Un pequeño bar pone en evidencia la agresiva política legal de

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Un pequeño bar pone en evidencia la agresiva
política legal de Starbucks
La tasca tomó prestado el nombre del Frappuccino, producto estrella de Starbucks.
Starbucks. ¿Quién no conoce la célebre cadena de cafeterías? En las grandes ciudades es difícil
no toparse con una en cada esquina. Sus célebres cafés son famosos y en especial entre los más
jóvenes, muy aficionados a los famosos Frappuccinos. Y ahora que hablamos de este producto,
internet nos ha dejado una de esas perlas que tanto encantan a sus moradores. Un David frente
Goliat en el que el segundo vuelve a salir perdiendo, y por puntos.
La historia se remonta a hace unas semanas, cuando un pequeño bar de carretera situado en un
pequeño pueblo de Misuri, Cottleville, de apenas 3.000 habitantes decidió bautizar a una de sus
cervezas con un nombre que, como veremos, iba a dar mucho juego. Nos estamos refiriendo a
Exit 6, una tasca de pueblo que confeccionaba sus propias cervezas y mantenía una discreta caja
gracias a los parroquianos que la frecuentaban. Ya se sabe, de las que uno entra y le reciben por
su nombre. Pues bien, Exit 6 decidió bautizar a una de sus nuevas cervezas como Frappiccino.
Un guiño sin mayor alcance que la broma entre los parroquianos.
¿Qué importancia tenía que una pequeña tasca perdida en un pueblo remoto bautizara a una de
sus cervezas con un nombre tan parecido al de uno de los cafés más vendidos por un coloso
como Starbucks? ¿Qué importancia tenía que una pequeña tasca perdida en un pueblo remoto
bautizara a una de sus cervezas con un nombre tan parecido al de uno de los cafés más vendidos
por un coloso como Starbucks? Pues bien, parece que mucha y perentoria. Los largos tentáculos
de la colosal estructura de la gigantesca cadena estadounidense dieron con el ultraje de forma
accidental a través de la red social Untappd.
Persecución legal
Que nadie piense que un empleado de Starbucks cayó por accidente en Exit 6 y palideció al ver
semejante afrenta. En la sede de Starbucks comenzó el movimiento de la artillería pesada. Daba
igual que el enemigo fuera un tal Jeff Britton que se ganaba la vida tirando cañas en una tasca de
carretera. A por él. Los abogados de la firma afilaron sus cuchillos y comenzaron a investigar la
identidad del propietario del bar infractor y arrancaron la maquinaria.
Nos trasladamos de nuevo a Misuri, donde nuestro tabernero dejó de secar vasos para abrir el
correo del día. Las facturas de siempre, algo de publicidad y una extraña carta con un remitente
que no le sonaba de nada. Aquel nombre era más largo que un día sin pan: Honimag Miller
Schwartz and Cohn LLP Attorneys and Counselors. E iba dirigido a su nombre.
Con las manos todavía húmedas del fragor de la barra abrió aquello y se quedó atónito. Su
pequeño Frappiccino había abierto la caja de los truenos y había logrado movilizar a todo un
equipo de abogados que habían redactado el clásico Cease and Desist, una amenazante orden
administrativa que insta al receptor a dejar de llevar a cabo acciones presuntamente ilegales.
El equipo de abogados de Starbucks acusaba al tabernero de Cottleville de causar confusión y
engaño a sus clientes por utilizar el nombre de uno de sus productos estrellaDicho en plata: o
dejaba de emplear la marca Frappiccino o iban a por él y su pequeño bar. La misiva era la clásica
carta con abundantes coletillas legales y muchos “en adelante”, “con referencia a”, y lo más
divertido del asunto, el argumento. El equipo de abogados del despacho con un nombre
interminable acusaban al tabernero de Cottleville de causar “confusión y engaño” a sus clientes
al pensar que al pedir una caña de Frappiccino no les iba a llegar su cotizado café.
“La jodida palabra”
Britton no tenía equipo de abogados. Ni marcas registradas. Su día a día tras la barra le había
conferido ingenio y la fuerza del carácter de los que pagan sus facturas céntimo a céntimo y las
vacaciones son un privilegio que en raras ocasiones se puede permitir. Así que decidió contestar
por el mismo medio al prestigioso despacho de abogados, y su respuesta ha enamorado a un
público plano que por lo general vive como nuestro barman, con el agua al cuello y problemas
más graves que el inocente nombre de una cerveza.
El aludido devolvió el golpe asumiendo su parte de culpa: “Somos gente mala. Una vergüenza”,
escribió, y aclaró que por descontado dejarían de llamar así su cerveza. Empleó una última vez la
marca Frappiccino, “que en adelante llamaré F word para evitar posibles implicaciones legales”.
Un ácido sentido del humor porque F word, además de ser una elegante forma de decir “palabra
que empieza por F”, en lenguaje de la calle se asume que es “fuck”.
La respuesta fue colgada en el muro de Facebook del bar de Cottleville y de ahí al mundo entero
en cuestión de horas. Ya nadie podría tomarse una Frappiccino, pero el bar ya era famoso y
seguro que no le faltarán clientesPero aquí no termina el sarcasmo, porque el dueño de Exit 6
aclaró que en realidad no pretendía eludir patentes al cambiar una letra en la marca de su cerveza
(de Frappuccino a Frappiccino), sino que la explicación del cambio era más divertida: “En
realidad queríamos llamar la cerveza como la F word, pero somos malos deletreando”. Y, para
concluir, la carta iba acompañada de un cheque de 6 dólares, “que son los beneficios obtenidos
de las tres cañas que hemos vendido con la F word y que servirán para costear los gastos de los
abogados ante nuestra deleznable conducta”, escribió.
El dinero también era un gesto de buena voluntad para Starbucks, otro negocio de la hostelería
como Exit 6: “Los pequeños comerciantes tenemos que ayudarnos”, termina en la carta. La
respuesta fue colgada en el muro de Facebook del bar de Cottleville y de ahí al mundo entero en
cuestión de horas. Ya nadie podría tomarse una Frappiccino, pero el bar ya era famoso y seguro
que no le faltarán clientes. Exit 6 vence a Starbucks por puntos. Y gracia
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