípulos podamos diseminar las enseñanzas de don Tomás,
aunque no con todo su esmero: sereno, seguro, y siempre lleno de amor.
En este momento en particular, me parece muy extraño como discípulo
suyo, que la primera obra publicada de nuestro maestro haya sido Las Moradas de Santa Teresa en 1910 y ahora yo dirijo una tesina sobre la poesía
de la misma Santa Teresa. Extraño, digo, porque él comienza su carrera con
Santa Teresa y tal vez con ella termine yo la mía.
Cuando hablamos de la obra de don Tomás corremos el riesgo de omitir algo. ¿Cómo podemos exaltar lo ya reconocido? ¿Cómo podemos negar
lo ya irrefutable?.
Gracias al doctor Theodore S. Beardsley, tenemos la bibliografía de don
Tomás desde 1908 hasta 1970. Habrá que añadir mucho para completarla.
La obra impresa habla por sí misma, pero queda la obra docente, dificil de
evaluar.
Para todo estudioso de lo hispánico, don Tomás fue y es el astro que
nunca se apaga. De ahí emanan las fuentes lingüísticas hispánicas; cada una
sigue su propio camino, pero siempre vuelven a su cauce para fortalecerse y
defender su punto de vista.
Cuando las fuentes difieren de punto de vista, don Tomás ni las reprocha ni las amonesta, sino que reconoce su rebaño y lo convence de que las
diferencias son ópticas aunque se trate de fonología.
Don Tomás nunca quiso que se explotaran, ni su nombre ni sus enseñanzas. Se le quiso homenajear por lo menos en dos ocasiones, pero él se
opuso rotundamente, hasta el punto de que su íntimo amigo Homero Serís
intervino para que se desistiera de tal empresa.
Este es, pues, el testimonio de uno de los discípulos de don Tomás
acongojado por la partida del maestro.
TESTIMONIO DE UN AMIGO DISTANTE
José Agustín Balseiro
Aunque desde lejos, permitan los colegas de nuestra Corporación que
mi voz no falte entre las de aquel representativo grupo del mundo hispánico
que llora la muerte de don Tomás Navarro y que existe consciente de que
perdimos una figura señera cuyo lugar nadie osaría reemplazar.
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La segunda vez que fui a España, y la primera que en Madrid estuve
para ya quedarme durante algunos años allí, visité el Centro de Estudios
Históricos donde conocí al maestro Navarro Tomás. Ibamos dos puertorriqueños. Yo acompañaba, precisamente, a la admirable Amelia Agostini de
entonces; la misma ilustre compañera que hoy, en nombre propio y en el de
todos nosotros, dice su homenaje a «El hombre)) que nos recibió con brazos
abiertos y paternal afecto. No pudimos pensar en ocasión tan inolvidable y
significativa para ambos, que décadas más tarde, hablando con la lengua de
España en la ciudad de Nueva York, la ilustre Amelia Agostini de del Río
se convertiría en la voz de la Academia Norteamericana de la Lengua Española para hacernos la exaltación del prócer de nuestro idioma. Si todos los
hijos del mundo hispánico le debieron mucho, los de mi tierra le debemos
acaso más. Porque nos estudió en nuestra entraña más reveladora: el español en Puerto Rico.
Ya establecido en Madrid donde comencé a formar mi hogar con quien
el 28 de este noviembre cumplirá tres años de muerta, nos honró don Tomás viniendo a nuestro apartamento a compartir el pan. Y nos traía un
ejemplar de aquellos Clásicos Castellanos de «La Lectura», donde todos
aprendimos tanto, editado por él.
Todavía después, cuando desde el Centro de Estudios Históricos se recomendaba al rector de la Universidad de Puerto Rico a quien debía ser catedrático-visitante del Departamento de Estudios Hispánicos, don Tomás
unió su firma a la del también sabio don Ramón Menéndez Pida¡. Y así fui
a enseñar a mi propia tierra, sucediendo a Gabriela Mistral y una pléyade
de insignes maestros. Entre ellos estuvo Angel del Río.
Como si nada hubiera dicho para justificar a plenitud esta comunicación, añadiré que hace soló unas semanas concurrí en Madrid a la reunión
de los miembros de la Real Academia Española en la que su Director y
también querido amigo, Dámaso Alonso, daría cuenta oficial del fallecimiento de don Tomás. En aquella breve reunión el poeta de Hijos de la ira
e investigador de La Epístola Moral a Fabio, de Andrés Fernández de Andrada, hizo una revelación que debe recoger la historia de la cultura hispánica.
A saber: que reiteradamente, durante los años de la postguerra civil, fue
presionado por el Gobierno para que eliminara de la Academia el nombre
de don Tomás Navarro; y siempre se negó a ello. Y aunque Dámaso Alonso
lo dijo con voz de seda —como de quien no ha menester del grito para que
prevalezca su indiscutible autoridad— en ella vibraba el acero del carácter
bien templado.
Ya saben mis colegas de la Academia Norteamericana de la Lengua Española como —por mi admiración intelectual, por mi gratitud personal y por
el sentido de la justicia con que trato de guiarme siempre— no debía faltar,
con mis respetos para la también ilustre doña Joaquina Navarro, este testimonio.
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Reprinted from
Romance Philology
Volume XXXIV, Special Issue, February 1981
1981 by the Regents of the
University of California
Yakov Maikiel
A HISPANIST CONFINED TO HIS "INNER CASTLE":
TOMÁS NAVARRO TOMÁS
(1894-1979)
BY THE time he had reached his mid twenties young Tomás must
have adquired that air of seriousness, dedication, and professionalism thoroughly familiar lo those who were lo meet him at later stages of his life and
academic career'. How else, one may ask, would that great scholar and, at
the same time, inspired talent scout Ramón Menéndez Pidal have invited
him lo join the staff of the newly-founded Centro de Estudios Históricos?
And how else, one may further wonder, would the managers and advisers of
Madrid's vigorously aggressive publishing house La Lectura have entrusted
a man so young with preparing two of the earliest volumes of their recentlylaunched series, «Clásicos castellanos?. Tomás Navarro Tomás was barely
twenty-seven when his first book, a semischolarly, tastefully annotated cdition of the hauntingly beautiful poems of Garcilaso de la Vega, hit the book
(1) For iconographic ilustrations 1 refer to the photograph ushering in, as frontispiece, Vol. L.
of the FRE, which shows Menéndez Pida¡ surrounded by a small group of youngish collaborators; Lo the Diccionario Enciclopédico U. T.E.H.A.. VII (México, D.F., 1952), 94%, featuring an
inset of N.T. as he Iooked during his Columbia years: and Lo the Gran Enciclopedia Larousse,
VII (Barcelona: Planeta, 1970), 644, displaying the likeness of a visibly aged scholar, during the
years of his retirement at Northampton.
market: What an exciting way of starting one's career with an editorial tribute to the tragic figure of the genius who ushered in Spain's Golden Age!.
At that point, in 1911 Navarro Tomá's scholarly personality (e.g. his
bent toward the phonetic sciences) was not yet sharply profiled. Five years
later, by the time the second venture bearing his signature in this string of
scrupulous, but not pedantically erudite, editions was rolling off the press,
his academic commitments had become more neatly silhouetted. To superficial observes it may have seemed somehow paradoxical that a young humanist as lucid, serene, and sober in bis intellectual credo should have devoted so much time and effort to, perhaps, the bestknown piece by a mystically-inclined woman writer and activist of the sixteenth century, Teresa de
Avila. The discrepancy, to be sure, could be, lamely, explained away with
an allusion to certain highly colloquial pecualirities of Teres's prose, known
for its spontaneity if not ingenuousness: Such sporadic idiosyncrasies could
indeed have sitirred a philologist's imagination. In retrospect, however, one
inclines to think that mere title of the chosen treatise, namely Moradas or
El castillo interior, turned out to be programmatic or prophetic: Not immediately, of course, but at a later juncture, after a radical change in al! relevant circumstances, Don Tomás indeed built an «inner castie» to which he
could retreat, in an efTort to finish off or round out his brutally interrupted
earlier researches. To that extent, Tomás Navarro Tomás, despite his unflinching advocacy of enlightenment, in the end became a voluntary prisoner of his castillo interior. Was there any foreboding in 1916 of this eventual
withdrawal?.
The future founding director of the Phonetic Laboratory attached to
Madrid's Centro de Estudios Históricos was born in a small New Castilian
town, La Roda, Province of Albacete, in 1884, His accent, then, was genuinely Castilian from the start. Also, his childhood contact whit a semirural
environment was to stand him in good stead: Even though later he adopted
an urban, ideed metropolitan, life style, at first in Madrid and later, via Mexico City, in Manhattan, he ran into no psychological difficulties in engaging in f'ield interviews, be it in the Peninsula or subsequently, in the Spanish-speaking Caribbean. A certain dignity that attached to him when he
was immersed in academic activities apparently easily gaye way, outside his
gabinete, to the renowned Spanish llaneza, a situation which alone enables
an intellectual to establish instantaneous rapport with an unsophisticated
environment. Don Tomás visible self-respect never froze into pretentiousness and allowed him to shun any Ivory Tower poses.
Althoughthis episode may come as a surprise to his many readers and
followers, intensive concern with the spoken work happened not to be the
first of his intellectual and esthetic infatuations. As a beginner, N.T. opted
for the career of an archivist: A quiet, reserved young man, endowed with
limited ifany capacity for rhetoric, he preferred the silence and solitude and
dedication one associates with study or carrel to the hustie and bustie of a
noisy classroom or auditorium. Spain had a few highly competent archivists
at the turn of the century, e.g. P I. Fidel Fita. Had there been no such drama72
tic upsurge of high-quality research as is usually credited to the dynamic
«Junta para ampliación de estudios», under whose aegis Menéndez Pidal's
Centro at that juncture began to function, N.T. might easily have become
one of those quiet, honest, solid explorers of local traditions whose writings
to this day command respect and admiration - e.g., to cite just one name,
the investigator of Álava's folk culture, F. Baráibar y Zumárraga.
It those crucial years the Pyrenean area was slowly beginning to move
into the center of attention, in part, as a result of the startling, discoveries
made in Upper Aragon by that versatile French-Basque philologist, expiorer, and analyst J. Saro?handy, a protégé oí A. More¡-Fatio. On the Spanish
side, Menéndez Pidal's masterly edition of the Poem de Yúçuf(1902) had
sharpened curiosity about OId Aragonese - not least among the avid readers
of the Revista de Archivos, chosen as the vehicle for the —typographically
exacting— publication of that monograph. Small wonder that under such
conditions the curiosity of a tyro —which N.T. clearly was— wandered off in
that tempting direction. His earliest known research project, in which lightfooted field work and systematic browsing in local archives supported each
other, was focused on verbal inflection, with special attention to unusual
varieties of the «weak» (arrhizotonic) preterite, e.g. betait «vedó», gité
«echó» busqués «buscaste», ganeron «ganaron», and the like (for details see
RPh, XXIX: 4,455n45). A 23-page report, titled «Pensión al Alto Aragón»,
appeared in the 1907-08 Memoria de la Junta para ampliación de estudios... —a close parallel to the procedure adopted by Saro?handy—and the
major findings were shortly thereafter summarized in a newly-founded jour nal, international in scope, ifspearheaded by Germany, the ephemeral Bulletin de dialeciologie romane, 1 (1909), 110-121: «El perfecto de los verbos
en -ar en aragonés antiguo: Observaciones sobre el valor dialectal de los documentos notariales».
Editorial contacts with the Bu/letin and its equally short-lived counterpart, the Revue, both sponsored by the ante bellum «Société de dialectologie
romane» (which dissolved by 191 5), may have provided the initial opportunity for the young and optimistic scientist from Madrid to establish a promising rapport with an overseas Hispanist of his own generation, Aurelio
M. Espinosa, who hailed from the Southwest of the United States and had
just completed and seen through the press his Chicago dissertation on New
Mexico (i.e., as one might say today, Chicano) Spanish. If this was so, the
relationship was to bear fruit in the inter bella period. One thing that may
meanwhile have dawned on N.T., who until that point had been confined in
the range of his activities to his own country - was the wisdom of mastering
at least two world languages, in addition to French with which he, an admirer of transPyrenean rationalism, undoubtedly was already conversant: Ger man, prominently represented at the helm of the dialectological society he
had joined (B. Schdel, H. Urtel, and F. Krüger), and English, with special
reference to North America. He was never to forget the nightmarish experience of deciphering Schuchardt's Der Vokalismus des Vulgarlateins!.
When N.T. joined the Centro he revised, no doubt with the blessing or
73
even at the request of its energetic director, his earlier scale of priorities:
The work on Upper Aragonese was temporarily all but shelved, curiosity
about the vicissitudes of inflection before long evaporated, and the entire reservoir of zest and zeal available was invested in the intensive study of articulatory and instrumental phonetics, as if to justify his appointment as head
of the newly-created Phonectic Laboratory, a branch of the Centro. By 1914
—Le., less than a lustrum later— N.T. was already busy pioneering highly
technical• papers in this, so far as Spain was concerned, Long neglected fleid;
and the year 1918 witnessed the appearance of the most influential book he
ever produced, the eagerly awaited Manual de pronunciación española,
which has been called Spain's answer to the challenge of Maurice Grammont's Traité pratique de prononciation française. In its original garb,
N.T.'s Manual was a rather slender volume of. 235 pages; as the demand for
it rose and the author had the necessary stamina and inclination to revise it
with every new edition, its size, by 1932, grew to 325 pages. It is this standard version which rapidly became a classic, a success story reflected in the
phenomenal number of printings (the 1 7th «edición» in 1972).
Aside from fuifilling its primary purpose, this first —and for a quartercentury sote— «handbook» from the author's prolific pen revealed certain
important characteristics of his style and general modus operandi: a consistently sober tone; a willingness to attack technical matters which other eruditos of his age and day, to say nothing of potential readers, might have
found «dull» or «dry»; an ability to resist the temptation of getting lost in
details and to overcome the urge of indulging in «monographs» (according
to N.T., a weakness - for which, decades later, he would gently chide his
own mentor).
True, the procedures of Classical phonetics (including the use of transcription) had been, at intervals, applied before to Peninsular and Ultramarinc varieties of Spanish, but only by foreign specialists (e.g. by the Swede
Frederik A. Wulif, to Andalusian; by members of the Hamburg School, to
Western Spanish; and by the German Rodolfo Lenz, a friend of Wilhelrn
Vietor's, to Chilean). Also, A. dos R. Gonçalves Viana in Portugal and Pere
Barnils in Catalonia had each done yeoman's work in an adjoining territory.
Now, with articles such as «Siete vocales españolas», «La vibración de la rr
española», «Cantidad de las vocales acentuadas» (afl three pubhished in
1916), «Cantidad de las vocales inacentuadas» (of 1917 vintage), «Diferencias de duración entre las consonantes españolas» (1918), to cite such sampies of N.T.'s spadework as preceded the original edition of is Manual, genuine specimens of 20th-century phonetics, based on precise measurements,
photographs, diagrams, statistic underpinnings, etc. at Long last became
available. In recasting his own Manual de gramática histórica española,a
visibly appreciative Menéndez Pidal put to excellent use sorne of his prize
pupil's descriptive data and innovative interpretations.
The impact of these unprecedented studies, set in a new key of objetive
discourse, was enhanced through their appearance in a journal inaugurating
a new era of creative and critica¡ schoharship in Spain. At one of our mee74
tings in the early «forties, a relaxed N.T., in nostalgic retrospect, disclosed
to me the star under which the Revista de Filología Española was born in
that ominous year 1914. Menéndez Pida!, if 1 may paraphrase my recollection of that story, shortly before invited to his study bis principal coworkers
at the Centro, announcing to them that the institute budgetarily stood a
good chance of starting a high-quality quarterly of its own, comparable to
the best of those issued abroad, if only they would promise to take excellent
care of.it , on the editorial leve!. As for himself, he went on, his earlier plans
and commitments prevented him from engaging in any routine operations,
though he would g!adly contribute an occasional article or note and, generauy, lend his name to the fledgling enterprise. After a briefdeliberation, N.T.
and the other associates (aboye ah, Américo Castro and Vicente García de
Diego, 1 suppose) agreed to this proposal, pledging their lion's shares of support, and Vol. 1 of the RFE promptly made its appearance. The brunt of the
drudgery inevitably involved was borne, for twenty-four long years, in large
measure by a very patient N.T.
Within the Centro, there obviously was no complete agreement of tastes, temperaments, loyalties, and ideologies, with each senior member tending, with the passage of time, to favor his own clientéle, foreign and domestic, as well as his personal inte!lectual protégés (and, probably, budgetary requests). But such were, until the outbreak of the Civil War, the will power and prestige of Don Ramón that the legitimacy of his directorship was
at no time challenged and that whatever dissensions or mutual dislikes may
have secretly been smouldering remained off the record rather than becoming part of public knowledge or hardening into factions —the over-alI impression, for the outsiders and the uninitiated, thus being one of blissful har mony. N.T. is known to have maintained particularhy close ties with Samuel Gil¡ Gaya who, before deafness struck him (driving him into the silent
practice of lexicography), was a fine phonetician. N.T.'s esteem for the precocious, universally !iked Antonio G. Solalinde prompted him, many years.
after the latter's death, to contribute a fine paper to belated memorial in his
former pupil's honor (El endecasílabo en la Tercera Egloga de Garcilaso»,
RPh, V: 2-3, 205-21 l). On the other hand, a certain polarization of leanings
and life styles drove a wedge between him and José F. Montesinos; a cause
or an effect of that estrangement may have pushed the latter in the direction
of !iterary studies (Lope de Vega and, later, 1 9th-century narrative prose),
despite an acknowledged predisposition to philohogy - a yearning apparently left unfulfilled.
At the height of the hargely senseless rift between «positivists» and
«ideahists» in Central Europe —Jakob Jud excelled at diagnosing its pointhessness— the Centro as such refrained from taking any position. The private leanings of its individual members hard!y coincided. For a while García
de Diego flirted with «idealism» though what he actually meant may well
have, simp!y, been the desirability of heavier emphasis on semasiology
(«Etimología idealista, RFE, XV [1928], 225-243). Menéndez Pida!, with
wise restraint, used certain «Einfálle», i.e., flashes of thought of the Vople75
rians as building block for bis own thoroughly documented Orígenes (1926).
Américo Castro warmed up to Leo Spitzer's feuilletonesque wittiness and
saw to it that a ceaseless procession of that scholar's piquantly spiced or larded etymological notes appeared in the RFE; just how well Spitzer, at a later date, repaid Castro this stewardship is a story that need not be recapitulated. As for N.T's sympathies, one could have guessed (and he later confirmed to me this conjecture) that they ¡ay on the side of positivism, in as
much as in his scale of values the neat elucidation of bare facts and the
brick-by-brick building of edifices mattered more than philosophical elucubration and giddying flights of thoughts.
The Centro and its organ now began to attract attention of highly qualified foreigners; Vols. I-X, e.g., contain a profusion of articles or notes by
such philologists (lato sensu) as J. Jud, F. Krüger, J. Leite de Vasconcelos,
C.C. Marden, E. Mele, H. Mérimée, W. Meyer-Lübke, A. More¡-Fatio, S.G.
Morley, K. Pietsch, P. Rajna, J. Saroihandy, H. Schuchardt, L. Spitzer, A.
Steiger, G. Tilander, M.L. Wagner, to supply an incomplete list of nonHispanophones; to this roster must be added the names of Pedro Henríquez
Ureña and of Alfonso Reyes, as representatives of New World hispanismo.
Much of the material elicited or submitted invited translation, beside standard editorial supervision, and N.T. doubtless would briefly feel spells of fatigue and pangs of overexertion. But such spasmodic experiences must have
been counterbalanced by a feeling of euphoria and pride at having engineered, in collaboration with A. Castro, the three splendid volumes (1925), cosmopolitan in scope and sparkling in workmanship, of the Homenaje a Menéndez Pida!, which placed Spanish scholarship on a new pedestal.
Recognition for these accomplishments was henceforth by no means
slow in coming his way. Around 1927 we find Tomás Navarro (1 suspect for
the first time) in the New World, in the enviable role of a visiting professor
in Puerto Rico and, the following year, at Stanford, shortly after the extension of similar invitations to A. Castro and M. de Montoliu by Buenos Aires' budding Instituto de Filología. On the Palo Alto campus, Espinosa had
meanwhile risen to considerable academic and administrative prominence.
As founding editor of Hispania (1917), the then authoritative journal of the
American Association of Teachers of Spanish, Espinosa had issued repeated
invitations to his Madrid friend to contribute serious, but no overly technical notes for the consumption of well-intentioned pedagogues; now the
bonds of friendship between the two families were further strengthened in
sunny Central California. With friends stationed from coast to coast
—Solalinde at Madison, Federico de Onís at Columbia— it is a foregone conclusion that N.T.'s long trip, no doubt taken aboard transcontinental trains
and trans-Atlantic boats, had its share of pleasant, entertaining interruptions, a gira about which, being a man of exemplary modesty, he would not
brag. More noteworthy than such possible frilis, and far more characteristic
of o.ur late friend's unswerving devotion to the cause of scholarship, is the
fact that he availed himselfofthis trip to take fleid notes, en route, in Puerto Rico and, farther afleld, in Venezuela. The former batch of notes, twenty
76
years later, was to form the bedrock of N.T.'s celebrated monograph, El español de Puerto Rico. The Venezuelan material, though salvaged during the
turmoil of the Civil War, has, to the best of my knowledge, never been published, forming a sort of residue, just as A. Castro's records of his fleid trips
lo Sanabria and To Morocco, in the end, were left unexploited.
This newly-awakened concern with Caribbean dialectology was not
merely a by product of touristic prowess or, worse, a whimsy: II fitted
smoothly into a new program of research, based on cartography, which was
lo be superimposed on Don Tomás' earlier prolonged concern with straight
phonetics, applied to standard Spanish. The planning of this novel survey of
Peninsular dialects, attuned to the then fashionable canons of linguistics,
bore its first tangible fruits distinctly later, especially in N.T.'sjustly famous
article, written in collaboration with L. Rodríguez-Castellano and A.M. Espinosa-hijo, «La frontera del andaluz», RFE, XX (1933), 225-277, as well
as in the companion piece, for which he teamed up with M. Sanchis Guar ner, «Análisis fonético del valenciano literario», ¡bid., XXI, 113-141. Since
M.L. Wagner and P. Henríquez Ureña had long before raised the vexing
problem of any possible reason for certain striking phonetic resemblances
between Andalusian and a number of regional varieties of American Spanish, the Caribbean zone included, N.T.'s heightened curiosity is easily understood (for further details see my Linguistics and Philology..., p. 39). The
question as to when the actual preparation for the Atlas lingüístico de España, later de la Península Ibérica, conceived on a grandiose scale, actually
started continues to be moot, and its incipient phases are clouded in uncertainty 2 . Interestingly, the research associate originally assigned to N.T. as
the principal explorer was Amado Alonso, the Centro's prize pupil in the
early' twenties: when Alonso, by 1925, agreed to ful the position at Buenos
Aires' Instituto de Filología vacated by M. de Montoliu, a gap arose at the
Madrid end of the axis, which may for years have painfully slowed down
further progress along that une 3
.
(2) Revealing, in this connection, is the succession of news bulletins spread over Vol. X (1923)
of the RFE. Here one learns about the existence of a by no menas new project to organice such
an atlas, a lan initiated by the Director of the Centro, who made N.T. responsible for its execution (112); about the sensation produced in Madrid by the appearance, under the sponsorship
of Barcelona's lnstitut d'Estudis Catalans, of the first fascicle of Antoni Griera's ALC —in pan a
rival undertaking (224); and of two, apparently highly successful, lectures given by Jakob Jud,
in October 1923, on bis brainchild, the A!S(443).
(3) Pan of Alonso's Madrid heritage best understood in the framework of N.T.'s relationships
and moral commitments was bis continued attachment to Espinosa-padre's —by then completely absolote— doctoral dissertation. This idea of translating and, in the process, bringing up to
date a slender monograph, from the pen of a neophyte, was perhaps defensible: but the attemp
made by the Alonso-Rosenblat team, between 1930 and 1946, of stufling their own studies, vastly superior to Espinosa's early gropings, into the framework of such a translation, borders on
the bizarre, ifnot downright grotesque.
77
While this new concern with dialectology in cartographic projection
was slowly maturing4 it did not monopolize N.T.'s commitment to advanced research. The «oid love» —the gamut of phonetic sciences— at no time
became extinct; as a matter of fact, the remarkabie success of the handbook
led to all sorts of adaptations. For didactiç purposes, N.T. prepared a kind
of epitome or précis, running to less than one hundred pages: Compendio de
ortología española para la enseñanza de la pronunciación normal en relación con las diferencias dialectales (M., 1927; 1928 2); Menéndez Pidal deemed this exercise in «haute vulgarisation» important enough to prefix to it a
Preface. At a distinct!y later date, and this time as a service to afl Spanishspeaking countries, N.T., through further distihiation, produced an even
shimmer pamphlet: Guía de la pronunciación española escrita a solicitud de
la Comisión permanente de la Asociación de academias de la lengua española (México: Editorial Jus, 1956). Then, there was an adaptation of the
Manual to the needs of German students, many of whom, through temporary recoil from French and Itahian (between the wars, were discovering the
strange beauty of Spanish: Handbuch der spanischen Aussprache (Leipzig &
Berlin: B.G. Teubner, 1923). The trans!ator was none other than the indefatigable Fritz Krüger, and the book was absorbed into Teubner's prestigious
«Spanische und hispano-ameri kan¡ sche Studienbücherei». Just a few years
later, Espinosa saw to it that his friend's Compendio, including Menéndez
,
(4) At the opposite pole, within the precinct of Madrid's Centro, stood Peninsular dialectology set in a more traditional key, without benefit of maps and with little if any recourse to phonetic transcription. The spokesman for this alternative approach was Vicente García de Diego;
see, aboye alI, his «Dialectalismos», in RFE, III (1916), 301-318, and «El castellano como complejo dialectal y sus dialectos internos», ¡bid., XXXIV (1950). 107-124. For reasons known
only to insiders, G. de D., generally a prolific writer of articles, was not at all represented in his
favoritejournal between 1933 and 1937; after the Civil War, however, he briefly acted, without
particular distintion of display of concern, as editor-in-chief of the resuscitated RFE. until D.
Alonso took over, at first energetically; still later thejournal has given the impression of drifting
about, almost aimlessly. (O. de D.'s main effort, in his oid age, was to launch a periodical of his
own, semifolkloristic in its bent and coverage, the Revista de dialectología y tradiciones populares, a sort of «archive» perhaps best described as reflecting late- 1 9th-century tastes, which has
appealed chiefly to mid-brow local collectors of data, rather than to high-brow analysts). Menéndez Pidal's espousal of the cartography follows unequivocally from the excellent use he
made of it in his Orígenes, appiying it both to phonic and to lexical isoglosses. Among the postCivil War dialectologists, the best-known —Alonso Zamora Vicente, María Josefa Canellada
(who studied laboratory phonetics with Lacerda in Portugal), and the indefatigable Manuel Alvar, a top-flight expert in Aragonese, Andalusian, and Moroccan Judaeo-Spanish alike— have,
in general leaned more heavily toward the standars set by N.T. However, any chronicler of
events must set aside, as the third source of inspiration. Fritz Krüger's intensive practice of the
Worier-und-Sachen approach, interwoven with the fieldinterview tecnique and with phonetic
records. AlI of these fluctuations of intellectual taste and academic ties had no bearing on G. de
D.'s separate involvement in etymology, which set him on a hazardous collision course with,
first. A. Castro and, subsequently, J. Corominas. As is widely know, Meyer-Lübke, in revesing
is REW. took O. de D.'s extensive critique (1923) of the earlier edition very seriously. On the
other hand. N.T. all his life showed a pronounced reluctance to meddle with the lexical disciplines, even on a descriptive plane, and reduced bis share in comparison with cognate languages
and in reconstruction of older stages of Spanish, to the barest minimum, somehow managing to
eliminate Latín from his immediate concerns. (G. de D. in contrast, was a seasoned Latinist).
78
Pidal's prefatory commendation, appeared in this country, in English garb:
A primer of Spanish Pronunciation (Chicago, N. Y., etc.: H. Sanborn & Co.,
1926). Such was the public esteem in which N.T. was widely heid, on both
sides of the Atlantic, not least on account of his objectivity, and such was,
opportunely enough, his knack for expounding in simple words rather complicated issues, that he became the logical choice for laying down the norm
for the motion-picture industry, the moment sounds were added to flitting
images: El idioma español en el cine parlante: ¿español o hispanoamericano?(M., 1930; the second halfofthis 95-page tract is taken up by a translation into English, from the pen of Espinosa's son). In this respect N.T.'s
technical expertise and practicality may be likened to the role played by B.
Migliorini in Italy. Still along the same une of.app1ied knowledge» one can
place a series of five double-sided gramophone [i.e. phonograph] records
(Spanish Pronunciation and Intonation Exercises») that N.T. —obviously,
no occupant of an Ivory Tower— made available, in the 'thirties or 'forties,
to the London and New York branches of the Linguaphone Institute.
Interest in theoretically underpinned phonetics did not come to a
standstill, despite these diversions and temptations. Shortly before the outbreak of the Civil War N.T. published a rather controversia¡ note, received
much more warmly by his compatriots than by foreign Hispanists: «Rehilamiento» (RFE, XXI [1934], 274-279), and chose, upon his election to the
Spanish Academy, «El acento castellano» as the topic of his entrance
speech, on the occasion of the solemn May 19, 1935 ceremony, when he
was welcomed to the august body by Miguel Artigas Ferrando (remembered
as the editor of the medieval exhortatory poem Libro de miseria de omne).
«Discurso» and «Contestación» appeared jointly, as a brochure, that same
year. Throughout the' thirties, N.T., as a phonetician, was —slowly— preparing himself for striking out in new directions; he warmed up to certain tenets of the new Praguestyle phonology and made a point of being represented, be it only with a short note, in the N. Trubetzkoj FS which marked the
conclusion of the influential TCLP; also, he conducted experiments in
pitch analysis, which were to lead, eventually, long after his transfer to
Manhattan, to one of his most solid and innovative monographs, the Manual de entonación española (N.Y.: Hispanic Institute in the U.S., 1944;
rey., 1946).
It will be remembered that Madrid's Phonetic Laboratory, rather than
functioning as an entirely autonomous entity, was subordinated to the Centro de Estudios. Históricos, with the result that its director constantly moved
among historically-oriented intellectuals. Even though hardly so inclined
himself, N.T. agreed to espouse the cause of historicism -1rue, not by cultivating diachronic phonology, as most of his contemporaries might have
done, but by extending his curiosity to the activities of certain astonishingly
far-sighted distant pioneers, sorne of thern clinicallyminded, hence pragmatists or realists like himself. His major contributions to this esoteric province of knowledge— conceivably more appreciated today than they were haif a
century ago —were «Doctrina fonética de Juan Pablo Bonet (1620)» RFE,
79
VII (1920), 150-177, and «Manuel Ramírez de Carrión y el arte de enseñar
a hablar a los mudos», ¡bid., XI (1924), 225-266. A fringe benefit was the
vindication of Spain's oft-forgotten share in pre-linguistics. While surely no
«patriotero», N.T. was patriotic enough to enjoy the rehabilitation of a
long-neglected Landsmann. By the same token, he derived no pleasure from
seeing phonetic investigations into the Spanish language fall into the lap of
foreign amateurs («La metafonía vocálica y otras teorías del Sr. Colton —one
of his few overtly polemic writings—RFE, X [1923], 26-56).
There were still other outlets for N.T.'s «élan vital» in those years
—clearly, the best of his entire life. In a surprising and gratifying burst of
creativity, Menéndez Pidal, rivaling the peerless record of Hugo Schuchardt, staked out for himself (and, by implication, for his school) a small
patch of territory in Ibero-Basque studies (for the first time, 1 suspect, in
«Sobre las vocales ibéricas F, y 9 en los nombres toponímicos» [1918], now
best consulted as the opening piece in his miscellany Toponimia prerrománica hispana [M., 1952]). Riding the crest of this vogue, N.T. also wrote,
from his favorite angle of straight description rather than of archeological
reconstruction, a couple of papers so slanted, including «Pronunciación guipuzcoana: contribución al estudio de la fonética vasca» (with the expected
apparatus of tables, diagrarns, illustrations), which graces the third, concluding volume (pp. 593-633) of the sumptuously printed Homenaje ofrecido a
Menéndez Pida! (M., 1925), a testimonial venture, incidentally, which by
its scope of specialties represented, its cosmopolitan contingent of invited
contributors, and its fine workmanship eclipsed anything previously accomplished along this line in countries behind which Spain used to lag rather
scandalously. With his then companion-in-arms Américo Castro, N.T. was,
we recall, the master architect responsible for that impressive edifice. To revert to Ibero-Basque, N.T. though in general no devotee of—so often— highly
conjectural substratum theories, was not averse to charging the strikingly
economic system of Castilian vowels to the vavinity of Basque, or to the
partial coexistence (overlap) of ihe two languages. For sorne brief hints of
«latín cantábrico» shaped by contiguous «ibero-vasco» see his contribution
to the Ralph E. House Memorial (1942), «Observaciones sobre las vocales
castellanas», most conveniently consulted in the miscellany Estudios de fonología española (Syracuse N.Y. Syracuse, UP 1946), pp. 31-45.
However, even the Euskaric prong does not exhaust the measure of
N.T.'s diversified involvements at the peak of his career, between the mid'
twenties and the mid' thirties: The earlier concern with Upper Aragon continued o glimmer. Erik StaaWs masterly Elude sur l'ancien dialecte léonais
(1909) had demonstrated the feasibility of paleo-Romance dialect research
based almost exclusively on notarial docurnents —if edited with a maximum
of scrupulous attention to paleographic details, properly dated, and accurately localized. Despite a few demurrers, Menéndez Pidal's circumstantial review (in the RDR) of StaatT's magnum opus was nothing ifnot encomiastic.
Moreover, there began to loom on the horizon the chance of producing Peninsular complements and counterparts— preferably in Spain herself rather
80
thant in far-off Scandinavia. Menéndez Pida¡, ever alert to such opportunities, launched the series Documentos lingüísticos de España and led off with
his own masterpiece of meticulous editing of charters written in the yemacular (1: Reino de Castilla EM. 1919-21] which, in constrast to the pattemn
previously chosen by Staaff, contained only the bare texts, polished to a
sheen in terms of sophisticated diplomatics. The inferences from this material of incomparable authenticity were drawn, a few years later, in the author's unsurpassed interpretative monograph, titled —after sorne hesitationOrígenes del español (1926, 1929 2). N.T. was the logical choice for adopting
the schema of Staaffand Menéndez Pidal and bringing it to bear on Aragonese; at the very least, on Upper Aragonese, a ground thoroughly familiar to
him, we recall, from his graduate-student years. Much of the raw material
thus indeed became available to fellow students at the Centro by the mid
'thirties, and the senior member of the team— as N.T. reported to me not
without pride —made good use for certain specirnens in his Orígenes. But
progress on this particular venture, a challenge to which N.T. appare.ntly
failed to respond, was excruciatingly slow; meanwhile, other, distinctly
younger explorers, for the most par foreigners— a Gerhard Rohlfs, an Alwin
Kuhn, a William D. Elcock, to name only the most prominent, sorne of
them also concerned with Gascon on the opposite siope of the Pyrenees delved into Upper Aragonese with genuine zest and energy. N.T. apparently
found it hard to keep up with these opposite parts. With a tantalizing delay,
entrenched in his Columbia headquarters, he finally saw to it that the unadorned exhibits were published (Documentos lingüísticos del Alto Aragón
[Syracuse, N.Y.: Syracuse UP, 1957]); but, without the support of any commentary and bereft of the presentation of any .fresh insights, the book, unfairly enough, made but a weak impact.
Another thin thread connects N.T.'s juvenilia with his more mature
and even old-age writings in the fleld of metrics. While this particular prong
of curiosity for a while was allowed to recede into the background, there occurred no sharp break; witness the paper «La cantidad silábica en unos versos de Rubén Darío». Which followed closely upon a parellel study divorced from any involvement in versification ((<Historia de algunas opiniones
sobre la cantidad silábica española»; see RFE, VIII [1921], 30-57; IX, 1-29).
Excess of diversification easily leads to fragmentation, or diffraction, of
attention. In the case of N.T., there was added, to his standard load of experimental (instrumental) chores in the laboratory, the co-responsability for
the book-review section in the RFE. According to Alice M. Pollin and Raquel Dersten's Guía para la consulta... (N.Y.U. Press, 1964), he reviewed al¡
in al¡ seven books between 1917 and 1931, including items written in English, French, and German. The assessments were, typically, short but meaty, and the vantage point taken was that of a phonetician (this bias shines
through, e.g., in his lukewarm reaction to E.G. Wahlgren's celebrated monograph).
More time-consuming was the load placed on N.T.'s shoulders by his
magisterio, which te took seriously, trying to impart unalloyed training rat81
her than sheer entertainrnent; sorne of the apprenticeship materialized in
collaboritive enterprises. Jus how heavy N.T.'s actual share was in such
group ventures is best gauged if one compares, say, L. RodríguezCastellano's piece written in cooperation with his favorite teacher (1933)
with the —by no means negligible, but discernibly Iess polished— Asturian
studies by the sarne scholar traceable to the 'fifties; for exemplification 1 refer to my review (in Lang., XXX [1954], 128-153) of La variedad dialectal
M Alto Aher (Oviedo, 1952). The single rnost irnportant doctoral dialect
monograph of the «golden decade» supervised, to a large extent, by N.T.
was A.M. Espinosa hijo's Arcaísmos dialectales (M., 1935), which dealt
with traces /z/ and /dz/ left in Western dialect speech (provinces of Salamanca and Zamora). N.T. also had the satisfaction of watching his students
team up, occasionally, for research without his direct participation, witness
Espinosa-hijo and Rodríguez-Castellano's ambitious joint inquiry into «La
aspiración de la h en el sur y oeste de España» (RFE, XXIII [1936],
225-254, 337-378).
As a widely published and ceaselessly quoted author and dedicated teacher and trainer of young scholars N.T. reached the apex of his slow but
steady clirnb to a position of influence and authority by 1936. Everything
appeared finely balanced in his daily routine, including a harrnonious family life - he had an understanding wife and, of his two daughters, one, namely Joaquina, showed a decided bent if not for languages then, at least, for an
indepth grasp of her native tongue. Among fellow academicians and (notoriously critical) students, and among qualifies foreign visitors, too, N.T. enjoyed very high esteem for his competence, objectivity, steady working habits, and dependability. No university studen of humanities would dream of
skipping his courses or circumnavigating any of his lectures. True, he lacked the charisma that would set a brilliant student's imagination ablaze, and
his spectrurn of specialties appealed to a disappointingly small fraction of
candidates or university positions. His type of studied detachment front the
mainstream of intellectual and artistic preoccupations somehow did not
strike a responsive chord in the hearts of the liveliest and most promising
young men and women whose path he crossed. His teaching. for afi its nourishing substance, seldom titillated imagination; he dit not thrive on the inquietud of the young; practically no anecdotes circuhated about him. The
élite of Madrid's academic Nachwuchs made a point of learning a good deal,
including a dosage of honesty and mental discipline, from N.T., but in the
end, as a rule s opted for sorne more entertaining, less «dry» specialty. The
zigzagging hine of Amado Alonso's rapidly changing commitrnents could
serve as a perfect illustration of this trend. N.T. was too predictable for the
taste of certain aspiring devotees of «philology», and the sort of research his
style of scholarship connoted might, it was feared, force a young practitioner into an entirely too narrow groove.
It was widely assurned that politicahly, N.T. stood to the left of the other senior members of the Centro, including its director; centainly, it would
not have occurred to anyone to associate N.T. with the cause of clericahism
82
or with any leaning toward reactionary monarchy. When the Civil War broke out in 1936 N.T. staunchly and unequivocally supported the Republic,
to the bitter end. Because of his unwavering loyalty, the governments that
succeeded thernselves in those tragic years appointed him to administrative
positions of high responsibility, including, for a while, the directorship of
the National Library, where he filied a vacancy. He formed part of official
delegations, including one that briefly visited. Moscow, and the Spanish Information Bureau in this country distributed his, necessarily partisan, «Message to American Teachers of Spanish» (N.Y., 1936). This attitude of
unyielding steadfastness was greatly admired in certain circles, but also led
toan irreparable break with sorne of N.T.'s closest and, until then, most rehable and devoted friends. It was, by ah odds, the single severest test and
greatest tragedy of his entire life. Joining the unbending rearguard of the
Spanish liberal intehligentsia, N.T., in 1939, crossed the Pyrenees, with a
stricken Antonio Machado leaning on his shoulder. He succeeded in salvaging most of his rnanuscripts and sorne irreplaceable scholarly materials entrusted to his care. Soon after, his friend Machado died in a southern French
internment camp for refugees. N.T. had the good fortune of receiving a cail
to Mexico, by a narrow margin ahead of the threatening explosion of World
War II. A few months later, undoubtedly once again through the efforts of
his old compañero de estudios Federico de Onís, N.T. —destitute of many
advantages, but undaunted and waiking with his head erect— was entrenched
in a modestly appointed office in Columbia University's Philosophy Hall.
He and what remained of his family (one of his daughters had rneanwhile
married in Mexico) rented a near-by apartment. Thus began a new, long,
and less than very eventful or particularly exciting chapter in his life. (He
had meanwhile reached his early fifties).
In New York City N.T. ran into a situation radicaiiy different from the
one he had encountered in Madrid. «Philology» hab by then become an almost disreputable word in American cohlegiate society; Romance philology
was the least highly regarded among its varieties; and Hispanic studies represented, in public steem the bottom of the pile. (This, at least, was the
way he hirnselfsadly saw the hierarchy in 1940). «Linguistics», on the other
hand, was a jovial science, irreparably divorced from the humanities.
While N.T. owed a great deal to his friendship with de Onís (whom his
daughter, and his friend's student, Joaquina, in 1968, memorialized in a
moving article), the two exiled Spaniards surely assessed the present and future of rnodern-language studies in the New World from radically different
vantage points. De Onís, though proud of what he, as a young man, had
once accomphished at Madrid's Centro (among other achievements, a superb edition of two Oid Leonese collections of municipal ordinances; his
iast dialect study appeared in the Todd Memorial [1930]), minced no words
in declaring that, what may have been excellent in prewar Europe, could
not possibly serve any useful purpose in a differently-structured 1940 America. He urged all younger men who consulted him (including the writer of
these unes) to switch to a more appropriate, more realistic emphasis before
83
it was too late. N.T. not only was far too advanced in age and in the acquisition of professional skills to aim at any abrupt shift, he was also too proud
to adrnit defeat, on this new battleground of professionalism. He advised
those few younger workers who bothered to heed his opinion to resist the
drift toward trivialization and he tried to help them, albeit discreetly, in
many enganging ways.
Still other hindrances obstructed N.T.'s path. A certain stiffness henceforth benumbed his movernents. In deference to American conditions he
agreed to shorten hin narne (to avert the risk involved in his initials:
T.N.T.?), casting off, for a while, the segundo apellido; he applied for and
acquired American citizenship. But it was, clearly, beyond his power to acquire any fluency in the use of colloquial or even of written English, a painful limitation that henceforth confined him to quarters not overly concerned
with linguistics. Moreover, the American competitive approach on one's
«bumpy» road to succes clashed with his innate dignity; while sorne foreing
linguists of his generation were willing to display their «colorfulness», in an
effort to capture the attention of U.S. audiences, such an attitude was utterly
alien to hirn. So, more and more, he was led to withdraw to his «inner casile» - as if earlier self-immersion in Las Moradas had prepared hirn for this
stance.
One irnrnediate task that he set himself in the early and mid'forties was
to pick up the fragrnents of his abruptly interrupted, indeed, irremediably
broken earlier oeuvre. Reference has already been made to the Manual de
entonación (1944), to the Estudios de fonología (1946), to El español en
Puerto Rico (1948), and, finally, to the Documentos del Alto Aragón (1957).
Not ah critica] reactions were favorable; what, in Madrid, might have passed off as understandable or condonable, e.g. total aloofness from Amen can-style phonemics (then in its zenith), looked almost bizarre in the holder
of a Columbia chair. Moreover, certain crucial aspects of that nascent discipline (e.g., the contrast between sintagmatic and paradigmatic analysis)
were swept under the rug, in favor of secondary and tertiary matters (e.g.,
sound frequency). The wisdom of issuing the Fonología in English (tr. R.D.
Abraham; Coral Gables, 1968) eludes me.
On the positive side of the ledger stood the unexpected and rapid rise to
prominence of the Instituto de Filología in Buenos Aires, N.T.'s probably
alI-time best student, Amado Alonso, vested with considerable discretionary
power, now stood a chance to repay his teacher not a few past favors, and
used that chance skillfully. Vol. 1. No. 1 of the newly-launched quarterly
RFH, auspiciously enough, contained as its lead paper N.T.'s tasteful artiche, «El grupo fónico como unidad melódica», which accurately marked the
transition from phonetic to prosodic inquines. Alonso further proposed to
his former mentor to prepare, for his institute, a questionnaire, to be used in
tield-work contexts. What we have left is a mere torso: Cuestionario linguislico hispanoamericano, 1: Fonética, morfología, sintaxis (B.A., 1943, 1945;
printed by Con¡). The exact reasons for the discontinuance of the project
have never been stated; perhaps N.T. himself realized that he was not the
84
right person to handie the second, lexico-etymological part. This was, almost by definition, a studiedly modest undertaking, which nevertheless proved useful to well intentioned middle-brow autodidacts, such as Víctor M.
Suárez in Southern Mexico; see my appraisal, in HR, XVI (1948), 175-183,
of his book, El español que se habla en Yucatán (Mérida, 1945). Ironically,
Suárez did not engage in field interviews, and produced no maps.
N.T. made strenuous effort to build up a second school at his new
headquarters, but ran into serious difficulties, despite the steem that he uníversally enjoyed. First, the climate in Madrid had never been the same as in
Manhattan; second, the 'forties were nowhere a mere continuation of the
'twenties; and third, the sort of people he met now had ambitions entirely at
variance from those of his earlier disciples. There is no need to be more explicit on these three scores. To the readers of this journal, Oliver T. Myers
may well be the best-known member of this second «crop» (witness his concern with Juan del Enzina); to the south of the border, L. Flórez (Bogotá)
developed and transmitted to his equipo many skills that he had learned
from N.T.
N.T. continued to be a firm believer in the intrinsic value of an objective description of isolated facts for its own sake, without any excessive
preoccupation with the noted American literary scholar, S. Griswold Morley, whose presidential MLA address, characteristically, was titled: «The
Dignity of Facts»). In the dawning Age of Structuralism, younger scholars
refused to subscribe to this creed, which to them smacked of na?veté.
Another slightly bafTing dimension of N.T.'s idearium was his longheld beliefthat tidy collectionsofdata never lose their value; he clearly did
not reckon with the element of timeliness orwith the attrition of appeal,
and made no allowance for vogues and periods of indifference in the world
of scholarship. Showing me once the maps of his inchoate Linguistic Atlas,
he likened them smilingly, to wine, acquiring extra flavor while stored in a
cellar, for a indefinite length of time. Unfortunately this view of the situation turned out to be skewed: Before long, public and academic interest in
dialect geography receded sharply, while printing costs of any cartographically-slanted books rose drastically. With the help of a devoted former assistant, the aforementioned Valencian scholar M. Sanchis Guarner, there appeared, in the end, a modest one-volume edition —far from what could once
have been anticipated on the basis of early specimens— of the Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (=ALPI). Even for this meager compromise.
N.T. received minimal credit; undismayed, he published a couple of exceIlent articles designed to show the potentialities of this sort of projection needless to say, on the austerely descriptive level (e.g., «Geografía peninsular de la palabra aguja», RP/Z, XII: 2 [1963], 285-300).
Toward the end of his second teaching career, and during the long years
of his retirement at Northampton, Mass. (where he joined his daughter Joaquina, a faculty member at Smith College since 1943). N.T. tended to write
articles only at rare intervals, and on special ocassions, e.g. for testimonials
and memorials in honor of his friends (one could loosely so class the «Pró85
logo» from his pen ushering in D.L. Canfield's La pronunciación del español en América [1962] or the somewhat earlier and distinctly more extensive «Estudio preliminar» heralding José Rojas Garcidueñas' edition [México:
El Colegio de México, 19501 of Mateo Alemán's pioneering Ortografía castellana [16091). As for gifts tendered on special occasions, N. T.'s longevity
—and, fortunately, continued mental alertness and lucidity— made him the
logical choice for commemorative papers in honor not only of his elders
and contemporaries, but also of certain formess students; witness the «Notas
fonológicas sobre Lope de Vega» which he jotted down for the Miscelánea
filológica en memoria de A. Alonso = Archivo, IV (Oviedo, 1954). He was
equally prepared to render homage to his American counterparts (Los versos de Sor Juana», RPh, VII: 1 [1954], 44-50 = S. Griswold Morley Testimonial). Al¡ of which may make some readers wonder why no such Homenaje
in honor of N.T. himself appeared in his own lifetime. 1 happen to know
that severa¡ such offers were extended to N.T. (at least two, many years ago,
to no avail), and that he decided to beg off.
With so much time gained through avoidance of any scattering of energy, N.T. could, at a ripe age, marshall the strength to produce one more
book of major importance, Métrica española: reseña histórica y descriptiva
(Syracuse UP. 1950), whose appearance our journal marked by a very
weighty review article (Pierre Le Gentil, «Discussions sur la versification espagnole médiévale ». XII: 1 [1958], 1-32). The unhurriedly composed
book represents the author's heaviest investment in the study of older Spanish culture. Along with its satellites and sequels: Arte del verso (México:
Cía. General de ediciones, 1959); Repertorio de estrofas españolas (N.Y.:
...
Las Américas, 1968); and Los poetas en sus versos: desde Jorge Manrique a
García Lorca (Barcelona/Esplugues de Llobregat: Ariel, 1973), it shows how
in his concluding years Tomás Navarro Tomás achieved the long-sought reconciliation between his sthetic and linguistic leanings. And he had in his
oid age two more consolations, or rewards for his stoicism. He lived long
enough to witness the collapse of the dictatorship he had opposed from the
start, and most of the books he had written in exile were reabsorbed into
Spain's book trade. Truly, as a man who all his ¡¡fe had walued integrity
over cleverness, he carne out with a remarkably clean record. [Y.M.].
POST-SCRIPT (NOVEMBER 1980)
Through Joaquina Navarro's courtesy, extended to me shortly after
completion of the aboye memorial ization, 1 have become aware of two
more necrologies which must rank as the most incisive of alI those so far
published. Rafael Lapesa's piece in ínsula, Jan. 1980 (no. 395), p. 3, is an
obituary essay executed in the conventional unalloyed eulogistic vein, but
in contains severa¡ bits of factual information not easy to come by outside
Madrid, e.g. on T.N.'s rather extended studies abroad, c. 1910 (with Rousselot and Grammont in France, with Gauchat in Switzerland, with Vitor,
86
Sievers, and Panconcelli-Calzia in Germany); on the eventual transfer of the
Atlas materials back to Spain (after 1950); on the Archivo de la Palabra in
Madrid (founded by T.N.), which contains tape recordings of readings by
many prominent Spanish writers; and on his earliest research in pitch, published in Civil War-time Spain (in the alrnost forgotten journal Madrid).
The essay, subtitled «Vida y obra de un noble varón», also affords a candid
pen portrait of T.N. in his oid age (1973) and is enlivened by a photograph
of his, taken at Middlebury College in Vermont (where he used to teach in
surnrner), in the company of A. Alonso, [C.] Fernández, R. Lapesa, and P.
Salinas.
A more detailed and less conventional essay by A. Zamora Vicente
(BRAE, LIX: 218 [Sept.-Dec., 19791, pp. 413-43 1), accompanied by a photograph, on a plate, of an aging T.N.'s head, provides a glimpse of the future
master's apprenticeship at the humble Instituto of Albacete (which Menéndez Pida¡ also, once, briefly attended), then at the University of Valencia;
cursorily mentions sorne little-know writings by the necrologist's former
teacher (e.g. the Catálogo de los documentos de la sección de Clero, which
T.N. compiled for the Archivo Histórico Nacional), also certain byproducts of his Caribbean research project (on the Curaço creole, 1953, see
below; on the Santo Domingo dialect, 1956); and adds, from the vantage
point of an eye-witness, a lively description of T.N. caught in the turmoil of
the Civil War.
Let me add that, although for most younger dialectologists trained in
Spain. T.N., even after his irreversible departure for the New World, continued to represent a sort of «guru», a few critica¡ voices of his style of scholarship have been heard, either on bis homeground or from compatriots stationed abroad (D. Catalán, M. Torreblanca).
My own hints of his publications, though intented to be selective,
might have included mention of his «Observaciones sobre el papiamento»,
NRFH, VII (1951), 183-189, given the current vogue of studies in pidgins
and creoles; and, on the side of Basque, have singled out the two harbingers
of his 1925 monograph, namely a six-page note (35-40) in the 1921 Curso
de lingüística launched by the Sociedad de Estudios Vascos, and the communication made to the Third Congress of Basque Studies (San Sebastián,
1923), pp. 54f. Along the front ofjoint or mixed inquines into literature and
iinguistics, T.N.'s contribution to the FS in honor of Á. Rosenblat (Caracas,
1974) has thus been summarized by W.W. Megenney in a briefappraisal of
the miscellany (Lang., LIII [1977], 497): «He explains how Benito Pérez
Galdós in his Fortunata y Jacinta was able to suggest varying patterns of intonation in the characters' speech by endowing them with distinct personality traits —which, when astutely combined with descriptive modiíiers, allow
the reader to «hear» the musical components of the intonation contours
unique to each person».
Not to be overlooked, finally, is T.N.'s legacy to the guild of dialect
geographers the world over: Capítulos de geografia lingüística de la Península Ibérica (Bogotá, 1975). The two hundred-page volume, equipped with
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numerous maps, contains, in addition to the reprinting of seven articles ranging over weII-nigh forty years (1933-71), a newly-written introductory piece recounting the vicissitudes of the ALPI project.
88
Romance Philology
VQlume XXXIV, Número especial
Febrero 1981
University of California
Berkeley, California
(Copyright 1981 por los Regentes
de la Universidad de California)
Yakov Maikiel
UN ESPAÑOL RECLUIDO EN SU «CASTILLO INTERIOR»:
TOMAS NAVARRO TOMAS
(1884-1979)
Al llegar a la mitad de los veinte años el joven Tomás debió .de adoptar
el aire de seriedad, devoción y profesionalismo tan familiar para aquellos
que habían de conocerle en etapas posteriores de su vida y carrera académica'. ¿Cómo si no —vale preguntar— el gran investigador y buscador de talento
que era Menéndez Pidal le habría invitado a unirse al grupo de colaboradores del recién fundado Centro de Estudios Históricos? ¿Y cómo, además, seguimos preguntándonos, podrían los administradores y consejeros de la vigorosa editorial de Madrid —La Lectura— haber confiado a un hombre tan joven la preparación de dos de los primeros volúmenes de la recién lanzada
colección de «Clásicos castellanos»?. Tomás Navarro Tomás tenía apenas
1 Como ilustración iconográfica me refiero a la fotografia que encabeza, como frontispicio, el
Vol. 1. de la RFL que muestra a Menéndez Pida¡ rodeado de un pequeño grupo de colaboradores más jóvenes; al Diccionario Enciclopédico U. T. E. H. A., VII.(México, D. F., 1952),
940b, con un inserto de N.T. como parecía en sus años de Columbia; y a la Gran Enciclopedia Larousse, VII (Barcelona: Planeta, 1970), 644, mostrando la imagen de un profesor
visiblemente envejecido, durante los años de jubilación en Northampton.
veintisiete años cuando salió al público su primer libro, una edición semierudita pero anotada con gusto de los increiblemente bellos poemas de Garcilaso de la Vega. ¡Qué manera tan extraordinaria de empezar la carrera,
con un tributo editorial a la trágica figura del genio que abrió en España el
siglo de Oro!.
En aquel momento, 1911, la personalidad de investigador de Navarro
Tomás (su tendencia a la fonética) no se había manifestado claramente
aún. Sus preferencias académicas se dibujaron con más precisión cinco años
después cuando el segundo proyecto de su pluma en la serie de escrupulosas
aunque no eruditas ediciones salía de las prensas. Para el observador superficial puede haber parecido algo paradógico que un humanista tan lúcido,
sereno y sobrio en su credo intelectual haya dedicado tanto tiempo y esfuerzo a una de las obras posiblemente mejor conocidas de una escritora y activista del siglo XVI, inclinada al misticismo, como Teresa de Avila. La paradoja podría mal que bien resolverse aludiendo a ciertas peculiaridades de
la prosa familiar de Teresa, conocida por su espontaneidad y falta de artificio estas tendencias podrían haber despertado desde luego la atención de un
filólogo. Pensándolo bien sin embargo, uno se inclina a creer que el título
mismo del tratado, es decir Las Moradas o El Castillo interior, iba a resultar
revelador o profético: no inmediatamente, es claro, pero más adelante, después de cambios radicales en las circunstancias vitales don Tomás sin duda
se construyó un «castillo interior» al que poder retirarse en el esfuerzo por
completar sus tan brutalmente interrumpidas anteriores investigaciones. En
este respecto Tomás Navarro Tomás a pesar de su decisiva defensa del esclarecimiento, se convirtió al final en un prisionero voluntario de su castillo
interior. ¿Había ya en 1916 alguna indicación de su futuro retiro?.
El futuro fundador-director del Laboratorio de Fonética del Centro de
Estudios Históricos de Madrid nació en un pequeño pueblo de Castilla la
Nueva, La Roda, provincia de Albacete, en 1884. Su acento era auténticamente castellano. Asimismo, sus contactos de niño con un ambiente semirural, habían de servirle de mucho: aunque más tarde adoptó un estilo de
vida urbano en Madrid, y después a través de México, Manhattan, no encontraba ninguna dificultad en sus entrevistas con las gentes del campo en
la Península o, después, en el Caribe de habla española. La medida de severidad que le acompañaba cuando funcionaba dentro del mundo académico
parecía dar paso fácilmente, fuera de su gabinete, a la conocida llaneza española, una condición que basta para permitir al intelectual establecer una
relación instantánea con un ambiente popular. La visible dignidad de don
Tomás nunca fue pretenciosa y le permitió huir de posturas de «torre de
marfil».
Aunque el siguiente detalle pueda parecer sorprendente para muchos
lectores y seguidores, el interés por la palabra hablada no fue la primera de
sus preocupaciones intelectuales ni estéticas. En sus principios, N.T. optó
por la carrera de archivero: un callado y recogido joven favorecido con una
aptitud casi nula para la retórica, prefirió el silencio, la soledad y devoción
que se asocian con el trabajo de biblioteca a la dinámica y alboroto de la
90
sala de clase y auditorio. España tenía algunos archiveros competentes al
principio de siglo, como por ejemplo el Padre Fidel Fita. Si no hubiera habido el resurgimiento de la investigación de calidad que se atribuye a la dinámica Junta para Ampliación de Estudios, bajo cuya protección el Centro
de Menéndez Pida¡ empezó a funcionar, N.T. fácilmente hubiera sido uno
de esos callados, honrados, exploradores dedicados de las tradiciones locales
cuyos escritos inspiran hasta hoy el respeto y admiración - p.c. basta citar a
uno, el investigador de la cultura folklórica de Alava, F. Baráibar y Zumárraga.
En aquellos años críticos el área pirenaica empezaba lentamente a ser
centro de atención, como resultado de los extraordinarios descrubrimientos
hechos en el Alto Aragón por el versátil filólogo, protegido de A. MorelFatio, explorador y analista vasco-francés, J. Saroihandy. En el lado español, la edición maestra del Poema de Yúçuf(1902) de Menéndez Pidal había despertado también curiosidad por el viejo aragonés —sobre todo entre
los ávidos lectores de la Revista de Archivos, elegida como vehículo para la
tipográficamente exigente impresión de la monografía. No es de extrañar
que en tales condiciones la curiosidad de un novicio —como N.T. sin duda
era—se viera atraída en dirección tan tentadora. Su más temprano proyecto
de investigación conocido, en el que se combinan el ágil recorrido del territorio y la búsqueda sistemática por archivos, estaba concentrado en la inflexión verbal, con atención especial a variantes poco corrientes del pretérito
«débil» (arrhizotonic) p.c. betait «vedo», gité «echo», bus qués «buscaste»,
ganeron «ganaron)), y otros semejantes (para más detalles véase RPh,
XXIX: 4, 455n45). Otro informe de 23 páginas, titulado ((Pensión al Alto
Aragón», apareció en la Memoria de la Junta para Ampliación de Estudios
de 1907-8 —un próximo paralelo al procedimiento adoptado por Saroihandy— y las conclusiones más importantes fueron poco después resumidas en
una revista recientemente fundada, de alcance internacional, aunque alentada por Alemania, en el efimero Bulletín de dialectologie romaine, 1(1909),
110-121: «El perfecto de los verbos en -ar en aragonés antiguo: observaciones sobre el valor dialectal de los documentos notariales)).
Contactos editoriales con el Bulletin y con la igualmente efimera compañera, la Revue, ambas publicaciones patrocinadas por la ante bellum Societé de Dialectologie Romane (que se disolvió hacia 1915) pueden haber
proporcionadoal joven y optimista científico de Madrid la oportunidad inicial para establecer una prometedora relación con los hispanistas extranjeros de su propia generación. Aurelio M. Espinosa que vino del Sudoeste de
los Estados Unidos y que acababa de completar y ver impresa su tesis del español chicago (hoy diríamos chicano) de Nuevo México. Con esto la relación había de prosperar en el período entre guerras. Algo que mientras tanto debió hacérsele evidente a N.T., que hasta este momento había limitado
sus actividades a su propio país, fue la conveniencia de dominar por lo menos dos lenguas importantes, además del francés que él, admirador del racionalismo transpirenaico, debía reconocer ya: el alemán fuertemente representado a la cabeza de. la sociedad dialectal en la que había ingresado (B.
91
.
Schádel, H. Urtel y F. Krüger), y el inglés especialmente en relación con
Norteamérica. ¡No olvidaría nunca la pesadilla de descifrar Der Vokalismus
des Vulgarlateins de Schuchardt!.
Cuando N.T. se incorporó al Centro, sin duda con la bendición, y hasta
tal vez a petición, de su activo director, revisó su anterior orden de preferencias: el trabajo sobre el Alto Aragón fue temporalmente suspendido, la curiosidad por las vicisitudes de la inflexión se evaporó en poco tiempo y todos los.recursos de energía y celo fueron invertidos en el estudio intensivo
de la fonética articulatoria e instrumental, como para justificar su nombramiento de director del recientemente creado Laboratorio de Fonética, dependencia del Centro. En 1914 —menos de un lustro después— N.T. estaba
ya activamente presentando estudios sumamente técnicos de fonética, que
en lo referente a España, había sido un campo muy abandonado; el año
1918 vio la aparición del libro más influyente de los producidos por él, el
esperado Manual de pronunciación española, que ha sido considerado
como la respuesta española al desafio de Maurice Grammont, Traité practique de pronuncialion française. En su forma original, el manual de N.T. era
más bien un volumen pequeño de 235 páginas; conforme aumentó la demanda del libró y el autor encontró aliento y deseo para revisar cada edición el tamaño en 1932 llegó a las 325 páginas. En esta última versión se
convirtió rápidamente en texto clásico, una historia con éxito que se refleja
en un fenomenal número de ediciones (la decimoséptima edición en 1972).
Aparte de cumplir su propósito principal, este primer —y durante un
cuarto de siglo único— «manual» de la prolífica pluma de su autor, reveló
algunas características importantes de su estilo y en general de su modus
operandi: un tono consistentemente sobrio; un deseo de abordar cuestiones
que otros eruditos de su edad y tiempo, sin olvidar a sus lectores, habrían
encontrado «aburridas» o «áridas»; una habilidad para resistir la tentación
de perderse en detalles y vencer el deseo de entregarse a la «monografía»
(según N.T. una debilidad por la cual después habría de censurar cariñosamente a su maestro).
En efecto, la práctica de la fonética clásica (incluído el uso de la transcripción) había sido aplicada de tiempo en tiempo a las variedades del español peninsular y ultramarino, pero únicamente por especialistas extranjeros
(p.e., por el sueco Frederick A. Wulif, al andaluz; por miembros de la escuela de Hamburgo, al español occidental; y por el alemán Roberto Lenz,
amigo de Wilhelm Vietor, al chileno). Asímismo A. dos R. Gonçales Viana
en Portugal y Pere Barnils en Cataluña habían hecho respectivamente trabajo inicial en áreas contiguas. Ahora, con artículos como «Siete vocales españolas», «La vibración de la rr española», «Cantidad de las vocales acentuadas» (los tres publicados en 1916), «Cantidad de las vocales inacentuadas» (de la cosecha de 1917), «Diferencias de duración entre las consonantes
españolas» (1918), para citar ejemplos del trabajo preliminar de N.T. que
.precedieron a la edición original del Manual, ejemplos auténticos de fonética del siglo XX, basados en medidas precisas, fotografías, diagramas, apoyos
estadísticos, etc. se hicieron por fin accesibles. Al refundir su propio Ma92
nual de gramática histórica española, un visiblemente agradecido Menéndez Pidal hizo excelente uso de algunos de los datos descriptivos y de las interpretaciones innovadoras de su estimado discípulo.
El impacto de estos estudios sin precedente, puestos en un nuevo tono
de explicación objetiva, fue acrecentado por su aparición en una publicación que inauguraba una nueva era de investigación crítica y creadora en
España. En una de nuestras reuniones a principios de los años cuarenta, un
reposado N.T., en una mirada retrospectiva me descubrió la estrella bajo la
cual nació la Revista de Filología Española en el funesto año de 1914. Menéndez Pida¡, si interpreto bien mi propio recuerdo del relato, invitó a su
despacho a sus principales colaboradores en el Centro, para comunicarles
que la institución tenía económicamente la posibilidad de publicar una revista trimestral propia comparable a las mejores de las publicadas en el extranjero, si le prometían ocuparse de ella en lo referente a su aspecto editorial. En cuanto a él mismo, siguió diciéndoles, proyectos y compromisos
previos le impedían comprometerse en las operaciones básicas, aunque con
gusto colaboraría con algún artículo o nota de vez en cuando y apoyaría con
su nombre la joven empresa. Después de una breve discusión, N.T. y los
otros colaboradores (sobre todo Américo Castro y Vicente García de Diego,
según imagino) estuvieron de acuerdo con la propuesta y prometieron su
máxima participación y apoyo, y el Vol. 1 de la RFE hizo su aparición sin
retrasos. Lo más duro de la tarea, durante veinticuatro largos años, fue sufrido en gran medida por un muy paciente N.T.
Dentro del Centro, no había evidentemente, un acuerdo completo de
gustos, temperamentos, fidelidades e ideologías, pues cada antiguo colaborador tendía con el paso del tiempo, a favorecer a su propio círculo, nacional
y extranjero, así como a sus propios protegidos intelectuales (y, posiblemente, necesidades presupuestarias). Pero tal eran el prestigio y el poder de don
Ramón hasta el estallido de la Guerra Civil que la legitimidad de su dirección nunca fue discutida y que cualquiera que fueran los desacuerdos o mutuas aversiones que estuvieran latentes, permanecieron ocultas en lugar de
salir al público o producir disensiones —la impresión general par los extraños y no iniciados, era la de una suprema armonía. Se sabe que N.T. se
mantenía especialmente unido a Samuel Gil¡ Gaya, quien antes que la sordera le atacara (empujándole hacia la práctica de la lexicografia) era un
buen fonético. La estimación de N.T. por el precoz y universalmente querido Antonio G. Solalinde le empujó, muchos años después del fallecimiento
de éste a contribuir con un excelente trabajo a un tardío homenaje en honor
de su antiguo discípulo (*El endecasílabo en la tercera égloga de Garcilaso»,
RPh, V: 2-3, 205-211. En cambio cierta polarización de tendencias y estilos
abrió una brecha entre él y José F. Montesinos; causas o efectos de esas diferencias pudieron haber llevado a éste hacia los estudios literarios (Lope de
Vega y más tarde la prosa narrativa del siglo XIX), a pesar de una reconocida disposición para la filología - un deseo al parecer no cumplido.
En el momento álgido del inútil desacuerdo entre «positivistas» e
«idealistas» en la Europa Central —Jacov Jud fue el mejor en diagnosticar su
93
inutilidad— el Centro como tal se abstuvo de tomar una posición. Las tendencias individuales de sus miembros no coincidían. Durante un tiempo
García de Diego coqueteó con el «idealismo» aunque lo que quería en.realidad pudo haber sido, simplemente un deseo por un énfasis mayor en la semasiología («Etimología' idealista», RFE, XV/1928/,225-243). Menéndez
Pidal, con admirable mesura, usó cierto «Einfálle», p.c., destellos de la idea
de los Vosslerianos, como uno de los elementos de construcción de sus cuidadosamente documentados Orígenes (1926). Américo Castro se dejó atraer
por el ingenio folletinesco de Leo Spitzer y se cuidó de que una no interrumpida procesión de picantes y densas notas etimológicas de este erudito
aparecieran en la RFE; cómo de bien pagó más tarde a Castro este servicio
es una historia que no necesita ser repetida. En cuanto a las preferencias de
N.T. se podía imaginar (y él me confirmó más tarde la suposición) que estaban de parte del positivismo ya que en su escala de valores la precisa aclaración de los hechos concretos y la construcción piedra por piedra de una edificación importaba más que la elucubración filosófica o el vuelo vertiginoso
del pensamiento.
El Centro y su revista empezaba ahora a atraer la atención de extranjeros conocidos; Vols. I-X, p.c. contienen una profusión de artículos o notas
de filológos (lato sensu) como J. Jud, F. Kriiger, J. Leite de Vasconcelos,
C.C. Marden, E. Mele, H. Mérimée, W. Meyer-Lübke, A. Morel Fatio, S.G.
Morley, K. Pietsch, P. Rajna, J. Saroihandy, H. Schuchardt, Leo Spitzer, A.
Steiger, G. Tilander, M.L. Wagner, para no citar más que una incompleta
lista de los no hispanos; a esta serie se deben añadir los nombres de Pedro
Henríquez-Ureña y de Alfonso Reyes, como representantes del hispanismo
del Nuevo Mundo. Mucho del material solicitado o presentado necesitaba
ser traducido, además de la revisión normal editorial, y N.T. sin duda había
de sentir breves períodos de fatiga y angustia por el excesivo trabajo. Pero
momentos así deben haber estado contrarrestados por un sentimiento de euforia y orgullo por haber preparado en colaboración con A. Castro los tres
espléndidos volúmenes (1925) cosmopolitas de envergadura y brillantes de
hechura del Homenaje de Menéndez Pidal que colocó a la erudición española en un nuevo pedestal.
El reconocimiento de estos éxitos no tardó en hacerse presente. Hacía
1927 encontramos a Tomás Navarro (sospecho que por primera vez) en el
Nuevo Mundo, en el envidiable papel de profesor visitante en Puerto Rico,
y al año siguiente en Stanford, poco después de invitaciones similares a A.
Castro y M. Montoliú por el Instituto de Filología de Buenos Aires. En el
recinto universitario de Palo Alto, Espinosa había alcanzado mientras tanto
considerable prominencia académica y administrativa. Como editorfundador de Hispania (1917), la entonces respetada revista de la Asociación
Americana de Maestros, Espinosa hizo repetidas invitaciones a su amigo en
Madrid para que contribuyera con notas serias pero no excesivamente técnicas para el consumo de los bien intencionados educadores; ahora, en la soleada California Central los lazos de amistad entre las dos familias se hicieron más estrechos. Con amigos de litoral a litoral —Solalinde en Madison,
94
Federico de Onís en Columbia— no hay que dudar que el largo viaje de
N.T., sin duda hecho por trenes transcontinentales y barcos trasatlánticos,
tuvo buena medida de agradables y entretenidas interrupciones, una gira sobre la que siendo hombre -de una modestia ejemplar, no habría de jactarse.
Más que tales detalles, importa señalar, por ser más característico de nuestro desaparecido amigo la inquebrantable devoción al trabajo de investigación, el hecho de que aprovechó el viaje para tomar notas en el camino, en
Puerto Rico y aún más lejos, en Venezuela. Veinte años después la primera
colección de notas serían los cimientos de la celebrada monografia de N.T.,
El español en Puerto Rico. El material venezolano, aunque salvado del torbellino de la Guerra Civil, según entiendo no ha sido nunca publicado, un
residuo que como el de las notas de los viajes de investigación de A. Castro
a Sanabria y Marruecos, quedará también sin elaborar.
Este nuevo despertar en la dialectología del Caribe no era el resultado
de un ímpetu turístico ni, aún peor, de un capricho: se ajustaba con exactitud a un nuevo programa de investigación, basado en mapas, que había de
sobreponerse al anterior interés por la fonética pura aplicada al español
normal. La ordenación de este novel estudio de los dialectos peninsulares,
de acuerdo con los cánones lingüísticos de moda, produjo los primeros frutos tangibles bastante más tarde, especialmente en el artículo justamente famoso de N.T. escrito en colaboración con L. Rodríguez-Castellano y A.M.
Espinosa-hijo, «La frontera del andaluz», RFE, XX (1933) 225-277, así
como en otro trabajo equivalente para el que se asoció con M. Sanchis
Guarner, «Análisis fonético del valenciano literario», ¡bid, XXI, 113-141.
Como M.L. Wagner y P. Henríquez-Ureña hacía tiempo que habían planteado el complejo problema de la posible razón de ciertas notables semejanzas entre el andaluz y un número de variedades regionales del español en
América, incluída la zona del Caribe, la redoblada curiosidad de N.T. es fácil de comprender (para más detalles ver mi Linguislics and Philology... p.
39). La cuestión de cuándo empezó la concepción en gran escala del Atlas
lingüístico de España, más tarde de la Península Ibérica, continúa siendo
discutida y las fases iniciales están envueltas en imprecisiones 2 . Es interesante que el socio colaborador asignado a N.T. como principal investigador
fuera Amado Alonso, uno de los más distinguidos discípulos del Centro a
principios de los años veinte; cuando Amado Alonso aceptó el puesto en el
Instituto de Filología que dejaba vacante M. de Montoliú, se abrió un vacío
2 En relación con ésto es reveladora la serie de boletines de noticias a lo largo del Vol. X
(1923) de la RFE. Nos informamos de esta manera de un proyecto, no nuevo en absoluto,
para organizar dicho atlas, un plan iniciado por el director del Centro, que hizo a N.T. responsable de su ejecución (112); sobre la sensación producida en Madrid por la publicación,
patronizada por el lntitut d'Estudis Catalans de Barcelona, del primer fascículo del ALC de
Antoni Griera -en cierta forma un proyecto rival (224); y de dos conferencias, al parecer de
éxito, dadas por Jakb Jud, en octubre de 1923, sobre su heredero intelectual, el AIS (443).
95
en el extremo madrileño del eje, que pudo haber retrasado seriamente durante años el avance del projecto 3
Aunque esta nueva preocupación por la dialectología a base de mapas
maduraba lentamente', no monopolizó el interés de N.T. por adelantar la
investigación. La «antigua pasión» —la gama completa de las ciencias fonéticas— no despareció en ningún momento; de hecho, el notable éxito de los
manuales llevó a toda clase de adaptaciones. Con propósitos didácticos,
N.T. preparó una especie de epítome o breviario, de menos de cien páginas:
Compendio de ortología española para la enseñanza de la pronunciación
normal en relación con las diferencias dialectales. (M., 1927; 1928); Menén.
Parte de la herencia madrileña que Alonso lleva consigo se entiende mejor si se coloca en el
marco de relaciones y compromisos morales de N.T.; esta herencia era su constante adhesión a la —ya entonces anticuada— tesis doctoral de Espinosa-padre. La idea de traducor y de
paso poner al día una delgada monografia de la pluma de un neófito, era tal vez excusable,
pero el intento hecho por Alonso-Rosemblat en colaboración entre 1930-1946, de embutir
sus propios estudios, muy superiores a los primerizos pasos de Espinosa, dentro de los límites de dicha traducción, toca en locura por no decir en grotesco.
Al otro extremo, dentro del recinto de Centro de Madrid existía la dialectología en forma
más tradicional, sin apoyos de mapas y con poca o ninguna ayuda de transcripción fonética.
El representante de esta otra posición era Vicente García de Diego; véase en especial su
"Dialectalismos" en RFE, 111/1916/, 301-318, y "El castellano como complejo dialectal y
sus dialectos internos", ¡bid., XXXIV (1950), 107-124. Por razones conocidas sólamente de
los íntimos, G. de d. en general escritor prolífico de artículos, no apareció en su revista favorita desde 1933 y brevemente 1937; después de la Guerra Civil, sin embargo, funcionó sin
particular distinción ni muestra de interés, como editor-jefe de la resucitada RFE hasta que
D. Alonso se hizo cargo de ella, muy activamente al principio; más tarde, la revista ha dado
la impresión de ir a la deriva, casi sin propósito. (El principal esfuerzo de G. de Diego, ya
viejo, fue el de publicar una revista suya, semifolklorista en su orientación y alcance, La revista de dialectología y tradiciones populares, una especie de "archivo" limitado a reflejar
los gustos de fines del siglo XIX, que interesa principalmente al semi-intelectual collector
de datos, más que al analista intelectual). La adhesión de Menéndez Pida¡ a la cartografia
surge del excelente uso que hizo de ella en sus Orígenes, aplicándola a ambas, fonética y
fronteras léxicas. Entre los dialectólogos de la post-Guerra Civil, los mejor conocidos
—Alonso Zamora Vicente, Maria Josefa Canellada, (que estudió fonética experimental con
Lacerda dePortugal) y el incansable Manuel Alvar, un experto de primer orden y por igual
en aragoneses, andaluz y el judeo-español de Marruecos, se han inclinado en general más
decididamente por las normas de N.T. Sin embargo cualquier cronista de sucesos debe
echar mano como tercera fuente de inspiración de la intensa práctica de Fritz Krüger Wiirter-und-Sachen entretegida con la entrevista (viaje de estudio) y los materiales fonéticos.
Todas estas fluctuaciones del gusto intelectual y de asociaciones académicas no pesaban en
el independiente interés de O. de D. por la etimología, que lo situó como bien es sabido en
un camino peligroso primero en relación con A. Castro y a continuación con J. Corominas.
Meyer-Lübke al revisar su REW, tomó muy en serio la extensa crítica de G. de D. a la primera edición. Por el contrario, N.T. mostró toda su vida una marcada repugnancia a meterse en cuestiones léxicas, ni siquiera en el plano descriptivo, y redujo al mínimo la comparación con otras lenguas análogas y en la reconstrucción de las antiguas fases del español, logrando esquivar el latín. (G. de D. en cambio, era un latinista consumado).
96
dez Pida¡ consideró este ejercicio de «haute vulgarisation» lo suficientemente importante como para ponerle un Prefacio. En una fecha muy posterior,
esta vez como servicio a todos los países de habla española, N.T. con mayor
refinamiento produjo un -panfleto aun más delgado; Guía de pronunciación
española escrita a solicitud de la Comisión Permanente de la Asociación de
Academias de la Lengua Española (México: Editorial Jus, 1956). También
había una adaptación del Manual a las necesidades de los estudiantes alemanes, muchos de los cuales, apartados temporalmente del francés y del italiano en los años de entre guerras, estaban descubriendo la extraña belleza
del español: Handbuch der spanischen Aussprache (Leipzig & Berlin: B.G.
Teubner, 1923). El traductor no era otro que el incansable Fritz Krüger, y el
libro fue incorporado pocos años después a la famosa colección de Taubner
«Spanische und hispano-amerikanische Studienbücherei». Algunos años
después, Espinosa se encargó de que el Compendio de su amigo, inclusive el
prefacio laudatorio de Menéndez Pida¡, apareciera en este país en forma inglesa: A Primer of Spanish Pronunciation (Chicago, N.Y., etc.: H. Sanborn
& Co., 1926). Tal era la estimación pública en que N.T. era tenido en general, en ambos lados del Atlántico, no sólo por su objetividad sino también
por su habilidad para explicar con sencillez temas complicados, que resultó
ser la figura lógica para establecer la norma en la industria del cine en cuanto se añadió la palabra a la imagen en movimiento: El idioma español en el
cine par/ante: ¿español o hispanoamericano?. (M. 1930; la segunda mitad de
este folleto de 95 páginas está dedicado a la traducción en inglés de mano
del hijo de Espinosa). En este respecto, la experiencia técnica y práctica de
N.T. puede compararse a la del papel hecho por. B. Migliorini en Italia. En
esta misma línea del «conocimiento aplicado» pueden incluirse unas colecciones de discos de gramófono /p.e. fonógrafo/de dos caras (Spanish Pronunciation and Intonation Exercises») que N.T. —evidentemente nunca partidario de <(torres de marfil»— se prestó a hacer en los años treinta para las
sucursales de Londres y Nueva York del Linguaphone Institute.
El interés por la fonética bien apoyada en teoría no se paralizó a pesar
de estas distracciones y tentaciones. Poca antes de estallar la Guerra Civil,
N.T. publicó una nota bastante polémica recibida con más calor por sus
compatriotas que por los hispanistas extranjeros: «Rehilamiento» (RFE,
XXI/1930/, 274-279, y eligió al ser elegido para ingresar en la Academia
«El acento castellano» como tema de su discurso de ingreso, en el solemne
acto del 19 de mayo de 1935, y fue recibido en la augusta asamblea por Miguel Artigas Ferrando (recordado editor del poema exhortatorio medieval
Libro de miseria de omne). «Discurso» y «Contestación» aparecieron juntamente en un folleto ese mismo año. A través de los años treinta N.T. como
fonético se preparaba, lentamente, para lanzarse por nuevos caminos; se
acercó a ciertas propuestas de la nueva fonología de Praga y quiso participar, aunque con una breve nota, en N. Trubetzkoj FS que representaba la
.desaparición del influyente TCLP; también había hecho experimentos con
el análisis del tono melódico, que había de llevarle con el tiempo, bastante
después de su llegada a Manhattan, a escribir una de sus más innovadoras
97
monografías, el Manual de entonación española (N.Y. Hispanic Institute in
the U.S., 1944; rey., 1946).
Recuérdese que el Laboratorio de Fonética de Madrid en lugar de funcionar independientemente, dependía del Centro de Estudios Históricos, y
por lo tanto su director se movía constantemente entre intelectuales orientados hacia la Historia. Aunque no con la misma inclinación N.T. accedió a
unirse a la tendencia historicista —claro que no para practicar una fonología
diacrónica, como la mayoría de sus contemporáneos hubieran hecho, sino
extendiendo su curiosidad hacia las experiencias de ciertos lejanos y extraordinariamente perspicaces investigadores, algunos con una mentalidad
clínica, por lo tanto pragmáticos o realistas como él mismo. Su más grande
contribución a este esotérico campo del conocimiento— sin duda más apreciado, hoy que hace medio siglo —son «Doctrina fonética de Juan Pablo Bonet (1620»,, RFE, VII (1920), 150-177, y «Manuel Ramírez de Carrión y el
arte de enseñar a hablar a los mudos», ¡bid, XI (1924), 225-266. Esto tenía
la ventaja adicional de vindicar el frecuente olvido de la contribución de España a la prelingüística. Aunque no «patriotero», N.T. era lo bastante patriótico para gustar de la rehabilitación de un olvidado compatriota. Por la
misma razón no veía con gusto que la investigación fonética del español
cayera en manos de extranjeros (<(La metafonía vocálica y otras teorías del
Sr. Colton» —uno de sus pocos escritos francamente polémicos— RFE,
X/1923/,26-56). En aquellos días, sin duda los mejores de su vida, aún quedaban otras avenidas para el «elan vital» de N.T. En una sorprendente explosión de labor creadora, Menéndez Pida¡, emulando los logros sin igual de
Hugo Schuchardt, reclamó para sí (y por lo tanto para su escuela) un pequeño territorio en los estudios ibero-vascos (por primera vez según creo) con
«Sobre las vocales ibéricas U y Q en los nombres toponímicos» (1918), ahora mejor conocido como el estudio que encabeza su miscelánea Toponimia
prerrománica hispánica /M. 1952/. Empujado por la fuerza de esta misma
corriente, N.T. también escribió, desde su punto de vista favorito de descripción directa en lugar de reconstrucción arqueológica, un par de trabajos
de igual tendencia, como «Pronunciación guipuzcoana: contribución al estudio de la fonética vasca» (con el consabido aparato de tablas, diagramas e
ilustraciones) que honra el tercero y último tomo (pp. 593-633) del lujosamente impreso. Homenaje ofrecido a Menéndez Pida! (M. 1925), una empresa testimonial que por la variedad de los campos de estudio representados, la falange cosmopolita de contribuyentes invitados y la excelencia de
los trabajos eclipsó todo lo que se había hecho en esta clase de proyectos en
países detrás de los cuales España había marchado con un retraso bastante
escandaloso. Con su entonces compañero de armas, Américo Castro, N.T.
era, según recordamos el arquitecto reponsable de tan impresionante edificio. Pero volviendo al ibero-vasco, N.T. aunque no un partidario de las frecuentemente conjeturales teorías sobre el sustrato, no estaba completamente
opuesto a adjudicar la sorprendente sencillez del sistema vocálico castellano
a la proximidad del vasco, o a la cohexistencia (superposición) de las dos
lenguas. Para algunas breves indicaciones sobre el «latín cantábrico» mode98
lado por el adyacente «ibero-vasco» véase su contribución al Homenaje a
Ralph E. House (1942), «Observaciones sobre las vocales castellanas», que
se puede consultar con mayor facilidad en la miscelánea Estudios defoñología española (Syracuse, N.Y.: Syracuse, UP 1946).
Sin embargo, ni siquiera el interés en el eusquera agota las posibilidades
de la multiplicidad de actividades en la cumbre de la carrera, entre la década de los veinte y los años treinta. Su anterior preocupación con el Alto
Aragón siguió dando algún destello. El estudio magistral de Erik Staaff, Elude sur l'ancien dialecte léonais (1909) había demostrado la factibilidad de la
investigación del paleo-romance basada casi exclusivamente en documentos
notariales —si se editaba con un máximo de escrupulosa atención a los detalles paleográficos, fechados debidamente y localizados con exactitud. A pesar de algunas objeciones, la minuciosa reseña de Menéndez Pidal (en la
RDR) de la «magnus opus» de Staaff no era nada menos que encomiástica.
Además se veía aparecer en el horizonte la oportunidad de producir complementos y contrapartes peninsulares— preferiblemente en España mejor en
la lejana Escandinavia. Menéndez Pida¡, siempre alerta a oportunidades de
esta clase, lanzó la serie de Documentos lingüísticos de España y la encabezó con su propia obra maestra de representación meticulosa de títulos escritos en la lengua local (1: Reino de Castilla /M. 1919-21) que en contraste
con el plan elegido por Staaff, contenía los textos puros, llevados al máximo
de su complejidad diplomática. Las conclusiones de este material de incomparable autenticidad, fueron presentadas pocos años después en la inmejorable monografTa interpretativa del autor titulada —después de ciertas vacilaciones— Orígenes del español, (1926, 1929). N.T. era la persona lógica para
adoptar el esquema de Staaff y de Menéndez Pida¡ y aplicarlo al aragonés;
por lo menos al Alto Aragón, un terreno totalmente familiar para él, según
recordamos, desde sus días de estudiante. Gran parte del material original se
hizo de esta manera accesible a los compañeros de estudio en el Centro hacia la mitad de los años treinta, y el decano del grupo —según N.T. me comunicó no sin orgullo— hizo buen uso de ciertos ejemplos en sus Orígenes.
Pero el progreso en esta particular empresa, un desafio al que por lo que se
ve N.T. no llegó a responder, fue dolorosamente lento; mientras tanto otros
investigadores bastante más jóvenes y en su mayor parte extranjeros —un
Gerhard Rohlfs, un Alwin Kuhn, a William D. Elcock, para no citar más
que a los más sobresalientes— se ocuparon del alto aragonés con auténtico
ahínco y energía. N.T. debió encontrar dificil mantenerse al paso de estos
contrincantes. Con un retraso atormentador, parapetado en su cuartel general de Columbia, logró finalmente conseguir que los documentos escuetos
fueran publicados (Documentos lingüísticos del Alto Aragón / Syracuse,
N.Y.; Syracuse UP, 1957); pero sin el apoyo de ningún comentario ni el beneficio de nuevas sugestiones, el libro, bastante injustamente, no produjo
más que una débil impresión.
• Otro delgado hilo une la juventud de N.T. con los escritos en el campo
de la métrica de su más serena y madura vejez. Aunque esta particular línea
de curiosidad se mantuvo en segundo plano no hubo una total interrupción;
99
testigo de ello es el trabajo «La cantidad silábica en unos versos de Rubén
Darío», que sigue de cerca a un estudio paralelo no precisamente de versificación (Historia de algunas opiniones sobre la cantidad silábica española»; véase RFE, VIll/1921/, 30-57; IX, 1-29.
Un exceso de diversificación fácilmente lleva a una fragmentación de la
atención. En el caso de N.T. se sumaban a sus trabajos habituales de experimentación (instrumental) en el laboratorio, la compartida responsabilidad
por la sección de reseñas de la RFE. Según Alicia M. Pollin y Raquel Dresten en su Guía para la consulta... (N.Y.U. Press. 1964), reseñó siete libros
entre 1917 y 1931, inclusive trabajos escritos en inglés, francés y alemán.
Los juicios eran generalmente breves pero sustanciosos y el punto de vista
era el del fonético (esta preferencia se hace evidente, p.e. la templada reacción a la celebrada monografía de E.G. Wahlgren).
Aún exigía más tiempo el peso de las tareas de magisterio que llevaba
N.T. sobre sus hombros y que él tomaba muy en serio tratando de impartir
una preparación pura más que sugestiva; parte de esa instrucción se manifestó en empresas de colaboración. Cómo de importante era en efecto la
participación real de N.T., se puede calcular comparando el trabajo escrito
por Rodríguez-Castellano en colaboración con su favorito maestro (1933)
con el estudio, no sin interés pero visiblemente menos acabado, de los otros
trabajos asturianos del mismo investigador que vemos en los años cincuenta; como ejemplo recomiendo mi reseña (en Lang.. XXX / 1954/, 128-153)
de La variedad dialectal del Alto Aher (Oviedo, 1952). La monografía doctoral más importante de la «década dorada» dirigida por N.T., fue los Arcaismos dialectales (M. 1935) de A.M. Espinosa-hijo, que trataba de los restos
de la /z/y/z/ existentes en los dialectos occidentales de Salamanca y Zamora). N.T. tuvo también la satisfacción de ver a sus estudiantes trabajar juntos
de vez en cuando en la investigación sin su intervención directa, así lo atestigua la ambiciosa pesquisa de Espinosa-hijo en colaboración con Rodríguez-Castellano «La aspiración de la h en el sur y oeste de España» (RFE,
XXIII /1936/, 225-254, 337-378).
Como autor muy publicado, incensantemente citado, dedicado maestro
y director de jóvenes investigadores N.T. alcanzó la cúspide de su lenta pero
segura ascensión a una posición de influencia y autoridad en 1936. Todo
parecía estar en orden en su vida diaria, —inclusive una vida de familia armoniosa— tenía una dedicada esposa y, de sus dos hijas una, Joaquina, mostraba una tendencia decidida si no por las lenguas entonces, si por una comprensión más profunda de su lengua nativa. Entre los miembros de la Academia, los estudiantes (reconocidamente exigentes), y también entre los ilustres viajeros extranjeros, T.N. disfrutaba de una alta estima por su conocimiento, objetividad, hábitos de trabajo y seriedad. Ningún estudiante universitario de humanidades hubiera soñado con faltar a sus cursos o ausentarse de ninguna de sus conferencias. Cierto, carecía de carisma que hubiera
podido encender la imaginación de un estudiante brillante y la gama de sus
intereses atraía a las tareas universitarias a un número de candidatos desgraciadamente pequeño. Su tipo de calculado apartamiento de la corriente cenloo
tral de las preocupaciones intelectuales y artísticas, no encontraba indudablemente eco en los corazones de los más despiertos y prometedores jóvenes
que le salían al camino. Sus enseñanzas, a pesar de su nutritiva sustancia,
rara vez excitaban la imaginación; no le atraía la inquietud de los jóvenes;
casi no circulaban anécdotas sobre él. La élite de los Nachwuchs académicos
de Madrid se cuidó de aprender mucho, incluso una buena medida de honradez y disciplina mental, de N.T. pero al final, por regla general, optaba
por algo más entretenido, menos «seco». La línea zigzagueante de los rápidos cambios de interés de Amado Alonso es ilustración perfecta de esta tendencia. N.T. era demasiado predecible para el gusto de ciertos aspirantes a
devotos de la «filología», y la clase de investigación que su estilo de erudición significaba, se temía que forzase al joven principiante por una senda
demasiado estrecha.
Se asumía en general que N.T. se situaba a la izquierda de los otros
miembros mayores del Centro, incluido el director; no se le hubiera ocurrido a nadie, ciertamente, asociar a N.T. con las ideas clericales ni con ninguna tendencia hacia la monarquía reaccionaria. Cuando la Guerra Civil estalló en 1936 N.T. firmemente y sin vacilaciones apoyó la República hasta el
final. Por su inquebrantable lealtad, los gobiernos que se sucedieron en
aquellos días trágicos, le nombraron para puestos administrativos de mucha
responsabilidad, incluso, por algún tiempo, la dirección de la Biblioteca Nacional, donde cubría la ausencia del director. Formó parte de delegaciones
oficiales, comprendida una que visitó brevemente Moscú, y la Oficina Española de Información que en este país distribuyó su necesariamente partidista «Message lo American Teacher of Spanish» (N.Y. 1936). Esta actitud de
inconmovible determinación fue muy admirada en ciertos círculos, pero
condujo también a una ruptura irreparable con algunos de los hasta entonces más próximos y devotos amigos. Fue sin lugar a dudas la más severa y
grande tragedia de su vida. Unido a la retaguardia invencible de la intelectualidad española, N.T. en 1939, cruzó los Pirineos, con un enfermo Antonio Machado apoyándose en su brazo. Logró poner a salvo la mayor parte
de sus manuscritos y algunos materiales de estudio irremplazables puestos
bajo su cuidado. Poco después su amigo Machado moría en un campo de
concentración para refugiados al sur de Francia. N.T. tuvo la buena fortuna
de recibir una invitación de México, poco tiempo por delante de la amenazadora explosión de la Segunda Guerra Mundial. Pocos meses después, sin
duda una vez más a través de los esfuerzos de su viejo «compañeros de estudios» Federico de Onís, N.T. —privado de muchas ventajas, pero intrépido y
marchando con la cabeza muy alta se instaló en un sencillo despacho de
Philosophy Hall en Columbia University 5 . El y lo que quedaba de su familia (una de sus hijas se había casado mientras tanto en México) alquilaron
5
NOTA DEL TRADUCTOR:
N.T. fue directamente de París a Nueva York, a primeros de febrero de 1939. La oferta de
trabajo de Columbia University le esperaba en París en los primeros días del exilio. N.T. va
a México por primera vez en la Navidad de 1939.
101
un apartamento próximo. Así empezó un nuevo, largo, no tan agitado ni
particularmente emocionante capítulo de su vida. (Había alcanzado ya los
cincuenta y tantos años).
En la ciudad de Nueva York N.T. tropezó con una situación radicalmente diferente de la que había hallado en Madrid. La palabra «filología»
estaba casi desprestigiada por completo en la comunidad académica americana; la filología romance era la menos apreciada de las filologías; los estudios hispánicos representaban en la estimación pública, lo más bajo del
montón. (Así es como él mismo vio con tristeza el orden de cosas en 1940).
La «lingüística» era, por otra parte, una ciencia amena, irreversiblemente
divorciada de las humanidades.
Aunque N.T. debía mucho a su amistad con Onís (a quien su hija Joaquina, estudiante de su amigo, recuerda en un conmovedor artículo en
1968), los dos exilados españoles sin duda juzgaban el presente y el futuro
de los estudios de las lenguas modernas en el Nuevo Mundo desde perspectivas radicalmente diferentes. De Onís aunque orgulloso de lo hecho en el
Centro de Madrid (entre otros logros, una soberbia edición de dos viejas colecciones de ordenanzas municipales; su último estudio dialectal apareció
en el Homenaje a Todd (1930), declaraba enfáticamente que lo que pudo
haber sido excelente en la Europa de la pre-guerra, no podía servir de ningún propósito válido en la América de 1940, tan diferentemente formada.
El animaba a los jóvenes que le consultaban (incluso al que escribe estas líneas) a trasladarse a un más apropiado y más realista interés antes de que
fuerá demasiado tarde. N.T. no sólamente tenía demasiada edad para la
adquisición de nuevas técnicas, tenía además demasiado amor propio para
admitir la derrota en este nuevo campo de batalla profesional. El advertía a
aquellos pocos jóvenes que se tomaban el trabajo de oír su opinion que resistieran la tendencia a la trivialización, y trataba de ayudarles, discretamente, de muchas maneras sugestivas.
Aún había otros obstáculos que se interponían en el camino de N.T.
Cierta rigidez iba dificultando sus movimientos. En deferencia a las condiciones de vida americanas accedió a abreviar su nombre (para evitar el riesgo que invocaban las iniciales T.N.T.?) abandonando su segundo apellido;
solicitó la ciudadanía americana. No le fue posible, evidentemente, adquirir
suficiente facilidad en el uso del inglés hablado ni tampoco en el inglés escrito, una limitación que le confinó a círculos no especialmente interesados
en lingüística. Además la forma americana de competir en el «accidentado»
camino hacia el éxito repelía a su dignidad natural; mientras algunos lingüístas extranjeros de su generación estaban dispuestos a exhibir cierto
«pintoresquismo», en un esfuerzo por retener la atención del auditorio de
Estados Unidos, semejante actitud era totalmente ajena a él. Así, cada vez
más, se vio empujado a retirarse a su «castillo interior» —como si su temprana inmersión en Las Moradas le hubiera preparado para esta postura.
Una tarea que se asignó desde principios de los años cuarenta hasta mediada la década, fue la de recoger los fragmentos de su tan abrupta e irremediablemente rota oeuvre anterior. Ya se han mencionado el Manual de en102
tonación (1944), Estudios de fonología (I 940),, El español en Puerto Rico
(1948) y finalmente los Documentos del Alto Aragón (1957). No todas las
opiniones de la crítica fueron favorables; lo que en Madrid pudo haber pasado por comprensible o aceptable, p.e. como su completo apartamiento de
la fonémica a la americana (en su zénit entonces) parecía rarísimo en el
ocupante de una cátedra de Columbia. Además ciertos aspectos importantes
de esa naciente disciplina (por ejemplo el contraste entre el análisis sintagmático y el paradigmático) fueron puestos a un lado en favor de cuestiones
de segundo y tercer orden (p.e. la frecuencia del sonido). La conveniencia de
publicar la Fonología en inglés (traductor R.D. Abraham: Coral Gables,
1968) me resulta incomprensible.
Entre los haberes de su libro de cuentas estaba el rápido ascenso a una
situación prominente del Instituto de Filología de Buenos Aires. Amado
Alonso, tal vez el mejor discípulo entre todos los de N.T., revestido de considerable poder, tenía ahora la oportunidad de pagar a su maestro no pocos
pasados favores y utilizó la oportunidad con acierto. El Vol. 1, No. 1 de la
recién aparecida revista trimestral RFH, oportunamente llevaba como primer estudio el elegante artículo de N.T. «El grupo fónico como unidad melódica», que marcaba con exactitud la transición de la investigación fonética
a la prosódica. Alonso propuso también a su antiguo mentor que preparara
para su instituto un cuestionario para ser usado en los viajes de investigación. Lo que tenemos es un mero esqueleto: Cuestionario lingüístico hispanoamericano, 1: Fonética, morfología, sintaxis (B.A. 1943, 1945; impreso
por Con¡). La razón exacta de la interrupción del proyecto no ha sido nunca
dada; tal vez N.T. mismo se dio cuenta de que no era la persona adecuada
para hacer la segunda parte léxico-etimológica. Este era casi por definición
un proyecto intencionalmente modesto, que a pesar de todo resultó ser útil
para aquellos autodidactas semieruditos pero con buenos deseos como Víctor M. Suárez en el sur de México; véase mi opinión de su libro El español
que se habla en Yucatán (Mérida, 1945) en HR, XVI (1948), 175-183. Es
irónico que Suárez no hiciera viajes de investigación ni produjera mapas.
N.T. hizo un tenaz esfuerzo para montar una segunda escuela en su
nuevo centro de operaciones, pero se encontró con serias dificultades, a pesar de la estimación general de que disfrutaba. En primer lugar el ambiente
en Madrid no había sido como el de Manhattan; segundo, los años cuarenta
no eran de ninguna manera una continuación de los veinte; y en tercer lugar, la clase de gentes que encontraba ahora tenían ambiciones completamente diferentes de las de sus anteriores discípulos. No hay necesidad de ser
más explícito en estos tres puntos. Para los lectores de esta revista, Oliver T.
Myers será el miembro mejor conocido de esta segunda «cosecha>) (véase su
interés en Juan del Enzina); al sur de nuestras fronteras, L. Flórez (Bogotá)
desarrolló y transmitió a su equipo muchas de las técnicas que él había
aprendido deN.T.
N.T. continuó siendo un firme creyente en el valor, intrínseco de una
descripción objetiva de fenómenos aislados, por sí misma, y sin preocupaciones excesivas por teorías básicas de cimentación o de construcción. (En
103
esta creencia coincidía con el notable erudito americano S. Griswold Morley, cuyo discurso presidencial del MLA se titulaba, típicamente: «The Dignity of Factus»). En la época del resurgimiento de la Edad del Estructuralismo los investigadores más jóvenes se negaban a apoyar esta creencia, que
para ellos tenía mucho de ingenua.
Otra dimensión un tanto desconcertante del idearium de N.T. era su
creencia de que la ordenada recolección de datos nunca pierde su valor; él,
evidentemente, no contaba con el elemento de oportunidad ni con el desgaste del interés, y no concedía importancia a las modas y períodos de indiferencia en el mundo de la investigación. Mostrándome una vez los mapas
de su precioso Atlas Lingüístico, los comparaba, sonriendo, con el vino,
porque adquirían mejor solera guardados en la bodega por tiempo indefinido. Desgraciadamente esta manera de ver la situación resultó ser incorrecta.
Poco después el interés público y académico en la geografia dialectal descendió rápidamente al mismo tiempo que el costo de los libros con material
cartográfico subió drásticamente. Con la ayuda de su fiel y antiguo ayudante, el antes mencionado M. Sanchis Guarner, apareció por fin, una modesta
edición de un volumen —lejos de lo que en otro tiempo podría haberse esperado a juzgar por anteriores ejemplos— del Atlas Lingüístico de la Península
Ibérica (= ALPI). Hasta por este modesto acomodo N.T. recibió un mínimo
de crédito; sin desalentarse, publicó un par de excelentes artículos dedicados
a mostrar las posibilidades de esta clase de planteamiento —en la vena descriptiva, como es de suponer, (p.e. Geografía peninsular de la palabra «aguja» RPh, XVII: 2/1963/,285-300).
Hacia el final de su segunda carrera en la enseñanza, y durante largos
años de retiro en Northampton, Mass. (donde se reunió con su hija Joaquina, miembro de la facultad de Smith College desde 1943), N.T. solía escribir
artículos sólamente de tiempo en tiempo y en ocasiones especiales, p.e.
homenajes y conmemoraciones en honor de los amigos (así se podría clasificar el «Prólogo» de su mano presentando La pronunciación del español en
América [1962] de D. L. Canfleld, o el anterior y más extenso, el «Estudio
preliminar» anunciando la edición de José Rojas Garcidueñas [México: El
Colegio de México, 19501 de la obra pionera de Mateo Alemán Ortografía
castellana [1609]. En cuanto a obsequios ofrecidos en ocasiones especiales,
la longevidad de N.T. —y, afortunadamente, constante agilidad mental y lucidez—hacían de él la selección lógica para trabajos conmemorativos en honor no sólamente de aquellos más viejos que él, sino también de ciertos antiguos discípulos; así las «Notas fonológicas sobre Lope de Vega» que compuso para La miscelánea filológica en memoria de A. Alonso = Archivo, IV
(Oviedo, 1954). Estaba igualmente dispuesto a honrar a sus colegas americanos (Los versos de Sor Juana», RPh, VII:I (1953), 44-50 = S. Griswold
Morley Testimonial), todo lo cual puede hacer que algunos lectores se pregunten por qué no apareció durante su vida un Homenaje así en honor del
mismo N.T. Yo sé bien que se le presentaron a N.T. varias de estas ofertas,
(dos, por lo menos, hace muchos años, sin resultado) y que siempre decidió
excusarse.
104
Con tanto tiempo ganado evitando toda dispersión de energía, N.T.
pudo en su madurez, encontrar furzas para producir un libro más de impor tancia, Métrica española; reseña histórica descriptiva (Syracuse UP, 1950)
cuya aparición señaló nuestra revista con un denso artículo-reseña. (Pierre
Le Gentil, «Discussions sur la versification espagnole médiévale ... », XII:I,
1-32). El libro, compuesto sin prisa, representa el intento más fuerte del autor en el estudio de la antigua cultura española. Juntamente con sus satélites
y secuelas: Arte del verso (México, Cía. de Ediciones, 1959) Repertorio de
estrofas españolas (N.Y. Las Américas, 1968) y Los poetas en sus versos:
desde Jorge Manrique a García Lorca (Barcelona / Esplugues de Llobregat:
Ariel, 1973), demuestra cómo en sus últimos años Tomás Navarro Tomás
logra la largamente buscada reconciliación entre sus tendencias estéticas y
lingüísticas. Y tuvo en la vejez dos consuelos más, o premios a su estoicismo: Vivió lo bastante para presenciar el colapso de la dictadura a la que se
había opuesto desde el principio, y la mayoría de los libros que había escrito en el exilio los vio reincorporados al mercado librero español. De veras
que, como hombre que había puesto por encima del talento la dignidad, salió de la empresa con una hoja de servicios extraordinariamente limpia.
[Y.M.]
Postdata (Noviembre de 1980)
Con la ayuda de Joaquina Navarro, que me llega poco después de haber
completado la memoria anterior, me entero de la existencia de otras dos necrologías que deben colocarse entre las más penetrantes de las publicadas
hasta el momento, la contribución de Rafael Lapesa en ínsula, Ener. 1980
(no. 395), p3, en un ensayo necrológico ejecutado en la aceptada vena de eulogía, pero contiene ciertos detalles de información no fáciles de obtener lejos de Madrid, p.e. sobre los extensos estudios de T.N. en el extranjero, c.
1910 (con Rousselot y Grammont en Francia, con Gauchet en Suiza, con
Vitor, Sievers y Panconcelli-Calzia en Alemania); sobre el traslado de los
materiales del Atlas a España después de 1950; sobre el Archivo de la Palabra en Madrid (fundado por N.T. que contiene lecturas en cintas magnetofónicas hechas por muchos escritores principales españoles; y sobre sus primeras investigaciones sobre el tono, publicadas en España en tiempos de la
Guerra Civil (en la casi olvidada revista Madrid). El ensayo, con el subtítulo
de «Vida y obra de un noble varón», ofrece también un ingenuo retrato a
pluma de T.N. en edad avanzada (1973) y la anima una fotografía tomada
en Middlebury College en Vermont (donde solía enseñar en el verano), en
compañía de A. Alonso, X. Fernández, R. Lapesa y P. Salinas.
Un ensayo más detallado y menos convencional de A. Zamora Vicente
(BRAE, LIX: 218 [sept.-dic. 19791, pp. 413-431, acompañado de una fotografia de la cabeza de un N.T. ya entrado en años, proporciona una visión
del aprendizaje del futuro maestro en el humilde instituto de Albacete (al
105
que Menéndez Pida¡ asistió también por breve tiempo), después en la Universidad de Valencia; menciona al paso de algunos escritos poco conocidos
M antiguo maestro del autor de la necrología (p.e. el Catálogo de los documemos de la sección del clero, que T.N. compiló para el Archivo Histórico
Nacional), y ciertos resultados de sus investigaciones en el Caribe (sobre la
lengua criolla de Curaçao, 1953, véase más adelante sobre el dialecto de
Santo Domingo, 1956) y añade, con la ventaja de haber sido testigo presencial, la descripción de un T.N. cogido en el torbellino de la Guerra Civil.
Permítaseme añadir que, aunque para la mayoría de los dialectólogos
formados en España, T.N. incluso después de su irrevocable marcha para el
Nuevo Mundo, continuó siendo una especie de «guro», se han oído algunas
voces críticas de su tipo de investigación, ya en su país o de compatriotas establecidos en el extranjero (D. Catalán, M. Torreblanca).
Mis propias referencias a sus publicaciones, aunque reducidas a una selección, podrían haber mencionado sus «Observaciones sobre el papiamento», NRFH, VII (1951), 183-189, dada la yoga actual de los estudios de lenguas exóticas y lenguas criollas; y del lado vasco, haber elegido los dos precedentes de la monografía de 1925, es decir una nota de seis páginas (35-40)
en el Curso de lingüística publicado por la Sociedad de Estudios Vascos en
1921, y la ponencia presentada en el Tercer Congreso de Estudios Vascos
(San Sebastián, 1923) pp. 54f. A lo largo de la línea de batalla de la unión o
la mezcla de literatura y lingüística, la contribución de T.N. al FS en honor
de A. Rosenblat (Caracas, 1974) ha sido resumida por W.W. Megenney en
una breve reseña de la miscelánea (Lang.. LIII [1977], 497): «Nos explica
cómo Benito Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta pudo sugerir varias formas de entonación en la lengua de los personajes dándoles ciertos rasgos de
personalidad - que al ser combinados hábilmente con cambios descriptivos
permiten al lector «oir» los elementos musicales de los rasgos de la entonación particular de cada persona».
No se debe olvidar, finalmente, el legado de T.N. al gremio de la geografía dialectal en todo el mundo: Capítulos de geogra Ha lingüística de la
Península Ibérica (Bogotá, 1975). El volumen de doscientas páginas, acompañado de mapas, contiene además de la reimpresión de siete artículos que
abarcan casi cuarenta años (1933-71), unas páginas introductorias relatando
las vicisitudes del ALPI.
106
ESCRITOS FIRMADOS EDITADOS EN ESPAÑA
TITULO. MAÑANA, HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS.
AUTOR. FRANCISCO CEBRIAN. Corresponsal.
PUBLICACION. LA VOZ DE ALBACETE.
FECHA. VIERNES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 1979, LA RODA.
CIUDAD. ALBACETE.
PAIS. ESPAÑA.
AÑORABA MUCHO A ESPAÑA, PERO LO DELICADO DE SU
SALUD NO SE ATREVIO A VENIR.
AUNQUE NO ERA POLITICO, SE INTERESO POR LOS
ACONTECIMIENTOS DEL CAMBIO.
Roque Navarro Moraté es uno de los sobrinos que desde La Roda cuenta, sobre todo, lo impresionado que quedó al conocerlo por primera vez
aquel viaje que realizó en compañía de su primo Roque Andrés Navarro y
del entonces alcalde de La Roda, Eduardo Grande Puertas, viaje que hicieran en octubre de 1974 para entregarle un libro de oro con infinidad de fir mas de sus paisanos y amigos.
—El encuentro fue muy emocionante— me dice Roque, él no sabía el
motivo del viaje hasta que nosotros después del saludo familiar se lo dijimos: además dentro del libro iba un extenso reportaje en colór de lo que es
por dentro y por fuera el Colegio Nacional que lleva su nombre. Esto lo
emocionó mucho, sobre todo pensar que los niños de La Roda supieran de
él. Para todos ellos nos dio el siguiente mensaje: «Para conseguir un escalón
en la vida debe ser con honestidad y trabajo», conforme él había procurado
actuar siemre.
—Se interesó por el puelo?.
—Sí, naturalmente, se interesó por la situación actual del pueblo y sobre
todo quiso saber de las mejoras sociales. También si estaba cubierta la enseñanza. También, por ejemplo dijo al recibir el libro, que era el homenaje
que más estimaba de todos cuantos había recibido en su larga carrera. Añoraba mucho a España, su patria, pero dada su delicada salud así como la de
su esposa, le acobardó siempre el hacer ese viaje tan largo. Aún cuando no
era político, mostró mucho interés, después del viaje y luego por correspondencia, del cambio experimentado y los acontecimientos posteriores. Era un
nostálgico de su tierra y yo diría un exagerado amante de la naturaleza.
Bien merecido, este homenaje popular que le rendirá mañana el pueblo
de La Roda, su pueblo natal donde siempre se le ha recordado y se le recordará con cariño y a la vez con el mayor respeto.
INTERVENCIONES EN EL HOMENAJE DE ESTA TARDE A
TOMAS NAVARRO TOMAS
En el homenaje que esta tarde a las 8,30, en el Colegio Nacional Tomás
Navarro Tomás se rendirá al ilustre filólogo y académico recientemente fallecido en Estados Unidos tienen anunciadas sus intervenciones don Alonso
Zamora Vicente, secretario perpetuo de la Real Academia de la Lengua;
don Diego Cola Palao, delegado provincial de Educación y Ciencia; don
Juan José García Carbonell, delegado provincial de Cultura; don Francisco
Fuster Ruiz, director del Archivo Provincial; don Demetrio Nalda Domínguez, catedrático, y don Teudiselo Chacón Berruga, doctor en filología.
110
TITULO. ANOCHE, EN LA RODA EMOTIVO HOMENAJE POSTUMO EN MEMORIA DE TOMAS NAVARRO TOMAS.
AUTOR. FRANCISCO CEBRIAN. Corresponsal.
PUBLICACION. LA VOZ DE ALBACETE.
FECHA. DOMINGO, 30 DE SEPTIEMBRE DE 1979. LA RODA.
CIUDAD. ALBACETE.
PAIS. ESPAÑA.
LA RODA. (Corresponsal, Francisco Cebrián).— De auténtica emotividad ha sido la tónica de la velada homenaje que se ha dedicado al insigne
rodense don Tomás Navarro Tomás, fallecido recientemente, a la que se
han asociado amplias representaciones de la intelectualidad provincial, así
como de otros numerosos puntos de España.
El acto se ha celebrado en el salón del Colegio que lleva el nombre del
ilustre filólogo, Académico de la Española de la Lengua, completamente
abarrotado de público, entre el que figuraban el parlamentario don José
Luis Moreno y el concejal del Ayuntamiento de Albacete en representación
del Alcalde, señor López Ariza.
En la presidencia tomaron asiento con las diversas personalidades que
iban a intervenir, el gobernador civil de la provincia, don Juan José Barco y
la alcaldesa de La Roda, doña Amparo Roldán.
ADHESIONES
El acto se inició con la lectura por el concejal de Cultura del Ayuntamiento de La Roda, don Angel Escribano Tébar de la numerosas adhesiones
recibidas entre las que destacan las del parlamentario don Francisco Ruiz
Risueño, del presidente de la Casa de la Mancha, en Madrid, don José López Martínez, del gobernador civil de Ciudad Real, don Ramón Bello Bañón, de un sobrino del homenajeado, don Tomás López Navarro, de la presidenta de la Comisión de Cultura del Congreso doña María Teresa Revilla,
y del Ministro de Cultura, don Manuel Clavero Arévalo.
INTERVENCIONES
En primer lugar, la alcaldesa de La Roda pronunció unas palabras para
saludar a los asistentes, agradeciendo su presencia en el emotivo acto, con el
que se quería honrar la memoria de tan insigne hijo de la localidad.
Posteriormente intervino el Delegado provincial de Educación y Ciencia, don Diego Cola Palao, don Francisco Fuster Ruiz, director del Archivo
Provincial, don Teudíselo Chacón Berruga, doctor en Filología y don Demetrio Nalda Domínguez, miembro de la Real Academia Hispanoamericana, todos ellos resaltando la personalidad y la obra del homenajeado auténtica gloria nacional.
Seguidamente hizo uso de la palabra el delegado provincial de Cultura,
don Juan José García Carbonell quien de manera emotiva recordó al ilustre
científico, glosando tanto sus virtudes humanas, su sencillez, su bondad
como las profesionales que le llevaron a un alto y ejemplar magisterio.
ACADEMICO DE PLENO DERECHO
Y, como final, el secretario perpetuo de la Real Academia de la Lengua
Española, don Alonso Zamora Vicente, expresó su satisfacción por ostentar
la representación de los académicos españoles y el honor de glosar la personalidad de don Tomás Navarro, «que ha muerto —dijo— como académico de
pleno derecho». Tuvo frases de admiración para el ilustre rodense desaparecido, recordando anécdotas sobre su gran personalidad humana y científica.
Todos los oradores fueron largamente aplaudidos.
112
TITULO. HOMENAJE POSTUMO A TOMAS NAVARRO TOMAS.
AUTOR. AMALIO DONATE. Corresponsal.
PUBLICACION. LA VERDAD.
FECHA. 30 DE SEPTIEMBRE DE 1979.
CIUDAD. ALBACETE.
PAIS. ESPAÑA.
LA RODA HONRO A SU HIJO MAS ILUSTRE.
Como se había venido anunciando, se ha celebrado con gran éxito la
velada homenaje organizada por el Ayuntamiento en honor a don Tomás
Navarro Tomás, rodense universal y famoso filólogo, recientemente fallecido en EE.UU.
El acto tuvo lugar en el instituto «Dr. Alarcón Santón», y participaron
en él conocidas personalidades de las letras, entre los que cabe destacar al
secretario perpetuo de la Real Academia de la Lengua Española, don Alonso Zamora Vicente.
Se abrió la velada con unas breves palabras del delegado provincial de
Educación y Ciencia, don Diego Cola Palau, para ocupar seguidamente el
estrado de oradores el director del archivo provincial, don Francisco Fuster
Ruiz, quien glosó la figura egregia del extinto en su dimensión de bibliotecario y compañero de carrera, recordando al efecto que don Tomás fue en
los años treinta Director general de Archivos y Bibliotecas. Evocó el nombramiento de Miembro de Honor del Instituto de Estudios Albacetenses,
distinción que el ilustre filólogo agradeció vivamente en una de sus misivas,
a don Teudíselo Chacón Berruga, doctor en filología y autor de una tesis
doctoral sobre el habla popular de La Roda dedicada al maestro fallecido
analizó la obra de don Tomás Navarro y destacó sus aportaciones en el
campo de la fonética. También dijo haber mantenido afectuosamente correspondencia con el sabio rodense.
A continuación intervino el eminente catedrático y amigo íntimo del filólogo don Demetrio Nalda Domínguez, quien con emocionado talante, recordó numerosas anécdotas de la vida y obra del homenajeado descubriendo
aspectos inéditos del mayor interés para el auditorio.
Ocupa el estrado don Juan José García Carboneil, Delegado Provincial
de Cultura. Dirigió un saludo personalizado a los presentes congratulándose
y recordó emotivamente la infancia y primeros pasos por las letras del niño
Tomás, pasando a destacar la figura humana del paisano universal que,
honrándole su pueblo, quedaba asimismo honrado.
Finalmente, y cerrando el bello acto, intervino don Alonso Zamora Vicente en representación de los académicos de la lengua, que le envían a La
Roda a recordar las virtudes personales y magna obra científica del gran
maestro desaparecido. Citó, con su elegancia característica, algunos pormenores de un viaje y visita a don Tomás en el exilio en Estados Unidos, en
compañía de su esposa, y recordó que la Academia resistió determinadas
presiones para sustituir a nuestro ilustre académico de su sillón en un intento de ignorarle. Su precisión en el dato sobre la vida y la obra del amigo y
compañero y su finura y maestría expositiva le atrajeron sobre si una gran
ovación, queriendo así premiar el público al orador y el memorable recuerdo de don Tomás Navarro Tomás.
Todos los oradores fueron largamente aplaudidos por el público que
llenaba el salón de actos del instituto.
114
TITULO. CULTURA. EL TEMA DE LA SEMANA.
TOMAS NAVARRO TOMAS: UNA FIGURA HISTORICA DE LA
LINGÜISTICA ESPAÑOLA.
AUTOR. J. R.
PUBLICACION. EL EUROPEO.
FECHA. 27 DE SEPTIEMBRE DE 1979.
CIUDAD. MADRID.
PAIS. ESPAÑA.
A los noventa y cinco años de edad ha muerto en Estados Unidos una
de las grandes figuras de la lingüística española del siglo XX: Tomás Navarro Tomás. Nacido en La Roda (Albacete) en 1884, discípulo de Miguel
Asín Palacios y de Ramón Menéndez Pida¡, Tomás Navarro Tomás ha sido
el padre de la moderna fonética española y la figura más destacada en este
terreno de la lingüística castellana.
La filología española acaba de perder a una de sus máximas figuras investigadoras. Con una reputación extraordinaria a nivel internacional, Navarro Tomás ha llevado a cabo una profunda labor de estudio y extracción
de raíces de la esencia de la lengua española. Licenciado en Filosofia y Letras por la Universidad de Valencia, se doctoró un 1907 en la de Madrid, y
ya desde entonces centró su atención en el estudio de la filología hispánica
bajo la dirección de Asín Palacios, primero, el gran arabista, y Menéndez
Pida¡, después, a los que siempre consideró como sus maestros. Junto a
Américo Castro y Amando Alonso formó el trío que recabó la atención investigadora histórica sobre la lengua española. De 1918 data nada menos su
«Manual de Pronunciación Española», texto modelo que se sigue utilizando
en las universidades españolas y extranjeras, traducido a todas las lenguas
europeas y reeditado innumerables veces. La colección de Clásicos Castellanos fue inaugurada por él con un estudio sobre «Las Moradas» de Santa Teresa de Jesús, acompañada de una edición crítica. Estudioso y conocedor de
los clásicos, supo aplicar los conocimientos de la evolución de la lengua escrita a los procesos más evolucionados de la lengua hablada. Se interesó por
la enseñanza del idioma a los sordomudos (ahí están sus trabajos y monografías sobre Ponce de León, Ramírez de-Carrión y Juan Pablo Bonet, pioneros de la enseñanza del lenguaje a los sordomudos) y su «Manual de Entonación» sigue siendo pieza indispensable de la misma. De 1912 a 1914 estuvo en Francia, Suizay Alemania, becado oficialmente para realizar estudios de fonética y geografía lingüística; tras su vuelta a España volvió a salir
al extranjero en los años veinte, estando en los Estados Unidos entre 1925 y
1928, enseñando en las universidades de Stanford y Columbia y dando conferencias por doce universidades americanas más, aparte de Puerto Rico.
Catedrático de Fonética de la Universidad Central de Madrid en 1930,
empezó por aquel entonces la elaboración de lo que habría de ser su obra
magna y todavía incompleta «Atlas Lingüístico de la Península Ibérica»;
bajo la dirección de Menéndez Pida¡, la obra ha continuado hasta nuestros
días y aún no ha concluido. Con todo, es la más ambiciosa muestra de la
lengua española en lo que va de siglo. En 1934, Navarro Tomás fue elegido
miembro de la Academia de la Lengua, cubriendo la vacante del doctor
Cortez.
Su concepción pluralista y totalizante de la realidad lingüística ibérica
le llevó a interesarse mucho desde joven por las lenguas autóctonas; estudios
sobre el euskera, el catalán, el gallego... Su discurso de ingreso en la Academia versó sobre «El Acento Castellano», en relación con el vascuence, el catalán y el gallego. Fue nombrado poco después director de la Biblioteca Nacional, justo poco antes del estallido de la guerra civil.
Con la guerra, Navarro Tomás se muestra leal a la legalidad republicana y permanece en Madrid. Marcha a Valencia en 1937 a trabajar con Alberti en «Hora de España», y a seguir publicando trabajos de investigación
filológica, en unos momentos en que la situación del país no favorecía precisamente esta labor.
Tras la derrota; Navarro Tomás pasó a Francia, donde, logró, junto con
Corpus Barga, una pensión para Antonio Machado del Gobierno republicano, ayuda que llegaría demasiado tarde, ya que Machado moría en Colliure
a finales de febrero de 1939.
Su labor más fecunda la produjo Navarro Tomás en el exilio. Marchó a
Estados Unidos a fines de 1939 y durante largo tiempo trabajó para la Universidad de Columbia, en Nueva York. Posteriormente comenzó un largo
recorrido itinerante por la mayor parte de las universidades americanas del
norte, publicando infinidad de artículos y obras de investigación («Guía de
la Pronunciación española», «Arte del verso», «Métrica Española», «Estudios sobre Fonología Española», etc) hasta su muerte.
116
Que su labor y su huella sean ejemplo para los actuales investigadores
de la fonética y la lingüística española, en un momento en que nuestra lengua disfruta de una expansión cultural y una influencia internacional de
primer orden.
117
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS, LINGÜISTA. (1884-1979).
AUTOR. JOAQUIN ROY.
PUBLICACION. EL LIBRO ESPAÑOL. Pág., 564, n° 263. Tomo XXII.
FECHA. NOVIEMBRE, 1979.
CIUDAD. MADRID.
PAIS. ESPAÑA.
Lejos de España falleció Tomás Navarro Tomás. La noticia no tendría
la menor importancia, si se la considerara como una más en el panorama
necrológico de las letras españolas. Reúne, sin embargo, una relevancia especial, si consideramos que con su desaparición se ha esfumado también un
capítulo fundamental del pensamiento lingüístico español. Con. Navarro
Tomás ha muerto también un reducto importante de la escuela de Menéndez Pida¡. Ha perecido un posible puente con las demás corrientes de investigación a las que España llegaba siempre tarde o a destiempo.
Nacido en Roda de la Mancha en 1884, apenas contaba veinte años ya
había comenzado a publicar artículos eruditos sobre la historia de la lengua
y su estructura interna, y las diferencias dialectales: «El perfecto de los verbos en -ar en aragonés antiguo» (191 1) ((La articulación sobre el vascuence
de Guernica» (1923), «Siete vocales del español», «Cantidad de las vocales
acentuadas e inacentuadas» (1910), «Palabras sin acento» (1925), ((La frontera del andaluz» (1933), «Análisis fonético del valenciano literario» (1934).
En 1935 ingresaba en la Academia de la Lengua con un trabajo titulado «El
Acento Castellano». Artigas Fernando, al responder a sus palabras y darle la
bienvenida a la institución madrileña, resumía la labor de Navarro Tomás
de la siguiente manera: «Todo este trabajo va encaminado a una elaboración idealista e interpretativa de la fonética española del lenguaje español de
específico y deferencia¡, a investigar sus causas, a declarar lo que significan
estos rasgos y estas diferencias en la manera de hablar de España frente a las
otras lenguas románicas, y dentro de España entre las diversas agrupaciones
que desde los tiempos anteriores a la historia la pueblan» (Navarro había
expresado en un lenguaje literario lo que él sabía bien que tenía una base estrictamente científica). Para él «una lengua viva es como un instrumento 5Qnoro con un carácter acústico determinado. Según la destreza e inspiración
del ejecutante, el instrumento podrá sonar con mayor o menor soltura, fluidez y facilidad, pero siempre con su propio timbre». El nuevo académico ya
había comenzado a traspasar la barrera impresionista de sus predecesores y
había enfrentado el estudio del mundo de los sonidos con una rigurosidad
poco común. Por eso decía su apoderado en la Academia: «A la luz de estas
investigaciones, arduas y dificiles, practicadas con el rigor de sus métodos
modernos, deja de ser una curiosidad experimental fisiológica o pedagógica
para alcanzar rango y categoría entre las ciencias del espíritu».
Tomás Navarro Tomás había llegado a ser unos de los discípulos predilectos de Menéndez Pida¡ y se había convertido tempranamente en el director del Laboratorio de Fonética Experimental luego de haber iniciado los
estudios de Filosofia y Letras en Valencia y más tarde doctorarse en Madrid.
Sin embargo, tal como sentía su maestro, lingüística y literatura iban de la
mano, y sus primeros libros siguieron la trayectoria filológica y de comentario literario: Garcilaso de la Vega (1924) y Las Moradas (1933), texto clásico
sobre la obra de Santa Teresa. La afección hacia los postulados de Menéndez Pidal —Historia, literatura, lengua. España— se unían al refrendo de la
tradición liberal del Centro de Estudios Históricos y otras aventuras culturales.
Navarro Tomás y tantos investigadores españoles iniciarían el destierro
y España se quedaba huérfana de tantas posibilidades de investigación. Casi
como una premonición, Artigas le había dicho en 1935: «Si en España hubiere existido entonces un ambiente científico adecuado para consagrarse
exclusivamente a labores de investigación...». Había salido de España por
primera vez en 1912 con una beca de estudios que lo llevó a Francia y Alemania, de donde regresó con nuevos ímpetus. En 1939 el viaje era definitivo. España (destruida, empobrecida y retrasada con respecto al resto de Europa) se permitía el lujo de ver alejarse de ella a sus mentes más preclaras.
América recibía, frotándose las manos, este regalo caído del cielo. Los Estados Unidos, en su imperialismo de talante pacífico, serían los últimos beneficiados. Amado Alonso, Corominas, Américo Castro, Salinas, uno a uno,
todos irían recalando en las universidades norteamericanas, que les brindaban en pleno apogeo el ambiente cultural necesario.
Tomás Navarro Tomás fue, directa o indirectamente, el maestro de por
lo menos dos generaciones de filólogos, ligüistas o profesores de lengua norteamericanos que se formaron en las universidades de los Estados Unidos
desde el final de la guerra civil española. Como profesor o conferenciante de
120
paso, el lingüista español esparció sus enseñanzas en Stanford, Nueva York,
Harvard, la Universidad de Illinois en Urbana y la de Wisconsin, además,
naturalmente, de la de Puerto Rico, donde desveló los misterios de su peculiar fonética, trabajos que siguen siendo clásicos y lectura obligada de todo
estudiante en la rama de lingüística hispana. En 1935 ya había publicado el
«cuestionario lingüístico hispanoamericano» y, tras el exilio, los libros clásicos se sucedieron: El Español de Puerto Rico (1948), Estudios de Fonología
Española (1946), Métrica Española (1956) y, sobre todo, el lúcido y didáctico volumen titulado Manual de Pronunciación Española (1957), que todavía se usa en la actualidad en numerosos cursos de fonética para hablantes
de inglés y que se cita continuamente en los más avanzados estudios de lingüística, aplicando las teorías de las últimas escuelas, incluida la generativotransformacional.
¿Por qué esta vigencia? Porque Navarro no se quedó atrapado en la
pura investigación diacrónica de su maestro. Al igual que Amado Alonso
llegó desgraciadamente tarde al desarrollo de las últimas tendencias lingüísticas, pero en sus últimas publicaciones está el germen de las investigaciones
articulosas, que han resultado la base necesaria para fabricar el componente
fonológico de los estudios chomskianos. Navarro Tomás constituye, por lo
tanto, ese puente entre la lingüística histórica del XIX, que llegó a España
tarde con Menéndez Pida¡, y el estructuralismo del XX, que en Europa dio
un De Saussure y en los Estados Unidos un Bloomfield. Desgraciadamente,
mientras los centros universitarios de los Estados Unidos se beneficiaban
casi gratuitamente de este cerebro, la universidad española debía estudiarlo
a distancia.
121
TITULO. NAVARRO TOMAS. VIDA Y OBRA DE UN NOBLE VARON.
AUTOR. RAFAEL LAPESA.
PUBLICACION. INSULA.
FECHA. ENERO 1980, n° 395-P. 3.
CIUDAD. MADRID.
PAIS. ESPAÑA.
Conocí a Navarro Tomás en el otoño de 1927, cuando entré como becario en el Centro de Estudios Históricos. Yo no había cumplido aún los
veinte años; don Tomás, a los cuarenta y tres, era uno de los maestros consagrados. Infundía a la vez respeto y confianza. Hablaba reposadamente,
con voz grave y sonora como de órgano o violonchelo. Su dicción perfecta
no era artificial: no había tenido que ajustarse a normas, sino que espontáneamente había servido de modelo para trazarlas. Sus palabras eran dignas
y comedidas: no le oí proferir ninguna malsonante, chocarrera ni descompuesta; sus juicios eran ponderados. Sin embargo, en el varón prudente había también un hombre resuelto: una vez tomada una decisión, la llevaba
hasta sus últimas consecuencias. Tuvo firmeza de roble; se mantuvo fiel a
sus convicciones a la línea de conducta que se había trazado, sin debilidades
ni condescendencias. En 1939 salió de España en compañía de Antonio
Machado. No volvió a pesar de su intensa nostalgia, que apenas dejaba traslucir en las conversaciones; aquella contención hacía pensar en los versos,
que él había editado, de Garcilaso en exilio:
No es necesario agora
hablar más sin provecho,
que es mi necesidad muy apretada...
Lo vi repetidamente en mis visitas a los Estados Unidos, a partir de
1948; la última vez en mayo de 1973, en su casa de Northampton. Casi nonagenario, se movía con dificultad, y la mano le temblaba al escribir; pero
seguía siendo el mismo, dueño de sí, con afectuosidad más cálida que expresa en palabras.
Don Tomás Navarro Tomás fue uno de los primeros discípulos ganados por Menéndez Pida¡ para formar parte de su escuela filológica. Trabajó
primero en la transcripción de crónicas y documentos medievales. De esos
años son sus artículos más antiguos (1908-1909) referentes a las hablas aragonesas de los valles pirenaicos; y también la colección de Documentos Lingüísticos del Alto Aragón que le publicó en 1957 la Universidad norteamericana de Syracusa y que son repertorio indispensable para conocer la historia del dialecto aragonés. Fundado en 1910 el Centro de Estudios Históricos, Navarro Tomás eligió como campo de sus investigaciones la fonética y
la dialectología. Una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios le
permitió conocer directamente las tendencias y métodos seguidos por Rousselot y Grammont en Francia, Gauchat en Suiza, Vitor, Sievers y Panconcelli-Calzia en Alemania. A la vuelta inició en el centro trabajos de un laboratorio de fonética, en los que muy pronto intervino bajo su magisterio don
Samuel Gil¡ Gaya, y en los que después hizo su aprendizaje Amado Alonso.
Navarro se lanzó al análisis de nuestra fonética con una serie de estudios sobre la articulación y cantidad de vocales y consonantes, así como sobre la
tonicidad de las palabras. Condensación de ellos fue el Manual de Pronunciación Española, que ya en su edición príncipe (1918) ofrecía la novedad
de un primer análisis de nuestra entonación. El Manual, hecho con sólida
base científica, ha sido y sigue siendo fundamental para cuantos enseñan y
estudian la lengua española; su difusión y prestigio han contribuido en gran
medida a que muchas universidades europeas y norteamericanas enseñaran
nuestro idioma según la pronunciación normal de España. A defenderla dedicó en 1930, recientes las primeras películas sonoras, el folleto El Idioma
Español en el Cine Parlante.
Una de las empresas que Menéndez Pidal había considerado indispensables al proyectar el Centro de Estudios Históricos era la de un Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. Entonces estaba en marcha el Atlas Linguistique de la France de Gilliéron y Edmont; había aparecido alguno de
Rumania y empezaba a esbozarse el de Italia. La tarea era ingente: suponía
recoger sobre el terreno, en una red formada por varios centenares de puntos, las hablas locales, con atención a la fonética, a las peculiaridades morfológicas y sintácticas, al léxico y a la vida material, costumbres, etc., de
cada lugar. Puesto al frente de la empresa, Navarro Tomás trazó las directrices, señaló los quinientos veintitantos puntos que habían que visitarse, elaboró los cuestionarios y formó un equipo de encuestadores. La exploración
se inició hacia 1931 y en 1936 estaba ya muy avanzada. Fruto de ella fueron
artículos y libros de Navarro y sus colaboradores sobre la frontera del andaluz, los arcaísmos dialectales de Salamanca y Extremadura y sobre el valenciano literario. La guerra civil interrumpió las tareas, y para que los mate124
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L. •.
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Middlebury College (Vermont), 8 de agosto 1948.
De izquierda a derecha: Navarro Tomás, Amado Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Salinas.
Detrás el profesor Fernández
riales reunidos no corriesen peligro, don Tomás los depositó en la Columbia
University neoyorquina hasta que pudieran utilizarse en España. En 1950
me puse al habla con quien regentaba las publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, organismo que se hizo cargo de los materiales con el compromiso de acabar y editar el ATLAS. Los antiguos colaboradores reanudaron el trabajo, exploraron las zonas no encuestadas y, en
1962, apareció el primer volumen, que comprendía 80 mapas. Primero y
único hasta ahora, pues no ha tenido continuación, a pesar de ser un testimonio insustituible del estado en que se hallaban las hablas de la mayor
parte de España antes que las alterasen o barriesen la guerra civil, la modernización de las técnicas agrarias, el creciente abandono del campo y la influencia de los grandes medios de comunicación.
Las publicaciones de Navarro Tomás anteriores a 1936 incluyen estudios sobre Ramírez de Carrión y Bonet, los tratadistas del «arte de enseñar a
hablar» a los mudos en nuestro Siglo de Oro. Así inició la investigación sobre las descripciones fonéticas del XVI y XVII, que habían de ser tema central en la obra de Amado Alonso. Inauguró la colección de Clásicos Castellanos. editando Las Moradas de Santa Teresa; también publicó allí, con valioso prólogo y notas, las obras de Garcilaso.
125
Ya en los años de la República organizó en el Centro de Estudios Históricos el Archivo de la Palabra, a fin de registrar el habla viva de las distintas regiones y capas sociales, la canción tradicional y la voz de personalidades relevantes. Eran tiempos anteriores al magnetófono. Gracias a las matrices grabadas entonces podemos oír ahora lecturas hechas de sus propias
obras por Caja!, Menéndez Pidal, Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín,
Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset, entre otros.
Siendo muy joven, don Tomás había ingresado en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.-Su activa labor en el Archivo Histórico Nacional no le impidió ejercer funciones docentes en el Centro, en varias universidades norteamericanas y en la de Puerto Rico. Desde
1930 dio en la de Madrid cursos de Fonética y Dialectología, en los que
tuvo como discípulos a María Josefa Canellada y Alonso Zamora. Ya en el
exilio enseñó en la Columbia University como profesor titular hasta sujubilación, y después como profesor emérito. La relativa holgura de la docencia
norteamericana le permitió dar cima a una serie de obras maduradas desde
antes de salir de España y otras que entonces sólo tenía en proyecto. Su Manual de-Entonación Española (1944) analiza rigurosamente el curso melódico de la frase hispana, precisa sus estructuras y capta con fina distinción sus
matices significativos, teniendo en cuenta la triple función del lenguaje
como símbolo nacional, síntoma expresivo y señal actuante sobre el interlocutor; en lo sucesivo los estudios sobre nuestra sintaxis no podrán desentenderse legítimamente de lo entonación. En 1946 publica un volumen con Estudios de Fonología, algunos de los cuales es básico para el conocimiento e
historia del ritmo de la frase, tanto en poetas como en prosistas. El español
de Puerto Rico (1948) inaugura la cartografia lingüística hispanoamericana;
como preparación a la de otras áreas hispanófonas había diseñado cinco
años antes un utilísimo Cuestionario lingüístico hispanoamericano. Los
problemas métricos: un artículo suyo de 1922 versaba sobre la cantidad silábica en unos versos de Rubén Darío. Pero los grandes tratados son muy posteriores: la Métrica Española, de 1956, y el Repertorio de Estrofas Españolas, de 1968, renuevan por completo la descripción y la historia del verso
hispánico: factores que antes no se habían tenido en cuenta, como los acentos secundarios de endecasílabos y octosílabos cobran relieve inesperado; y
la caracterización métrica de las distintas épocas literarias queda fijada certeramente. En 1973 Los Poetas en sus Versos, desde Jorge Manrique a
García Lorca, reúne diecinueve estudios métricos hechos con tanta exactitud como sensibilidad poética. Y aún más tarde, en 1976, La Voz y la Entonación en los Personajes Literarios muestra cómo han sido marginadas una
y otra desde el Cantar del Mío Cid hasta García Lorca en la literatura hispánica, y desde la Ilíada hasta Proust, Gide, Thomas Mann y Gorki en la Universal. Los primeros apuntes de esta obra datan de antes de la guerra y se
publicaron en la revista Madrid en 1937-1938; la privilegiada longevidad
intelectual de su autor le permitió ampliarlos hastacomponer este último y
delicioso libro.
Vida llena, cumplida, la de nuestro don Tomás. Si hubiera vivido en el
126
siglo XV, Hernando del Pulgar le habría llamado «hombre esencial», pues
«no curava de apariencias ni de cirimonias infladas», y «hombre verdadero
y constante». Pero la pálida muerte no respeta los robles centenarios. Casi
centenario se lo ha llevado, lejos de nosotros, en su casa de Nueva Inglaterra, cuyo jardín cuidaba todavía hace seis años. Descanse en paz.
127
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS
AUTOR. ANDRES AMOROS
PUBLICACION. TRIUNFO.
FECHA. 29 DE SEPTIEMBRE DE 1979.
PAIS. ESPAÑA.
Para muchos estudiantes de filología hispánica, el nombre de Tomás
Navarro Tomás iba unido al de un libro que le había servido de manual:
igual que los de Menéndez Pida¡, Lapesa, Gil¡ y Gaya o Seco. Ese parece ser
el destino de los autores de manuales que son utilizados ampliamente durante años.
En el mundo intelectual español, si no me equivoco, poco se solía recordar de su presencia viva, salvo con motivo de alguna elección académica;
excepto los especialistas, muy pocos se acordaban ya del editor de Garcilaso
de la Vega y Santa Teresa, de su labor en la revista «Hora de España».
El paso del tiempo y el exilio —en este caso, sin retorno— han sido los
causantes de este olvido. Desgraciadamente, ha tenido que ser la noticia de
la muerte la que trajera otra vez el nombre de Don Tomás Navarro Tomás
a las páginas de nuestros periódicos.
Uno de los grandes aciertos del Centro de Estudios Históricos —y de las
causas de que su labor fuera tan fecunda— era el reparto de especialidades,
claro está, la gran categoría de los distintos colaboradores. Menéndez Pida¡
editaba los textos medievales y enseñaba gramática histórica a sus discípulos
como Rafael Lapesa. Don Américo permanecía dentro del ámbito de la
ciencia positiva alemana, antes de que el exilio le abriera a nuevos horizontes de filosofía de la historia española. Montesinos realizaba estudios y edi-
Homero Seris y Tomás Navarro Tomás, en la Ducke University, Durham, North Carolina, en 1943.
ciones de nuestro teatro clásico, a la vez que ponía a los hombres del 27 en
contacto con la poesía tradicional y de Lope, haciendo posible lo que se llamó el neopópularismo de García Lorca y Alberti. Pedro Salinas se ocupaba
de la literatura contemporánea, editando un «Indice literario» que sigue
siendo modelo admirable de atención seria a la literatura viva. Homero Serís acumulaba papeletas para su bibliografia de la literatura española. Dámaso Alonso mostraba que la dificultad de Góngora no era la oscuridad gratuita, sino deslumbrante claridad del creador de una nueva lengua poética...
Visto desde hoy, uno no puede por menos de admirarse ante la labor
realizada, de tratar de imaginar lo que sería aquella atmósfera de trabajo.
Cada uno estaba, evidentemente, donde debía estar, dedicado a lo que le
gustaba y podía hacer mejor. (Esto, tan obvio, no podría decirse de nuestra
Universidad de posguerra). Homero Serís, por ejemplo, no hubiera podido
hacer el trabajo de Pedro Salinas, ni al revés.
En ese conjunto de estudiosos, a Tomás Navarro Tomás le correspondió la especialización en fonética y la geografia lingüística, aunque su capacidad de filólogo desbordara también a otros campos. En el suyo, no resulta
nada exagerado afirmar que —como don Ramón o don Américo— sentó las
bases para la investigación científica en España.
Sin entrar en pormenores especializados, tendré que referirme a sus tres
manuales: el de pronunciación, el de entonación y el de métrica española.
130
El «Manual de Pronunciación Española» (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, publicaciones de la «Revista de Filología Española») es
una obra clásica desde hace más de cincuenta años. Su objeto es «describir
breve y sencillamente la pronunciación española, tratando, sobre todo, de
facilitar la enseñanza práctica de nuestra lengua en este aspecto poco conocido de su naturaleza». Después de unas nociones de fonética general, describe los sonidos españoles (vocales, consonantes y grupos) y añade unos
ejercicios de articulación y de entonación, así como ejemplos de transcripción fonética de textos narrativos y dialogados. Muchos miles de alumnos
extranjeros han encontrado en este libro, sin duda, una ayuda eficaz para el
aprendizaje práctico de nuestra lengua. En cuanto a los españoles, este manual ha sido etapa obligada de todo aprendiz de filólogo. Si no me equivoco,
va ya por la 19.a edición.
El «Manual de Entonación» desarrolla nociones anticipadas ya en el libro anterior. Una vez más, la seriedad científica va unida a una presentación sencilla y clara. En este caso, además, con el mérito de introducir prácticamente en nuestra lengua un campo de estudio tan rico como nuevo:
«Las inflexiones musicales de la palabra, con sus tipos específicos y sus variantes accesorias, con las zonas y límites de cada modalidad, y con el pa&.A~
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Middlebury, Summer School, Guitford Hall, 1951.
De espaldas: Joaquin Casalduero.
Poco visible: E. González Lopez.
Visibles: Garcia Blanco. Angel del Rio. José Maria Arce (Costa Rica). Dartmouth College. Tomas Navarro Tomás.
Ermilo Abreu Gómez, (Mexico(.
131
rentesco y semejanzas entre unas formas y otras, constituyen uno de los aspectos más genuinos e íntimos de la tradición lingüística de cada país». La
primera edición de este libro apareció en los Estados Unidos, entre las publicaciones del Instituto Hispánico de Nueva York, luego en Méjico, y por
fin, en España.
Por último, su monumental tratado de «Métrica española» (edición española: ed. Guadarrama) me parece una obra de permanente vigencia. Para
los que consideran la métrica como algo absolutamente indigesto y carente
de interés, asomarse a este manual puede ser ocasión de comprobar qué
profundamente enlazada está con problemas específicamente literarios e
históricos. Esto conduce a un problema muy concreto; Navarro Tomás organiza su libro por períodos históricos y literarios: la juglaría, la clerecía, la
gaya ciencia, el Renacimiento, el Siglo de Oro, el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Modernismo y el Posmodernismo. Así, cada uno de los versos y
estrofas aparece en su debida conexión histórica, con los «competidores»
que en cada momento tenía. En la práctica, sin embargo, eso hace que el libro no sea de fácil manejo para el estudiante que desea abarcar rápidamente, por ejemplo, la descripción e historia total del octosílabo o del soneto.
En este sentido, de más cómodo manejo es el libro posterior de Baehr («Manual de Versificación Española», ed. Gredos). En cuanto a su parte última,
lo ha prolongado hacia lo actual Francisco López Estrada («Métrica Española del siglo XX», ed. Gredos), que lo considera «punto de partida para la
interpretación de la métrica».
No quiero extenderme ya más en pormenores científicos, pero sí mencionaré —sólo eso— sus trabajos como organizador de una obra monumental,
el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica. Después de nuestra guerra, Manuel Alvar ha encabezado la serie de trabajos que continuaban por esta vía.
En todos estos libros de Navarro Tomás me ha llamado la atención la
presencia constante de unas notas: claridad, sencillez, rigor, orden, ausencia
de pedantería... Es decir, deseo de ser útil, de prestar un servicio efectivo a
la cultura española: una vez más, si no me equivoco, el espíritu del Centro
de Estudios Históricos.
Se fueron ya Amado Alonso, Salinas, Pida¡, Américo Castro, Montesinos, Homero Serís.... Ahora Tomás Navarro Tomás. Para algunos sectores
de nuestro mundillo cultural, eso significa una vacante académica por la
que luchar. Uno piensa —como siempre, en estos casos— en los estudiantes
españoles que no pudimos recibir directamente su enseñanza. Pero en casa
tengo esos libros suyos (desencuadernados, subrayados, resumidos, anotados, llenos de viejos papelillos) que le hicieron a uno ser un poco menos ignorante.
132
ESCRITOS FIRMADOS PUBLICADOS EN EL EXTRANJERO
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS AND SIGMA DELTA PI
AUTOR. T. EARLE HAMILTON. PAST PRESIDENT SIGMA DELTA PI.
PUBLICACION. HISPANIA. SEPT. 1980 Vol. 63 II 3.
FECHA. SEPTIEMBRE 1980.
PAIS. ESTADOS UNIDOS.
One aspect of the life of Dr. Navarro Tomás seldom publicized was his
relationship with Sigma Delta Pi, the National Honor Society in Spanish.
He became a member at the University of Illinois in 1927 at the invitation
of Dr. John D. Fitz-Gerald, and he was so favorably impressed by the beautiful ritual, composed by Dr. Leavitt O. Wright, the Society's first national
president, that requested a copy to take back to his friends in Spain. He suggested a few improvements, which Dr. Wright gladly accepted and which
are still retained.
In 1930, he was named one of three first National Honorary Presidents,
along with.
THE HISPANIC WORLD (578-579)
Dr. Juan C. Cebrián and Dr. Fitz-Gerald; and he was named the first
member of the exclusive Optimates Chapter. He always answered our Ietters
punctually, passing upon the petitions of universities and offering detailed
valuable advice on al¡ matters submitted to him; and the sent a congratulatory letter to each new president, and a note of appreciation when that offieer completed his years of service. He often attended the national conventions and frequently contributed to the Society's bulletin.
When a later National Honorary President. Dr. S. Griswold Morley,
passed away, Dr. Navarro Tomás sent to Dr. Wright the following comments:
La desaparición de Morley representa un a*- grave pérdida. Era ejemplo del
hispanista de investigación metódica y sólida y del profesor eficaz que enseña
con la palabra y con el ejemplo. Es una nueva baja en la antigua guardia del
hispanismo que reunió en Berkeley nombres tan escogidos como los de Schevill,
Morley y HilIs. Representan la época fecunda de la organización de la AATSP
y de la fundación de Hispania. Fue también el tiempo de mis primeros contactos con los Estados Unidos, que se habían de convertir en mi segunda patria.
Yo también soy ya muy viejo. Cada compañero que se marcha es un aviso del
fin que se acerca.
Sigma Delta Pi is grateful to Dr. Navarro Tomás for his fufty-two years
of unselfish service and for his associating his illustrious name forever with
the history of the Society.
136
TITULO. LA VOZ DE UN MAESTRO ESTA EN SILENCIO
AUTOR. VICENTE FRANCISCO TORRES
PUBI'CACION. TIEMPO.
FECHA. 1 DE OCTUBRE DE 1979.
CIUDAD. MEXICO. D.F.
PAIS. MEXICO.
Somos varias las generaciones formadas lingüísticamente por discípulos
directos de Tomás Navarro Tomás. Quienes no llevaron los manuales del
mismo Dr. Navarro- frecuentaron las obras de Amancio Bolaño e Isla, que
en el prólogo de su Breve manual de fonética elemental, dice: «Por lo demás
—creemos inútil confesarlo— nuestro guía ha de ser en todo el maestro incuestionable de la fonética española Dr. Navarro Tomás, cuyo iluminado
magisterio, en los ya lejailos años de la Universidad de Madrid, despertó en
nosotros la vocación por esta rama de los conocimientos humanos».
Otro de nuestro maestros que se refería con reiterada devoción a Tomás
Navarro, era el eminente cervantista Dr. Ludovic Osterc, autor de uno de
los pocos libros que se han dedicado a estudiar sociológicamente la máxima
obra de nuestra lengua: El pensamiento social y político del Quijote.
Asimismo, quien le recordaba con profundo respeto era la maestra
Concepción Caso, una de las profesoras de la Facultad, que nunca dejaba de
mencionar a quienes habían sido ejemplo para varias generaciones de estudiantes que, a su vez, luego se convertirían en maestros especialistas de la
lengua castellana.
- Muchos hemos tenido la fortuna de trabajar en los medios periodísticos
o en las revistas especializadas de literatura; pocos de nuestros compañeros
que se iniciaban en el quehacer poético hicieron caso a quienes antes de hacer poesía, les aconsejaban conocer la métrica y la rima tan profundamente
estudiada por Tomás Navarro Tomás en su Arte del Verso.
Desgraciadamente muy pocos hicieron caso al consejo y para suplir su
ignorancia del oficio empezaron a proclamarse ridiculamente revolucionarios. Otros creyeron haber hecho el gran negocio al proclamarse impúdicamente homosexuales o acogiéndose a la protección de algún destacado escritor. Pocos de aquellos compañeros que nos encontramos en la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM, allá por los años 1973-1977, escuchamos
a Tomás Navarro que decía: «Conocer la naturaleza del verso es condición
indispensable para componerlo con acierto, para interpretarlo con propiedad y para sentir y apreciar su valor. Limita sus medios de expresión el poeta que confía la forma métrica de sus obras al sitiple ejercicio de los modelos corrientes o a su mera intuición artística».
Tomás Navarro Tomás, que residía en los EE.UU. desde 1939, falleció
el 16 de septiembre pasado; para que el hecho no pase muy a la ligera, sin
avalar la importancia de este estudioso de la lingüística que fuera a su vez
discípulo de aquel otro gran estudioso del idioma, de Menéndez Pida¡ —cuyo
viaje de bodas consistió en seguir, a veces a lomo de burro, la ruta del Cid—,
vamos a recordar algunos puntos culminantes de su biografia.
Nacido en La Roda de la Mancha en 1884, recibió en 1904 el título de
licenciado en Letras por la Universidad de Madrid, y en ella misma el de
doctor en 1906, con su estudio filológico de la versión aragonesa del Libro
de los Embajadores de Oriente, de Juan Fernández de Heredia.
Inició en 1910 la colección «Clásicos Castellanos» con Las Moradas,
de Santa Teresa y las Poesías de Garcilaso.
Desde 1916 fue director de los cursos para extranjeros en el Centro de
Estudios Históricos de Madrid, fundó y dirigió el Laboratorio de Fonética
experimental de este mismo centro, y escribió una serie de artículos en la
Revista de Filología Española. En 1918 publicó su Manual de Pronunciación Española, que ha sido reeditado muchas veces y ha prestado gran ayuda en la enseñanza de nuestra lengua. El profesor Fritz Krüger lo tradujo al
alemán en 1923. En 1920 el Dr. Navarro Tomás publicó trabajos sobre
Ponce de León, Ramírez de Carrión y Juan Pablo Bonet, primeros maestros
de fonética, y fundadores de la enseñanza de la palabra a los sordomudos.
En 1925 llegó como profesor visitante a la Universidad de Puerto Rico
y en 1927 se trasladó también como profesor visitante a la Stanford University y dio conferencias en las universidades de Princeton, Columbia, Har vard, Chicago, Michigan, Indiana, etc.
Para 1931 estaba organizando los trabajos del Atlas Lingüístico de la
Península Ibérica y dirigió el semanario de preparación del cuestionario y
de formación técnica de los colaboradores de esta empresa.
Ingresó a la Academia Española, en 1935, con un discurso titulado «El
Acento Castellano», en el que hizo una caracterización fonológica del español entre las demás lenguas modernas y puso en relación rasgos históricos
del acento con la actitud y tendencias de la cultura nacional española. En
138
TOMAS NAVARRO TOMAS
Columbia University, 1942.
.. conocer la naturaleza del verso....
este mismo año dictó una serie de conferencias en el Institut d'Etudes Hispaniques, que funcionaba cerca de París.
En el año 1939 fue nombrado profesor de Filología Española en la Universidad de Columbia, y desde entonces, durante varios años, impartió cur sos sobre el español de América, fonética y métrica españolas, etc. Su conocido Manual de Entonación Española apareció en 1944 y describe por primera vez la estructura melódica del idioma, revelando el papel del grupo fónico como elemento básico de las construcciones melódicas de la frase.
Como resultado de sus viajes y estudios realizados, en 1948 da a luz El
Español en Puerto Rico, obra en la que aplica el método geográfico al estudio del español.
139
El Centro de Estudios Hispánicos de la Syracuse University, publica en
1956 Métrica Española, reseña histórica.y descriptiva, de muy denso contenido y gran riqueza de materiales, donde Navarro Tomás ofrece un panorama métrico de cada época de la poesía española e hispanoamericana y
muestra las tendencias esenciales de la versificación, reveladas en su muy
extenso repertorio de metros y estrofas.
Para terminar esta rápida revisión de los trabajos fundamentales del desaparecido maestro, vamos a citar unas palabras de Luis Flores, discípulo de
Navarro Tomás en la Universidad de Columbia, a quien mucho debemos
por la información que recopiló sobre su maestro para Orbis, boletín internacional de documentación lingüística de Lovaina, Bélgica:
«De principal interés entre las obras de Navarro Tomás es la Métrica Española, de 1957. Su doctrina, abreviada en El Arte del Verso, 1959, se ha ido
abriendo camino. Consiste en haber prescindido de las antiguas e insatisfactorias teorías rítmicas de los pies cuantitativos de sílabas largas y breves y de las
cláusulas acentuales de sílabas fuertes y débiles, sustituyéndolas sencillamente
por el compás musical con reconocimiento del común vínculo histórico entre el
verso y la música...».
140
TITULO. ESPAÑA AHORA
AUTOR. J. M. BUENDIA
PUBLICACION. NOVEDADES.
FECHA. 4 DE OCTUBRE 1979.
CIUDAD. MEXICO. D.F.
PAIS. MEXICO.
El fallecimiento en Northampton, Massachusetts, del filólogo y académico Tomás Navarro Tomás del que tratamos en una nota hace pocos meses pone de manifiesto los extraños rumbos a que lleva una guerra civil: el
hombre que más ha estudiado la fonética española, ha pasado más de la mitad de su larga vida, 95 años, fuera de su patria. Primero como profesor en
Puerto Rico y California; luego como exiliado.
Estaba jubilado en la Universidad de Columbia. En los años 1973 a
1977 dio conferencias en la UNAM; él inició la colección de Clásicos Catellanos y su Atlas Lingüístico de la Península Ibérica resume una incansable
labor de investigación in situ. Su Manual de Entonación Española es texto
de consulta en todas las escuelas de filología de Iberoamérica. Por antigüedad era el Decano de los Académicos de la Lengua. Hija suya es Paquita
Navarro de Giménez, que de historiadora se convirtió aquí en contadora
para ayudar a su esposo, el emprendedor Rafael; y sus nietos Rafael Giménez Navarro, Director de las Librerías de Cristal y Tomás, profesor en
Clemmson, Carolina del Sur. Sobrevive su esposa, Dolores.Guirao, otra
hija, Joaquina, decana del departamento de lenguas españolas en el Smith
College.
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS. (1884-1979)
AUTOR. JEP
PUBLICACION. REVISTA PROCESO.
FECHA. 24 DE SEPTIEMBRE DE 1979.
CIUDAD. MEXICO. D.F.
PAIS. MEXICO.
A los 95 años ha muerto en su destierro norteamericano Tomás Navarro Tomás, el gran lingüísta de la generación republicana que todavía en los
setenta nos dio libros como Los Poetas en sus Versos y La Voz y la Entonación en los Personajes Literarios. En los últimos tiempos aún trabajaba en
recopilar los elogios extranjeros a la energía, precisión y claridad de «la más
sonora, armoniosa, elegante y expresiva entre las lenguas neolatinas)>.
Sabio de buen humor que reía con la alarma provocada por sus iniciales puestas en su maletín. TNT nació en La Roda de la Mancha. Albacete,
en 1884. Se formó como lingüista, filólogo y fonético en la Universidad de
Madrid y en Alemania. A los 23 años hizo su primera investigación dialectal por los pueblos del Alto Aragón. A los 26 inauguró la serie «Clásicos
Castellanos» con su edición de las Moradas de Santa Teresa. En 1935 editó
en esta misma serie las Obras de Garcilaso de la Vega. Demostró que la lírica del siglo de oro es una poesía europea y no «castiza», pues todas las estrofas de Garcilaso responden a modelos italianos de quienes tomó también
gran parte de los elementos poéticos que no resultan imitación de los clásicos. Esta imitación era compatible con una fuerte originalidad en una época
en que no se tenía por buen poeta a quien no se hiciera eco de los antiguos.
Navarro Tomás fue secretario del Centro de Estudios Históricos dirigido por Ramón Menéndez Pidal. En su sección de filología trabajaron Américo Castro, Federico de Onis. Antonio G. Solalinde y nuestro Alfonso
Reyes. En el Centro, instalado en la Biblioteca Nacional de Madrid. Navarro Tomás dirigió también el laboratorio de fonética, ciencia que estaba
apenas en sus inicios.
LA PRONUNCIACION.
De allí y de su cátedra en la Facultad de Letras salió el primer volumen
de Navarro Tomás: Manual de Pronunciación Española. Aunque elaborado
cuando se aceptaba en todo el ámbito del idioma que la pronunciación correcta era la usada «corrientemente en Castilla en la conversación de las
personas ilustradas», el Manual sigue siendo de extrema utilidad y por décadas ha sido base para la enseñanza. En sus páginas Navarro Tomás fue acaso el primero que afirmó la legitimidad de la pronunciación hispanoamericana. Esto que hoy parece tan obvio no lo era entonces, si recordamos que
en el novecientos el público del Ateneo de Madrid se carcajeó cuando José
Santos Chocano leyó sus poemas con acento limeño; hasta mediados de los
veinte el teatro mexicano que se representaba con una grotesca imitación
del «bien decir» madrileño.
El Manual de Navarro Tomás refuta la creencia pueril de que nuestra
lengua se pronuncia como se escribe. Si la ortografía castellana es más fonética que la de otros idiomas, dista mucho de reflejar exactamente la pronunciación. (Para citar sólo unos cuantos ejemplos, tenemos tres aes, cuatro des,
cinco ¡es, y tres eles diferentes).
Su interés por lo. hispanoamericano quedó de manifiesto en su respuesta al discurso en la Academia de Enrique Díez-Canedo, que habló de la
«Unidad y diversidad de las letras hispánicas» ya casi en víspera del cuartelazo franquista y la agresión nazi a la República. Navarro Tomás no fue de
aquellos que hicieron de la ciencia o el arte buen pretexto para declararse
«por encima de la pelea», en vez del cómodo exilio en 1936, optó por permanecer en la España en guerra hasta los últimos momentos. Trabajó en la
Casa de la Cultura en Valencia, condujo a los huérfanos de guerra a la
URSS y Antonio Machado le recordó preferentemente entre quienes lo ayudaron en los días de Barcelona.
LA ENTONACION.
Profesor en la Universidad de Columbia (Nueva York) hasta su jubilación. Navarro Tomás publicó en 1944 su Manual de Entonación Española,
obra pionera en un campo casi inexplorado. Consideró que «las inflexiones
44
musicales de la palabra, con sus tipos específicos y sus variantes accesorias,
con las zonas y límites de cada modalidad, y con el parentesco y semejanzas
entre unas formas y otras, constituyen uno de los aspectos más genuinos e
íntimos de la tradición lingüística de cada país». La impropiedad en la entonación altera el sentido de lo que decimos tanto como la impropiedad del
léxico y la sintaxis. Entre los factores que integran la compleja naturaleza
del acento de cada lengua, la entonación es el elemento más activo e importante. Navarro Tomás distingue cuatro entonaciones generales: enunciativa,
interrogativa, volitiva y emocional, a las que pueden añadirse en el sistema
melódico de la expresión oral una gran variedad de reflejos de insinuación,
reticencia, duda, ironía, etcétera.
Al examen de la palabra viva dedicó Navarro Tomás innumerables artículos y otros dos libros: Estudios de Fonología Española (1946) y El Español de Puerto Rico (1948). Luego su interés quedó centrado en otro terreno del sonido idiomático: el verso en que se fija y modifica el ritmo de la
lengua. Tres obras consagró al examen de las manifestaciones del verso español en el largo proceso de su historia; la monumental Métrica Española
(1956), el libro de divulgación Arte del verso, publicado en México en 1959
por su yerno Rafael Giménez Siles y la mencionada serie de estudios Los
Poetas en sus Versos (1973) que llegan hasta la generación del 1927.
LA VERSIFICACION.
Escrito con una claridad expositiva que sin mengua de su rango científico los hacen totalmente accesibles a quienes ignoramos su materia, los libros anteriores de Navarro Tomás nos dan conciencia de lo mal que hablamos y lo mucho que desconocemos las lenguas que suponemos dominar.
Los estudios de versificación, por su parte, pueden ser un curso de modestia
—que nunca está de más— para profesores, críticos y sobre todo poetas. Muy
pocos entre quienes hacen, leen, juzgan o enseñan versos conocen su funcionamiento interno y las formas en que ha encamado históricamente la
lengua.
Si no la Métrica Española, más especializado, el sencillo y directo Arte
del Verso debía ser libro de texto gratuito y obligatorio en todos nuestros talleres poéticos. No se trata, por supuesto, de que los jóvenes compongan en
coplas de pie quebrado o en decasílabos dactílicos, pero sí de que sepan lo
que traen entre manos y conozcan la tradición de la que serán otro capítulo.
Un poema puede ser muchas cosa, sin embargo, como dice Auden, debe ser
en primer término un objeto verbal que honre el idioma en que está escrito.
Y Eliot recordaba que no hay verso libre para quien desee hacer bien su trabajo, derecho elemental del lector y deber del poeta «Conocer la naturaleza
del verso», dice Navarro Tomás, «es condición indispensable para componerlo con acierto, para interpretarlo con propiedad y para sentir y apreciar
su valor. Limita sus medios de expresión el poeta que confía la forma métri145
ca de sus versos al simple ejercicio de los modelos corrientes o a su mera intuición artística... A pesar de las muchas experiencias realizadas en este terreno, los múltiples recursos del verso están aún lejos de haber sido agotados» Tomás Navarro Tomás alcanzó una longevidad sin senectud. Su obra,
por la que todos estamos agradecidos, será la base de nuevos desarrollos y
continuará en el trabajo de sus discípulos (JEP).
146
TITULO. TOMAS NAVARRO TOMAS: MAESTRO DE MAESTROS.
AUTOR. MARIA TERESA BABIN.
PUBLICACION. EL MUNDO.
FECHA. DOMINGO, 30 DE MARZO DE 1980.
PAIS. PUERTO RICO.
Al enterarnos de la muerte de don Tomás Navarro el verano de 1979,
se hizo realidad la vida del maestro de maestros, autor del primer estudio
importante sobre el lenguaje vernáculo de Puerto Rico. Su presencia f!sica,
inolvidable para aquellos que fuimos sus amigos y discípulos: su cortesía en
el trato afable; su claridad expositiva en el aula; su seriedad en la investigación y su amor a los libros nos acompañan en el recuerdo de este hombre
español que pasó la mitad de su larga existencia en los Estados Unidos, catedrático en la Universidad de Columbia en Nueva York hasta jubilarse, y
ya retirado, en unión a su hija Joaquina Navarro, residente en Northampton, Massachusetts.
La deuda de los universitarios y estudiosos con el profesor Navarro es
inmensa. Durante el curso escolar de 1927 al 1928, realiza en Puerto Rico
las meticulosas tareas de lingüística que recoge en el texto titulado El Español en Puerto Rico sobresaliente esfuerzo compendiado en el atlas representativo de los lugares estudiados en los municipios de Puerto Rico para el
análisis fonético del habla, la delimitación de las zonas lingüísticas de la
Isla, y unas observaciones juiciosas del maestro acerca de las corrientes y
tendencias que caracterizan la dialectología en esta zona del Caribe.
La Universidad de Puerto Rico publicó la obra de Navarro Tomás en
una primera edición el año 1948, pasando así unos veinte años entre la ter-
minación del estudio y la fecha en que se pone en circulación, y hasta 1966
no aparece la segunda edición.
Mientras tanto, como es natural, los estudiosos dedicados a las materias
lingüísticas, muchos de ellos discípulos de don Tomás, siguiendo el camino
emprendido por él con los métodos y recursos existentes en 1927, evolucionan hacia otros enfoques y técnicas que han enriquecido notablemente la
bibliografía nacional sobre temas relacionados con el español en Puerto
Rico.
En un artículo del 1973. Humberto López Morales, académico y director de un Seminario de Lingüística en la Universidad de Puerto Rico, se refiere a «la condición de obra clásica» de El español en Puerto Rico, la
«fuente más copiosa y seria de que dispone el investigador para esta zona
antillana, la mejor conocida del Caribe hispánico, gracias, precisamente, a
la obra de Navarro Tomás».
Partiendo de ese libro fecundo en ideas el doctor López Morales expone los cambios en la dialectología moderna desde la segunda edición de El
Español en Puerto Rico, 1966, y pasa a describir los procedimientos y las
teorías inexistentes hace cincuenta y dos años, cuando don Tomás vino a
Puerto Rico para realizar esa investigación pionera en los anales de la historia cultural de nuestro país.
Conocí a don Tomás Navarro en la Universidad de Columbia en Nueva York, y fue él, junto a don Angel del Río y don Federico de Onis, los tres
maestros inolvidables durante mis estudios doctorales. Admiré en su magisterio la detallada claridad de su estilo, y no puedo dejar de evocar las lecciones sobre la entonación en el habla, tema que solía teñir la poesía al darnos
ejemplos seleccionados del pueblo y de los escritores que consideraba exponentes de las ideas que iba explicando sin prisa y sin descanso.
Cuando se enteraba de la publicación de algo que sus discípulos íbamos
dando a la imprenta, escribía sus felicitaciones, sobrias y sinceras. Y en el
momento en que un grupo de escritores y eruditos hispanos de todas partes
quieren fundar en los Estados Unidos una «Academia Norteamericana de la
Lengua Española» no sólamente se entusiasma con el proyecto, sino que se
presta a darle el prestigio de su nombre como uno de los fundadores. Noble
y grande en el gesto y la palabra, tras la tremenda Guerra Civil en España
pasó a tierras de América, y su exilio se convirtió en obra de valores imperecederos en la cátedra y en vida.
Puerto Rico le debe un homenaje: nada mejor para celebrar la fiesta de
la lengua en nuestras escuelas y universidades que honrar al autor de El español en Puerto Rico.
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BIBLIOGRAFIA DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS
BIBLIOGRAFIA DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS
a) LIBROS, FOLLETOS Y DISCOS:
1.—Catálogo de documentos de la Sección de Clero regular y secular, del
Archivo Histórico Nacional. (En colaboración con Marcos Asanza
Almazán, Madrid, 1915?).
2.—Manual de Pronunciación española. (Madrid, Hernando, 1918, 239
p.; 19 ediciones: 1921, 1926, 1932, 1942?, 1950, 1954, 1957, 1959,
1961, 1963, 1966, 1967, 1968, 1970, 1971, 1974, 1977).
3.—Handbuch der Spanischen Aussprache (trad. al alemán por F. Kruger, Leipzig, B.G. Teubner, 1923, III + 152 p.). En realidad, es una
versión alemana de la segunda edición (192 1) del Manual de Pronunciación.
4.—Conferencias pronunciadas en representación del Centro de Estudios
Históricos de Madrid, en Puerto Rico (1925), bajo los temas: «Precursores españoles de la lingüística moderna», «Problemas y métodos de la fonética experimental» y «El movimiento científico de la
España actual» (1925).
5.—A primer of Spanish pronunciation (in collaboration with Aurelio M.
Espinosa, with a Prólogo by R. Menéndez Pidal; Chicago, New York
and Boston, B.S. Sanborn & Co. 1926, XV + 128 p.). Es una versión
simplificada y abreviada del Manual de Pronunciación de 1921.
6.—Compendio de ortología española para la enseñanza de la pronunciación normal en relación con las diferencias dialectales. (Prólogo
de R. Menéndez Pida¡, Madrid, Hernando, 1927, 96 p.; 2.a edic. en
1928).
7.—El idioma español en el cine parlante, ¿Español o hispanoamericano? (with English translation by Aurelio M. Espinosa, Jr.; texto bilingüe; Madrid, Tip. de Archivos, 1930, 98 p.).
8.—Archivos de la palabra. Sección autofónica. Editado por T.N.T. 25
discos (10; 78 rpm). (Madrid, Centro de Estudios Históricos,
1931-1935?): Primera serie (1931): Voces de Azorín, Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja, Ramón Menéndez Pidal, Santiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Niceto Alcalá Zamora, Manuel E. Cossío,
Serafín y Joaquín Alvarez Quintero y Ramón María del Valle Inclán
(10 discos). —Segunda serie (1932): Jacinto Benavente, Armando Palacio Valdés, Fernando de los Ríos, Concha Espina, José Ortega y
Gasset, Miguel Asín Palacios, Ignacio Bolívar, Vicente Medina,
Margarita Xirgu y Leonardo Torres Quevedo (lO discos). —Tercera
serie (1935): Eduardo Marquina, Manuel Linares Rivas, Mariano
Benlliure, Enrique Borrás y Ricardo León (5 discos).
9.—Archivo de la palabra. Trabajos realizados en 1931. (Madrid, Hernando, 1932, 16 p.; Junta para Ampliación de Estudios, Centro de
Estudios Históricos).
10.—El acento castellano, discurso leído por el autor en el acto de su recepción académica el día 19 de mayo de 1935. Contestación de Miguel Artigas Ferrando. (Madrid, Tip. de Archivos, 1935, 59 p.; una
selección se incluye en «El concepto contemporáneo de España. Antología de ensayos», editado por Angel del Río y M.J. Bernadete,
Buenos Aires, 1946; otra versión revisada se incluye en ((Estudios de
fonología», (1946, p. 108-153).
11.—An Open Letier From T. Navarro Tomás lo Hispanists. (New York,
1937?).
A
12.— Message lo American Teachers of Spanish from T. Navarro Tomás. (Texto en español e inglés, New York, Spanish Information
Bureau, 1937?, 4 p.).
13.—España en la Unión Soviética. Impresiones de viaje. (Barcelona,
1938).
14.—Cuestionario Lingüístico hispanoamericano. I. Fonética, morfología,
sintaxis. (Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Instituto de Filología, 1943, 112 p.; 2a edic.
1945).
15.—Spanish Sounds. (1 disco 10" 78 rpm.; New York, Linguaphone mstitule, 1943).
16.—Ejercicios fonéticos. (4 discos lO"; 78 rpm.; Middlebury, Vermont,
Middlebury College Spanish School, 1943).
17.—Manual de entonación española. (New York, Hispanic Institute,
1944, 306 p. otras edic. 1948, 1966, 1974).
18.—Spanish Pronunciation and Inionation Exercises. (5 discos 10"; 78
rpm. texto impreso de 15 p.; New York, Linguaphone Institute,
1944).
152
19.—Estudios de fonología española. Syracuse, New York, Syracuse University Press, 1946, 217 p.; 2.a edic. 1966, 217 p.).
20.—Ejercicios prácticos de entonación. (4 discos, 10" 78 rpm.; New
York, Hispanic Institute, 1946; 2. a edic. en 1949).
21.—El español en Puerto Rico, contribución a la geografia lingüística
hispanoamericana. (Río Piedras, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, 1948, 346 p., ilustr.; 2.a edic. 1966; 3.' edic. 1974).
22.—Métrica española: reseña histórica y descriptiva. (Syracuse, New
York, Syracuse University Press, 1956, 556 p. (Centro de Estudios
Hispánicos, 4); 2a edic. 1966; 3' 1972,4' 1974, 5' 1979).
23.—Guía de la pronunciación española. (México, Publicada por la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua
Española, 1956, 23 p.).
24.—Documentos lingüísticos del Alto Aragón. (Syracuse, New York, Syracuse University Press, 1957, IX +231 p.)
25.—Ejercicios de pronunciación. (4 discos 10"; 78 rpm.; New York, Hispanic Institute, 1957).
26.—Arte del verso. (México, Compañía General de Ediciones, 1959, 187
p.; otras edic. en 1964, 1965, 1968).
27.—Atlas lingüístico de la Península Ibérica, vol. 1. Fonética. Bajo la dirección del Prof. Nav arro y la supervisión de Menéndez Pidal. (Madrid, 1962, 24 p. 75 mapas dobles).
28.—Repertorio de estrofas españolas. (New York, Las Americas Publishing Company, 1968, 240 p.).
29.—Studies in Spanish Phonology. Transiated by Richard D. Abraham.
(Coral Gables, Florida, University of Miami Press, 1968, 160 p.)
30.—Spanische Aussprachlehre. Adaptación del Manual de pronunciación, por Gunther Haensch y Bernard Lechner. (München, 1970).
31.—Capítulos de Geografia Lingüística de la Península Ibérica. (Bogotá,
Colombia, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1975, 207 p.).
32.—Fundadores españoles de la enseñanza de los sordomudos. (En preparación, en 1971).
33.—Los poetas en sus versos. Reflejos de la fisonomía de cada poeta en
la técnica que emplea en la elaboración de sus versos. (En preparaciónen 1971).
34.—Estudios de dialectología. (En preparación en 1971).
35.—La voz y la entonación en los personajes literarios. (México, La Impresora Azteca, 1976, 191 p.).
153
b) SEPARATAS Y ENSAYOS EN REVISTAS Y EN LIBROS EN
COLABORACION:
1.—Pensión al Alto Aragón, con estudio sobre la R intervocálica en un
documento aragonés de 1486. (En Memoria de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, correspondiente al
año 1907. Madrid, 1908, p. 79-101).
2.—El perfecto de los verbos en -ar en aragonés antiguo. Observaciones
sobre el valor dialectal en los documentos notariales. (En Revue de
Dialectologie Romane, 1, p. 110-121, Bruxelles, 1909; reimpreso en
Archivo de Filología Aragonesa, Zaragoza, 1958-59, X-XI, p.
315-324).
3.—Las vibraciones de la rr española. (En Revista de Filología Española,
Madrid, 1916, III, p. 166-168).
4.—Siete vocales españolas. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid, 1916, III, p.
51-62; sep. Madrid, Suc. de Hernando, 1916,6 h.)
5.—Cantidad de las vocales acentuadas. (En Rey, de Fil. Esp. Madrid,
1916, III, p. 387-408; sep. Madrid, Suc. Hernando, 9 h.).
6.—Sobre la articulación de la L castellana, (En Estudisfonetics, 1, Barcelona, 1917, p. 265-275; sep. Barcelona, Imp. Casa de Caritat.
1917. 15 p.).
7.—Cantidad de las vocales inacentuadas. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid,
1917, IV, p. 371-388; sep. Madrid, Suc. de Hernando, 1917,9 h.).
8.—Diferencias de duración entre las consonantes españolas. (En Rey, de
Fil. Esp., Madrid, 1918, V, p. 367-393; sep. Madrid, Suc. de Hernando, 1918, 14 p.).
9.—Doctrina fonética de Juan Pablo Bonet, 1620. (En Rey, de Fil. Esp.,
Madrid, 1920, VII, p. 150-177; sep. Madrid, Hernando, 1920, 15 h.).
10.—Datos antiguos sobre pronunciación asturiana.(En Rey, de Fil. Esp.,
Madrid, 1920, VII, p. 382-383).
11.—Juan Pablo Bonet. Datos biográficos. (En La Paraula, Barcelona,
núm. extraord. dedicado al IV Centenar¡ de la naixença de Fr. P.
Ponce de León y III de la publicación del llibre «Reducción de las
letras», de Joan P. Bonet; sep. Barcelona, Imp. Casa de Caritat,
1920, 27 p.).
12.—Lecciones de pronunciación española. Comentarios a la prosodia de
la Real Academia. Pronunciación de las consonantes «b, y», «c, z»;
El acento; Concepto de la pronunciación correcta. (En Hispania,
Stanford, California, 1921, IV, cada artículo respectivamente en las
sig. págs.: 1-9, 51-55 y 155-164; sep. del 1° 5.1., s.i., 1921, 15 p.: el
30 publicado también en Instituto de Filología, Buenos Aires, 1924,
1, p. 31-4 l.).
154
13.—Historia de algunas opiniones sobre la cantidad silábica española.
(En Rey, de Fil. Esp., Madrid, 1921, VIII, p. 30-57; sep. Madrid. Suc.
de Hernando, 1921, 15 h.; publicado también en Revista de/a Universidad, Tegucigalpa, Honduras, 1922, XII, p. 422-437.).
14.—Metodología de la Fonética. Resumen de Conferencias dadas en la
Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. (En Eusko-Ikanskuntza. Curso
de Lingüística, San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos, 1, p.
35-40; sep. Bilbao, 1921, 6 p.; publicado también en Cursos de metodología y alta cultura. Curso de lingüística, ed. Ramón Menéndez
Pida!, Barcelona, 1921).
15.—Necesidad de que la Academia reforme su Prosodia. (En La Escuela
Moderna, Madrid, 1921, XXXI, p. 806-810).
16.—La cantidad silábica en unos versos de Rubén Darío. (En Rey, de Fil.
Esp.; Madrid, 1922, IX, p. 1-29).
17.—« Vuesasted», usted. Nota etimológica. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid,
1923, X, p. 310-31 1).
18.—Observaciones fonéticas sobre el vascuense de Guernica. (En III
Congreso de Estudios Vascos, Bilbao, 1922, p. 49-56; sep. San Sebastián, Imp. de la Diputación de Guipuzcoa, 1923, 8 p.).
19.—La metafonía vocálica y otras teorías del Sr. Colton... (En Rey, de Fil.
Esp., Madrid, 1923, X, p. 26-56; sep. Madrid, Suc. de Hernando,
1923, 16 h.).
20.—Manual Ramírez Carrión y el arte de enseñar a hablar a los ¡nudos.
Datos para la historia de la cultura española.(Rey, de Fil. Esp., Madrid, 1924, XI, p. 225-266; sep. Madrid, Suc. de Hernando, 1924).
21.—Introducción a las obras de Garcilaso. (Madrid, Artes de la Ilustración, 1924, I-LXIII p.).
22.—Pronunciación guipuzcoana. Contribución al estudio de la fonética
vasca. (En Homenaje a Menéndez Pidal, Madrid, Hernando, 1925,
tomo III, p. 593-653; sep. Madrid, Hernando 1925, 61 p.).
23.—Palabras sin acento. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid, 1925, XII, p.
335-375; sep. Madrid, Suc. de Hernando, 1925, 23 h.).
24.—Sobre la entonación y el acento vascos. (En Revista Municipal de Estudios Vascos, París-San Sebastián, 1926, XVII, p. 404-406).
25.—La división de esca-parme. Nota de métrica. (En Rey, de Fil. Esp.,
Madrid, 1927, XIII, p. 289-290).
26.—El estudio del habla .popular. Vasconcelos y los provincialismos hispanoamericanos. (En La Gaceta Literaria, Madrid, 1 dic. 1928, II,
n.'47).
27.—Impresiones sobre el estudios lingüístico de Puerto Rico. Conferencia
1 55
28.29.30.31.32.33.34.35.36.37.38.39.-
40.-
156
leída en la inauguración de la Institución Cultural Española de
Puerto Rico el 27 de abril de 1928. (En Revue Hispanique, París,
1929, II, p. 127-147; y en Revista de Estudios Hispánicos, Río Piedras, Puerto Rico,-New York, 1929, II, p. 127-147).
Los atlas lingüísticos y las hablas populares. (En Revista de Pedagogía, Madrid, 1929, VIII, p. 481-486).
Datos de pronunciación akarreña. (En Modern Philology, Chicago,
1930, XXVII, p. 435-439).
El idioma español en el cine parlante. ¿Español o hispanoamericano? (En Revista de las Españas, Y, Madrid, 1930; p. 418-427; este
trabajo sería aumentado en forma de libro).
Comentarios a los acuerdos del Primer Congreso Hispanoamericano
de Cinematografia sobre el lenguaje de las películas. (En Revista de
las Españas, Madrid, 1931, VI, p. 437-441).
El Archivo de la Palabra del Centro de Estudios Históricos. (En Rey.
de Fil. Esp., Madrid, 1931, XVIII, p. 443-445 y XIX, 1932, p. 228).
La frontera del andaluz. En colaboración con Aurelio M. Espinosa,
Jr. y Lorenzo Rodríguez Castellano. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid,
1933, XX, p. 225-277).
Análisis fonético del valenciano literario. En colaboración con Manuel Sanchís Guarner. (En Rey, de Fil. Esp. Madrid, 1934, XXI, p.
113-141; sep. Madrid, Ed. Hernando, 1934, 16 h. con grab.).
Rehilamiento, Nota fonética. (En Rey, de Fil. Esp., Madrid, 1934,
XXI, p. 274-279).
Contestación al discurso de recepción en la Real Academia de Enrique Diez Canedo. (En E. Díez Canedo, Unidad y diversidad en las
letras hispánicas, Madrid, Tip. de Archivos, 1935, p. 43-57).
Citas literarias sobre entonación emocionaL (En Revista Madrid,
Casa de la Cultura, Valencia, 1937, 1, p. 25-32).
Destrucción de libros en el campo faccioso. (En Nuestra España,
1937; reeditado en Repertorio americano, XIX, n.° 832, 25 de diciembre 1937, p. 373).
Miguel Hernández, pastor y poeta. (En Nueva Cultura, Valencia,
1937; reeditado como prólogo a Viento del Pueblo de Miguel Hernández, Santiago de Chile, 1943?; versión inglesa incluída en «The
Oxford Book of Spanish Verse», cd. J.B. Trend, Oxford, 1940, p.
508-509; reeditado con correcciones en 1942, 1945, 1949, 1953,
1958, 1962).
Observaciones literarias sobre el valor fisonómico de la voz. (En Revista Madrid, Casa de la Cultura, Valencia, 1937, II, p. 127-134).
41.—La voz fisonómica en los personajes literarios. (En Revista Madrid,
Casa de la Cultura, Barcelona, 1938, III, p. 27-40).
42.—Desdoblamiento de fonemas vocálicos. (En Revista de Filología Hispánica Buenos Aires, 1939, 1, p. 165-167).
43.—Dédoublement de phonémes dans le dialecte andalou. (En Eludes
phonologiques dédiées a la mémoire de M. le Prince N.S. Troubetzkoy, Prague, Travaux du Cercle Linguistique de Prague, VIII, 1939,
p. 184-186).
44.—El grupo fónico como unidad melódica. (En Revista de Filología Hispánica, Buenos Aires, 1939, 1, p. 3-19).
45.—Rasgos esenciales de las vocales castellanas. (En Philological Quater/y, Iowa City, 1942, XXI, p. 8-16).
46.—The linguistic atlas of Spain and the Spanish of ihe Americas. (En
Repon ofAmerican Council of Learned Societies Bulletin, Washington, D. C., 1942, n.° 34. p. 68- 74).
47.—Notas históricas sobre la tradición lingüística puertorriqueña. (En
Mundo Libre, Río Piedras, Puerto Rico, 1943, 1, 2, p. 27-31).
48.—Idioma y radio. (En La Prensa, New York, 14 abril 1943).
49.—La pronunciación de Rubén Darío en las rimas de sus versos. (En
Revista Hispánica Moderna, New York, 1944, año X, n.° 1-2, p. 1-8).
50.—Notas sobre el estilo de Alfonso Reyes. Impresión sumaria. (En
BooksAbroad, University of Oklahoma, XIX, 1945, p. 116-117).
51.—The old aspirated -H- in Spain and in ihe Spanish of America. (En
Word New York, 1949, V, p. 166-169).
52.—La ortografla de Mateo Alemán, Ortografia castellana, cd. de José
Rojas Garcidueñas, México, El Colegio de México, 1950, p. XIIIXXXIX).
53.—El endecasílabo en la tercera égloga de Garcilaso.(En Romance Philology, Berkeley, California, 1951-52, n. ° 2-3, p. 205-211).
54.—La pronunciación de la X y la investigación fonética. (En Hispania,
Washington, 1952, XXXV, p. 330-331).
55.—El octosílabo y sus modalidades. (En Estudios Hispánicos. Homenaje a A.M. Hunlingion, Wellesley, Massachusetts, 1952, p. 435-455).
56.—Los versos de Sor Juana Inés de la Cruz. (En Romance Philology,
Homenaje a S.G. Morley, Berkeley, California, 1953, VII, p. 44-50).
57.—Observaciones sobre el papiamiento. (En Homenaje a Amado Alonso, 1, Nueva Revista de Filología Hispánica, México, VII, n.° 1-2, p.
183-189).
157
58.—0 papiamento de Curacan. (En Jornal de Filología, Sao Paulo,
1956, IV, n.° 1, p. 53-60, trad. de las Observaciones sobre e/papiamento, que los editores atribuyen a Américo Castro).
59.—La inscripción de El Contemplado de Salinas. (En Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueño, San Juan de Puerto Rico, 1953, p.
13-14).
60.—Notas fonológicas sobre Lope de Vega. (En Archivum, Homenaje a
Amado Alonso, Oviedo, 1954, 1, p. 42-52).
61.—Apuntes sobre el español dominicano. (En Revista Iberoamericana,
Homenaje a Pedro Enríquez Ureña, México, 1956, XXI, p.
417-429).
62.—La pronunciación en las escuelas. (En La Educación, Washington,
Pan American Union, 1957, II, p. 3-7).
63.—Métrica de las Coplas de Jorge Manrique. (En Nueva Revista de Filología Hispánica, Homenaje a Alfonso Reyes, México, 1961, XV, p.
169-179).
64.—Muestra del ALPI.I La o de boca. II. La e de cepa. (En Nueva Revista de Filología Hispánica, México, 1962, XVI, p. 1-15).
65.—La g de examen. (En Hispania, Stanford, California, 1962, XLV, p.
314-316).
66.—La voz de la palabra. (En Hispania, Stanford, California, 1963,
XLVI, p. 352-354).
67.—Geograla peninsular de la palabra «aguja».(En Romance Philologv, Homenaje a María Rosa Lida, Berkeley, California, 1963, XVII,
p. 285-300).
68.—La versificación de Antonio Machado. (En La Torre, Homenaje a
Antonio Machado, Universidad de Puerto Rico, 1964, XII, p.
425-442).
69.—Nuevos datos sobre el yeismo en España. (En Thesaurus, Boletín del
Instituto Caro Cuervo, Bogotá, 1964, XIX, p. 3-19).
70.—La medida de la intensidad. (En Boletín de Filología, Universidad de
Chile, 1964, XVI, p. 232-235).
7 1 .- La pronunciación en el ALPJ. (En Hispania, 1964, XLVII, p.
716-721).
72.—Observaciones sobre la lengua de la «Historia de Apolonio». (En
Homero Serís, Nuevo ensayo de una Biblioteca Española de Libros
Raros y Curiosos, I, fase. I. New York, 1964, p. 113-115).
73.—El sentimiento literario de la voz. (En Revista Hispánica Moderna,
New York, 1965, XXXI, n.° 1-4, p. 345-356).
158
74.—Sinonimia peninsular del «aguijón». (En Homenaje a Rodríguez
Moñino. Madrid, 1966, II, p. 29-37).
75.—El alfabeto fonético de la Revista de Filología Española. (En Anuario
de Letras, México, 1966, VI-VII, p. 5-10).
76.—Ritmo y armonía en los versos de Darío. (En La Torre, Universidad
de Puerto Rico, 1967, XV, n.° 55-56, p. 49-69).
77.—Recuerdo de La Roda. (En Feria y Fiestas, La Roda, 1967).
78.—Vulgarismos en el habla madrileña. (En Hispania, 1967, L, p.
543-545).
79.—Mensaje a la AA TSP en su cincuentenario. (En Hispania, 1967, L, p.
1019).
80.—Breve semblanza de don Homero Serís. (En Symposium, 1968,
XXII, p. 103-106).
81.—Métrica y ritmo en Gabriela Mistral. (En Estudios dedicados a Rodolfo Oroz, Santiago de Chile, 1967, p. 383-405).
82.—Juan Ramón Jiménez y lírica tradicional. (En La Torre, Universidad
de Puerto Rico, 1968, XVI, n.° 59, p. 375-386).
83.—Metodología lexicográfica del español hablado. (En Revista Interamericana de Bibliografia, Washington, 1968, XVIII, p. 375-386).
84.—La intuición rítmica en Federico García Lorca. (En Revista Hispánica Moderna, New York, 1968, XXXIV, p. 363-375).
85.—Don Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos.
(En Anuario de letras, 1968-1969, VII, p. 9-24).
86.—A propósito del proyecto de! Atlas Lingüístico y Etnográfico de Chile
(ALECH). (En Cuadernos de filología, n.° 2-3, 1969, p. 7-12).
87.—La musicalidad de Garcilaso. (En Boletín de la Real Academia Española, Madrid, 1969, XLIX, n. 188, p. 417-430).
88.—Reyes en su versos. (En Presencia de Alfonso Reyes. Homenaje en el
Xaniversario de su muerte, 1959-1969, México, 1969, p. 99-101).
89.—En torno al verso libre. (En Boletín del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1970, XXV, p. 84-87).
90.—Áreas geográficas de consonantes finales. (En La Torre, Universidad
de Puerto Rico, en prensa en 1971).
91.—El endecasílabo de Herrera. (En Homenaje a W.L. Fichter, Madrid,
en preparación en 1971).
92.—Viejas memorias. «El Nene». (En Feria y Fiestas, La Roda, 1972).
93.—Memorias. La bodega del arco. (En Feria y Fiestas, La Roda, 1973).
159
94.— Maximiliano-Agustín Alarcón Santón. (En Feria y Fiestas, La Roda,
1975).
c) PROLOGOS Y EDICIONES DE OBRAS AJENAS:
Santa Teresa de Jesús, Las Moradas, edición, introducción y notas
de T.N.T. (Madrid, La Lectura, 1910, Colección Clásicos Castellanos n.° 1; otras ediciones en 1916, 1922, 1933, 1947, 1951, 1962,
1968).
2.—Garcilaso de la Vega, Obras, edic. pról. y notas de T.N.T. (Madrid,
La Lectura, 1911, Col. Clásicos Castellanos n.° 3 otras ediciones en
1924, 1935, 1948, 1953, 1958, 1963, 1966, 1970).
3.—Miguel Hernández, Viento de pueblo, introducción de T.N.T. (Valencia, Socorro Rojo, 1937).
4.—Mateo Alemán: Ortografía Castellana, edición de J. Rojas Garcidueñas, con estudio preliminar de Tomás Navarro. (México, El Colegio
de México, 1950, XXXIX + 122 p.).
5.—Luis Florez, La pronunciación del español en Bogotá, prólogo de
T.N.T. (Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1951, p. 7-1 1).
6.—Manuel Sanchis Guarner, La Cartografia lingüística en la actualidad y el Atlas de la Península Ibérica, editado por T.N.T. (Madrid,
1953).
7.—Delos Lincoln Canfleid, La pronunciación del español en América;
ensayo histórico descriptivo, prólogo de T.N.T. (Bogotá, Instituto
Caro y Cuervo, 1962, 103 p.).
8.—Heberto Lacayo, Cómo pronuncian el español en Nicaragua, cartaprólogo de T.N.T. (México, 1962).
9.—María Josefa Canellada, Antología de textos fonéticos, prólogo de
T.N.T. (Madrid, Gredos, 1965, p. 7-8).
d) RESEÑAS CRITICAS DE LIBROS:
Gonzalo García de Santa María, Evangelios e Epístolas, ed. 1, Collijn and E. Staaff (Leipzig, 1908). (En Bulletín de Dialectologie Romane, Bruxelles, 1909), 1, p. 121-126).
2.—A Camilli, 11 sistema ascoliano de grafia fonetica, (Citá di Castello,
1913). (En Rey, de Fil. Esp., 1, 1914, p. 202).
3.—H. Johnston, Phonetic Spelling (Cambridge, 1913). (En Rey, de Fil.
Esp. 1, 1914, p. 201-202).
160
4.—Lope de Vega, La Dorotea, ed. de Américo Castro (Madrid, 1913).
(En Rey, de Fil. Esp., 1, 1914, p. 201).
5.—Gonzalo de Berceo, El sacrificio de la misa, ed. A.G. Solalinde (Madrid, 1913), (En Rey. de Fil. Esp., 1, 1914, p. 106-107).
6.—M. Grammont, Le Versfrançais (París, 1913). (En Rey, de Fil. Esp.
1, 1914,p. 190-192).
7.—Francisco Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España (Madrid, 1914) (En Rey, de Fil. Esp. 1, 1914, p. 192-193).
8.—E. Waiblinger, Beitrüge zur Feststellung des Tonfalls in den romanischen Sprachen (Halle, 1914). (En Rey, de FiL Esp. 1, 1914, p.
341-343).
9.—R. del Arco, Algunas indicaciones sobre antiguos castillos... del Alto
Aragón (Huesca, 1914). (En Rey. de FiL Esp. 1, 1914, p. 201).
10.—B. Martín Mínguez, De la Cantabria, 1 (Madrid, 1914. (En Rey, de
FiL Esp. 1, 1914, p. 351).
11.—D. Martner, Spanische Sprachlehre zum Selbst-und Schulunterricht
(Bonn, 1914). (En Rey. de FiL Esp. 1, 1914, p. 353).
12.—G. Panconcelli-Calzia, Einflihrung in die angewandte Phonetik (Berlin 1914). (En Rey, de FiL Esp. II, 1915, p. 59-60).
13.—Quevedo, Poesías escogidas, ed. de Luis de Tapia (Madrid, 1914).
(En Rey, de Fil. Esp. II, 1915, p. 63).
14.—José P. Gómez, Ortografia ideal (Madrid, 1914). (En Rey, de FiL
Esp. II, 1915, p. 59).
15.—R. Lenz, De la ortografia castellana (Valparaíso, 1914). (En Rey, de
Fil. Esp. II, 1915, p. 56).
16.—J. Zuazo y Palacios, La villa de Montealegre y su Cerro de los Santos
(Madrid, 1915). (En Rey, de FiL Esp. II, 1915, p. 60-61).
17.—Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma, y Alba de Tormes, edición y estudio de Américo Castro y Federico de Onís (Madrid, 1916). (En Rey. deFiL Esp. IV, 1917, p. 210-212).
18.—Aurelio M. Espinosa, Studies in New Mexico Spanish, Revue de dialectologie romane, 1-VI (1909-1914). (En Rey, de FIL Esp. V. 1918,
p. 195-198).
19.—(Camille Pitollet?), Ensayo de un tratado de versificación comparada
del castellano y del francés (Madrid, 1917). (En Rey, de Fil. Esp. VI,
1919, p. 396-397).
20.—A.A. Peers, A Phonetic Spanish Reader (London, 1920), (En Rey, de
Fil. Esp. VII, 1920, p. 392-394).
161
21.-G. Millardet, Reseña del Manual de pronunciación española de
T.N. T. (Bulletin hispanique, 1921, XXIII, p. 69-76). (En Rey, de Fil.
Esp. VIII, 1921, p. 83-84).
22.- G. Panconcelli-Calzia, Experimentelle Phonetik (Berlin-Leipzig,
1921). (En Rey, de Fil. Esp. VIII, 1921, p. 303-304).
23.- P. Barnills, La Paraula 1 - ¡1! (Barcelona, 1920). (En Rey, de Fil.
Esp. VIII, 1921, p. 306-307).
24.- E. Montagne, La poética nueva, sus fundamentos y primeras leyes
(Buenos Aires, 1922). (En Rey, de Fil. Esp. IX, 1922, p. 416-416).
25.- M.A. Colton, La phonétique castillane París, 1909). (En Rey, de Fil.
Esp. X, 1923, p. 26-56).
26.- G. Panconcell i-Calzia, Das hamburger experimentalphonetische
Prakiikum. ¡ Tiel: Das kleine Praktikum. (Hamburg, 1922). (En
Rey, de Fil. Esp., X, 1923, p. 85).
27.- Cancionero popular murciano, recogido por Alberto Sevilla (Murcia,
1921). (En Rey, de Fil. Esp. X, 1923, p. 324-325).
28.- Don Juan Manuel, El Conde Lucanor, cd. de F. J. Sánchez Cantón
(Madrid, 1920). (En Rey, de Fil. Esp., X, 1923, p. 92).
29.- Vicente Espinel, Vida de Marcos de Obregón, ed. de S. Gil¡ Gaya
(Madrid, 1922). (En Rey, de Fil. Esp. X, 1923, p. 85-86).
30.- S.G. Morley, A Note on the Spanish Octosylable (Modern Language
Notes, Baltimore, 1926, XLI, p. 182-184). (En Rey, de Fil. Esp. XIII,
1926, p. 71-73).
31.- L. Biancolini, A propósito de/le letiere spagnuola "b, y, y" (Le Monileur, 1928). (En Rey, de Fil. Esp. XV, 1928, p. 297-298).
32.- Paul Menzerath y J.M. de Oleza, Spanische Lautdauer (BerlínLeipzig, 1928). (En Rey, de Fil. Esp. XVII, 1930, p. 43-47).
33.- Libro verde de Aragón, edic. Isidro de las Cagigas (Madrid, 1929).
(En Rey, de Fil. Esp. XVII, 1930, p. 291-292).
34.- E. G. Wahlgren, Un probléme de phonétique romane. Le developpement d/r (Uppsala-Leipzig, 1930). (En Rey, de Fil. Esp., XVIII,
1931, p. 391-393).
35.- W.D. Elcock, De quelques affinités entre l'aragonais el le béarnais
(París, 1938). (En Revista de Filología Hispánica, Buenos Aires, 1,
1939,p. 175-176).
36.- Bernardo Xavier C. Coutinho, Bibliographiefranco -portugaise (Porto, 1939). (En The Romanic Review, New York, 1940, XXXI, p.
304).
37.- Alfonso Martínez de Toledo, El Arcipreste de Talavera, o sea el Cor162
38.-
39.40.41.-
42.-
43.-
44.45.46.-
47.48.49.-
50.51.-
52.-
bacho, ed. Lesley B. Simpson (Berkeley, California, 1939). (En The
RomanicReview, 1941, XXXII, p. 212-213).
Augustus C. Jennings, A Linguistic Study of ihe Cartulario de San
Vicente de Oviedo (New York, 1940). (En Revista Hispánica Moderna, 1941, VII, p. 119-120).
Antonio Machado, Obras. (En Romance, México, 1 febrero 1941, II,
n 1.).
V.R.B. Oelschlger, A Medieval Spanish Word - List (Madison, Wisconsin, 1940). (En Revista Hispánica Moderna, 1941, VII, p.
278-279 y en The Romanic Review, 1942, XXXIII, p. 339-400).
A.R. Nyki, Historia de los amores de Bayard y Riyad. Una "Chantefable" oriental en estilo persa (New York, 1941). (En Revista Hispánica Moderna, 1942, VIII, p. 231).
The Sounds of Spanish, narrador J. López Morillas, 2 discos (University of Iowa, Iowa City, 1942?). (En American Speech, Baltimore,
1943, XVIII, p. 290).
Madaline W. Nichois, A Bibliographical Guide to Materials on
American Spanish (Cambridge, Massachusetts, 1941). (En Revista
Hispánica Moderna, 1943, IX, p. 69).
Pedro Enríquez Ureña, El español en Santo Domingo (Buenos Aires,
1940). (En The Romanic Review, 1943, XXXIV, p. 403-404).
Pedro Enríquez Urefla, Para la historia de los indigenismos (Buenos
Aires, 1938). (En Revista Hispánica Moderna, XI, p. 100).
Cancionero de Ajuda, ed. de H. H. Carter (New York, 1941). (En The
Romanic Review, 1946, XXXVII, p. 95-96).
Aurelio M. Espinosa, Estudios sobre el español de Nuevo Méjico, tr.
y rey. Amado Alonso y Angel Rosenblat, 2 vols. (Buenos Aires,
1930-1946). (En The Romanic Review, 1948, XXXIX, p. 340-341).
Samuel Gil¡ Gaya, Tesoro lexicográfico, 1492-1726, Fasc. I. (Madrid, 1947). (En The Romanic Review, 1948, XXXIX, p. 339-340).
Charles V. Aubrun, La métrique du "Mio Cid" est réguliére (Bulletin Hispanique, 1947, LXIX, p. 332-372). (En The Romanic Review,
1949, XL, p. 135-136).
Bertil Malmberg, Etudes sur la phonétique de l'espagnol parlé en Argentine (Copenhague, 1950). (En Word, New York, 1951, VII, p.
273-275).
Berta Elena Vidal de Battini, El habla rural de San Luis (Buenos Aires, 1949). (En The Romanic Review, 1951, XLII, p. 311-313).
M.L. Wagner, Lin gua a dialetti dell"America Spagnola (Firenze,
1949). (En The Romanic Review, 1952, XLIII, p. 69-70).
163
53.—Emilio Abreu Gómez, La del alba seria... (México, 1954). (En Revista Interamericana de Bibliografía, Washington, 1956, n° 1, VI, p.
46-48).
54.—Breve lista de libros sobre lengua española. Corta descripción y conciso juicio crítico. (Apéndice de "La pronunciación en las escuelas—,
La Educación, Washington, Pan American Unión, 1957, II).
55.—Lorenzo Rodríguez Castellano, Contribución al Vocabulario del Bable Occidental (Oviedo, 1957). (En Revista Interamericana de Bibliografia, Washington, 1958, VIII, p. 410, 411).
56.—Alonso Zamora Vicente, Dialectología española (Madrid, 1960). (En
Nueva Revista de Filología Española, México, 1960, XIV, p.
341-342).
57.—Daniel N. Cárdenas, Acoustic vowel Loops of Two Spanish idialecis.
(Phonetica, 1960, V, p. 9-34). (En Nueva Revista de Filología Española, México, 1960, XIV, p. 342-345).
58.—Homero Serís, Bibliografía de la lingüística española (Bogotá, 1964).
(En Revista Interamericana de Bibliografía, Washington, 1967,
XVII, p. 324-327; y Noticias Culturales, Instituto Caro y Cuervo, n°
85, 1febrero 1968, p. 17-18).
59.—Antonio Rodríguez Moñino y María Brey Mariño, Catálogo de los
manuscritos poéticos castellanos existentes en la Biblioteca de The
Hispanic Society of America (siglos, XV, XVI y XVII), 3 vols. (New
York, 1965-1966). (En Revista Interamericana de Bibliografía, Washington, 1968, XVIII, p. 61-62).
60.—Luis Florez, José Joachín Montes y Jennie Figueroa Lorza, El Español hablado en el Departamento del Norte de Santander. Datos y observaciones. (Bogotá, 1969). (En Biblioteca del Instituto Caro y
Cuervo, Bogotá, 1970, XXV, p. 297-299).
e) ESTUDIOS SOBRE LA VIDA Y LAS OBRAS DE TOMAS NAVARRO
TOMAS:
Aparte de la gran cantidad de reseñas críticas sobre cada una de sus
obras, que omitimos por no alargar innecesariamente este artículo, pueden
citarse los siguientes trabajos:
1.—AGUADO, Martín: Los sillones de la Academia. Don Tomás Navarro Tomás, un filólogo no olvidado (en Ya, 3 de mayo de 1975).
2.—ARRIGOITIA, Luis de: Bibliografia de Don Tomás Navarro Tomás
(En Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico,
1971,1, n° 1-2, p. 141-150).
164
3.—ARTIGAS, Miguel: contestación al discurso de ingreso de Navarro
Tomás en la Academia Española (Madrid, Imprenta de Archivos,
1935, p. 49-59).
4.—BEARDSLEY, Theodore 5., Jr.: Tomás Navarro Tomás. A tentative
Bibliography 1908-1970 (Syracuse, New York, Syracuse University,
Centro de Estudios Hispánicos, 1971, 12 p.).
5.—EL CONCEPTO contemporáneo de España, ed. Angel del Río y
M.J. Bernadete (Buenos Aires, 1946; p. 645-646).
6.—DICTIONARY of Spanish Literature, ed. Maxim Newmark (New
York, 1956, p. 236-237).
7.—DIRECTORY of American Scholars (Lancaster, Pa, 1942, p.
604-605; otras ed. en 1951, 1957, 1964, 1969...).
8.—FERRER, José, y Emilio Delgado; El Maestro D. Tomás Navarro
Tomás (En Revista de Asociación de Maestros de Puerto Rico, 1946,
V,nb7,p. 183-196).
9.—FLOREZ, Luis: Tomás Navarro Tomás (En Orbis, Bulletin International de Documeniation Linguistique, Louvain, 1956, V, n° 2, p.
556-560).
10.—FUSTER RUIZ: Aportación de Albacete a la Literatura Española
(Albacete, 1975, p. 105-115).
11.—GILI GAYA, Samuel: Diccionario de literatura española (Madrid,
1949. p. 426; otras edic. 1953, p. 498-499; 1964, p. 550-551).
12.—¡DUARTE, Andrés: Hispanismo e hispanoamericanismo en la Universidad de Columbia. Los Maestros: Don Tomás Navarro Tomás
(En Excelsior, 6 noviembre 1955; y en La Nacion, Caracas, 11 julio
1957).
13.—RUIZ CABRIADA, Agustín: Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1858-1958 (Madrid,
1958, p. 694-697).
14.—SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos: Ensayo de un diccionario de
la Literatura. t. II Escritores españoles e hispanoamericanos (Madrid,
1953, p. 812).
15.—SIMON DIAZ, José: Manual de Bibliografía de la Literatura Española (Barcelona, 1966, fichas 516, 550-1, 567, 2.478, 3.709, 5.667,
5.718, 6.601, 8.040, 17.559).
16.—VALBUENA PRAT, Angel: Historia de la Literatura Española, 7
edic. Barcelona, 1964, t. I. p. 509, 514, 682, y 688; y t. III. p. 589).
17.—WHO'S WHO in America (Chicago, 1946; otras edic. en 1948, 1950,
1952, 1954, 1964...)
18.— ZAMORA VICENTE, Alonso: Voz de la letra (Madrid, 1958). ("La
palabra exacta de Navarro Tomás", p. 136-138).
Finalmente, expresar mi agradecimiento a los sobrinos de don Tomás
Navarro Tomás residentes en La Roda, don Roque Andrés Navarro y don
Roque Navarro Moraté, quienes han puesto a mi disposición todos los recuerdos personales y bibliográficos que conservan de su tío.
F. F. R.
66
HOMENAJES RENDIDOS AL PROFESOR NAVARRO TOMAS
FUERA DE ESPAÑA CON MOTIVO DE SU CENTENARIO:
La Universidad de Puerto Rico ha creado el "PREMIO TOMAS NAVARRO TOMAS", consistente en una medalla de oro, que se concede
anualmente al estudiante de Lengua y Literatura Española con mejor calificación en su tesis doctoral.
La Universidad de Columbia de New York ha fundado una beca con el
nombre de "BECA TOMAS NAVARRO TOMAS" y que es concedida al
licenciado en Lengua y Literatura Española, que ha terminado su carrera
con mejores calificaciones, para costear sus estudios de doctorado.
La Universidad de Columbia en New York y la Universidad de Syracuse
en California, organizaron una serie de actos académicos que se desarrollaron a lo largo de 1984 en conmemoración del Centenario del Profesor Tomás Navarro Tomás.
INDICE
I'gina
PRESENTACION
5
RELACION DE CARGOS Y TITU LOS ACÁ DEMICOS
9
SIETODOLOGIA
.......................................................................
LA ULTIMA FELICITACION DE CUMPLEAÑOS
..................
II
13
UNA GLORIOSA ANCIANIDAD. NUESTRA DEUDA
CON TOMAS NAVARRO TOMAS. .IOSL. .í;lNL'EL
BLECL'.l
.............................................
.
.
INSTITUCIONES ESPAÑOLAS,
TOMAS
NAVARRO
ZA%íOR;J VICENTE
.
.
......
TOMAS
(1884-1979).
.
.....
17
21
ILO'VSO
...................................................
23
IN MEMORIAM TOMAS NAVARRO TOMAS. PRIV-
CISCO PUS TER RUIZ
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INSTITUCIONES EXTRANJERAS
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53
EVOCACION DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS.
LL'ISFLOREZ
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HOMENAJE A DON TOMAS NAVARRO TOMAS (18841979)
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ODONBET;1NZOSP;JLACIOS
EUGENIO ELORIT
DANIEL N. CARDENAS
JOSE AGUSTÍN B.ILSEÍRO
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I'ágina
A HISPAN IST CONFINED TO HIS INNER CASTLE":
TOMAS NAVARRO TOMAS (I884I979). }';lKOi' 1.1LKIEL
71
UN ESPAÑOL RECLUIDO EN SU 'CASTILLO INTERIOR": TOMAS NAVARRO TOMAS (1884-1979). }';lKOJ'
1 ILKIEL
89
ESCRITOS FIRMADOS EDITADOS EN ESPAÑA
107
MAÑANA. HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS. ER;IA'('ISCO (EBRLI.\
109
ANOCHE. EN LA RODA EMOTIVO HOMENAJE POSTUMO EN MEMORIA DE TOMAS NAVARRO TOMAS.
ER.LV(JS(O (EBRI.lV
III
HOMENAJE POSTUMO A TOMAS NAVARRO TOMAS.
;1.%I.lLIO DO.V1 77-"
113
TOMAS NAVARRO TOMAS: UNA FIGURA HISTORICA
DE LA LINGÜISTICA ESPAÑOLA. ./. R.
115
TOMAS NAVARRO TOMAS. LINGÜISTA (1884-1979).
.I0.1Q1IA'RO)'
119
NAVARRO TOMAS. VIDA Y OBRA DE UN NOBLE VARON. R;1E;1LL L;IPES.1
123
TOMAS NAVARRO TOMAS. ;l!VDRES:l.%IOROS
129
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ESCRITOS FIRMADOS PUBLICADOS EN EL EXTRANJERO
133
TOMAS NAVARRO TOMAS AND SIGMA DELTA PI. T.
E.1RLEHI.'dILTON
135
LA VOZ DE UN MAESTRO ESTA EN SILENCIO. J'I('ENTE FRINCIS('O TORRES
137
ESPAÑA AHORA. ./..11. BL'ENDI.l
141
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TOMAS NAVARRO TOMAS (1884-1979). .IEP
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143
I.igiiia
TOMAS NAVARRO TOMAS: MAESTRO DE MAESTROS.
íiRL1 TERESA B•JBIN
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BIBLIOGRAFIA DE DON TOMAS NAVARRO TOMAS
147
149
FRANCISCO FUSTER RUIZ.
HOMENAJES RENDIDOS AL PROFESOR NAVARRO TOMAS FUERA DE ESPAÑA CON MOTIVO DE SU CENTENARIO ..
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