BAROJA, Pío (1908). La dama errante.

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BAROJA, Pío (1908). La dama errante.
El fondo histórico de esta novela es el atentado del anarquista catalán Mateo Morral contra Alfonso XIII el 31 de mayo de 1906 y la consiguiente
búsqueda de complicidades entre hombres considerados de ideas revolucionarias, como el doctor Aracil, protagonista de la novela. Aracil era hombre
con fama de radical, de palabra fogosa y extremista, teórico del anarquismo, pero que, ante la persecución, resultó ser bastante pusilánime. Por el
contrario su hija, que le admira, da pruebas de gran entereza y serenidad. El doctor Aracil y su hija huyen a Portugal en busca de refugio. A su hija y a
esta huída alude el título de la novela.
La tía Belén vivía en la calle del Prado; el tranvía llegaba hasta cerca de su casa. Al paso notó María que en las calles se hablaba animadamente, pero
no prestó atención. Serían las tres y media o cuatro cuando llegó a casa de la tía Belén. Llamó, pasó al gabinete y se encontró con que todos los
reunidos allí charlaban a la vez.
—¿Qué hay? ¿Qué ocurre? — preguntó.
—¿No sabes nada?
— No.
— Pues que han tirado una bomba.
—¿De veras?
—¿Sí?
—¿Y hay desgracias?.
— Muchísimas. El tío Justo ha dicho que dos muertos; pero ahora dicen que hay cinco y una infinidad de heridos.
—¡Qué horror!
Y María dijo esto con esa solemnidad superficial con que se comentan los hechos que no se han visto ni sentido. Luego, de pronto, pensó en su padre
y se alarmó: «¿Dónde estaría en aquel momento? ¡Él, que era tan curioso! Quizás habría ido al lugar del atentado». El tío Justo, la tía Belén, Carolina,
unos señores y señoras que se hallaban de visita se enredaron en una conversación de anarquistas y de bombas, que a María comenzó a sobresaltar.
Todos execraban el atentado, pero consideraban el crimen de distinta manera.
— Para mí son locos — aseguraba el tío Justo.
— No, son fieras — replicaba otro señor, fuera de sí, que era contratista de paños para el ejército, lo que le daba, sin duda, cierta inclinación a la
violencia —; y había que cazarlos.
— Yo creo lo mismo — agregó Carolina —, y aun no me contentaría con cazarlos, sino que los haría sufrir antes.
— Yo, no — y el tío Justo se paseó por el cuarto —; lo mejor sería deportarlos; a todos los que tengan esas ideas, que no estén conformes con la
manera de vivir general, los llevaría a una isla y los dejaría allí, con aparatos y máquinas, para que trabajasen y viviesen.
—¡Qué aparatos ni qué máquinas! — exclamó el pañero, furioso —; hacerlos pedazos. «¿Es usted anarquista?» «Sí.» «Pues tome usted», y pegarle un
tiro a uno. Porque esos crímenes son cobardes e infames.
Y el señor repitió estas palabras, como si en aquel instante hubiera hecho un gran hallazgo.
— Sin embargo, ya verá usted — dijo el tío Justo — cómo se llega a hacer también la apología de este crimen.
— Pues yo, al que hiciera esa apología, le pegaría un tiro.
— La verdad es que esa pobre gente — murmuró la tía Belén, con voz plañidera — ¿qué culpa tendrían? ! Y esos pobres soldados! Porque yo
comprendo que vayan contra un hombre, como Cánovas, y que lo maten.
—¡Claro! — dijo cínicamente el tío Justo —. Eso es mucho menos peligroso para nosotros, que no somos políticos.
María estaba cada vez más inquieta, pensando en su padre; la tía Carolina, sobre todo, y los demás también, al hablar de anarquistas, se referían a ella,
reprochándole tácitamente que su padre tuviera tan nefandas ideas.
Fuente: http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque6/el-reinado-de-alfonso-xiii-el-periodo-constitucional-19021923/fuentes_literarias/la-dama-errante
Última versión: 2016-11-20 22:20
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