Las nuevas vidas de tres toreros

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REPORTAJE
Las nuevas vidas
de tres toreros
“La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada”. O sí. Hay quien
admite como una revelación la llegada del saber. Y es a ellos a quienes no les produce urticaria tomar las decisiones adecuadas. Una retirada a tiempo llega desde dos ángulos casi opuestos. Está el que se
va por pura intuición, porque escruta que el futuro puede ser incierto. Y por otra parte tenemos al que sabe cuándo y por qué. A ellos les
corresponde la sabiduría y gracias a ella consiguen frenar la tormenta perfecta.
Texto: David Plaza
Fotos: Archivos de 6toros6, Pepe Soler
y Restaurante Coque
E
l gran García Márquez fue el que
se pronunció con amargura sobre
la llegada tardía de la sabiduría. El
escritor colombiano tal vez se sintiera reflejado en el torero, que tampoco sabe en
qué momento tiene que retirarse. Definitivamente es lo más difícil, cuando
para ello necesitas calibrar la capacidad
creativa y la voluntad desarraigada. Porque tal vez esto último sea lo que más retiene a los toreros a la hora de poner punto y final. Es como acabar una novela. O
un reportaje como éste, si se me perdona el exceso. ¿Dónde está la varita que te
diga: ahora? Y en este punto se halla el
alambre y el trapecista, que tras años de
triunfos se dice: una vez más.
Esta vez hemos traído tres ejemplos
que confirman la excepción. El hombre
también puede ser certero. Y he aquí tres
casos. Son tres toreros, porque nunca dejarán de serlo, pero en realidad sus vidas
dicen poco de esa actividad. Vayamos por
orden de antigüedad.
Ya muy de pequeño Pepe Soler (Murcia, 1957) quería ser dos cosas: torero y
médico. “Tenía mi traje de luces en
casa” y llegó a compartir “cuando tenía
cinco años” paseíllo en la plaza de toros
de Murcia “con Jaime Ostos, Gregorio
Sánchez o Mondeño”. Después haría lo
propio con Curro Romero y Antonio Ordóñez; y todavía recuerda las fotos que
le hicieron con Juan Belmonte. Unos años
más tarde se puso por primera vez “delante de una vaquilla en la ganadería de
Álvaro Domecq; y después, en la de José
Luis Osborne, toreé mis primeras becerras en serio”. Con 16 años Pepe Soler debutó en novilladas sin caballos, fue el 12
de agosto de 1973 en Cartagena. “Después debuté con picadores en 1975 en Jumilla y a partir de ahí pasé cinco años de
novillero con picadores”. En 1979 tomó
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la alternativa de manos de El Cordobés
y con Palomo Linares de testigo. Fue la
tarde del 17 de septiembre en Murcia. La
alternativa resultó triunfal y un año después, el 25 de mayo de 1980, confirmó
doctorado en San Isidro con José Antonio
Campuzano y Antonio Rubio Macandro. Pero en la temporada siguiente, Pepe
Soler colgó los trajes para siempre: “me
retiré al tener la imposibilidad de llegar
más arriba. No estaba en ningún circuito, ni tenía un apoderado que me pudiese
resolver los problemas”. Y tras darse un
tiempo de reflexión “decidí dedicarme
a mi profesión”, a su otro sueño: la medicina. Unos estudios que siempre compaginó con su carrera taurina hasta el
Pepe Soler:
“Por la mañana me
iba al hospital para
hacer prácticas y por
las tardes entrenaba
al lado del colegio
mayor que estaba en
la Ciudad Universitaria.
Estudiar y entrenar
era difícil pero no
imposible”
punto que el día después de debutar con
picadores hizo “un examen de anatomía”. Pepe Soler estudiaba y tenía muy
claro que ni una confirmación de alternativa podría alterar sus estudios en Madrid y sus prácticas de fisioterapia en el
Hospital Clínico. “Por la mañana me iba
al hospital y por las tardes entrenaba al
lado del colegio mayor que estaba en la
Ciudad Universitaria. Estudiar y entrenar
era difícil pero no imposible”. “Lo que
está claro es que el esfuerzo que hacía
para poder torear fue el máximo” revela. “Me entregué en aquel momento y me
di cuenta de que ya no podía, que ya no
estaba lo suficientemente capacitado
para ser figura del toreo; y para ser un
torero mediocre decidí dedicarme a mi
profesión”.
mo y eso me distrajo de alguna manera
del mundo del toro. En el campo de la fisioterapia, la verdad es que he estado
muy cerca del deporte y por mi consulta han pasado muchos ciclistas conocidos. Desde Alejandro Valverde hasta
gran parte del grupo de la ONCE. Evidentemente, también han pasado futbolistas de toda la región e incluso alguno del Real Madrid”. La vinculación
con el mundo de la alta competición no
le ha impedido atender a toreros: por
aquí “han pasado grandes figuras del toreo y toreros de la región de Murcia”. Hoy
Pepe Soler recupera con gran éxito a sus
pacientes, es director de la Escuela de Osteopatía en Murcia y permanece muy
unido al mundo profesional taurino, deportivo y a otros estamentos sociales.
Pepe Soler es a día de hoy un reconocido experto en fisioterapia. “Cuando me
retiré, era fisioterapeuta y ya empecé
afortunadamente a trabajar muchísi-
El caso de Rafael Sandoval (Madrid,
1964) es bien distinto. La afición taurina le viene por su abuela materna, pero
fue su madre la que no cesó de animar-
le siempre. Aunque nació en Madrid, a
la familia Sandoval siempre se le ha vinculado con el municipio de Humanes de
Madrid. Allí, en su pueblo, fue donde
comprobó que lo de los toros se le daba
muy bien. “Decidí ser torero porque de
pequeño me gustaban los encierros de
mi pueblo. Después me apunté en la feria taurina al festival que dan los mozos
del pueblo y como aquello para mí fue
una cosa sencilla, mi padre me dijo: que
bien se te da esto”. Y poco después, con
14 años, empezó a ir a la Escuela de Tauromaquia de Madrid. Sandoval es de la
época de El Yiyo, El Fundi… y hasta que
no cumplió la edad no pudo debutar con
caballos en Ontur, Albacete. En la siguiente corrida, en la que se encerró con
seis novillos en San Sebastián de los Reyes, le fue tan bien que al poco se vio debutando en Madrid, “un festival a beneficio de los huérfanos de la policía y
corté dos orejas”, recuerda. Rafael Sandoval volvería a Madrid cuatro tardes
más, ya como novillero con caballos, y
el resultado fueron “dos vueltas al ruedo y una oreja”. Durante su etapa con los
del castoreño toreó muchas veces por su
zona, la zona sur de Madrid “compartiendo cartel casi todas las tardes con los
mismos compañeros: Francisco Javier
García El Javi y El Fundi”, explica. Pero
Rafael también triunfó mucho en Navarra: Tafalla, Olite, Sangüesa y Fitero
son lugares que recuerda con cariño. Después vino la alternativa en 1990 en la plaza toledana de Torrijos de manos de José
Antonio Carretero y Manuel Molina,
hoy dos excelentes banderilleros. Sandoval actuó en alguna corrida más,
pero no pudo confirmar alternativa y
cambió el oro por la plata. Toreó colocado solamente a las órdenes de “Miguel
Rodríguez porque era amigo”, explica,
aunque actuó “algunas veces con otros
toreros como José Tomás, Vicente Barrera
o Eugenio de Mora”. Un período éste que
fue muy corto porque al poco falleció su
padre y hubo que dedicarse a “los negocios de lleno”.
Rafael Sandoval, pese a los toros, nunca había dejado de lado el negocio familiar de la hostelería y siempre que podía, allí estaba trabajando con sus otros
tres hermanos. Ya dedicado en serio al negocio familiar, Rafael empezó a hacer
cursos de sumilier, después estudió enología en Francia y luego hizo cursos de
iniciación a la cata y perfeccionamiento
a la cata. Toda esta formación le sirvió
para comenzar a trabajar de sumilier en
el restaurante. A sus hermanos y a él les
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REPORTAJE
Rafael Sandoval:
“Decidí ser torero
porque de pequeño
me gustaban los
encierros de mi
pueblo. Después
me apunté en la feria
taurina al festival
que dan los mozos
del pueblo y como
aquello para mí fue
una cosa sencilla,
mi padre me dijo:
¡qué bien se te da esto!”
son muy aficionados, torean todos menos
uno” de ellos. Todos los años “tentamos
de 20 a 40 vacas” y su hermano Mario es
uno de ellos. “Y lo mismo toreamos un
festival este año”, afirma. La familia
Sandoval está tan ligada al mundo taurino que cuando este año El Fundi les pidió que sirvieran el catering para la presentación del homenaje a Adrián Gómez,
no tuvo duda. “Fue incluso mi hermano
Mario, algo que valoraron mucho” y lo hicieron desinteresadamente, que al final, según dice Rafael, “son las cosas que
engrandecen un poco a las personas en
la profesión y sobre todo que cuando pase
una cosa como ésta, le apoyen”.
ha ido tan bien que hoy Coque está muy
cerca de ser uno de los ocho mejores restaurantes de España. Un restaurante
que cuenta con la maestría del chef Mario Sandoval, dos veces campeón de España de gastronomía y que tiene “una bodega que está premiada con el premio nacional de gastronomía a la mejor bodega de España”. Coque, situado en Humanes, tiene una estrella Michelín y está
a punto de recibir la segunda, lo que
constituye para los amantes de la cocina
un punto señalado en los fabulosos fogones de nuestro país. Rafael no sólo se
encarga de recomendar vinos en el restaurante, también la familia gestiona
una gran finca donde se celebran banquetes y en la que hay, cómo no, un mo-
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tivo de lo más taurino. Se trata de un Cadillac de 1957 con una gran vaca en el techo y un botijo en ella. El coche perteneció a “Antonio Bienvenida, César Girón, Julio Robles y José María Manzanares. Una joya”, cuenta orgulloso. “Tiene
una historia increíble; por ahí han pasado todos los toreros y banderilleros:
desde Corbelle, Arrucita, los Pirri; vamos
que las paredes del coche hablan. Y con
ese coche me casé yo y lo tengo en la finca para celebraciones y a veces hemos ido
a los toros a Madrid en ese coche y he visto como antiguos profesionales se han
emocionado al ver ese coche”.
Pero lo de los toros no sólo está en las
venas de Rafael Sandoval “Mis hermanos
El caso de Alberto Ramírez (Castellón, 1973) es mucho más actual. Han pasado cinco años desde que decidió no seguir más como matador de toros. “El 9
de junio de 2004 anuncié mi retirada”,
recuerda. “Lo había decidido tres días antes, tenía muy claro que el día que no tuviera ilusión me iba”. Y sucedió ese mismo día. Alberto se vistió de corto como
todas las mañanas para salir a entrenar
y se dijo: “ya no toreo más”. Desde que
quiso ser torero, Alberto se había propuesto ser muy sincero consigo mismo
y así fue hasta el final. Cuando decidió
retirarse era domingo y el lunes se hallaba a las ocho de la mañana en la calle para “pedir trabajo de economista y
hasta hoy”, dice.
Para ser torero tuvo que vencer la férrea oposición de su padre, que también
fue matador de toros. Tal vez influido por
la dificultad que entraña llegar arriba,
padre e hijo alcanzaron un acuerdo.
“Consistía en que yo acabara los estudios de económicas y una vez terminados yo decidiría tomar un rumbo u
otro”. El último año de universidad, Alberto comenzó a prepararse “no de manera profesional porque no era el objetivo, sino simplemente tentando en el
campo”. Todo iba tan deprisa que “cuando me di cuenta estaba vestido de luces”. Fue el 2 de febrero de 1997 en Vinaroz, con Francisco Barroso y Miguel
Abellán, que también debutaba. “Como
novillero tuve la fortuna de coincidir en
el tiempo con El Juli. Y a raíz de un
mano a mano que hicimos en la feria
de la Magdalena de 1998, que fue un éxito tremendo, fui la pareja de El Juli y
gracias a eso toreamos juntos muchas
tardes”. Ese mismo año debutó en Madrid el 1 de mayo en la miniferia de San
Isidro. Dio una vuelta al ruedo y quedó
triunfador de ese ciclo. El 7 de marzo de
1999 tomó la alternativa en su tierra de
manos de José María Manzanares y de
Enrique Ponce, con toros de José Luis
Marca. Alberto cortó tres orejas. “Fue
una tarde muy emotiva, imagínate: la
plaza llena, tu casa, tu padre, tus amigos y toda la gente que te ha estado arropando estaban allí y además con esas
dos figuras del toreo que encima salieron a por todas”.
La carrera de Alberto Ramírez como
matador de toros duró lo mismo que se
tarda en hacer una licenciatura, cinco
años. Fue suficiente como para tener
Alberto Ramírez:
“El mundo del toro
es un mundo muy
vivo, la gente es muy
lista, en el sentido
más íntegro de la
palabra, y todo eso
te da a unas tablas
tremendas que luego
son muy útiles a la
hora de salir a la calle
para buscarse la vida
y trabajar”
buenos recuerdos, “el mejor”, confiesa,
“es que fui progresando poco a poco
porque yo no había tenido una cultura
taurina a la antigua usanza. No era normal que en mi casa se hablara de toros
cuando era pequeño y cuando empecé
con 23 años todo fue muy rápido y sobre la marcha”. Explica que cuando
aprendió algunos de los secretos fundamentales de la profesión ya era “matador de toros y con el toro aquello era
muy complicado”, pero ahora es algo
que guarda “con muy buen recuerdo”.
La dureza de alternar con sus compañeros y la enseñanza que obtuvo en
aquellas tardes, es otro de los grandes
momentos que todavía rememora. Y es
que a Alberto Ramírez le dio tiempo a
casi todo: “una corrida de la beneficencia en el año 2001 con toros de Victorino; muchísimas tardes de éxito en
Barcelona, en Valencia, en Castellón.
Confirmé en la México, hice una temporada americana completa incluyendo Cali y Quito”, termina. Pero la gran
dificultad que ve Alberto es que tuvo
compañeros mucho más jóvenes que
“no tenían nada que perder y que se
arrimaban como diablos y como tú ya
no lo eras tenías que aplicar un poquito más la razón”.
Cuando dejó los toros le costó encontrar trabajo, pero hoy es “gerente en
una empresa de servicios con más de
500 trabajadores”. La experiencia taurina le ha servido “muchísimo para aplicarla al campo laboral. El mundo del
toro es un mundo muy vivo, la gente es
muy lista, en el sentido más íntegro de
la palabra, y todo eso te da a unas tablas
tremendas que luego son muy útiles a
la hora de salir a la calle para buscarse
la vida y trabajar”.
Cuando contesta a la pregunta de si
echa de menos el traje de luces dice tajantemente “no”, pero al instante confiesa: “sólo echo de menos pasar miedo,
tener la presencia del toro”. Alberto no
piensa en volver a coger un trasto, ni siquiera para trasladarlo de estantería
“donde se quedaron en su día hace cinco años”. Y tal vez la razón sea porque
Alberto cree que se marchó en su “mejor momento profesional” y porque
también cree que “hay que ser incluso
más tío para colgar el traje y sobre todo
darse cuenta de cuál es el momento justo, el ideal”. Hoy se encuentra feliz con
su vida: “estoy disfrutando mucho
como aficionado dando un paso para
atrás”.
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