La Controversia Monogenés: ¿«Unico» o «Unigénito»? Wayne Grudem 1995 La controversia sobre el término «unigénito» era innecesaria porque se basaba en una mala interpretación de la palabra griega monogenés aplicada a Jesús en Juan 1:14,18; 3:16,18; y Juan 4:9). Durante muchos años se pensó que era un derivado de dos términos griegos: mono, que significa «solo», y gennáo, que significa «engendrar» o «dar a luz». Aun la versión que nos ha llegado del Credo Niceno lo entiende de esa manera, pues las dos frases explicativas «engendrado del Padre antes de todos los siglos» y «engendrado no hecho» utilizan el verbo gennáo (engendrar, dar a luz) para explicar monogenés. Pero los estudios lingüísticos del siglo XX han mostrado que la segunda parte de la palabra no está estrechamente relacionada con el verbo gennáo (engendrar, dar a luz), sino más bien con el verbo genos (clase, tipo). Por tanto, la palabra significa más bien Hijo «único en su tipo» o Hijo «único». (Vea BAGO, 527; D. Moody, «The Translation of John 3:16 in the Revised Standard Version », JBL 72 [1953J, 213-19.). La idea del «unigénito» habría sido en griego, no monogenés, sino monogennetos. No obstante, no es imposible que los padres nicenos en 325 y 381 a.e. hayan entendido que monogenés denotaba también «engendrar», pues la palabra se usa en otros lugares varias veces para referirse a alguien que es un hijo «único», y la idea de engendrar se podía suponer que estaba presente. El hecho de que la palabra no significa «el único hijo que alguien ha engendrado» se puede confirmar al notar su uso en Hebreos 11: 17, donde se le llama a Isaac monogenés de Abraham, aunque ciertamente Isaac no era el único hijo que Abraham había engendrado, pues también había engendrado a Ismael. Ahí el término significa más bien que Isaac era el «único» hijo de Abraham, que no había ninguno como él. (En algún otro sitio la palabra significa «único» sin que se presuma en absoluto la idea de engendrar, en la LXX en Salmos 21 [22]:20; 34[35J: 17; Sabiduría 7:22; 1 Clemente 25:2.). Por eso la NVI traduce] Juan 3:16 como «que dio [Dios] a su Hijo unigénito», y la versión inglesa NASB dice al margen «o, único, el único en su tipo». La Versión Popular (VP) traduce: «dio a su Hijo único». Todas estas versiones han omitido correctamente cualquier concepto de «engendrar» en la traducción. Sin embargo, es reconfortante ver que aun cuando la iglesia primitiva había malinterpretado un palabra bíblica, el resto de la Escritura salió en defensa de la pureza doctrinal y previno que la iglesia cayera en el error del arrianismo (aunque la lucha consumió la mayor parte del siglo cuarto d.C.). Si la frase «engendrado del Padre antes de todos los siglos y «engendrado, no hecho» no estuvieran en el Credo Niceno, ahora la frase solo tendría un interés histórico para nosotros, y no habría necesidad de hablar de ninguna doctrina del «eterno engendrar del Hijo». Pero como la frase permanece en el credo que aun se usa comúnmente, perpetuamos la infortunada necesidad de tener que explicar a cada nueva generación de cristianos que «engendrado del Padre» no tiene nada que ver con cualquier otro significado de la palabra engendrar. Parecería más útil si las palabras del «eterno engendrar del Hijo» (también llamada la «eterna generación del Hijo») no se retuvieran en ninguna de las formulaciones teológicas modernas. De similar manera, referirse a Jesús como el Hijo «unigénito» de Dios -palabras que se derivan de la Reina Valera- parece más confuso que útil. Lo que se necesita es simplemente insistir en las eternas diferencias personales en la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en que el Hijo se relaciona eternamente con el Padre como un hijo se relaciona con su padre. (El hecho que se diga que Jesús «nació de Dios» en 1Juan 5:18 no es probablemente una referencia a una relación eterna, sino se refiere más bien a la encamación cuando Cristo nació como hombre; compare Hechos 13:13; Hebreos 1:5.) Por último, en discusiones previas sobre lo que podría significar este «engendrar eterno», se ha sugerido que el Padre ha sido en cierto sentido eternamente la fuente de las distinciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (p.ej., Louis Berkhof, Systematic Theology, 93-94). En tanto no asumamos que estas distinciones personales tuvieron un principio en algún momento del tiempo, nada en la Escritura parece contradecir esta idea, pero nada indicaría en la Escritura que debemos afirmarlo. Quizás no tiene sentido que hablemos de ninguna de las personas como si fueran la «fuente» de estas distinciones personales, porque ellas siempre han existido y son esenciales a la naturaleza de Dios.