U C U C POR DAMIÁN NOGUERA, INVESTIGADOR Lautaro (1982) de la dramaturga Isidora Aguirre (1919-2011), es una obra cuyo contexto de producción parece entregarnos mensajes contradictorios. Bajo la dirección de Abel Carrizo-Muñoz y protagonizada por Andrés Pérez, Lautaro se estrenó en plena dictadura con un mensaje claramente político y revolucionario pero que, paradójicamente, también tuvo una alta aprobación crítica a nivel institucional (Concurso Nacional de Obras Teatrales de la Universidad Católica, 1981). A su vez, es un montaje que evidencia notorios paralelos históricos con la actualidad pero que, sin embargo, fue leída en la época como una obra puramente histórica. Por último, es una obra que, considerando sus alegorías políticas, logró concitar una gran afluencia de público pues se estima que ya en sus primeros tres meses reunió a más de 30 mil personas. Por esta razón, entender cómo Lautaro se originó y cómo fue recibido después de su estreno el 6 de abril de 1982 en la sala Caja de Compensación los Andes en Santiago, es particularmente importante a la luz de estas paradojas, sobre todo considerando el complejo proceso de investigación que utilizó Isidora Aguirre para su realización. dramaturga- investigadora Gran parte de las obras de Isidora Aguirre son el resultado de un amplio y riguroso proceso de investigación histórica y antropológica. La autora, en su búsqueda por darle una voz humana a personajes, situaciones e injusticias tanto pasadas como actuales, elabora lo que la crítica e investigadora Andrea Jeftanovic caracteriza como una “poética de la realidad”, la cual “hace confluir la documentación, la historia, la antropología y los testimonios orales” (1). Tal fue el caso de obras como Los que van quedando en el camino (1969) en donde la dramaturga, para representar la persecución y represión en contra de los campesinos en la localidad de Ranquíl el año 1934, no sólo acudió a documentos históricos sino también fue al sector y 9 recopiló una serie de testimonios orales de los sobrevivientes. Este proceso también se llevó a cabo con el montaje Lautaro (1982), ya que, para reunir información sobre dicho personaje histórico, la autora dialogó y convivió con familias mapuche entre 1978 y 1980, sobre todo en la ruca de la familia Painemal residente en Temuco. 9 Por lo tanto, al pretender rescatar aquellos sectores ignorados por la historia, Isidora Aguirre mezcla fuentes oficiales (textos y documentos históricos) con investigaciones en terreno, en donde accede a tradiciones, repertorios y fuentes orales, al convivir directamente con los sectores que pretende representar. Si bien la investigación en sus obras históricas tiene en parte la función de mantener una cierta fidelidad con el pasado, lo cierto es que su función principal es poder encontrar lo que ella llama como “el modo de ser del personaje” (2) ese espacio que está más allá de las representaciones lejanas y oficiales de los próceres históricos de la nación. Es por esta razón que el montaje de Lautaro se permitió anacronismos como el uso de música del grupo Los Jaivas, o el uso de lentes oscuros por parte de uno de los conquistadores españoles, en una referencia clara a la dictadura. En este caso la investigación histórica permite alimentar aún más la caracterización ficticia de sus personajes. En consecuencia, Isidora Aguirre escribe obras en las cuales sus procesos de escritura e investigación son tan importantes como sus resultados dramáticos, y esto es especialmente relevante en el caso de Lautaro. 1. Jeftanovic, Andrea: Conversaciones con Isidora Aguirre. Santiago, Chile: Frontera Sur, 2009. 2. Aguirre, Isidora: “Mi experiencia con el teatro regional”. Revista Apuntes de Teatro 118 (2000): 111-115. 12 Los orígenes de Lautaro T E A T R O Isidora Aguirre, La idea para la creación de Lautaro –cuenta Isidora Aguirre en el prólogo a la edición impresa de la obra (3)– surge a partir de una petición por parte del dirigente mapuche Sergio Painemal, quien le pide a la dramaturga que, al igual como había defendido las causas campesinas en la obra Los que va quedando en el camino, escribiera en contra de las nuevas leyes indígenas que estaban siendo promovidas por la dictadura de Pinochet. Estas leyes eran claramente tendientes al despojo de los predios mapuche. Ante ese contexto y petición, en vez de escribir un montaje relacionado directamente con esa ley (proyecto que hubiera sido rápidamente censurado), la autora se inspira en la historia de Lautaro para así establecer un paralelo protegido por la distancia histórica. L E F T R A R U T E A T R O L E F T R A R U Una mirada teatral Lautaro de Isidora Aguirre. Contexto de producción Las fuentes para la escritura del montaje fueron varias, lo que se debe principalmente a lo que la autora afirma como una escasa documentación existente sobre Lautaro en la época, en contraste con Pedro de Valdivia. Sin embargo, claramente la base de documentación e información más significativa fue la convivencia que Isidora Aguirre tuvo en la ruca de la familia Painemal en Temuco, en donde pudo aprender sobre el estilo de vida y tradiciones de los mapuche de la época y enterarse de la historia de Lautaro a través de la tradición oral de esas mismas comunidades. “Lautaro (…) nació más bien de mi contacto directo con los mapuche, del amor con que fui acogida en el seno de la ruca” (4). Otras fuentes mencionadas por Isidora Aguirre fueron las cartas de Pedro de Valdivia, y un libro sobre Lautaro titulado El paso de los guerreros escrito por Carlos Valenzuela. Junto a esta motivación inicial que está directamente relacionada con la opresión dictatorial en contra de las comunidades mapuche existe, casi paradójicamente, otro elemento más institucional que contribuyó al estreno de Lautaro. En 1981, Isidora Aguirre postuló y ganó la primera versión de un concurso nacional bianual de dramaturgia creado por la Universidad Católica en honor al recientemente fallecido director del Teatro Universidad Católica, Eugenio Dittborn, quien siempre se preocupó de dar cabida a los dramaturgos locales. Este premio claramente sirvió como un impulso de difusión y aceptación para el posterior montaje de la obra; llama la atención, sin embargo, que un texto evidentemente político como Lautaro haya podido ganar este concurso oficial en dictadura. Isidora Aguirre, 1960. Imagen de René Combeau. Fuente Archivo de Teatro UC. 3. Aguirre, Isidora: Lautaro. Santiago, Chile: Nascimento, 1982. 4. Ibid. 13 5. Retamal Favereau, Julio: Revista Apuntes de Teatro 89 (1982). 6. Aguirre, Isidora: “Mi experiencia con el teatro regional”. Ibid. 7. Retamal, Favereau, Julio. Ibid. 14 con la selección de la obra “debido a su desconfianza frente a la puesta en escena de obras que contengan indígenas, en nuestro país”, y lo describe casi como si fuera un reparo aceptable. Estas contradicciones evidencian que en muchos casos la recepción de la obra prefirió leerla como un montaje estrictamente histórico que incluso destaca por su fidelidad histórica, más que como la alegoría política que realmente es. Así Lautaro, desde su creación y posterior puesta en escena, se ha situado en un paradójico estado intermedio entre el mensaje político y revolucionario y al mismo tiempo, la validación institucional. Recepción del montaje Existe un consenso por parte de la prensa de la época en afirmar que Lautaro fue un éxito tanto de crítica como de público. El diario Las últimas noticias publica el 23 de mayo de 1982 un artículo titulado “A tablero vuelto se da Lautaro en Viña” (8); la revista Ercilla por otra parte, en su edición del 21 de abril del mismo año, considera a Lautaro como el primer éxito del año. Incluso El Mercurio publica una entrevista al director Abel Carrizo en donde habla sobre el proceso del montaje. La obra 8. Silva, Ana Josefa: “A tablero vuelto se da Lautaro en Viña” Las últimas noticias. 23 de mayo 1982, p. C11 U C T E A T R O L E F T R A R U Arnaldo Berríos como Valdivia y Andrés Pérez como Lautaro. Fuente Archivo de Teatro UC. U C T E A T R O L E F T R A R U Una mirada teatral Al respecto son muy particulares algunas apreciaciones de los organizadores de este concurso en relación a las obras que postularon. A manera de ejemplo, Julio Retamal Favereau, afirma sobre las obras presentadas: “algunas eran de corte político y pretendían hacer pasar un determinado mensaje. Es así como hubo algunas que presentaban verdaderas diatribas o apologías al régimen actual chileno o a los regímenes pasados. Estas obras, que además eran de pésima calidad, quedaron excluidas de inmediato” (5). Lautaro efectivamente ganó el concurso siendo evidentemente una obra con claros paralelismos políticos en contra de la dictadura. La misma dramaturga afirma que la despedida de Lautaro a su pueblo se basa en el discurso de despedida de Allende transmitido en la radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973 (6). Así las justificaciones de Julio Retamal para explicar por qué ganó Lautaro, se refieren a características que él llama como una “fidelidad histórica notable” y “una extraordinaria construcción dramática” en donde incluso agrega que una de las gracias del montaje es la ausencia de “propaganda ideológica” (7), afirmación cuestionable en una obra como Lautaro. El único reparo que pareciera manifestar es en la forma de una extraña anécdota, en donde relata que uno de los jurados vaciló se estrenó el 6 de abril de 1982 y el artículo de El Mercurio mencionado, el cual fue publicado el 20 de mayo, ya cifra en un total de 11 mil personas la cantidad total de asistencia al montaje y, posteriormente, en junio se cifra un total de 31 mil. Todo este éxito de público es, para la prensa, también avalado críticamente por el hecho de que el montaje haya ganado el concurso de dramaturgia nacional organizado por la Universidad Católica. Nuevamente llama la atención (y por razones obvias) las escasas referencias que existen en estas notas de prensa sobre el contenido político del montaje. El Mercurio publica una nota de prensa poco después del estreno, específicamente el 9 de abril, titulada “Un Lautaro muy actual” (9), en donde se hacen algunas referencias a los anacronismos históricos presentes en la obra pero no los desarrolla ni profundiza. Tal vez, la nota de prensa que más específica estos anacronismos es la revista Ercilla cuando afirma que dichas disrupciones históricas entregan “una doble dimensión temporal a la obra” (10), intuyendo de esta manera general los paralelismos políticos existentes. Lautaro fue una obra que se presentó en diversas ciudades del país como Valparaíso, Concepción, Temuco, entre muchas otras. Junto a la preocupación de que el montaje girara, sus realizadores tenían el objetivo de que preferentemente lo viera un público amplio perteneciente a diversos estratos sociales y orígenes étnicos. Isidora Aguirre afirma que uno de sus mejores recuerdos del montaje fue precisamente una versión corta elaborada por un grupo de dirigentes urbanos mapuche. El contexto de producción de Lautaro se sitúa en paradójicos estados intermedios. Es una obra que surge en contra de una ley agraria y que posteriormente es avalada por una institución. Es una obra altamente política y revolucionara, que al mismo tiempo es bien recibida por los sectores medios del país y la crítica. Lautaro, en conclusión, es un montaje que tuvo un contexto de producción y recepción particular, lo que se debe en gran parte a la situación precaria en que estaba sumido el teatro nacional debido la dictadura. Pese a lo anterior, llama la atención y es valorable la capacidad que tuvo esta obra para entregar un mensaje altamente político durante el régimen, y al mismo tiempo recibir una aprobación tanto de crítica como de público. Bibliografía complementaria Fuenzalida, Valerio: “Evaluación Lautaro”. Revista Apuntes de Teatro 89 (1982): 13-33. Yrarrázaval, Paz: “Cronología de un concurso”. Revista Apuntes de Teatro 104 (1992): 6-8. 9. “Un Lautaro muy actual”. El Mercurio. 9 de abril 1982, cuerpo D1. 10. Ehrmann, Hans: “Año teatral: El primer éxito”. Ercilla. 21 de abril 1982, p.31 15