Tierras africanas - jpic

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Tierras
africanas
Objeto
de deseo
A lo largo y ancho del continente africano, grandes inversores estatales y privados extranjeros se
disputan millones de hectáreas fértiles con el fin
de cultivar agrocombustibles, asegurar la propia
producción alimentaria o como simple inversión.
El fenómeno ha sido calificado ya como la última
rebatiña sobre África. En juego está la propia soberanía alimentaria del continente, sus recursos
hídricos y su biodiversidad.
POR ÁFRICA GONZÁLEZ GÓMEZ
l continente africano posee 227 millones de hectáreas fértiles, según estimaciones de la FAO,
de las cuales tan sólo el
14 por ciento están siendo cultivadas. Estados, empresas privadas y jointventures –empresa de
riesgos compartidos– de la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos y Japón,
los países de las economías emergentes –China, India, Brasil–, así como
del Golfo Pérsico –Emiratos Árabes
Unidos, Libia, Qatar o Arabia Saudí–
se han lanzado en los últimos años a
negociar con los gobiernos africanos diversos acuerdos multilaterales y bilaterales de compra o arrendamiento
de grandes extensiones de tierras.
Una nueva inversión que tiene por
objeto garantizarse la soberanía alimentaria, producir agrocombustibles
como fuente alternativa al petróleo o diversificar los negocios de las transnacionales. El fenómeno empezó a
hacerse más notable en 2008. Con la inflación de los precios de los cereales,
la consiguiente crisis alimentaria y
la implantación de los agrocombustibles, las tierras agrícolas comenzaron a ser un nuevo activo estratégico.
El crecimiento de la población, los
cambios dietéticos, con un consumo de
carne cada vez mayor, y el cambio
climático han empujado a los países citados a buscar fuentes alternativas
de producción de alimentos o de producción de la llamada energía verde.
De hecho, una cuarta parte de las
grandes extensiones de tierra que se están comprando o arrendando en los últimos años en África subsahariana
estará destinada al cultivo de agrocombustibles.
Acaparamiento de tierras, rebatiña,
avalancha e incluso nuevo colonialismo agrario son los calificativos que
han utilizado diferentes organismos para lanzar la voz de alarma. “Está ocurriendo no sólo con el petróleo y el gas,
sino también con la compra de tierras. Con motivo de los agrocombustibles, el suelo africano está siendo
utilizado para cultivar cereales que
‘alimenten’ los automóviles en Estados
Unidos y en Europa, y no para dar
de comer a los niños”, criticaba Amira Woods, experta en política exterior de Estados Unidos en África del
Institute for Policy Studies.
E
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El propio secretario general de la
FAO, el senegalés Jacques Diouf, ha incidido en esta línea al advertir que
los acuerdos pueden conducir a una especie de neocolonialismo, donde los Estados pobres producen alimentos para los ricos, mientras su propia gente
se muere de hambre.
Madagascar: polémico
alquiler de tierras
En el trasfondo de la crisis política
que acabó con la dimisión de Marc
Ravalomanana en Madagascar en marzo pasado estaba un asunto de tierras.
El descontento de los malgaches iba
en aumento a medida que el ex presidente se hacía con más y más terrenos,
convirtiéndose en el mayor terrateniente de la región de Ambatondrazaka.
La gota que colmó el vaso vino
cuando se supo que el Gobierno había
acordado el arrendamiento de 1,3 millones de hectáreas, durante 99 años y
por 6.000 millones de dólares, a la
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multinacional surcoreana Daewoo
Logistics para el cultivo de maíz y
aceite de palma. Las protestas acabaron con una insurrección popular, a
la que se unió el Ejército, y Ravalomanana tuvo que dimitir el 17 de
marzo. El nuevo presidente, Andry
Rajoelina, anunció la cancelación de todos estos acuerdos y transacciones.
Mozambique: proyectos
para agrocombustibles
Uno de los países objeto de deseo de
las agroindustrias y sus inversores
es Mozambique. Según revelaba la
revista Vida Nova el pasado mes de
junio, el país cuenta con 21 proyectos
para la producción de agrocombustibles. En el negocio están, entre otras, la
compañía portuguesa Galp Energía, la
china Geocapital o la jointventure
Procana.
En octubre de 2008, el Gobierno de
Mozambique dio luz verde a la instalación de la primera fábrica de etanol,
presupuestada en unos 346 millones
de dólares, propiedad de Procana, sociedad de capital extranjero y mozambiqueño. A partir de la caña de
azúcar, producirá 120 millones de litros de etanol por año en un área de
30.000 hectáreas, en Massingir, provincia de Gaza. El proyecto generó
protestas de los agricultores del distrito
de Chokwe, alegando que podría provocar una catástrofe ambiental en los
recursos hídricos de la región.
Hace algo más de un año, Galp
Energía firmó un acuerdo con la empresa Visabeira Mozambique y constituyó Moçamgalp, para el desarrollo
de un megaproyecto agroindustrial
para la producción, comercialización
y distribución de agrocombustibles.
Moçamgalp procederá a la identificación de los terrenos adecuados para la producción de semillas de oleaginosas en un área que podría extenderse en unas 150.000 hectáreas. También construirá una planta industrial
Arando con tractor, en Kurón (Sudán
Meridional), y con burro, en
Barsalogho (Burkina Faso). En la otra
página, dos jóvenes riegan con una
bomba de agua en un proyecto
agrícola de Sudán Meridional.
para la producción de aceite vegetal
que será, en parte, exportado a Portugal para el procesamiento en las
refinerías de Galp Energía. Otro tanto se destinará a la producción de
biodiesel hidrogenado y una tercera
parte servirá para alimentar la propia
planta industrial.
También la empresa Geocapital,
con sede en Macao, ha anunciado su
intención de invertir 40.000 millones
de dólares en los próximos diez años
en la producción de agrocombustibles en Mozambique. En total, la tierra
disponible para la producción de agrocombustibles es de siete millones de
hectáreas, según ha explicado el ministro mozambiqueño de Energía, Salvador Namburete.
Por su parte, el Gobierno de Mauricio planea la compra de 20.000 hectáreas de la mejor tierra fértil en la provincia Central y en Marracuene, que se
destinará a cultivos intensivos de
arroz híbrido para asegurarse la soberanía alimentaria.
Etiopía: controvertida
reserva de tierras
A mediados de agosto pasado, el Gobierno de Etiopía anunciaba que había
reservado tres millones de hectáreas
de tierra para vender o arrendar a
gobiernos y compañías extranjeras.
Gimbot 7, un movimiento pro derechos
humanos etíope, considera esta decisión un auténtico despropósito, en un
país en donde el 85 por ciento de la población depende de la agricultura para su supervivencia.
Alega que la rica biodiversidad del
país no estará suficientemente protegida y que sus ecosistemas se verán
gravemente dañados por la mecanización y utilización de pesticidas por
la explotación de la tierra a gran escala.
Gimbot 7 denuncia que mientras el
régimen del presidente Meles Zenawi
vende la tierra de los etíopes, el Programa Mundial de Alimentos anunciaba este verano que se requieren
744.000 toneladas métricas de alimentos para socorrer a 9,7 millones de
“ Tenemos
abundante tierra
y mano de obra,
pero no tenemos
financiación ni
tecnología para
alimentar a
nuestra gente”.
etíopes necesitados de ayuda alimentaria.
Por su parte, desde el Gobierno,
Esayas Kebede, director de la Oficina
de Apoyo a la Inversión Agrícola,
defendía estas concesiones alegando
que era una manera de acabar con
la pobreza y el hambre. “Tenemos
abundante tierra y mano de obra, pero no tenemos financiación ni tecnología para alimentar a nuestra gente.
No lo considero un acaparamiento
de tierras. Estamos buscando cómo
atraer inversiones extranjeras que
respalden nuestros esfuerzos de desarrollo. Es mejor que mendigar”,
añadió.
Los ojos puestos
en Sudán Meridional
Sudán, que atraviesa una quebradiza
transición y sufre un conflicto aún no
resuelto en la región noroccidental de
Darfur, es también objeto de deseo de
inversores extranjeros. El empresario
norteamericano Philippe Heilberg,
presidente de la inversora Jarch Capital,
ha adquirido los derechos de arrendamiento de un área de 400.000 hectáreas de tierras –una extensión del tamaño de Dubai– en el Estado del Alto
Nilo Occidental, en Sudán Meridional. El acuerdo se firmó gracias a la intermediación de Paulino Matip, un
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Pequeños agricultores
en Lai (Chad). Al lado,
un hombre siembra mijo en
Barsalogho (Burkina Faso).
antiguo ‘señor de la guerra’ que ha luchado en ambos bandos durante la
guerra civil que duró 22 años.
Sudán Meridional, pendiente de
un referéndum que está previsto que se
celebre en 2011 para decidir si quiere
seguir perteneciendo a Sudán o si se
convierte en el 54 país africano, todavía
no cuenta con una ley de tierra. Una situación sensible que a algunos les beneficia. De hecho, Heilberg cree que la
posible descomposición de varios Estados africanos –y cita a Somalia,
Etiopía y Nigeria– es una baza para los
negocios. “Los riesgos políticos y legales que estoy asumiendo ahora tendrán un día su recompensa”, asegura
sin ambages.
En el nuevo asalto a las tierras sudanesas también están Corea del Sur
y Arabia Saudí, con la concesión de
690.000 hectáreas y 400.000 hectáreas,
respectivamente, además de Kuwait,
Emiratos Árabes Unidos y Siria.
Otros proyectos en marcha
Al menos en 23 países africanos hay
en marcha acuerdos de compra, concesiones, alquileres o permisos de
explotación de tierras. En la República Democrática de Congo (RDC),
China tiene concedidas 2,8 millones de
hectáreas.
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Según un informe de la ONG de
defensa de los agricultores GRAIN,
publicado el año pasado, en Point
Noire (República de Congo) la canadiense MagIndustries adquirió 68.000
hectáreas de eucaliptos y construye
una planta para producir 500.000 toneladas anuales de astillas de madera para convertir en biomasa y enviarlo a Europa.
También en Congo, la española Aurantia invierte en aceite de palma. La
compañía ya tiene experiencia en la industria del biodiesel en Mozambique,
Senegal y Guinea. En Senegal, Nigeria,
Mozambique y Angola, Brasil cuenta
con acuerdos de importación de etanol
y transferencia tecnológica a través
de su empresa Petrobás.
En Nigeria, la empresa china Viscount Energy negocia acuerdos con
el Gobierno del Estado de Ebonyi para establecer una fábrica de etanol,
derivado de la mandioca y la caña
de azúcar. En Costa de Marfil, la estadounidense 21st Century Energy,
tiene pensado invertir 130 millones
de dólares para la producción de etanol de caña de azúcar, maíz y sorgo
dulce, y biodiésel de semillas de algodón y residuos de anacardo.
En Kenia, la empresa suiza Bioenergía International planea una plan-
tación de jatrofa de 93.000 hectáreas,
una refinería de biodiesel y una planta de electrificación. En Tanzania, la
empresa británica Sun Biofuels, del
Reino Unido, se asoció con el Centro
de Inversiones de Tanzania y adquirió 18.000 hectáreas agrícolas para
producir jatrofa.
Por otro lado, el Gobierno tanzano ha recibido a un inversor suizo
que busca 400.000 hectáreas en la
cuenca de Wami, uno de los principales humedales del país, para plantar caña de azúcar para producir etanol. El proyecto desplazará a los pequeños arroceros locales. También la
británica CAMs Group ha adquirido
45.000 hectáreas de tierra en Tanzania
para el cultivo de sorgo destinado a la
producción de biodiesel.
En Mauricio, el grupo belga Alco
compró en 2001 Alcohols NCP de Sudáfrica, el mayor productor de etanol en África, y está produciendo etanol a partir de melaza de caña de
azúcar. En Burkina Faso, la francesa
Dagris invierte en biodiesel de aceite de
semillas de algodón, a través de Sn Citec, su fabricante local de aceite.
En Camerún, las belgas Socapalm
y Socfinal planean expandir su plantación de 30.000 hectáreas de palma
aceitera. En Liberia, Equatorial Biofuels, del Reino Unido, adquirió Liberian Forest Products, que tiene acuerdos de usufructo sobre 700.000 hectáreas para cultivar palma aceitera.
En Zambia, Ghana, Sudáfrica y
Agricultores en África
Suazilandia, la multinacional británica D1 Oils explota plantaciones de
jatrofa. Por su parte, la compañía
energética china Wuhan Kaidi negocia
con el Gobierno zambiano la concesión
de tierras para cultivar jatrofa.
Una empresa libia que opera en
Malí, con el nombre de Malibya, promociona, junto al Gobierno maliano, la
inversión privada para la producción
de arroz en 100.000 hectáreas en la zona Office de Níger.
El Gobierno ugandés y el ministro
egipcio de agricultura están discutiendo el arriendo de 840.000 hectáreas
de tierras agrícolas de Uganda (2,2
por ciento de la superficie total de
Uganda) a empresas egipcias para la
producción de trigo y de maíz destinados a la alimentación.
Ventajas y riesgos
Un reciente informe de la FAO, titulado ¿Acaparamiento de tierras u
oportunidad de desarrollo? Inversiones agrícolas y acuerdos internacionales para la compra de tierras en
África, analizaba a fondo el fenómeno.
El organismo advierte que si los acuerdos y transacciones no se realizan
de manera correcta y con transparencia se corre el riesgo de que los pobres se vean desposeídos o se les impida el acceso a la tierra y a sus recursos hídricos.
El informe reconoce que muchos
países africanos no tienen suficientes mecanismos –sin documentos ni re-
El II Sínodo Africano también debatirá este mes de octubre en Roma sobre el
futuro de los agricultores africanos. El instrumento de trabajo dedica al tema el
número 58 y se refiere a él en estos términos:
“Los trabajadores del campo, de quien depende gran parte de la economía
africana, son víctimas de la injusticia en el comercio de sus productos,
frecuentemente pagados a precios muy bajos.
Paradójicamente, en algunas partes de África el coste es incluso fijado por los
propios compradores. La población, que ya parte con desventaja, se ve de ese
modo más empobrecida.
Las campañas de siembra de semillas de Organismos Genéticamente
Modificados (OGM), que pretenden garantizar la seguridad alimentaria, no
deberían pasar por alto los verdaderos problemas de los agricultores en África:
la falta de tierra cultivable, de agua y de energía, de acceso a créditos, de
formación agrícola, de mercados locales, de infraestructuras de
comunicación... Con estas técnicas se corre el riesgo de arruinar a los
pequeños agricultores, suprimiendo los métodos tradicionales de siembra y
haciéndolos dependientes de las compañías de producción de OGM.
Además, el problema del cambio climático, cuyos efectos se agrava más en
zonas áridas, está comprometiendo las modestas ganancias de las economías
africanas. ¿Podrán los padres sinodales permanecer insensibles ante estos
problemas que tanto pesan sobre los hombros de los campesinos?”.
gistros de propiedad– para proteger los
derechos de la población local y respetar sus intereses, medios de subsistencia y recursos locales. Una falta de transparencia, control y equilibrio
en las negociaciones puede llevar a
acuerdos injustos, que no defiendan
precisamente el interés general de la
población.
Además, la producción de una agricultura extensiva puede conducir a
desalojos de las tierras de los agricultores locales, en donde incluso trabajan empleados del país que explota
las tierras. De hecho, se estima que hay
hasta un millón de chinos en los campos de África.
Sin embargo, la FAO destaca también las ventajas: salidas comerciales,
La producción
de una agricultura
extensiva puede
conducir a
desalojos de
las tierras de los
agricultores
locales.
creación de empleo, inversiones en
infraestructuras, incremento de la
producción agrícola orientada a mejorar al desarrollo del país. Algunos
analistas africanos, como el economista nigeriano Jonas Chianu, consideran que el intercambio de tierras
por infraestructuras ausentes o deficientes en muchos países del continente puede estimular su crecimiento.
Para que los acuerdos internacionales en la compra de tierras no supongan un prejuicio, sino un beneficio
para los países del Sur, la FAO recomienda que se evalúen de forma detenida los diferentes contextos a nivel
local, incluyendo los usos de las tierra
existentes y los derechos legítimos
de las comunidades, que se involucre a la población local en las negociaciones, y que la compra sólo se
lleve adelante tras su consentimiento
libre, previo e informado.
También propone la creación de
una normativa internacional. Algo
que defendió Japón en la última cumbre de los G-8 celebrada en L’Aquila
(Italia) el pasado mes de julio, dedicada a la soberanía alimentaria, al
proponer la creación de un código
de conducta para inversión en tierras fértiles con el fin de evitar que los
grandes perdedores sean los agricultores locales.
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