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POSITIVISMO, DIALÉCTICA MATERIALISTA
YFENOMENOLOGÍA: TRES ENFOQUES FILOSÓFICOS DEL
MÉTODO CIENTÍFICO Y LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA
POSITIVISM, DIALECTIC MATERIALIST AND PHENOMENOLOGY: THREE
PHILOSOPHICAL APPROACHES FROM THE SCIENTIFIC METHOD AND THE
EDUCATIVE INVESTIGATION
Antonio Hernández Alegría
Alberto Matías González
Resumen:
En
el
presente
ensayo
los
autores
pretenden
exponer
consideraciones acerca del lugar y la presencia del positivismo, la dialéctica
materialista y la fenomenología como enfoques del método científico, al mismo
tiempo, identificar su valor para la investigación educativa. No se consideran
estas tres orientaciones como las únicas, ni las más importantes, es solo que
tienen un espacio considerable en las creencias de los investigadores y en el
debate académico y pueden ser puentes para asumir ideas filosóficas
novedosas. La reflexión se hace desde una perspectiva que entra a cavilar sobre
la realidad latinoamericana y en la que se muestran argumentos básicos de la
interacción entre la filosofía y el método científico. El trabajo ha sido desarrollado
a partir de la consulta de una extensa bibliografía que incluye tesis de maestría
y de opción al grado científico de Doctor y de escuchar las opiniones de varios
estudiosos que toman como campo la educación. Desde perspectivas muy
heterogéneas, las distintas corrientes del pensamiento social y filosófico de los
últimos siglos han estado ligadas a la evolución del proceder científico de
producir el conocimiento, por lo que reflexionar sobre ello ofrece la oportunidad
de apropiarse de criterios que pueden ser útiles para los científicos. Estar en
posesión de buenos argumentos filosóficos para justificar las acciones
investigativas impacta de manera positiva la actividad científica.
Palabras
clave:
POSITIVISMO,
DIALÉCTICA,
MATERIALISMO,
FENOMENOLOGÍA, EDUCACIÓN, INVESTIGACIÓN EDUCATIVA.
Abstract: Through this essay authors intend to expose some considerations
related to the place and presence of positivism, materialist dialectic and
phenomenology as approaches of the scientific method, and at the same time to
identify its value to the educative investigation. These three orientation lines are
not considered as the only ones or the most important one. It is just that they
have a considerable space in the researcher’s believes and in nowadays
academic debate and they can be bridges to assume new philosophical ideas.
The reflection is made from a perspective that leads to think over the Latin
American reality and where basic arguments of the interaction between
philosophy and the scientific method are expressed. This work has been carried
out from the revision of a wide bibliography that includes Master degree and PhD
thesis and listening to different opinions from outstanding people who take
education as field of action. From very heterogeneous perspectives the different
social and philosophical and social thought tendencies of the last centuries have
been linked to the evolution of the scientific way to produce knowledge, that’s
why to think over it offers an opportunity to grasp the criteria that can be useful
for scientists. To have good philosophical arguments to justify the researching
actions makes a positive impact on the scientific activity.
Key words: POSITIVISM, DIALECTIC, MATERIALIST, PHENOMENOLOGY,
EDUCATION, EDUCATIONAL RESEARCH.
1. Introducción
La explicación de los orígenes de la ciencia, el método científico, la investigación
y la relación de estos con la filosofía cuenta con muchas versiones que van
desde las teorías que argumentan que la ciencia se desgajó de la filosofía, hasta
las que de modo contrario afirman que la filosofía nace de saberes y prácticas
científicas y técnicas ya establecidas. Pero, independientemente de las
divergencias, es evidente que a través de la Historia han coexistido en un
trasvase recíproco de creencias.
Una de las regiones del saber donde este trasvase recíproco se manifiesta es en
la concepción del método científico y muy, en especial, en las ciencias que
estudian la sociedad humana, entre ellas, las Ciencias de la Educación. Aquí, la
presencia de enfoques filosóficos alcanza tanto formas muy evidentes como
formas más sutiles y encubiertas, que actúan como expresión del tejido social y
del rejuego de relaciones de poder en las distintas épocas y contextos sociales.
Los enfoques filosóficos, se quiera o no, penetran la actividad investigativa
aunque el investigador no sea consciente de ello, “no se puede prescindir de la
filosofía”, afirma Mario Bumge (2002, p. 10), pero necesitamos de argumentos
pertinentes que expresen una buena filosofía.
En ese sentido, el positivismo, la fenomenología y la dialéctica materialista del
marxismo están dentro de las teorías filosóficas que han dejado su huella en la
investigación educativa de los últimos 150 años. Cada una de estas perspectivas
epistemológicas tuvo unas circunstancias sociales de gestación específicas y
fundamentos históricos contextuales propios.
Frente a tal escenario, en el presente ensayo se pretende exponer
consideraciones acerca de la presencia de estas tres tradiciones filosóficas en la
manera científica de producir el conocimiento y sobre su valor para la
investigación educativa, a fin de mostrar argumentos básicos de utilidad para los
investigadores.
De hecho, es natural entender que es una elección un poco esquemática, si
tenemos en cuenta la influencia que otros paradigmas filosóficos han alcanzado
en las últimas décadas, pero, indudablemente, estas ocupan un espacio
considerable en la academia y en la investigación social de la región, al mismo
tiempo, muchos de sus ideales se entrecruzan con otras formas explicativas
actualmente de moda.
Por eso, la reflexión se hace desde un enfoque latinoamericano, al considerar
como punto de partida la necesidad de gestar un pensamiento propio, autóctono
para la región. Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación”.
La América Latina, en los campos del arte, la ciencia y la educación, ha sido
escenario de absorción de las modas del pensamiento filosófico europeo, esto y sin llegar a negar las virtudes de dichas tradiciones- ocurre en detrimento de la
formación de una identidad propia.
De igual manera, en las últimas décadas se ha incrementado la investigación en
el campo de la educación, lo que es sumamente importante por la función de
orientación que tiene la ciencia en la formación de una cultura ciudadana y de
los prototipos de mujeres y hombres que requiere la sociedad latinoamericana,
pero se necesita de procesos que asuman con claridad de conciencia la filosofía
que se maneja. Es más, conocer sobre el origen de los términos y argumentos
con que operamos es una forma de construir libertades. Razón por la cual en los
conceptos y percepciones que se usan pueden existir manipulaciones sutiles con
cargas ideológicas que nada tienen que ver con el mejoramiento social de la
región.
Antes de hacer referencia a las corrientes filosóficas y su presencia en lo que
históricamente se ha llamado método científico, se hace necesario establecer
algunas precisiones al respecto, a fin de introducir el marco conceptual de que
se parte.
2. El método científico
El método científico, en su interpretación tradicional, es un instrumento que hace
posible y le da un sello distintivo a la construcción del conocimiento, como uno
de los modos históricos de conocimiento, y aunque es indudable que este tiene
una importancia cada vez más creciente en la vida humana y en la relación de
esta con el entorno, para los autores no es el único capaz de proporcionar
respuestas verdaderas o falsas a las interrogantes que plantea el ser humano.
Martin Heidegger, al destacar la importancia del método científico, señala que
“El método no es una pieza de la indumentaria de la ciencia entre otras, sino la
instancia fundamental a partir de la cual se determina lo que puede llegar a ser
objeto y cómo puede llegar a serlo” (1975, p. 93).
El primer método científico, del que la historia de la ciencia tradicional hace
referencia, es el método axiomático de Aristóteles, quien sintetizó el saber
filosófico de su tiempo: la ciencia se constituye de un conjunto de axiomas
ciertos, descubiertos por intuición, con los cuales se elaboran, a partir de
determinadas reglas, todas las pretensiones a la verdad. Revista Electrónica
“Actualidades Investigativas en Educación”.
Entendido desde la condición moderna como conjunto de reglas y certezas
previas, visión actualmente sometida a críticas por los teóricos del pensamiento
complejo, el método científico aparece alrededor del siglo XVI y se relaciona con
la labor de Galileo Galilei y de René Descartes.
La conformación inicial del método hipotético deductivo, como se plasma en la
mayoría de las investigaciones de los últimos siglos, se refiere a: partir de un
cuerpo previo de conocimientos, identificar un problema, exponer hipótesis,
buscar evidencias, valorar el o los resultados e integrar las hipótesis
contrastadas en principios, leyes y teorías.
Generalmente, se reconoce en la literatura científica y filosófica a Descartes
como el símbolo del método científico moderno, porque estableció el conjunto de
reglas “supremas” y destacó su significado para producir conocimientos.
Ya en Descartes se presenta con nitidez uno de los puntos débiles del
pensamiento moderno: la separación del sujeto y el objeto, una matriz donde el
sujeto se autoelimina a sí mismo (Delgado, 2002, p. 40), para lograr
supuestamente alcanzar un conocimiento objetivo sobre las propiedades
objetivas del universo y, a través de ese saber, se accede a la práctica de
elaborar tecnologías para transformar el mundo.
Con la eliminación del sujeto real, la ciencia floreció como saber “exacto” sobre
el mundo objetivo, y al no reconocer la subjetividad, el proyecto moderno cayó
en la negación del contenido axiológico del conocimiento.
Descartes presupone que es posible partir de ese conjunto de reglas ciertas que
se pueden seguir, y con ello arribar a fines cognoscitivos eficaces, para fundar
una ciencia de la certidumbre y del dominio del hombre sobre la naturaleza, es
decir,
Así, pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el
que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, y, no
empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino aumentando siempre
gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de todo aquello de
que es capaz. (Descartes, 1984, p. 79)
Al referirse a la importancia del método científico, Descartes visualiza uno de los
ejes que identifican el mundo moderno: la percepción privilegiada de la figura del
sujeto investigador en la transformación del objeto. Esto marcó, con
posterioridad, una influencia en las ciencias sociales y en especial en la
educación, espacio este donde se llega a Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación” considerar al alumno a modo de objeto del cambio,
sin entrar a considerarlo como sujeto de autotransformación. El siguiente
fragnento es evidencia del nuevo rol atribuido al sujeto.
…en lugar de la filosofía especulativa, enseñada en las escuelas, es posible
encontrar una práctica, por medio de la cual, conociendo de la fuerza y las
acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los
demás cuerpos, que nos rodean, tan distintamente como conocemos los oficios
varios de nuestros artesanos, podríamos aprovecharlas del mismo modo, en
todos los usos a que sean propias, y de esa suerte hacernos como dueños y
poseedores de la naturaleza. (Descartes, 1953, p. 152)
Así desde los orígenes de la modernidad en el siglo XVII se fue construyendo
una ideología conocida con la denominación de racionalidad clásica, que
difundió una percepción de confianza absoluta en la certeza del conocimiento
científico; creencia de certeza que en la actualidad participa de agudas
controversias, pues conduce al escenario ideal para que el sujeto social se sienta
en posesión segura de la verdad, seguridad que lo hace insensible al error
(Morin, Ciurana y Motta, 2002, p. 22) y a negar la diversidad de creencias
científicas, e incluso del valor de las no científicas.
Por su lado, el fundamento que ha legitimado el método científico moderno deja
un espíritu de excesivo optimismo en cuanto a las potencialidades humanas de
“dominar” la naturaleza, espíritu que ha transferido su huella negativa al deterioro
actual del medio ambiente.
Esta ideología, nacida en los siglos XVII y XVIII, va a ser posteriormente asumida
y legitimada por la filosofía positivista en los siglos XIX y XX y se ha asentado
con firmeza en las creencias de los investigadores.
En las últimas décadas nace una comprensión emergente y alternativa a esta
consideración clásica racionalista del método científico, que acentúa su
preocupación por la duda, la incompletud y la incertidumbre del conocimiento y
tiende a romper la confianza tradicional en cuanto a los resultados de la ciencia.
Esta comprensión considera que
El método es un discurso, un ensayo prolongado de un camino que se piensa.
Es un viaje, un desafío, una travesía, una estrategia que se ensaya para llegar a
un final pensado, imaginado y al mismo tiempo insólito, imprevisto y errante. No
es el Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación” discurrir de
un pensamiento seguro de sí mismo, es una búsqueda que se inventa y se
reconstruye continuamente. (Morin et al., 2002, p. 12)
En la base del cambio de perspectiva está una comprensión de la diversidad y
la dialéctica del universo y de los asuntos de la vida en sociedad, así como de
los peligros asociados a la acción humana. Se parte de que el método científico
no ha sido estático, más bien, es partícipe de una interactividad creciente, en su
fundamento teórico e ideológico y en procedimientos técnicos que condicionan
su pluralidad y su multidimensionalidad, condición que emana de la diversidad
de la acción práctica social. Los hechos no son lineales o estáticos, por el
contrario, son multidimensionales y multidireccionales; en ellos inciden
fenómenos de diverso orden: económicos, políticos, culturales, emotivos,
pasionales etc., que se hallan en una permanente transformación, formando
redes interconectadas entre sí.
Para la investigación educativa es crucial entender esta dialéctica que se da en
el desempeño didáctico e investigativo del ejercicio profesional. En el discurso
educativo actual se introducen conceptos como multiculturalidad, educación
permanente, cultura del riesgo, pertinencia, democratización de la enseñanza,
educación inclusiva, calidad de la educación, educación digna, etc., que
constituyen demandas de la formación científica y ética; visto desde un enfoque
más amplio, estamos ante las exigencias de una mayor democratización y
humanización de la sociedad del presente.
Todo ello implica rechazar cualquier forma dogmática y de ortodoxia, y propicia
un desempeño científico e investigativo que permite asimilar todo lo legítimo
aportado a la teoría y la metodología de investigación científica.
En correspondencia con esta pluralidad, plasmada en los escritos sobre
metodología de la investigación, la investigación educativa debe orientarse con
la claridad de que los complejos fenómenos sociales y educativos necesitan de
una percepción perspicaz y abierta, que haga posible la elección del método o
los argumentos teóricos de manera pertinente, en correspondencia con los
escenarios sociales donde se desarrollan.
3. La tradición positivista y la investigación cuantitativa
El positivismo, que aparece con Augusto Comte, en la primera mitad del siglo
XIX, fue la filosofía encargada de respaldar esta actitud teórica nacida del
enfoque cartesiano y entre sus contribuciones está la idea del estudio científico
de la sociedad humana, a fin de Revista Electrónica “Actualidades Investigativas
en Educación” superar toda forma especulativa, lo que indica que la realidad
social humana debe ser comprendida científicamente.
Esta tradición de pensamiento es un movimiento intelectual heterogéneo, no solo
como concepción filosófica, sino también desde sus perspectivas y creencias
políticas. Puede ser periodizada en tres etapas fundamentales: el positivismo
inicial del siglo XIX, iniciado por Comte, el empiriocriticismo y el neopositivismo
o empirismo lógico.
Es importante señalar que desde el enfoque positivista han tenido lugar
connotadas aportaciones al conocimiento de la sociedad humana y a la ciencia
en general, por lo menos, desde el nivel de demandas al conocimiento,
planteadas por las necesidades sociales. Esto, le ha permitido tener un papel
protagónico en el desarrollo de la revolución operada en el conocimiento a lo
largo del siglo XX.
Con el característico llamado a la exigencia, la precisión, al rigor, al control en la
ciencia, establecieron una lucha significativa contra el enfoque metafísico
(entendido como razonamiento especulativo), práctica tradicional que viene del
pensamiento premoderno, del cual la ciencia debe apartarse según los
positivistas. Pero, por otra parte, en ese afán, sentimientos como el amor, el odio,
la vergüenza, la alegría pasan a ser estigmatizados por su incapacidad para
aportar conocimiento verdadero y deben mantenerse alejados de la actividad
científica, al decir de Alfred Ayer “Los juicios de valor (...) en la medida en que
no son científicos, no son, literalmente hablando, significativos, sino que son,
simples expresiones de emoción que no pueden ser verdaderas ni falsas”, (1958,
p. 126). Así por el sendero del supuesto rigor científico se llegó a considerar lo
valorativo como inservible para la ciencia.
Con este espíritu se configuró la formación de un mito, el mito de la exactitud,
cuestionable en todas las áreas de la actividad científica, no solo por la
certidumbre y confianza exagerada que produce en los distintos actores sociales,
sino también por falta de dialéctica y pertinencia que simboliza. En la
investigación educativa esta inconsistencia de la exactitud se acrecienta por
tratarse de seres humanos y procesos sociales donde la relatividad del
conocimiento es mayor, precisamente porque el aula, el aprendizaje, la
docencia, y todos los componentes de los sistemas educativos, forman parte de
una idealidad cultural, política y económica insertada en el sistema de relaciones
sociales, complejizada aún más por los procesos de internacionalización social
acelerados de las últimas décadas. Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación”.
A partir de esta visión filosófica de la ciencia, el positivismo asume la falsa idea
de neutralidad científica, que excluye la presencia de la subjetividad en la
investigación y en sus resultados, calificándola literalmente sin sentido. El
siguiente pasaje de Alfred Ayer es ilustrativo de este empeño
Para determinar si una sentencia expresa una hipótesis genuina, adopto lo que
puede llamarse un principio de verificación modificado. Porque no exijo por cierto
que una hipótesis empírica deba ser verificable en forma concluyente, sino que
haya alguna experiencia posible que sea pertinente para la determinación de su
verdad o falsedad. Si una presunta proposición no consigue satisfacer este
principio, y no es una tautología, entonces sostengo que es metafísica, y que por
ser metafísica no es ni verdadera ni falsa, sino literalmente sin sentido. Se hallará
que, de acuerdo con este criterio, gran parte de lo que habitualmente se
considera como filosofía es metafísica, y en particular que no puede afirmarse
en forma significativa que hay un mundo no empírico de valores, o que los
hombres tienen almas inmortales, o que hay un Dios trascendente (1967, pp. 1718).
Es indiscutible que el positivismo ha dejado una huella positiva en el
perfeccionamiento de los métodos empíricos y estadísticos, para la búsqueda y
procesamiento de la información. Con el objetivo de superar la metafísica se
sirvió de las matemáticas para perfeccionar los sistemas estadísticos, los cuales
tienen un gran potencial en la identificación de tendencias sociales, estados de
opinión o para el diagnóstico de los procesos económicos y políticos de cualquier
nación o grupo social. Esto se logra muchas veces con resultados muy fiables
en relación con sus predicciones.
Pero en su afán por superar la metafísica en los estudios sociales, y establecer
demarcaciones que permitan instituir una distinción entre lo científico y lo no
científico, se instauró un reduccionismo que preferencia lo estadístico y la
información empírica, en detrimento de la actividad científico teórica; afirmando
esta perspectiva con la transferencia de los métodos de las ciencias naturales al
estudio de la sociedad, precisamente al escenario en el que habitan la
sensibilidad, las emociones, la afectividad y muchos otros sentimientos
contenidos en la vida humana y donde estos métodos pueden ser ineficientes.
Por su parte, el positivismo instituyó una visión del método que olvida parte del
objeto real de la ciencia, al absolutizar la dimensión cuantitativa, ofrece
conocimientos Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación”
parcelados, que no tienen en cuenta que los escenarios sociales y naturales se
caracterizan por la multiplicidad de dimensiones y, con ello, impide asumir una
comprensión de sistema.
Actualmente, hay gran cantidad de resultados científicos sobre estudios
educativos, con enfoque positivista, basados en análisis estadísticos, a partir de
encuestas estandarizadas o de aplicación de determinados test, pero cuando se
abusa de esta práctica, la información puede no ser adecuada y tiende a
descontextualizar los resultados.
El positivismo significó el sostén teórico al establecimiento de la “separación”
entre el sujeto investigador y los objetos investigados, al considerar que el
mundo, a modo de objeto de investigación, tiene existencia propia
independientemente de quien lo estudia. Esta configuración, tal como se afirma
en párrafos anteriores, ya estaba plasmada en el pensamiento cartesiano y le da
al objeto el papel activo y al sujeto un rol pasivo; una comprensión del sujeto y el
objeto como existencias absolutamente diferenciadas y no componentes del
proceso de actividad práctica social.
En las investigaciones educativas y en las investigaciones sociales, en general,
esta relación de separación entre el sujeto y el objeto impide ver la trama
interactiva propia de la educación, pues todos sus componentes conforman
estructuras orgánicas muy dinámicas, insertas en una praxis que funde
interacciones e ingredientes humanos muy diversos.
Por eso, es necesario asumir una actitud crítica ante la recurrente tendencia de
las investigaciones educativas, a encerrar su “objeto”; percepción que enclaustra
los sujetos y procesos partícipes de la educación, a espacios incomunicados,
como si no fueran protagonistas en la conformación de estructuras objetivosubjetivas, vinculadas a contextos cada vez más crecientes de procesos de
internacionalización de la sociedad.
Todo lo anterior se acompaña de una interpretación mecanicista de la relación
causa efecto. A partir de la idea simplista que absolutiza el postulado, según el
cual, y de manera mecánica, conociendo las causas podemos actuar sobre los
efectos. En realidad, esto ha funcionado muchas veces, pero los efectos pueden
ser impredecibles y el esfuerzo investigativo, en sus resultados, ineficaz. En la
educación, las estrategias nacidas de la investigación, no siempre en su
aplicación, han conducido a resultados felices, precisamente por no tener en
cuenta que las relaciones causales actúan en Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación” espacios muy versátiles y dinámicos. Todo ello
llama a la necesidad de reconsiderar las nociones de determinismo, causalidad
y pronóstico.
Después de la década de 1960, la corriente de filosofía de la ciencia de
orientación positivista entra en crisis, con la propuesta postpositivista de historia
de la ciencia como instrumento de exploración filosófica. Sus autores más
reconocidos han sido: T. S. Kuhn, I. Lakatos, P. Feyerabend. El giro historicista
implicó una comprensión de la ciencia derivada de las interacciones sociales y
su estudio se ajustó a los contextos sociológicos y económicos que conformaban
su evolución histórica.
Sin embargo, el positivismo en la investigación y en gran parte del discurso
político contemporáneo, aún sigue teniendo presencia. Sus alcances teóricos
han participado de una sutil combinación junto al pragmatismo y otras teorías,
como argumento y contenido de ideales tecnocráticos, prácticas muy sutiles de
dominación y de establecimiento de formas hegemónicas corporativas asociadas
al capitalismo de corte neoliberal. En consecuencia, una concepción de la
sociedad profundamente reaccionaria, encaminada a destruir el pensamiento
crítico reflexivo y cultivar la resignación.
Bajo esta influencia en muchos escenarios educativos latinoamericanos se
instauró en la década de 1980 un modelo neoconservador que impulsó la
“despolitización” en la formación de profesionales, proceso que aún tiene niveles
de presencia en las instituciones escolares. Con ello, educar se reduce a formar
un “producto” económico para el mercado de trabajo, que elimina al sujeto
autoreflexivo y lo condena a admitir el dogma de que este mundo es el mejor de
todos los mundos posibles.
Todo ello muy en contradicción con el desempeño de práctica política que, en
general, asumieron muchos de los pensadores positivistas, de defensa de la paz
y de promoción de ideales de justicia social e igualdad.
En resumen, se puede afirmar que la influencia dejada por la tradición positivista
en investigación educativa limita la contribución que las escuelas y universidades
pueden hacer a la generación de nuevos conocimientos; para mejorar los
procesos sustantivos que desarrolla, en aras de una educación más humanista
y científica, más integral e inclusiva, que responda mejor a las necesidades
sociales e individuales actuales y a un modelo de mundo más justo, equitativo y
sostenible. Sin embargo, el positivismo dejó una distinción de rigor y de espíritu
de búsqueda que constituyen valores indispensables en la actividad científica.
Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación”.
4. La dialéctica materialista como enfoque filosófico para la investigación
científica
La dialéctica materialista se desarrolla de forma paralela y alternativa al enfoque
filosófico positivista, al incluir en la investigación un giro social de interpretación
de la actividad científica. Aunque tiene arraigos profundos en la tradición
evolutiva del pensamiento humano, la teoría generalmente se identifica con la
labor de Carlos Marx y Federico Engels.
El marxismo surgió en Europa a mediados del siglo XIX. Una corriente de
pensamiento que no se mantuvo como un bloque monolítico, más bien, se bifurcó
en tendencias, corrientes, escuelas y autores; en definitiva, una expresión de
una diversidad bastante copiosa de creencias.
Por razones de influencia política y por su activismo académico en la producción
de manuales de filosofía y de metodología de la investigación, es el marxismo
soviético, la corriente que se desarrolló en la antigua URSS a lo largo del siglo
XX, la tradición que dentro del marxismo dejó mayor influencia en la investigación
social.
Independientemente de algunas proyecciones internacionales hacia la paz, la
igualdad y los derechos sociales, el marxismo-leninismo de orientación stalinista
estuvo revestido de muchas creencias dogmáticas, de rigidez doctrinaria e
intolerancia, que generaron influencias negativas en la investigación. También,
el marxismo-leninismo asume el enfoque positivista en el uso del método
científico y en la producción de conocimientos, en especial la dicotomía
cartesiana del sujeto y el objeto, su noción de objetividad y la sobrevaloración
del papel en la ciencia de los métodos cuantitativos.
En realidad, la visión positivista asumida por la tradición del marxismo leninismo
de orientación soviética difiere en numerosos puntos de las concepciones
expuestas por Carlos Marx. Como se puede apreciar, en el siguiente fragmento,
extraído de las Tesis sobre Feuerbach,
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de
Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la
forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana,
no como práctica, no de un modo subjetivo, (1981, p. 2)
para Marx la sensoriedad, la materialidad se concibe como práctica, a modo de
actividad subjetiva, donde “lo ideal no es más que lo material, transpuesto e
interpretado Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación” en
la cabeza del hombre”, (1962, p. 8). Estos fragmentos son indicativos de que
Marx reconoce el papel de la subjetividad en los seres humanos, fruto
constitutivo del sistema de relaciones sociales y de la práctica.
Es evidente que en el pensamiento de Marx existe una clave interpretativa
radicalmente diferente de la noción de objetividad, contenida en el positivismo y
el marxismo de la tradición soviético stalinista, lo cual se expresa en el
entendimiento de que el conocimiento ocurre en una relación práctica, mediada
social y culturalmente y que, por lo tanto, el saber y la objetividad tienen espacios
y fronteras culturales objetivo-subjetivas (Delgado, 2001).
Sin embargo, a pesar de que las bases epistemológicas planteadas por Marx
abren el camino para entender lo cualitativo, la tradición marxista inicial no
desarrolló los instrumentos teóricos y metodológicos necesarios para la
investigación que permitieran interpretarlo, este fue el aporte de la
fenomenología y posteriormente de otras corrientes, entre las que se encuentra
la llamada la Teoría Crítica, desarrollada en la Escuela de Francfort, de influencia
marxista.
Los autores del presente ensayo, a partir de reconocer que muchas de las
creencias epistemológicas del enfoque dialéctico materialista en la interpretación
del conocimiento, del método científico y la ciencia no son privativos del
marxismo, pues se pueden encontrar contenidos en otras concepciones teóricas
y con la consideración de que la dialéctica deja de ser dialéctica desde el
momento en que se trata de parcelar sus componentes, presentan algunos de
sus elementos constituyentes, así como argumentos de significado para la
investigación educativa:
un devenir matizado por una afluencia diversa de cambios, contradicciones, y de
una red infinita de interacciones y relaciones. Esta idea parte de un enfoque de
la realidad de gran importancia para la investigación educativa; la educación es
partícipe de un escenario cambiante, acrecentado en las últimas décadas por la
incursión de la tecnología digital en sus procesos; cada grupo de estudiantes, las
materias que se aprenden, los claustros docentes, el sistema educativo, la
evaluación, el sistema de leyes que la instituyen, la sociedad en que se inserte;
todo participa de una dinámica propia, que se integra a sistemas más complejos
y globales.
léctica de la educación, cobra mayor interés
por los retos que la sociedad contemporánea plantea, asociados a: el desarrollo
de nuevas tecnologías, el deterioro del medio, el tratamiento a la cuestión del
género, la democratización y la disparidad económica y cultural, etc.
principal aportación del pensamiento marxista, expuesta en múltiples obras
como la Ideología Alemana, El Capital, El Manifiesto Comunista, etc. Esta
concepción no significa un burdo economicismo determinista para el cual solo
los factores económicos son los únicos socialmente determinantes; el mismo
Engels se encargó, en carta a José Block, de aclarar su puntos de vista al
expresar:
La situación económica es la base, pero los distintos factores de la
superestructura que sobre ella se levanta (…) ejercen también su influencia
sobre el curso de las luchas históricas y determinan predominantemente en
muchos casos su forma. Es un juego mutuo de acción y reacción. (1980, p. 275)
Es importante destacar que aunque la concepción materialista de la historia
es un importante instrumento para comprender muchos de los procesos que
acontecen en la sociedad y en la educación, pero, como se señala en
párrafos anteriores, esta no puede ser considerada como la única clave
explicativa de todo, es un enfoque útil, indispensable para el entendimiento,
pero no agota la realidad.
Sin embargo, en la investigación educativa, este enfoque permite entender
los procesos educacionales en sus componentes materiales y espirituales
insertos en el sistema de relaciones sociales, ver la educación como
segmento, no demarcado del resto de las actividades sociales, de la base
económica y de la superestructura social y evaluar en ella la diversidad de
influencias ideológicas participantes, así como el marco institucional en que
tiene lugar.
Presente también en otras corrientes de pensamiento, de análisis histórico
concreto o historicismo, como dimensión del devenir de la naturaleza y la
sociedad humana: los valores, el conocimiento, la civilización, la cultura, las
formas productivas, etc., el enfoque concurre en una temporalidad y en una
ubicación espacial. Desde esta perspectiva se entiende que la sociedad es
un organismo vivo, que se autoconstruye y autodestruye continuamente en
el espacio y en el tiempo.
La historia tiene un peso en la educación, es el depósito de la experiencia de
millones de maestros y alumnos, de instituciones educativas, en ella se
recogen las creencias muchas veces ancladas en aportaciones del
pensamiento pedagógico. Experiencias y tradiciones vinculadas con la
historia política y económica de la humanidad y de las distintas regiones y
pueblos; la humanidad es fruto de ese incesante proceso evolutivo. Si en la
investigación hay una toma de conciencia del peso de lo histórico, entonces
en ella hay dialéctica.
La dialéctica materialista considera que el movimiento es ininterrumpido y
que transcurre como proceso a través de diversas direcciones en una unidad
de cambios progresivos y bruscos, de continuidad y ruptura, por lo que lo
cuantitativo y lo cualitativo son considerados, no a modo de pares separados,
sino de unidad dialéctica que se expresa en el contexto, en la relación
concreta que los activa. Lo cuantitativo y lo cualitativo en Marx se combinan
en la búsqueda del conocimiento a través del proceso de actividad práctica.
De esta interpretación se deriva que en la investigación social y educativa es
el contexto, la pertinencia, los fines, lo que se desea saber, las características
de los sujetos participantes de la investigación, ya sea como sujetos
investigados o sujetos investigadores, quien determina la metodología
elegida; lo cuantitativo y lo cualitativo coexisten en una dinámica que los
integra. Por lo tanto, de la interpretación que se hace de estos escenarios
dependen las características de los métodos y técnicas a elegir. La dialéctica
materialista no niega la investigación cualitativa.
La dialéctica materialista tiene fines sociales emancipatorios asociados a la
superación de la pobreza, la exclusión, las grandes desigualdades y
comprende la educación como uno de los caminos para hacer posible esos
fines, lo que significa entender que la educación y la investigación están al
servicio de la justicia, del humanismo, la igualdad, del reconocimiento a la
diversidad social y natural, del enfoque de género, de la distribución y gestión
democrática del conocimiento. Para la dialéctica materialista la educación
tiene la misión de humanizar.
De lo anterior se desprende el reconocimiento de que la ciencia, la
investigación científica y la educación son procesos axiológicos valorativos,
que se plasman en fines, demandas, necesidades sociales e intereses, se
entiende que siempre hay consideraciones filosóficas, éticas y políticas
insertas en las teorías y en los sistemas educativos, destacando la presencia
de intereses de clase, grupos y naciones en la investigación. En esencia, es
lo opuesto a la idea de la neutralidad científica defendida por el positivismo
Esto implica reconocer que, desde una perspectiva contraria a la anterior, los
proyectos de investigación educativa pueden ser usados como herramientas
para justificar formas hegemónicas de dominación, ligadas al colonialismo y
al capital transnacional, por lo que también pueden ser usados para
deshumanizar. En este sentido, la dialéctica materialista es un arma para la
crítica a esta tendencia.
El enfoque dialéctico, al considerar la sociedad como parte de la evolución
de la naturaleza, apunta también a reconocer que son accesibles al
conocimiento, es decir, cognoscibles en la interacción, aproximación,
coincidencia sujeto objeto, elementos estos, que se construyen y
reconstruyen de manera histórica. Por lo tanto, la acción de conocer no es un
resultado estático, lineal, siempre medible, sino que es un proceso activo y
dinámico. Lenin expresó esta idea al afirmar que “El conocimiento humano
no es (no sigue) una línea recta, sino una curva que se aproxima infinitamente
a una serie de círculos, a una espiral” (1979, p. 355). Esa dialéctica del
conocimiento identifica la presencia de la unidad de lo empírico y lo teórico y
la existencia de la verdad como proceso en sus dimensiones relativoabsolutas.
El pensamiento dialéctico integra, en el proceso de investigación, el tránsito
de lo abstracto a lo concreto, el análisis y la síntesis, lo histórico y lo lógico,
no como dicotomías absolutas, sino como aspectos del universo del
pensamiento, transiciones de uno en otro, complementariedad, flujos y
reflujos que se realizan en la práctica que conecta al sujeto y al objeto.
Dialéctica materialista es espíritu de crítica, en cualquier texto de Carlos Marx
la crítica es un componente esencial para el mejoramiento humano. Para la
dialéctica materialista en la ciencia no hay nada sagrado, todo puede ser
cuestionado y las aspiraciones a la verdad se legitiman con pruebas y
argumentos, nada queda excluido de esta dialéctica. En la investigación
educativa la crítica juega un papel diverso: orientadora, permite rectificar,
posee un potencial educativo excepcional, participa de la construcción de la
cultura científica.
Los componentes expuestos del enfoque dialéctico materialista obedecen a una
lógica de sentido metodológico, cuya vigencia es indiscutible, pero lo importante
en la investigación educativa es descubrir la dialéctica contenida en la red de
conexiones de los sujetos sociales que investigan o son investigados, es decir,
del sistema de contradicciones que se conforman en los distintos procesos de la
educación. Solo con ello se logra la autoformación de un pensamiento dialéctico
interpretativo en los investigadores y en los distintos individuos que participan
del sistema educativo.
La dialéctica materialista del marxismo, en su contenido, incorporó ideales
libertarios. Es precisamente, la educación uno de los campos donde se fundan
acciones y conciencias para tal empeño. El concepto de libertad en su contenido
participa de esa dinámica dialéctica indetenible y crea nuevas relaciones de
significado con sus términos para designarlas. La educación ha reflejado esos
cambios con nuevos conceptos como educación multicultural, calidad,
pertinencia, cultura de paz, competencias, etc., terminologías que matizan los
problemas científicos que empeñan a gran parte de la investigación educativa
actual y que manifiestan el momento histórico en que se vive. Pero en este
terreno, de interpretación del fenómeno educativo, la tradición marxista, desde
la década de 1960, no ha estado al orden del día, al no generar desarrollos
teóricos que le permitan reproducir los acontecimientos.
5. La fenomenología y la investigación cualitativa
La fenomenología ocupa un espacio importante en el panorama filosófico de
buena parte del siglo XX. Aparece en estrecha conexión con el positivismo y la
dialéctica materialista del marxismo. Es un proyecto de pensamiento con
dimensiones filosóficas, políticas y de aportación a la metodología científica, que
capta el rechazo al cientificismo positivista y el vacío de investigaciones sobre la
subjetividad humana, presente en la tradición marxista, que, en principio, aunque
reconoció su existencia, no fue más allá de valorar su importancia política para
los fines de transformación social.
En el desarrollo de la fenomenología también hay que tener en cuenta la reacción
antipositivista que se desarrolla a finales del siglo XIX y principios del XX,
tradición que incluye diversos autores que, en general, pusieron en duda la
posibilidad de la conquista de la verdad por parte del hombre, utilizando el
método científico y que con ello se pueda contribuir al deseado proceso de
liberación humana. Destacan autores que tradicionalmente son agrupados con
el término irracionalismo, S. Kierkegaard, A Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación”
Schopenhauer, J. Maritain, F. Nietzsche, quienes centraron su atención en
aquellos temas ligados a la subjetividad interior de los hombres, que por su
naturaleza eran muy difíciles de cuantificar. Estos autores encontraron en los
intelectuales de la cultura artística su base social y pusieron en duda el papel de
la ciencia.
La fenomenología utilizó la ciencia para estudiar aquellos fenómenos o
componentes de la espiritualidad, no investigados por la tradición marxista,
negados como objeto de valor para la ciencia, por el positivismo y usados como
argumento de descalificación de la ciencia por el irracionalismo.
En sus orígenes asume como base epistemológica la filosofía de Edmund
Husserl (1859-1938), pero se constituyó en un importante movimiento de
posiciones muy heterogenias, con autores como Max Scheler y Martin Heidegger
y, a la vez, recibió la influencia del pragmatismo norteamericano de John Dewey.
Se trata de fundar una ciencia rigurosa de las esencias de ciertas estructuras
conscientes y particulares. Esas estructuras se relacionan con una interpretación
de los sentimientos: la angustia, el amor, los estados de ánimo, el asombro, la
duda, el espanto, el éxtasis; en el fondo, una especie de experiencia pura que
se define como el objeto propio de la fenomenología. Con ello, el ser queda
reducido a la conciencia y al ser que se da a conocer en la conciencia. “Por lo
que toca a la fenomenología, quiere ser una ciencia descriptiva de las esencias
de las vivencias puras trascendentales en actitud fenomenológica” (Husserl,
1949, p. 166).
El método fenomenológico exige alejarse de toda idea previa, teoría, modelo o
tesis interpretativa, a fin de evitar caer en prejuicios. Es la investigación de lo que
se da en la conciencia, con exclusión de postulados precedentes o tesis
interpretativas ya establecidas; así como de todo supuesto o convicción sobre la
existencia o no existencia de aquello que se da. Es atenerse a aprehender lo que
se da a la conciencia y no apelar a modelos, fórmulas y convicciones previas,
para no incurrir en parcialidades y en los conceptos obstáculos que puedan
desviar la conciencia de su ruta hacia la verdad.
Desde esta perspectiva epistemológica se desarrolla lo que se conoce como
paradigma de investigación cualitativa, actualmente muy usado en la
investigación social y, en especial, en la investigación educativa. Con ello
surgieron instrumentos muy útiles para comprender las estructuras latentes de
la espiritualidad humana, que permitieron indagar allí donde la metodología
tradicional, de corte positivista, no funciona. Revista Electrónica “Actualidades
Investigativas en Educación”
La historia de vida, la entrevista en profundidad, la observación participante, y
otros métodos y procedimientos cualitativos se han ganado un lugar en la
investigación.
El enfoque fenomenológico desde sus aportaciones se ha convertido en un
instrumento indispensable para la búsqueda de información en los escenarios
educativos y para la conformación de estrategias para mejorar el desempeño
docente, muy atractivas en la investigación, pues el aula es un espacio donde
convergen relaciones intersubjetivas bien diversas.
El lado débil de la fenomenología consiste en que desde esta filosofía se
establece una jerarquización desmedida de la subjetividad social humana, que
margina el objeto y conduce al subjetivismo, al negar la objetividad de las
relaciones sociales y a cualquier reconocimiento de fenómenos materiales más
allá de la conciencia humana. Esto hace de su propuesta filosófica una teoría
que repite el subjetivismo tradicional, al afirmar que solo la conciencia tiene una
existencia real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, solo existe en
nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en nuestras percepciones, en
nuestros conceptos.
Es por eso que asumir la metodología cualitativa, desde los escenarios
latinoamericanos, implica la necesidad de cierta cautela epistemológica, porque
detrás del idealismo contenido en sus propuestas, existen manipulaciones
ideológicas intencionadas. Al excluir la dinámica del objeto se reducen los
problemas sociales a lo intersubjetivo, con lo cual se excluye la necesidad de la
transformación de la realidad como misión básica de la ciencia que la estudia, lo
que, al mismo tiempo, significa un rechazo al papel de la educación en la
formación de ideales políticos comprometidos con el cambio social. Por su parte,
esta postura también refuerza un espíritu que absolutiza lo individual en
detrimento de la acción colectiva.
Estas creencias, que de hecho son formas sutiles de hacer política y fabricar
ideologías de dominación, nada tienen que ver con el imperativo de formación
de sujetos políticos implicados con los destinos libertarios, tan significativos para
la región.
6. Síntesis y reflexiones finales
Raras veces un enfoque filosófico brinda, de manera acabada, los argumentos
explicativos necesarios para interpretar la actividad científica y, en especial, la
concepción del método, sobre todo, si se considera la complejidad de los eventos
sociales y en particular la complejidad de la educación, donde la presencia de lo
inesperado y lo Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación”
inexplicable es lo cotidiano. Es por ello recomendable asumir una concepción
electiva, que permita conformar marcos interpretativos que se correspondan con
las realidades educativas investigadas.
Aunque el positivismo, la dialéctica materialista y la fenomenología han tenido
una marcada influencia en la investigación social, razón por la cual han ocupado
el espacio de este ensayo, en la actualidad, se han desarrollado toda una serie
de teorías que aportan novedosos enfoques del método científico, cuyas
contribuciones no son nada despreciables y, en muchas casos, representan
construcciones teóricas que deben ser escuchadas y tenidas en cuenta: los
trabajos de M. Foucault, aparecidos bajo el título de Microfísica del poder, las
teorías deconstrucciones del logocentrismo de Derrida, la Teoría de la
Complejidad de E. Morin, el holismo ambientalista, la epistemología de segundo
orden, la bioética, el concepto del buen vivir asociado a los pueblos originarios,
etc., son algunos ejemplos que matizan el pensamiento presente, que contienen
lógicas de razonamiento que pueden servir de argumento para justificar las
investigaciones e interpretar los resultados.
Para Latinoamérica, donde todo adquiere los matices del subdesarrollo, asumir
un enfoque filosófico de pensamiento autóctono es condición indispensable para
garantizar una contribución, realista y efectiva al permanente proceso de
liberación humana, función ineludible de los sistemas educativos y de la ciencia
que debe realizarse. El pensamiento propio, desarrollado desde la realidad
regional, puede y debe tener espacios de elección en otras tradiciones, pero
desde una cautela epistémica que le permita deshacerse de mensajes de
dominación cultural.
Finalmente, las investigaciones educativas no deben reducirse al enfoque
filosófico del método, pues la ciencia contiene componentes éticos, políticos,
ambientales y económicos indispensables para justificar su pertinencia. Por lo
que problemas como el de la identidad latinoamericana o nacional, la soberanía
y la independencia, la responsabilidad social, la gestión democrática, el respeto
a la diversidad, la lucha contra la pobreza, entre otros temas, entran a formar
parte y repercuten en la actividad científica y en los criterios de elección y
fundamentación del método científico. Este es el punto de vista que permite una
percepción de sistema en la investigación educativa, al mismo tiempo, es una
condición para garantizar la funcionalidad, efectividad y el sentido a los
resultados. Revista Electrónica “Actualidades Investigativas en Educación”
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