MARIA CABAS HURTADO Hace mucho mucho tiempo, en un lugar muy lejano, había una pequeña aldea donde vivía una familia de leñadores. La familia tenía un hijo pequeño que cada día ayudaba a su padre en el bosque a recoger leña. Para este duro trabajo la familia contaba con tres burros que venían cargados de leña todos los días. Uno de estos animales era el favorito del hijo de los leñadores. El animal era muy cariñoso con el pequeño niño, pero era muy viejecito y sus fuerzas ya no aguantaban el duro trabajo en el bosque. Su padre aunque sabía el cariño que su hijo tenía al burrito, era muy pobre y el animal ya no podía ganar con su trabajo, suficiente como para que su amo lo alimentara. Entonces aunque con mucha pena esa misma tarde cuando regresaban del bosque, el padre le dijo; “Hijo mío se que tu burrito y tú sois muy buenos amigos pero su viejos lomos ya no aguantan el peso de la leña igual que cuando era joven y tú tienes que ayudar con una parte del peso camino de vuelta a casa, pero come como el resto de los animales, por eso te voy a pedir que mañana vayas al pueblo y le busques un nuevo dueño”.El pequeño se puso muy triste, pero comprendía lo que su padre le había dicho y obedeció sin rechistar. Cuando el sol empezó a asomar sus primeros rayos, el niño que se había dormido en el establo al calor del suave pelaje de su inseparable borrico, se levantó, lo cepilló con cariño, le dío su ración de paja y agua y marcharon al pueblo. El niño intentó ofrecer su animal a varios personajes del pueblo, pero ninguno era un buen dueño, pensaba el niño. Se burlaban del pequeño y les decía; “pero niño nos quieres vender este saco de huesos, mira si el curtidor te dá algo porque de el sólo sirve la piel”. Tras haberlo intentado durante todo el día sin éxito, se dispuso volver a casa, entonces muy triste se sentó en una piedra del camino, abrazó a su cálido burrito y se puso a llorar. De repente una mano tocó su hombro con ternura y le preguntó;” ¿que te pasa pequeño?”, el niño dejó de llorar y miró a la persona que se había acercado. Era un hombre de mirada dulce y barba larga y negra, el niño se sonrío y el hombre secó sus lagrimas con su dedo, el buen hombre le dijo al niño;”¿ Tu burrito es dócil?”, el niño muy contento respondió, “si señor, como el que más y además es muy obediente y su pelaje es suave y cálido, es mi mejor amigo”, el hombre volvió a mirar al niño con cariño le sonrió y le explicó;” Pequeño yo me llamo José y vengo con mi esposa María embarazada de casi nueve meses desde Nazaret, porque tenemos que censarnos y necesito a un borrico tan bueno, dócil y obediente como el tuyo para llegar hasta Belén, ¿que te parece si me lo vendes?” el niño miro detrás del hombre y vio a su esposa María que como ya había dicho estaba a punto de tener un bebé, cuando el niño miró a los ojos a María, su corazón saltó de alegría y supo que ellos tenían que ser los nuevos dueños de su viejo amigo. José le dijo;”sólo te puedo dar por el unas pocas monedas, pero te aseguro que va a tener todo el cariño que tu hasta ahora le has dado”, entonces el niño abrazó a su amigo por última vez y vio como se alejaba con su nueva familia camino de Belén. Aquella noche cuando estaba durmiendo un ángel le hablo en un sueño al niño, diciendo;” Mira pequeño a quién está dando calor tu amigo en esta noche tan fría” y el niño vio a su amigo junto a un pesebre y en el pesebre acostado estaba un niño. El pequeño preguntó al ángel quién era ese niño tan hermoso, que en cuanto lo vio su corazón había saltado de alegría, como había sucedido al ver a María esa misma tarde. El ángel le dijo que era Jesús el hijo de Dios que había nacido para salvar a los hombres. Entonces se despertó y salió a explicar a su padre lo ocurrido. Juntos fueron donde el ángel le había indicado, para adorar a Jesús, el amigo de los niños.