Mitología mesopotámica. Assur y Marduk, los dioses nacionalistas Publicado el 26/09/2010 por lampuzo Podemos considerar que la caída del “Muro de Amurru”, así como la de la III dinastía de Ur, como un punto de inflexión en los acontecimientos políticos, y por aquellas fechas por tanto religiosos , de esa época postrimera al derrumbe del “Renacimiento Sumerio” . Hasta esa fecha el panteón general mesopotámico estaba constituido por una abigarrada amalgama de dioses ctónicos y cósmicos, hasta un número aproximado de 3600 divinidades, que se distribuían, en el transcurso del tiempo, en un primer grupo de divinidades principales repartidos en díadas, un ejemplo sumerio sería Anu y Ninhusarg/Ki, tríadas, caso de la también sumeria Anu, Enlil y Enki o la semita Sin, Ishtar y Shamash, o tétradas, caso de Anu, Enlil, Ishtar y Ea del periodo acádico, que estaban acompañados de un número indeterminado dioses de rango principal: Los Anunna o Anunnaki, en acadio Anunnakku, Anukku ó Enunnakku, o en sus otras denominaciones como “Igigi” , “Igig(u)” o “Inim”. Sería conveniente anotar sobre el texto anterior que si bien esta “cantidad” y “calidad” divina secundaria de los dioses mesopotámicos varia según las fuentes: Así KAR, 307 (Keilschifttexte aus Assur. Religiosen inhalts.) nos relata la existencia en el Cielo Superior de 300 Igigi junto a Anu y un número indeterminado de Igigi junto a Bel ( “Señor”, posiblemente Marduk) en el Cielo Medio; Mientras que el “Poema de la Creación” nos enumera exclusivamente en el Cielo Superior a 300 Igigi junto a Anu. « Los 300 igigi del Cielo y los 600 igigi del Apzu (supuestos dominios de Ea/En­ki), todos ellos, fueron (de Marduk..) su corte..» Pasaje del Enuma Elish, Ee VI, 69 La coyuntura en Mesopotamia en el segundo milenio se nos presenta de un modo complejo. Por una lado, el periodo que corresponde a los años que van desde 2004 al 1595 a.c., y que comprende el final de la III dinastía de Ur y el final de la I Dinastía Babilónica (Época Paleobabilónica), la Baja Mesopotamia será testigo de las incursiones y posterior conquista del poder por parte de los pueblos amorritas/amurritas ó amorreos – Pueblo de Amurru (en acadio) o Mar­tu (en sumerio), tribus semi­nómadas de semitas occidentales ­, así como del correlativo periodo que se conoce como la “Época de los Reinos Combatientes” y que corresponde, principalmente, a las luchas de las dinastías amorritas de Isin, actual localidad de Isan Bahriyad (Irak), y Larsa, actual Senkere (ver mapa), por el control de Sumer y Akkad. Éste intervalo concluye con la preponderancia de la I Dinastia amorrita de Babilonia, 1894­1712 a.c. y finalmente con la unificación del territorio por Ammu­ Rapi/Hammurabi, 1792­1750 a.c. Es en éste final contexto donde debemos de ubicar el ascenso al supremo panteón mesopotámico del dios Marduk. Detalle del rey Assur-nasirpal II, ante el disco solar de Assur, protectora). Siglo IX a.c. Palacio noroccidental de Nimrud A su lado, un “apkallu” (divinidad Por otro lado, en la Alta Mesopotamia, tras la caída del Imperio hurrita de Mitanni, que había ocupado o sometido al antiguo reino de Assur desde principios del siglo XVII hasta finales del siglo XV a.c. , se produce un cambio de escenario social y político que culminará con el reinado de Adad­Ninari I, 1307­1275 a.c.y su impulso en la creación del I imperio asirio. A partir de la instauración del Reino Medio, según mi criterio, y durante el periodo de las sucesivas capitalidades de Kalkhu/Nimrud y Kar Tukulti­Ninurta, – fundadas por Salmanasar I y Tukulti­Ninurta I – es cuando posiblemente debemos de considerar, a diferencia de la opinión de M. Luisa Sánchez, y junto con el reciente cambio en su idiosincrasia – Adquirió, entre otras, unas fuertes connotaciones guerreras que hasta ese momento no poseía – su futura posición de transcendencia sobre la ciudad de Assur del dios Ashur/Assur shubarteo. « De tu país, Asiria, tú eres Señor ¡ Se su fuerte, su príncipe vengador! ¡Que tu supremo poder sea por siempre su protección, y la apoyes en su combate! ¡Oh Señor, por tu país Asiria, no dejes inerme tu brazo benefactor! ¡Oh Assur, gran señor, rey de los dioses, Asiria es tuya! ¡Oh En­lil asirio, señor de todos los países, Asiria es tuya! » Plegaria del rey Tukulti­Ninurta. Independientemente de los comentado, lo que parece resultar evidente es que con el incremento del peso de Babilonia y Assur en el ámbito político mesopotámico. se produce una paralela progresión del culto a Marduk y Ashur durante el II milenio, creencias que culminarán en el I milenio a.c, bajo los imperios neo asirio y neo babilónico. Hecho, el anterior, que vendrá acompañado , en su preeminencia, y según acontezca, del predomino de uno u otro estado. Es de indicar que el culto a Marduk ó a Assur en ningún caso se interrumpió ante la presencia extranjera , si bien es cierto que el culto a Assur nunca fue relevante en una Babilonia conquistada, mientras que Marduk y su compañera Saparnitu, así como su hijo Nabu, si lo fueron en Asiria en situación similar.Más, por otro lado, y desde el punto de vista inicial de sus creencias, este paralelismo final no resulta en su comienzos tan convergente. El origen del dios Assur, “A­shur” como fórmula más antigua o bien Ash­shur, se pierde en los albores del tiempo. Según cuenta la leyenda, y que es recogida en la lista real asiria recopilada en el siglo VIII a.c, hacia el III milenio a.c., Upsía, rey de la dinastía pre­ semítica, según la lista real “Los reyes que habitaban en tiendas”, erigió un templo al dios Ashur en la margen derecha del curso medio del Tigris. Localización alrededor del cual se asentarían definitivamente las tribus semi­nómadas del “País de Shubartu“, y cuyo apelativo parece como uno de los “Extremos del Mundo” en textos sumerios. Las primeras atribuciones de Assur parecen ser que vienen definidas por ser un “Señor de la Lluvias”, siendo el rey, o “Ish­Shakku”, el supremo sacerdote de su culto, así como uno de los principales componentes del consejo de comerciantes que gobernaban la ciudad. Urbe que era prácticamente componente único del reino, en semejanza a las antiguas ciudades­ estado sumerias, apareciendo Assur y su templo como el exclusivo poseedor de tierras y bienes. De otra guisa, Marduk , es fruto de un dilatado proceso sincrético minuciosamente diseñado por los teólogos al servicio de la dinastía amorrita, y que encumbraron al “Señor de Babilonia” al rango de divinidad nacional o “Lugal­shu­ an­na” – Notar la acepción “lugal” que denota un título de “regente administrativo”de origen divino, así como el término “shu­an­na” que viene a significar “sabio” y que lo relaciona con los “Apkallu del Absu”, los siete sabios que Enki mandó a la Tierra para enseñar a los hombres en sus labores tras su creación. Aunque ésta acepción pudiera ser como consecuencia de su parentesco con Ea/En­ki conocido como “apkallu­ilu” o “Señor de los Apkallu” –. Parecer ser que la operación de encumbramiento de éste dios, al que se le ha considerado primitivamente como un dios solar – teoría que viene sostenida por una supuesta derivación fonética del nombre “dAmar­ud” o dAMAR­UTU”. “Ud” o “Utu”, “Shamash” en semita, sumerograma que corresponde al dios Sol del panteón sumerio y patrón, entre otras, de la ciudad de Sippar . Si bien es cierto que sus orígenes son harto controvertidos, por la escasa información pretérita, ya que es posible que su primigenio nombre en sumerio fuera “amar.uda.ak”, “Joven Toro de las Tormentas”, sin ninguna vinculación solar por tanto, mas ya hemos dado una posible alternativa dentro de lo plausible y ajustada a un determinado tiempo y a sus creencias. – , en una primera instancia fue vincularlo a la ciudad de sumeria de Eridu, actual Abu­Sharen, ciudad guardiana del “Árbol Kiskanu” o “Árbol de la Vida“, fuente de la primera realeza sumeria y residencia de En­ki/Ea y donde será convertido en padre de Marduk, y entroncar al dios con las mas antiguas tradiciones divinas de Sumer. Por otro lado, tal acción denostaba al dios En­lil frente a Ea al dejárlo en un plano exclusivamente religioso, al trasladar la dispensación divina de la realeza, y que culmina, según Dhorme, con una cambio en el eje de la tradición deítica sumerio­acadia a la capital de la dinastía paleo­babilónica. « ..Cuatro orejas le han crecido; Sus ojos iguales en número, escudriñan el mundo. Es el más alto de los dioses, de una estatura sin parangón, enormes son sus miembros, sobresaliente es por su naturaleza.. » Pasaje del Enuma Elish, Ee I, 97­100, “La naturaleza de Marduk” “(En los comienzos de la Edad del Hierro en Oriente Pŕoximo …) Salvo en algunos pocos casos, no hubo una línea de continuidad respecto al periodo anterior, pues éstos estados diferían en mucho de las organizaciones políticas precedentes (…) Se trataba de nuevas realidades políticas,cuyas estructuras más de acuerdo a factores de identidad lingüística y religiosa, de usos y hábitos, que podríamos (definir) de tipo “nacionalista”, que a criterios territoriales y burocráticos. Por supuesto poseían un territorio mayor o menor, pero éste era ante todo el espacio que habitaba y con el que se identificaba la “comunidad” nacional.. “Historia del Cercano Oriente” Carlos G. Wagner. La pregunta sería: ¿Cual fue el desencadenante de tales cambios socio­políticos..? Una posible respuesta: “Pero precisamente por “remachar” una unidad administrativa que se había formado en tiempo de la III dinastía de Ur, la unificación (posterior babilónica…) fue eficaz a la hora de eliminar definitivamente la iniciativa – o veleidad – política de la ciudades­estado. Ya no hubo lugar para una Eshnunna ni un Uruk, por poner lo dos ejemplos más recientes e importantes, ni mucho menos para autonomías menores (Der, Kazallu ó Malgum). Las ciudades pasaron a ser capitales provinciales, centro administrativos locales de un país políticamente unitario – y de producirse fraccionamientos, ya no se volvería al esquema de las ciudades­estado, y habría que contraponer otras unidades territoriales extensas…” El antiguo Oriente. Historia, Sociedad y Economía, pag. 324. (versión en castellano). Mario Liverani. Lo que resulta evidente, es la simbiosis político­religiosa en una relativa unificación de criterios hacia la consecución del poder. Una religión al servicio de los reyes y la entidad nacional. Referencias: “Los dioses nacionales de Mesopotamia” María L. Sánchez León en “Religions del l’Antic Orient” (2000) “Mesopotamian Cosmic Geography” Wayne Horowitz (1998)