Hace mucho tiempo vivía un príncipe llamado Abu al Sabú que tenía mucho coraje. Un día unos duendes malvados capturaron a su padre, el sultán, y lo llevaron a una cueva oscura llamada “Tipuf” llena de enanos malignos. Abú se enteró de la terrible noticia y se preocupó mucho, pero como era un chico de mucho coraje decidió ir a rescatarlo. Él no sabía adonde había ido exactamente. Entonces empezó a averiguar y fue preguntando a todas las personas con las que se cruzaba. Hasta que una vez pasó por Al lado de un hombre muy humilde y le preguntó sobre su padre. El señor sabía donde se habían ido entonces le comentó todos los detalles que él sabía sobre la desaparición. Después Abú muy satisfecho con la información que había recibido le agradeció al señor y empezó su camino. Tenía que ir a una cueva oscura al norte de Arabia. La cueva era peligrosa porque estaba llena de enanos malvados. Cuando llegó sintió un poco de miedo, pero como él era una persona con mucho coraje decidió entrar. Al entrar vio una luz en el fondo de la cueva y decidió ir tras ella. Mientras corría hacia donde estaba la luz vio un trébol muy peculiar que tenía veinte hojas. La hoja era un trébol de la surte, entonces como él sabía cómo funcionaba arrancó una parte y pidió un deseo. Él deseo era que vengan los mejores guerreros porque con ellos mataría a todos los enanos malvados. Cuando todos fueron eliminados fue a buscar a su padre. Al rato lo encontró en una cueva, pero dentro de una jaula. Entonces Abú tuvo que forzar la puerta de la jaula y cuando finalmente se abrió la puerta el sultán salió muy feliz y le agradeció a su hijo y lo abrazó. Desde ese entonces muchos soldados cuidaron al sultán y Abú – al Sabú también. Pasaron varios años y el sultán se murió y quien ocupó su lugar fue Abu- al Sabú. Abu se caso con una hermosa mujer y tuvieron hijos lindísimos y vivieron felices por siempre. Micaela B.